Audiencias 1986 10

Febrero de 1986

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Miércoles 12 de febrero de 1986



Queridos hermanos y hermanas:

1. Antes de exponer un breve pensamiento sugerido por la liturgia del Miércoles de Ceniza, quiero manifestar mi viva gratitud a Dios, que ha sostenido mis pasos por los caminos de la noble nación India y me ha concedido visitar, en 14 ciudades de ese inmenso país asiático, a muchos hermanos y hermanas en la fe reforzando, a la vez, el diálogo con las religiones no cristianas del lugar.

Doy las gracias a los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos por el interés con que han preparado a los cristianos para estos encuentros de fe y de alegría; expreso mi deferente gratitud a las autoridades civiles; quedo muy agradecido además a los representantes de las otras religiones por la cortés acogida; doy las gracias en particular al buen pueblo indio, del que he apreciado el tradicional sentido de hospitalidad y religiosidad.

Me reservo volver sobre este tema en la próxima audiencia general, después de practicar los ejercicios espirituales.

2. El "Miércoles de Ceniza" está marcado tradicionalmente por dos prácticas entrañables a la piedad cristiana: la imposición de la ceniza y el ayuno: dos gestos que afectan al cuerpo, pero que llegan al espíritu. Dos gestos significativos, que representan una realidad interior. Ayunar de alimentos, ayunar de pasiones, ayunar de las vanidades del mundo que pasa, para una toma de conciencia más clara de nuestra condición de pecadores, de criaturas necesitadas de Dios: necesitadas de convertirnos a Él, que es nuestra verdadera alegría. Dios, bien infinito y que no pasa.

Este es, pues, un "tiempo saludable", en el que estamos invitados a entrar de nuevo en nosotros mismos, para volver a descubrir los valores verdaderos sobre los que se debe apoyar nuestra vida. Es un tiempo de reflexión y de profundización, en el que cada uno debe comprometerse a una valiente revisión de vida, que le permita tomar conciencia de los varios puntos en los que su conducta no está en sintonía con el Evangelio. La finalidad, en definitiva, es dar a la propia vida una impronta más cristiana, reafirmando el primado del espíritu con relación a una materia que con frecuencia nos domina demasiado.

En particular, la Cuaresma que comienza hoy nos invita a escuchar humildemente estas severas palabras del Apóstol Santiago: "Lavaos las manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, almas insinceras. Sentid vuestras miserias, llorad y lamentaos; conviértase en llanto vuestra risa, y vuestra alegría en tristeza. Humillaos delante del Señor y Él os ensalzará" (Sant 4, 8-10). No escapemos a esta llamada. Todos estamos implicados. Y más aún, seremos tanto más aceptos al Señor, cuanto más sintamos esta llamada como dirigida a nosotros.

La Cuaresma nos invita a reflexionar de modo especial en torno a nuestra fragilidad, en torno a nuestro "ser polvo" y en torno a la precariedad de los bienes terrenos, sobre los que resultaría vano querer basar nuestra felicidad, la que, por el contrario, sólo se encuentra en nuestra relación de sinceridad y de amistad con Dios, bien verdaderamente sumo y absoluto.

La Cuaresma nos invita a dolernos y arrepentirnos por que nos hemos alejado de Dios. Nos exhorta a tornar a Él. Nos invita a tomar conciencia de los efectos dolorosos y hasta trágicos de esta separación de Él.

3. La Cuaresma nos sugiere sentimientos de saludable aflicción. Nos hace recordar que Jesús llama "bienaventurados a los afligidos" (Mt 5,4), y amenaza con la condenación, por el contrario, a los que ahora están "saciados" y "ríen" (cf. Lc Lc 6,25). ¿Esto por qué? Porque el dolor, vivido como arrepentimiento y expiación, lleva a la salvación y a la bienaventuranza; mientras que la alegría necia del que no sabe elevar la mirada más allá de este mundo, llevará al "llanto" amargo e inconsolable de la perdición eterna (cf. Mt 8,12 Mt 13, 42, etc. ).

11 La Cuaresma es ocasión propicia para interrogarnos sobre la calidad y el motivo de nuestras alegrías. Para aclarar si nacen de una tensión y conversión a Dios, o de un ilusorio contentarse y apoltronarse en perspectivas secularistas y terrenas.

La Cuaresma nos invita a dolernos, esperando en la misericordia del Padre y haciendo nuestra la obra redentora del Hijo. Entonces, el dolor se mitiga con la esperanza de que, escuchando el Evangelio y haciendo obras de penitencia, conseguiremos el perdón divino y alejaremos los merecidos castigos. Los alejaremos para nosotros y para el prójimo.

El cristiano, como nos exhorta San Pablo (
1Th 5,16), debe estar siempre alegre. Pero la alegría cristiana no es huida de las propias responsabilidades. No es un aturdirse con los placeres fugaces del presente. La alegría cristiana consiste en encontrar la propia dignidad perdida, tras haber entrado de nuevo en nosotros mismos y haber escuchado la Palabra de Cristo. La Cuaresma es el tiempo apto para llevar a cabo esta recuperación, este nuevo encuentro de nuestro "yo" auténtico. Nuevo encuentro que se da en una seria escucha de la invitación evangélica a la conversión. En un ejercicio ferviente de las obras de misericordia, que nos disponen a recibir misericordia.

4. La tradición espiritual nos enseña que las principales obras del tiempo cuaresmal son tres: la oración, la limosna y el ayuno. La oración nos llama a una relación más intensa con Dios. La limosna significa una atención más generosa a los hermanos necesitados. El ayuno representa un firme propósito de disciplina moral y de purificación interior.

Se trata evidentemente de aspectos esenciales de la vida cristiana y -como tales- necesarios en todo tiempo. Hay, sin embargo, los tiempos "fuertes", que nos va presentando el desarrollo del año litúrgico: momentos en los que se nos exhorta a un compromiso más intenso y -con esta finalidad-, los ritos y textos sagrados nos ofrecen una mayor luz y una gracia más abundante.

Son tiempos en los que podemos y debemos acelerar el camino o -si lo hubiéramos abandonado- son tiempos propicios para emprender de nuevo dicho camino con fruto y buenos resultados. Aprovechamos, pues, este "tiempo favorable" (cf. 2Co 6,2). Este tiempo de misericordia.

Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Vaya mi más cordial saludo a todas las personas provenientes de los diversos Países de América Latina y de España aquí presentes, a quienes imparto de corazón la bendición apostólica.



Miércoles 26 de febrero de 1986



1. También esta vez quiero dar gracias a la Divina Providencia por haber guiado los caminos de mi servicio pastoral en India. El viaje, o mejor, la peregrinación, que tuvo lugar del 1 al 10 de este mes de febrero, fue una respuesta a las concordes invitaciones del Gobierno y del Episcopado. Agradezco cordialmente esta invitación, así como todo lo que se ha hecho para la preparación de este servicio del Papa a India y para facilitar su desarrollo.

12 Deseo manifestar esta gratitud a las numerosas personas y a las amplias esferas de la sociedad que (prescindiendo de su pertenencia a una determinada confesión) me han demostrado mucha atención y benevolencia durante los recorridos a lo largo de los caminos. Si se tiene en cuenta que los católicos en India son un pequeño porcentaje de aquella gigantesca sociedad (unos 12 millones y medio, 1'7 por ciento), esta circunstancia es muy significativa.

2. La peregrinación papal ha sido un ir al encuentro del pasado histórico, grande y muy diferenciado, de India, que se remonta al tercer milenio antes de Cristo. Este pasado no es sólo una historia en el sentido étnico, o una manifestación de las diversas formas de sistemas socio-políticos. Ante todo, es un gran patrimonio de valor espiritual, en el sentido religioso, moral y cultural. Para un cristiano el encuentro con este patrimonio cultural es importante sobre todo porque guarda relación con el reconocimiento del primado del espíritu en la vida humana y de las exigencias de naturaleza moral.

Esta realidad cultural y moral ha quedado muy confirmada de nuevo en la historia moderna de India, particularmente por medio de la figura y la obra del Mahatma Gandhi, que está considerado como padre de la nación. El fue el jefe del movimiento por la independencia de India y estimuló a superar la sujeción colonial con el método de la lucha moral, sin recurrir a la violencia. El método de Gandhi fue la fidelidad a la verdad y —en el nombre de la verdad— el compromiso de proponer las justas exigencias respecto, tanto de la propia gente, como de las autoridades coloniales. Hay que añadir que Mahatma Gandhi se imponía estas exigencias ante todo a sí mismo. Y aun cuando este método de conducta le procurara también enemigos —baste recordar que murió asesinado por un extremista indio en los umbrales de la independencia—, sin embargo, el camino que mostró merece un alto reconocimiento por motivos éticos. No resulta difícil notar que precisamente este camino en la lucha por la justicia demuestra un gran acercamiento a los fundamentales principios evangélicos. El Padre de la independencia de India indica el camino a todos los que —por los más nobles ideales— tratan de separar la lucha por la justicia de toda forma de odio.

3. El servicio papal vinculado al viaje a India ha tenido, en grado menor, el carácter de un diálogo institucional con las religiones profesadas por la mayoría de los indios (hindúes, 83 por ciento, y musulmanes, 11 por ciento); este diálogo ha tenido lugar ante todo en el terreno de los principios y de los valores que son comunes, es decir, que unen al cristianismo y a la Iglesia con las religiones de India de manera espontánea, por decirlo así.

No obstante, no han faltado los encuentros que tuvieron carácter de diálogo en el sentido más estricto de la palabra. Los recuerdo con simpatía profunda.

El homenaje al monumento fúnebre del Mahatma Gandhi en el "Rag Ghat", la visita del Dalai Lama, el encuentro en el estadio "Indira Gandhi" con los representantes de la cultura y de las tradiciones religiosas indias: hindúes, musulmanes, sikh, budistas, jainistas, parsos y cristianos de las diversas confesiones.

En Calcuta el encuentro con los exponentes de las comunidades cristianas; y luego con los representantes de las diversas religiones y del mundo cultural y académico. Igualmente en Madrás.

En Cochín visité al Catholicós de la Iglesia malancar jacobita siro-ortodoxa, y en Kottayam me encontré con el Catholicós de la Iglesia malancar siro-ortodoxa.

En Cochin tuve además un coloquio con los responsables de la "Church of South India" y con los exponentes no cristianos de Kerala. Finalmente, en Bombay tuve un encuentro con el Primado de la Iglesia anglicana, Doctor Robert Runcie.

Así, pues, la peregrinación a India ha sido también una providencial ocasión para continuar el diálogo con todos los que creen en Dios y procuran orientar su vida en la perspectiva de la trascendencia. La búsqueda del Absoluto y el anhelo por la paz son muy evidentes en la espiritualidad de las diversas religiones que hay en India y están bien expresadas en el pensamiento y en las poesías de muchas personalidades célebres.

Se ha tratado solamente de encuentros breves y fugaces, pero este diálogo se lleva adelante de manera constante y sistemática por los respectivos organismos del Episcopado indio.

13 4. Aunque el número de los católicos en India no sea grande (con relación al número global de la población), sin embargo, el Episcopado indio es uno de los más numerosos de la Iglesia. Cuenta con 122 obispos. Hay 18 provincias eclesiásticas, con 89 diócesis sufragáneas. Esto se explica a causa del enorme territorio, con gran densidad de población, donde están esparcidos cada uno de los grupos eclesiásticos, diversos también en número.

Como es sabido, los católicos en India están agrupados —desde el punto de vista eclesiástico— en tres comunidades: la Iglesia latina. la Iglesia oriental de rito siro-malabar, y la de rito siro-malancar.

5. Todos los católicos, mejor, todos los cristianos en India vinculan el comienzo de su Iglesia al período apostólico, y en particular a la misión de Santo Tomás. A él se remiten también las Iglesias ortodoxas en India. El lugar del martirio del Apóstol está señalado en las cercanías de Madrás. El nuevo impulso de la evangelización tuvo lugar después de todo un milenio, con la llegada a India de San Francisco Javier y de los nuevos misioneros en el siglo XVI. El punto central de esta evangelización se halla en Goa (donde se encuentran los restos de San Francisco Javier)

De este modo se explica la duplicidad del catolicismo en India: el rito oriental ligado a la evangelización más antigua, y el rito latino como fruto de la evangelización sucesiva (sobre todo desde el siglo XVI).

El problema ecuménico existe en India no sólo con relación a la ortodoxia oriental (Iglesia malancar jacobita e Iglesia malancar siro-ortodoxa), sino también con relación a las comunidades que han surgido después de la reforma, las cuales aparecieron en los tiempos modernos (particularmente a raíz de la presencia de los ingleses).

6. El programa de la visita de diez días se desarrolló a través de los principales núcleos locales de la Iglesia católica en India.

Comenzando por Delhi (la capital del Estado, al Norte del país, con un pequeño porcentaje de católicos, pero en esta oportunidad hubo también la participación de las diócesis cercanas), el camino de la peregrinación se dirigió a Oriente, hacia Calcuta, donde el porcentaje de los católicos es muy modesto. Sin embargo, al Oeste de Calcula, en Ranchi, hay una comunidad relativamente numerosa de la Iglesia; y al Norte de Calcuta se encuentra un amplio territorio cuyo centro está formado por la ciudad de Shillong. En ambos territorios se nota un regular y dinámico desarrollo de la Iglesia entre la población indígena.

Desde aquí el itinerario de la visita se dirigió al Sur. Primero en el Sudeste llegó a Madrás. Aquí, en la Santa Misa, participó una muchedumbre de quizá un millón de personas. Y en el Suroeste llegó al Estado de Kerala, donde los católicos son un porcentaje relativamente mayor de los habitantes de esta región con gran densidad de población. En dicha región se distingue más claramente aún la duplicidad de los ritos, prevaleciendo el oriental: siro-malabar y siro-malancar. La visita se hizo a través de los principales centros: Trichur, Ernakulam, Kottayam, Trivandrum.

La visita en la región de Kerala estuvo precedida por el encuentro con los fieles en Goa y en Mangalore, al Sur de Goa.

Como última etapa quedó la ciudad de Bombay. Los encuentros principales tuvieron lugar en tres sitios: Vasai (la comunidad cristiana más antigua en la región), luego la misma Bombay (con algunos encuentros centrales) y Puna, el centro los seminarios, noviciados y estudios para la región Occidental de India.

7. Es difícil contar los detalles. En cada una de las etapas el punto central ha sido la Eucaristía o (excepcionalmente) la liturgia de la Palabra de Dios con homilía.

14 Cada uno de los encuentros fue cuidadosamente preparado y contó con participación muy numerosa. Algunos elementos de la cultura nativa india encontraron su puesto en la liturgia renovada.

Hay que constatar que la actividad apostólica y social de la Iglesia en India es mucho más importante de lo que podría indicar la situación numérica de la Iglesia misma. De ello dan testimonio una amplia red de escuelas católicas de diverso grado, de hospitales y de otros centros de servicio social, de los que hoy goza en su mayoría la población no católica.

8. En India existe todavía, por desgracia, el fenómeno muy amplio de la pobreza, e incluso de la miseria. Ciertamente éste es uno de los problemas más graves para el Gobierno y para todo el sistema democrático de India. Las iniciativas por parte de la Iglesia y de la comunidad católica están limitadas a las posibilidades de esta porción, más bien modesta, de la Iglesia que está en India. Un acontecimiento de importancia particular, por encima de lo corriente, es la obra de madre Teresa en Calcuta y en otras varias localidades del país. Madre Teresa llega no sólo a los pobres, sino realmente a los más pobres entre los pobres, dando un testimonio que, con su elocuencia, repercute ampliamente en el mundo contemporáneo. Pero también otras instituciones eclesiales y religiosas son muy beneméritas por todo lo que hacen en favor de los pobres.

9. Quiero expresar mi gran alegría por el servicio papal que he podido realizar con relación a la Iglesia en India. Una expresión particular de este gozo ha sido la beatificación del Siervo de Dios Kuriakose Elias Chavara, fundador de la congregación de los Carmelitas de María Inmaculada, y la de Sor Alphonsa Muttathupantutu.

Además, la visita ha contribuido a reforzar los vínculos colegiales con el Episcopado y los vínculos de unidad de toda la Iglesia de India con la Sede de San Pedro. A esto han servido todos los encuentros, y en particular los mantenidos con el clero diocesano, con los religiosos y con los laicos comprometidos en el apostolado, y finalmente el maravilloso encuentro con la juventud en Bombay. Esta unidad, en medio de la multiplicidad y diversidad, es el camino por el que Cristo mismo, Buen Pastor, conduce a la Iglesia, sacramento universal de salvación, arraigada desde los tiempos apostólicos en tierra india. Y Él no cesa de ser para todos Príncipe del siglo futuro.

Saludos

Con particular afecto saludo a los peregrinos de lengua castellana, venidos de España y de América Latina. De modo especial me complace saludar a los distintos grupos de estudiantes llegados de Madrid, Barcelona y Lérida, así como a los participantes en un curso de informática y a los peregrinos de Guatemala. Que vuestra visita a la tumba del Apóstol Pedro os ayude a vivir y a dar testimonio siempre de la universalidad de la Iglesia de Cristo.

Os imparto de corazón mi Bendición Apostólica.



Marzo de 1986

Miércoles 5 de marzo de 1986

La Creación es obra de la Trinidad

15 1. La reflexión sobre la verdad de la creación, con la que Dios llama al mundo de la nada a la existencia, impulsa la mirada de nuestra fe a la contemplación de Dios Creador, el cual revela en la creación su omnipotencia, su sabiduría y su amor. La omnipotencia del Creador se muestra tanto en el llamar a las criaturas de la nada a la existencia, como en mantenerlas en la existencia. "¿Cómo podría subsistir nada si tú no quisieras, o cómo podría conservarse sin ti?", pregunta el autor del libro de la Sabiduría (Sg 11,25).

2. La omnipotencia revela también el amor de Dios que, al crear, da la existencia a seres diversos de Él y a la vez diferentes entre sí. La realidad del don impregna todo el ser y el existir de la creación. Crear significa donar (donar sobre todo la existencia), y el que dona, ama. Lo afirma el autor del libro de la Sabiduría cuando exclama: "Amas todo cuanto existe y nada aborreces de lo que has hecho, pues si tú hubieras odiado alguna cosa, no la hubieras formado" (Sg 11,24); y añade: "A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amador de la vida" (Sg 11,26).

3. El amor de Dios es desinteresado: mira solamente a que el bien venga a la existencia, perdure y se desarrolle según la dinámica que le es propia. Dios Creador es Aquel "que hace todas las cosas conforme al consejo de su voluntad" (Ep 1,11). Y toda la obra de la creación pertenece al plan de la salvación, al misteriosos proyecto "oculto desde los siglos en Dios, creador de todas las cosas" (Ep 3,9). Mediante el acto de la creación del mundo, y en particular del hombre, el plan de la salvación comienza a realizarse. La creación es obra de la Sabiduría que ama, como recuerda la Sagrada Escritura varias veces (cf., por ejemplo, Pr 8,22-36).

Está claro, pues, que la verdad de fe sobre la creación se contrapone de manera radical a las teorías de la filosofía materialista, las cuales consideran el cosmos como resultado de una evolución de la materia que puede reducirse a pura casualidad y necesidad.

4. Dice San Agustín: "Es necesario que nosotros, viendo al Creador a través de las obras que ha realizado, nos elevemos a la contemplación de la Trinidad, de la cual lleva la huella la creación en cierta y justa proporción" (De Trinitate VI, 10, 12). Es verdad de fe que el mundo tiene su comienzo en el Creador, que es Dios uno y trino. Aunque la obra de la creación se atribuya sobre todo al Padre —efectivamente, así profesamos en los Símbolos de la Fe ("Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra")— es también verdad de fe que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el único e indivisible "principio" de la creación.

5. La Sagrada Escritura confirma de distintos modos esta verdad: ante todo, por lo que se refiere al Hijo, el Verbo, la Palabra consubstancial al Padre. Ya en el Antiguo Testamento están presentes algunas alusiones significativas, como por ejemplo este elocuente versículo del Salmo: "La palabra del Señor hizo el cielo" (Sal 32/33, 6). Se trata de una afirmación que encuentra su plena explicación en el Nuevo Testamento, así por ejemplo en el Prólogo de Juan: "Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios... Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho... y por Él fue hecho el mundo" (Jn 1,1-2 Jn 1,10). Las Cartas de Pablo proclaman que todas las cosas han sido hechas "en Jesucristo": efectivamente, en ellas se habla de "un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y nosotros también" (1Co 8,6). En la Carta a los Colosenses leemos: "Él (Cristo) es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles... Todo fue creado por Él y para Él. Él es antes que todo y todo subsiste en Él" (Col 1,15-17).

El Apóstol subraya la presencia operante de Cristo, bien sea como causa de la creación ("por Él"), o bien como su fin ("para Él"). Es un tema sobre el que habrá que volver. Mientras tanto, notemos que también la Carta a los Hebreos afirma que Dios por medio del Hijo "también hizo el mundo" (1, 2), y que el "Hijo... sustenta todas las cosas con su poderosa palabra" (1, 3).

6. De este modo el Nuevo Testamento, y en particular los escritos de San Pablo y de San Juan, profundizan y enriquecen el recurso a la Sabiduría y a la Palabra creadora que ya estaba presente en el Antiguo Testamento: "La palabra del Señor hizo el cielo" (Ps 32,6 /33, 6). Hacen la precisión de que el Verbo creador no sólo estaba "en Dios", sino que "era Dios", y también que precisamente en cuanto Hijo consustancial al Padre, el Verbo creó el mundo en unión con el Padre: "y el mundo fue hecho por Él" (Jn 1,10).

No sólo esto: el mundo también fue creado con referencia a la persona (hipóstasis) del Verbo. "Imagen de Dios invisible" (Col 1,15), el Verbo que es el Eterno Hijo, "esplendor de la gloria del Padre e imagen de su sustancia" (cf. He 1,3) es también el "primogénito de toda criatura" (Col 1,15), en el sentido de que todas las cosas han sido creadas por el Verbo-Hijo, para llegar a ser, en el tiempo, el mundo de las criaturas, llamado de la nada a la existencia "fuera de Dios". En este sentido "todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho" (Jn 1,3).

7. Se puede afirmar, pues, que la Revelación presenta una estructura del universo "lógica" (de "Logos": Verbo) y una estructura "icónica" (de Eikon: imagen, imagen del Padre). Efectivamente, desde los tiempos de los Padres de la Iglesia se ha consolidado la enseñanza, según la cual, la creación lleva en sí "los vestigios de la Trinidad" ("vestigia Trinitatis"). Es obra del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. En la creación se revela la Sabiduría de Dios: en ella la —aludida— doble estructura "lógico-icónica" de las criaturas está íntimamente unida a la estructura del don.

Cada una de las criaturas no sólo son "palabras" del Verbo, con las que el Creador se manifiesta a nuestra inteligencia, sino que son también "dones" del Don: llevan en sí la impronta del Espíritu Santo, Espíritu creador.

16 ¿Acaso no se dice ya en los primeros versículos del Génesis: "Al principio creó Dios los cielos y la tierra (= el universo)... y el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas" (Gn 1,1-2)? La alusión, sugestiva aunque vaga, a la acción del Espíritu en ese primer "principio" del universo, resulta significativa para nosotros que la leemos a la luz de la plena revelación neo-testamentaria.

8. La creación es obra de Dios uno y trino. El mundo "creado" en el Verbo-Hijo, es "restituido" juntamente con el Hijo al Padre, por medio de ese Don Increado, consubstancial a ambos, que es el Espíritu Santo. De este modo el mundo es "creado" con ese Amor que es el Espíritu del Padre y del Hijo. Este universo abrazado por el eterno Amor, comienza a existir en el instante elegido por la Trinidad como comienzo del tiempo.

De este modo la creación del mundo es obra del Amor: el universo, don creado, brota del Don Increado, del Amor recíproco del Padre y del Hijo, de la Santísima Trinidad.

Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Presento mi más cordial saludo de bienvenida a todos los peregrinos de lengua española.

En particular a los participantes en el XII Congreso de la Asociación Dominicana de Agentes de Viajes, a quienes aliento a hacer de su actividad profesional un medio que favorezca la unidad y fraternidad entre los hombres y que les abra a los valores del espíritu y a Dios.

Saludo igualmente a 1a peregrinación de los “Amigos de Don Orione” y de las Asociaciones de profesores Católicos di la Arquidiócesis de Santiago de Chile, así como al grupo de alumnas del Colegio “Virgen de Europa” de Madrid.

A todo imparto con afecto mi bendición apostólica.





Miércoles 12 de marzo de 1986

La creación es revelación de la gloria de Dios

17 1. La verdad de fe acerca de la creación de la nada ("ex nihilo"), sobre la que nos hemos detenido en las catequesis anteriores, nos introduce en las profundidades del misterio de Dios, Creador "del cielo y de la tierra". Según la expresión del Símbolo Apostólico: "Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador... ", la creación se atribuye principalmente al Padre. En realidad es obra de las Tres Personas de la Trinidad, según la enseñanza ya presente de algún modo en el Antiguo Testamento y revelada plenamente ene le Nuevo, especialmente en los textos de Pablo y Juan.

2. A la luz de estos textos apostólicos, podemos afirmar que la creación del mundo encuentra su modelo en la eterna generación del Verbo, del Hijo, de la misma sustancia que el Padre, y su fuente en el Amor que es el Espíritu Santo. Este Amor-Persona, consustancial al Padre y al Hijo, es juntamente con el Padre y con el Hijo, fuente de la creación del mundo de la nada, es decir, del don de la existencia a cada ser. De este don gratuito participa toda la multiplicidad de los seres "visibles e invisibles" tan varia que parece casi ilimitada, y todo lo que el lenguaje de la cosmología indica como "macrocosmo" y "microcosmo".

3. La verdad de fe acerca de la creación del mundo, al hacernos penetrar en las profundidades del misterio trinitario, nos descubre lo que la Biblia llama "Gloria de Dios" (Kabod jahvé, doxa tou Theou). La Gloria de Dios está ante todo en Él mismo: es la gloria "interior", que, por así decirlo, colma la misma profundidad ilimitada y la infinita perfección de la única Divinidad en la Trinidad de las Personas. Esta perfección infinita, en cuanto plenitud absoluta de Ser y de Santidad, es también plenitud de Verdad y de Amor en el contemplarse y donarse recíproco (y, por tanto, en la comunión) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Mediante la obra de la creación la gloria interior de Dios, que brota del misterio mismo de la Divinidad, en cierto modo, se traslada "fuera": a las criaturas del mundo visible e invisible, en proporción a su grado de perfección.

4. Con la creación del mundo (visible e invisible) comienza como una nueva dimensión de la gloria de Dios, llamada "exterior" para distinguirla de la precedente. La Sagrada Escritura habla de ella en muchos pasajes. Basten algunos ejemplos.

El Salmo 18/19 dice: "El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos... Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje" (1. 2. 4). El libro del Sirácida afirma a su vez: "El sol sale y lo alumbra todo, y la gloria del Señor se refleja en todas sus obras" (
Si 42,16). El libro de Baruc tiene una expresión muy singular y sugestiva: "Los astros brillan en sus atalayas y se complacen. Los llama y contestan: 'Henos aquí'. Lucen alegremente en honor del que los hizo" (3, 34).

5. En otro lugar el texto bíblico suena como una llamada dirigida a las criaturas a fin de que proclamen la gloria de Dios Creador. Así, por ejemplo, el Libro de Daniel: "Criaturas todas del Señor: bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos" (3, 57). O el Salmo 65/66: "Aclamad al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria; decid a Dios: Qué temibles son tus obras, por tu inmenso poder tus enemigos te adulan. Que se postre ante Ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre" (1-4).

La Sagrada Escritura está llena de expresiones semejantes: "Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas" (Sal 103/104, 24). Todo el universo creado es una multiforme, potente e incesante llamada a proclamar la gloria del Creador: "Por mi vida y por mi gloria que hinche la tierra entera" (Nb 14,21); porque "tuyas son las riquezas y la gloria" (1Ch 29,12).

6. Este himno de gloria, grabado en la creación, espera un ser capaz de darles una adecuada expresión conceptual y verbal, un ser que alabe el santo nombre de Dios y narre las grandezas de sus obras (Si 17,8). Este ser en el mundo visible es el hombre. A él se dirige la llamada que sube del universo; el hombre es el portavoz de las criaturas y su intérprete ante Dios.

7. Retornemos de nuevo por un instante a las palabras, con las que el Concilio Vaticano I formula la verdad acerca de la creación y acerca del Creador del mundo. "Este único verdadero Dios, en su bondad y 'omnipotente virtud', no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por medio de los bienes que distribuye a las criaturas, con decisión sumamente libre, simultáneamente desde el principio del tiempo, sacó de la nada una y otra criatura..." (DS 3002).

Este texto explicita con un lenguaje propio la misma verdad acerca de la creación y acerca de su finalidad, que encontramos presente en los textos bíblicos. El Creador no busca en la obra de la creación ningún "complemento" de Sí mismo. Tal modo de razonar estaría en abierta antítesis con lo que Dios es en Sí mismo. Efectivamente, Él es el Ser totalmente e infinitamente perfecto. No tiene, pues, necesidad alguna del mundo. Las criaturas, las visibles y las invisibles, no pueden "añadir" nada a la Divinidad de Dios uno y trino.

18 8. ¡Y sin embargo, Dios crea! Las criaturas, llamadas por Dios a la existencia con una decisión plenamente libre y soberana, participan del modo real, aun cuando limitado y parcial, de la perfección de la absoluta plenitud de Dios. Se diferencian entre sí por el grado de perfección que han recibido, a partir de los seres inanimados, subiendo por los animados, hasta llegar al hombre; mejor, subiendo aún más, hasta las criaturas de naturaleza puramente espiritual. El conjunto de las criaturas constituye el universo: el cosmos visible e invisible, en cuya totalidad y en cuyas partes se refleja la eterna Sabiduría y se manifiesta el inagotable Amor del Creador.

9. En la revelación de la Sabiduría y del Amor de Dios está el fin primero y principal de la creación y en ella se realiza el misterio de la gloria de Dios, según la palabra de la Escritura: "Criaturas todas del Señor: bendecid al Señor" (
Da 3,57). En el misterio de la gloria todas las criaturas adquieren su significado transcendental: "superándose" a sí mismas para abrirse a Aquel, en quien tienen su comienzo... y su meta.

Admiremos, pues, con fe la obra del Creador y alabemos su grandeza:

"Cuántas son tus obras, Señor, / y todas las hiciste con sabiduría, /la tierra está llena de tus criaturas. Gloria a Dios para siempre, / goce el Señor con sus obras. / Cantaré al Señor mientras viva, / tocaré para mi Dios mientras exista".(Sal 103/104, 24, 31, 33-34).

Saludos

Vaya mi más cordial saludo a todas las personas, familias y grupos de lengua española.

Saludo en particular a los sacerdotes, religiosos y religiosas aquí presentes, a quienes aliento a una generosa entrega al Señor en este tiempo de Cuaresma, preparación a la Pascua.

Igualmente saludo al grupo de jóvenes de la Institución Teresiana así como a los alumnos, profesores y religiosas del Colegio de la Inmaculada Concepción de Barcelona.

A todos los peregrinos procedentes de los diversos Países de América Latina y de Espanta imparto con afecto la bendición apostólica.




Audiencias 1986 10