Discursos 1988 136


A LOS OBISPOS DE CUBA


EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


Jueves 25 de agosto de 1988

Queridos Hermanos en el episcopado:

1. Al término de esta visita ad Limina quiero expresarles el gozo de haber compartido con Ustedes, Obispos de la Iglesia en Cuba, estos momentos de particular e intensa comunión. En Ustedes he percibido el temple que anima a los católicos cubanos: perseverancia en la fe, esperanza empapada de iniciativas evangelizadoras, caridad abierta a todos.

Son ciertamente complejas las circunstancias en que Ustedes desarrollan el ministerio episcopal. Sin embargo, es de alabar su actitud al trabajar con sereno optimismo, ciñéndose a la realidad que tienen delante y esforzándose en ir superando las dificultades que puedan encontrar. En todo es aconsejable, siempre que sea posible, continuar el camino del diálogo. He ahí un campo donde la Iglesia en Cuba, fiel a su ministerio de reconciliación, debe seguir estando presente, tal como ha sido desde hace mucho tiempo su preocupación y constante empeño. A este respecto, es conocido el celo, la valentía y la cohesión de que han sabido dar prueba para iluminar y guiar a su pueblo cristiano cuando las circunstancias lo han exigido.

Es de desear, pues, que los signos positivos que han surgido en los últimos anos se desarrollen y consoliden ulteriormente, de manera que la Iglesia pueda cumplir libre y cabalmente su misión evangelizadora y emplear todos los medios que para ello se necesitan. Pues hay que reconocer que cuando la Iglesia ha gozado de libertad, su acción evangelizadora ha sido beneficiosa para los pueblos en los que ha arraigado.

2. Las reflexiones que expongo en este encuentro han nacido de la consideración de los planes pastorales que Ustedes llevan a cabo. Ante todo, quiero referirme al Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), que tuvo lugar en febrero de 1986, fruto maduro de la Reflexión Eclesial Cubana, que duró cinco anos y en la que participó toda la Iglesia Católica en Cuba. Este acontecimiento eclesial ha significado ciertamente un paso importante en la vida cristiana de esa Nación, a la vez que constituye el sendero que esa Iglesia local se propone recorrer hacia el año 2000.

El ENEC, al mismo tiempo que establecía un diálogo respetuoso con la cultura y las realidades sociales, lanzaba un vigoroso llamado a la evangelización. Ha sido un “ponerse en camino”, guiados por la fuerza del Espíritu. Esto ha sido posible a partir de una profunda toma de conciencia del ser cristiano y del ineludible compromiso de seguir fielmente a Cristo en la vida de cada día. Este es el llamado que hace la Iglesia extendida en toda América Latina, cuando está ya cercano el V centenario de la evangelización del continente.

Evangelizar hoy en vuestro país hay que entenderlo como un volver a anunciar y proclamar el mensaje de Jesús de Nazaret, encarnándolo en la realidad actual. Al respecto, es consolador saber que la “cruz de la evangelización”, en su peregrinar misionero por tierras cubanas, ha recorrido ya cuatro diócesis, con un gran poder de convocación en todas las comunidades.

Todo esto hará posible que se dé en Cuba “una Iglesia encarnada... que con la libertad de los hijos de Dios, se comprometa a la edificación de la Civilización del Amor en el seno de una cultura mestiza... marcada por el signo de la fe. La Iglesia quiere estar activamente presente en la realidad histórica cubana y latinoamericana con una clara y consecuente vocación de paz” (Documento final del ENEC).

3. Este Encuentro Nacional tenía dos grandes puntos de partida. En primer lugar, quería profundizar la naturaleza misma de la Iglesia en Cuba en su relación con la persona de Jesucristo y su mensaje de salvación. En segundo lugar, quería ser también un instrumento eficaz para servir mejor al pueblo cubano. Todo ello en el marco de la Iglesia que, al celebrar y proclamar su fe, se siente misionera, signo de comunión y encarnada en la realidad cubana. El punto de partida era ciertamente la doctrina del Concilio Vaticano II que, en la constitución dogmática “Lumen gentium”, presenta a la Iglesia como sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (cf. Lumen gentium LG 1).

137 La eclesiología conciliar invita a los Pastores de la Iglesia a orientar su ministerio en crear, hacer madurar y consolidar, en cada hombre y mujer, esa comunión, profunda y personal con Dios. Esto hace posible la unión, así, como la reconciliación de los hombres entre sí, de tal manera que el testimonio cristiano llegue a ser más vivo con repercusiones beneficiosas para la cultura, la sociedad, las relaciones laborales, económicas y sociopolíticas.

Al exhortar al seguimiento fiel de Jesucristo, hay que procurar que la vida de todos los cristianos de Cuba arraigue en una comunión más íntima con Dios. En este sentido, es de alabar que desde el mismo ENEC se haya alentado un mayor espíritu de oración en la Iglesia, así como que se haya promovido también una participación más viva en la liturgia, que tiene como centro el gran sacramento de la Eucaristía. En ésta es donde se realiza la más profunda unidad del Pueblo de Dios en torno a sus Pastores, al participar todos de un mismo pan y de un mismo cáliz (cf. 1Co
1Co 10,17 1Co 12,12). Pues “todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos”(Lumen gentium LG 4).

4. Por otra parte, el magisterio conciliar ha enseñado que la misión evangelizadora no es sólo competencia de los Pastores, sino que es a la vez responsabilidad común de todos los cristianos (cf. Lumen gentium LG 17). Ello significa que el discípulo de Cristo no sólo cree, espera y ama; sino que además, como miembro de la Iglesia, debe llevar a otros a la fe, a la esperanza y a la caridad. De este modo podrá lograrse que la comunión eclesial brote en todas partes: en la vida familiar, en la amistad humana, a partir de cualquier circunstancia normal de la vida de los hombres. Es importante que los fieles no sólo conozcan la doctrina evangélica, sino que además sepan transmitirla, a través de la palabra y del propio testimonio de vida.

Seguir fielmente a Jesucristo implica también la necesaria proyección del Evangelio en todos los ámbitos de la vida humana: en la sociedad y en la cultura, en la economía y en la educación. Ninguna realidad ha sido ajena al plan redentor de Cristo. Por eso es de desear que los fieles cubanos tengan la oportunidad y sepan testimoniar su fe en todos estos ámbitos; que conozcan bien la Doctrina Social de la Iglesia, que arranca de las mismas enseñanzas de Jesús de Nazaret, y que se empeñen en aplicarla con generosidad en su vida personal y comunitaria. En su acción evangelizadora, “es de justicia que la Iglesia pueda en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, ...ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar un juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona” (Gaudium et spes GS 76).

Por otra parte, toda la acción de los fieles cristianos en favor de sus hermanos debe estar orientada por la fidelidad a la Jerarquía. Sin embargo, esto no debe hacer olvidar que las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana no radican en el dominio exterior ejercido con medios humanos, sino en la fe y en la caridad aplicadas a la vida práctica. De manera que, “donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y lugar, la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho, debe crear obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados” (Gaudium et spes GS 42).

5. En la Relación quinquenal que Ustedes han presentado, me ha llamado particularmente la atención el tema de los jóvenes. Conozco el dolor y preocupación de Ustedes al ver que una parte de la juventud es influida por modos de pensar que conducen al goce instintivo y descomprometido, con menoscabo de la dignidad y libertad de la persona. Las consecuencias de esto son de sobra conocidas: una conducta apática, la ausencia de ideales y valores trascendentes, la desidia y un gran vacío interior. Hay que alentar a los jóvenes a que tomen conciencia de estas formas de esclavitud y mostrarles así el camino de vuelta al Padre (cf Lc 15,11-32), con el fin de alcanzar la libertad excelsa de los hijos de Dios, para que puedan asumir su vida entera, comprometiéndola libremente en un amor pleno y enriquecedor. Este sería el modo de enfocar todas las actividades personales, oriéntandolas a la construcción de una vida noble y fecunda en Jesucristo.

Como Obispos de la Iglesia, Ustedes comparten la inquietud generalizada a la vista de la degradación de las familias. Cada día va disminuyendo el debido respeto a la fidelidad conyugal propia del matrimonio indisoluble y se va abriendo camino una pseudocultura que favorece el divorcio, la unión libre, la mentalidad abortista y contraceptiva. Así como es triste contemplar a muchos padres que no se preocupan de educar rectamente a sus hijos.

Ante esto se impone una acción pastoral conjunta donde la Iglesia proponga claramente la vigencia de los valores éticos iluminados por el Evangelio y recuerde a los fieles cristianos cuál debe ser su comportamiento ante la Ley de Dios, así como el deber ineludible de los padres de educar a sus hijos sobre la base de unos sólidos principios cristianos (cf. Familiaris consortio FC 40).

6. En sus planes de evangelización veo que Ustedes han dedicado una atención particular a la pastoral de la religiosidad popular, promoviéndola en sus valores más genuinos. En efecto, se manifiesta un sentido religioso vivo y despierto en amplios sectores del pueblo cubano. La religiosidad popular, purificada en sus motivaciones ajenas al mensaje cristiano y fundamentada en la persona de Cristo, en el culto a la Virgen María y a los Santos, es un terreno muy propicio para la evangelización.

7. Otro aspecto importante de la vitalidad eclesial de Cuba son las vocaciones. En este sentido, es un signo esperanzador que, junto a la llegada de algunos sacerdotes, religiosos y religiosas, estén aflorando nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. La promoción de las vocaciones sacerdotales autóctonas debe constituir una preocupación permanente de los Pastores de América Latina; porque las vocaciones son un indicador elocuente de la vitalidad cristiana de esas comunidades.

Digan a sus seminaristas que el Papa les quiere de manera particular. A ellos les pido que sean fieles, perseverantes, ¡santos! Que no regateen esfuerzos en entregarse enteramente al Señor. La Iglesia espera mucho de ellos: de su fortaleza en la fe, de su testimonio de esperanza, de su caridad pastoral, de su disponibilidad y generosidad.

138 En esta ocasión no puedo menos de recordar la gran figura humana y sacerdotal del Padre Félix Varela, cuyo II centenario del nacimiento están conmemorando y cuya causa de Beatificación se ha iniciado. Todos los sacerdotes necesitan nuevos modelos de heroica caridad pastoral. Estos beneméritos hijos de la Iglesia son como una renovada manifestación de la Providencia, que al cruzarse en nuestro camino nos invitan a que seamos fieles seguidores del Buen Pastor y abnegados servidores de nuestros hermanos.

8. En la perspectiva del III Milenio y del nuevo impulso evangelizador de América Latina, acudimos a María, la Madre del Redentor. Hace pocos días hemos clausurado el Año Mariano, que tantas gracias y favores ha traído sobre el Pueblo de Dios y la humanidad entera. Los fieles cristianos de Cuba se sienten muy unidos bajo el manto maternal de la Virgen en su advocación de la Caridad del Cobre. Que la generosa respuesta de María a la llamada divina les recuerde a cada uno su deber de fidelidad a la Iglesia y a la misión que Dios les ha confiado: la evangelización permanente del pueblo cubano. Para ello cuenten con toda la fuerza de Dios y la intercesión de nuestra Señora.

Al encomendarlos constantemente en la plegaria, que les acompañe también mi Bendición Apostólica, que de corazón les imparto, haciéndola extensiva a todos los que forman parte de la Iglesia de Dios en Cuba.






A LOS OBISPOS DE LA REPÚBLICA DOMINICANA


EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


Sábado 27 de agosto de 1988

Amadísimos Hermanos en el Episcopado:

1. Con profundo gozo les recibo hoy, Pastores del Pueblo de Dios en la República Dominicana, que han venido a Roma para realizar la visita ad limina Apostolorum.Siento cercanos a Ustedes a todos los miembros de sus respectivas comunidades eclesiales, y a ellos dirijo también mi afectuoso pensamiento, asegurándoles con las significativas palabras del Apóstol Pablo que “no ceso de dar gracias por Ustedes recordándoles en mis oraciones, para que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo... les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente” (Ep 1,16 s).

Agradezco, en primer lugar, las amables palabras que, en nombre de todos Ustedes, me ha dirigido Monseñor. Nicolás de Jesús López Rodríguez, como Presidente de ese Episcopado, y deseo reiterarles mi vivo afecto, que extiendo a los queridos sacerdotes, religiosos, religiosas, agentes de pastoral y a todos los fieles de sus diócesis.

2. A través de las Relaciones quinquenales y de los coloquios personales mantenidos, no obstante las peculiaridades concretas que se descubren en ellas, he podido comprobar que la Iglesia en ese país trata de cumplir fielmente su misión de anunciar el mensaje de salvación, a la vez que se esfuerza por dar un impulso renovador a las comunidades locales.

He tenido la oportunidad de conocer el Plan Nacional de Pastoral que, orgánicamente estructurado, Ustedes están llevando a cabo con el fin de “impulsar una Evangelización nueva, capaz de transformar al hombre dominicano, para que como Pueblo de Dios evangelizado y misionero, sea por el anuncio de Cristo vivo y por el testimonio de vida fermento de una sociedad nueva” (Plan Nacional de Pastoral, n. 51).

Conservo un grato recuerdo de mis dos visitas pastorales realizadas a su Nación, a la cual he llamado “el pueblo primogénito de la Fe en América”. En mi segundo viaje tuve el gozo de inaugurar en Santo Domingo la Novena de Años como preparación de las celebraciones del V Centenario de la evangelización de América. La respuesta no se ha hecho esperar, y a todo esto están dedicando Ustedes las mejores energías para que la fe de su querido pueblo sea siempre una fe rejuvenecida. Como recuerdo concreto ha quedado la “Cruz de la Evangelización” que es, a la vez, símbolo manifiesto del primer anuncio de la fe gracias al laudable esfuerzo de los misioneros. Aquella siembra fue echando hondas raíces y produciendo frutos preciosos que han dejado sus huellas en la cultura, en la historia y en la vida de todo el pueblo dominicano.

Sin embargo, la solicitud pastoral impulsa a Ustedes a continuar esa misión, a extenderla y robustecerla, para que la semilla cristiana profundice cada vez más en el pueblo fiel y, elevándolo por encima de lo imperfecto, lo lleve a la madurez de la vida en Cristo.

139 En dicho Plan, seguido con empeño en todas las circunscripciones eclesiásticas del País, han señalado Ustedes cinco objetivos prioritarios, contemplados y atendidos por una loable acción pastoral de conjunto: la familia, los pobres, formación de comunidades, los jóvenes y la pastoral misionera. La realización de estos objetivos es una tarea larga, que exige una dedicación constante, en la que hay que emplear todas las fuerzas eclesiales. Es importante citar aquí la aportación valiosa de los diversos Movimientos laicales, los cuales ofrecen una adecuada formación espiritual y humana a sus miembros. Pero es imprescindible que todos, sin perder de vista su orientación específica, trabajen coordinadamente de acuerdo con las directrices de la Jerarquía.

3. En la comunidad de los creyentes, a los Obispos les está confiada la misión de ser guía de los fieles. Por ello, permítanme que les insista en la necesidad de ser Maestros de la Verdad. De la verdad sobre Cristo, Hijo de Dios y Redentor del género humano; sobre la Iglesia y su real función en el mundo; sobre el hombre, su dignidad, sus exigencias terrenas y a la vez trascendentes. Sé que Ustedes tienen conciencia de este impelente deber pastoral. Les aliento, pues, a proseguir en ese camino para que sus sacerdotes y fieles caminen con alegría por senderos seguros y bien definidos.

Como parte de su actividad de Maestros, presten también atención a la conveniente difusión del pensamiento social de la Iglesia, para que en la sociedad se aprenda a respetar las indeclinables exigencias de la justicia y la equidad que miran a la tutela de las personas, ante todo de las más necesitadas, en las diversas circunstancias de su existencia.

4. Pensando en la necesidad y penuria de sacerdotes que tienen sus diócesis, les aliento a trabajar con todas las fuerzas en la promoción de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Se trata de una cuestión vital para la comunidad cristiana. A este respecto es consolador saber que como fruto de la campaña vocacional emprendida han aumentado notablemente las vocaciones nativas, tanto para el clero diocesano como para la vida religiosa. A ello ha ayudado no poco el que todas las diócesis dispongan ya de un Seminario Menor, que sea verdadero semillero donde germine y madure el “sí” pleno y definitivo a Cristo.

Es preciosa también la ayuda que en la pastoral prestan los diáconos permanentes, los religiosos no sacerdotes, las religiosas y, de modo singular, los Ministros no ordenados, a los que se conoce con el nombre de “Presidentes o Animadores de Asamblea”. Sé que su acción evangelizadora, cuando falta la presencia del sacerdote, posibilita la asistencia en más de 3.000 comunidades, y de este modo la llama de la fe cristiana no sólo no se apaga sino que aumenta su esplendor.

En el esfuerzo que hacen Ustedes por encontrar verdaderos y suficientes ministros de Cristo, preferentemente nacidos en sus ambientes, procuren que el sacerdote tenga clara conciencia de la propia identidad, de acuerdo con la sana tradición y el auténtico magisterio de la Iglesia; que viva intensamente la dimensión vertical de su existencia; que sea el guía y educador en la fe, el padre de todos, especialmente de los pobres, el valeroso servidor de la causa del Evangelio, el auténtico pastor entregado en llevar a todos a Cristo, en liberar radicalmente al hombre de todo lo que le separa de Dios, es decir, del pecado. Viviendo cerca de sus sacerdotes y compartiendo, en un clima de sincera amistad, sus alegrías y dificultades, ayúdenles a permanecer en viva comunión con el Obispo, —“imagen visible del Dio invisible”— para realizar así mejor la acción evangelizadora del pueblo fiel.

5. Sé, por las conversaciones mantenidas personalmente con Ustedes, que uno de los problemas que más les preocupan, como Pastores de la Iglesia de Dios, es la situación de la familia dominicana. Como guías de sus fieles, dediquen especial cuidado a la pastoral familiar. Pongan los medios a su alcance para defender decididamente la familia, “iglesia doméstica”, de los ataques a que se encuentra sometida constantemente por ideologías materialistas y corrientes permisivas que inducen al divorcio, al aborto y a un uso no recto de la sexualidad. Es necesario proponer abiertamente los valores genuinos de la familia y del matrimonio cristiano. Sólo manteniendo esos valores, espirituales y humanos, la familia se podrá consolidar como la célula social básica que es y, a la vez, como “primer ambiente evangelizador”.

Otro punto de vivo interés y de gran importancia para la Iglesia es el de la juventud. En la sociedad latinoamericana prevalece el mundo joven. Por eso los jóvenes deben ocupar, como ya lo están haciendo Ustedes, un lugar primordial. Todos los que tienen una responsabilidad en la Iglesia no pueden permitir que la juventud se aleje de Cristo. Es necesario estar con los jóvenes, ofrecerles ideales altos y nobles, llevarles al descubrimiento personal de Cristo, para su seguimiento total.

Esta labor pastoral debe iniciar ya en la misma escuela, contando con la colaboración y responsabilidad directa de los padres y de los educadores. Sería lamentable que se abandonaran las posibilidades de educar personas completas y darles una formación integral, precisamente en las instituciones educativas de la Iglesia. Es fundamental que éstas estén abiertas cada vez más a todos. Es un importante servicio pastoral y social que la Iglesia puede y debe prestar a la sociedad actual.

6. Queridos Hermanos: Que este encuentro confirme y consolide a la vez su unión mutua y su labor evangelizadora como Obispos y Pastores de la Iglesia en ese País. Así toda la actuación pastoral ganará en intensidad y eficacia, lo cual redundará en beneficio de sus comunidades eclesiales. Por ellas hemos pedido al Señor en la Eucaristía de esta mañana, para que crezcan en el conocimiento y en la fidelidad a Cristo.

Todo lo ponemos bajo la protección maternal de la Santísima Virgen a la que el pueblo dominicano se dirige especialmente bajo las advocaciones de la Virgen de la Merced y de Nuestra Señora de la Altagracia. Me complace saber que durante el Año Mariano que se acaba de clausurar se han tenido muchas manifestaciones religiosas que han congregado al pueblo fiel en torno a su Madre.

140 Quiera Dios que el renovado empeño de Ustedes y la eficaz colaboración de los sacerdotes y de todos los agentes de pastoral hagan disponibles las fuerzas necesarias para un fiel y continuado servicio a la Iglesia y al hombre dominicano. En esta hermosa tarea pastoral les acompaño con mi plegaria a la vez que les imparto con afecto mi Bendición Apostólica.





                                                                                  Octubre de 1988



VISITA PASTORAL A LA TIERRA DE SAN JUAN BOSCO


A LOS EDUCADORES REUNIDOS EN LA CATEDRAL DE TURÍN


Domingo 4 de octubre de 1988




Queridísimos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Estoy particularmente contento de encontrarme entre vosotros en esta estupenda catedral de Turín, en la que se simboliza y realiza la unidad de esta arquidiócesis, muy querida para mí. En efecto, es muy rica en historia y fidelidad, laboriosidad y generosidad en favor del Evangelio, rica en fe y testimonio de amor en el heroico seguimiento de Cristo y en el servicio desinteresado hacia todos los hermanos, pero sobre todo hacia los más pobres y necesitados.

Quiero dar las gracias a vuestro portavoz, que ha presentado la historia y la realidad de la educación en Turín, famosa por los nombres de muchos educadores, sobre todo de San Juan Bosco, y que ha presentado una y otra cosa de forma tan real y concreta.

Considero privilegiado este encuentro con vosotros, queridos educadores comprometidos en el mundo de la escuela; lo considero privilegiado porque realizáis una de las tareas más importantes y delicadas para el futuro de la Iglesia y de la sociedad.

Este encuentro se encuadra en la celebración del primer centenario de la muerte de San Juan Bosco, "padre y maestro de la juventud", "misionero de los jóvenes" (Mensaje de apertura del capítulo general, 10 de enero de 1984). Celebrar un centenario es un acontecimiento profundamente significativo. Significa custodiar una preciosa herencia histórica y espiritual y poseer la gracia de hacerla reflorecer. Es una invitación a reunirnos para mirar y profundizar la trayectoria de un hombre que, inspirado e iluminado por Cristo, supo vivir y difundir con claridad el contenido y la praxis de un nuevo estilo de vida, vivido a la luz del Evangelio.

A cien años de distancia, la Iglesia quiere volver a expresar el testimonio y la fuerza de la fe de Don Bosco en el valor de la educación como servicio urgente e improrrogable para superar el drama de la ruptura entre el Evangelio y la cultura (Evangelii nuntiandi EN 20).

2. He venido hoy aquí entre vosotros para manifestar mi apasionada predilección por la juventud, para reafirmar, como tuve ocasión de señalar ante los miembros de la UNESCO, que, "la primera y especial tarea de la cultura en general, y también de toda cultura es la educación. La educación consiste, en efecto en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda 'ser' más y no sólo que pueda 'tener' más, y que, en consecuencia, a través de todo lo que 'tiene', todo lo que 'posee', sepa 'ser' más plenamente hombre" (Alocución a la UNESCO, 2 de junio, 1980, n. 11; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de junio, 1980, pág. 12).

¡Si, estoy aquí para deciros que seáis cada vez más conscientes de la misión que os han confiado los padres en orden a la educación de sus hijos! Ellos han depositado su confianza en vosotros. La Iglesia, por otra parte, os considera como cooperadores suyos en la formación de los jóvenes y constructores de la dignidad de la persona.

141 Os corresponde ofrecer a los jóvenes estudiantes la verdad sobre el hombre y enseñarles a analizar los nuevos conocimientos. Pocos retos son tan estimulantes como la instrucción, sobre todo la que se imparte en la hora de religión, y pocos tan difíciles por la sabiduría y creatividad profética que le son requeridas.

3. Como educadores y trabajadores de la escuela, experimentáis las ambigüedades y graves conflictos que caracterizan a la sociedad actual. Como ya observé en la carta para el centenario "la situación juvenil del mundo actual —al siglo de la muerte del Santo— es muy distinta y, como saben educadores y Pastores, presenta condiciones y aspectos multiformes" (Iuvenum Patris, 6).

Las profundas y numerosas mutaciones científicas y teológicas que continúan marcando nuestra época han roto la estabilidad, con todas las ventajas e inconvenientes que presenta. En el corto espacio de una generación hemos podido ver cambios enormes en los valores sociales y en las situaciones económicas. La crisis que estamos afrontando es la crisis del hombre rasgado por su contexto y relaciones.

Aunque "no faltan hoy día, entre los jóvenes de todo el mundo, grupos auténticamente sensibles a los valores del espíritu, deseosos de ayuda y apoyo en la maduración de su personalidad" (Iuvenum Patris, 6), sin embargo no les son ajenas las ambigüedades, las antinomias y contradicciones que se manifiestan, especialmente cuando los jóvenes se encuentran hundidos, amenazados y a menudo aplastados por un universo amorfo, unidimensional y deshumanizante y cuando los valores del Evangelio parecen quizá aplastados por la pobreza extendida a todos los niveles, por el exceso de informaciones contradictorias y sin escala de valores, por la falta de sentido de la vida y por la angustia de las incertidumbres del futuro, por la carencia de ideales, por un cierto "dejarse llevar" que puede llegar a la criminalidad y al consumismo perjudicial hasta el punto de corroer el amor y esterilizar la vida.

A este complejo cuadro que condiciona no poco a la juventud, se añade la crisis de la escuela, la cual sufre a menudo por la carencia de valores que ofrecer a los jóvenes y es infecunda para generar sabiduría y cultura; y la crisis de la familia en la que tal vez el amor es sofocado.

¡He aquí un desafío que requiere un compromiso urgente en la tarea educadora!

Como maestros y formadores debéis tratar de afrontar con inteligencia creativa estos cambios, que son la situación diaria de vuestro servicio profesional y el ámbito de vuestro testimonio cristiano.

4. En este mundo contemporáneo, Cristo quiere estar de nuevo presente con toda la fuerza desbordante de su misterio de amor. Quiere salir al encuentro del hombre de hoy, mediante maestros y formadores que sean verdaderos educadores, enriquecidos por una fuerte predilección hacia los jóvenes, sacada de Cristo que posee la verdad sobre el hombre, y dotados de una gran sabiduría para humanizar todos los nuevos descubrimientos (cf. Familiaris consortio
FC 8) y para restaurar la armonía de la persona.

El mundo hoy necesita, por su parte, maestros dotados de un pensamiento fuerte que pueda conducir al hombre a su puesto originario y, por otra, formadores ricos en creatividad para superar la creciente distancia entre la civilización humana y la fe cristiana, y restablecer la alianza entre ciencia y sabiduría (cf. Familiaris consortio FC 8). Hará falta enriquecer al mismo tiempo el saber, incitar a la acción solidaria y resucitar la vida interior.

Por tanto, se hace necesario recuperar la conciencia del primado de las verdades y valores perennes de la persona humana en cuanto tal: afrontar con firmeza el desafío de dar una educación que en sus programas atienda más al hombre y a la dignidad de su persona que a las cosas, más a la búsqueda de la sabiduría que a la materia.

Es necesario que los jóvenes de vuestras escuelas aprendan a elevarse. Asaltados por un movimiento cada vez más rápido de estímulos externos, ¿cómo es posible salvar la facultad de la concentración y la maduración silenciosa de la fe? ¿Cómo iluminar las conciencias? ¿Cómo enseñar a dialogar consigo mismos? ¿Cómo pensar en la propia dignidad y en la de los otros? ¿Cómo cultivar todavía el sentido de la admiración y de la atención que son, en definitiva, la posibilidad de que disponemos para amar en profundidad, con entrega y renuncia de sí? Para todo esto, es necesario reafirmar con Don Bosco la convicción de que en todo joven hay energías de bien y cualidades interiores que, si se estimulan oportunamente, pueden dar al hombre la sabiduría.

142 5. A este propósito, un aspecto fundamental de vuestra misión es el de guiar a los jóvenes a Cristo.

Cristo es el punto de referencia constante del maestro cristiano. Sólo Jesucristo es la respuesta adecuada y última a la pregunta suprema sobre el sentido de la vida y de la historia. Pero no basta decirlo con palabras.

Vuestros alumnos deben percibir en el testimonio de vuestra vida que el hombre no tiene sentido fuera de Cristo; que Cristo es vuestra opción suprema y el núcleo central de todas vuestras iniciativas. Enseñar no significa solamente transmitir los conocimientos que poseéis, sino también revelar lo que sois, viviendo lo que la fe os inspira.

Darse a los jóvenes y partir desde ellos significa precisamente hacerse capaces de leer las condiciones de esta sociedad, teniendo en cuenta el justo punto de vista de ellos, y expresar el malestar que han generado una cultura y una sociedad que en vez de dedicarse a acogerlos se concentra sobre intereses marginales. ¡Partid desde los jóvenes! Ahí está vuestro campo de misión y vuestro laboratorio de cultura más precioso. ¡Sed misioneros de los jóvenes! ¡Id hacia su corazón! ¡Descended a su intimidad espiritual! Tocaréis allí el fondo auténtico de una personalidad que se siente provocada a salir de sí misma, de su propia medida, de sus propios proyectos, para abrirse a la realidad trascendente de un gran destino. Tratad de mirar a los jóvenes con los mismos ojos de Cristo. Aun con la conciencia de los defectos propios de los jóvenes tened la convicción de que el Evangelio, si se siembra en el interior del proceso de su formación humana, les puede conducir a comprometerse generosamente en la vida.

¡Por esto, privilegiad la hora de religión! Dadle prioridad en vuestros cuidados. En ella los jóvenes han de poder encontrar a Cristo y su Evangelio y sentir toda la fascinación de su persona.

6. Hoy los jóvenes son atraídos por reclamos que les llegan del mundo. Pero también están deseosos de encontrar valores sólidos y perdurables que puedan dar sentido y orientación a sus vidas. El mensaje salvífico del Evangelio deberá decirles dónde pueden encontrar este apoyo y la justa dirección a lo largo del proceso educativo. Cierto que esta misión es comprometida. Requiere de vosotros un doble sentido de responsabilidad: enderezar la conciencia y la experiencia del joven hacia el misterio de Cristo y mostraros vosotros, al mismo tiempo, como verdaderos forjadores de hombres, dotados de un alto sentido de espiritualidad.

Esta capacidad de dirigir la mirada a Cristo y este sentido espiritual son el resorte escondido de toda educación y cultura. En esta línea la enseñanza podrá, al mismo tiempo, cultivar el pensamiento, enriquecer la acción y promover la vida interior.

7. Don Bosco es un educador santo que "propone la santidad como meta concreta de su pedagogía" (Iuvenum Patris, 5). "Precisamente tal intercambio entre 'educación' y 'santidad' es un aspecto característico de su figura: es 'educador santo', se inspira en un 'modelo santo' —San Francisco de Sales—, es discípulo de un 'maestro espiritual santo' —José Cafasso— y entre sus jóvenes sabe formar un 'alumno santo': Santo Domingo Savio" (Iuvenum Patris, 5).

¡Qué gran exigencia la del educador para poder convencer a cada uno de sus discípulos de que están llamados a la santidad! Preocupaos, pues, de hacer también visible el Evangelio en vuestra vida cotidiana. Sólo así podréis tener un influjo evangélico que implique a los alumnos a los que instruís.

Es necesario hoy reproponer el gran tema de la santidad. Los objetivos específicos de la educación cristiana que nos traza el Concilio Vaticano II van en esta dirección. Son un verdadero reto y describen con claridad la delicada labor educativa: "La educación cristiana... busca sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad (cf. Jn
Jn 4,23), ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad (Ep 4,22-24) y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo (cf. Ef Ep 4,13) y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Místico" (Gravissimum educationis GE 2).

No puedo menos que recordar con profunda gratitud a todos aquellos educadores, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos cualificados que, afrontando y superando los no siempre fáciles problemas, saben hacer incisiva y provechosa su función educadora.

143 Doy las gracias a los que de ellos están aquí presentes. Al saludarlos cordialmente trato de expresar mi aliento para esta iniciativa que mira a un renovado compromiso.

La Iglesia atribuye constancia fundamental a la escuela católica. No existen, hoy, formas alternativas que puedan sustituir con eficacia la cualidad de una educación orientada hacia la plenitud de la vida cristiana, como debería ofrecer una escuela católica preocupada de traducir en acto las propias finalidades específicas; o sea, ser un verdadero laboratorio de cultura que se inspira en el Evangelio para un camino como cristianos en el mundo de hoy.

De cara a un ambiente pobre en relaciones, la escuela católica transmite y refuerza el sentido de la comunidad, de la preocupación social y de la solidaridad universal. Su finalidad, bebiendo continuamente en las fuentes del misterio de Cristo, es preparar a los jóvenes para sentirse protagonistas de la salvación humana, comprometiéndose concretamente con dinamismo apostólico, según su propio estado, a las exigencias de las situaciones. El renovado servicio de la escueta católica, hoy más que nunca, es liberar a los jóvenes del materialismo invasor y del hedonismo obsesivo, para guiarlos con bondad y firmeza hacia las cimas de la verdad plena y del amor oblativo.

8. También hago una llamada sobre todo a los padres, que son los primeros educadores y maestros de sus hijos. ¡Para todos es conocida la importancia que tuvo mamá Margarita en la vida de San Juan Bosco! No sólo dejó en el oratorio de Valdocco aquel característico "espíritu de familia" que todavía subsiste hoy, sino que supo forjar el corazón de Juanito en aquella bondad y cariño que harán de él amigo y padre de sus jóvenes pobres.

Ha llegado ya el tiempo de las asociaciones de padres cristianos. Ellas llevan a la amistad entre las familias y con los educadores y ayudan a los padres a comprender mejor los actuales cambios socio-culturales, así como a utilizar los métodos educativos más apropiados.

Queridos educadores y padres: la educación cristiana de las nuevas generaciones está en buena parte en vuestras manos. ¡Sed conscientes de ello!

El Señor os invita a reconocer la urgencia primaria de la formación de los jóvenes.

Que os asista María Santísima, vuestra Madre y Guía; que os ilumine con materna intercesión para transmitir la verdad y ser maestros de bondad y de valiente testimonio de fe. Que también os acompañe la bendición que nosotros, pobres Pastores de la Iglesia, queremos ofreceros al final de este encuentro. Gracias por vuestra buena acogida. Siempre me he sentido, como obispo, un educador entre los demás educadores. Y los grupos con los que tenía más contacto en las visitas pastorales a las parroquias eran siempre de educadores. Venían espontáneamente, a pesar de las prohibiciones, prohibiciones que venían de la ideología administrativa. Se veía que la educación es superior a una ideología que querría solamente reducir todo a la administración: la educación no se reduce a la administración. No querría disminuir la importancia de la parte administrativa también en la educación; pero quiero decir que la educación es siempre la prolongación de la paternidad y la maternidad. Y así, está ligada a la familia y ligada a Dios Padre. ¿Qué es la Sagrada Escritura? Un gran libro de la educación de la humanidad, de cómo Dios Padre ha sabido educar a la humanidad, a través de las diversas etapas, las conocidas por la Revelación, y por fin a través de la Encarnación de su Hijo. ¡Esto es, recemos a este Padre, el primer Educador de todos nosotros!






Discursos 1988 136