Discursos 1986 97

97 8.En esta ocasión, y movido por mi solicitud pastoral que llega a todos los hijos de la Iglesia, me dirijo también al Señor Arzobispo Castrense, que en unión con los sacerdotes que colaboran con él, se ocupa de la pastoral de un sector específico de la sociedad: el de las Fuerzas Armadas.

A estos servidores de la patria y del bien común habéis de dedicar, junto con sus familias, lo mejor de vuestros esfuerzos pastorales. Además, con vuestro ministerio estáis llamados a evangelizar también gran parte de la juventud española en un momento crucial de su vida, dedicado y a la vez providencial para el encuentro con Cristo y con su Iglesia, ocasión propicia para enlaciar el futuro cristiano de esos jóvenes.

Ayudadles, en un diálogo respetuoso y sincero, a disipar prejuicios y a encontrarse con el Evangelio, a ensanchar los horizontes de la vida mediante la participación en la liturgia de la Iglesia, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Esa Iglesia en la que todos nos sentimos hermanos debe ser para los miembros de la gran familia castrense, y en particular para los jóvenes encomendados a vuestro cuidado pastoral, la comunidad cristiana donde se les ofrezca la posibilidad de vivir la amistad de los discípulos de Jesús y el servicio hacia los hermanos más necesitados.

9. Al terminar este encuentro quiero reiteraros, queridos hermanos, mi agradecimiento y mi afecto. Encomiendo al Señor vuestras personas, vuestras intenciones y propósitos. Que la Virgen, Madre de la Iglesia, Virgen de la esperanza y del Adviento, nos alcance la gracia de llevar a cabo la tarea de una nueva evangelización que prepare los corazones a la venida del Señor.

A todos os imparto de corazón mi Bendición Apostólica que deseo llegue a vuestros sacerdotes y seminaristas, a las comunidades religiosas y a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral.













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