Discursos 1988 24


VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES

ORACIÓN DE JUAN PABLO II


Florida, Uruguay

Domingo 8 de mayo de 1988



1. ¡Feliz porque has creído, Madre del Redentor!

Ante tu imagen sagrada, oh Virgen de los Treinta y Tres,
todo el pueblo del Uruguay,
25 que te reconoce como Madre y Patrona,
se confía unánime a mis labios para ensalzarte:
“¡Feliz porque has creído!”,
y con inefable gratitud te aclama Maestra de su fe.
Tu mirada bondadosa acompaña los caminos de evangelización
y sostiene con amor solícito
la peregrinación de fe y de esperanza
de todo el Pueblo de Dios en esta sierra,
que en ti pone su confianza, a ti encomienda sus aspiraciones,
su futuro de paz, de progreso, de fidelidad a Cristo.

2. ¡Bendita entre las mujeres! ¡Bendito el fruto de tu seno!

26 Madre del Verbo de la vida, Virgen de Nazaret,
te encomiendo encarecidamente en este día
todas las familias del Uruguay.
Que sean felices afianzando más y más
el vínculo indisoluble y sagrado del matrimonio;
que sean benditas porque respetan la vida que nace,
como don que viene de Dios,
desde el mismo seno materno.
Haz que cada familia sea de veras una iglesia doméstica,
–a imagen de tu hogar de Nazaret–,
donde Dios esté presente
27 para hacer llevadero el yugo suave de su ley que es siempre amor,
y donde los hijos puedan crecer en sabiduría y gracia,
sin que les falte el alimento, la educación, el trabajo.
Que el amor de todos los uruguayos hacia ti,
se traduzca en respeto y promoción de la mujer,
ya que eres espejo de su vocación y dignidad,
con la Iglesia y en la sociedad.

3. ¡Virgen del Magnificat, fiel a Dios y a la humanidad!

Te ofrezco y pongo bajo tu amparo la Iglesia entera del Uruguay,
los obispos y los sacerdotes,
particularmente los recién ordenados,
28 los religiosos y religiosas,
los seminaristas y novicios
y cuantos están dedicados
al servicio de la evangelización
y del progreso de este pueblo:
los catequistas, los laicos comprometidos, los jóvenes.
Tú que eres la imagen perfecta y viva de la libertad,
de la unión indisoluble entre el amor de Dios
y el servicio a los hermanos,
entre la evangelización y la promoción humana,
enséñanos a poner en práctica
29 el amor preferencial de Dios por los pobres y humildes.
Que toda la Iglesia del Uruguay,
bajo tu valiosa ayuda y ejemplo,
trabaje sin descanso por implantar
el Evangelio de las bienaventuranzas,
garantía de libertad, de progreso, de paz;
promueva la solidaridad con las demás naciones hermanas,
y todos los uruguayos vivan en armonía y concordia,
conscientes de ser hijos de Dios y hermanos en Cristo,
sellados por el mismo Espíritu,
miembros de la misma Iglesia
30 e hijos tuyos, Madre del Redentor.

Amén.







VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY

RADIOMENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II

AL PUEBLO BOLIVIANO


Domingo 8 de mayo de 1988



Amadísimos hermanos y hermanas de Bolivia:

1. Cuando ya se acerca el día en que tendré el gozo de encontrarme con todos vosotros en la amada tierra boliviana, deseo enviaros desde la Sede del Apóstol Pedro, centro de la catolicidad, mi saludo entrañable: “Que la gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo” (Ga 1,3).

Mi pensamiento, lleno de afecto y estima, se dirige ya desde ahora a los obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos y religiosas, a los fieles todos de Bolivia, a quienes encomiendo al Señor en mis oraciones y con quienes deseo compartir en gozosa manifestación de fe, amor y esperanza, los cinco días que, Dios mediante, durará mi visita pastoral.

2. He aceptado gustoso la invitación que en su día me hicieron las autoridades de vuestro país y los amados hermanos en el Episcopado, y doy gracias a la Divina Providencia que me ofrece la oportunidad de encontrarme con los queridos hijos de Bolivia para así cumplir también entre vosotros el mandato que Jesús confió a Pedro y a sus Sucesores: Confirma en la fe a tus hermanos (cf. Lc Lc 22,23).

Mi peregrinación apostólica abarcará las ciudades de La Paz, Cochabamba, Oruro, Sucre, Santa Cruz, Tarija y Trinidad. Mando ya desde ahora mi saludo afectuoso a los habitantes de esas ciudades, así como a cuantos se unirán a ellos en los encuentros programados. Hubiera deseado que mi itinerario apostólico incluyese también otras ciudades y lugares del extenso territorio boliviano. Sin embargo, aunque no haya sido posible acoger todas las invitaciones recibidas, mi visita es para todos los bolivianos, sin distinción de origen ni posición social.

A los habitantes de aquellas ciudades y poblaciones a donde no podré llegar físicamente, les quiero decir que agradezco vivamente su invitación y que emprendo este viaje con la mente y el corazón puestos también en ellos. En modo particular, me refiero a los amados habitantes de Potosí, ciudad rica en tradición cultural e histórica, que con razón ostenta el honroso título de “Patrimonio cultural y natural de la humanidad”, y que cuenta entre sus hijos adoptivos la figura señera de fray Vicente de Bernedo.

Desde cualquier lugar donde me encuentre durante las jornadas que estaré en Bolivia, mi mensaje se dirige a todos los bolivianos: de la ciudad y del campo, del altiplano y de la selva, del valle y de la montaña. Deseo entrar en todos los hogares, al menos con el saludo o la bendición.

3. Es para mí motivo de particular complacencia saber que os estáis preparando espiritualmente, con empeño y entusiasmo, para que la visita del Sucesor de Pedro produzca frutos abundantes que renueven vuestra vida cristiana, que impulse la nueva evangelización, que infunda aliento y esperanza en todos. Deseo manifestar vivo aprecio por la espléndida labor que tantos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, bajo la guía de los obispos, están desarrollando en un encomiable esfuerzo pastoral por hacer vida el lema que habéis escogido para este viaje apostólico.

31 Asimismo deseo expresar mi reconocimiento a las autoridades por su colaboración en orden a facilitar el buen desarrollo de las actividades programadas.

4. Mi visita tiene una dimensión religiosa y pastoral al servicio del Evangelio, como sembrador de las enseñanzas de Jesús y de la doctrina perenne de la Iglesia. Mi deseo es sentirme y que me sientan cercano todos los bolivianos, particularmente los más débiles y necesitados, para que el mensaje del Maestro prenda en sus corazones y les dé luz y fuerza en sus afanes, sufrimientos y anhelos.

Me uno espiritualmente desde Roma a todos vosotros, sin distinción de razas ni culturas, y os pido que me acompañéis con vuestras plegarias y sacrificios para que mi próxima peregrinación constituya un nuevo impulso para la misión de la Iglesia en vuestro país en toda América Latina, que en acción de gracias se prepara a conmemorar el V centenario de la evangelización del continente.

A la Santísima Virgen, Madre del pueblo boliviano, encomiendo mi peregrinación apostólica mientras, en señal de benevolencia, os bendigo a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.







VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY

CEREMONIA DE DESPEDIDA


Aeropuerto Carrasco de Montevideo, Uruguay

Lunes 9 de mayo de 1988

: Señor Presidente de la República,
dignísimas Autoridades,
amados hermanos en el Episcopado,
queridísimos amigos del Uruguay:

1. Al terminar mi visita pastoral a vuestro noble país, que he recorrido durante estos días, tomando contacto directo con diversas Iglesias locales y encontrándome con gentes de todos los sectores y categorías sociales, me siento obligado a deciros que sois realmente un pueblo “de corazón”: lo he comprobado en todas partes viendo que sabéis ganaros con vuestro afecto el corazón de quien os visita. Me llevo un imborrable recuerdo de este viaje apostólico y no podré olvidar las manifestaciones de religiosidad y de entusiasmo que he presenciado a lo largo de mi itinerario evangelizador.

32 ¡Gracias, pueblo de Uruguay, por la hospitalidad que has dado al Papa y por la acogida que has reservado a su palabra de sembrador de esperanza evangélica!

Sé que cuando parte un amigo, vosotros tenéis la costumbre de despedirlo deseándole lo mejor: ¡Que seas muy feliz! Vosotros lo deseáis también a este peregrino que ahora se despide y yo correspondo de verdad con este mismo deseo por mi parte: ¡Uruguay, que seas muy feliz!

En este momento quiero recordaros una vez más que la auténtica felicidad sólo se logra estando cerca de Dios, que os espera para colmaros con todos sus dones, de manera particular en la Eucaristía. Que la celebración en el estadio “Centenario”, donde os impartí la bendición con el Santísimo Sacramento, la tarde misma de mi llegada, constituya para vosotros un recordatorio perenne de lo que ha de ser vuestra actitud como cristianos: vivir con la atención puesta en el Redentor y poner en práctica su consigna de amar a los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados. Este y no otro tiene que ser el servicio diligente y cuidadoso, de la Iglesia en Uruguay a lo largo del Año Eucarístico y siempre.

2. Uruguay será feliz si sus familias responden afirmativamente al plan de Dios, abriéndose con generosidad al don de la vida.

Al igual que vuestro primer prócer, José Artigas, todos soñáis una nación próspera, libre y unida, que sea hogar común donde se viva la paz, el respeto mutuo y la convivencia en la justicia. Este sueño no es una utopía: tenéis que hacerlo realidad con la colaboración y esfuerzo de todos; los cristianos están llamados a ser los primeros en esta tarea necesaria y urgente.

Antes de dejar vuestra patria, quiero dirigirme nuevamente a los jóvenes, quienes me han regalado su amistad estos días. ¡Cuento con vosotros! Sed fuertes en la fe y dad testimonio de esperanza y de generosidad para construir un mundo mejor. Seguiremos unidos, rezando y dialogando, para que os mantengáis fieles al Señor, constantes en vuestro propósito, bien conscientes de que la sociedad nueva que anheláis no es obra fácil; para construirla hay que superar muchos obstáculos, sobre todo, los que anidan en el corazón del hombre. Pero, si mantenéis viva vuestra esperanza y vuestro compromiso cristiano, tenéis también asegurada la victoria. ¡Cristo es vuestra victoria! El es el amigo que nunca defrauda.

Entre los muchos y emotivos recuerdos de estos días, me llevo el del encuentro con los representantes del mundo de la cultura, de la Universidad Católica del Uruguay, “Dámaso Antonio Larrañaga”. Si vuestro país sigue aplicándose con todo esmero para que su cultura sea vivificada por los principios de la fe cristiana, hechos vida primero en los hijos de la Iglesia, estará asegurando su felicidad.

Haced cuanto esté en vuestras manos para que sea una realidad el “evangelio del trabajo” y la “civilización del amor”, que fueron tema de nuestra reflexión en Melo y en Salto respectivamente.

3. La Iglesia en Uruguay, es decir, cada uno de sus miembros unidos a los Pastores, será verdaderamente el alma de la sociedad uruguaya si no ceja en su voluntad por llevar a cabo la “nueva evangelización”, que ella necesita y a la que ha sido convocada con todos los países de América Latina, con motivo del V centenario, ya cercano, de la llegada del mensaje de Cristo a este continente. En el horizonte comienza a vislumbrarse también el gran jubileo del tercer milenio del cristianismo.

Ambos acontecimientos exigen una buena preparación para que maduren en frutos abundantes: frutos de convivencia social más justa y fraterna, frutos de vida cristiana más intensa y profunda, frutos de abundantes vocaciones para el servicio de Dios y de su Iglesia.

En Florida confié vuestras vidas, vuestras familias y vuestro trabajo a la Santísima Virgen, Capitana y Guía de los Treinta y Tres y Madre del pueblo oriental. En este Año Mariano, Ella nos protege de un modo especial. Dejaos conducir por María, Estrella de la Evangelización, que siempre señala el camino seguro.

33 4. Gracias, Señor Presidente, por todas las atenciones que me ha dispensado y por su generosa contribución al buen desarrollo de este viaje pastoral. Deseo manifestar igualmente mi gratitud a todas las Autoridades de Montevideo, Melo, Florida, Salto y Canelones, que han colaborado puntual y eficazmente con los representantes de la Iglesia, para hacer posible y facilitar mi viaje apostólico. Muchas gracias a todos.

A los hermanos en el Episcopado, con los que me siento tan unido, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, a todos los hermanos, hombres y mujeres, especialmente a los que sufren el dolor físico o moral; a todos digo desde lo más profundo de mi corazón: ¡Adiós y gracias! ¡Que el Señor os bendiga!

¡Uruguay, que seas muy feliz en el camino de tu nueva historia!









VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY

CEREMONIA DE BIENVENIDA


Aeropuerto Internacional El Alto de La Paz, Bolivia

Lunes 9 de mayo 1988

: Señor Presidente,
venerables hermanos en el Episcopado,
queridos hermanos y hermanas de Bolivia:

1. Después de besar la tierra boliviana en este aeropuerto de El Alto de La Paz, quiero ante todo dar gracias a Dios, porque me ha concedido el favor de realizar esta visita pastoral a vuestro país.

Ya mientras sobrevolaba el espacio aéreo, he podido admirar la magnífica variedad de vuestros paisajes, en la majestuosa armonía de sus montañas, sus tierras bajas, sus valles y altiplano.

Por eso, al llegar a esta ciudad del Illimani, que halla su continuidad lineal en el Mururata y Huayna Potosí, envío mi más cordial saludo a todos los hombres y mujeres de Bolivia, empezando por los aquí presentes. En primer lugar al Señor Presidente constitucional de la República, a quien agradezco profundamente sus deferentes palabras de bienvenida. Saludo también a los señores ministros de Estado y autoridades todas, a los altos jefes de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, así como a los representantes del Cuerpo Diplomático. Vaya a todos mi reconocimiento por la amabilidad de venir a recibirme.

34 Quiero reservar un particular saludo y abrazo fraterno a mis hermanos en el Episcopado, quienes con tanto amor y dedicación cuidan del Pueblo de Dios que forma la Iglesia en Bolivia. En este saludo mi corazón abraza también a los queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos en la misión eclesial.

2. Puedo deciros con toda sinceridad que visitar a Bolivia era un deseo largamente acariciado por mí. Ahora se concreta felizmente, para conocernos más de cerca y para que, juntos, nos acerquemos más a las metas que Jesús, nuestro Salvador, nos propone.

La proximidad del V centenario de la evangelización de este continente es una buena oportunidad para imprimir nuevo vigor a la fe que sembraron esforzados misioneros en estas generosas tierras. Este es en síntesis el mensaje que me propongo anunciaros, con el favor divino, para que el Pueblo de Dios en Bolivia sepa responder con el dinamismo de la vida cristiana a la presente hora de la historia y de la Iglesia.

3. El Papa conocía y apreciaba desde hace mucho, las nobles dotes del pueblo boliviano, demostradas desde los tiempos más remotos de su historia. Sabía también de la rica fisonomía, sobre todo espiritual, que se generó aquí mediante el encuentro entre las antiguas culturas autóctonas y las que llegaron en el curso de los siglos. Esta es una de las características peculiares de la nación boliviana. Por ello quisiera desde ahora rendir un homenaje de profundo respeto y estima a vuestra múltiple realidad cultural y étnica, que es riqueza en la variedad, partiendo del mutuo respeto y diálogo integrador.

El Papa conoce también vuestro profundo sentido religioso y vuestra adhesión a la fe cristiana. Le es también conocido vuestro coraje para dominar una naturaleza áspera y rígida, vuestra indomable fortaleza ante los infortunios, vuestro esfuerzo para superar el delicado momento de vuestros graves problemas actuales. Y conoce asimismo vuestro profundo humanismo, sentido de solidaridad, amor a la hospitalidad y aprecio por la amistad. Por ello vengo a alentaros en ese fatigoso camino, para que no perdáis la esperanza de conseguir las ansiadas metas mejores. Dios os acompaña en vuestra vida y bendice la aspiración de hombres y pueblos que quieren buscar en El su dignidad. Esas son las verdaderas raíces cristianas y humanistas que desearía promover con mi visita.

4. Van a ser cinco días entre vosotros, compartiendo vuestras aspiraciones y viendo de cerca las dificultades de este querido país, golpeado por la pobreza, la falta de un mayor desarrollo y recursos, la insolidaridad y la injusticia. Días también para considerar las bases religiosas y éticas que deben fundar todo compromiso de elevación como personas y como pueblo, con el propio esfuerzo y con la solidaridad de los demás.

Mi mayor deseo sería exponer estos ideales a cada hombre y mujer de Bolivia presente físicamente en cada una de sus ciudades y comunidades. Como ello no es posible, mi mensaje irá dirigido a todos por igual; de este modo, al menos por medio de la radio y la televisión, podré sentirme unido con quantos no podré ver en persona. A éstos va mi primer recuerdo, entre los cuales están muy dentro de mi corazón los enfermos, los niños y ancianos, los que sufren el duro peso del desempleo, los queridos campesinos, mineros y obreros, las amadas comunidades aymaras, quechuas y otras minorías étnicas, los intelectuales, profesionales o responsables de la dirección pública y social.

Bajo la protección de la Santísima Virgen de Copacabana, Reina de Bolivia, pongo estas intenciones y a Ella pido que proteja a todos sus hijos, mientras con profundo afecto imparto a todos los bolivianos la Bendición Apostólica.







VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY

MENSAJE TELEVISIVO DEL PAPA JUAN PABLO II

CON MOTIVO DEL DÍA DEL PERIODISTA


La Paz, Bolivia

Lunes 9 de mayo de 1988



Queridos periodistas y agentes de la comunicación social:

35 He sabido que mañana, 10 de mayo, se celebrará en Bolivia el día del Periodista. A vosotros, pues, queridos periodistas bolivianos, así como a los que habéis venido de fuera con motivo de este mi viaje pastoral, mi saludo y mi felicitación anticipada.

Deseo a la vez manifestaros que siento profunda estima por vuestra profesión, a la que considero de suma importancia y trascendencia para la vida de la sociedad. Por ello os aliento a realizar siempre vuestras tareas informativas con un gran sentido de ética profesional y de constante atención a la inspiración moral que debe guiarlas. Esto os hará sentir auténticos promotores del bien común, y nunca usuarios privilegiados de potentes medios de difusión al servicio de intereses particulares o conveniencias sectarias.

El código deontológico del informador, que conocéis muy bien, entraña una insobornable adhesión a la verdad, un respeto incondicional a la objetividad, sin ceder a eventuales presiones injustas ni a la tentación de desfigurar los hechos o las opiniones ajenas.

Sé, mis queridos periodistas de Bolivia, que una gran parte de vosotros sentís y apreciáis vuestra condición de profesionales católicos. Os invito en consecuencia a ejercer vuestras tareas con esa alta inspiración que debe brotar de vuestra fe cristiana. Y no olvidéis en vuestro trabajo a Aquél que vino al mundo para ser la Buena Noticia de salvación, Aquél que es la verdad (cf. Jn
Jn 14,6, 18, 38), Cristo Jesús, el Redentor y Amigo del hombre.

Con estos deseos y esperanza, pido a Dios que bendiga vuestro trabajo, vuestras personas y familias.









VIAJE APOSTÓLICO A URUGUAY, BOLIVIA, LIMA Y PARAGUAY

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS OBISPOS BOLIVIANOS


Nunciatura apostólica de La Paz, Bolivia

Lunes 9 de mayo de 1988



Venerables hermanos en el Episcopado:

1. He querido que mi primer encuentro después de pisar tierra boliviana sea con vosotros, amados hermanos obispos, que tenéis la responsabilidad de conducir en la fe y gobernar en la caridad a las Iglesias particulares del Pueblo de Dios que peregrina en Bolivia. Doy gracias a Dios por estar en medio de vosotros en vuestra querida tierra, en esta casa que es como un hogar de todos, porque es la casa del Papa.

Deseo, ante todo, manifestaros que estoy profundamente agradecido al Señor Presidente y, en su persona, a todos los miembros de esta Conferencia Episcopal por haberme invitado, junto con las autoridades del País, a realizar esta visita pastoral. Al mismo tiempo os expreso mi admiración y gratitud sinceras por la generosa entrega, solicitud y abnegación que ponéis en vuestra tarea de Pastores. Mi reconocimiento también por el esmero que habéis demostrado en la preparación de este viaje, para que produzca abundantes frutos de renovación en la vida cristiana de vuestras respectivas circunscripciones eclesiásticas. Pido a Dios que bendiga a cada uno de los obispos, a los sacerdotes y agentes de pastoral, así como a los fieles de vuestras Iglesias particulares, a los que envío a través de vosotros mi afectuoso saludo.

2. Además de estas expresiones de mi sincero agradecimiento a vosotros en general, quiero dar también las gracias más en concreto:

36 Que el favor divino acompañe a cada miembro de la arquidiócesis de La Paz, a su arzobispo, al arzobispo coadjutor y obispos auxiliares, así como a los Pastores de las Iglesias particulares de Coroico y de Corocoro.

Gracias igualmente a los fieles de la arquidiócesis de Cochabamba, a su arzobispo y obispos auxiliares y a los obispos de Oruro y Aiquile. Dios Todopoderoso siga bendiciendo con sus dones a estas Iglesias.

Llegue igualmente mi reconocimiento, hecho plegaria, a la arquidiócesis de Sucre, a su Pastor, a los obispos auxiliares y a las diócesis de Potosí y Tarija, con sus respectivos obispos.

Que la benevolencia divina proteja ahora y siempre a la sede metropolitana de Santa Cruz, a su arzobispo, obispos auxiliares y fieles.

Y que las gracias del Señor desciendan en abundancia sobre los componentes del Ordinariato castrense, sobre las comunidades eclesiales de los vicariatos apostólicos de Chiquitos, Cuevo, El Beni, Ñuflo de Chávez, Pando y Reyes, así como sobre sus obispos, a quienes expreso igualmente mi profundo aprecio.

Finalmente, deseo reservar un especialísimo recuerdo al señor cardenal José Clemente Maurer, a quien espero encontrar en los próximos días; así como a los demás obispos que por motivos de salud no han podido venir a este encuentro.

Mi gratitud a todos por el cuidado y esmero que habéis puesto en preparar mi visita pastoral.

3. Vosotros, hermanos obispos, –en palabras del Concilio Vaticano II– habéis sido “puestos por el Espíritu Santo, y ocupáis el lugar de los Apóstoles como Pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice, y bajo su autoridad, sois enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno” (Christus Dominus
CD 2).

Vuestra condición de Pastores de la Iglesia coloca toda vuestra misión en la perspectiva del plan divino de la Redención y os indica ya de por sí cuál es la verdadera y primordial dimensión de vuestro ministerio: dar vida perennemente a la obra de Cristo, que es la obra de salvación.

Para ello –como nos dice el documento conciliar apenas citado– “los obispos han sido constituidos por el Espíritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores”(Christus Dominus CD 2). Es la triple función de enseñar con autoridad la verdad revelada y de vigilar para prevenir los errores, de ser los ministros primeros del culto divino para la santificación de los fieles en virtud de la plenitud del sacerdocio recibido, y de regir y apacentar al Pueblo de Dios con potestad ordinaria, propia y inmediata.

De aquí surge la exigencia, en primer lugar, de no descuidar las funciones ministeriales, las cuales merecen ocupar un puesto preeminente en vuestra actividad pastoral.

37 4. Por la misma razón, vuestro servicio magisterial asume una función prioritaria en difundir la Palabra de Dios y iluminar con adecuadas orientaciones doctrinales a vuestro presbiterio y a vuestros fieles, como leemos en el Salmo: “Antorcha para mis pies es tu palabra, luz para mi sendero” (Ps 119 [118], 105). De esta manera, sabréis conducir a la Iglesia con fidelidad a la voluntad del Señor y con la atención dirigida siempre a las necesidades del hombre, que espera la enseñanza autorizada que le ayude a descubrir el valor trascendente de su existencia y le ilumine en su caminar como ciudadano y hijo de Dios.

Con orientaciones claras, oportunas y adecuadas a las situaciones de cada época, vuestros fieles podrán ir logrando criterios cada vez más maduros en lo que concierne a su vida cristiana y a sus responsabilidades en la sociedad, al mismo tiempo que adquirirán la solidez doctrinal necesaria para hacer frente a ideas, mentalidades y sistemas que no estén de acuerdo con la fe genuinamente profesada.

5. A este respecto me alegra profundamente poder comprobar personalmente la religiosidad del pueblo boliviano, que espera y necesita vuestra guía doctrinal, para poder así purificar y consolidar en la verdad sus sinceras y hondas creencias religiosas. Asimismo necesita vuestras orientaciones para saber cómo actuar y defenderse frente a la actividad proselitista de las sectas que, en tiempos recientes, se están multiplicando en Bolivia; dichas sectas de corte fundamentalista están sembrando confusión en el pueblo y, por desgracia, pueden diluir muy pronto la coherencia y la unidad del mensaje evangélico. Será tarea vuestra proporcionar un adecuado discernimiento en vuestros fieles, para que, en actitud de sincero ecumenismo con los hermanos de las otras confesiones cristianas y de respeto con todos, sepan no obstante mantenerse y comportarse como hijos fieles de la Iglesia en la que han sido bautizados.

En esta línea, deseo poner de relieve y alentaros, queridos hermanos, por el interés que demostráis en promover una adecuada formación cristiana a todos los niveles, con particular atención a la niñez y a la juventud. Me complace el esfuerzo que estáis realizando para preparar convenientemente a catequistas, líderes religiosos, agentes de pastoral y laicos en general; que como hombres y mujeres comprometidos con su vocación cristiana, se empeñen en la labor evangelizadora y en la extensión del Reino de Dios. Pero sobre todo os animo a dar una particular importancia a la sólida formación cultural y humana, teológica y pastoral de los seminaristas y sacerdotes, primeros colaboradores vuestros, a los que os pido estéis siempre muy cercanos, preocupándoos fraternamente por su vida espiritual y material. Eso favorecerá también el deseado aumento de vocaciones.

Con esta actitud seréis verdaderos constructores de una Iglesia viva y dinámica, que partiendo de su fe sea con vosotros y con el Papa sembradora de justicia y esperanza, de acuerdo con el lema elegido para mi viaje pastoral a vuestro país.

6. La causa de la justicia es una causa plenamente asumida por la Iglesia en su servicio al hombre, particularmente al más necesitado. Una causa integrada en su doctrina social “para favorecer tanto el planteamiento correcto de los problemas como sus soluciones mejores”, a fin de lograr “un desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad que respete y promueva en toda su dimensión la persona humana” (Sollicitudo rei socialis SRS 41 Sollicitudo rei socialis, 41. 1). En esta misma dirección se han movido los grandes documentos del magisterio social de mis Predecesores y es la que ha inspirado mi reciente Encíclica.

Ser sembradores de justicia supone defender y promover sus postulados a todos los niveles y, a la vez, denunciar sus violaciones como algo contrario al Evangelio y a la dignidad de la persona. Supone también denunciar los métodos injustos que procedan de los poderosos, así como el no cumplir con sus obligaciones, si esto ocurriera, por parte de los menos pudientes. Porque “el bien, al cual estamos llamados todos, y la felicidad a la que aspiramos no se obtienen sin el esfuerzo y el empeño de todos sin excepción, con la consiguiente renuncia al propio egoísmo” (Ibíd. 26).

7. Por eso, al promover el objetivo de la justicia no sólo deben combatirse “las estructuras de pecado” y “los mecanismos perversos” a que hacía referencia en mi última Encíclica (Ibíd. 37. 39. 30, sino también el pecado personal, sobre todo el egoísmo, que es la raíz originaria de esas mismas estructuras injustas y del pecado.

Ahí tiene un amplio campo de acción vuestra misión de Pastores, en la que debe resplandecer la doctrina y la práctica del amor solidario, del amor querido por Cristo, pues “todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano... Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra el corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3,10 1Jn 3,17).

Ese amor es el criterio de discernimiento para todo cristiano y debe ser el método de acción del mismo. Por tal motivo es siempre reprobable el recurso a la violencia y al odio como medios para conseguir una meta de pretendida justicia. Esta es una convicción que la Iglesia ha mantenido siempre y que continúa teniendo plena vigencia en el momento presente.

8. Sembrar la justicia –sobre todo donde existen tantos ejemplos y estructuras de injusticia– es sacar de la propia fe y de los principios del Evangelio la fuerza, y inspiración para tratar de cambiar esas situaciones concretas, con métodos evangélicos. De ahí que el Concilio exhortaba a evitar toda dicotomía entre la vida profesional y social y la vida cristiana, porque “el cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo, falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación” (Gaudium et spes GS 43).

38 Este compromiso por la justicia y en favor de la eliminación de todo abuso y opresión, ha canalizado una corriente de pensamiento y de acción que, especialmente en América Latina, se ha concretado en el ansia de liberación de todo yugo y esclavitud.

Tal aspiración es algo ciertamente noble y válido; no puede negarse que en una teología de la liberación sana y auténticamente evangélica existen valores positivos, mas no hay que olvidar que “también las desviaciones y los peligros de desviaciones, unidos a esta forma de reflexión y de elaboración teológica, han sido convenientemente señalados por el Magisterio de la Iglesia” (Sollicitudo rei socialis
SRS 46).

Os recuerdo encarecidamente, queridos hermanos, que en el ejercicio de vuestra función magisterial tengáis siempre presente los criterios del genuino discernimiento doctrinal y práctico que ilumine y guíe a los agentes de pastoral y a todos los fieles. Una reflexión teológica que distorsione la palabra inspirada con arbitrarios reduccionismos no puede ser aceptada por la Iglesia. Ello no significa que los Pastores deban callar ante innegables situaciones de injusticia. La Iglesia, en el campo social, tiene una función profética a la que “pertenece también la denuncia de los males y de las injusticias. Pero conviene aclarar que el anuncio es siempre más importante que la denuncia, y que ésta no puede prescindir de aquel, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más alta” (Sollicitudo rei socialis SRS 41).

9. Ser sembradores de esperanza es cumplir con otra misión esencial a la Iglesia, porque “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Gaudium et spes GS 1).

La solidaridad y cercanía de la comunidad eclesial a un mundo como el nuestro, probado por el dolor y dividido por odios y enemistades, es ya de por sí un signo de esperanza. Como también debe serlo el decidido empeño en predicar la hermandad de todos los hombres en Cristo: iguales en dignidad personal y llamados a la misma vocación de eternidad. Una fraternidad que se enriquece y adquiere nueva dimensión en la relación con la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra.

La Iglesia será asimismo sembradora de esperanza si sabe llamar a cada uno para que preste su contribución responsable, aquí y ahora, al mejoramiento de la sociedad según sus posibilidades, “sin esperarlo todo de los países más favorecidos y actuando en colaboración con los que se encuentran en la misma situación. Cada uno debería llegar a ser capaz de iniciativas que respondan a las propias exigencias de la sociedad” (Sollicitudo rei socialis SRS 44).

10. Por encima de todo la Iglesia debe sembrar esperanza, mostrando con claridad en su predicación y en su vida a Jesús de Nazaret, luz para todo hombre, camino, verdad y vida (cf. Jn Jn 14,6). Lo hará eficazmente si sabe conducir al ser humano desesperanzado hacia Cristo que es nuestra fe, nuestra fortaleza, nuestra Pascua.

Por eso, la Iglesia, por exigencia de su fidelidad a Cristo, no puede limitarse a ofrecer esperanzas meramente temporales o liberaciones parciales de males únicamente terrenos. No podemos confinar al hombre en espacios de sola liberación material, privándole así de su dignidad más alta que lo llama a la trascendencia en Dios, un Dios que es y se nos ha mostrado como Padre de misericordia, un Cristo hermano y Redentor del hombre, un Espíritu, Señor y vivificador de nuestra existencia temporal, que le inspira el soplo de vida que nunca acaba.

Difundiendo así la confianza en el Dios cercano, que nos ama infinitamente como a hijos, la Iglesia llevará aliento y nuevas energías al hombre de rostro doliente, boliviano y latinoamericano. Un aliento fundado en Cristo “por quien – como nos enseña San Pablo – hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5,2-5). Sólo en esta perspectiva hallan su plena realización las expectativas de paz, justicia y felicidad del hombre.

11. María Santísima, la Virgen de Copacabana, que nos dio a Cristo, Sol de justicia, y que es la “Madre de la esperanza”, aliente vuestro camino y os sostenga en vuestro fiel empeño eclesial.

Que Ella os enseñe a infundir fe, justicia y esperanza en los pobres, en la juventud, en la familia, para que a su vez se transformen en difusores de esos grandes ideales.

39 Que la Madre de Jesús y nuestra nos ayude a dinamizar la Iglesia de Cristo en Bolivia y bendiga los objetivos de este viaje pastoral. Para que mi voz pueda ser aliento en las dificultades de cada boliviano. Y para ser juntos, en esta sociedad tan necesitada, sembradores de justicia y esperanza. Que así sea.









Discursos 1988 24