Discursos 1989 44


A LOS PEREGRINOS DE LA DIÓCESIS DE PLASENCIA


Jueves 6 de julio de 1989



Queridos hermanos en el episcopado,
amadísimos hijos e hijas:

45 La solemne celebración del VIII centenario de la erección canónica de la diócesis de Plasencia es el motivo primordial de la peregrinación que os ha traído a Roma, con el fin de orar ante la tumba del Apóstol Pedro y manifestar asimismo vuestra plena comunión con esta Sede Apostólica, que preside en la fe y en la caridad todas las Iglesias particulares.

Deseo expresar, ante todo, mi profundo reconocimiento por vuestra numerosa presencia en esta gozosa circunstancia, así como agradecer las amables palabras que el Señor Obispo de la diócesis ha tenido a bien dirigirme, en las cuales he percibido claramente el filial afecto y adhesión de los fieles placentinos a la persona y a las enseñanzas del Papa.

Esta significativa efemérides, que no ha de ser un mero recuerdo, debe constituir para Plasencia un momento particular de gracia. Momento particular por los abundantes dones recibidos de Dios a lo largo de estos ocho siglos. Pero momento también de verdadero compromiso cristiano a nivel personal, familiar y comunitario en el marco de la pastoral diocesana. En la estampa conmemorativa, que se ha publicado con ocasión de este jubileo, he podido ver el lema del centenario: “Por una Iglesia diocesana fiel al Evangelio y a los hombres de hoy”. Tarea apasionante, hermosa y, a la vez, difícil, la que habéis elegido: Seguir fielmente a Cristo y a su Iglesia en un momento en el que la sociedad se halla sedienta de Dios y de los valores espirituales. Para llevar a cabo esta acción, es menester que todo fiel placentino se deje iluminar por la Palabra de Dios, a través de una lectura constante y meditada; sepa escuchar las enseñanzas del Obispo, verdadero maestro en virtud de su ordenación episcopal. Así este acontecimiento que estáis conmemorando será un momento particular de gracia.

En el llamado “Privilegio fundacional” se lee el motivo real del nombre Plasencia o Placencia, que se impuso a vuestra ciudad. Los fundadores la llamaron Placencia “ut placeat Deo et hominibus”, para que agrade a Dios y a los hombres. Este lema, de rico contenido cristiano, encierra en si un programa de actuación: punto constante de referencia para vuestra Comunidad eclesial a lo largo del tiempo.

Agradar a Dios y testimoniar su Nombre es una exigencia ineludible para todo placentino.

Fruto de tal identidad es la notable contribución dado por Plasencia a la causa de la evangelización en el Nuevo Mundo. De esa apreciada diócesis han salido numerosos hombres y mujeres, como los 12 religiosos franciscanos del Convento de Belvis de Monroy, “apóstoles de México”, que dejaron patria y hogar por Cristo, al igual que otros tantos hijos e hijas de las demás regiones de España, para cumplir con una misión, la de predicar en toda su integridad la Palabra de Dios (cf Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Santo Domingo, 11 de octubre de 1984).

Un acontecimiento eclesial no puede quedar en justo elogio de un pasado honroso; es un reto para el presente y el futuro. Como bien sabéis, en América se ha puesto en marcha el plan de la nueva evangelización, que supone una intensa misión y movilización espiritual. Es de esperar que, con la ayuda divina, Plasencia dé una decidida y generosa respuesta a este reto pastoral. Que esta toma de conciencia lleve a una mayor colaboración eclesial con las Iglesias hermanas de América Latina.

Por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe y de vuestros Santos Patronos, Fulgencio y Florentina, elevo mi plegaria al Todopoderoso para que en Plasencia y en todas sus comunidades se siga manifestando “con toda su fuerza y perseverancia... la integridad de la fe, la santidad de las costumbres, la caridad fraterna y la religión auténtica” (Oratio commemorationis VIII saeculi expleti a canonica erectione), para que Cristo sea siempre “el camino, la verdad y la Vida” (
Jn 14,6).

A vosotros y a toda la diócesis de Plasencia imparto complacido mi bendición apostólica.






A UN GRUPO DE DIPLOMÁTICOS LATINOAMERICANOS


Viernes 7 de julio de 1989



Distinguidos Señores y Señoras:

46 Es un motivo de satisfacción tener este encuentro con vosotros, funcionarios del cuerpo diplomático latinoamericano, después de haber concluido en Florencia un Curso de especialización en Relaciones Internacionales, patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia.

Agradezco las amables palabras que uno de vosotros, en nombre de todos, ha tenido a bien dirigirme y que reflejan también los sentimientos de tantos conciudadanos vuestros que ven en la Iglesia y en su misión evangelizadora una voz que defiende la paz, la libertad, la justicia y los derechos de la persona humana.

Están representados aquí todos los países latinoamericanos que he visitado o espero visitar. El hecho de haber participado juntos en este Curso debe alentaros a trabajar solidariamente para acrecentar progresivamente el entendimiento y la necesaria cooperación entre los pueblos y las Naciones, tan necesarios en nuestros días. En efecto, vuestro principal cometido, como diplomáticos, es trabajar por el diálogo, la paz, la convivencia y el desarrollo integral de las Naciones. Estos son unos objetivos que merecen la mayor atención y las mejores energías.

La Iglesia, por su parte, trata de impulsar el crecimiento humano y espiritual, así como el progreso moral, en todos los niveles de la sociedad, a fin de que cada persona pueda gozar plenamente de su dignidad. De este modo, la Iglesia procura dar testimonio del sentido trascendente de la existencia humana sin olvidar la necesaria solidaridad que une a todos los hombres, hijos de Dios, en la construcción de un mundo cada vez más fraternal.

Al terminar este grato encuentro, ruego a Dios que os inspire y ayude en vuestra alta y responsable tarea, para que podáis afrontarla con espíritu abierto y generoso, con decidida actitud de servicio y profunda conciencia moral. A El mismo encomiendo vuestras personas y vuestras familias, junto con los habitantes de vuestros países, mientras imparto complacido mi bendición apostólica.





                                                                                  Agosto de 1989


VIAJE PASTORAL A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y ASTURIAS

CON MOTIVO DE LA IV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

CEREMONIA DE BIENVENIDA



Aeropuerto Labacolla de Santiago de Compostela

Sábado 19 de agosto de 1989

: Majestad:

Gracias por sus cordiales expresiones de bienvenida, que reavivan en mi memoria las inolvidables muestras de simpatía recibidas con motivo de mis anteriores visitas pastorales a España. A mi sincero agradecimiento a Vuestras Majestades, por haberse desplazado a Santiago para recibirme, se une espontáneamente mi afectuoso saludo a todos los amadísimos hijos de España, y en particular a los de Galicia y Asturias. Todos ellos están dignamente representados aquí por mis hermanos en el Episcopado, así como par miembros del Gobierno de la Nación y por las Autoridades Autonómicas, a los cuales saludo con gran respeto y estima.

Al iniciar mi tercera visita pastoral a España no puedo silenciar mi gozo, porque vengo a Santiago de Compostela para encontrarme con jóvenes católicos de todo el mundo. Desde los más lejanos lugares, de todos los continentes, se dan cita fraternal junto al venerado sepulcro del Apóstol, para vivir unas jornadas intensas bajo el signo común de la fe cristiana. Muchas y diferentes han sido en estos días las "rutas jacobeas"; pero único ha sido el itinerario espiritual que ha guiado a estos jóvenes, convertidos en peregrinos a Santiago. Con enorme sacrificio y fatiga, con espíritu de penitencia, han confluido hasta aquí, deseosos de corroborar la amistad con Dios y con los hombres, dejándose inundar por la luz y la paz que Compostela sigue irradiando desde siglos.

47 En este lugar privilegiado, meta de peregrinos y penitentes, halló la joven Europa uno de los factores poderosos de cohesión: la fe cristiana, reavivada sin cesar, que iba a constituir una de sus raíces más firmes y fecundas. Cuando estamos ya casi en los umbrales del año dos mil, viendo a tantos jóvenes que llegan en busca de este horizonte de gracia y de perdón, podemos percatarnos felizmente de cómo la peregrinación de hoy constituye no sólo un obligado homenaje al pasado, sino también un acto de confianza en sus perspectivas de renovada vitalidad para el presente y para el futuro.

En este año se ha conmemorado el XIV centenario del III Concilio de Toledo; una celebración que puede hacer suscitar un eco de admiración y un cúmulo de sugerencias entre los jóvenes venidos a este encuentro de Santiago. El III Concilio toledano, además de ser un hito importante para el logro de la concordia y de la unión en la historia hispana, nos ofrece la clave para comprender la comunión de España con la gran tradición de las Iglesias de Oriente. ¿Cómo no recordar las figuras de los Santos hermanos Leandro e Isidoro? Ambos, santos y transmisores del saber, favorecieron la unión de los pueblos y la superación de las rupturas causadas por la herejía arriana. Con ellos la Iglesia católica se presentaba ante los pueblos como el espacio creador de libertad en que se encontraban contrapuestas las culturas hispano-romana y goda. Así fue posible inaugurar una nueva época e ir más allá de las diferencias y divisiones que ofrecían aspectos no fácilmente reconciliables. Frutos preciados de aquel acontecimiento eclesial fueron la armonización profunda de perspectivas entre la Iglesia y la sociedad, entre fe cristiana y cultura humana, entre inspiración evangélica y servicio al hombre.

España ha tenido siempre una vocación universal, católica. Preclaro símbolo de esa vocación es Santiago de Compostela, la ciudad que, por la fuerza de la memoria apostólica, atrae a distintos pueblos para que encuentren la unidad en una misma fe. El nombre de Santiago corrobora la presencia de España en la historia de las tierras de América. Por esto, al visitar España por segunda vez, encomendé a la Virgen del Pilar en Zaragoza la ya próxima celebración centenaria del descubrimiento y evangelización de América. En más de una ocasión he tenido la oportunidad de reconocer la gesta misionera sin par de España en el Nuevo Mundo. La Iglesia de hoy se prepara a una nueva cristianización, que se presenta a sus ojos como un desafío, al cual deberá responder adecuadamente como en tiempos pasados.

Vengo, pues, a Santiago, ciudad de innumerables referencias para innumerables pueblos. Vengo como Sucesor de Pedro para alentar a mis hermanos; para avivar las fuerzas de los jóvenes y confortarme con ellos; y para anunciar a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida. Para comprometer a todos en la construcción de un mundo donde resplandezca la dignidad del hombre, imagen de Dios, y promueva la justicia y la paz. Y siguiendo el testimonio del Apóstol protomártir, Santiago, quiero invitar a los jóvenes a que abran sus corazones al Evangelio de Cristo y sean sus testigos; y si fuera necesario testigos-mártires, a las puertas del tercer milenio.

¡Que Dios nos bendiga siempre!

¡Que el Apóstol Santiago nos acompañe! A María, antes de ir a Covadonga, confío este encuentro con la juventud.





VIAJE PASTORAL A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y ASTURIAS


CON MOTIVO DE LA IV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD



DURANTE EL RITO DEL PEREGRINO


Santiago de Compostela, sábado 19 de agosto de 1989



1. «¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestro pies tus umbrales, Jerusalén!» (Ps 122 [121], 1-2).

Amados hermanos en el Episcopado,
hermanos y hermanas en Cristo:

Como un peregrino más, quiero dar gracias al Señor, de quien viene todo bien, por encontrarme en Santiago de Compostela. Ante este majestuoso Pórtico de la Gloria, que contemplo por segunda vez, me siento embargado de veras por esa emoción encendida en los corazones de millares y millares de peregrinos jacobeos, que a lo largo de los siglos han posado su mirada en este singular y original retablo de piedra, imagen evocadora de la verdadera Jerusalén celestial.

48 Antes de atravesar el umbral de la casa y templo del Señor Santiago, para venerar su sepulcro y abrazar su imagen, quiero saludar a los aquí presentes, peregrinos también al sepulcro del Apóstol.

Ante todo deseo dar mi fraterno saludo al Pastor de esta archidiócesis, mons. Antonio María Rouco Varela, a quien agradezco las sentidas palabras que ha tenido a bien dirigirme. Saludo igualmente a su obispo auxiliar, mons. Ricardo Blázquez Pérez, así como a los señores cardenales y demás obispos presentes, venidos de otras diócesis de España y del mundo, acompañados por tantos peregrinos. Con ellos, saludo también a los numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas.

Mi cordial saludo se dirige asimismo a los seminaristas y a los jóvenes que, en representación de todos los demás y con la capa de peregrino sobre sus hombros, me han acompañado hasta la catedral.

De modo particular renuevo mi afectuoso saludo a Sus Majestades los Reyes de España, que han querido participar en esta liturgia. Por medio de ellos me permito reiterar mi caluroso saludo al querido pueblo español.

Quixo Deus que como Bispo de Roma, Sucesor de Pedro, natural de Galizia oriental, chegase, de novo, como peregrino i encontrarme neste lugar santo, na Galicia occidental, do Finisterre hispánico, con xóvenes peregrinos de todo o mundo para louvanza de Xesús Cristo, Camiño, Verdade e Vida.

(Quiso Dios que como Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, natural de la Galicia oriental, llegase, de nuevo, como peregrino y me encontrase en este lugar santo, en la Galicia occidental, del Finisterre hispánico, con jóvenes peregrinos de todo el mundo para alabanza de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida).

2. «Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor» (
Ps 122 [121], 3-4) .

Esta peregrinación asume un significado excepcional, al ser la meta de todos los que participan en la IV Jornada Mundial de la Juventud.

Compostela, hogar espacioso y de puertas abiertas, donde se ha venido dispensando por siglos y siglos, sin discriminación alguna, el pan de la "perdonanza" y de la gracia, quiere convertirse a partir de ahora en foco luminoso de vida cristiana, en reserva de energía apostólica para nuevas vías de evangelización, a impulsos de la fe de los jóvenes, de una fe siempre joven.

Son multitud los que se han unido a mi peregrinación ?otros muchos están también presentes en espíritu?, sintiéndose todos convocados por la palabra de Cristo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Estos mismos peregrinos transmiten al mundo actual el germen esperanzador de una nueva generación de discípulos de Cristo, íntimamente ilusionados y entregados con generosidad, al igual que el Apóstol Santiago, a la aventura de difundir y enraizar la Buena Nueva entre los hombres.
Esta evangelización se ofrece como prerrogativa a los jóvenes de corazón generoso y creador, abiertos a la construcción de un mundo sin fronteras, donde prevalezca una civilización del amor, cuyos protagonistas deben ser todos los hijos de Dios diseminados por el mundo.

49 3. «Desead la paz a Jerusalén: Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus manos» (Ps 122 [121], 6-7) .

Hoy, aquí, ante el Pórtico de la Gloria, esta peregrinación de la IV Jornada Mundial de la Juventud se presenta como un signo claro y elocuente para el mundo. Nuestras voces proclaman unánimemente nuestra fe y nuestra esperanza. Queremos encender una hoguera de amor y de verdad que atraiga la atención del orbe, como antaño las luces misteriosas vistas en este lugar. Queremos sacudir el torpor de nuestro mundo, con el grito convencido de miles y miles de jóvenes peregrinos que pregonan a Cristo Redentor de todos los hombres, centro de la historia, esperanza de las gentes y Salvador de los pueblos.

Con ellos y con todos los aquí presentes ante este Pórtico, revive ante nuestros ojos el encuentro multitudinario de los peregrinos ante las puertas del templo de Santiago, descrito por el Codex Callistinus: «Allí van innumerables gentes de todas las naciones... No hay lengua ni dialecto cuyas voces no resuenen allí... Las puertas de la basílica nunca se cierran, ni de día ni de noche... Todo el mundo va allí aclamando: "E-ultr-eia (¡adelante, ea!) E-sus-eia (¡arriba, ea!)"». Sí. Por un momento Santiago de Compostela es hoy la tienda del encuentro, la meta de la peregrinación, el signo elocuente de la Iglesia peregrina y misionera, penitente y caminante, orante y evangelizadora que va por los caminos de la historia «entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que vuelva» (Cf. Lumen gentium LG 8).

4. «Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: La paz contigo. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien» (Ps 122 [121], 8-9).

En primer lugar he venido para proclamar y corroborar en todos vosotros que la Iglesia es Pueblo de Dios en camino. Por algo, y no en vano, los primeros cristianos que siguieron a Cristo fueron llamados los hombres del camino. La Iglesia, en su recorrido por las sendas de la historia no deja de afirmar constantemente la presencia de Jesús de Nazaret, ya que en el camino de todo cristiano está presente el misterioso Peregrino de Emaús, que sigue acompañando a los suyos, iluminándolos con su Palabra esclarecedora y alimentándolos con su Cuerpo y Sangre, pan de vida eterna.

Por tanto, no es de extrañar que la "ruta jacobea" haya sido considerada en algunas ocasiones paradigma de la peregrinación de la Iglesia en su marcha hacia la ciudad celestial; camino de oración y penitencia, de caridad y solidaridad; tramo de la vida donde la fe, haciéndose historia en los hombres, convierte asimismo en cristiana la cultura. Las iglesias y abadías, los hospitales y albergues del camino de Santiago hablan todavía de esa aventura cristiana del peregrinar en la que la fe se hacía vida, historia, cultura, caridad, obras de misericordia.

Ya casi en los umbrales del año dos mil, la Iglesia quiere seguir siendo compañera de viaje para la humanidad; también para nuestra propia humanidad, a veces dolorida y abandonada a causa de tantas infidelidades, y siempre menesterosa de ser guiada hacia la salvación en medio de la densa niebla que se cierne ante ella, cuando se vuelve lánguida la conciencia de la común vocación cristiana, incluso entre los mismos fieles. Dejándose llevar por el Espíritu, los cristianos sembrarán por doquier los valores de paz y de verdad que brotan del Evangelio, capaces de dar un significado nuevo, una savia nutritiva al mundo y a la sociedad actual.

Es pues necesario que el recuerdo de un pasado cristiano singular apremie a todos los hijos de la Iglesia y, yo añadiría, en particular a los hijos e hijas de la noble España, a entregarse a una labor apasionante: hacer florecer un nuevo humanismo cristiano, que dé sentido pleno a la vida en un momento en el cual hay tanta sed y hambre de Dios.

5. «Sabed que el Señor es Dios... Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre» (Ps 100 [99], 3-4).

He ahí la razón primordial que me ha movido a venir hasta la tumba del Apóstol: anunciar desde aquí que Cristo es y seguirá siendo "el Camino, la Verdad y la Vida". En estas palabras tan evocadoras encontramos la raíz de la revelación total de Cristo al hombre, a todo hombre, que debe aceptarlo como Camino si no quiere desviarse, asumirlo como Verdad si no quiere caer en el error, y abrirse a la efusión de la Vida ?la vida eterna? que brota de El, si no quiere dejarse absorber por ideologías y culturas de muerte y destrucción.

Hoy como ayer, necesitamos descubrir personalmente, como nuestro Apóstol, que Cristo es el Señor, para convertirnos en seguidores y apóstoles, en testigos y evangelizadores, y así construir una civilización más justa, una sociedad humana más habitable. Este es el legado que Santiago ha dejado no sólo a España y Europa, sino a todos los pueblos del mundo. Y éste es también el mensaje que el Papa, Sucesor de Pedro, os quiere confiar para que la Buena Nueva de salvación no quede convertida en silencio estéril, sino que encuentre eco favorable y produzca abundantes frutos de vida eterna.

50 En el pórtico de esta catedral, que con gran acierto llamáis "Pórtico de la Gloria" por su belleza arquitectónica y su hundo significado espiritual, podemos contemplar la imagen de la Bienaventurada Virgen María, que aparece en un expresivo gesto de aceptación de la voluntad divina. Que Ella, peregrina de la fe y Virgen del Camino, nos ayude a todos a dar, con firmeza y sumisión, el "sí" definitivo al proyecto divino, para que pueda ser en la Iglesia y en el mundo la verdadera fuerza renovadora de la gracia, y todos los hombres puedan volver a caminar como hermanos por la senda que conduce a la mansión eterna.

Pídovos, dende o fondo da miña alma, que non esquezades o que é mais voso, o legado histórico xacobeo e que dándolle gracias a Deus polo pasado non deixedes de ollar ó futuro, del tal xeito que manténdovos na fidelidade a vosa fe católica profesada sempre en comunión co Sucesor de Pedro, poidades presentar sempre ó mundo, con frescura xuvenil, a permanente mensaxe evanxélica do Apóstolo.

(Os pido, desde el fondo de mi alma, que no olvidéis lo que es más vuestro, el legado histórico jacobeo y que, dándole gracias a Dios por el pasado, no dejéis de mirar el futuro, de tal forma que, manteniéndoos en la fidelidad a vuestra fe católica, profesada siempre en comunión con el Sucesor de Pedro, podáis presentar siempre al mundo, con frescura juvenil, el permanente mensaje evangélico del Apóstol).

«El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades» (
Ps 100 [99]).

¡Que Santiago y Nuestra Señora intercedan por vosotros ante el trono del Altísimo!

Así sea.





VIAJE PASTORAL A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y ASTURIAS

CON MOTIVO DE LA IV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

ORACIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


ANTE LA TUMBA DEL APÓSTOL SANTIAGO


Sábado 19 de agosto de 1989



¡Señor Santiago!

Heme aquí, de nuevo, junto a tu sepulcro
al que me acerco hoy,
peregrino de todos los caminos del mundo,
51 para honrar tu memoria e implorar tu protección.

Vengo de la Roma luminosa y perenne,
hasta ti que te hiciste romero tras las huellas de Cristo
y trajiste su nombre y su voz
hasta este confín del universo.

Vengo de la cercanía de Pedro,
y, como Sucesor suyo, te traigo,
a ti que eres con él columna de la Iglesia,
el abrazo fraterno que viene de los siglos
y el canto que resuena firme y apostólico en la catolicidad.

Viene conmigo, Señor Santiago, una inmensa riada juvenil
52 nacida en las fuentes de todos los países de la tierra.
Aquí la tienes, unida y remansada ahora en tu presencia,
ansiosa de refrescar su fe en el ejemplo vibrante de tu vida.

Venimos hasta estos benditos umbrales en animosa peregrinación.
Venimos inmersos en este copioso tropel
que desde la entraña de los siglos
ha venido trayendo a las gentes hasta esta Compostela
donde tú eres peregrino y hospedero, apóstol y patrón.

Y venimos hoy a tu vera porque vamos juntos de camino.
Caminamos hacia el final de un milenio
que queremos sellar con el sello de Cristo.
53 Caminamos, más allá, hacia el arranque de un milenio nuevo
que queremos abrir en el nombre de Dios.

Señor Santiago,
necesitamos para nuestra peregrinación
de tu ardor y de tu intrepidez.
Por eso, venimos a pedírtelos
hasta este “finisterrae” de tus andanzas apostólicas.

Enséñanos, Apóstol y amigo del Señor,
el CAMINO que conduce hacia Él.
Ábrenos, predicador de las Españas,
a la VERDAD que aprendiste de los labios del Maestro.
54 Danos, testigo del Evangelio,
la fuerza de amar siempre la VIDA.

Ponte tú, Patrón de los peregrinos,
al frente de nuestra peregrinación cristiana y juvenil.
Y que así como los pueblos caminaron antaño hasta ti,
peregrines tú con nosotros al encuentro de todos los pueblos.

Contigo, Santiago Apóstol y Peregrino,
queremos enseñar a las gentes de Europa y del mundo
que Cristo es –hoy y siempre–
el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.





VIAJE PASTORAL A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y ASTURIAS


CON MOTIVO DE LA IV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD



A LOS JÓVENES ENFERMOS Y MINUSVÁLIDOS


Seminario Mayor de Santiago de Compostela

55

Sábado 19 de agosto de 1989



Queridos hermanos y hermanas:

1. En este significativo día en el que tantos jóvenes y tantas jóvenes del mundo entero, reunidos en Santiago de Compostela o en los más remotos lugares del orbe, se sienten unidos con el Papa para celebrar a Cristo Redentor, vosotros constituís el centro de la atención eclesial, porque el sufrimiento os coloca especialmente cercanos a Cristo; más aún, hace de vosotros Cristos vivos en medio del mundo, pues «el hombre que sufre es camino de la Iglesia porque, antes que nada, es camino del mismo Cristo, el buen Samaritano que “no pasó de largo”, sino que “ tuvo compasión y acercándose vendó sus heridas... y cuidó de él ” (Lc 10, 32-34».(Christifideles laici CL 53)

Por eso, yo siento una especial satisfacción pastoral al acercarme a vosotros para saludaros ?quisiera hacerlo a cada uno personalmente?, para dialogar sobre vuestra situación, para animaros, para bendeciros y para hacer ver ante todos los demás hombres y mujeres lo que vosotros sois y lo que significáis para la humanidad entera.

Deseo agradecer ahora las vivas expresiones con que un representante vuestro ha puesto de manifiesto vuestros anhelos así como vuestra disponibilidad a la voluntad del Señor; expresiones y testimonios de vida que están resumidos en el libro que me habéis entregado.

También quiero mostrar mi aprecio por los sentimientos de cercanía y solidaridad con los que sufrís o estáis más limitados, manifestados por un joven de vuestra misma edad.

Dende a vosa enfermidade non solo sodes ós privilexiados ante a mirada de Deus senón que sodes ós que mellor podedes pedir e facer que a xuventude do mundo atope a Xesús Cristo, Camiño, Verdade e Vida. Nun tempo no que se oculta a Cruz, vós aceptándoa sodes testemuñas de que Xesucristo quiso abraza-la prá nosa salvación.

(Desde vuestra enfermedad no sólo sois privilegiados ante la mirada de Dios sino que sois los que mejor podéis pedir y hacer que la juventud del mundo encuentre a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. En un tiempo en el que se oculta la cruz, vosotros, aceptándola sois testimonios de que Jesucristo quiso abrazarla para nuestra salvación).

2. ¡Jóvenes enfermos y minusválidos! Precisamente en el período más bello de la vida, en el que el vigor y el dinamismo constituyen una característica peculiar del hombre, vosotros os encontráis frágiles y sin las fuerzas necesarias para realizar tantas actividades como pueden hacerlo otros muchachos y muchachas de vuestra misma edad.

Efectivamente, tantos coetáneos vuestros han venido hoy caminando hasta el Monte del Gozo, donde nos reuniremos esta tarde. Vosotros no estáis en disposición de hacer caminatas, pero ?podríamos decirlo con una paradoja? habéis llegado antes que nadie al “monte del gozo”. Sí, porque el Calvario, donde Jesús murió y resucitó y donde vosotros estáis con El, es mirado con los ojos de la fe, el monte del gozo, la colina de la alegría perfecta, la cumbre de la esperanza.

3. Yo conozco también ?porque lo he probado en mi persona? el sufrimiento que produce la incapacidad física, la debilidad propia de la enfermedad, la carencia de energías para el trabajo, el no sentirse en forma para desarrollar una vida normal. Pero sé también ?y quisiera hacéroslo ver a vosotros? que ese sufrimiento tiene otra vertiente sublime: da una gran capacidad espiritual, porque el sufrimiento es purificación para uno mismo y para los demás, y si es vivido en la dimensión cristiana puede convertirse en don ofrecido para completar en la propia carne “lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

56 Por esto, el sufrimiento capacita para la santidad, dado que encierra grandes posibilidades apostólicas y tiene un valor salvífico excepcional cuando va unido a los sufrimientos de Cristo.

Es inconmensurable también la fuerza evangelizadora que posee el dolor.Por eso, cuando yo llamo a todos los fieles cristianos a la gran empresa misionera de realizar una nueva evangelización, tengo presente que en primera línea estarán, como evangelizadores de excepción, los enfermos, los jóvenes enfermosTambién los enfermos son enviados como obreros a su viña” Porque “el peso que oprime los miembros del cuerpo y menoscaba la serenidad del alma, lejos de retraerles del trabajar en la viña, los llama a vivir su vocación humana y cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más valiosas” (Christifideles laici
CL 53).

4. En la Carta Apostólica “Salvifici Doloris” he hablado largamente del sentido cristiano del sufrimiento y me he referido a varias de las ideas antes expuestas. Quisiera que esa Carta fuera como una guía para vuestra vida, de forma que contempléis siempre vuestra situación a la luz del Evangelio, fijando la mirada en Jesucristo crucificado, Señor de la vida, Señor de nuestra salud y de nuestras enfermedades, Dueño de nuestros destinos.

Vosotros, ofreciendo al Señor vuestras limitadas fuerzas, sois la riqueza de la Iglesia, la reserva de energías para su tarea evangelizadora. Sois la expresión de una sabiduría inefable, que sólo se aprende en el sufrimiento: “Me estuvo bien el sufrir, ya que así aprendí tus mandamientos” (Ps 119 [118], 71). Con el dolor la vida se hace más hunda, más comprensiva, más humilde, más sincera, más solidaria, más generosa. En la enfermedad entendemos mejor que nuestra existencia es gratuita y que la salud es un inmenso don de Dios.

Vosotros, mis queridos amigos en el dolor, a través del sufrimiento descubriréis más fácilmente, y nos enseñaréis a los demás, a descubrir a Jesucristo “Camino, Verdad y Vida”. Mirad al Señor, Varón de dolores. Centrad vuestra atención en Jesús que joven también como vosotros, con su muerte en la cruz, hizo ver al hombre el valor inestimable de la vida, que conlleva necesariamente la aceptación de la voluntad de Dios Padre.

5. Antes de finalizar este encuentro, quiero dirigirme a todas las personas que, por lazos de sangre o por su profesión sanitaria y de asistencia humana y social, estáis en continuo contacto con nuestros queridos jóvenes enfermos.

Os expreso mi aprecio por la generosidad, y a veces abnegación, con que os esforzáis por crear en torno a éstos, imágenes vivas del Cristo doliente, un ambiente familiar, acogedor y sereno. Vosotros sentís el deber de realizar vuestro trabajo como un verdadero servicio, de hermano a hermano. Sabéis bien que quien sufre no sólo busca un alivio a sus dolencias o limitaciones, sino también al hermano o hermana, capaz de comprender su estado de ánimo y ayudarle a aceptarse a sí mismo y superarse en su vida diaria.

Para ello es fundamental la fe, que os permite entrever en el enfermo el rostro amigo de Cristo. ¿No dijo El: “estaba enfermo y me visitasteis”? (Mt 25,36). En esta dimensión cristiana vuestro servicio, a veces prolongado y fatigoso, tiene un valor inestimable ante la sociedad y, sobre todo, ante el Señor.

A vosotros, queridos enfermos y minusválidos, os bendigo con mi mayor afecto. Y esta misma bendición la extiendo complacido a vuestros seres queridos y a cuantos os atienden y acompañan en el ámbito espiritual, humano y sanitario.






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