Discursos 1986 83


A LOS DELEGADOS DE LA ASOCIACIÓN CATÓLICA


DE AGENTES SANITARIOS DE ITALIA


Viernes 24 de octubre de 1986



1. Estoy contento de recibiros y saludaros a vosotros, delegados del III Congreso nacional de la Asociación Católica de agentes sanitarios, que habéis venido a Roma de toda Italia para elegir la nueva presidencia, para revisar el camino recorrido y para reanudarlo con mayor ímpetu, apremiados también por la difícil situación del mundo sanitario. Vaya también un saludo a la presidencia, a los consejeros y a los asistentes eclesiásticos de la asociación.

2. La elección del tema de vuestro congreso: "Hacia una diversa cultura de la salud", os invita a reflexionar en una realidad muy importante, la que tiene relación con la vida, la salud, la enfermedad y la muerte, con el fin de sensibilizar las conciencias sobre algunos aspectos de la cultura que prevalece hoy y fomentar una toma de conciencia acerca de los valores necesarios para el desarrollo de una vida auténticamente humana.

Se trata de esclarecer algunos principios que son fundamentales en el comportamiento humano. No se puede dejar de reflexionar sobre el hecho de que "la era tecnológica", que incluso ofrece al hombre enormes posibilidades, está fomentando una mentalidad utilitaria y materialista, que corre el peligro de quitar al hombre la satisfacción y la alegría por la propia existencia y el respeto a la vida de los demás.

La secularización, que pretende afirmar y promover los valores humanos separándolos de la religión y proclamándolos independientes de Dios, está efectuando un cambio de mentalidad y de sensibilidad incluso en relación con la enfermedad, con el sufrimiento y con la muerte. De hecho la enfermedad se valora en términos de producción y de utilidad.

Los hospitales, las clínicas y sanatorios tal vez son lugares donde a los enfermos se les confía solamente a los recursos de la técnica y de la ciencia, como únicas armas de curación y de salvación.

De esta manera con frecuencia el enfermo es relegado al anonimato y permanece solo con un drama que no puede ser superado sólo con los medicamentos y las intervenciones quirúrgicas.

3. A estos amargos frutos lleva una concepción propensa a negar los derechos sagrados de la vida humana. En esta hipótesis el hombre deja de tener en sí mismo un significado absoluto y un valor inviolable y se hace, como todas las demás cosas, manipulable o más todavía instrumento de producción y de consumo.

Es evidente que una cultura construida sobre un presupuesto del hombre dueño del hombre no puede por menos de hacer frágil y precaria cualquier base de los derechos humanos. Y si dicha cultura llegase a ser la predominante, el futuro de la humanidad estaría seriamente amenazada.

Por desgracia señales de ese futuro están a la vista en el aborto legalizado, en la eutanasia, en las manipulaciones genéticas, en las experiencias con embriones humanos, en la fecundación artificial y en la violencia física, considerada un medio legítimo de lucha.

84 Esto indica que es necesario y urgente proponer de nuevo los valores de la cultura cristiana, la cual afirma que el hombre es una criatura ideada y querida por Dios; que Dios, y no el hombre, es la fuente y la medida del bien; que existe un orden moral que trasciende al hombre.

Sólo a la luz de la Revelación y de la fe cristiana los valores de la persona humana, la aspiración a lo trascendente, la libertad y la responsabilidad encuentran su más profundo y verdadero significado.

A la luz de la Revelación, Dios que es "padre" prohíbe al hombre hacerse "dueño" del hombre y le compromete a hacerse hermano de sus hermanos.

Estos términos simples y perentorios presentan a la persona humana en una sacralidad natural que toda inteligencia recta puede reconocer, incluso prescindiendo de una fe religiosa.

La constatación de esta realidad pone de relieve la necesidad de una asociación católica de agentes sanitarios, como la vuestra, la cual quiere reafirmar con fuerza los valores trascendentes relacionados con la vida humana, para que sean reconocidos en todos e impulsados con especial amor allí donde son suprimidos; y quiere ser una presencia cualificada y fuerte en las estructuras para modificarlas, para acomodarlas a los nuevos tiempos y para hacerlas más humanas, con el fin de que respondan mejor a las exigencias de una convivencia más humana y cristiana.

Pero no olvidéis que el valor y la eficacia de vuestra asociación, con su identidad de asociación católica, están ligados al tesón de sus miembros para ser, vivir y actuar como cristianos.

4. La animación cristiana de los ambientes socio-sanitarios, la acción por la afirmación de los valores cristianos en la legislación y en las instituciones socio-sanitarias, la búsqueda de soluciones a los problemas de acuerdo con el progreso social y científico y en el respeto a la justicia y a la dignidad de la persona humana, como indican los estatutos de vuestra asociación (art. 2), requieren, antes incluso que intervenciones, auténticas y fuertes personalidades cristianas.

Está fuera de duda que nadie puede inserirse en las instituciones y en las estructuras sanitarias, como por lo demás en toda otra institución, "si no es científicamente competente, técnicamente capaz y profesionalmente experto".

Vuestra asociación no cumpliría su cometido, si se contentase con formar agentes sanitarios competentes sólo profesionalmente, porque "la competencia científica, la capacidad técnica y la experiencia profesional, aunque son necesarios, sin embargo no resultan suficientes para restablecer las relaciones de la convivencia en un orden genuinamente humano" (Pacem in terris
PT 149-150).

Por lo tanto, es necesario que entre los miembros de la asociación no se de ruptura entre la fe y la vida, entre la fe y la acción. Surge, pues, la exigencia de una sólida formación cristiana de los agentes sanitarios, que fomente en ellos el culto de los valores humanos y cristianos y el afinamiento de su conciencia moral, a fin de que vaya a la par con la puesta al día técnico-profesional; se comprende la necesidad de que crezca en ellos una fe auténtica y el verdadero sentido de la moral, en la búsqueda sincera de una relación religiosa con Dios, en quien se fundamenta todo ideal de bondad y de verdad.

A ese fundamento debe corresponder el descubrimiento del auténtico valor de la conciencia y de la libertad que lleva al hombre a responder a Dios, a amarle y a servirle con la vida y con las obras.

85 Es necesario que los agentes de la sanidad descubran la importancia de la escucha de la Palabra de Dios, de la oración, de la vida sacramental y de la lucha diaria para ser fieles a su bautismo, disponibles al servicio de los hermanos y preparados para dar testimonio de su fe en el corazón de las diversas y con frecuencia difíciles situaciones existenciales.

Es necesario que ellos se entusiasmen por el anuncio del Evangelio, para que se difunda con su sencilla y decisiva eficacia como promesa de salvación y de liberación definitiva del hombre contemporáneo. Existe una fuerte convicción de que "cuantos más seglares haya impregnados del Evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas, competentes para promoverlas y conscientes de que es necesario desplegar su plena capacidad cristiana, tantas veces oculta y asfixiada, tanto más estas realidades -sin perder o sacrificar nada de su coeficiente humano, al contrario, manifestando una dimensión trascendente frecuentemente desconocida- estarán al servicio de la edificación del reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús" (Evangelii nuntiandi
EN 70).

Mientras expreso el augurio de que vuestra asociación siga desempeñando sus objetivos y crezca y prospere cristianamente, os imparto mi bendición a vosotros, a todos los miembros de la asociación, a vuestros familiares y a los enfermos asistidos por vosotros.





VISITA PASTORAL A PERUSA Y ASÍS


A LOS PROFESORES Y ESTUDIANTES EN EL AULA MAGNA


DE LA UNIVERSIDAD DE PERUSA


Domingo 26 de octubre de 1986



Señor rector magnífico de la Universidad de los Estudios de Perusa;
señor rector magnífico de la Universidad para los Extranjeros;
ilustres profesores;
muy queridos estudiantes;
señoras y señores:

1. "Ingredere ut adores".

La frase esculpida sobre el arquitrabe de la puerta de entrada de la iglesia de esta universidad es una invitación, que los monjes olivetanos quisieron confiar a la piedra, para que permaneciera perenne y actual en el tiempo. Esta invitación deseo repetirla a todos vosotros, hoy, al venir en visita a la sede central de la universidad: he entrado en el lugar sagrado y he adorado la presencia misteriosa y consoladora de Cristo, Hombre-Dios escondido y viviente en el signo sacramental del Pan eucarístico. Pero he entrado en la iglesia universitaria no sólo por un deber íntimamente sentido, sino también para expresar mi aprecio y mi exhortación a la comunidad eclesial que vive, reza y obra testimoniando la propia fe en el ámbito del vasto y complejo mundo universitario: esta iglesia es de hecho el centro de una acción pastoral, que deseo bendecir y animar, para que sea siempre más eficaz, incisiva y penetrante. Desde hace casi treinta años, desde enero de 1958, ininterrumpidamente, en el lugar restituido al culto gracias al interés del llorado rector magnífico Giuseppe Ermini, se siembran semillas de verdad y de gracia en las almas de las jóvenes generaciones de universitarios, y deseo que esa acción pastoral continúe y constituya una levadura evangélica destinada a fermentar el mundo universitario perusino. Mi sincera felicitación a todos aquellos que juntos colaboran en la realización de tales iniciativas de la pastoral universitaria en Perusa.

86 Me complace recordar en este momento que los monjes olivetanos quisieron dedicar la iglesia a la Virgen de la Anunciación, que conservaba las palabras del mensaje del Ángel en su corazón como precioso tesoro.

Agradezco al rector magnífico de la universidad, profesor Giancarlo Dozza, y al rector magnífico de la Universidad para los Extranjeros, senador profesor Giorgio Spitella, las amables palabras que me han dirigido y saludo cordialmente a los docentes, a los investigadores, a todos los estudiantes de la universidad, hoy reunidos en esta sede para nuestro encuentro.

2. "Ingredere ut adores". La antigua invitación de los monjes olivetanos se dirigía al fiel creyente para exhortarlo a entrar en el templo con una altísima finalidad: buscar, encontrar, adorar a Dios, el Ser Infinito, Trascendente, Omnipotente, Creador. Al entrar en un templo toda otra finalidad debe estar subordinada a la búsqueda y al encuentro personal con el Absoluto.

La actitud fundamental del hombre frente a Dios es por tanto la humildad, es decir, la límpida y serena autoconciencia de la propia pequeñez, del propio límite, de la propia contingencia, y condición de criatura con relación al Eterno, al Omnisciente.

¿Y qué otra finalidad tienen en sí mismas las instituciones culturales de la historia del hombre sino la búsqueda de la verdad? ¿Y cuál es —para los hombres de cultura, sean profesores o alumnos— la actitud más en consonancia con tan exaltante aventura, sino la humildad? Humildad en la búsqueda sincera de la verdad; humildad en acogerla; humildad en transmitirla a los otros.

La universidad es una institución que, por su misma naturaleza, tiende —o por lo menos debería tender— a superar los particularismos de los sujetos y los de los objetos de estudio y de enseñanza: "Universitas Studiorum", la llamaban los medievales, pero también "Universitas Docentium et Discentium", todos y todo ensamblados en una armónica, si bien dinámica unidad. La universidad, por su naturaleza, representa y es este proyecto de fundamental búsqueda de la verdad, que atrae y sobrepasa a todos y que tiende a armonizar los aspectos particulares de las varias especializaciones.

Es necesario, por tanto, en el campo de la cultura y de la investigación universitaria, superar un cierto tipo de mentalidad individualista, celosa de las propias investigaciones y del propio saber. La verdad es de todos y para todos, y debe ser destinada a iluminar la vida de todos los hombres. La verdad nos es desvelada y donada, no pertenece, como bien propio y exclusivo, a nadie. En el Libro de la Sabiduría, el autor inspirado presenta al rey Salomón quien, describiendo la propia cultura enciclopédica, que él identifica con la "sabiduría", afirma: "Con sencillez la aprendí y sin envidia la comunico, no me guardo ocultas sus riquezas" (Sab 7, 13): es un auténtico programa de vida también para los hombres de cultura y de ciencia del mundo contemporáneo.

3. En este año en que celebramos el decimosexto centenario de la conversión de San Agustín, que he querido recordar con la Carta Apostólica Augustinum Hipponensem, viene espontáneamente a la memoria, también en este lugar, el evento histórico, su significado religioso y la indicación que de él proviene para el mundo de la cultura. Agustín buscó la verdad con tenacidad, con sufrimiento, con pasión; la encontró, porque se le reveló con el rostro mismo de Dios reconocido y descubierto de nuevo en su imagen impresa en el hombre. El resorte secreto de su incansable búsqueda filosófica y teológica durante toda la vida, fue el mismo que le había guiado a lo largo del itinerario de la conversión: el amor a la verdad. "¿Qué desea el hombre —dice San Agustín— más fuertemente que la verdad? " (In Ioann. Evang. Tract. 26, 5: PL 35, 1609).

Mas la unidad de los sujetos y de los objetos de investigación puede estar garantizada teóricamente siempre que se funde sobre este profundo reconocimiento de Dios como "causa subsistendi, ratio intelligendi et ordo vivendi". Este horizonte se puede verificar en las intuiciones más puras de las grandes religiones de la humanidad; es una intuición que encontramos también en construcciones filosóficas precristianas y puede constituir una insustituible y fecunda fuente de inspiración y de comportamientos para la cultura y para la ciencia.

La evocación de San Agustín presenta a nuestra consideración —como he mencionado arriba— el gran y fundamental tema del hombre como imagen de Dios: en ello consiste propiamente el motivo de la grandeza y de la dignidad del hombre; de todo hombre, porque la imagen divina que está en él, más aún, que es él, no es nunca destruida, aunque se puede ofuscar a causa de la voluntad prevaricadora. En la verdad del hombre, que fundamentalmente es también su "ser imagen de Dios", encontramos asimismo la verdad de Dios: por tanto, también el hombre es eje de la unidad de la búsqueda intelectual. De hecho, en cada búsqueda, directa o indirectamente, el hombre se busca a sí mismo, trata de responder y de resolver los problemas fundamentales de su ser y de su existencia: si no se dirige a la conciencia del hombre y a su elevación y, si fuera necesario, a su liberación, tal búsqueda resulta vana y quizá también peligrosa.

Las universidades tienen en esto —como han tenido desde siglos— una tarea de excepcional importancia: "Se trata —dije en la UNESCO— de instituciones de las que sería difícil hablar sin una profunda emoción. Son los bancos de trabajo, en los que tanto la vocación del hombre al conocimiento, como el vínculo constitutivo de la humanidad con la verdad como objetivo del conocimiento, se hacen realidad de cada día, se hacen, en cierto sentido, el pan cotidiano de tantos maestros, venerados corifeos de la ciencia, y en torno a ellos, de los jóvenes investigadores dedicados a la ciencia y a sus aplicaciones, y también de multitud de estudiantes que frecuentan estos centros de la ciencia y del conocimiento" (Discurso 2 de junio de 1980, n. 19: AAS 72, 1980, págs. 747 y s.; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de junio de 1980, pág. 13).

87 Me es grato en esta ocasión recordar al gran jurista Bartolo de Sassoferrato, que en este «Studium Generale" gastó los años de su enseñanza más madura y aquí concluyó su todavía joven vida (1313-1357): él, que solía llamarse "fidelis christianus et Sedis Apostolicae servus fidelis", puso en el centro de su enseñanza jurídica al hombre considerado como persona real concreta. Deseo hoy rendir el debido homenaje a este antiguo maestro del derecho, que ha engrandecido, al mismo tiempo, a la Iglesia y a la universidad de Perusa.

4. Abriéndose a los vastos e ilimitados horizontes de la verdad, que es de todos y para todos, la cultura está estructuralmente hecha para el diálogo y por tanto para la paz.

Aquí en Perusa más que en otro lugar se hace palpable la necesidad, no sólo de ponerse en diálogo con las otras culturas con las que continuamente se está en contacto, sino más aún, de elaborar una verdadera cultura de diálogo, con el fin de evitar tensiones o conflictos provocados por el deseo de prevalecer unos sobre los otros.

Esta estupenda e ilustre ciudad ostenta una antigua tradición de hospitalidad en relación a los estudiosos y estudiantes provenientes de todos los países europeos, desde los siglos pasados, de tal manera que una iglesia, la de Santa María la Nueva, y un cementerio estaban destinados de modo particular a los extranjeros. Perusa puede, con toda razón, ser llamada y sentirse vocacionada a desarrollar el papel ejemplar de "Ciudad para el diálogo" y, de modo particular, a través de su universidad, que se puede cualificar como "Universidad para el diálogo". Este objetivo puede ser logrado también mediante el provechoso intercambio entre el "Estudio Perusino" propiamente dicho, y la "Universidad Italiana para Extranjeros" frecuentada cada año por miles de jóvenes provenientes de todos los continentes.

5. Diálogo de las culturas no significa, sin embargo, que no se deba o no se pueda hacer un discernimiento, dar un juicio sobre ellas a partir del hombre, de sus derechos, de su dignidad, de su vocación a la trascendencia. Si, por una parte, no puede ser aceptada de ninguna manera la llamada "cultura del desprecio", que juzgaba o juzga las manifestaciones de las otras culturas como primitivas, insignificantes, retrógradas, superadas; por otra parte, no se puede caer en el indiferentismo y por tanto en la imposibilidad de individuar un criterio de discernimiento, en relación a las varias culturas históricas. A causa de un malentendido "respeto de las culturas" no se puede impedir la denuncia profética, en nombre de la fe o de la sabiduría humana, en nombre de la defensa de la persona y de la vida humana. Existen hoy, por desgracia, ideologías y comportamientos que han creado o tratan de crear y de imponer una "cultura de la muerte", una "cultura de la violencia", una "cultura del odio". Es necesario contraponer una "cultura de la vida", una "cultura de la paz", una "cultura del amor" entre los pueblos y las naciones. "No hay duda —dije en la UNESCO— de que el hecho cultural primero y fundamental es el hombre espiritualmente maduro, es decir, el hombre plenamente educado, el hombre capaz de educarse por sí mismo y de educar a los otros. No hay duda tampoco de que la dimensión primera y fundamental de la cultura es la sana moralidad: la cultura moral" (Discurso 2 de junio de 1980, n. 12: AAS 72, 1980, pág. 743; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de junio de 1980, pág. 12).

Y por tanto es preciso insistir en el convencimiento de la prioridad de la ética sobre la técnica, del primado de la persona sobre las cosas, de la superioridad del espíritu sobre la materia. ¡La causa del hombre será servida si la ciencia y la cultura pactan con la conciencia!

6. Ilustres profesores, muy queridos estudiantes:

En el escudo de esta Universidad, resalta la figura de un obispo. Se dice que dicho obispo es San Ercolano, mártir, Patrono de la ciudad de Perusa, reconocido como símbolo ciudadano incluso por aquellos que no comparten la fe cristiana. ¡El, de hecho, en el siglo VI, defendió con la resistencia no violenta, no a sí mismo ni sólo a la Iglesia, del invasor: él defendió la ciudad entera, la cultura, la civilización!

Aún hoy la Iglesia, como vuestro obispo mártir, tiende a la defensa del hombre, de cada hombre y de todo el hombre, de cualquier amenaza o violencia, ello comporta la defensa de la auténtica cultura de cada pueblo, de la libertad de investigación, de enseñanza, de debate, y especialmente del derecho de profesar, incluso externamente, la propia fe religiosa.

¡El diálogo fecundo aquí en Perusa entre la Universidad Italiana y la Universidad para Extranjeros ha de ser signo de este ideal de libertad y de respeto por el hombre, imagen de Dios!

Con estos deseos de muy buen grado os imparto la bendición apostólica, prenda de las gracias y de los favores celestiales.





88                                                                                   Noviembre de 1986




A UN GRUPO DE OBISPOS ESPAÑOLES EN VISITA "AD LIMINA"


Viernes 7 de noviembre de 1986

Amados Hermanos en el Episcopado:

1. El Señor nos concede la gracia de este encuentro con el que culmina vuestra visita “ad limina”, Pastores de Barcelona y de las Provincias Eclesiásticas de Tarragona y Valencia. Mi gozo es grande y deseo expresarlo con palabras del Apóstol San Pablo: “Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo...” (1Co 1,45).

Agradezco de corazón las amables palabras que, en nombre de todos los presentes, me ha dirigido el Señor Cardenal Narciso Jubany haciéndose también portavoz de vuestros colaboradores diocesanos y de vuestros fieles.

Durante las audiencias que he tenido con cada uno de vosotros, no he podido por menos de evocar aquella peregrinación apostólica de tan grata memoria, que en el otoño de 1982, hace ahora cuatro años, me permitió acercarme a las raíces de vuestra fe y de vuestra historia y ser testigo de la vitalidad de vuestro catolicismo que me esforcé en estimular hacia un futuro esperanzado y misionero. Las imágenes y los recuerdos de vuestras ciudades y de vuestras gentes, de vuestros paisajes y de vuestras iglesias, me hacen revivir frecuentemente aquellos días de tanta densidad espiritual durante los cuales, los católicos de España demostraron su adhesión incondicional a la Sede Apostólica.

Sé muy bien que de aquellas jornadas y con la ayuda de Dios surgió un renovado impulso apostólico que todos los Obispos españoles habéis sabido concretar en un programa pastoral “al servicio de la fe de vuestro pueblo”. Dentro de ese programa evangelizador se enmarcan algunos de los últimos textos de vuestro magisterio colectivo. Quiero mencionar en esta ocasión el documento “Testigos del Dios vivo”, con el que habéis exhortado a los fieles a penetrar, amar y vivir el misterio de la Iglesia y a dar testimonio de fe cristiana en todos los ambientes. Proseguid incansables en este propósito de avivar el sentido de Iglesia en vuestro pueblo; así daréis renovado vigor a la adhesión a Jesucristo, Salvador y esperanza de los hombres, Luz de las Gentes. Intentad, con una recta enseñanza sobre Jesucristo, llevar a todos al amor del Cristo total, de ese Cristo que se prolonga por su Espíritu en la Iglesia.

2. En mi primera visita pastoral a España os recordaba a todos los hermanos Obispos de la Conferencia Episcopal que el “servicio humilde y perseverante a la comunión es sin duda alguna el más exigente y delicado, pero también el más precioso e indispensable, porque es servir a una dimensión esencial de la Iglesia y a la misión de la misma en el mundo” (A la Asamblea plenaria de la Conferencia episcopal española, 31 de octubre de 1982, n. 6).

La comunión en la Iglesia tiene sus propias exigencias internas, la primera de las cuales es la estrecha unión con Dios. Los cristianos están en comunión unos con otros, porque primariamente están unidos al Padre mediante su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo (cf. 1Jn 1Jn 1,3 1Jn 1Jn 1,7). Renovar la vida interior de la Iglesia fomentando el espíritu de comunión entre los cristianos es tarea apremiante a la que habréis de dedicar vuestros mejores desvelos. Tengo el convencimiento de que todo lo que hagamos para realizar la misión de la Iglesia ha de tener como base y punto de partida el suscitar en el pueblo cristiano el encuentro con el Dios vivo y verdadero. Estad seguros de que en la medida que vuestros cristianos vivan más abiertos a la presencia y a la gracia de Dios en lo profundo de su corazón, serán más capaces de ofrecer a sus hermanos el testimonio de una vida renovada, encontrarán la palabra oportuna y acertada para llevarles al conocimiento y al reconocimiento de Dios y de Jesucristo, tendrán la libertad y la fuerza de espíritu necesarias para transformar las relaciones sociales y la sociedad misma según los designios de Dios, que quiere que todos los hombres vivamos como hermanos en paz y justicia, mientras esperamos la venida gloriosa y glorificadora de Nuestro Señor Jesucristo.

3. Las comunidades que vosotros presidís y regís viven muchas de ellas inmersas en sociedades populosas y activas, en las que no faltan por desgracia los problemas y conflictos característicos de las sociedades modernas y desarrolladas. El paro, la drogadicción, la extensión de la delincuencia y hasta el terrorismo, junto con la falsa euforia que produce el consumismo están también presentes entre vosotros. Ciertamente son problemas que interpelan a la Iglesia y a vuestra conciencia de Pastores, y os llevan a buscar con solicitud una respuesta pastoral adecuada que pueda paliar tales necesidades y urgencias.

En la realización de estas tareas, es alentador comprobar el espíritu de colaboración que os anima dentro de la Conferencia Episcopal Española; vuestra unidad eclesial con los demás hermanos en el Episcopado, alimentada por motivaciones profundas y sobrenaturales, os será también de gran ayuda y enriquecimiento para llevar adelante vuestros importantes proyectos de evangelización.

89 4. La evangelización es, en efecto, la gran tarea de nuestro tiempo. En esta ocasión quisiera deciros, como Pastor de la Iglesia universal, que el anuncio del mensaje cristiano en la sociedad española, significa también activar y vitalizar un pasado denso y pujante, convirtiéndolo en levadura y acicate para el hombre de hoy; comporta poner al día vuestra gran tradición cristiana. He ahí la onda evangelizadora que han de recorrer las comunidades de vuestro país. Ahora bien, la explotación de vuestras propias reservas al servicio de la fe de vuestro pueblo en el momento presente es tarea que requiere un esfuerzo misionero unido y solidario. Vosotros, como Pastores, sois los primeros responsables de esa gran convocatoria. A vosotros os corresponde suscitar energías apostólicas y marcar rumbos pastorales; pero nadie, nadie que se considere miembro de la Iglesia, podrá eximirse de participar en tan urgente tarea. Evangelizar una sociedad como la vuestra en la que inciden de modo preocupante concepciones secularistas y actitudes permisivas, requiere una conjunción de fuerzas y empeños que esté por encima de cualquier programa particular. Si de evangelizar se trata, hay que olvidar adjetivos de grupos y tendencias y poner todos los recursos posibles al servicio de lo sustantivo: el vigor y la autenticidad de la fe en Dios y en Jesucristo Nuestro Señor, único Salvador de los hombres y del mundo.

De ahí que yo aproveche nuestro encuentro para hacer un llamamiento a todos y cada uno de los católicos para que secunden con decisión y generosidad vuestras directrices pastorales.¿Cómo evangelizar desde la dispersión o desde la desunión? Junto a vosotros –y sin merma del recto pluriformismo que enriquece la vida de la Iglesia– han de estar los teólogos, pedagogos de la comunidad cristiana; los religiosos y las religiosas, particulares testigos del Evangelio; los militantes de los diversos movimientos apostólicos, modelos para los demás de una pertenencia fiel a la Iglesia y de una presencia comprometida en la sociedad. En una palabra, todos: sacerdotes y fieles.

5. Mas no hay que olvidar que la misión evangelizadora no se realiza sólo con dinamizar las energías del pasado ni sólo con unir todos los esfuerzos. Hay que proponerse metas y marcarse objetivos prioritarios. Hay que dar respuestas de hoy a las demandas y exigencias del hombre de nuestro tiempo. Hay que canalizar y distribuir adecuadamente el caudal de tradición y de presente con que cuenta nuestra vida cristiana.

Dejadme que como Pastor os exhorte pues a un esfuerzo apostólico bien madurado, coherente, exigente y sostenido, conscientes de que, una misión pastoral de estas proporciones exige disciplina y cooperación, docilidad al Espíritu y gran confianza en Dios Nuestro Padre, que no cesa de asistir a su Iglesia, primer testigo del Señor Resucitado.

En verdad, el presente de vuestro país y de vuestras diócesis requiere, entre otras cosas, que la acción evangelizadora se oriente en modo particular hacia ciertos sectores de la vida civil y cristiana que requieren una particular atención pastoral. Quiero hacer especial referencia a la familia y a la escuela ya que ambos constituyen las verdaderas raíces de la educación y, por consiguiente, la fuente más honda de la identidad de las personas. La familia es hoy un baluarte acosado por fuerzas e ideologías diversas (Familiaris consortio
FC 3). Frente a esa ofensiva hay que presentar con autenticidad y gallardía el ideal de la familia cristiana, basado en la unidad y en la fidelidad del matrimonio, abierto a la fecundidad y organizado sobre el respeto a una diversidad de funciones de papeles que se armonizan en la convivencia dominada por el amor. ¿Cómo no ponderar con vosotros y ante vosotros la defensa de la vida que tiene en la familia su primer y principal santuario? Conozco vuestros reiterados pronunciamientos sobre la ilicitud del aborto y os exhorto, con todos los fieles que tenéis encomendados, a no desistir en la defensa de la vida frente a todas las fuerzas que pretenden sembrar desolación y muerte.

6. La escuela y las particulares dificultades que entre vosotros atraviesa, tanto la enseñanza religiosa a cargo de instituciones eclesiales, como la enseñanza de la religión católica en los centros públicos o estatales, bien sé que constituyen una de las preocupaciones primordiales del Episcopado español. ¿Cómo aceptar una separación entre la vivencia de la fe y de la educación de esa misma fe, tan arraigada en la historia y en la cultura de vuestro pueblo? La presencia de los católicos en la escuela ha de ser, por necesidad, inteligente y coordinada para que sea eficaz. Ahí están en juego esos grandes valores de la fe cristiana y de la conciencia que reclaman superar particularismos para alcanzar mayores proporciones de eficacia.

7. Quiero concluir este coloquio fraterno con vosotros, amados hermanos, pidiéndoos que llevéis mi saludo afectuoso a todos los miembros de vuestras Iglesias particulares: a los sacerdotes, religiosos y religiosas; a los cristianos comprometidos en el apostolado; a los jóvenes y padres a los ancianos, a los enfermos y a los que sufren.

Decidles que me ha llenado de gozo en el Espíritu lo que de ellos me habéis comunicado en esta visita “ad limina”. Decidles que alabo al Señor porque hace obras grandes entre nosotros y que rezo por todos ellos al Padre de la misericordia y dador de todo bien.

Comunicadles, de manera especial a vuestros sacerdotes y seminaristas, a las almas consagradas por título especial a Dios y a los fieles comprometidos en las tareas eclesiales, que el Papa les agradece sus trabajos por el Señor y por la causa del Evangelio y que espera y tiene confianza en su fidelidad.

Y a vosotros os agradezco, en el nombre del Señor, vuestra solicitud pastoral por las Iglesias y vuestra entrega como Pastores de la grey que se os ha confiado. En vuestro servicio diario al Evangelio contáis con la bendición y la intercesión de María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, que tiene entre vosotros lugares insignes de devoción y de culto, como son los Santuarios de Montserrat y el de la Virgen de los Desamparados, por no citar más que los más sobresalientes. Contáis siempre con el ejemplo y la intercesión de muchos grandes Santos que anunciaron la Palabra de Dios con valentía y con gran fruto en vuestras tierras, en todas las regiones de España y por el mundo entero. Contáis con la fuerza del Espíritu Santo que está presente y actúa en los corazones de los hombres mucho más de lo que podemos pensar.

En esta hermosa tarea quiero acompañaros cada día con mi oración v mi solicitud apostólica en nombre de Nuestro Señor Jesucristo.






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