Discursos 1987 34


VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, CHILE Y ARGENTINA


A LOS JÓVENES


Estadio Nacional de Santiago de Chile

Jueves 2 de abril de 1987




Queridos jóvenes de Chile:

1. He deseado vivamente este encuentro que me ofrece la oportunidad de comprobar en directo vuestra alegría, vuestro cariño, vuestro anhelo de una sociedad más conforme a la dignidad propia del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn Gn 1,26). Se que son éstas las aspiraciones de los jóvenes chilenos y por ello doy gracias a Dios.

He leído vuestras cartas y escuchado con gran atención y conmoción vuestros testimonios, en los que ponéis de manifiesto no sólo las inquietudes, problemas y esperanzas de la juventud chilena en las diversas regiones, ambientes y condiciones sociales.

Habéis querido exponer lo que pensáis sobre nuestra sociedad y nuestro mundo, indicando los síntomas de debilidad, de enfermedad y hasta de muerte espiritual. Es cierto: nuestro mundo necesita una profunda mejoría, una honda resurrección espiritual. Aunque el Señor lo sabe todo, quiere que, con la misma confianza de aquel jefe de la sinagoga, Jairo –que cuenta la gravedad del estado de su hija: “Mi niña está en las últimas”(Mc 5,23)–, le digamos cuáles son nuestros problemas, todo lo que nos preocupa o entristece. Y el Señor espera que le dirijamos la misma súplica de Jairo, cuando le pedía la salud de su hija: “Ven, pon las manos sobre ella, para que sane” (Ibíd.). Os invito pues a que os unáis a mi oración por la salvación del mundo entero, para que todos los hombres resuciten a una vida nueva en Cristo Jesús. Existe Chile, pero existe también todo el mundo; existen tantos países, tantos pueblos, tantas naciones que no pueden morir. Se debe rezar para vencer la muerte. Se debe rezar para lograr una vida nueva en Cristo Jesús. El es la vida; El es la verdad; El es la camino.

2. Deseo recordaros que Dios cuenta con los jóvenes y las jóvenes de Chile para cambiar este mundo. El futuro de vuestra patria depende de vosotros. Vosotros mismos sois un futuro, el cual se configurará como presente según se configuren ahora vuestras vidas. En la Carta que dirigí a los jóvenes y a las jóvenes de todo el mundo con ocasión del Año Internacional de la Juventud, os decía: “De vosotros depende el futuro, de vosotros depende el Anal de este milenio y el comienzo del nuevo. No permanezcáis pues pasivos; asumid vuestras responsabilidades en todos los campos abiertos a vosotros en nuestro mundo” (Carta a los jóvenes con ocasión del Año internacional de la juventud, n. 16, 31 de marzo de 1985). Ahora, en este estadio, lugar de competiciones, pero también de dolor y sufrimiento en épocas pasadas, quiero volver a repetir a los jóvenes chilenos: ¡Asumid vuestras responsabilidades! Estad dispuestos, animados por la fe en el Señor, a dar razón de vuestra esperanza. (cf. 1P 1P 3,25)

Vuestra mirada atenta al mundo y a las realidades sociales, así como vuestro genuino sentido crítico que os ha de llevar a analizar y valorar juiciosamente las condiciones actuales de vuestro país, no pueden agotarse en la simple denuncia de los males existentes. En vuestra mente joven han de nacer, y también ir tomando forma, propuestas de soluciones, incluso audaces, no sólo compatibles con vuestra fe, sino también exigidas por ella. Un sano optimismo cristiano robará de este modo el terreno al pesimismo estéril y os dará confianza en el Señor.

3. ¿Cuál es el motivo de vuestra confianza? Vuestra fe, el reconocimiento y la aceptación del inmenso amor que Dios continuamente manifiesta a los hombres: “Dios Padre que nos ama a cada uno desde toda la eternidad, que nos ha creado por amor y que tanto nos ha amado a los pecadores hasta entregar a su Hijo unigénito para perdonar nuestros pecados, para reconciliarnos con El, para vivir con El una comunión de amor que no terminará jamás” (Mensaje para la II Jornada mundial de la juventud, n. 2, 30 de noviembre de 1986). Sí, Jesucristo, muerto, Jesucristo resucitado es para nosotros la prueba definitiva del amor de Dios por todos los hombres. Jesucristo, “el mismo ayer y hoy y por los siglos” (He 13,8), continúa mostrando por los jóvenes el mismo amor que describe el Evangelio cuando se encuentra con un joven o una joven.

Así podemos contemplarlo en la lectura bíblica que hemos escuchado: la resurrección de la hija de Jairo, la cual –puntualiza San Marcos– “tenía doce años” (Mc 5,42), Vale la pena detenernos a contemplar toda la escena. Jesús, como en tantas otras ocasiones, está junto al lago, rodeado de gente. De entre la muchedumbre sale Jairo, quien con franqueza expone al Maestro su pena, la enfermedad de su hija, y con insistencia le suplica su corazón: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva” (Ibíd., 5, 23).

35 “Jesús se fue con él” (Mc 5,24). El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos. Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a El con fe.

Poco más tarde llegan a decir a Jairo que su hija ha muerto. Humanamente ya no había remedio. “Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?” (Ibíd., 5, 36).

El amor que Jesús siente por los hombres, por nosotros, le impulsa a ir a la casa de aquel jefe de la sinagoga. Todos los gestos y las palabras del Señor expresan ese amor. Quisiera detenerme particularmente en esas palabras textuales recogidas de labios de Jesús: “La niña no está muerta, está dormida”. Estas palabras profundamente reveladoras me llevan a pensar en la misteriosa presencia del Señor de la vida en un mundo que parece como si sucumbiera bajo el impulso desgarrador del odio, de la violencia y de la injusticia, pero, no. Este mundo, que es el vuestro, no está muerto, sino adormecido. En vuestro corazón, queridos jóvenes, se advierte el latido fuerte de la vida, del amor de Dios. La juventud no está muerta cuando está cercana al Maestro. Sí, cuando está cercana a Jesús: vosotros todos estáis cercanos a Jesús. Escuchad todas sus palabras, todas las palabras, todo. Joven, quiere a Jesús, busca a Jesús. Encuentra a Jesús.

Seguidamente Cristo entra en la habitación donde está ella, la toma de la mano, y le dice: “Contigo hablo, niña, levántate” (Ibíd., 5, 41). Todo el amor y todo el poder de Cristo –el poder de su amor– se nos revelan en esa delicadeza y en esa autoridad con que Jesús devuelve la vida a esta niña, y le manda que se levante. Nos emocionamos al comprobar la eficacia de la palabra de Cristo: “La niña se puso en pie inmediatamente, y echó a andar” (Ibíd., 5, 42), Y en esa última disposición de Jesús, antes de irse; –“que dieran de comer a la niña” (Ibíd., 5, 43)– descubrimos hasta qué punto Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, conoce y se preocupa de todo lo nuestro, de todas nuestras necesidades materiales y espirituales.

De la fe en el amor de Cristo por los jóvenes nace el optimismo cristiano que manifestáis en este encuentro.

4. ¡Sólo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas vuestras dificultades! El mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las Palabras de vida del Maestro: “Contigo hablo, levántate”.

Estamos viendo cómo Jesús sale al paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro realizado en casa de Jairo nos muestra su poder sobre el mal. Es el Señor de la vida, el vencedor de la muerte.

Comparábamos antes el caso de la hija de Jairo con la situación de la sociedad actual. Sin embargo, no podemos olvidar que, según nos enseña la fe, la causa primera del mal, de la enfermedad, de la misma muerte, es el pecado en su diferentes formas.

En el corazón de cada uno y de cada una anida esa enfermedad que a todos nos afecta: el pecado personal, que arraiga más y más en las conciencias, a medida que se pierde el sentido de Dios. ¡A medida que se pierde el sentido de Dios! Sí, amados jóvenes. Estad atentos a no permitir que se debilite en vosotros el sentido de Dios. No se puede vencer el mal con el bien si no se tiene ese sentido de Dios, de su acción, de su presencia que nos invita a apostar siempre por la gracia, por la vida, contra el pecado, contra la muerte. Está en juego la suerte de la humanidad: “El hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre” (Reconciliatio et Penitentia, 18).

De ahí que tengamos que ver las implicaciones sociales del pecado para edificar un mundo digno del hombre. Hay males sociales que dan pie a una verdadera “comunión del pecado” porque, junto con el alma, abajan consigo a la Iglesia y en cierto modo al mundo entero (cf. Ibíd., 16). Es justa la reacción de la juventud contra esa funesta comunión en el pecado que envenena el mundo.

Amados jóvenes: Luchad con denuedo contra el pecado, contra las fuerzas del mal en todas sus formas, luchad contra el pecado. Combatid el buen combate de la fe por la dignidad del hombre, por la dignidad del amor, por una vida noble, de hijos de Dios. Vencer el pecado mediante el perdón de Dios es una curación, es una resurrección. Hacedlo con plena conciencia de vuestra responsabilidad irrenunciable.

36 5. Si penetráis en vuestro interior descubriréis sin duda defectos, anhelos de bien no satisfechos, pecados, pero igualmente veréis que duermen en vuestra intimidad fuerzas no actuadas, virtudes no suficientemente ejercitadas, capacidades de reacción no agotadas.

¡Cuántas energías hay como escondidas en el alma de un joven o de una joven! ¡Cuántas aspiraciones justas y profundos anhelos que es necesario despertar, sacar a la luz! Energías y valores que muchas veces los comportamientos y presiones que vienen de la secularización asfixian y que sólo pueden despertar en la experiencia de fe, experiencia de Cristo vivo, Cristo muerto, Cristo crucificado, Cristo resucitado.

¡Jóvenes chilenos: No tengáis miedo de mirarlo a El! Mirad al Señor: ¿Qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un Profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡Mucho más que un reformador, mucho más! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en El el rostro mismo de Dios. Jesús es la Palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia de cada uno.

Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte. Vosotros tenéis sed de vida. ¡De vida eterna! ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida, sino en quien es la Vida misma.

6. Este es, amigos míos, el mensaje de vida que el Papa quiere transmitir a los jóvenes chilenos: ¡Buscad a Cristo! ¡Mirad a Cristo! ¡Vivid en Cristo! Este es mi mensaje: «Que Jesús sea “la piedra angular” (cf. Ef
Ep 2,20), de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora» (Mensaje para la II Jornada mundial de la juventud, n. 3, 30 de noviembre de 1986). ¿Qué significa construir vuestra vida en Cristo? Significa dejaros comprometer por su amor. Un amor que pide coherencia en el propio comportamiento, que exige acomodar la propia conducta a la doctrina y a los mandamientos de Jesucristo y de su Iglesia; un amor que llena nuestras vidas de una felicidad y de una paz que el mundo no puede dar (cf. Jn Jn 14,27), a pesar de que tanto la necesita. No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: “Contigo hablo, levántate” ( Mc Mc 5,41).

Mirad a Cristo con valentía, contemplando su vida a través de la lectura sosegada del Evangelio; tratándole con confianza en la intimidad de vuestra oración, en los sacramentos, especialmente en la Sagrada Eucaristía, donde El mismo se ofrece por nosotros y permanece realmente presente. No dejéis de formar vuestra conciencia con profundidad, seriamente, sobre la base de las enseñanzas que Cristo nos ha dejado y que su Iglesia conserva e interpreta con la autoridad que de El ha recibido.

Si tratáis a Cristo, oiréis también vosotros en lo más intimo del alma los requerimientos del Señor, sus insinuaciones continuas. Jesús continúa dirigiéndose a vosotros y repitiéndoos: “Contigo hablo, levántate” (Ibíd.), especialmente cada vez que no seáis fieles con la obras a quien profesáis con los labios. Procurad, pues, no separaros de Cristo, conservando en vuestra alma la gracia divina que recibisteis en el bautismo, acudiendo siempre que sea necesario al sacramento de la reconciliación y del perdón.

7. Si lucháis por llevar a la práctica este programa de vida enraizado en la fe y en el amor a Jesucristo, seréis capaces de transformar la sociedad, de construir un Chile más humano, más fraterno, más cristiano. Todo ello parece quedar resumido en la escueta frase del relato evangélico: “Se puso en pie inmediatamente y echó a andar” (Mc 5,42). Con Cristo también vosotros caminaréis seguros y llevaréis su presencia a todos los caminos, a todas las actividades de este mundo, a todas las injusticias de este mundo. Con Cristo lograréis que vuestra sociedad se ponga a andar recorriendo nuevas vías, hasta hacer de ella la nueva civilización de la verdad y del amor, anclada en los valores propios del Evangelio y principalmente en el precepto de la caridad; el precepto que es el más divino y el más humano.

Cristo nos está pidiendo que no permanezcamos indiferentes ante la injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la construcción de una sociedad más cristiana, una sociedad mejor. Para esto es preciso que alejemos de nuestra vida el odio; que reconozcamos como engañosa, falsa, incompatible con su seguimiento, toda ideología que proclame la violencia y el odio como remedios para conseguir la justicia. El amor vence siempre, como Cristo ha vencido; el amor ha vencido, aunque en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos incapaz. Cristo parecía imposibilitado también. Dios siempre puede más.

En la experiencia de fe con el Señor, descubrid el rostro de quien por ser nuestro Maestro es el único que puede exigir totalmente, sin límites. Optad por Jesús y rechazad la idolatría del mundo, los ídolos que buscan seducir a la juventud. Sólo Dios es adorable. Sólo El merece vuestra entrega plena.

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo de la riqueza, la codicia de tener, el consumismo, el dinero fácil?

37 ¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del poder, como dominio sobre los demás, en vez de la actitud de servicio fraterno, de la cual Jesús dio ejemplo?, ¿verdad?

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que lleva a la vida? El ídolo que puede destruir el amor.

Con Cristo, con su gracia, sabréis ser generosos para que todos vuestros hermanos los hombres, y especialmente los más necesitados participen de los bienes materiales y de una formación y una cultura adecuada a nuestro tiempo, que les permita desarrollar los talentos naturales que Dios les ha concedido. De ese modo será más fácil conseguir los objetivos de desarrollo y bienestar imprescindibles para que todos puedan llevar una vida digna y propia de los hijos de Dios.

8. Joven, levántate y participa, junto con muchos miles de hombres y mujeres en la Iglesia, en la incansable tarea de anunciar el Evangelio, de cuidar con ternura a los que sufren en esta tierra y buscar maneras de construir un país justo, un país en paz. La fe en Cristo nos enseña que vale la pena trabajar por una sociedad más justa, que vale la pena defender al inocente, al oprimido y al pobre, que vale la pena sufrir para atenuar el sufrimiento de los demás.

¡Joven, levántate! Estás llamado a ser un buscador apasionado de la verdad, un cultivador incansable de la bondad, un hombre o una mujer con vocación de santidad. Que las dificultades que te tocan vivir no sean obstáculo a tu amor y generosidad, sino un fuerte desafío. No te canses de servir, no calles la verdad, supera tus temores, sé consciente de tus propios límites personales. Tienes que ser fuerte y valiente, lúcido y perseverante en este largo camino.

No te dejes seducir por la violencia y las mil razones que aparentan justificarla. Se equivoca el que dice que pasando por ella se logrará la justicia y la paz.

Joven, levántate, ten fe en la paz, tarea ardua, tarea de todos. No caigas en la apatía frente a lo que parece imposible. En ti se agitan las semillas de la vida para el Chile del mañana. El futuro de la justicia, el futuro de la paz pasa por tus manos y surge desde lo profundo de tu corazón. Sé protagonista en la construcción de una nueva convivencia de una sociedad más justa, sana y fraterna.

9. Concluyo invocando a nuestra Madre, Santa María, bajo la advocación de Virgen del Carmen, Patrona de vuestra patria. Tradicionalmente a esta advocación han acudido siempre los hombres del mar, pidiendo a la Madre de Dios amparo y protección para sus largas y. en muchas ocasiones, difíciles travesías. Poned también vosotros bajo su protección la navegación de vuestra vida, de vuestra vida joven, no exenta de dificultades, y Ella os llevará al puerto de la Vida verdadera. Amen.





VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, CHILE Y ARGENTINA


A LAS RELIGIOSAS Y MIEMBROS DE INSTITUTOS SECULARES


Santuario nacional de Maipú ( Chile)

Viernes 3 de abril de 1987




Queridas religiosas y miembros de Institutos seculares:

38 1. Siento una inmensa alegría al poder encontraros en Maipú, lugar tan significativo e importante en vuestra historia. Efectivamente, aquí quedó sellada la libertad de Chile como nación y su inquebrantable fraternidad con el pueblo hermano de Argentina. Y en este mismo lugar, los Padres de la patria expresaron su amor a María e hicieron un voto que ha ligado el destino de este gran pueblo a la Madre de Jesucristo.

Saludo en vosotros a todas las personas consagradas a la vida religiosa y a los miembros de los Institutos seculares. Mi pensamiento va también a quienes están dando sus vidas por el bien de los demás en los lugares más remotos de esta querida tierra, así como a aquellos que no han podido estar entre nosotros, porque se hallan trabajando en los hospitales, o atendiendo a personas ancianas o ejerciendo su labor abnegada en otros servicios de educación y asistencia. Hago extensivo mi saludo a todas las religiosas y religiosos enfermos que ofrecen su dolor por la Iglesia.

Es ésta una oportunidad para confirmaros en la fe y alentaros en vuestra vocación de seguimiento incondicional del Señor, con “la alegría de pertenecer exclusivamente a Dios” (Redemptionis Donum, 8), ya que toda vuestra existencia es una respuesta esponsal al “sígueme” como declaración de amor (cf. Mc
Mc 10,21-31).

Ese seguimiento os debe hacer más sensibles a los sufrimientos y necesidades de los hombres y. a la vez, más fieles a la Iglesia. La vida consagrada en esta amada tierra chilena ha asumido con espíritu de fe las directivas pastorales de los obispos, contribuyendo así a la vitalidad apostólica y a una mayor inserción en las Iglesias locales.

Aliento vuestro esfuerzo por hacer realidad las orientaciones del Concilio Vaticano II y del Episcopado Latinoamericano en Medellín y Puebla sobre la vida consagrada. Habéis procurado redescubrir vuestros carismas propios, retornar a las fuentes de vuestros fundadores adaptándolas a las circunstancias actuales, revitalizar la vida de oración y la vida comunitaria en la línea evangélica y de la tradición y enseñanzas del Magisterio.

2. Con vuestro servicio en los colegios, hospitales, parroquias y compartiendo la vida y la suerte con los más necesitados, dais testimonio visible de obediencia, esto es, de aceptación de la voluntad de Dios, que os llama a su servicio. Sólo con una actitud de pobreza siempre dispuesta a escuchar la palabra de Dios en el corazón (cf. Lc Lc 2,19 Lc Lc 2,51), y con una vida evangélicamente pobre podréis acercaros a los hermanos más desposeídos, para ayudarles a descubrir el mensaje evangélico de las bienaventuranzas y también a mejorar las condiciones de vida.

La presencia de la Iglesia en el mundo –y añadiría, y ahora, en vuestra patria– presenta en todo momento una serie de retos que es preciso afrontar con discernimiento y audacia evangélica, como fruto de una auténtica renovación personal y comunitaria. De ahí que toda acción apostólica que os sea confiada reclama una fidelidad previa y una entrega generosa a la palabra y a la gracia de Dios que hagan patente la profunda inspiración de vuestra vida consagrada. Vuestro seguimiento de Jesús ha de ser claro y manifiesto, de modo que el punto de referencia sobre criterios, escala de valores y actitudes, no sea otro sino la persona y el mensaje del mismo Jesús. El es vuestro guía, vuestro Maestro, vuestro Esposo, vuestro Señor ya que vuestra vida se ha centrado en la vinculación personal a El. Por seguirle a El y correr su misma suerte habéis dejado todas las cosas (cf. Mt Mt 19,27), y así debéis transparentarlo en vuestras palabras y en vuestros actos.

Se oye decir con frecuencia que el mundo esté hoy sediento del mensaje evangélico, y en este sentido se pide a la vida religiosa que sea profética. Pero, ¿hay algo más profético que una existencia dedicada al Señor, a su mensaje, a hacerlo presente entre los hombres? Estando cercanas al hermano, sois ya un signo de esperanza evangélica.

3. En un mundo donde se lucha por el poder y la riqueza, donde la dimensión humana del propio cuerpo pierde su significado, desvinculándose del amor auténtico, los compromisos acerca de los consejos evangélicos para seguir más de cerca a Jesucristo son una impresionante profecía. Ante la injusticia y la violencia, ante el materialismo que destruye la dignidad humana, vosotras, fieles a la Iglesia, abrazáis un camino basado en el seguimiento de Cristo pobre, casto y obediente. “Rico no es aquel que posee, sino aquel que da, aquel que es capaz de darse” (Redemptionis Donum, 5).

Este despojarse de todo orgullo y de todo poder humano define las relaciones entre las personas, y presenta una alternativa que debe ser vivida en vuestras comunidades y que está inspirada en las bienaventuranzas. “El mundo tiene necesidad de la auténtica "contradicción" de la consagración religiosa como levadura incesante de renovación salvifica..., tiene necesidad de este testimonio de amor, tiene necesidad del testimonio de la Redención tal como está impresa en la profesión de los consejos evangélicos” (Redemptionis Donum, 14).

Vuestra vida es una llamada para que el futuro del hombre y del mundo se oriente, ya desde el presente, en la misma perspectiva de los valores del reino. Vuestro comportamiento en medio del mundo debe recordar a la humanidad que sigue siendo válida la exigencia evangélica de que para ganar la vida es necesario entregarla por amor (cf. Lc Lc 9,24). El testimonio cristiano, inseparablemente unido al cumplimiento de los votos y compromisos evangélicos, ha de obligar a ensanchar el horizonte de las aspiraciones humanas y a rechazar toda ideología que intente encadenar a los requerimientos de una visión materialista del mundo y del hombre. Las personas consagradas, “en virtud de su estado, proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas” (Lumen gentium LG 31 así, “frente todas esas potencias amenazadoras hemos decidido ser pobres como Cristo, Hijo Dios y Salvador del mundo, pobres como Francisco, elocuente imagen Cristo, pobres como tantas almas grandes que han iluminado el camino la humanidad” (Mensaje "Urbi e orbi", n. 4, 25 de diciembre de 1986).

39 4. Para hacer patente y fecunda la vertiente religiosa de vuestra vida, es importante que los miembros de los Institutos de vida activa se impongan una seria reflexión en orden a conseguir una auténtica síntesis entre la acción y la contemplación. Sé que trabajáis sin descanso por la evangelización y por servir desde el Evangelio a vuestros hermanos; sé que estáis en todos los campos en que la Iglesia se encuentra. Todo esto, lejos de dispensaros de ello, exige que vuestro trabajo apostólico esté empapado de Dios; que lo hagáis con una gran pureza de intención y con un espíritu que irradie hermandad y armonía sin excluir a nadie.

Para ser consagradas en medio del trabajo cotidiano tenéis que sentir la necesidad imperiosa de encontrar y amar a Dios en vuestras tareas. No puede haber oposición entre vuestro trabajo y la verdadera contemplación. Esto supone que trabajáis por Dios y para Dios, que trabajáis con El y que lo encontráis a El en el trabajo. Ciertamente, esto requiere a su vez que sepáis encontrar tiempos especiales de irrenunciable intimidad con el Señor. La contemplación conduce a la acción apostólica y ésta ayuda a valorar la importancia de los momentos dedicados explícitamente a la plegaria, a la contemplación.

Toda alma consagrada es, en el fondo, contemplativa. Como enseña el Concilio Vaticano II, los Institutos de vida contemplativa “ofrecen a Dios un eximio sacrificio de alabanza, ilustran al pueblo de Dios con ubérrimos frutos de santidad, lo mueven con su ejemplo y lo dilatan con misteriosa fecundidad apostólica” (Perfectae caritatis
PC 7).

5. Es para mí motivo de gozo dirigir, desde este Santuario mariano, unas palabras de particular aprecio y afecto a todas las hermanas de vida contemplativa en Chile. Sí, vosotras sois el corazón palpitante de la Iglesia; desde la vida austera y exigente del claustro, vosotras sois verdaderas cooperadoras de la misión salvífica de Cristo y escogida expresión de su amor.

La dedicación a la cual Dios os ha consagrado, por una particular iniciativa de su amor, manifiesta una gran predilección por vosotras. Vuestro testimonio, vivido en remansos de paz y en profundidad de vida interior, es pues una manifestación de caridad, de ese amor esponsal que ahonda sus raíces en el amor de Cristo. Continuad pues proclamando con vuestra existencia silenciosa y escondida la gloria de la Santísima Trinidad, y ayudad a vuestros hermanos, con vuestras plegarias y testimonio, a alcanzar su plenitud de vida cristiana en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

Por vuestra parte, las religiosas que pertenecéis a Institutos de vida activa, debéis ejercitaros en esta capacidad que da la gracia de encontrar a Dios en todos los momentos. Jesús ha de ser buscado y encontrado allí donde El os espera, en los signos escogidos por El: Eucaristía, Palabra, Sacramentos, comunidad, hermanos, acontecimientos... Habéis de ser contemplativas en vuestro trabajo. Esto dará coherencia a vuestra vida y hondura a vuestra labor de apostolado. La señal de garantía, tanto para la contemplación como para la acción evangélica, es la a unidad de vida ”, por la que se busca siempre al Señor y su voluntad salvífica. En esta síntesis armónica entre contemplación y acción, descubriréis que la evangelización es un medio privilegiado de santificación y un ejercicio normal de la vida consagrada.

6. Quiero también recordar que, como personas que experimentáis en vuestras vidas la gracia de estar reconciliadas con Dios, seáis, al mismo tiempo, instrumentos de reconciliación en la Iglesia y en la sociedad chilena. La libertad que os da la práctica de los votos y compromisos evangélicos, os ha de hacer sensibles a los problemas de nuestro tiempo para iluminarlos con la luz salvadora del mensaje cristiano. No podemos silenciar la realidad del pecado y sus consecuencias en la vida de los individuos y de las sociedades. A la vista de todos están las funestas consecuencias de los egoísmos, de las divisiones, de las venganzas e injusticias a lo largo y ancho de nuestro mundo. El cristiano no tiene en su mano la solución inmediata de los conflictos, pero sí cuenta con la doctrina evangélica para enfrentarlos: perdonar las ofensas, amar a los enemigos, abrigar entrañas de misericordia para con todos. En efecto, “la experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por sí sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí misma, si no se le permite a esa forma más profunda, que es el amor, plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones” (Dives in Misericordia DM 12). “La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia” (Ibíd., 13). Por esto “ la Iglesia considera justamente como propio deber, como finalidad de la propia misión, custodiar la autenticidad del perdón, tanto en la vida y en el comportamiento como en la educación y en la pastoral ” (Ibíd., 14).

Los compromisos de la vida consagrada, gozosamente aceptados, os inscriben en esa escuela de la misericordia y del amor que ha de caracterizar a los discípulos de Jesús. La teología de la cruz, especialmente para vosotras, consiste en transformar las dificultades y el sufrimiento en amor de donación, como Cristo, que vivió y murió amando. En contraste con esta actitud cristiana, hay quienes propugnan teorías aparentemente más eficaces a corto plazo, pero que, en realidad, desencadenan de modo inevitable la espiral de la violencia y transforman la vida y la convivencia humana “en una arena de lucha permanente de los unos contra los otros” (Dives in Misericordia DM 14). Vosotras debéis ser instrumentos de paz en manos del Señor y creer en la verdad y vigor del evangelio de reconciliación. La paz comienza a ser realidad, a nivel de individuos y de pueblos, cuando existe “la entrega de sí mismo a los demás” (Gaudium et spes GS 24).

7. Es particularmente importante, amadas hermanas, que viváis intensamente la comunión eclesial. Sabéis que es éste un signo que distingue a los verdaderos discípulos de Cristo. Esta comunión no se reduce solamente a un vínculo jurídico, sino que se enraíza en la vida de Dios Amor, participada y compartida en la Iglesia como imagen de la unidad y Trinidad divina (cf. Lumen gentium LG 24). Los religiosos y personas consagradas, “movidos por la caridad que el Espíritu Santo derrama en sus corazones, viven más y más para Cristo y su cuerpo, que es la Iglesia” (Perfectae caritatis PC 1), En efecto, “en el apostolado que desarrollan las personas consagradas, su amor esponsal por Cristo se convierte de modo casi orgánico en amor por la Iglesia como Cuerpo de Cristo, por la Iglesia como Pueblo de Dios, por la Iglesia que es, a la vez, Esposa y Madre” (Redemptionis Donum, 15).

Esforzaos siempre en fortalecer los lazos de comunión eclesial con vuestros pastores y procurad ser en todo momento fermento de unión entre los miembros de las comunidades. Como seguidores de Cristo debéis prestar una atención particular a quienes están en más peligro o se encuentran más alejados. Que vuestra humildad y vuestra acogida los anime a acercarse al rebaño del único Pastor.

Las personas consagradas han de dar, con sus vidas de entrega y sacrificio, testimonio de la misión de la Iglesia como “sacramento”, que ha sido elegido por el Señor para “reconciliar a los hombres entre sí y con Dios” (Lumen gentium LG 1). Este camino de reconciliación, que es válido universalmente, resulta particularmente importante en vuestra patria que busca, en medio de innegables tensiones, un camino de paz duradera. Vuestros Pastores han llamado repetidamente a todos los hombres de buena voluntad a hacer un gran esfuerzo por construir la paz y encontrar vías de solidaridad y reconciliación dentro de un legítimo pluralismo. Con vuestra oración, vuestro testimonio de vida consagrada y de acción apostólica y caritativá sed siempre constructores de comunión y de paz.

40 8. En este esperado encuentro con vosotras, amadas religiosas de Chile, a los pies de la Santísima Virgen, deseo dejaros una consigna especial: ¡seguid radicalmente a Cristo! El amor a su persona y la dedicación a su obra redentora constituyen vuestra opción de vida. Por la profesión religiosa habéis optado por El en forma tan radical que “la insondable riqueza de Cristo” (Ep 3,8) se ha vuelto el centro y la medida de todo otro compromiso. Tal sólo en Cristo y a través de El vosotras discernís; y lleváis a cabo cualquier otra opción, de tal manera que vuestro servicio a los herma. nos pasa por la donación incondicional a Cristo, vuestro Señor v Esposo.

El seguimiento radical os ha de llevar a una identificación sin reservas con Cristo en su misterio de pobreza, castidad y obediencia. Este y no otro ha de ser el centro más íntimo y eclesial del corazón de la religiosa y la fuente de su fecundidad en la Iglesia y en el mundo. Su amor preferencial por Cristo ha de animar y orientar toda su vida.

El dinamismo de vuestro incondicional seguimiento al Señor os llevará también a un renovado empeño en vuestro esfuerzo misionero dentro y fuera de vuestra patria. Con alegría he sabido que misioneras y misioneros chilenos están ya colaborando en el anuncio del Evangelio en otros continentes. También en vuestro país, al que el Señor está bendiciendo con abundantes vocaciones, es importante y urgente que los religiosos y religiosas vayan a los lugares más remotos, difíciles y necesitados, y que tengan allí la estabilidad necesaria para que la obra de la Iglesia se consolide.

Deseo hacer llegar en esta ocasión una especial palabra de aliento a los miembros de los Institutos seculares que, con su estilo de vida consagrada, confirmado por el Concilio Vaticano II, prestan un valioso servicio a la Iglesia en Chile, respondiendo a los nuevos desafíos apostólicos, siendo también ellos fermento de Cristo en el mundo. Vuestro carisma constituye un servicio de gran actualidad. Con vuestra actividad apostólica en el mundo, vosotras cantáis la gloria de Dios y contribuís eficazmente a la realización de aquella civilización del amor que es el designio divino para la humanidad en espera de su venida gloriosa.

9. Amadas hermanas: He tenido el gozo de reunirme con vosotras en este templo dedicado a Nuestra Señora del Carmen. La Virgen sigue siendo el modelo de todo consagrado. Ella es la mujer consagrada, la Virgen de Nazaret, que escuchando, orando y amando, es escogida para ser la Madre de Dios. “ Si toda la Iglesia encuentra en María su primer modelo, con más razón lo encontráis vosotras, personas y comunidades consagradas dentro de la Iglesia” ((Redemptionis Donum, 17).

Humilde y olvidada de sí, María entregó su vida para que se hiciera en Ella la voluntad del Señor. Su existencia se puso al servicio del designio salvador de Dios. En verdad Ella fue dichosa y bienaventurada. Despojada de todo poder que no fuera la fuerza del Espíritu que la cubrió con su sombra (cf. Lc Lc 1,35), no rehuyó la cruz, sino que vivió la fidelidad esponsal al Señor como tipo y Madre de la Iglesia (Lumen gentium LG 58).

Que la Virgen María os acompañe siempre, siervas de Cristo; que Ella os enseñe el camino de la fidelidad y de la alegría humilde poniendo la existencia al servicio del reino; que Ella os enseñe y os anime en el camino de la santidad y en la acción evangelizadora.

A todas las religiosas y almas consagradas de Chile imparto con afecto mi Bendición Apostólica.





Discursos 1987 34