Discursos 1988 159


A LOS PARTICIPANTES EN EL II CONGRESO INTERNACIONAL


DE TEOLOGÍA MORAL


Sábado 12 de noviembre de 1988



1. Con vivo gozo os dirijo mi saludo, ilustres profesores, y todos los que habéis participado en el Congreso internacional de teología moral, que ahora concluye. Mi saludo se extiende al señor cardenal Hans Hermann Groër, arzobispo de Viena, y a los representantes de los Caballeros de Colón, que con su ayuda generosa han hecho posible la celebración del Congreso. Una palabra de complacencia también para el Instituto de Estudios sobre matrimonio y familia de la Pontificia Universidad Lateranense y al Centro Académico Romano de la Santa Cruz, que lo han promovido y realizado.

El tema del que habéis hablado en estos días, queridos hermanos, estimulando vuestra profunda reflexión, ha sido la Encíclica Humanae vitae, con la compleja red de problemas que están relacionados con ella.

Como sabéis, en los días pasados se ha realizado una asamblea organizada por el Pontificio Consejo para la Familia, en el que han participado, representando a las Conferencias Episcopales de todo el mundo: los obispos responsables de la pastoral familiar en las respectivas naciones. Esta coincidencia, no casual, me ofrece de inmediato la oportunidad de subrayar la importancia de la colaboración entre los Pastores y los teólogos y, más en general, entre los Pastores y el mundo de la ciencia, con el fin de asegurar un apoyo eficaz y adecuado para los esposos comprometidos en la realización dentro de su vida, del proyecto divino sobre el matrimonio.

Todos conocéis la explícita invitación que se hace en la Encíclica, Humanae vitae a todos los hombres de ciencia, y de modo especial a los científicos católicos, para que, mediante sus estudios, contribuyan a aclarar cada vez mas a fondo las diversas condiciones que favorecen una honesta regulación de la procreación humana (cf. n. 24). También yo he renovado esta invitación en diversas circunstancias, pues estoy convencido de que el trabajo interdisciplinar es indispensable para una adecuada aproximación a la compleja problemática referente a este delicado sector.

2. La segunda oportunidad que se me ofrece es la de testificar los alentadores resultados ya alcanzados por los muchos estudiosos que, en el curso de estos años, han hecho progresar la investigación en esta materia. Gracias también a su aportación ha sido posible sacar a la luz la riqueza de verdad, y más aún, el valor iluminador y casi profético de la Encíclica paulina, hacia la que dirigen su atención, con creciente interés, personas de los más diversos estratos culturales.

Incluso es posible constatar indicios de replanteamiento en los sectores del mundo católico, que inicialmente fueron un poco críticos respecto a este importante documento. En efecto, el progreso en la reflexión bíblica y antropológica ha permitido aclarar mejor las premisas y significados de la Humanae vitae.

Hay que recordar, en particular, el testimonio que ofrecieron los obispos en el Sínodo de 1980: ellos, «en la unidad de la fe con el Sucesor de Pedro», escribían que hay que mantener firmemente «lo que ha sido propuesto en el Concilio Vaticano II (cf. Gaudium et spes GS 50) y después de la Encíclica Humanae vitae, y en concreto, que el amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a una nueva vida (Humanae vitae HV 11 y cf. 9 y 12)» (Propositio, 22).

Este testimonio lo recogí, posteriormente, en la Exhortación post-sinodal Familiaris consortio, volviendo a proponer, en el contexto más amplio de la vocación y de la misión de la familia. La perspectiva antropológica y moral de la Humanae vitae, así como la consiguiente norma ética que se debe deducir para la vida de los esposos.

3. No se trata, efectivamente, de una doctrina inventada por el hombre: ha sido inscrita por la mano creadora de Dios en la misma naturaleza de la persona humana y ha sido confirmada por Él en la Revelación. Ponerla en discusión, por tanto, equivale a refutar a Dios mismo la obediencia de nuestra inteligencia. Equivale a preferir el resplandor de nuestra razón a la luz de la Sabiduría Divina, cayendo, así, en la oscuridad del error y acabando por hacer mella en otros puntos fundamentales de la doctrina cristiana.

160 Es necesario recordar, al respecto, que el conjunto de las verdades, confiadas al ministerio de la predicación de la Iglesia, constituye un todo unitario, casi una especie de sinfonía, en la que cada verdad se integra armoniosamente con las demás. Los veinte años transcurridos han demostrado, al contrario, esta íntima consonancia: la vacilación o la duda respecto la norma moral, enseñada en la Humanae vitae, ha afectado también a otras verdades fundamentales de razón y de fe. Sé que este hecho ha sido objeto de atenta consideración durante vuestro Congreso, y sobre él quisiera ahora atraer vuestra atención.

4. Como enseña el Concilio Vaticano II, "in imo conscientiae legem homo detegit, quam ipse sibi non dat, sed cui oboedire debet... Nam homo legem in corde suo a Deo inscriptam habet, cui parere ipsa dignitas eius est et secundum quam ipse iudicabitur" ("En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer... Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente") (Gaudium et spes
GS 16).

Durante estos años, como consecuencia de la contestación a la Humanae vitae, se ha puesto en discusión la misma doctrina cristiana de la conciencia moral, aceptando la idea de conciencia creadora de la norma moral. De esta forma se ha roto radicalmente el vínculo de obediencia a la santa voluntad del Creador, en la que se funda la misma dignidad del hombre. La conciencia es, efectivamente, el "lugar" en el que el hombre es iluminado por una luz que no deriva de su razón creada y siempre falible, sino de la Sabiduría misma del Verbo, en la que todo ha sido creado. "Conscientia" —escribe también admirablemente el Vaticano II— "est nucleus secretissimus atque sacrarium hominis, in quo solus est cum Deo, cuius vox resonat in intimo eius" ("La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella.")(Gaudium et spes GS 16)

De aquí se derivan algunas consecuencias, que conviene subrayar.

Ya que el Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo el Señor para iluminar la conciencia, apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica del Magisterio y de la conciencia moral. Hablar de la inviolable dignidad de la conciencia sin ulteriores especificaciones, conlleva el riesgo de graves errores. De hecho, es muy diversa la situación de la persona que, después de haber puesto en acto todos los medios a su disposición en la búsqueda de la verdad, incurre en un error, de aquella que, en cambio, o por mera aquiescencia a la opinión pública mayoritaria, a menudo creada intencionadamente por los poderes del mundo o por negligencia, se preocupa poco por descubrir la verdad. El Vaticano II nos lo recuerda con su clara enseñanza, "Non raro tamen evebit ex ignorantia invincibili conscientiam errare, quin inde suam dignitatem amittat. Quod autem dici nequit cum homo de vero et bono inquirendo parum curat, et conscientia ex peccati consuetudine paulatim fere obcaecatur. ("No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien, y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado".) (Gaudium et spes GS 16).

Entre los medios que el amor redentor de Cristo ha dispuesto para evitar este peligro de error, se encuentra el Magisterio de la Iglesia: en su nombre, posee una verdadera y propia autoridad de enseñanza. Por tanto, no se puede decir que un fiel ha realizado una diligente búsqueda de la verdad, si no tiene en cuenta lo que el Magisterio enseña: si, equiparándolo a cualquier otra fuente de conocimiento, él se constituye en su juez: si, en la duda, sigue más bien su propia opinión o la de los teólogos, prefiriéndola a la enseñanza cierta del Magisterio.

Así, pues, al hablar en esta situación, de dignidad de la conciencia sin añadir nada más, no responde a cuanto enseña el Vaticano II y toda la Tradición de la Iglesia.

5. Estrechamente unido al tema de la conciencia moral, se encuentra el tema de la fuerza vinculante propia de la norma moral, que enseña la Humanae vitae.

Pablo VI, calificando el hecho de la contracepción como intrínsecamente ilícito, ha querido enseñar que la norma moral no admite excepciones: nunca una circunstancia personal o social ha podido, ni puede, ni podrá, convertir un acto así en un acto ordenado de por sí. La existencia de normas particulares con relación al actuar intra-mundano del hombre, dotado de una fuerza tal que obligan a excluir, siempre y sea como fuere, la posibilidad de excepciones, es una enseñanza constante de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia que el teólogo católico no puede poner en discusión.

Aquí tocamos un punto central de la doctrina cristiana referente a Dios y el hombre. Mirándolo bien, lo que se pone en cuestión, al rechazar esta enseñanza, es la idea misma de la santidad de Dios. Él, al predestinarnos a ser santos e inmaculados ante Él, nos ha creado "in Christo Iesu in operibus bonis, quae preparavit..., ut in illis ambulemus" ("en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos".) (Ep 2,10): estas normas morales son, simplemente, la exigencia, de la que ninguna circunstancia histórica puede dispensar, de la santidad de Dios en la que participa en concreto, no ya en abstracto, cada persona humana.

Además, esta negación hace vana la cruz de Cristo (cf. 1Co 1,17). El Verbo, al encarnarse ha entrada plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos, muriendo por nuestros pecados, nos ha re-creado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intra-mundana.

161 Y aún más: esa negación implica, como consecuencia lógica, que no existe ninguna verdad del hombre que se sustraiga al flujo del devenir histórico. La desvirtualización del misterio de Dios, como siempre, acaba en la desvirtualización del misterio del hombre, y el no reconocer los derechos de Dios, como siempre, acaba en la negación de la dignidad del hombre.

6. El Señor nos concede celebrar este aniversario para que cada uno se examine delante de Él, con el fin de comprometerse en adelante —según la propio responsabilidad eclesial— a defender y profundizar la verdad ética que enseña la Humanae vitae.

La responsabilidad que pesa sobre vosotros en este campo, queridos profesores de teología moral, es grande. ¿Quién puede medir el influjo que vuestra enseñanza ejerce tanto en la formación de la conciencia de los fieles como en la formación de los futuros Pastores de la Iglesia? En el curso de estos años, desgraciadamente, no han faltado, por parte de un cierto número de docentes, formas de abierto disenso respecto a cuanto ha enseñado Pablo VI en su Encíclica.

La celebración de este aniversario puede ofrecer el punto de arranque para un valeroso replanteamiento de las razones que han llevado a estos estudiosos a asumir tales posiciones. Entonces se descubrirá. Probablemente, que en la raíz de la "oposición" a la Humanae vitae hay una errónea, o al menos insuficiente, comprensión de los fundamentos mismos sobre los que se apoya la teología moral. La aceptación crítica de los postulados propios de algunas orientaciones filosóficas, y la "utilización" unilateral de los datos que ofrece la ciencia, pueden haber apartado del camino, a pesar de las buenas intenciones, a alumnos intérpretes del documento pontificio. Es necesario, por parte de todos, un esfuerzo generoso para aclarar mejor los principios fundamentales de la teología moral, teniendo cuidado —como ha recomendado el Concilio— de que "su exposición científica, nutrida con mayor intensidad de la doctrina de la Sagrada Escritura, muestre la excelencia de la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos en la caridad para la vida del mundo» (Optatam totius
OT 16).

7. En este esfuerzo, un notable impulso puede proceder del Pontificio Instituto para los estudios sobre el matrimonio y la familia, cuyo fin es precisamente el mostrar "siempre con más claridad, utilizando un método científico, la verdad del matrimonio y de la familia", y ofrecer la posibilidad a los laicos, religiosos y sacerdotes, de "conseguir en este campo una formación científica tanto filosófico-teológica como en las ciencias humanas», que los haga idóneos para actuar con eficacia al servicio de la pastoral familiar (cf. Const. Ap. Magnum matrimonii, 3).

Además, si se quiere que la problemática moral, relacionada con la Humanae vitae y con la Familiaris consortio, encuentre su justo lugar en el importante sector del trabajo y de la misión de la Iglesia, que es la pastoral familiar, y suscite la respuesta responsable de los mismos laicos como protagonistas de una acción eclesial que les afecta tan de cerca, es necesario que institutos como éste se multipliquen en los diversos países: sólo de esta forma será posible hacer progresar la profundización doctrinal de la verdad y predisponer las iniciativas de orden pastoral en forma adecuada a las exigencias que surgen en los diversos ambientes culturales y humanos.

Es necesario, sobre todo, que la enseñanza de la teología moral, en los seminarios y en los institutos de formación, esté conforme con las directrices del Magisterio, de modo que surjan ministros de Dios, que "hablen del mismo modo" (Humanae vitae HV 28), sin disminuir "en nada la saludable doctrina de Cristo" (Humanae vitae HV 29). Se apela aquí al sentido de responsabilidad de los profesores, que deben ser los primeros en dar a sus alumnos el ejemplo de "un obsequio leal, interna y externamente, al Magisterio de la Iglesia" (Humanae vitae HV 28).

8. Viendo tantos jóvenes estudiantes —sacerdotes y no sacerdotes— presentes en este encuentro, quiero concluir dirigiéndoles un particular saludo.

Uno de los profundos conocedores del corazón humano, San Agustín, escribió: "Haec est libertas nostra, cum isti subdimur veritati" (De libero arbitrio, 2, 13, 37). Buscad siempre la verdad: venerad la verdad descubierta, obedeced a la verdad. No existe el gozo fuera de esta búsqueda, de esta veneración, de esta obediencia.

En esta admirable aventura de vuestro espíritu, la Iglesia no es un obstáculo: al contrario es una ayuda. Alejándoos de su Magisterio, os exponéis a la vanidad del error y a la esclavitud de las opiniones: aparentemente fuertes, pero en realidad frágiles, pues sólo la Verdad del Señor permanece eternamente.

Invocando la asistencia divina sobre vuestro noble esfuerzo de buscadores y apóstoles de la verdad, imparto a todos, de corazón, mi bendición.









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL V CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL DE ECUADOR




Señor Cardenal,
162 Queridos Obispos del Ecuador,
Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Lleno de gozo y esperanza deseo unirme espiritualmente a todos vosotros con motivo del V Congreso Eucarístico Nacional que, bajo el lema “Con María a Cristo, Pan bajado del cielo”, ve reunidos en Guayaquil a los amados hijos e hijas de la Iglesia en el Ecuador para compartir la fe común en la Eucaristía y reforzar los lazos de caridad entre los miembros del Cuerpo Místico de Cristo.

Desde Roma, sede del Apóstol Pedro y centro de la catolicidad, envío un saludo entrañable y afectuoso a todos los ecuatorianos: “Que la gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo” (
Ga 1,3).

En esta solemne ocasión, deseo también hacerme presente de un modo particular en la persona del Señor Cardenal Eduardo Martínez Somalo, mi Enviado Especial para este Congreso Eucarístico.

Vienen a mi memoria les intensas jornadas que viví en Quito, Latacunga, Cuenca y Guayaquil durante mi viaje apostólico a esa amada Nación y, de nuevo, doy gracias a Dios por haber hecho posibles aquellos entrañables encuentros con los Pastores y el pueblo fiel ecuatoriano, que con tanto cariño y solicitud expresó su cercanía y comunión con el Sucesor de Pedro, poniendo una vez más de manifiesto el alma generosa y noble de los hijos de esa bendita tierra.

2. El Congreso Eucarístico Nacional ha de ser un fuerte llamado a reavivar los valores cristianos que han forjado la identidad de vuestra Nación a través de la historia. Guayaquil se convierte en esta ocasión en un nuevo Cenáculo, en el que el Pueblo de Dios se congrega para cantar y reafirmar la fe de la Iglesia en el Santísimo Sacramento.

La Eucaristía es por excelencia el Sacramento de nuestra fe, pues en ella se contiene, se ofrece y se recibe a Nuestro Señor Jesucristo, perpetuándose el memorial de su muerte y resurrección. Por ello la Iglesia de todos los tiempos ha proclamado que este banquete y sacrificio es el culmen y la fuente de todo culto y de toda vida cristiana (cf. Lumen gentium LG 11). Bajo las especies sacramentales de pan y vino, Jesús está realmente presente con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

En el Pan bajado del cielo adoramos al Hijo de Dios, “nacido de mujer” (Ga 4,4), nacido de María, quien por obra del Espíritu Santo concibió en su seno y dio a luz un hijo a quien puso por nombre Jesús (cf. Lc Lc 1,31-35). Con razón habéis querido que, en el marco del Año Mariano, la Virgen estuviera particularmente presente en vuestro Congreso Eucarístico Nacional. De esta manera, también la devoción a Nuestra Señora recibirá una nueva vitalidad impulsando una más intensa formación cristiana en los fieles, una más activa participación en la vida litúrgica y caritativa de la Iglesia, y un renovado dinamismo apostólico.

3. La comunión del cuerpo y sangre de Cristo entraña unas exigencias inderogables que han de traducirse en un decidido compromiso cristiano que inspire la vida del individuo, de la familia, de la sociedad.

En la medida en que el fiel cristiano, en lo profundo de su corazón, esté abierto a la presencia de Jesús Eucaristía, será capaz de anunciar a los demás la Buena Nueva de salvación.

163 Del mismo modo, la familia, que se ve hoy acosada por peligros e ideologías diversas, podrá hallar en el Pan bajado del cielo el sostén que la mantenga unida y en defensa de la vida frente a todas las fuerzas que pretenden sembrar desolación y muerte.

Por su parte, la comunidad, que en torno al altar profesa el Misterio de la fe, ha de ser fermento para que los valores morales y éticos sean salvaguardados en la vida social y en la gestión de los poderes públicos, no obstante innegables deficiencias, fruto de egoísmos e intereses contrapuestos.

4. En mi plegaria ante el sagrario pido a Jesús Sacramentado que el Congreso Eucarístico Nacional de Guayaquil marque un hito en la historia de la Iglesia en el Ecuador: Que la confirme como Iglesia comprometida en la nueva evangelización a la que toda América Latina está llamada de cara al V Centenario de la llegada del mensaje salvador al nuevo mundo. Que sea una Iglesia en la que florezcan abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas y que se empeñe decididamente en edificar la civilización de la verdad y la justicia, del amor y de la libertad.

En esta solemne circunstancia os invito a invocar a María para que por su intercesión maternal su divino Hijo derrame abundantes gracias sobre los Pastores y fieles del Ecuador, particularmente sobre aquellos que más lo necesitan: los enfermos, los ancianos, los pobres, los marginados y todos los que sufren.

Con estos fervientes deseos y en prenda de la constante asistencia divina imparto de corazón una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 13 de noviembre de 1988.

IOANNES PAULUS PP. II








                                                                                  Diciembre de 1988




DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS PEREGRINOS CATALANES


Lunes 5 de diciembre de 1988



Senyor Cardenal,
Germans en l’Episcopat,
Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya,
164 Estimats germans i germanes:

1. És per a mi motiu de gran satisfacció trobar-me aquest mati amb tots vosaltres, Pastors i fidels de les diòcesis catalanes, que heu volgut commemorar el Mil·lenari de Catalunya peregrinant als sepulcres dels Apòstols Pere i Pau.

A tots i a cadascú dels aquí presents vull saludar cordialment. Sé que heu vingut a Roma, centre de la Catolicitat, amb el propòsit de renovar la vostra professió de fe, la vostra adhesió a Crist e i a aquesta Seu Apostòlica, per envigorir la saba de les vostres arrels cristianes.

Encara tinc molt viu el record entranyable de les fervents celebracions de fe i amor viscudes a Montserrat i a Barcelona, durant la primera visita pastoral a Espanya, fa sis anys. Llavors vaig tenir l’oportunitat de comprovar la noblesa de l’esperit català, la laboriositat de la seva gent, les manifestacions d’afecte al Successor de Pere.

L'efemèride que esteu commemorant no té que reduir-se simplement al record històric del vostre caminar com a poble. Ha de servir per a prendre consciència, una vegada més, de que el cristianisme ha sigut un element molt important en la conformació de l’identitat de Catalunya en aquestos mil anys de la seva història. Per açò cal assenyalar que l’acció de l’Esglèsia, sobre tot a través de les petites parròquies, ha anat configurant el poble català amb tots els trets propis: culturals, socio-politics i econòmics. Aquesta herència us crida a tots a acréixer les virtuts cíviques, humanes i cristianes que han distingit als fills i filles de Catalunya.

2. En esta circunstancia, deseo exhortaros a todos a renovar

– vuestra fidelidad a Cristo: conociéndole mejor, amándole todavía más, siguiéndole incondicionalmente;

– vuestra fidelidad a la Iglesia, esposa de Cristo, la cual nos da su Palabra y nos distribuye los medios de salvación, convocándonos a formar un pueblo de hermanos, hijos de Dios;

– vuestra fidelidad al hombre, creado a imagen de Dios, cuya dignidad debe ser siempre respetada y sus derechos tutelados.

Con la tenacidad que brota de la virtud de la fortaleza, permaneced fieles a vuestras raíces cristianas, traduciendo vuestra fe en obras que hagan más visible el Evangelio en vuestra sociedad, en vuestras familias, en vuestras propias vidas.

Como tuve ocasión de decir en nuestro inolvidable encuentro en el Nou Camp de Barcelona, también ahora quiero alentaros a que evitéis el espejismo en que se puede caer cuando se quiere cambiar la sociedad “cambiando sólo las estructuras externas o buscando únicamente la satisfacción de las necesidades materiales del hombre”. Por el contrario, es necesario “empezar por cambiarle a si mismo; por renovarse moralmente; por destruir las raíces del egoísmo y del pecado que anida en cada corazón” (Homilía de la Misa celebrada en Barcelona, 7 de noviembre de 1982, n. 5). Fruto de este cambio interior debe ser la solidaridad que hemos de realizar a través de acciones concretas en favor de los pobres y marginados que tenemos a nuestro alrededor.

165 3. Por ello, invito a todas las familias de Cataluña a que, desde el amor, la unidad y la santidad de su vocación, se sumen a la obra de rescatar y preservar los valores cristianos, éticos y humanos que la han configurado en su devenir histórico, y de los que tan necesitada se encuentra la sociedad actual.

Fomentando las virtudes en el seno de vuestras familias, abriréis nuevos caminos y daréis motivos de esperanza a la juventud, que a pesar del permisivismo y el consumo, busca no obstante ideales nobles que den sentido a sus legítimas aspiraciones por un mundo mas justo y fraterno. A los representantes de esa juventud de Cataluña, que en gran número habéis venido a Roma, reitero la invitación que hice a los jóvenes barceloneses con quienes compartí una inolvidable velada el año pasado en Castelgandolfo: “Sed muchachos y muchachas con personalidad propia. No os dejéis engañar por falsos profetas que anuncian una felicidad fácil pero efímera o que predican ideologías abiertas o solapadamente contrarias al Evangelio”.

4. Desitjo acabar aquest encontre dirigint-me a la Mare de Déu de Montserrat, la “Moreneta”, com l’anomeneu familiarment, per a posar sota la seva protecció les intencions dels Bisbes de Catalunya, dels seus sacerdot i de les persones consagrades; les aspiracions d’una vida cristiana mes autèntica en les parròquies i comunitats; els ideals evangèlics dels seglars compromesos; la recta i sana educació de la joventut; les necessitats dels pobres i abandonats; la solitud dels vells; el dolor dels malalts, dels marginats i de tots els qui sofreixen.

Amb tots vosaltres vull repetir la pregària que heu recital amb ocasió d’aquest Mil·lenari: “Vós sou la Mare de tots els homes. Guardeu sobretot les famílies d’aquest poble català: que siguin fogars d’amor i vida, formadores d’aquells homes i dones que la nostra Pàtria i la nostra Església necessiten... Confiem al vostre cor de Mare tots els habitants de Catalunya. Que vivint sempre ben agermanats en el lligam de la caritat i realitzant els valors de l’Evangeli, aconsegueixin d’ordenar la vida social segons el voler de Déu”.

Amb gran afecte us dono a tots la Benedicció Apostòlica.






A LOS REPRESENTANTES DE LA UNIÓN CATÓLICA ITALIANA


DE PROFESORES DE ENSEÑANZA MEDIA


Viernes 9 de diciembre de 1988




1. Este encuentro nuestro con ocasión del XVII Congreso Nacional de la Unión Católica Italiana de Profesores de Enseñanza Media (UCIIM) se une a los tenidos precedentemente con el Sucesor de Pedro, en otros momentos significativos de vuestra historia asociativa, y es signo del valor prioritario que atribuís a la naturaleza eclesial de vuestra Asociación, a la que queréis continuar haciendo honor, mientras perseveráis en vuestro compromiso de servicio a la escuela italiana.

Esta visita vuestra me ofrece la ocasión de saludaros y expresaros mi participación y mi interés por los problemas de la escuela, porque son los problemas de los muchachos y de los jóvenes, de las mujeres y de los hombres del mañana: problemas a los que está unido en gran medida el significado y la calidad de la vida espiritual, cultural y civil en Italia.

Pero están también los problemas de los que, como vosotros, dedican su vida a la escuela con seriedad, convencimiento y continuidad. Hasta tal punto que vuestras vidas se unen profundamente a aquellos que Dios os hace encontrar en los bancos de la escuela.

Estoy convencido, también por mi experiencia personal de profesor, que el tema sobre los jóvenes y el tema sobre los profesores se implican mutuamente.

Al hablaros a vosotros sé que llego a los muchachos y a los jóvenes que son vuestros alumnos. Y si esta palabra tiene algún eco en vosotros, estoy seguro que de vosotros pasará a ellos.

166 Por ello, ésta nace de mi corazón lleno de confianza y quiere servir de consuelo y de estímulo.

2. Vuestra Unión constituye, sin duda, una rica y reconocida concentración de competencia, de iniciativas, de intuiciones educativas, de disponibilidad, y ha merecido, precisamente por esto, la atención de muchos trabajadores de la enseñanza que se dirigen a ella en busca de apoyo para su formación profesional.

Quisiera que los profesores de la Escuela italiana acojan también la dimensión más profunda de la UCIIM: ser un testimonio ofrecido por cristianos en el mundo de la Escuela, con vistas a una auténtica obra educativa y cultural, que sólo puede surgir para un cristiano desde una síntesis viva entre una fuerte experiencia de fe y una creíble y competente profesionalidad.

La tarea que os proponéis es ardua y os llama a una continua revisión de vuestra acción personal y asociativa. Una asociación católica asume su significado y se ilumina desde la experiencia eclesial, de la que es expresión. Por eso deben brillar en ella el sentido y la preocupación por el servicio desinteresado: sólo un principio superior puede servir a la causa de un valor superior, como es el de la instrucción y educación de las nuevas generaciones.

Así aparece como esencial, para la continuidad misma de la Asociación, que se realice en ella la complementariedad entre las personas, en esa perspectiva de intercambio y de servicio recíproco que permite, es más, exige el principio de la solidaridad cristiana.

En particular, esta complementariedad se debe manifestar en la alianza entre las diversas generaciones de profesores para mantener viva y atrayente la tradición asociativa. Esta tarea parece hoy ardua, pero es muy necesaria para constatar con un cierto individualismo entre los profesores y para apoyar y formar a aquellos, y lo son en gran número, que se han incorporado recientemente al mundo de la escuela.

3. No puede faltar entre las funciones de la UCIIM la de iluminar y motivar una idea exacta de escuela, oscurecida algunas veces por discusiones y posiciones reductivas. No es difícil encontrar quien cierra o agota los problemas de la escuela en el ámbito de las metodologías didácticas o de la adquisición de nuevas tecnologías. O quien piensa en la escuela simplemente en función de las exigencias del mercado de trabajo. O quien prevé o persigue una escuela de bajas cotas, falta de valores o de propuestas, con el equívoco de que ésta, queriendo aparecer como escuela de todos, de hecho, corre el riesgo de ser escuela de nadie.

Quiero subrayar, sabiendo que entro en un filón consolidado de vuestra sensibilidad, que la noción más adecuada y comprensiva de escuela es la de escuela-comunidad: es decir, escuela como tarea compartida por los profesores, padres, alumnos, comunidades locales. También las leyes deberán tomar nota de esta nueva conciencia de escuela y poner en marcha las variaciones legislativas y estructurales que le permitan expresarse como tal. Vuelve, por tanto, muy oportuna la reflexión que habéis puesto como tema de vuestro Congreso: "La UCIIM por la calidad y la autonomía de la escuela secundaria".

Es una aportación que dais, junto con otras asociaciones católicas comprometidas en los mismos temas, a una evolución de la escuela italiana que finalmente haga que pueda expresar hasta el fondo su vocación de instrumento primario para la educación de las nuevas generaciones.

Ciertamente, la escuela no puede dar todas las respuestas, y por ello, está llamada a colaborar e integrarse en las demás "escuelas", las demás organizaciones e iniciativas educativas, celosa, sin duda, de su especificidad, pero consciente también de los otros papeles en la educación, sobre todo del que corresponde por derecho primario a los padres.

Sé con cuanto interés defiende la UCIIM la especificidad de la escuela, para que en su interior la cultura tenga el puesto que le compete como factor de una mediación esencial entre la experiencia que vive todo muchacho y las adquisiciones de aquellos que nos han precedido dejando rastros de sí en las maravillosas obras del empeño humano, de la sabiduría, de la bondad y de las virtudes de cada uno en particular y de comunidades enteras.

167 Sólo así la escuela se convierte en el lugar de la asimilación sistemática y crítica del saber, es decir, en un itinerario hacia la plena madurez humana.

A esta afirmación de principios y de valores ha de seguir claramente una acción concreta, intensa, para resolver los problemas más relevantes del sistema escolar.

Entre estos está también la correcta puesta en marcha de la prolongación de la obligatoriedad escolar, que tenga en cuenta también las posibilidades de utilizar a tal fin las instituciones en las que se provee actualmente a la formación profesional.

No es menos importante la revisión de programas y estructuras de las escuelas secundarias superiores, de manera que se adhieran a la perspectiva del futuro y al mismo tiempo sean fieles a las raíces culturales de las que continúa viviendo el pueblo italiano.

Por su parte, la Iglesia prosigue el propio compromiso de promoción y apoyo a las escuelas católicas, para las cuales pide el obligado y concreto reconocimiento del servicio prestado en favor de muchachos y de jóvenes, de las familias y de las comunidades, y con ello, la actuación del principio de la igualdad escolar. Pero también, con solicitud no menor, la Iglesia continúa el compromiso de colaboración con la obra educativa que tiene lugar en las escuelas del estado, particularmente a través de la acción benemérita de los profesores de religión católica y de todos los creyentes que viven y trabajan en la escuela: A ellos se ha de dirigir la atención y la solidaridad de cada comunidad cristiana.

4. Vosotros estáis llamados a conocer y comprender a los jóvenes y su futuro. Estáis en la escuela para afirmar las razones de la verdad y de la caridad.

En vuestro horizonte tienen cabida las razones del humanismo pleno, como posibilidad ofrecida a todo el hombre y a todos los hombres de crecer a la medida de la dignidad, con la que Dios ha honrado a cada mujer y a cada hombre.

A este itinerario de plena humanización, el Evangelio, que testimonian en la escuela los creyentes, lleva su propio, insustituible y original aporte, según la palabra del Concilio: "El fermento evangélico suscitó y suscita en el corazón del hombre esta irrefrenable exigencia de dignidad" (Gaudium et spes
GS 26).

Os animo, por tanto, a alimentar una pasión genuina, resuelta y cristiana por el hombre en su proceso de formación. Ante las dificultades que os encontréis, os pido que seáis perseverantes y que no miréis sólo el efecto inmediato de vuestra obra. Os repito, con convicción, las palabras consoladoras y proféticas del Concilio: "Legítimamente se puede pensar que el futuro de la humanidad está en las manos de aquellos que son capaces de transmitir a las generaciones de mañana razones de vida y de esperanza" (Gaudium et spes GS 31).

En estas palabras se inspira también el deseo que dirijo a todos vosotros, y de modo particular a vuestra Presidenta, al reverendo Consultor Nacional, a los Miembros de Consejo Nacional, a todos los socios de la UCIIM y a cuantos queréis: ¡Sed testigos de vida y de esperanza!

A la felicitación se acompaña la bendición que ahora os imparto de corazón.






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