Audiencias 1985 54

Miércoles 21 de agosto de 1985



1. Quiero hay dar gracias a Dios y a nuestro Señor Jesucristo, que es Pastor de los pueblos y de los hambres, por la reciente peregrinación a tierra africana. El motivo inmediato de esta tercera visita mía al "Continente negro" ha sido el Congreso Eucarístico Internacional (el XLIII), que se ha celebrado en Nairobi (Kenia) del 11 al 18 de agosto.

Los Congresos Eucarísticos Internacionales -como sabéis- son expresión de una particular veneración y amor de la Iglesia universal al Santísimo Sacramento. Por primera vez un Congreso así se ha celebrado en el corazón de África. Por este motivo deseo manifestar mi gran alegría, ya que el Congreso ha dado testimonio de la madurez cristiana y pastoral de la Iglesia en África, y sobre todo de la Iglesia en Nairobi y en Kenia. De todo corazón me congratulo con esta Iglesia y con sus Pastores, especialmente con el arzobispo de Nairobi, cardenal Otunga. Al mismo tiempo, me congratulo con toda la sociedad, con el Presidente y las autoridades estatales de Kenia.

55 El Congreso se ha centrado en torno al tema: "La Eucaristía y la familia cristiana" y en torno a los valores fundamentales de naturaleza moral y social que se forman en la vida cristiana, apoyándose en la Eucaristía.

2. Esta peregrinación al Congreso Eucarístico, celebrado en Nairobi, ha ofrecido la ocasión para el encuentro con la Iglesia en diversos países africanos, comenzando por Togo, y continuando luego por Costa de Marfil, Camerún, República Centroafricana y Zaire. Cada una de estas etapas ha tenido su programa al que quiero referirme de modo sintético, poniendo de relieve los elementos principales y, en cierto sentido, comunes.

3. La Iglesia en África es la Iglesia misionera y de misión. Se encuentra en cada uno de esos países, ante todo, con la población de religión tradicional "animista" y va a su encuentro con el Evangelio. Fruto de esta "primera" evangelización son las conversiones y los bautismos. En Garua, Camerún, donde la tarea misionera comenzó relativamente hace poco, he tenido la alegría de administrar este sacramento. Los habitantes del continente negro, y en particular los cristianos, sienten una profunda gratitud hacia los misioneros, incluso por su actividad social (escuelas, hospitales, todo el trabajo educativo y caritativo). Esta intensa labor misionera continúa siendo indispensable. Los obispos, las Iglesias y las sociedades africanas desean tener misioneros (sacerdotes y laicos) y los piden.

4. Al mismo tiempo, esta Iglesia comienza a tener gradualmente sus propias vocaciones sacerdotales y religiosas. Ha supuesto una gran alegría para mi el haber podido ordenar un grupo de sacerdotes en Kara (al norte de Togo) y en Yaundé, capital de Camerún. Igualmente han sido motivo de gran alegría las profesiones religiosas de las Hermanas y de los Hermanos "autóctonos" en la catedral de Yaundé y en la de Kinshasa.

De este modo la Iglesia africana adquiere su propia identidad indígena y se hace "autónoma" gradualmente. También empieza a pensar en los misioneros que ella misma enviará a los países donde hay necesidad. Quiere devolver el don que ha recibido.

Al mismo tiempo que las vocaciones sacerdotales y religiosas, se desarrolla también la conciencia de la vocación al apostolado de los laicos, tanto en la familia como en los varios sectores de la vida social. A esto se orientó el Congreso Eucarístico y también otras iniciativas y encuentros (como, por ejemplo, en Bamenda de Camerún) con la participación de los laicos, y en particular de los jóvenes. A este propósito quiero mencionar el encuentro en Duala.

5. Plenitud de esta vocación cristiana es la santidad. La santidad es también el fruto principal de la Eucaristía. Y, por esto, una etapa singular de la peregrinación "africana" ha sido la beatificación de la primera hija de Zaire, Sor Anuarite Nengapeta, que, el año 1964, sufrió el martirio por defender su virginidad, consagrada a Cristo. Se trata, pues, de una figura cercana en el tiempo. Todavía viven sus padres, y el mismo martirio de Anuarite está vinculado a los acontecimientos que tuvieron lugar al comienzo de la independencia de Zaire. Esta beatificación es un acontecimiento histórico en los anales del país y de la Iglesia en tierra zairense, más aún, en la historia de toda Africa, donde la figura de esta Beata está unida a los Mártires de Uganda y también a la tradición multisecular de los Santos, Mártires y Vírgenes de la historia de la Iglesia universal.

La ceremonia de beatificación fue vivida fervorosamente por los compatriotas de Sor Anuarite. Tuvo lugar en Kinshasa, en la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María. Al día siguiente, en Lubumbashi, se celebró la Santa Misa votiva de la nueva Beata para invocar su intercesión ante Dios en favor del país y de la Iglesia que la ha dado.

6. En todas las etapas de la reciente peregrinación "africana", la Eucaristía ha sido el principal lugar de encuentro con el Pueblo de Dios y con la sociedad. Así ocurrió en Lomé, Togo, en las cuatro localidades mencionadas de Camerún, en Bangui, en la República Centroafricana, y luego en Zaire y Kenia.

Entre los momentos más característicos de esta "peregrinación" con el Pueblo de Dios en África hacia la Eucaristía, se debe recordar la consagración de la nueva catedral en Abidján (Costa de Marfil). Hace cinco años pude bendecir la primera piedra de esta catedral; ahora he podido consagrarla con una gran participación de fieles y con la presencia del Presidente de la República, durante una liturgia de consagración muy bien organizada.

La esmerada preparación litúrgica la hermosa participación en la Eucaristía, la espontaneidad del canto, la finura de los gestos de danza africana, la ferviente oración merecen ser subrayados durante todas las etapas del viaje.

56 7. También está madurando la conciencia de los ambientes intelectuales y su vínculo con la religión y con la Iglesia. Una manifestación de esto fue el encuentro en Yaundé. A la vez, aumenta la necesidad de tener centros eclesiásticos superiores de cultura, que hasta ahora son pocos en el continente africano. Desde este punto de vista es importante la iniciativa de los Episcopados de África Oriental, que ha dado origen a un propio Instituto teológico en Nairobi. He tenido la alegría de inaugurar este Instituto con ocasión del Congreso Eucarístico, en presencia de numerosos cardenales y obispos, promotores e invitados del Congreso.

8. He tenido también la alegría de varios encuentros con los hermanos. pertenecientes a las Iglesias cristianas no católicas, y también con los musulmanes y los seguidores de las religiones tradicionales. Así sucedió en Lomé, capital de Togo; en Garua (Camerún), donde, durante la ceremonia de conferir los sacramentos de la iniciación cristiana, en la homilía dirigí la palabra a los hijos del Islam, a los seguidores de la religiosidad tradicional y a los protestantes; en Yaundé, capital de Camerún, tuvo lugar el encuentro ecuménico con las Representaciones de las Iglesias cristianas y de los Musulmanes, como también luego en Nairobi. Especialmente característico fue el encuentro de oración en el santuario de Nuestra Señora de la Misericordia, en Lago Togo, donde he orado por primera vez también con los animistas.

9. En todas las etapas del viaje he tenido encuentros también con las autoridades estatales y Cuerpo Diplomático. Dirijo una deferente acción de gracias a los Presidentes de Togo, Costa de Marfil, Camerún, República Centroafricana, Zaire y Kenia por todas las manifestaciones de cortesía, por las facilidades del viaje, y por la buena colaboración con la Iglesia en el respeto de su actividad.

Merece una mención especial la visita a las Instituciones de las Naciones Unidas en Nairobi, los Organismos dedicados a la salvaguarda del ambiente natural y al habitat: se ocupan, pues, de problemas que están vinculados con la misión pastoral de la Iglesia.

Les doy las gracias por la invitación y la cordial acogida.

10. En el camino se regreso del Congreso Eucarístico, he podido visitar también Casablanca, aceptando la invitación del Rey de Marruecos, Hassan II. Esto me ha dado la posibilidad de encontrarme con la comunidad católica, poco numerosa, que vive en esa nación y que se agrupa alrededor de los arzobispos de Rabat y Tánger. Al mismo tiempo, por deseo explícito del Rey de Marruecos, he podido hablar a la juventud musulmana de ese país. Este acontecimiento merece especial atención porque es una forma de realización del diálogo con las religiones no cristianas pedido por el Concilio Vaticano II (Declaración Nostra aetate ). A los hermanos musulmanes de Marruecos, a su Rey, expreso una gratitud cordial y sincera. Su acogida ha estado marcada por una nota de gran apertura y de gran entusiasmo por parte de los jóvenes, que se han manifestado muy sensibles a los valores religiosos.

11. Durante la estancia en Togo, ante el santuario mariano de Togoville, he confiado a la Madre de Cristo tanto esa nación, como toda África que, desde diversas generaciones se ha abierto a su Hijo Divino: que esta disponibilidad y este compromiso permanezcan y se profundicen mediante la Eucaristía y el ministerio de la Palabra y de los Sacramentos.

A todos los Pastores de este ministerio, mis hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, a las familias religiosas masculinas y femeninas, a todos los hijos e hijas de África renuevo una vez más mi gratitud y bendigo a todos de todo corazón.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Quiero ahora saludar cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de América Latina. De modo especial saludo a la peregrinación mexicana de la Parroquia de San Maximiliano Kolbe de León, y también al grupo de estudiantes de arquitectura del Paraguay: que vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo os ayude a acrecentar vuestra fe y vuestra comunión con la Iglesia universal.

57 A todos vosotros, peregrinos de lengua española, imparto con afecto mi Bendición Apostólica



Miércoles 28 de agosto de 1985

El Dios "escondido"

1. El Dios de nuestra fe, el que de modo misterioso reveló su nombre a Moisés al pie del monte Horeb, afirmando "Yo soy el que soy", con relación al mundo es completamente trascendente. El ..."es real y esencialmente distinto del mundo... e inefablemente elevado sobre todas las cosas, que son y pueden ser concebidas fuera de él" (DS 3002): "...est re et essentia a mundo distinctus, et super omnia, quae praeter ipsum sunt et concipi possum ineffabiliter excelsus" (Cons. Dei Filius, Concilio Vaticano I, cap. I, 1-4). Así enseña el Concilio Vaticano I, profesando la fe perenne de la Iglesia.

Efectivamente, aún cuando la existencia de Dios es conocible y demostrable y aún cuando su esencia se puede conocer de algún modo en el espejo de la creación, como ha enseñado el mismo Concilio, ningún signo, ninguna imagen creada puede desvelar al conocimiento humano la Esencia de Dios como tal. Sobrepasa todo lo que existe en el mundo creado y todo lo que la mente humana puede pensar: Dios es el "ineffabiliter excelsus".

2. A la pregunta: ¿quién es Dios?, si se refiere a la Esencia de Dios, no podemos responder con una "definición" en el sentido estricto del término. La esencia de Dios —es decir, la divinidad— está fuera de todas las categorías de género y especie, que nosotros utilizamos para nuestras definiciones, y, por lo mismo, la Esencia divina no puede "cerrarse" en definición alguna. Si en nuestro pensar sobre Dios con las categorías del "ser", hacemos uso de la analogía del ser, con esto ponemos de relieve mucho más la "no-semejanza "que la semejanza, mucho más la incomparabilidad que la comparabilidad de Dios con las criaturas (como recordó también el Concilio Lateranense IV, el año 1215). Esta afirmación vale para todas las criaturas, tanto para las del mundo visible, como para las de orden espiritual, y también para el hombre, en cuanto creado "a imagen y semejanza" de Dios (Cfr. Gen Gn 1,26).

Así, pues, la conoscibilidad de Dios por medio de las criaturas no remueve su esencial "incomprensibilidad". Dios es "incomprensible", como ha proclamado el Concilio Vaticano I. El entendimiento humano, aún cuando posea cierto concepto de Dios, y aunque haya sido elevado de manera significativa mediante la revelación de la Antigua y de la Nueva Alianza a un conocimiento más completo y profundo de su misterio, no puede comprender a Dios de modo adecuado y exhaustivo. Sigue siendo inefable e inescrutable para la mente creada. "Las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios", proclama el Apóstol Pablo (1Co 2,11).

3. En el mundo moderno el pensamiento científico se ha orientado sobre todo hacia lo "visible" y de algún modo "mensurable" a la luz de la experiencia de los sentidos y con los instrumentos de observación e investigación, hoy día disponibles. En un mundo de metodologías positivistas y de aplicaciones tecnológicas, está "incomprensibilidad" de Dios es aún más advertida por muchos, especialmente en el ámbito de la cultura occidental. Han surgido así condiciones especiales para la expansión de actitudes agnósticas o incluso ateas, debidas a las premisas del pensamiento común a muchos hombres de hoy. Algunos juzgan que esta situación intelectual puede favorecer, a su modo, la convicción, que pertenece también a la tradición religiosa, podría decirse, universal, y que el cristianismo ha acentuado bajo ciertos aspectos, que Dios es incomprensible. Y sería un homenaje a la infinita, trascendente realidad de Dios, que no se puede catalogar entre las cosas de nuestra común experiencia y conocimiento.

4. Sí, verdaderamente, el Dios que se ha revelado a Sí mismo a los hombres, se ha manifestado como El que es incomprensible, inescrutable, inefable. "¿Podrás tú descubrir el misterio de Dios?. ¿Llegarás a la perfección del Omnipotente?. Es más alto que los cielos. ¿Qué harás?. Es más profundo que el 'seol'. ¿Qué entenderás?", se dice en el libro de Job (Jb 11,7-8).

Leemos en el libro del Éxodo un suceso que pone de relieve de modo significativo esta verdad. Moisés pide a Dios: "Muéstrame tu gloria". El Señor responde: "Haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciar ante ti mi nombre (esto ya había ocurrido en la teofanía al pie del monte Horeb), pero mi faz no podrás verla, porque no puede hombre verla y vivir" (Ex 33,18-20).

El profeta Isaías, por su parte, confiesa: "En verdad tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, Salvador" (Is 45,15).

58 5. Ese Dios, que al revelarse, habló por medio de los profetas y últimamente por medio del Hijo, sigue siendo un "Dios escondido". Escribe el apóstol Juan al comienzo de su Evangelio: "A Dios nadie lo vio jamás. Dios unigénito, que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer" (Jn 1,18). Por medio del Hijo, el Dios de la revelación se ha acercado de manera única a la humanidad. El concepto de Dios que el hombre adquiere mediante la fe, alcanza su culmen en esta cercanía. Sin embargo, aún cuando Dios se ha hecho todavía más cercano al hombre con la encarnación, continúa siendo, en su Esencia, el Dios escondido. "No que alguno —leemos en el mismo Evangelio de Juan— haya visto al Padre, sino sólo el que está en Dios ése ha visto al Padre" (Jn 6,46).

Así, pues, Dios, que se ha revelado a Sí mismo al hombre, sigue siendo para él en esta vida un misterio inescrutable. Este es el misterio de la fe. El primer artículo del símbolo "creo en Dios" expresa la primera y fundamental verdad de la fe, que es al mismo tiempo, el primer y fundamental misterio de la fe. Dios, que se ha revelado a Sí mismo al hombre, continúa siendo para el entendimiento humano Alguien que simultáneamente es conocido e incomprensible. El hombre durante su vida terrena entra en contacto con el Dios de la revelación en la "oscuridad de la fe". Esto se explica en todo un filón clásico y moderno de la teología que insiste sobre la inefabilidad de Dios y encuentra una confirmación particularmente profunda —y a veces dolorosa— en la experiencia de los grandes místicos. Pero precisamente esta "oscuridad de la fe" —como afirma San Juan de la Cruz— es la luz que inefablemente conduce a Dios.(cf. Subida al monte Carmelo 2S 9,3)

Este Dios es, según las palabras de San Pablo, "el Rey de reyes y Señor de señores,/ el único inmortal,/ que habita en una luz inaccesible,/ a quien ningún hombre vio,/ ni podrá ver" (1Tm 6,15-16).

La oscuridad de la fe acompaña indefectiblemente la peregrinación terrena del espíritu humano hacia Dios, con la espera de abrirse a la luz de la gloria sólo en la vida futura, en la eternidad. "Ahora vemos por un espejo y oscuramente, pero entonces veremos cara a cara" (1Co 13,12).

"In lumine tuo videbimus lumen". "Tu luz nos hace ver la luz" (Ps 35,10).

"Tu luz nos hace ver la luz"(Sal 35/36, 10).

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Mi más cordial saludo a los peregrinos de España y de América Latina aquí presentes. Que el Dios de la paz y del amor os acompañe a lo largo de la vida.

Saludo también al grupo apostólico juvenil “Hogar de la Madre de la Juventud”, de Toledo (España), así como a los peregrinos de las parroquias “San José” y “Nuestra Señora de la Luz” de El Paso (Estados Unidos). Que el amor entrañable que sentís por la Madre de Dios, os empuje a irradiar los valores cristianos en vuestros ambientes.

A todos imparto de corazón mi Bendición Apostólica



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Septiembre de 1985

Miércoles 4 de septiembre de 1985

Dios: eternidad que comprende todo

1. La Iglesia profesa incesantemente la fe expresada en el primer artículo de los más antiguos símbolos cristianos: "Creo en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del Cielo y de la tierra". En estas palabras se refleja de modo conciso y sintético, el testimonio que el Dios de nuestra fe, el Dios vivo y verdadero de la Revelación, ha dado de sí mismo, según la Carta a los Hebreos, hablando "por medio de los profetas", y últimamente "por medio del Hijo" (He 1,1-2). La Iglesia saliendo al encuentro de las cambiantes exigencias de los tiempos, profundiza la verdad sobre Dios, como lo atestiguan los diversos Concilios. Quiero hacer referencia aquí al Concilio Vaticano I, cuya enseñanza fue dictada por la necesidad de oponerse, de una parte, a los errores del panteísmo del siglo XIX, y de otra, a los del materialismo, que entonces comenzaba a afirmarse.

2. El Concilio Vaticano I enseña: "La santa Iglesia cree y confiesa que existe un sólo Dios vivo y verdadero, creador y Señor del cielo y de la tierra, omnipotente, eterno, inmenso, incomprensible, infinito por inteligencia, voluntad y toda perfección; el cual, siendo una única sustancia espiritual, totalmente simple e inmutable, debe ser predicado real y esencialmente distinto del mundo, felicísimo en sí y por sí, e inefablemente elevado sobre toda las cosas, que hay fuera de Él y puedan ser concebidas" (Cons. Dei Filius, can. 1-4, DS 3001).

3. Es fácil advertir que el texto conciliar parte de los mismos antiguos símbolos de fe que también rezamos: "creo en Dios... omnipotente, creador del cielo y de la tierra", pero que desarrolla esta formulación fundamental según la doctrina contenida en la Sagrada Escritura, en la tradición y en el Magisterio de la Iglesia. Gracias al desarrollo realizado por el Vaticano I, los "atributos" de Dios se enumeran de forma más completa que la de los antiguos símbolos.

Por "atributos" entendemos las propiedades del "Ser" divino que se manifiestan en la Revelación, como también en la mejor reflexión filosófica (Cf. por ej. Summa Theol., I 3,0 ss.). La Sagrada Escritura describe a Dios utilizando diversos adjetivos. Se trata de expresiones del lenguaje humano, que se manifiesta muy limitado, sobre todo cuando se trata de expresar la realidad totalmente trascendente que es Dios en sí mismo.

4. El pasaje del Concilio Vaticano I antes citado confirma la imposibilidad de expresar a Dios de modo adecuado. Es incomprensible e inefable. Sin embargo, la fe de la Iglesia y su enseñanza sobre Dios, aún conservando la convicción de su "incomprensibilidad" e "inefabilidad", no se contenta, como hace la llamada teología apofática, con limitarse a constataciones de carácter negativo, sosteniendo que el lenguaje humano, y, por tanto, también el teológico, puede expresar exclusivamente, o casi, sólo lo que Dios no es, al carecer de expresiones adecuadas para explicar lo que Él es.

5. Así el Vaticano I no se limita a afirmaciones que hablan de Dios según la "vía negativa", sino que se pronuncia también según la "vía afirmativa". Por ejemplo, enseña que este Dios esencialmente distinto del mundo ("a menudo distinctus re et essentia"), es un Dios eterno. Esta verdad está expresada en la Sagrada Escritura en varios pasajes y de modos diversos. Así, por ejemplo, leemos en el libro del Sirácida: "El que vive eternamente creó juntamente todas las cosas" (Si 18,1), y en el libro del Profeta Daniel: "El es el Dios vivo, y eternamente subsiste" (6, 27).

Parecidas son las palabras del Salmo 101/102, de las que se hace eco la Carta a los Hebreos. Dice el Salmo: "al principio cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos. Ellos perecerán, Tú permaneces, se gastarán como la ropa, serán como un vestido que se muda. Tú, en cambio, eres siempre el mismo, tus años no se acabarán" (Sal 101/102, 26-28). Algunos siglos más tarde el autor de la Carta a los Hebreos volverá a tomar las palabras del citado Salmo: "Tú, Señor, al principio, fundaste la tierra, y los cielos son obras de tus manos. Ellos perecerán, y como un manto los envolverás, y como un vestido se mudarán; pero Tú permaneces el mismo, y tus años no se acabarán" (He 1,10-12).

La eternidad es aquí el elemento que distingue esencialmente a Dios del mundo. Mientras éste está sujeto a cambios y pasa, Dios permanece por encima del devenir del mundo: Él es necesario e inmutable: "Tú permaneces el mismo".

60 Consciente de la fe en este Dios eterno, San Pablo escribe: "Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos.Amén" (1Tm 1,17). La misma verdad tiene en el Apocalipsis aún otra expresión: "Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso" (Ap 1,8).

6. En estos datos de la revelación halla expresión también la convicción racional a la que se llega cuando se piensa que Dios es el Ser subsistente, y, por lo tanto, necesario, y, por lo mismo, eterno, ya que no puede no ser no puede tener ni principio ni fin, ni sucesión de momentos en el Acto único e infinito de su existencia. La recta razón y la revelación encuentran una admirable coincidencia sobre este punto. Siendo Dios absoluta plenitud de ser (ipsum Esse subsistens) su eternidad "grabada en la terminología del ser" debe entenderse como "posesión indivisible, perfecta y simultánea de una vida sin fin" y, por lo mismo, como un atributo del ser absolutamente "por encima del tiempo".

La eternidad de Dios no corre con el tiempo del mundo creado, "no corresponde a El"; no lo "precede" o lo "prolonga" hasta el infinito; sino que está más allá de Él y por encima de Él. La eternidad, con todo el misterio de Dios, comprende en cierto sentido "desde más allá" y "por encima" de todo lo que está "desde dentro" sujeto al tiempo, al cambio, a lo contingente. Vienen a la mente las palabras de San Pablo en el Areópago de Atenas; "en Él... vivimos y nos movemos y existimos" (Ac 17,28). Decimos "desde el exterior" para afirmar con esta expresión metafórica la trascendencia de Dios sobre las cosas y de la eternidad sobre el tiempo, aún sabiendo y afirmando una vez más que Dios es el Ser que es interior al ser mismo de las cosas, y, por tanto, también al tiempo que pasa como un sucederse de momentos, cada uno de los cuales no está fuera de su abrazo eterno.

El texto del Vaticano I expresa la fe de la Iglesia en el Dios vivo, verdadero y eterno. Es eterno porque es absoluta plenitud de ser que, como indican claramente los textos bíblicos citados, no puede entenderse como una suma de fragmentos o de "partículas" del ser que cambian con el tiempo. La absoluta plenitud del ser sólo puede entenderse como eternidad, es decir, como la total e indivisible posesión de ese ser que es la vida misma de Dios. En este sentido Dios es eterno: un "Nunc", un "Ahora", subsistente e inmutable, cuyo modo de ser se distingue esencialmente del de las criaturas, que son seres "contingentes".

7. Así, pues, el Dios vivo que se ha revelado a sí mismo, es el Dios eterno. Más correctamente decimos que Dios es la eternidad misma. La perfecta simplicidad del Ser divino ("Omnino simplex") exige esta forma de expresión.

Cuando en nuestro lenguaje humano decimos; "Dios es eterno", indicamos un atributo del Ser divino. Y, puesto que todo atributo no se distingue concretamente de la esencia misma de Dios (mientras que los atributos humanos se distinguen del hombre que los posee), al decir: "Dios es eterno", queremos afirmar: "Dios es la eternidad".

Esta eternidad para nosotros, sujetos al espacio y al tiempo, es incomprensible como la divina Esencia; pero ella nos hace percibir, incluso bajo este aspecto, la infinita grandeza y majestad del Ser divino, a la vez que nos colma de alegría el pensamiento de que este Ser-Eternidad comprende todo lo que es creado y contingente, incluso nuestro pequeño ser, cada uno de nuestros actos, cada momento de nuestra vida.

"En Él vivimos, nos movemos y existimos".

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Deseo dirigirme ahora a los visitantes de lengua española aquí presentes, procedentes de España y de América Latina. De modo especial saludo a los peregrinos de la diócesis de Plasencia (España), acompañados por su Obispo Mons. Antonio Vilaplana; también a los responsables de Catequesis de la parroquia “Santa Mónica”, de Madrid, y la peregrinación de Venezuela, compuesta en gran parte por jóvenes estudiantes. Igualmente saludo a los grupos de jóvenes de Barcelona, Gerona y Pozo Cañada (Albacete).

61 Vuestro afecto al Sucesor de Pedro me recuerda también el de las comunidades eclesiales que he tenido ocasión de encontrar en mis visitas pastorales a los diversos Países. Os exhorto a todos: amad intensamente a la Iglesia y sabed ser dignos hijos de ella.

A vosotros y a vuestros seres queridos imparto de corazón mi Bendición Apostólica.



Miércoles 11 de septiembre de 1985

Dios: espíritu infinitamente perfecto

1. "Dios es espíritu": son las palabras que dijo nuestro Señor Jesucristo durante el coloquio con la Samaritana junto al pozo de Jacob, en Sicar.

A la luz de estas palabras continuamos en esta catequesis comentando la primera verdad del símbolo de la fe: "creo en Dios". Hacemos referencia en particular a la enseñanza del Concilio Vaticano I en la Constitución Dei Filius, capítulo primero: "Dios creador de todas las cosas". Este Dios que se ha revelado a sí mismo, hablando "por los profetas y últimamente... por el Hijo (He 1,1), siendo creador del mundo, se distingue de modo esencial del mundo, que ha creado". Él es la eternidad, como quedó expuesto en la catequesis precedente, mientras que todo lo que es creado está sujeto al tiempo contingente.

2. Porque el Dios de nuestra fe es la Eternidad, es Plenitud de vida, y como tal se distingue de todo lo que vive en el mundo visible. Se trata de una "Vida" que hay que entender en el sentido altísimo que la palabra tiene cuando se refiere a Dios que es espíritu, espíritu puro, de tal manera que, como enseña el Vaticano I, es inmenso e invisible. No encontramos en Él nada mensurable según los criterios del mundo creado y visible ni del tiempo que mide el fluir de la vida del hombre, porque Dios está sobre la materia, es absolutamente "inmaterial". Sin embargo, la "espiritualidad" del ser divino no se limita a cuanto podemos alcanzar según la vía negativa: es decir, sólo a la inmaterialidad. Efectivamente podemos conocer, mediante la vía afirmativa, que la espiritualidad es un atributo del Ser divino, cuando Jesús de Nazaret responde a la Samaritana diciendo: "Dios es espíritu" (Jn 4,24).

3. El texto conciliar del Vaticano I, a que nos referimos, afirma la doctrina sobre Dios que la Iglesia profesa y anuncia, con dos aserciones fundamentales: "Dios es una única substancia espiritual, totalmente simple e inmutable"; y también: "Dios es infinito por inteligencia, voluntad y toda perfección".

La doctrina sobre la espiritualidad del Ser divino, transmitida por la Revelación, ha sido claramente formulada en este texto con la "terminología del ser". Se revela en la formulación: "Sustancia espiritual". La palabra "sustancia", en efecto, pertenece al lenguaje de la filosofía de ser. El texto conciliar intenta afirmar con esta frase que Dios, el cual por su misma Esencia se distingue de todo el mundo creado, no es sólo el Ser subsistente, sino que, en cuanto tal, es también Espíritu subsistente.El Ser divino es por propia esencia absolutamente espiritual.

4. Espiritualidad significa inteligencia y voluntad libre. Dios es Inteligencia, Voluntad y Libertad en grado infinito, así como es también toda perfección en grado infinito.

Estas verdades sobre Dios tienen muchas confirmaciones en los datos de la Revelación, que encontramos en la Sagrada Escritura y en la Tradición. Por ahora nos referimos sólo a algunas citas bíblicas, que ponen de relieve la Inteligencia infinitamente perfecta del Ser divino. A la Libertad y a la Voluntad infinitamente perfectas de Dios dedicaremos las catequesis sucesivas.

62 Viene a la mente ante todo la magnifica exclamación de San Pablo en la Carta a los Romanos: "¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de Conocimiento el de Dios!". "¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién no conoció la mente del Señor?" (Rm 11,33 s.).

Las palabras del Apóstol resuenan como un eco potente de la doctrina de los libros sapienciales del antiguo Testamento: "Su sabiduría (la de Dios) no tiene medida", proclama el Salmo 146/147, 5. A la sabiduría de Dios se une su grandeza: "Grande es el Señor, y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza" (Sal 144/145, 3). "Nada hay que quitar a su obra, nada que añadir, y nadie es capaz de investigar las maravillas del Señor. Cuando el hombre cree acabar, entonces comienza, y cuando se detiene, se ve perplejo" (Si 18,5-6). De Dios, pues, puede afirmar el Sabio: "Es mucho más grande que todas sus obras" (Si 43,28), y concluir" "Él lo es todo" (Si 43,27).

Mientras los autores "sapienciales" hablan de Dios en tercera persona: "Él", el Profeta Isaías pasa a la primera persona: "Yo". Hace decir a Dios que le inspira: "Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis pensamientos son más altos que los vuestros" (Is 55,9).

5. En los "pensamientos" de Dios y en su "ciencia y sabiduría" se expresa la infinita perfección de su Ser: por su Inteligencia absoluta Dios supera incomparablemente todo lo que existe fuera de Él. Ninguna criatura y en particular ningún hombre puede negar esta perfección. "¡Oh hombre!. ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios?. ¿Acaso dice el vaso al alfarero: ¿Por qué me has hecho así?. ¿O es que el alfarero no es dueño de la arcilla?" —pregunta San Pablo— (Rm 9,20). Este modo de pensar y de expresarse está heredado del Antiguo Testamento: parecidas preguntas y respuestas se encuentran en Isaías (Cf. Is 29,15 Is 45,9-11) y en el Libro de Job (Cf. Jb 2,9-10 Jb 1,21). El libro del Deuteronomio, a su vez, proclama: "¡Dad gloria a nuestro Dios!. ¡Él es la Roca!". Sus obras son perfectas. Todos sus caminos son justísimos; es fidelísimo y no hay en el iniquidad; es justo y recto" (Dt 32,3-4). La alabanza de la infinita perfección de Dios no es sólo confesión de la Sabiduría, sino también de su justicia y rectitud, es decir, de su perfección moral.

6. En el Sermón de la Montaña Jesucristo exhorta; "Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Esta llamada es una invitación a confesar: "Dios es perfecto!. Es "infinitamente perfecto" (Vaticano I, DS 3001).

La infinita perfección de Dios está constantemente presente en la enseñanza de Jesucristo. Él que dijo a la Samaritana: "Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad..." (Jn 4,23-24), se expresó de manera muy significativa cuando respondió al joven que se dirigió a Él con las palabras: "Maestro bueno...", diciendo "¿Por qué me llamas bueno?. No hay nadie bueno más que Dios..." (Mc 10,17-18).

7. Sólo Dios es Bueno y posee la perfección infinita de la bondad. Dios es la plenitud de todo bien. Así como Él "Es" toda la plenitud del ser, del mismo modo "Es bueno" con toda la plenitud del bien. Esta plenitud de bien corresponde a la infinita perfección de su Voluntad, lo mismo que a la infinita perfección de su entendimiento y de su Inteligencia corresponde la absoluta plenitud de la Verdad, subsistente en Él en cuanto conocida por su entendimiento como idéntica a su Conocer y Ser. Dios es espíritu infinitamente perfecto, por lo cual quienes lo han conocido se han hecho verdaderos adoradores: Lo adoran en espíritu y verdad.

Dios, este Bien infinito que es absoluta plenitud de verdad... "est diffusivum sui" (Summa Theol. I 5,4, ad 2). También por esto se ha revelado, a sí mismo: la Revelación es el Bien mismo que se comunica como Verdad.

Este Dios que se ha revelado a Sí mismo, desea de modo inefable e incomparable comunicarse, darse. Este es el Dios de la Alianza y de la Gracia.

Saludos

Con particular afecto saludo a los peregrinos de América Latina y de España aquí presentes.

63 Mi más cordial saludo también a los religiosos y a las religiosas, de modo especial a las Hermanas Mercedarías de la Caridad, a las Misioneras Franciscanas de María y a las Hermanas Misioneras de Acción Parroquial. Sé que vuestra presencia es expresión de filial adhesión al Sucesor del Apóstol Pedro. Os animo a que mantengáis siempre vivos los ideales de consagración a Dios y de servicio a la Iglesia y a los hermanos, de acuerdo con el carisma de vuestro Instituto.

A los Oficiales, Cadetes y miembros de la Tripulación del buque escuela de la Armada Argentina “Libertad” deseo manifestar ahora mi profunda complacencia por su presencia en este Encuentro.

Siguiendo una costumbre de la marina de vuestra noble Nación, habéis venido esta mañana a demostrar los sentimientos de filial devoción que, al igual que muchos de vuestros compatriotas, sentís por el Papa. Vuestro país, lleno de esperanza, ha comenzado una nueva singladura en el mar de su historia. El pueblo argentino espera de vosotros una colaboración positiva para que los ideales de libertad, reconciliación, amor y paz —dones otorgados por Dios a la persona humana—estén siempre enarbolados en el mástil más alto de la nación Argentina.

A todos los aquí presentes os exhorto con San Pablo: “Tened un mismo sentir, vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz será con vosotros” (
2Co 13,11). De corazón os bendigo en el nombre del Señor.




Audiencias 1985 54