Audiencias 1986 48

48

Miércoles 16 de julio de 1986



1. "Con la paz de Cristo por los caminos de Colombia": Estas palabras expresan el motivo principal sobre el cual los obispos colombianos han centrado la peregrinación del Papa a su patria.

Deseo agradecer cordialmente a ese Episcopado la invitación a realizar esta visita, que he podido llevar a cabo en los primeros días de julio.

Agradezco al propio tiempo a las autoridades estatales y, en particular, al Presidente Betancur, tanto su invitación como las diversas facilidades que he tenido en el desarrollo de este ministerio pastoral "por los caminos de Colombia".

2. Estos "caminos" ponen de relieve ante todo la "geografía" de la visita.

Colombia es un gran país (más de un millón de kilómetros cuadrados). Su mayor parte, hacia el sudeste, está cubierta por la selva ecuatorial y está poco habitada. Más densa de población es, en cambio, la costa del Pacífico, donde los habitantes son en su mayoría afroamericanos. Sin embargo, la mayoría de los colombianos se concentra en la región central, entre las grandes cadenas de los Andes, y en la costa Atlántica, la zona del Caribe.

De este modo se explica bien el itinerario de la visita. Iniciado en la capital, Bogotá, el camino se ha dirigido primero al sur: Cali-Tumaco (costa del Pacífico)-Popayán, para orientarse después hacia el norte: Pereira-Medellín-Bucaramanga, hasta la costa del Atlántico: Cartagena-Barranquilla.

3. En la geografía de la peregrinación, así delineada, se inscribe también su dimensión histórica: la historia del país va al mismo ritmo que la historia de la evangelización.

Nos acercamos al quinientos aniversario del descubrimiento de América y al mismo tiempo del comienzo de la evangelización en dicho continente. Para Colombia este comienzo se vincula con el 450 aniversario de la milagrosa renovación de la imagen de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá. Por ese motivo se ha querido celebrar en Colombia también un Año Mariano nacional.

A este santuario se orientó también la peregrinación del Papa el 3 de julio para dar gracias al Señor y a la Virgen Santísima por el gran don de la fe y para rogar a fin de que ella produzca siempre abundantes frutos.

Los comienzos de la evangelización traen a la memoria a aquellos a los que esta obra tanto debe en el curso de las generaciones: los sacerdotes, las familias religiosas, los laicos, recordando especialmente las figuras célebres de San Luis Beltrán y de San Pedro Claver.

49 4. Desgraciadamente, Colombia —país rico y bello— es con frecuencia víctima de calamidades naturales. En 1983 un terrible terremoto devastó la ciudad de Popayán; y en noviembre de 1985, la explosión del volcán Nevado del Ruiz causó daños ingentes y numerosas víctimas humanas.

La peregrinación a lo largo de "los caminos de Colombia" me ha conducido por ello también a estos lugares de destrucción y de sufrimiento: Popayán, Chinchiná, Armero, Lérida, donde me he detenido en oración y donde he exhortado a todos a la confianza en Dios y al compromiso fraterno.

5. Invitando al Papa a recorrer estos caminos de Colombia, con el espíritu de la paz de Cristo, los Pastores de la Iglesia han tenido ante sus ojos sobre todo la obra universal de la evangelización. Ciertamente la evangelización quiere lograr que Cristo se convierta en nuestra paz y nuestra reconciliación con Dios y con los hombres.

Tanto el Episcopado de Colombia como los obispos de toda América Latina tienen esta convicción y nutren esta esperanza. El encuentro del 2 de julio con la Conferencia Episcopal Colombiana y con el Consejo Episcopal Latino Americano ofreció la ocasión propicia para lanzar a toda América Latina la llamada a la paz en Cristo, a la reconciliación, a la justicia social, a la solidaridad.

De aquí proviene la especial solicitud por las vocaciones sacerdotales y religiosas, que quedó solemnemente destacada con la ceremonia de las ordenaciones sacerdotales en Medellín (5 de julio) y en el encuentro con las religiosas (5 de julio), y con los dirigentes de la Confederación Latino Americana de Religiosos (2 de julio).

6. Unido a la solicitud por los sacerdotes y por las personas consagradas va el despertar de la conciencia del apostolado de los laicos. Este punto tan importante en la Iglesia y en la sociedad actual fue especialmente desarrollado durante la Santa Misa en Bucaramanga (6 de julio) con la participación de representantes de las organizaciones y de los movimientos del laicado.

Se ha hablado especialmente acerca de la familia en la celebración eucarística de Cali (4 de julio), acerca de los jóvenes en el grandioso encuentro de Bogotá (2 de julio), acerca de los niños y sus movimientos misioneros también en Cali (4 de julio), a los hombres de cultura en Medellín (5 de julio) y finalmente, al mundo del trabajo en la industria y sobre todo en la agricultura.

7. La Iglesia en Colombia es consciente de que siempre es misionera; pero no sólo en Colombia, ya que en toda América Latina hay territorios que exigen una pastoral misionera (cf. Discurso en Tumaco, 4 de julio).

Esta conciencia se vincula con la necesidad de asumir también tareas de carácter social en las relaciones con los grupos indígenas (indios, Popayán, 4 de julio), así como con los afroamericanos, descendientes de aquellos que los colonizadores, en otros tiempos, transportaron allá como esclavos (Discurso en Tumaco, 4 de julio, y luego en Cartagena, 6 de julio), y con los grupos socialmente deprimidos, como testimonia el encuentro con los habitantes de los "barrios" en Bogotá (3 de julio) y en Medellín (5 de julio).

8. A fin de que la paz, que Cristo trae, pueda dominar por los caminos de Colombia, es necesaria una evangelización completa y coordinada con el espíritu de la doctrina social de la Iglesia, comprometida en múltiples actividades en favor de la justicia social, de la salvaguardia y promoción de los derechos de la persona, de la familia y de las comunidades humanas, de forma que se cree una más equilibrada igualdad en medio de los evidentes contrastes de un mundo muy rico y otro demasiado pobre.

Todo esto se ha hecho oír en diversas ocasiones durante la peregrinación por los caminos de Colombia (cf. por ejemplo, los discursos a los grupos dirigentes, 1 de julio, o el de despedida en Barranquilla, 7 de julio). Reflexionando sobre la vida y la obra de San Pedro Claver, podemos decir que esta heroica figura de misionero es un signo de la auténtica "teología de la liberación".

50 9. En el curso de esta peregrinación —de la cual conservo en el corazón un profundo recuerdo— he encontrado una nación profundamente cristiana, llena de esperanza amante de la paz. Por desgracia esta nación está perturbada por el fenómeno doloroso de la guerrilla, que origina tantos sufrimientos y tanto derramamiento de sangre. Desde la ciudad de Bogotá he hecho una llamada para que quienes se han lanzado por este camino "orienten sus energías —inspiradas acaso por ideales de justicia— hacia acciones constructivas y reconciliadoras que contribuyan verdaderamente al progreso del país". Las graves desigualdades sociales se deben superar mediante el diálogo entre las partes: éste es el camino que la Iglesia invita a recorrer desde hace tiempo.

En Colombia he encontrado un pueblo bueno, que quiere luchar contra la esclavitud de la droga, comercio de muerte practicado por un grupo de personas que no refleja el alma y el rostro auténtico de la nación.

Gran esperanza para el futuro de aquella amada nación ofrece la vitalidad del laicado católico, el cual va tomando progresivamente conciencia del propio papel en la Iglesia y de las propias responsabilidades en el compromiso social iluminado por el Evangelio. Se están recogiendo también frutos consoladores en el campo de la pastoral familiar y en el otro, estrechamente vinculado con él, de la pastoral de las vocaciones: jóvenes y chicas en un número cada día más consistente responden con el don total de sí a la invitación de Cristo y aceptan seguirlo sin reservas, poniendo sus propias energías al servicio del reino. Esto permite a la Iglesia que está en Colombia ayudar con sus propios sacerdotes, religiosos y religiosas a otras Iglesias.

10. El viaje apostólico a Colombia se ha concluido con la visita pastoral posterior a la Isla de Santa Lucía: una visita breve, de pocas horas, pero bastante intensa y calurosa. Recuerdo con viva emoción la celebración eucarística en "Reduit Park" de Castries, donde he evocado que la fe es un don precioso, que ha configurado la cultura y la historia de aquella isla. Me he encontrado después con los enfermos, minusválidos y ancianos en la catedral, llevándoles una palabra de aliento.

A todos renuevo la exhortación a la fervorosa perseverancia en la fe cristiana con la coherencia de su vida y el compromiso de la caridad.

Deseo dar las gracias al Gobernador General, Sir Allen Montgomery Lewis, al obispo de Castries, monseñor Kelvin Edward Felix, a todas las autoridades civiles y religiosas, y a la querida población, tan profundamente cristiana.

11. Al terminar este intenso viaje apostólico deseo mostrar mi gratitud de corazón a todos aquellos que con fe viva han rezado y me han acompañado con su afecto. He llevado a cabo, en nombre de Dios, un servicio eclesial. A todas las clases de personas he explicado la Palabra de Cristo que ilumina y salva; a todos, humildes y grandes, pobres, ricos, sanos y enfermos, pequeños y adultos, he dejado un mensaje de amor y de ánimo. Para todos he invocado justicia, concordia y ordenado progreso.

¡Deseo de corazón a las multitudes de Colombia y también a los queridos fieles de Santa Lucía la paz de Cristo, con una fe cada vez más ardiente y fervorosa, con una caridad cada vez más dinámica y comprometida, con una fraternidad siempre más sensible y cordial!

Saludos

Dirijo ahora mi afectuoso saludo a los peregrinos llegados de España y de América Latina, en especial a las peregrinaciones de las parroquias de Finestrat (Alicante), «Regina Mundi» de Granada, «Cristo Rey» de Tristán Suárez (Argentina), así como a las jóvenes «quinceañeras» de México y al grupo «Educamos Viajando» de Colombia.

No podía faltar mi más cordial saludo a los sacerdotes, religiosos y religiosas presentes en este Encuentro. Saludo de modo particular a las «Siervas del Sagrado Corazón de Jesús», de Vich. Que vuestras vidas estén en perfecta sintonía con als enseñanzas de Cristo. Sólo así seréis sus fieles testigos en la Iglesia y en el mundo.

51 Me es sumamente grato saludar a la peregrinación venida de Puerto rico que, acompañada por el señor cardenal Luis Aponte Martínez, arzobispo de San Juan, está presente entre nosotros. Al regresar a vuestros hogares, decid a vuestros seres queridos que el Papa os recuerda con tanto cariño y que todos los días eleva su plegaria al Señor por los amadísimos hijos portorriqueños.

¡Gracias por vuestra presencia!



Miércoles 23 de julio de 1986

"Creador de los ángeles, seres libres"

1. Proseguimos hoy nuestra catequesis sobre los ángeles, cuya existencia, querida por un acto del amor eterno de Dios, profesamos con las palabras del Símbolo niceno-constantinopolitano: "Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles".

En la perfección de su naturaleza espiritual, los ángeles están llamados desde el principio, en virtud de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y perfecto que cuanto es posible al hombre. Este amor es el acto de una voluntad libre, por lo cual también para los ángeles la libertad significa posibilidad de hacer una elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es, Dios mismo. Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido tiempo a propósito del hombre: creando a los seres libres, Dios quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de la libertad. Él quiso, pues, que la creatura, constituida a imagen y semejanza de su Creador, pudiera, de la forma más plena posible, volverse semejante a Él: Dios, que "es amor" (1Jn 4,16). Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en su Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los ángeles. Pero precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que ama, Dios supo sacar de la historia de este pecado, incomparablemente más radical, en cuanto pecado de un espíritu puro, el definitivo bien de todo el cosmos creado.

2. De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo de los espíritus puros aparece dividido en buenos y malos. Pues bien, esta división no se obró por creación de Dios, sino en base a la propia libertad de la naturaleza espiritual de cada uno de ellos. Se realizó mediante la elección que para los seres puramente espirituales posee un carácter incomparablemente más radical que la del hombre y es irreversible, dado el grado de intuición y de penetración del bien, del que está dotada su inteligencia. A este respecto se debe decir también que los espíritus puros han sido sometidos a una prueba de carácter moral. Fue una opción decisiva, concerniente ante todo a Dios mismo, un Dios conocido de modo más esencial y directo que lo que es posible al hombre, un Dios que había hecho a estos seres espirituales el don, antes que al hombre, de participar en su naturaleza divina.

3. En el caso de los espíritus puros la elección decisiva concernía ante todo a Dios mismo, primero y supremo Bien, aceptado y rechazado de un modo más esencial y directo del que pueda acontecer en el radio de acción de la libre voluntad del hombre. Los espíritus puros tienen un conocimiento de Dios incomparablemente más perfecto que el hombre, porque con el poder de su inteligencia, no condicionada ni limitada por la mediación del conocimiento sensible, ven hasta el fondo la grandeza del Ser infinito, de la primera Verdad, del sumo Bien. A esta sublime capacidad de conocimiento de los espíritus puros Dios ofreció el misterio de su divinidad, haciéndoles partícipes, mediante la gracia, de su infinita gloria. Precisamente en su condición de seres de naturaleza espiritual, había en su inteligencia la capacidad, el deseo de esta elevación sobrenatural a la que Dios le había llamado, para hacer de ellos, mucho antes que del hombre, "partícipes de la naturaleza divina" (cf. 2P 1,4), partícipes de la vida íntima de Aquel que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, de Aquel que, en la comunión de las tres Divinas Personas, "es Amor" (1Jn 4,16). Dios había admitido a todos los espíritus puros, antes y en mayor grado que al hombre, a la eterna comunión del Amor.

4. La opción realizada sobre la base de la verdad de Dios, conocida de forma superior dada la lucidez de sus inteligencias, ha dividido también el mundo de los espíritus puros en buenos y malos. Los buenos han elegido a Dios como Bien supremo y definitivo, conocido a la luz de la inteligencia iluminada por la Revelación. Haber escogido a Dios significa que se han vuelto a Él con toda la fuerza interior de su libertad, fuerza que es amor. Dios se ha convertido en el objetivo total y definitivo de su existencia espiritual. Los otros, en cambio, han vuelto la espalda a Dios contra la verdad del conocimiento que señalaba en Él el Bien total y definitivo. Han hecho una elección contra la revelación del misterio de Dios, contra su gracia, que los hacía partícipes de la Trinidad y de la eterna amistad con Dios, en la comunión con Él mediante el amor. Basándose en su libertad creada, han realizado una opción radical e irreversible, al igual que la de los ángeles buenos, pero diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de Dios, plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentido de autosuficiencia, de aversión y hasta de odio, que se ha convertido en rebelión.

5. ¿Cómo comprender esta oposición y rebelión a Dios en seres dotados de una inteligencia tan viva y enriquecidos con tanta luz? ¿Cuál puede ser el motivo de esta radical e irreversible opción contra Dios, de un odio tan profundo que puede aparecer como fruto de la locura? Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de "ceguera", producida por la supervaloración de la perfección del propio ser, impulsada hasta el punto de velar la supremacía de Dios que exigía, en cambio, un acto de dócil y obediente sumisión. Todo esto parece expresado de modo conciso en las palabras "¡No te serviré!" (Jr 2,20), que manifiestan el radical e irreversible rechazo de tomar parte en la edificación del reino de Dios en el mundo creado. "Satanás", el espíritu rebelde, quiere su propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer "adversario" del Creador, como opositor de la Providencia, como antagonista de la amorosa sabiduría de Dios. De la rebelión y del pecado de Satanás, como también del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la Escritura, que afirma: "En el orgullo está la perdición" (Tob 4, 14).

Saludos

52 Deseo ahora presentar mi cordial saludo a todas las personas, familias y grupos procedentes de los diversos países de América Latina y de España. En particular, a las Religiosas Josefinas de la Santísima Trinidad, junto con las antiguas alumnas y acompañantes, que celebran el primer Centenario de la fundación del Instituto. Me uno a vuestra acción de gracias a Dios por los abundantes beneficios recibidos y os aliento a un renovado entusiasmo y entrega en vuestra vida apostólica.

Igualmente saludo a las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgel, acompañadas de la Madre General, que están realizando un curso de espiritualidad en Roma.

Sean también bienvenidos a esta audiencia: el grupo “Antorcha” de la Parroquia de San Bernardo de Sevilla, la peregrinación diocesana de San Cristóbal de la Laguna (Tenerife) alumnas del Instituto “María Inmaculada” de Córdoba.

A todos los peregrinos de lengua castellana imparto con mi Bendición Apostólica



Miércoles 30 de julio de 1986

Creador de las cosas "invisibles": los ángeles

1. En la catequesis anterior nos hemos detenido en el artículo del Credo con el cual proclamamos y confesamos a Dios creador no sólo de todo el mundo creado, sino también de las "cosas invisibles", y nos hemos detenido en el tema de la existencia de los ángeles llamados a declararse en favor de Dios o contra Dios mediante un acto radical e irreversible de adhesión o de rechazo de su voluntad de salvación.

Según la Sagrada Escritura, los ángeles, en cuanto criaturas puramente espirituales, se presentan a la reflexión de nuestra mente como una especial realización de la "imagen de Dios", Espíritu perfectísimo, como Jesús recuerda a la mujer samaritana con las palabras; "Dios es espíritu" (Jn 4,24). Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas más cercanas al modelo divino. El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que más cuenta en la Revelación es la verdad sobre las tareas de los ángeles respecto a los hombres: ángel (angelus) quiere decir, en efecto, "mensajero". El término hebreo "malak", usado en el Antiguo Testamento, significa más propiamente "delegado" o "embajador".Los ángeles, criaturas espirituales, tienen función de mediación y de ministerio en las relaciones entre Dios y los hombres. Bajo este aspecto la Carta a los Hebreos dirá que a Cristo se le ha dado un "nombre", y por tanto un ministerio de mediación, muy superior al de los ángeles (cf. Heb He 1,4).

2. El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial participación de los ángeles en la celebración de la gloria que el Creador recibe como tributo de alabanza por parte del mundo creado. Los Salmos de modo especial se hacen intérpretes de esa voz cuando proclaman, por ejemplo: "Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles..." (Ps 148,1-2).De modo semejante en el Salmo 102 (103): "Bendecid a Yavé vosotros sus ángeles, que sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a la voz de su palabra" (Sal 102/103, 20). Este último versículo del Salmo 102 indica que los ángeles toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la creación, como "poderosos ejecutores de sus órdenes" según el plan establecido por la Divina Providencia. A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales para con los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones, como nos recuerda, por ejemplo, el Libro de Tobías (cf. especialmente Tob 3, 17 y 12, 12), mientras el Salmo 90 proclama: "a sus ángeles ha dado órdenes... te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra"(cf. Ps 90,1-12). Siguiendo el libro de Daniel, se puede afirmar que las funciones de los ángeles como embajadores del Dios vivo se extienden no sólo a cada uno de los hombres y a aquellos que tienen funciones especiales, sino también a enteras naciones (Da 10,13-21).

3. El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la encarnación del Hijo de Dios, como constatamos en la narración de la anunciación del nacimiento de Juan el Bautista (cf. Lc Lc 1,11), de Cristo mismo (cf. Lc Lc 1,26), en las explicaciones y disposiciones dadas a María y José (cf. Lc Lc 1,30-37 Mt 1,20-21), en las indicaciones dadas a los pastores la noche del nacimiento del Señor (cf. Lc Lc 2,9-15), en la protección del recién nacido ante el peligro de la persecución de Herodes (cf. Mt 2,13).

Más adelante los Evangelios hablan de la presencia de los ángeles durante el ayuno de Jesús en el desierto a lo largo de 40 días (cf. Mt 4,11) y durante la oración en Getsemaní (cf. Lc Lc 22,43). Después de la resurrección de Cristo será también un ángel, que se apareció en forma de un joven, quien dirá a las mujeres que habían acudido al sepulcro y estaban sorprendidas por el hecho de encontrarlo vacío: "No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí... Pero id a decir a sus discípulos..." (Mc 16,6-7). María Magdalena, que se ve privilegiada por una aparición personal de Jesús, ve también a dos ángeles (Jn 20,12-17 cf. también Lc 24,4). Los ángeles "se presentan" a los Apóstoles después de la desaparición de Cristo para decirles: "Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo?. Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Ac 1,11). Son los ángeles de la vida, de la pasión y de la gloria de Cristo. Los ángeles de Aquel que, como escribe San Pedro, "está a la diestra de Dios, después de haber ido al cielo, una vez sometidos a Él ángeles, potestades y poderes" (1P 3,22).

53 4. Si pasamos a la nueva venida de Cristo, es decir, a la "parusía", hallamos que todos los sinópticos hacen notar que "el Hijo del hombre... vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles" (así Mc 8, 38, Mt 16,27 y Mt 25, 31, en la descripción del juicio final; y Lc 9,26 cf. también San Pablo, 2Th 1,7). Se puede, por tanto, decir que los ángeles, como espíritus puros, no sólo participan en el modo que les es propio de la santidad del mismo Dios, sino que en los momentos clave, rodean a Cristo y lo acompañan en el cumplimiento de su misión salvífica respecto a los hombres. De igual modo también toda la Tradición y el Magisterio ordinario de la Iglesia ha atribuido a lo largo de los siglos a los ángeles este carácter particular y esta función de ministerio mesiánico.

Saludos

Reciban mi más cordial saludo de bienvenida a esta audiencia todas las personas, familias y grupos de lengua española. En primer lugar, saludo a los grupos de Religiosas Misioneras Claretianas, Carmelitas de la Caridad y del Amor de Dios; os aliento vivamente a profundizar en el carisma propio de vuestros Institutos durante este período de reflexión y estudio que lleváis a cabo en la Ciudad Eterna.

Saludo igualmente a los miembros del Coro Polifónico de Panamá, que celebran el XX Aniversario de su fundación; así como al grupo numeroso de jóvenes mexicanas que han querido señalar con su visita al Papa su compromiso de entrega al Señor de la juventud que ahora inician.

A todos los peregrinos procedentes de los diversos países de América Latina y de España imparto con afecto mi bendición apostólica.



Agosto de 1986

Miércoles 6 de agosto de 1986

La participación de los ángeles en la historia de la salvación

1. En las últimas catequesis hemos visto cómo la Iglesia, iluminada por la luz que proviene de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por Dios. Lo ha hecho desde el comienzo con el Símbolo niceno-constantinopolitano y lo ha confirmado en el Concilio Lateranense IV (1215), cuya formulación ha tomado el Concilio Vaticano I en el contexto de la doctrina sobre la creación: Dios "creó de la nada juntamente al principio del tiempo, ambas clases de criaturas: las espirituales y las corporales, es decir, el mundo angélico y el mundo terrestre; y después, la criatura humana que, compuesta de espíritu y cuerpo, los abraza, en cierto modo, a los dos" (Const. De Fide Cath ., DS DS 3002). O sea: Dios creó desde el principio ambas realidades: la espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico. Todo lo que Él creó juntamente ("simul") en orden a la creación del hombre, constituido de espíritu y de materia y colocado según la narración bíblica en el cuadro de un mundo ya establecido según sus leyes y ya medido por el tiempo ("deinde").

2. Juntamente con la existencia, le fe de la Iglesia reconoce ciertos rasgos distintivos de la naturaleza de los ángeles. Su fe puramente espiritual implica ante todo su no materialidad y su inmortalidad. Los ángeles no tienen "cuerpo" (si bien en determinadas circunstancias se manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en favor de los hombres), y por tanto no están sometidos a la ley de la corruptibilidad que une todo el mundo material. Jesús mismo, refiriéndose a la condición angélica, dirá que en la vida futura los resucitados "(no) pueden morir y son semejantes a los ángeles" (Lc 20,36).

3. En cuanto criaturas de naturaleza espiritual los ángeles están dotados de inteligencia y de libre voluntad, como el hombre pero en grado superior a él, si bien siempre finito, por el límite que es inherente a todas las criaturas. Los ángeles son pues seres personales y, en cuanto tales, son también ellos, "imagen y semejanza" de Dios. La sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando también apelativos no sólo personales (como los nombres propios de Rafael, Gabriel, Miguel), sino también "colectivos" (como las calificaciones de: Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así como realiza una distinción entre Ángeles y Arcángeles. Aun teniendo en cuenta el lenguaje analógico y representativo del texto sacro, podemos deducir que estos seres-personas, casi agrupados en sociedad, se subdividen en órdenes y grados, correspondientes a la medida de su perfección y a las tareas que se les confía. Los autores antiguos y la misma liturgia hablan también de los coros angélicos (nueve, según Dionisio el Areopagita). La teología, especialmente la patrística y medieval, no ha rechazado estas representaciones tratando en cambio de darles una explicación doctrinal y mística, pero sin atribuirles un valor absoluto. Santo Tomás ha preferido profundizar las investigaciones sobre la condición ontológica, sobre la actividad cognoscitiva y volitiva y sobre la elevación espiritual de estas criaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en la escala de los seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las capacidades y actividades propias del espíritu en el estado puro, sacando de ello no poca luz para iluminar los problemas de fondo que desde siempre agitan y estimulan el pensamiento humano: el conocimiento, el amor, la libertad, la docilidad a Dios, la consecución de su reino.

54 4. El tema a que hemos aludido podrá parecer "lejano" o "menos vital" a la mentalidad del hombre moderno. Y sin embargo la Iglesia, proponiendo con franqueza toda la verdad sobre Dios creador incluso de los ángeles, cree prestar un gran servicio al hombre. El hombre tiene la convicción de que en Cristo, Hombre-Dios, es él (y no los ángeles) quien se halla en el centro de la Divina Revelación. Pues bien, el encuentro religioso con el mundo de los seres puramente espirituales se convierte en preciosa revelación de su ser no sólo cuerpo, sino también espíritu, y de su pertenencia a un proyecto de salvación verdaderamente grande y eficaz dentro de una comunidad de seres personales que para el hombre y con el hombre sirven al designio providencial de Dios.

5. Notamos que la Sagrada Escritura y la Tradición llaman propiamente ángeles a aquellos espíritus puros que en la prueba fundamental de libertad han elegido a Dios, su gloria y su reino. Ellos están unidos a Dios mediante el amor consumado que brota de la visión beatificante, cara a cara, de la Santísima Trinidad. Lo dice Jesús mismo: "Sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos" (
Mt 18,10). Ese "ver de continuo la faz del Padre" es la manifestación más alta de la adoración de Dios. Se puede decir que constituye esa "liturgia celeste", realizada en nombre de todo el universo, a la cual se asocia incesantemente la liturgia terrena de la Iglesia, especialmente en sus momentos culminantes. Baste recordar aquí el acto con el que la Iglesia, cada día y cada hora, en el mundo entero, antes de dar comienzo a la plegaria eucarística en el corazón de la Santa Misa, se apela "a los Ángeles y a los Arcángeles" para cantar la gloria de Dios tres veces santo, uniéndose así a aquellos primeros adoradores de Dios, en el culto y en el amoroso conocimiento del misterio inefable de su santidad.

6. También según la Revelación, los ángeles, que participan en la vida de la Trinidad en la luz de la gloria, están también llamados a tener su parte en la historia de la salvación de los hombres, en los momentos establecidos por el designio de la Providencia Divina. "¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salud?", pregunta el autor de la Carta a los Hebreos (1, 14). Y esto cree y enseña la Iglesia, basándose en la Sagrada Escritura por la cual sabemos que la tarea de los ángeles buenos es la protección de los hombres y la solicitud por su salvación.

Hallamos estas expresiones en diversos pasajes de la Sagrada Escritura, como por ejemplo en el Salmo 90/91, citado ya repetidas veces: "Pues te encomendará a sus ángeles para que te guarde en todos tus caminos, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras" (Sal 90/91, 11-12). Jesús mismo, hablando de los niños y amonestando a no escandalizarlos, se apela a "sus ángeles" (Mt 18,10). Además, atribuye a los ángeles la función de testigos en el supremo juicio divino sobre la suerte de quien ha reconocido o renegado a Cristo: "A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios" (Lc 12,8-9 cf. Ap 3,5). Estas palabras son significativas porque si los ángeles toman parte en el juicio de Dios, están interesados en la vida del hombre. Interés y participación que parecen recibir una acentuación en el discurso escatológico, en el que Jesús hace intervenir a los ángeles en la parusía, o sea, en la venida definitiva de Cristo al final de la historia (Cfr. Mt 24,31 Mt 25,31 Mt 25,41).

7. Entre los libros del Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que testimonian la solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así, cuando el ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (cf. Ac 5,18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (cf. Ac 12,5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Ac 10,3-8 Ac 11,12-13), y análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Ac 8,26-29).

De estos pocos hechos citados a título de ejemplo, se comprende cómo en la conciencia de la Iglesia se ha podido formar la persuasión sobre el ministerio confiado a los ángeles en favor de los hombres. Por ello, la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando el recurso a su protección con una oración frecuente, como en la invocación del "Ángel de Dios". Esta oración parece atesorar las bellas palabras de San Basilio: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv. Eunomium , III, 1; véase también Santo Tomás, S.Th. I 11,3).

8. Finalmente es oportuno notar que la Iglesia honra con culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel (cf. Da 10,13 Da 10,20 Ap 12,7 Jdt 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus buenos: "Mica-El" significa, en efecto: "¿quien como Dios?". En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica gracias a la cual los ángeles "ven la faz del Padre" que está en los cielos. El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (cf. Lc 1,19 Lc 1,26). Su nombre significa: "Mi poder es Dios" o "Poder de Dios", como para decir que en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del Padre omnipotente. Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael."Rafa-El" significa: "Dios cura", El se ha hecho conocer por la historia de Tobías en el antiguo Testamento (cf. Tob 12, 15. 20, etc.), tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y protección.

Reflexionando bien se ve que cada una de estas tres figuras: Mica-El, Gabri-El, Rafa-El reflejan de modo particular la verdad contenida en la pregunta planteada por el autor de la Carta a los Hebreos: "¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salud?" (He 1,14).

Saludos

Deseo presentar mi más cordial bienvenida a esta Audiencia a todas las personas, familias y grupos de lengua española.

En particular, saludo a los componentes de la Coral Elisard, del Centro Católico de l’Hospitalet de Llobregat (Barcelona); asimismo, al grupo de universitarios de Sevilla y a los jóvenes del Centro Juvenil Claretiano de Segovia.

55 A todos los peregrinos y visitantes procedentes de los diversos países de América Latina y de España imparto con afecto mi bendición apostólica.




Audiencias 1986 48