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33 En esta necesidad interior, en esta dinámica de amor, se descubre indirectamente la casi imposibilidad de apropiarse y posesionarse de la persona por parte de la otra. La persona es alguien que supera todas las medidas de apropiación y enseñoramiento, de posesión y saciedad, que brotan del mismo "lenguaje del cuerpo". Si el esposo y la esposa releen este "lenguaje" bajo la luz de la plena verdad de la persona y del amor, llegan siempre a la convicción cada vez más profunda de que la amplitud de su pertenencia constituye ese don recíproco donde el amor se revela "fuerte como la muerte", esto es, se remonta hasta los últimos límites del "lenguaje del cuerpo", para superarlos. La verdad del amor interior y la verdad del don recíproco llaman, en cierto sentido, continuamente al esposo y la esposa —a través de los medios de expresión de la recíproca pertenencia e incluso apartándose de esos medios— a lograr lo que constituye el núcleo mismo del don de persona a persona.

4. Siguiendo los senderos de las palabras trazadas por las estrofas del "Cantar de los Cantares", parece que nos acercamos, pues, a la dimensión en la que el "eros" trata de integrarse, también mediante la otra verdad del amor. Siglos después —a la luz de la muerte y resurrección de Cristo—, esta verdad la proclamará Pablo de Tarso, con las palabras de la Carta a los Corintios:

"La caridad es longánima, es benigna; no es envidiosa; no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. La caridad jamás decae" (
1Co 13,4-8).

¿La verdad sobre el amor, expresada en las estrofas del "Cantar de los Cantares" queda confirmada a la luz de estas palabras paulinas? En el Cantar leemos, por ejemplo, sobre el amor, que sus "celos" son "crueles como el abismo" (Ct 8,6), y en la Carta paulina leemos que "la caridad no es envidiosa". ¿En qué relación se hallan ambas expresiones sobre el amor? ¿En qué relación está el amor que "es fuerte como la muerte", según el Cantar de los Cantares, con el amor que "jamás decae", según la Carta paulina? No multipliquemos estas preguntas, no abramos el análisis comparativo. Sin embargo, parece que el amor se abre aquí ante nosotros en dos perspectivas: como si aquello, en que el "eros" humano cierra el propio horizonte, se abriese todavía, a través de las palabras paulinas, a otro horizonte de amor que habla otro lenguaje; el amor que parece brotar de otra dimensión de la persona y llama, invita a otra comunión. Este amor ha sido llamado con el nombre de "ágape" y el ágape lleva a plenitud al eros, purificándolo.

Concluimos así estas breves meditaciones sobre el Cantar de los Cantares, destinadas a profundizar ulteriormente el tema del "lenguaje del cuerpo". En este ámbito, el "Cantar de los Cantares" tiene un significado totalmente singular.

Saludos

Y ahora un cordial saludo y aliento en su vida consagrada al Señor para las religiosa de los Santos Ángeles Custodios, que han seguido en Roma un curso de renovación espiritual. Con mi saludo también a los peregrinos venidos de México, así como a los procedentes de varias ciudades de España. Pido por vuestras intenciones y a todos os bendigo de corazón.



Miércoles 20 de junio de 1984

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1. La visita pastoral a Suiza ha tenido lugar en la semana después de Pentecostés y concluyó en el día de la solemnidad de la Santísima Trinidad. Hoy quiero dar gracias al Buen Pastor por medio de Nuestra Señora de Einsiedeln, por esta visita, por esta nueva peregrinación al corazón del Pueblo de Dios, que habita en las más bellas montañas de Europa y al norte de los Alpes. La visita estaba preparada desde hace mucho tiempo. Debía haber tenido lugar hace ya tres años, pero el acontecimiento del 13 de mayo de 1981 lo impidió. La Providencia divina ha permitido que las circunstancias se desarrollasen de modo que esta visita pudiera ser llevada a término ahora.

2. Llamo a esta visita peregrinación, y he tenido ya oportunidad de explicar esta definición bastantes veces. Por lo que se refiere a Suiza, el punto particular de referencia en esta peregrinación es San Nicolás de Flüel, "Brudes Klaus", y de ello he podido convencerme el 14 de junio. Efectivamente, ese día la visita y la Santa Misa fueron en Flüel. Nos preparamos juntos para ella en la casa de este Santo, la cual se conserva hasta hoy; él simboliza, de modo particular, a Suiza. Dios lo llamó precisamente en el período en que se formaba lo que constituye Suiza en el significado actual de esta palabra. La unión de los tres cantones —Uri, Schwyz (del que viene el nombre Suiza) y Unterwalden— dio comienzo a toda la Federación Helvética, formada hoy por 26 cantones, que unen a todos los suizos en un pueblo, independientemente del hecho de que ellos hablan cuatro lenguas: alemán, francés, italiano y romanche.

3. La vocación de Nicolás de Flüel es maravillosa. En ella se manifestó de modo espléndido, sobrehumano e incluso admirable el radicalismo evangélico, que invita a abandonar todo.

"Veis éste es Nicolás de Flüel, vuestro compatriota —dije en la homilía del pasado 14 de junio en Flueli, lugar natal del Santo—. Hace 517 años que por seguir su vocación dejó esposa, hijos, casa, tierras: se tomó al pie de la letra las palabras del Evangelio. Su nombre ha quedado para siempre inscrito en los cantones suizos; él fue un auténtico testigo de Cristo. Un hombre que quiso cumplir el Evangelio hasta la última palabra".

Nicolás fue esposo y padre de una familia numerosa, formada por 10 hijos. Mantenía a esta familia, trabajando duramente, juntamente con su mujer Dorotea, en una factoría. La decisión de abandonarlo todo no fue fácil. Solicitó el acuerdo de su mujer que —puede decirse— tomo esta decisión con heroísmo igual al de Nicolás, cargando sobre sus hombros todo el peso del mantenimiento de la Familia y de la factoría.

En Ranft, poco distante de la casa de familia, se encuentra la ermita de San Nicolás. "Bruder Klaus" pasó en este lugar veinte años en la más severa penitencia y en ayuno absoluto, no recibiendo —¡durante 20 años!— alimento alguno.

4. La figura de San Nicolás de Flüel constituye una insólita floración del cristianismo, arraigado gradualmente en las almas de las generaciones desde los tiempos romanos. Baste recordar que la diócesis de Sión se remonta al siglo IV, poco después del período durante el cual en el imperio romano se ensañaban las persecuciones sangrientas contra los cristianos; ese período en el que San Mauricio y toda su Legión Tebana ofrecieron la vida por Cristo. Y la abadía de Saint-Maurice nos recuerda hoy esa maravillosa profesión de fe mediante el martirio cruento.

A través de las sucesivas generaciones y a través de los siglos, el Evangelio echó sus raíces, como lo testimonia, entre otras cosas, el rico desarrollo de la vida monástica sobre todo, benedictina.

Entre las abadías benedictinas, tiene especial importancia Einsiedeln. Allí se reúnen, desde hace siglos, peregrinos de toda Suiza en torno a la Madre del Dios-Hombre, la cual ha encontrado aquí, en tierra suizo, un particular tabernáculo.

La permanencia en Einsiedeln, desde el 14 de junio por la tarde al 16 por la mañana, estuvo caracterizada por la espléndida liturgia y por muchos encuentros importantes: con el Episcopado, con los sacerdotes, con los representantes del laicado, con los operadores de los medios de comunicación, con los jóvenes, con los enfermos. He consagrado de nuevo a Nuestra Señora de Einsiedeln toda la Iglesia y, en particular, los hermanos y hermanas que viven en tierra suiza.

5. La ermita del Ranft, "Bruder Klaus", ha tenido una función Importante, incluso decisiva, en la vida de la sociedad suiza del siglo XV. Se convirtió en una ferviente patrocinadora de la reconciliación y de la paz entre sus compatriotas. Quizá también de aquí toma su origen el hecho de que Suiza se haya convertido en el país de la paz interna, y de que apenas haya padecido guerras desde el exterior.

Con la neutralidad de Suiza, como país, se explica ciertamente también el hecho de que, al presente, numerosas Organizaciones Internacionales hayan buscado y busquen en ella una sede.

El país, relativamente no grande, constituye una Federación de cantones, cada uno de los cuales tiene sus autoridades. El Gobierno federal asegura la unidad y armonía del conjunto. Hoy quiero manifestar una particular gratitud a las autoridades, tanto federales, como cantonales y municipales, por su benévola actitud con relación a la visita del Papa. Lo he experimentado en cada una de las etapas de mi viaje, tanto donde la mayoría de la población es católica, como allí donde la mayoría, en cambio, es protestante.

En Lohn pude entrevistarme cordialmente con el Presidente y todos los Consejeros federales, recordando la historia original de Suiza, su adhesión a la libertad, a la tolerancia, a la neutralidad, a la paz para la nación y para el mundo, y también los esfuerzos conjuntos de Suiza y de la Santa Sede en el sector humanitario durante las dos guerras mundiales. Con este encuentro he intentado expresar mi homenaje a todo el pueblo suizo y, al mismo tiempo mi estima y mis votos hacia todos los que tienen la responsabilidad del bien común.

6. La peregrinación al corazón del Pueblo de Dios en la tierra Suiza ha encontrado de hecho la realidad de la división de la Iglesia, claramente acentuada en la historia de esta sociedad desde el tiempo de la reforma.

Nos separan 500 años del nacimiento de Zwinglio, 475 del de Calvino: Suiza se ha convertido, al lado de Alemania, en la segunda patria de la Reforma.

Sin embargo, después del Concilio Vaticano II, tras el Decreto sobre el Ecumenismo, esta peregrinación no sólo era posible, sino hasta necesaria. Ha adquirido un carácter ecuménico con una doble dimensión. Ante todo: mediante el encuentro con el Grupo mixto de trabajo de las Iglesias cristianas (comprendidos también los representantes de la Iglesia católica); luego, mediante el encuentro muy importante con los representantes de la Iglesia reformada. Estos dos encuentros tuvieron lugar en Kehrsatz (cerca de Berna) y estuvieron dedicados al intercambio de ideas y a la plegaria en común, según el espíritu de las orientaciones del ecumenismo conciliar.

7. Además de esta dimensión familiar e interna a Suiza, en el conjunto de la visita ha destacado la dimensión más amplia, universal. He podido reunirme en Ginebra con los representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias, cuyo Presidente honorario es el benemérito pastor Willem Visser't Hooft, y el actual Secretario General, el pastor Dr. Philip Potter. La Sede del consejo ecuménico de las Iglesias la visitó por primera vez el Papa Pablo VI el año 1969. La mía ha sido, pues, la segunda visita, que confirma la actitud de la iglesia católica en relación con el ecumenismo. Es necesario un intercambio incesante de ideas, el diálogo teológico; es necesario el común testimonio de Cristo, y sobre todo es necesaria una incesante oración en común, para que se nos pueda otorgar la gracia de la unión en el Espíritu Santo, de la unidad en la fe. Según las palabras de Cristo "Padre Santo... que sean uno" (
Jn 17 Jn 11)... "para que el mundo crea" (17. 21).

Ha sido además motivo de alegría el haber podido visitar el Centro Ortodoxo en Chambésy, donde, bajo la dirección del querido Metropolita Damaskinos, se desarrollan los trabajos preparatorios del previsto Sínodo Panortodoxo. Este encuentro en la oración nos dio nuevamente la posibilidad de dialogar con estos hermanos nuestros, que están especialmente cercanos en todo lo que se refiere al depósito apostólico de la fe.

8. En este amplio horizonte adquiere una expresión adecuada la visita a la comunidad católica, que después de la reforma ha permanecido en unión con Roma y actualmente se agrupa en las siguientes Iglesias particulares: la diócesis de Sión, de Lausana-Ginebra-Friburgo, de Coira, de Basilea, de S. Gallen y de Lugano. Además las dos abadías "territoriales": Einsiedeln y St. Maurice.

Todos los encuentros, especialmente los litúrgicos en la Eucaristía común, y los otros en la oración, unidos con un intercambio de ideas (así, por ejemplo, los dos encuentros con la juventud: en Einsiedeln en lengua alemana y en Friburgo en lengua francesa) me han quedado profundamente grabados en el corazón. En Friburgo (que siempre va unido en mi mente con el recuerdo del gran cardenal Journet) se tuvieron también los espléndidos "Laudes" con los religiosos y religiosas.

También en Friburgo, la visita a la universidad, el encuentro con la comunidad de los profesores y de los estudiantes. Y luego, separadamente con los representantes de las facultades teológicas de toda Suiza.

Todos fueron encuentros cordiales, sólidamente preparados, impregnados de realismo y, a la vez, de una sincera solicitud por la misión del Evangelio en relación con una sociedad que padece el influjo de la secularización.

Finalmente, el encuentro, en diversas lenguas, con los hombres que han encontrado en Suiza asilo y condiciones de vida y de trabajo, tuvo lugar en Lucerna.

9. El Concilio Vaticano II ha abierto una nueva etapa del camino ante toda la Iglesia.

La Iglesia que está en tierra suiza ha entrado en esta etapa, con la conciencia de su grande y, a la vez, difícil heredad, de su situación ecuménica y de todos los condicionamientos particulares profundamente arraigados en la tradición social de los suizos.

Durante los seis días de la peregrinación hemos orado juntos con la confianza de que esta etapa, que recorremos en la unidad universal de la Iglesia católica nos permita acercarnos, con humildad y constancia a la que espera del Pueblo de Dios el Espíritu Santo Consolador que es el Espíritu de Verdad. Y a la que Él mismo nos conduce.

Saludos

Ya ahora un particular saludo a los sacerdotes claretianos reunidos en Roma para un curso de formación permanente. Os aliento a aprovechar bien este tiempo, a fin de renovaros en vuestro amor y entrega a la iglesia. Saludo asimismo a los peregrinos de las varias parroquias y colegios de España, así como a los venidos de Colombia. A todos imparto con afecto mi bendición apostólica.



Miércoles 27 de junio de 1984: El libro de Tobías

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1. Al comentar, las semanas pasadas, el Cantar de los Cantares, puse de relieve cómo el signo sacramental del matrimonio se constituye sobre la base del "lenguaje del cuerpo" que el hombre y la mujer expresan con la verdad que les es propia. Bajo este aspecto quiero analizar hoy algunos pasajes del libro de Tobías.

En el relato de los esponsales de Tobías con Sara se encuentra, además de la expresión "hermana" —por la que parece que en el amor nupcial está arraigada una índole fraterna— otra expresión que es también análoga a las del Cantar.

Como recordaréis, en el dúo de los esposos, el amor que se declaran mutuamente, es "fuerte como la muerte" (
Ct 8,6). En el libro de Tobías encontramos la frase que, al decir que él amó a Sara "y se le apegó su corazón" (Tb 6,19), presenta una situación que confirma la verdad de las palabras sobre el amor "fuerte como la muerte".

2. Para entender mejor, hay que ir a algunos detalles que encuentran explicación teniendo como fondo el carácter específico del libro de Tobías. Leemos allí que Sara, hija de Raguel, con anterioridad había "sido dada a siete maridos" (Tb 6,13), pero todos murieron antes de unirse a ella. Esto había acaecido por obra del espíritu maligno y también el joven Tobías tenía razones para temer una muerte análoga.

De este modo, el amor de Tobías debía afrontar desde el primer momento la prueba de la vida y de la muerte. Las palabras sobre el amor "fuerte como la muerte", que pronuncian los esposos del Cantar de los Cantares en el trasporte del corazón, asumen aquí el carácter de una prueba real. Si el amor se muestra fuerte como la muerte, esto sucede sobre todo en el sentido de que Tobías y, juntamente con él, Sara van sin titubear hacia esta prueba. Pero en esta prueba de la vida y de la muerte vence la vida, porque, durante la prueba de la primera noche de bodas, el amor, sostenido por la oración, se manifiesta más fuerte que la muerte.

3. Esta prueba de la vida y de la muerte tiene también otro significado que nos hace comprender el amor y el matrimonio de los nuevos esposos. Efectivamente, ellos, al unirse como marido y mujer, se hallan en la situación en que las fuerzas del bien y del mal se combaten y se miden recíprocamente. El dúo de los esposos del Cantar de los Cantares parece no percibir en absoluto esta dimensión de la realidad. Los esposos del Cantar viven y se expresan en un mundo ideal o "abstracto", en el cual parece no existir la lucha de las fuerzas objetivas entre el bien y el mal. ¿Es acaso la fuerza y la verdad interior del amor las que atenúan la lucha que se desarrolla en el hombre y en torno a él?

La plenitud de esta verdad y de esta fuerza propia del amor parece, sin embargo, que es diversa y da la impresión de que tiende más bien allí donde nos conduce la experiencia del libro de Tobías. La verdad y la fuerza del amor se manifiestan en la capacidad de ponerse entre las fuerzas del bien y del mal, que combaten en el hombre y en torno a él, porque el amor tiene confianza en la victoria del bien y está dispuesto a hacer todo, a fin de que el bien venza. En consecuencia, la verdad del amor de los esposos del libro de Tobías no se confirma con las palabras expresadas por el lenguaje del trasporte amoroso como en el Cantar de los Cantares, sino por las opciones y los actos que asumen todo el peso de la existencia humana en la unión de ambos. El "lenguaje del cuerpo", aquí, parece usar las palabras de las opciones y de los actos que brotan del amor, que vence porque ora.

4. La oración de Tobías (Tb 8,5-8), que es, ante todo, plegaria de alabanza y de acción de gracias, luego de súplica, coloca el "lenguaje del cuerpo" en el terreno de los términos esenciales de la teología del cuerpo. Se trata de un lenguaje "objetivizado", invadido, no tanto por la fuerza emotiva de la experiencia, cuanto por la profundidad y gravedad de la verdad de la existencia misma.

Los esposos profesan esta verdad juntos, al unísono, ante el Dios de la Alianza: "Dios de nuestros padres". Puede decirse que, bajo este aspecto, el "lenguaje del cuerpo" se convierte en el lenguaje de los ministros del sacramento, conscientes de que en el pacto conyugal se manifiesta y se realiza el misterio que tiene su fuente en Dios mismo. Efectivamente, su pacto conyugal es la imagen —y el sacramento primordial de la Alianza de Dios con el hombre, con el género humano— de esa alianza que nace del Amor eterno.

Tobías y Sara terminan su oración con las palabras siguientes: "Ten misericordia de mí y de ella y concédenos a ambos larga vida" (Tb 8,7).

Se puede admitir (basándose en el contexto) que ellos tienen ante los ojos la perspectiva de perseverar en la comunión hasta el fin de sus días, perspectiva que se abre ante ellos con la prueba de la vida y de la muerte, ya durante la primera noche nupcial. Al mismo tiempo, ven con la mirada de la fe la santidad de esta vocación, en la que —a través de la unidad de los dos, construida sobre la verdad recíproca del "lenguaje del cuerpo"— deben responder a la llamada de Dios mismo, contenida en el misterio del Principio. Y por esto piden: "Ten misericordia de mí y de ella".

5. Los esposos del Cantar de los Cantares declaran mutuamente, con palabras fogosas, su amor humano. Los nuevos esposos del libro de Tobías piden a Dios saber responder al amor. Uno y otro encuentran su puesto en lo que constituye el signo sacramental del matrimonio. Uno y otro participan en la formación de este signo.

Se puede decir que a través de uno y otro el "lenguaje del cuerpo", releído tanto en la dimensión subjetiva de la verdad de los corazones humanos, como en la dimensión "objetiva" de la verdad del vivir en la comunión, se convierte en la lengua de la liturgia.

La oración de los nuevos esposos del libro de Tobías parece ciertamente confirmarlo de un modo diverso de como lo hace el Cantar de los Cantares, y también de manera que, sin duda, conmueve más profundamente.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Y ahora un particular saludo a las Hermanas Agustinas Misioneras de Gavá, a las que agradezco la visita. Doy también la bienvenida a los grupos procedentes de varias parroquias de España, así como a los grupos de estudiantes venidos de Vic, Barcelona, Burriana, Fuente de Cantos y Molins de Rey. Con mi cordial recuerdo para los peregrinos franciscanos venidos de Colombia, mientras a todos los hispanohablantes os bendigo de corazón.



Miércoles 4 de julio de 1984: El amor conyugal a la luz de la Carta a los Efesios

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1. Hoy vamos a referirnos al texto clásico del capítulo 5 de la Carta a los Efesios, la cual revela las fuentes eternas de la Alianza en el amor del Padre y, a la vez, su nueva y definitiva institución en Jesucristo.

Este texto nos lleva a una dimensión tal del "lenguaje del cuerpo" que podríamos llamar "mística". En efecto, habla del matrimonio como de un "gran misterio" (Gran misterio es éste",
Ep 5,32). Y si bien este misterio se realiza en la unión esponsal de Cristo Redentor con su Iglesia y de la Iglesia-Esposa con Cristo ("Pero yo lo aplico a Cristo y a la iglesia", Ep 5,32), si bien se verifica de manera definitiva en las dimensiones escatológicas, sin embargo, el autor de la Carta a los Efesios no duda en extender la analogía de la unión de Cristo con la Iglesia en el amor esponsal, delineada de un modo tan "absoluto" y "escatológico", al signo sacramental del pacto esponsal del hombre y de la mujer, los cuales están "sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo" (Ep 5,21). No vacila en extender aquella analogía mística al "lenguaje del cuerpo", interpretado en la verdad del amor esponsal y de la unión conyugal de los dos.

2. Es necesario reconocer la lógica de este magnífico texto, que libera radicalmente nuestro modo de pensar de elementos maniqueístas o de una consideración no personalista del cuerpo, y, al mismo tiempo, aproxima el "lenguaje del cuerpo", encerrado en el signo sacramental del matrimonio, a la dimensión de la santidad real.

Los sacramentos insertan la santidad en el terreno de la humanidad del hombre; penetran el alma y el cuerpo, la femineidad y la masculinidad del sujeto personal, con la fuerza de la santidad. Todo ello viene expresado en el lenguaje de la liturgia: en él se expresa y se hace realidad.

La liturgia, el lenguaje litúrgico, eleva el pacto conyugal del hombre y de la mujer, fundamentado en "el lenguaje del cuerpo" interpretado en la verdad, a las dimensiones del "misterio" y, al mismo tiempo, permite que tal pacto se realice en las susodichas dimensiones mediante el "lenguaje del cuerpo".

De esto habla precisamente el signo del sacramento del matrimonio, el cual, en el lenguaje litúrgico, expresa un suceso interpersonal, cargado de intenso contenido personalista, encomendado a los dos "hasta la muerte". El signo sacramental significa no sólo el "fieri" —el nacer del matrimonio— sino que edifica todo su "esse", su duración: el uno y el otro en cuanto realidad sagrada y sacramental, radicada en la dimensión de la Alianza y de la Gracia, en la dimensión de la creación y de la redención. De este modo, el lenguaje litúrgico confía a entrambos, al hombre y a la mujer, el amor, la fidelidad y la honestidad conyugal mediante el "lenguaje del cuerpo". Les confía la unidad y la indisolubilidad del matrimonio con el "lenguaje del cuerpo". Les asigna como tarea todo el "sacrum" de la persona y de la comunión de las personas, igualmente las respectivas femineidad y masculinidad precisamente con este lenguaje.

3. En este sentido, afirmamos que la expresión litúrgica llega a ser "lenguaje del cuerpo". Esto pone de manifiesto toda una serie de hechos y cometidos que forman la "espiritualidad" del matrimonio, su "ethos". En la vida diaria de los esposos estos hechos se convierten en obligaciones, y las obligaciones en hechos. Estos hechos —como también los compromisos— son de naturaleza espiritual, sin embargo se expresan al mismo tiempo con el "lenguaje del cuerpo".

El autor de la Carta a los Efesios escribe a este propósito: "... los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo..." (Ep 5,33), (= "como a sí mismo" Ep 5,33), "y la mujer reverencie a su marido" (Ep 5,33). Ambos, finalmente estén "sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo" (Ep 5,21).

El "lenguaje del cuerpo", en cuanto ininterrumpida continuidad del lenguaje litúrgico se expresa no sólo como el atractivo y la complacencia recíproca del Cantar de los Cantares, sino también como una profunda experiencia del "sacrum" que parece estar inmerso en la misma masculinidad y femineidad mediante la dimensión del "mysterium": "mysterium magnum" de la Carta a los Efesios, que ahonda sus raíces precisamente en el "principio", es decir, en el misterio de la creación del hombre: varón y hembra a imagen de Dios, llamados ya "desde el principio" a ser signo visible del amor creativo de Dios.

4. De esta manera, pues, aquel "temor de Cristo" y "respeto" de los cuales habla el autor de la Carta a los Efesios, no es otra cosa que una forma espiritualmente madura de ese atractivo recíproco; es decir, del hombre por la femineidad y de la mujer por la masculinidad, atractivo que se manifiesta por primera vez en el Libro del Génesis (Gn 2,23-25). Inmediatamente, el mismo atractivo parece deslizarse como largo torrente a través de los versículos del Cantar de los Cantares para encontrar, en circunstancias totalmente distintas, su expresión más concisa y concentrada en el Libro de Tobías.

La madurez espiritual de este atractivo no es otra cosa que el fructificar del don del temor uno de los siete dones del Espíritu Santo, de los cuales nos ha hablado San Pablo en la primera Carta a los Tesalonicenses (1Th 4,4-7).

Por otra parte, la doctrina de San Pablo sobre la castidad como "vida según el Espíritu" (cf. Rm 8,5), nos permite (particularmente en base a la primera Carta a los Corintios, cap. 6) interpretar aquel "respeto" en un sentido carismático, o sea, como don del Espíritu Santo.

5. La Carta a los Efesios, al exhortar a los esposos a fin de que estén sujetos los unos a los otros "en el temor de Cristo" (Ep 5,21) y al inducirles, luego, al "respeto" en la relación conyugal parece poner de relieve, conforme a la tradición paulina, la castidad como virtud y como don.

De esta manera, a través de la virtud y más aún a través del don ("vida según el Espíritu") madura espiritualmente el mutuo atractivo de la masculinidad y de la femineidad. Ambos, el hombre y la mujer, alejándose de la concupiscencia encuentran la justa dimensión de la libertad de la entrega, unida a la femineidad y masculinidad en el verdadero significado esponsal del cuerpo.

Así, el lenguaje litúrgico, o sea, el lenguaje del sacramento y del "mysterium", se hacen en su vida y la convivencia "lenguaje del cuerpo" en toda una profundidad, sencillez y belleza hasta aquel momento desconocidas.

6. Tal parece ser el significado integral del signo sacramental del matrimonio. En ese signo —mediante el "lenguaje del cuerpo"— el hombre y la mujer salen al encuentro del gran "mysterium", para transferir la luz de ese misterio —luz de verdad y de belleza, expresado en el lenguaje litúrgico— en "lenguaje del cuerpo", es decir, lenguaje de la práctica del amor, de la fidelidad y de la honestidad conyugal, o sea, en el ethos que tiene su raíz en la "redención del cuerpo" (cf. Rm 8,23). En esta línea, la vida conyugal viene a ser, en algún sentido, liturgia.

Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo ahora a las religiosa Agustinas Misioneras Mercedarias y del Sagrado Corazón presentes en esta audiencia, así como a los diversos grupos de peregrinos venidos de parroquias de varias partes de España, en especial a los jóvenes estudiantes de Almería, Torrente, Burriana, Denia, Madrid y Vallada. Con una cordial palabra de aliento en su vida cristiana y en su actividad apostólica para los miembro del grupo «Hora 3» de Barcelona.

Saludo asimismo con afecto a los numerosos peregrinos colombianos de las parroquias de San Luis Beltrán, San Silvestre, San Felipe y San Gabriel de Bogotá. Que vuestra venida a Roma renueve vuestra fe y vuestra fidelidad a Cristo y a la Iglesia. A todos os bendigo de corazón»



Miércoles 11 de julio de 1984: Las enseñanzas de la Encíclica Humanae vitae

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1. Las reflexiones que hasta ahora hemos expuesto acerca del amor humano en el plano divino, quedarían, de algún modo, incompletas si no tratásemos de ver su aplicación concreta en el ámbito de la moral conyugal y familiar. Deseamos dar este nuevo paso, que nos llevará a concluir nuestro ya largo camino, bajo la guía de una importante declaración del Magisterio reciente: la Encíclica Humanae vitae, que publicó el Papa Pablo VI, en julio de 1968. Vamos a releer este significativo documento a la luz de los resultados a que hemos llegado, examinando el designio inicial de Dios y las palabras de Cristo, que nos remiten a él.

2. "La Iglesia... enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida..." (Humanae vitae
HV 11). "Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador" (Humanae vitae HV 12).

3. Las consideraciones que voy a hacer se referirán especialmente al pasaje de la Encíclica Humanae vitae, que trata de los "dos significados del acto conyugal" y de su "inseparable conexión". No intento hacer un comentario a toda la Encíclica, sino más bien explicarla y profundizar en dicho pasaje. Desde el punto de vista de la doctrina moral contenida en el documento citado, este pasaje tiene un significado central. Al mismo tiempo es un párrafo que se relaciona estrechamente con nuestras anteriores reflexiones sobre el matrimonio en su dimensión de signo (sacramental).

Puesto que, según he dicho, se trata de un pasaje central de la Encíclica, resulta obvio que esté inserto muy profundamente en toda su estructura: su análisis, en consecuencia, debe orientarse hacia las diversas componentes de esa estructura, aunque la intención no sea comentar todo el texto.

4. En las reflexiones acerca del signo sacramental, se ha dicho ya varias veces que está basado sobre "el lenguaje del cuerpo" releído en la verdad. Se trata de una verdad afirmada por primera vez al principio del matrimonio, cuando los nuevos esposos, prometiéndose mutuamente "ser fieles siempre... y amarse y respetarse durante todos los días de su vida", se convierten en ministros del matrimonio como sacramento de la Iglesia.

Se trata, por tanto, de una verdad que por decirlo así, se afirma siempre de nuevo. En efecto, el hombre y la mujer, viviendo en el matrimonio "hasta la muerte", reproponen siempre, en cierto sentido, ese signo que ellos pusieron —a través de la liturgia del sacramento— el día de su matrimonio.

Las palabras antes citadas de la Encíclica del Papa Pablo VI se refieren a ese momento de la vida común de los cónyuges, en el cual, al unirse mediante el acto conyugal, ambos vienen a ser, según la expresión bíblica, "una sola carne" (Jn 2,24). Precisamente en ese momento tan rico de significado, es también particularmente importante que se relea el "lenguaje del cuerpo" en la verdad. Esa lectura se convierte en condición indispensable para actuar en la verdad, o sea, para comportarse en conformidad con el valor y la norma moral.

5. La Encíclica no sólo recuerda esta norma, sino que intenta también darle su fundamento adecuado. Para aclarar más a fondo esa "inseparable conexión que Dios ha querido... entre los dos significados del acto conyugal", Pablo VI continúa así en la frase siguiente: "...el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer" (Humanae vitae HV 12).

Podemos observar cómo en la frase precedente el texto recién citado trata, sobre todo, del "significado" y en la frase sucesiva, de la "íntima estructura" (es decir, de la naturaleza) de la relación conyugal. Definiendo esta "íntima estructura", el texto hace referencia a las "leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer".

El paso de la frase, que expresa la norma moral, a la frase que la explica y motiva, es particularmente significativo. La Encíclica nos induce a buscar el fundamento de la norma, que determina la moralidad de las acciones del hombre y de la mujer en el acto conyugal, en la naturaleza de este mismo acto y, todavía más profundamente, en la naturaleza de los sujetos mismos que actúan.

6. De este modo, la "íntima estructura" (o sea, la naturaleza) del acto conyugal constituye la base necesaria para una adecuada lectura y descubrimiento de los significados, que deben ser transferidos a la conciencia y a las decisiones de las personas agentes, y también la base necesaria para establecer la adecuada relación entre estos significados, es decir, su inseparabilidad. Dado que, "el acto conyugal..." —a un mismo tiempo— "une profundamente a los esposos", y, a la vez, "los hace aptos para la generación de nuevas vidas"; y tanto una cosa como otra se realizan "por su íntima estructura"; de todo se deriva en consecuencia que la persona humana (con la necesidad propia de la razón, la necesidad lógica) "debe" leer contemporáneamente los "dos significados del acto conyugal" y también la "inseparable conexión... entre los dos significados del acto conyugal".

No se trata, pues, aquí de ninguna otra cosa sino de leer en la verdad el "lenguaje del cuerpo", como repetidas veces hemos dicho en los precedentes análisis bíblicos. La norma moral, enseñada constantemente por la Iglesia en este ámbito, y recordada y reafirmada por Pablo VI en su Encíclica, brota de la lectura del "lenguaje del cuerpo" en la verdad.

Se trata aquí de la verdad, primero en su dimensión ontológica ("estructura íntima") y luego —en consecuencia— de la dimensión subjetiva y psicológica ("significado"). El texto de la Encíclica subraya que, en el caso en cuestión, se trata de una norma de la ley natural.

Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Mi cordial enhorabuena ahora a los sacerdotes y religiosos de Jaén que celebran sus bodas de plata de sacerdocio. Sed fieles, queridos hermanos, a vuestra ofrenda al Señor. Es mi exhortación también para los religiosos de las Escuelas Pías aquí presentes.

Un saludo a las religiosas Esclavas del Sagrado Corazón y a las Hermanas Hospitalaria responsables del sector vocacional, a las que animo a trabajar con entusiasmo en tan importante tarea.

Agradezco al visita a los diversos grupos venidos de España, en especial a los jóvenes y estudiantes de Valencia, Madrid y Palencia, así como al coro de la Universidad de Salamanca. También a los peregrinos de México y de los otros países saludo y bendigo de corazón



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Miércoles 18 de julio de 1984


Audiencias 1984 33