Audiencias 1982 34

Miércoles 26 de mayo de 1982 [1]



Queridísimos hermanos y hermanas:

Ante todo, os dirijo mi saludo cordial y os recibo con afecto en esta audiencia general, que tiene lugar entre la Ascensión y Pentecostés. La liturgia de estos días nos recuerda las palabras con las que Jesús, confortando a sus Apóstoles a quienes iba a dejar, les prometió: "Cuando venga el Abogado que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí; y vosotros daréis también testimonio" (Jn 15,26 s.).

Queridísimos, si el deber de dar testimonio de Cristo corresponde a todo fiel, compromete de modo especial a los sucesores de los Apóstoles, que son los obispos y, entre ellos, al Romano Pontífice que, en su calidad de Sucesor de Pedro, tiene una responsabilidad directa con relación a toda la Iglesia. Impulsado por esta conciencia, a lo largo de estos años he peregrinado por el mundo, para llevar a las diversas porciones de la grey de Cristo ayuda en las pruebas y ánimo para perseverar en la valiente adhesión a los valores perennes del Evangelio.

En línea con este programa, se pensó y preparó, desde hace tiempo, como sabéis, una visita pastoral a las Iglesias en Inglaterra, Escocia y Gales. Las recientes, dolorosas vicisitudes del conflicto en el Atlántico Sur, hicieron dudar sobre la realización de este viaje, que tantos cristianos no sólo católicos, sino también de otras confesiones, esperan con ansia. Después de profundas consultas con los mayores responsables de dichas Iglesias, he decidido realizar mi visita, aunque modificando un poco el programa.

Sin embargo, puesto que esta decisión podría crear algo de sorpresa o perplejidad entre los católicos de la Iglesia en Argentina, ciertamente no menos queridos y no menos cercanos a mi corazón, he sentido la necesidad de explicarles las razones que me han inducido a ello, después de prolongada y angustiosa reflexión.

Con este fin he dirigido a los hijos de esa querida nación una carta, que os leo ahora.

«A los queridos hijos e hijas de la Nación Argentina:

1. Os escribo por mi propia mano, porque siento que debo repetir el gesto paternal del Apóstol Pablo hacia sus hijos, afianzándoles en la fe (cf. Col 4,18).

Os escribo esta carta impulsado por un sentimiento de afecto y de solicitud hacia la Iglesia una y universal, que está en toda la tierra, en todas las naciones y pueblos. Os escribo porque juzgo que es necesaria una particular aclaración a vosotros que vivís en tierra argentina. Requieren esa aclaración los problemas planteados por mi viaje apostólico y pastoral a Inglaterra, Escocia y Gales en el tiempo de Pentecostés del año en curso.

35 Si en las últimas semanas no se hubiesen verificado los trágicos acontecimientos que tienen su punto central en la región meridional del Océano Atlántico y que están relacionados con el conflicto entre Argentina y Gran Bretaña, este viaje no requeriría explicación alguna, como no ha sido necesaria para cualquier otro viaje hecho para visitar las Iglesias que se hallan en los diversos países y continentes. Sin embargo, en vista de las dolorosas circunstancias actuales, debo daros esta aclaración, sabiendo que la queréis aceptar como testimonio leal de afecto, en el servicio evangélico al mundo.

2. El viaje del Papa a las Iglesias de Inglaterra, Escocia y Gales está programado desde hace dos años, y desde hace año y medio se está llevando a cabo una preparación intensa que se concreta en una serie de acciones de tipo pastoral. La expectativa surgida para cumplir el objetivo de estos preparativos es tal que no puedo menos de realizar esta visita que viene a coronar siglos de fidelidad de esos católicos a la Iglesia y al Papa. Por otra parte, a pesar de las insistencias que he hecho para tratar de aplazar mi viaje, los obispos de Gran Bretaña se han manifestado y continúan manifestándose unánimes en afirmar la absoluta imposibilidad de tal aplazamiento, que a su juicio equivaldría prácticamente a una cancelación.

La cancelación del viaje sería una desilusión no sólo para los católicos, sino también para muchísimos no católicos que lo consideran, como es en realidad, singularmente importante también por su significado ecuménico. Saben todos ellos bien, en efecto, que la visita del Papa tiene un carácter estrictamente pastoral y en ningún modo político.

Tal carácter estrictamente pastoral y ecuménico es tan esencial y prevalente que, dadas las circunstancias, los representantes del mundo gubernamental se han retirado espontáneamente de todos los contactos ya previstos y que normalmente han tenido lugar en otras circunstancias durante visitas semejantes.

El programa prevé un encuentro con los altos representantes de la Comunión anglicana y con los representantes de las otras Comunidades cristianas separadas de la Iglesia católica.

Está prevista asimismo una visita a la Reina Isabel que, como bien se sabe, tiene también una especialísima posición en la Iglesia de Inglaterra.

3. Al emprender este viaje —a pesar de todas las dificultades que van acumulándose y con mi ánimo cargado de dolor por las muertes que origina el conflicto entre Argentina y Gran Bretaña— abrigo la firme esperanza de que se encuentre pronto, gradualmente, una solución honrosa por los caminos de una negociación pacífica. Por parte mía, no he dejado de esforzarme desde el principio, con todos los medios a mi alcance, en favor de una solución que, manteniendo el carácter de una decisión justa y conforme con el sentido del honor nacional, sea capaz de ahorrar a ambas partes, y quizá también a otras sociedades, derramamientos de sangre y otros efectos terribles de la guerra. Por esta intención he rogado asimismo muchas veces, en particular durante mi última peregrinación a Fátima y de modo especialísimo en la Misa concelebrada por mí, el día 22 del mes en curso, en la basílica de San Pedro, junto con los Pastores de la Iglesia en Argentina, en América Latina y los de la Iglesia en Inglaterra, Escocia y Gales. Quedan aún vivas, con toda su exigencia, las frases que en tan histórica ocasión pronuncié: la paz es posible, la paz es un deber imperioso.

Mis días de permanencia en Gran Bretaña seguirán siendo una incesante plegaria en favor de la paz, elevada junto con el Pueblo de Dios que lleva esculpidas en su corazón las palabras de Cristo: "¡Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (
Mt 5,9).

4. Sobre todo durante esos días mi pensamiento y mi afecto estarán también con vosotros, amados hijos de Argentina. Es bien conocida mi predilección por vuestro país y por toda América Latina donde ya he realizado dos visitas que conservo vivas en mi corazón de Pastor universal. En mis proyectos entra realizar una tercera a principios del próximo año. No obstante, hondamente preocupado por la causa de la paz y movido por el amor a vosotros, tan probados en estos momentos de dolor, desearía dirigirme incluso directamente desde Inglaterra a Argentina y allí, entre vosotros y con vosotros, queridos hermanos y hermanas, elevar la misma plegaria por la victoria de la justa paz sobre la guerra. Abrigo la esperanza de que pronto os uniréis al Papa en el santuario de la Madre de Dios en Luján, consagrando vuestras familias y vuestra patria católica al Corazón maternal de la Madre de Dios. Este breve viaje no comportaría la renuncia a una visita pastoral a vosotros, hecha a su debido tiempo, con un programa apropiado y previa la debida preparación.

5. Os pido especialmente a vosotros, venerables hermanos en el Episcopado, que pongáis de manifiesto ante vuestra sociedad el verdadero significado del viaje apostólico del Obispo de Roma, sobre todo si tal significado fuera presentado bajo un prisma falso, para minar la credibilidad de su servicio universal. Sed a la vez, aún dentro de las justas exigencias del patriotismo, portavoces de esa unidad que en Cristo y ante Dios, Creador y Padre, abraza a todos los pueblo y naciones, por encima de lo que los distingue, divide o incluso opone recíprocamente.

La Iglesia, aún conservando el amor hacia cada nación particular, no puede menos de tutelar la unidad universal, la paz y la comprensión mutua. De esta manera, aún en medio de las tensiones políticas y de las calamidades que comporta la guerra, la Iglesia no deja de testimoniar la unidad de la gran familia humana y busca los caminos que ponen de manifiesto tal unidad, por encima de divisiones trágicas. Son los camino que conducen a la justicia, al amor y a la paz.

36 En prueba de mi afectuosa cercanía os envío, con la seguridad de mis oraciones, una especial bendición apostólica. (Vaticano, 25 de mayo de 1982)».

Este es el texto de la carta, que un representante mío ha llevado personalmente a Argentina.

Os pido a todos que os unáis a mí en la oración para obtener del Señor, por medio de la intercesión de la Virgen Santísima, que las finalidades del viaje pastoral que voy a emprender sean rectamente entendidas y generosamente secundadas, de manera que este viaje pueda ayudar al bien espiritual de los creyentes y a la misma causa de la paz en el Atlántico Austral.
* * *


El Papa dio el anuncio de su próxima peregrinación de paz a Argentina, al terminar la audiencia, con las siguientes palabras:

He recibido la noticia de que mi deseo de visitar Argentina ha sido acogido con gratitud y viva satisfacción por los obispos y las supremas autoridades de la Nación y del pueblo argentino. La fecha de partida para este viaje pastoral está prevista para el 10 del próximo mes de junio.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Saludo ante todo y bendigo cordialmente a cada persona y o grupo de lengua española, procedente de España, México, Venezuela, Colombia, Argentina, Chile y otros Países.

Una palabra de especial aliento a ser fieles a las exigencias de su vocación dirijo a las Superioras Adoratrices y a las Siervas de San José. Igualmente animo a los miembros de la Unión Femenina Católica Mexicana a trabajar con entusiasmo en su hermosa tarea de apostolado.

El próximo viernes, fiel a mi deber de testimoniar a Cristo en todas partes, haré el viaje apostólico a la Iglesia de Inglaterra, Escocia y Gales que estaba previsto desde hace dos años.

37 Las dificultades surgidas a causa del conflicto bélico en el Atlántico Sur, me han hecho reflexionar maduramente acerca de un posible aplazamiento del viaje. Pero tras diversas consultas con los Pastores de la Iglesia, y dada la gran importancia ecuménica de la visita, he llegado a la convicción de que ésta no puede aplazarse, porque ello equivaldría a cancelarla, con grave perjuicio en campo religioso. Por otra parte, mi viaje no tiene ningún carácter político, sino exclusivamente pastoral, y está desprovisto incluso de los contactos con las autoridades gubernamentales que son normales en casos semejantes.

Son estas las razones que he explicado en una carta personal que he dirigido al pueblo argentino, al que expreso todo mi afecto y recuerdo en esta hora difícil. Y como prueba de mi cordial estima, estoy dispuesto a ir directamente a Argentina desde Inglaterra, para continuar, pidiendo por la paz ante la Virgen de Luján. Ello no impediría una visita pastoral de normal duración, cuando sea factible, a dicho País. Y para mostrar una vez más mi profunda estima a América Latina, pienso realizar un viaje a tierras latinoamericanas a principio del próximo año.

Os pido vuestras oraciones para que la Iglesia ame a cada nación, tutelando a la vez la unidad, la paz y la compresión universales.

[1] La audiencia general se desarrolló en un clima muy especial, dominado por las dramáticas noticias llegadas los días anteriores del Atlántico Sur y por el comentario que el Papa hizo sobre su inminente viaje apostólico y ecuménico a Gran Bretaña, así como el anuncio de su próximo viaje a Argentina... Todo esto lo explicó Juan Pablo II en su catequesis que tuvo un carácter especial, ya que en ella leyó el mensaje a los fieles de la nación Argentina.

El mensaje —carta— del Santo Padre a los fieles de la nación Argentina fue entregado por el Secretario de los Asuntos Públicos de la Iglesia, arzobispo, Achille Silvestrini al presidente de la república, general Leopoldo Galtieri el miércoles 26 de mayo. Mons. Silvestrini fue enviado por el Papa a Buenos Aires para este fin y para hacerse intérprete del deseo de Juan Pablo II de poder realizar una visita pastoral también a Argentina...



Junio de 1982

Miércoles 9 de junio de 1982



1. Al celebrar, juntamente con el Episcopado de Inglaterra, Escocia y Gales, el Sacrificio eucarístico en la catedral de Westminster, Londres, di gracias a Cristo por este signo de unidad que abraza a todos los hombres: el signo en el que los pueblos, aun cuando divididos por conflictos temporáneos, no dejan de estar unidos en el misterio del Cuerpo de Cristo. Cristo "efectivamente es nuestra paz" (Ep 2,14), a la que es necesario tender siempre con el pensamiento, con el corazón y con las obras, para que no domine sobre la humanidad "el espíritu del mundo" (1Co 2,12) que lleva hacia las divisiones y las guerras.

2. El viaje pontificio a Gran Bretaña había sido programado desde hace tiempo: concordado hace dos años, y preparado con solicitud durante ocho meses en cada una de las diócesis y parroquias de Inglaterra, Escocia y Gales. Hoy, al hablar de la perspectiva de la visita ya terminada, no se puede por menos de subrayar sobre todo las dimensiones de esta preparación y de su alto nivel. Se trata aquí no solo de los medios materiales, sino sobre todo de la dimensión espiritual de este gran trabajo común. En él se ha manifestado algo más que la madurez actual del Pueblo de Dios. Se ha manifestado la heredad plurisecular, que en Inglaterra tiene sus orígenes históricos en la persona de San Agustín, primer obispo de Canterbury. En Escocia estos comienzos se vinculan a los nombres de los Santos Ninian, Columba y Kentigern: en Gales, en cambio, al de San David.

Esta heredad tiene tras sí no sólo lejanos comienzos (que por lo demás nos llevan aún más lejos de los nombres citados, hasta los tiempos del Imperio Romano), sino también una serie de siglos difíciles, sellados con la sangre de mártires modernos, de los que se habla con veneración, e incluso sin amargura alguna humana, igual que de los mártires de los primeros siglos. Se habla de ellos con un amor digno del que ellos mismos —por citar a San Juan Fischer, o a Santo Tomás Moro— dieron testimonio. Esta heredad está también en el último siglo, es la heredad vinculada al nombre del gran cardenal Newmann: la heredad de la laboriosa búsqueda de la verdad como camino de 1a unidad en la fe. El cristianismo en Gran Bretaña es un importante campo ecuménico. La Iglesia católica se halla en este terreno, aceptando como propio el camino de la unidad de los cristianos, que ha indicado el Concilio Vaticano II.

3. De la visita en sí misma, se puede decir que ha sido como una peregrinación a través de los siete santos sacramentos, en los que se forma y se desarrolla la vida del Pueblo de Dios. Esta forma teológica y, a la vez, pastoral, ha unido con trama uniforme toda la geografía de la visita, comenzando por la catedral de Westminster, donde el tema fue el Bautismo. Al día siguiente (vigilia de Pentecostés), en el estadio de Wembley, ante la estatua de la Virgen de Walsingham, tuvo lugar la renovación de las promesas bautismales. Estuvimos unidos en esta oración con la Madre de la Iglesia, igual que los Apóstoles en el Cenáculo cuando esperaban la venida del Espíritu Consolador. El mismo día, por la mañana, en la catedral de Canterbury, renovaron los votos bautismales todos los participantes en el encuentro: anglicanos y católicos.

38 También el primer día de la peregrinación, se celebró la liturgia solemne y profundamente emotiva de la Unción de los enfermos, en la catedral de Southwark, un gran encuentro con la Iglesia de los que sufren unidos a Cristo.

4. La Eucaristía, celebrada el mismo día de Pentecostés, ene un gran campo cerca de Coventry, hizo presente la venida del Paráclito sobre el lugar que sufrió una destrucción especial durante la segunda guerra mundial. El símbolo de esta destrucción es la catedral antigua; a cuyo lado se ha construida una nueva. El sacramento de la Confirmación, administrado durante la Santa Misa, manifestó la construcción de la Iglesia por medio de la fe y de las obras, que se derivan de ella, en la comunidad del Pueblo de Dios.

El mismo día de Pentecostés, por la tarde, fui a Liverpool, el mayor centro de católicos en Gran Bretaña. Hubo un saludo en el aeropuerto, ante la numerosa muchedumbre a lo largo de las calles de la ciudad que asistía a la visita que hice, primero, a la catedral anglicana y, luego, a la catedral católica, construida recientemente. El tema de la homilía fue el Sacramento de la Penitencia y Reconciliación, de acuerdo con las palabras de la liturgia: "A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (
Jn 20,23), y también de acuerdo con el gran esfuerzo que en esta ciudad hacen los cristianos católicos y anglicanos, en la dirección de la reconciliación recíproca, según el espíritu del Evangelio.

5. El lunes, el tema fue, ante todo, el Sacramento del Orden puesto de relieve mediante la administración de las ordenaciones sacerdotales durante la solemne Eucaristía en Manchester.

Y, luego, el Sacramento del Matrimonio, durante el encuentro con los representantes de las familias en un gran campo cerca de York. En sintonía con la liturgia de la Palabra y la homilía, los esposos y los miembros de las familias renovaron las promesas que constituyen el fundamento de su comunidad en Cristo y en la Iglesia.

En este contexto hay que añadir todo lo que durante la peregrinación ha hecho referencia a la vocación cristiana en general, y especialmente a la vocación sacerdotal y religiosa, mediante los encuentros con los sacerdotes, con los hermanos y hermanas de las órdenes y congregaciones religiosas, con los alumnos de los seminarios y noviciados: encuentros, palabra, oración.

6. La Eucaristía fue, en cierto sentido, un tema continuo, en el centro de cada uno de los encuentros. Sin embargo, de modo particular y detallado, este tema se puso de relieve en Cardiff, última etapa del viaje, donde tuvo lugar también la primera comunión de jóvenes cristianos.

La juventud ha tenido su lugar peculiar en esta peregrinación. Se dio un testimonio especial de su presencia en la Iglesia, dos veces: la primera, con ocasión del encuentro en Edimburgo (incluso con los más jóvenes). La segunda, al final de todo el programa de la visita, en Cardiff. Estos encuentros estaban llenos de espontaneidad juvenil y, a la vez, de profundo contenido cristiano. La última palabra dirigida a la Iglesia en Gran Bretaña versó sobre el tema de la oración esto precisamente hablando a la juventud, en Cardiff.

7. La visita a Escocia tuvo sus dos polos en Edimburgo y en Glasgow. Ello hizo que se reuniera y se hiciera ver la iglesia, que en tierra escocesa tiene una historia especial, un perfil propio, lo cual se manifestó en las dos ciudades, pero el principal encuentro litúrgico tuvo lugar en Glasgow, el martes por la tarde, con una enorme participación de fieles. El tema de la homilía fue sintético: el reino de Dios en su realización histórica y actual en tierra escocesa y en la historia de los hombres.

Entre otras cosas, tuve también oportunidad de visitar a la comunidad educadora en Glasgow; y también resultó inolvidable la visita a la comunidad de los enfermos en Edimburgo.

8. La Iglesia, que es el sacramento de la unión del hombre con Dios y el signo de la unidad de toda familia humana, se encuentra en las Islas Británicas, como ya he dicho, en un particular campo ecuménico. Ello se ha manifestado en todas las etapas de la visita. Pero, sobre todo, en Inglaterra, con el encuentro histórico en la catedral de Canterbury, que es la sede del Presidente de toda la Comunión anglicana.

39 Se puede decir que la preparación para este encuentro fue particularmente larga y laboriosa: doce años de trabajo de la Comisión Internacional Anglicana y Católica, que, finalmente, ha presentado al Papa y al Presidente de la Comunión anglicana los resultados de sus estudios. Estos resultados se han convertido en una base para la Declaración común, firmada la vigilia de Pentecostés. Y constituye un fundamento para la ulterior colaboración ecuménica, que tiene como finalidad abrir camino a la unidad plena.

Resultaría difícil decir algo más en esta concisa descripción. Solamente hay que dar gracias al Espíritu de unidad y de verdad, que ha guiado nuestros pasos en este encuentro y, esperamos, los seguirá guiando.

Desde el punto de vista ecuménico, también ha tenido importancia el encuentro con los Representantes del Consejo Británico de las Iglesias en Canterbury, y luego en Edimburgo el otro encuentro con los Representantes de las Comunidades cristianas de Escocia.

Sin embargo, hay que dar también una importancia particular al encuentro con el Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia (presbiteriana), en la misma ciudad de Edimburgo, que señala lo específico del camino ecuménico propio de Escocia.

9. Con ocasión de esta visita, que ha sido sobre todo pastoral, me he sentido honrado por el encuentro con la Reina Isabel II, el primer día de mi viaje.

Los Representantes de las autoridades políticas —dada la situación internacional surgida en las relaciones con Argentina— tomaron ellas mismas la iniciativa de retirarse del programa de la visita.

Dándome cuenta de todo lo que, en una preparación tan excelente para esta peregrinación a través de Inglaterra, Escocia y Gales, ha dependido de los diversos factores y de las instancias de las autoridades, deseo expresar a todos, una vez más, mi cordial gratitud.

10. La primera visita en la historia que el Obispo de Roma ha hecho a Gran Bretaña, tiene sin duda una singular elocuencia histórica Séame permitido colocarla en el Corazón de Aquel que es Señor de la historia, Rey de la paz, Príncipe del siglo futuro.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Saludo cordialmente y doy la bienvenida a todos y cada uno o de los peregrinos de lengua española procedentes de diversos Países, que habéis venido a Roma para renovar vuestra profesión de fe junto al sepulcro del Apóstol Pedro.

40 En este encuentro de hoy quiero hablaros de mi reciente visita pastoral a Gran Bretaña. Ha sido una peregrinación y evangelización a partir de los siete Sacramentos, en los cuales se forma y desarrolla la vida del Pueblo de Dios.

La Iglesia, que es el sacramento de la unión del hombre con Dios y el signo de la unidad de toda la familia humana, halla en las Islas Británicas un particular terreno ecuménico. Es la causa que he querido servir con mi viaje apostólico, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, para buscar la tan deseada unidad de los cristianos. Y también la anhelada paz entre las naciones.

Esta primera visita en la historia, hecha por el Obispo de Roma a Gran Bretaña, quiero depositarla en el Corazón de Aquel que es Señor de la historia, Rey de la paz y Príncipe del mundo futuro.



Miércoles 16 de junio de 1982



1. Ayer, cumpliendo un compromiso que había contraído desde el año pasado, con ocasión del 90 aniversario de la Rerum novarum, fui a la ciudad de Ginebra, Suiza, para hacer una visita a la Conferencia Internacional del Trabajo, que celebra en estos días su 68 sesión. Visité, además, otros importantes Organismos internacionales, que tienen su sede en esa ciudad y, al finalizar la jornada, me encontré con la población de Ginebra y sus alrededores, reunida en Palexpo, para participar en la Santa Misa.

Así he podido realizar una parte del programa que hasta ahora había quedado suspendido con motivo de todo lo que sucedió el 13 de mayo del año pasado. A su debido tiempo, con la ayuda de Dios, pretendo realizar también el resto del programa, con una visita pastoral a la Iglesia que cree, ora y trabaja en Suiza, y un encuentro con los representantes de las otras Confesiones cristianas, visitando, además, el Consejo Ecuménico de las Iglesias.

Mientras tanto, ahora doy gracias a Dios por el deber pastoral que he podido cumplir en línea con la misión que la Iglesia está llamada a desarrollar en el mundo de hoy. Esta misión se refiere no sólo a los bienes eternos, sino que se dirige también con particular solicitud a las "realidades terrenas", esto es, a los bienes de la cultura, de la economía, de las artes, de las profesiones, de las instituciones políticas y sociales, en los que se compendia la vida del hombre sobre la tierra. El Concilio Vaticano II ha tratado de ellos con luminosa claridad, reconociendo, ante todo, que estos valores temporales tienen su legítima autonomía, pero afirmando, además, con fuerza que están destinados a armonizarse con los valores de la fe y a ponerse al servicio del hombre para la realización de su "vocación integral". (cf. Gaudium et spes GS 34-36 Apostolicam actuositatem AA 7).

Misión de la Iglesia es recordar a los hombres este horizonte más amplio, dentro del cual se mueve su actividad, poniéndoles en guardia contra las posibles desviaciones a que está expuesto continuamente su esfuerzo, y sosteniéndoles en el compromiso de generosa dedicación a la causa del auténtico progreso, de la paz y de la dignidad de la persona humana. creada a imagen y semejanza de Dios (cf. Gaudium et spes GS 37-39).

2. Consciente de esto, he querido, ante todo, ir a rendir homenaje a los representantes de la Organización Internacional del Trabajo, para tributar un justo agradecimiento a todo lo que dicha Organización ha hecho estos años en tutela del hombre que trabaja, de la dignidad que le es propia y de los derechos inalienables que lógicamente se derivan de ella. Ha sido un encuentro con el mundo del trabajo en su centro histórico y jurídico, rico de tanta significación asociativa y humana.

Entre las muchas cosas que hubiera querido decir sobre un tema tan importante, he elegido una que considero particularmente urgente en la presente situación internacional: he insistido sobre el deber de la solidaridad, ya que me parece que esta dimensión está impresa en la naturaleza misma del trabajo y hoy todo impulsa hacia su realización cada vez más plena. El trabajo une porque es idéntica su realidad profunda en todas las partes del mundo y porque es idéntica su relación con el sentido de la vida humana, dondequiera que se desarrolle.

Esta realidad profunda y esta relación esencial pueden expresarse en palabras sencillas y breves: el trabajo debe estar en función del hombre, y no el hombre en función del trabajo. Afirmación aparentemente clara y que se da por supuesta. Sin embargo, la desmiente con frecuencia la realidad concreta cuando surgen situaciones en las que se valora al hombre a base de la utilidad que está en disposición de ofrecer a las estructuras productivas, y, en cambio, no se valoran estas últimas basándose en la utilidad que pueden ofrecer a la plena realización de cada uno de los hombres.

41 Es necesaria una humanización cada vez mayor del trabajo, que tiene un vínculo tan profundo con el problema del sentido de la vida humana.

3. En Ginebra está el "Centro Europeo de Investigaciones Nucleares", que reúne estudiosos de diversas nacionalidades y coordina sus esfuerzos al servicio de una causa nobilísima: la de la investigación pura. ¿No es ésta también una "realidad terrena" de importancia fundamental para la vida y para el futuro del hombre? No podía menos de visitar una asamblea tan calificada de personas, que trabajan en las fronteras más avanzadas de la ciencia, para expresarles, en nombre de la Iglesia y de la misma humanidad, el sincero aprecio por los progresos que, gracias a su esfuerzo y al de sus colegas de todo el mundo, se han podido llevar a cabo en el conocimiento del misterio del universo.

Al mismo tiempo, he sentido el deber de recordar que la investigación científica no agota todos los aspectos de la realidad, sino que más bien exige, para no quedar reducida a una visión reductora y deformante, ser integrada con las aportaciones que provienen del conocimiento filosófico y, en particular, con las verdades superiores de la Revelación divina, acogida en la fe.

Precisamente, gracias a las más amplias perspectivas que ofrecen estas diversas formas de conocimiento, pueden evitarse los riesgos de desarrollos de la investigación científica y de la utilización de los resultados que alcanza, en sentido contrario al verdadero bien del hombre. ¿Quién no está preocupado hoy por las consecuencias nocivas, más aún, catastróficas, que una aplicación de los frutos de la investigación científica, una aplicación llevada de modo irresponsable, podría provocar?

Creo que el gran reto impuesto al hombre de hoy por el grado avanzado de desarrollo de sus conocimientos, es precisamente éste: armonizar los valores de la ciencia y de la tecnología con los valores de la conciencia.

4. En este sentido pueden ofrecer una aportación pacífica las Organizaciones Internacionales Católicas, a las que corresponde un papel de mediación entre el Evangelio y la sociedad contemporánea, planteándose como tema de reflexión profunda, por ejemplo, los elementos fundamentales de una antropología cristiana a la luz de los datos de las ciencias modernas, las exigencias de la moral aplicada al orden económico internacional, la incidencia que la ley de la caridad tiene en materia de relaciones internacionales, etc.

Considerando estas importantes funciones suyas, he querido llevar a los representantes de estas Organizaciones con sede en Ginebra, el testimonio de mi estima, mi estimulo y la seguridad de mi apoyo.

5. No se puede hablar de Suiza y, en particular, de Ginebra, sin que el pensamiento vaya también a la benéfica institución, conocida en todo el mundo, que tuvo su origen en esa querida nación y que tiene en esta ciudad su sede central: la Cruz Roja. No hay calamidad natural, no hay desgracia de alguna dimensión, no hay conflicto doloroso entre las naciones, que no estimule inmediatamente a los representantes de este organismo para llevar socorro a las víctimas, para aliviar los sufrimientos, favorecer la reconciliación y la paz. También en los recientes, tristes acontecimientos bélicos del Atlántico Austral y del Líbano, la Cruz Roja no ha dejado de intervenir oportunamente con su obra humanitaria.

Con gran alegría, pues, e incluso con emoción, he llevado mi saludo al Presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja y a sus colaboradores, juntamente con la expresión de mi cordial apoyo a la acción que desarrollan con encomiable solicitud y generosidad para tutelar a toda persona humana, socorrer a quien tiene necesidad, promover la amistad, la cooperación y la paz duradera entre los pueblos. Se trata de ideales que deben interesar profundamente a todo cristiano.

Al llevar este testimonio de solidaridad, estaba seguro de interpretar el pensamiento de todos los hijos de la Iglesia, los cuales, en la escuela de Cristo, como vértice y coronamiento de todos los valores que se pueden alcanzar aquí abajo, han aprendido a apreciar el del amor. ¡Que esta lección evangélica pueda penetrar cada vez más profundamente en los corazones de los hombres y convencerlos a comprometerse generosamente en la construcción de la que mi predecesor Pablo VI calificó, con expresión inolvidable, como "la civilización del amor"!

En la construcción de esta civilización del amor en favor del hombre, la cual se rige por los valores del trabajo, de la ciencia, de la solidaridad en las necesidades y de la fraternidad, corresponde a los Organismos Internacionales una misión particular, que merece un aprecio profundo, así como estímulo y apoyo. Aquí está precisamente la razón de mi visita de ayer.

Saludos

42 Amadísimos hermanos y hermanas:

Ayer realicé una visita en Ginebra a la sede de la Conferencia Internacional del Trabajo, que estaba programada desde hace más de un año, y que hubo de ser aplazada.

Con este viaje he querido tener un contacto con algunos de los Organismos que se ocupan de la actuación de la vocación integral del hombre en el mundo.

En efecto, la Organización Internacional del Trabajo tutela, también mediante los sindicatos, la dignidad y derechos del trabajador, promueve su solidaridad y procura lograr que el trabayo sea visto en función del hombre y no al contrario.

He visitado asimismo el Centro Europeo de Investigación Nuclear, un centro de investigación pura. En este importante lugar para el futuro del hombre, he alentado a armonizar los valores de la ciencia y de la tecnología con los valores de la conciencia. Mucho contribuyen a ello las actividades desplegadas por las Organizaciones Internacionales Católicas, que quieren ser un puente entre el Evangelio y el mundo de hoy.

Y finalmente he visitado la sede de la Cruz Roja Internacional, organización tan conocida y meritoria, que desarrolla una extensa labor humanitaria y de socorro en los momentos más difíciles para la humanidad. Mi solidaridad hacia ella correspondía al aprecio de todos aquellos que, con Pablo VI, desean implantar la civilización del amor.

Un saludo a cada persona de lengua española. En particular a los sacerdotes de Ávila que celebran sus Bodas de Plata sacerdotales. Queridos hermanos: Enhorabuena y sed siempre fieles a vuestro sacerdocio. A todos bendigo de corazón.




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