Discursos 1989 93


A LOS PARTICIPANTES EN EL III CONGRESO INTERNACIONAL


DE LA PASTORAL PARA LOS GITANOS


9 de noviembre de 1989

1. Queridos hermanos y hermanas:


En esto días os habéis interrogado acerca del problema de la vocación y de la misión de los gitanos en el mundo y en el Iglesia.

El asunto es muy importante y actual, e interpela con cierta inquietud a nuestra sociedad humana y cristiana, pues la presencia de estas poblaciones, por lo general nómadas y en todo caso escasamente integradas en la sociedad del trabajo y de cultura, así como los fermentos que las agitan, especialmente los religiosos, exigen una respuesta y un esfuerzo adecuado.

En el marco de la enseñanza de la Iglesia, siempre atenta los problemas del hombre, toda discriminación de los gitano es injusta y chocante, porque se opone claramente a las enseñanzas del Evangelio, para el que todo hombre es hijo de Dios y hermano de Cristo. Por eso, con mucha razón Pablo VI dijo en 1965, en Pomezia, cuando se encontró con ellos con ocasión de su primera peregrinación internacional a la tumba de los Apóstoles: "Vosotros estáis en el corazón de la Iglesia porque sois pobres, porque estáis solos" (Enseñanzas , III, III 1965,0).

Por esto, amadísimos, vuestra responsabilidad y vuestro esfuerzo es grande y meritorio, porque os habéis hecho cargo de las condiciones de vida y de las preocupaciones de la gente que viaja. Más aún, quisiera decir que todos tenemos mucho que aprender en contacto con ellos, pues han sufrido mucho y con frecuencia sufren aún a causa de privaciones, inseguridad y persecuciones, y precisamente por esto tienen mucho que decir; su sabiduría no está escrita en ningún libro pero no por eso es menos elocuente. Sin embargo, os toca a vosotros hacerlos partícipes de vuestro cuidados y de vuestra cultura humana y cristiana.

2. A pesar de la clara enseñanza del Evangelio a la que ha aludido, sucede con frecuencia que los gitanos se ven rechazados, o mirado con desprecio. El mundo, que en gran parte está marcado por el afán de provecho y por el desprecio de los más débiles, debe cambiar de actitud y acoger a nuestros hermanos nómadas ya no con la simple tolerancia sino más bien con un espíritu fraterno.

Vuestra acción, ya sea de orden educativo -come la alfabetización-, ya sea de tipo asistencial, sanitario o judicial, permitirá a quienes sufren alguna desventaja social, en especial los gitanos procedentes de otro país tomar cuanto antes en la sociedad el lugar que les corresponde por derecho. Pero esta perspectiva está aún lejana. Los gitanos, demasiado dispersos, demasiado débiles, o poco organizados, tienen necesidad de que se les ayude a tomar conciencia de su dignidad y de su responsabilidad.

Vosotros que os ocupáis de manera especial de estos itinerantes, realizáis el laudable esfuerzo de conocerlos y de darles a conocer así como son en realidad y no como a veces son injustamente considerados. Vosotros estudiáis su historia, su psicologia, su lenguaje; compartís sus alegrias y sus sufrimientos, y a ese precio es como podéis ayudarlos a realizar su vocación en el mundo y en la Iglesia.

94 En particular, debéis llevarles el testimonio de vuestra fe, compartir con ellos el pan del Evangelio. El descubrimiento de la Palabra de Dios, sobre todo por parte de los jóvenes, los hará capaces de desempeñar plenamente su papel y de responder al llamamiento lanzado por la palabre de Jesucristo.

Estoy seguro de que aprovecharéis este congreso para realizar un trabajo común y bien articulado. Ese esfuerzo podrá tener como continuación, si lo creéis oportuno, una colaboración aún más fraterna entre vosostros y una relación más estrecha con la jerarquía de la Iglesia.

3. Os deseo que logréis ayudar cad vez más eficazmente anuestros hermanos gitanos a que no se sientan abandonados en su camino. También la Iglesia está en camino hasta el fin de tiempos, y en él ha puesto pistas, puntos de referencia: las Iglesias locales co sus comunidades vivas y sus santuarios son puntos de referencia seguros para aquellos que buscan protección y defensa en medio de tantas dificultades.

Que la buena Madre celeste, a quien el mundo gitano es tan devoto, bendiga siempre vuestra acción y os acompañe por los caminos del mundo.





DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS MIEMBROS DEL «CENTRE DE LIAISON

DES EQUIPES DE RECHERCHE»


Viernes 10 de noviembre de 1989


Queridos amigos:

1. Al acogeros esta mañana, recuerdo con gusto mi primer encuentro con vuestro Movimiento hace diez años, en esta misma casa del Sucesor de Pedro. Saludo con gusto a mons. Pierre Eyt, que os acompaña en nombre de los obispos de Francia. Os doy a todos la bienvenida y agradezco a vuestro presidente, la Sra. Christiane Férot, la presentación de la actividad del "Centre de Liaision des Equipes de Recherche" (C.L.E.R.).

Estos últimos meses habéis compartido vuestras reflexiones sobre el documento post-sinodal Christifideles laici. Un pasaje de esta exhortación me servirá como punto de partida: "Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella todos los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana" (n. 37). Las distintas tareas llevadas a cabo por el C.L.E.R. entran en el marco de este servicio a la persona humana, que apasiona a los hombres de la Iglesia.

2. Vosotros estáis llamados de forma especial al servicio de la dignidad de la persona en su vocación a la vida familiar, abierta mediante la unión del amor fiel entre el hombre y la mujer. No voy a entrar hoy en este tema tan esencial, que vosotros tratáis constantemente. Quisiera profundizar en la importancia de vuestra tarea, pues debéis enfrentaros a la indiferencia o incluso al rechazo, demasiado extendido, de los principios que la Iglesia afirma como los fundamentos de toda ética sana y, por lo tanto, como los principios necesarios para la felicidad. Debéis reaccionar ante poderosas corrientes de opinión que, hablando abusivamente de la "liberalización" de las costumbres difunden una permisividad contraria a la dignidad de la persona y a su verdadera vocación.

Ante tal situación, los cristianos están llamados a un aumento en su fe y en su caridad. Participar en la pastoral familiar de la viña del Señor requiere, hoy más que nunca, sarmientos bien unidos a la cepa, podados cuando haga falta, conscientes de que sólo mediante la gracia cosecharán los frutos esperados por el Señor. Unidos en la fe, alimentados en la oración, fortalecidos por los sacramentos, es como los fieles pueden testimoniar el amor de Dios para con todos los hombres. Su lenguaje es el del "sí" a las llamadas del Evangelio, traducidas en las enseñanzas de la Iglesia, y el de la claridad de conceptos doctrinales y morales, resultantes de la verdad del hombre, plasmada en Aquel que es la luz "que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9).

3. En sus inicios, el C.L.E.R. se preocupó por ayudar a las parejas a controlar la procreación, con pleno respeto a toda la riqueza de la sexualidad, recurriendo a los métodos naturales de regulación, cuando se impone espaciar los nacimientos. Muchos de vosotros supisteis ayudar a los hogares para que acogieran a sus hijos de la mejor manera posible. Así, ellos pudieron hacer comprender que la doctrina expresada por Pablo VI en la encíclica Humanae vitae, y confirmada posteriormente, no tenía aquella vertiente negativa que se le atribuyó; por el contrario, de lo que se trata es de permitir al hombre y a la mujer el acceso responsable a la paternidad y a la maternidad, tomando sus decisiones de común acuerdo, en el respeto y amor mutuos, que el dominio de la sexualidad madura y refuerza.

95 ¡Ojalá podáis ampliar vuestro campo de acción, para hacer descubrir más ampliamente el carácter humano y positivo de esta enseñanza de la Iglesia!

Sabemos que muchos hombres y mujeres de hoy, en vez de dar la vida con gusto y libremente, tienen la tentación de privar al niño ya concebido de su propia existencia. El aborto representa un drama ante el cual los cristianos no pueden permanecer sin reaccionar y sin defender con firmeza el respeto a la vida. En el mismo se dan sufrimientos, que debéis intentar aligerar. Se dan angustias y soledades injustas, que reclaman una ayuda verdaderamente fraterna de los discípulos de Cristo Salvador, cuyo amor se dirige con preferencia hacia los pequeños indefensos, los niños sin nacer, inocentes y frágiles. En la raíz de estas tentaciones contra la vida, aparece con frecuencia un desorden en la vida sexual, frente al cual la encíclica Humanae vitae quiso reaccionar. Por todo ello, en las exigencias de la vida conyugal, la norma moral no puede ser considerada como un simple ideal alcanzable en el futuro, sino que constituye un mandamiento, que la Iglesia tiene la misión de formular en el nombre del Señor, pidiendo la firme voluntad para superar los obstáculos (cf. Familiaris consortio
FC 34).

4. La experiencia del encuentro con parejas para la iniciación en los métodos naturales, os ha mostrado la amplitud de las dificultades por las que atraviesan las familias. Naturalmente, vosotros os habéis esforzado por entablar un diálogo, y ofrecer a vuestros interlocutores la práctica del consejo conyugal. El conocimiento íntimo de los sufrimientos que os han sido manifestados os permitirá testimoniar las dramáticas consecuencias, para los esposos y también para los hijos, de la infidelidad, de las rupturas y de las desviaciones morales. Entre las más evidentes aparecen el alcohol, la droga e incluso el suicidio de los jóvenes. Sin embargo, también podéis testimoniar la maravilla de la fidelidad mutua mantenida en la prueba, la posibilidad de no abandonarse en el momento de la desviación y de rechazar su justificación, la de volver el uno al otro para reconstruir, gracias al perdón y a la reconciliación, un hogar que estaba roto.

En este aspecto, vuestro papel resulta muy delicado: un consejero conyugal cristiano debe ayudar a sus interlocutores a descubrir los valores que están en la base de la vida conyugal. Para ello, hay que abrirse y tener paciencia para escuchar, capacidad para respetar y para amar a las personas tal como son, con sus propios problemas. Además de esto, la calidad de un consejero cristiano depende también de su saber hacer personal para ayudar a que el discernimiento se haga en la verdad de las exigencias de la vida conyugal. La decisión final, como en toda acción moral, corresponde tomarla, en última instancia, a la persona, de acuerdo con su conciencia. Por su parte, el consejero debe acordarse del Señor, que no condena a la mujer adúltera, sino que le dice: "Vete y, en adelante, no peques más" (cf. Jn 8,1-11). Como testigo de las llamadas evangélicas y de la gracia redentora, el consejero se alegra cuando ve a las personas reorientar sus vidas "según la verdad y en la caridad" (cf. Ef Ep 4,15); contribuir a una renovación así refuerza su compromiso apostólico.

5. También quisiera animaros brevemente en vuestras acciones educativas. Formar a los jóvenes en una sana concepción de la sexualidad, en un buen dominio de su afectividad, representa un servicio irreemplazable, en el que las familias necesitan la ayuda de educadores experimentados. ¡Ojalá podáis mostrar a los jóvenes la grandeza y la belleza del hombre, cuando actúa según su condición de criatura hecha a imagen de Dios y cuando refiere todo su actuar a Cristo, el hombre perfecto! Haced que los jóvenes descubran los fundamentos y la coherencia de una moral que con frecuencia les es presentada como un conjunto de normas inaplicables o desprovistas de verdadero sentido. Hay que motivarlos para que se dispongan a edificar su vida sobre roca firme.

6. Todos los que desarrollan en vuestro Movimiento tareas cada vez más numerosas y diversificadas, necesitan estar capacitados. Sé que dedicáis mucho tiempo a vuestra preparación personal para las funciones de consejeros y de educadores y que lo hacéis con gusto. Os quiero manifestar la estima y la gratitud que inspira esta generosidad. Deseo que muchos comprendan cómo no se pueden abordar las graves cuestiones referentes al respeto de la vida, sin antes haber profundizado en el estudio de diferentes disciplinas, haber reflexionado en grupo y haberse abierto mediante la oración al Espíritu del Señor y a la plena comunión eclesial. Apoyo las iniciativas de vuestro Movimiento para permitir a sus miembros enriquecer su formación personal en el plano intelectual, en el conocimiento humano y en la vida espiritual.

Antes de terminar, quisiera subrayar vuestra contribución a la investigación científica para conseguir un mejor conocimiento de las condiciones de procreación. Aunque ya se han alcanzado significativos resultados, el campo de las investigaciones permanece abierto; por ello, conviene que los científicos cristianos trabajen asiduamente.

7. Ojalá que el C.L.E.R. prosiga su actividad en el marco de la pastoral familiar, en Francia y en los demás países en los que está presente, en coordinación con la Federación internacional de Acción familiar y en unión con el Pontificio Consejo para la Familia.

De nuevo, os manifiesto el agradecimiento de las familias y de los jóvenes a los que ayudáis a encontrar los hermosos caminos del desarrollo humano en el sentido querido por el Creador, con la incomparable gracia de la Redención. Confío vuestro trabajo, vuestros interlocutores, vuestras mismas personas y también todos vuestros seres queridos a la intercesión de María, la Madre de los hombres. Con todo mi corazón os imparto mi bendición apostólica.






A LOS PARTICIPANTES EN LA XXV CONFERENCIA


GENERAL DE LA FAO


16 de noviembre de 1989

: Señor presidente,
96 señor director general,
excelencias,
señores y señoras:

1. Puesto que la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas continúa representando un importante punto de encuentro para las experiencias políticas de todos los países, la Santa Sede ha seguido con atención las decisiones de las más importantes agencias intergubernativas especializadas de las Naciones Unidas. Me ha dado mucha satisfacción observar el trabajo que ha realizado la Conferencia general de la Organización para la Alimentación y la Agricultura en el campo especifico de su competencia. La FAO ha tratado de desempeñar un papel indispensable, junto con otras organizaciones que se ocupan de problemas relacionados con la agricultura y provisión de alimentos, salvaguardando el derecho humano fundamental a una adecuada nutrición. Tal objetivo exige un esfuerzo eficaz y continuo para garantizar a los pueblos e individuos el acceso a las reservas de alimentos, como parte de un proceso más grande de desarrollo mundial.

2. La complejidad que implica promover una campaña efectiva y adecuada para combatir el hambre y la desnutrición es algo cada vez más evidente. Hoy, a quince años de distancia de la Conferenció mundial Sobre la nutrición de 1974, somos conscientes de la necesidad de una atenta y objetiva valoración de los muchos factores relacionados con los problemas del desarrollo económico mundial y el progreso social. Esto es particularmente evidente a la luz de los rápidos aumentos de población, sobre todo en algunos continentes, y de una economía mundial que presenta fases de recesión y dificultades para realizar las políticas económicas internas, incluso en los países altamente industrializados.

Por esta razón, es mejor evitar descripciones meramente globales y negativas de la situación existente. En cambio, las observaciones y valoraciones actuales, aunque hasta ahora no hayan sido satisfactorias, deben ser un estímulo para una nueva reflexión sobre la posibilidad, o mejor, el deber de una acción unificada por parte de los Estados y de las organizaciones intergubernativas. Este tipo de actividad tiene que ser gradual y habrá que alentarla a las diferentes condiciones de cada uno de los países y a la situación mundial en general. En efecto, es imprescindible una decisión efectiva no sólo para definir el objetivo de la justicia, sino también para perseguirlo mediante una actividad fundada en la solidaridad moral.

3. Si eso ya se pone en práctica en determinados lugares, esta solidaridad moral debe llenar a ser una característica de los diversos Estados miembros de la FAO. Una lucha eficaz contra el hambre y la desnutrición dependerá de una línea de acción unitaria emprendida ante todo por aquellas organizaciones y agencias directamente implicadas en los problemas relacionados con la alimentación y la agricultura. Además de la FAO, éstas comprenden la IFAD, el Programa de Nutrición Mundial y el Consejo de Nutrición Mundial.

4. La lucha contra el hambre tiene ramificaciones en el campo de las inversiones. También aquí las organizaciones internacionales monetarias o financieras, en su tarea de coordinar los préstamos y los pagos a nivel mundial, regional. local y grupal, están llamadas a manifestar una colaboración fundada en la solidaridad. En efecto, es posible que el problema de la deuda externa. especialmente de los países en vías de desarrollo, pueda afrontarse a través de un oportuno recurso a tales organizaciones multilaterales.

Además de su aportación operativa, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con sus organizaciones afiliadas, han ofrecido también importantes sugerencias con vistas a establecer los criterios que sirvan para reequilibrar la economía de los países endeudados, así como medidas idóneas para renovar la política económica interna con el objeto de promover su real y orgánico desarrollo. Estas sugerencias deben ser consideradas seriamente. Por último, es importante cerciorarse de que todas las nos a los otros países, y no sólo las ayudas financieras, sean el fruto de una solidaridad por parte de las naciones ricas hacia las más pobres, solidaridad que adopte medidas verdaderamente desinteresadas, que no constituyan nuevas formas de dominio.

5. La lucha contra el hambre lleva consigo, de un modo cada vez más evidente. la exigencia de que todas las naciones observen las normas reconocidas y puestas en práctica generalmente en el ámbito financiero. Esto es sumamente importante para los países menos desarrollados, a fin de proteger su capacidad de exportar sus propios productos, sobre todo los agrícolas. Es importante evitar las habituales formas de proteccionismo que terminan creando obstáculos cada vez más grandes al comercio, y que en algunos casos llegan a impedir que los países en vías de desarrollo tengan acceso a los mercados.

A este respecto. es oportuno valorar los modelos de conducta en el ámbito financiero del GATT. Aquí, por primera vez, han sido establecidos criterios actualizados para la mutua regulación de las relaciones comerciales entre los listados. Estos criterios se refieren directamente a los productos agro-alimentarios y a la posibilidad de su comercialización en el mercado mundial.

97 6. Asimismo es importante hacer hincapié en la preocupación por la disminución de la seguridad concerniente a los alimentos en la actual situación mundial. De hecho, paralelamente a un notable incremento de la población mundial. se ha verificado una reducción en el nivel mundial de disponibilidad de las reservas alimentarias. Esto ha causado una merma de las reservas que representan la garantía necesaria contra la crisis del hambre y la desnutrición. Del mismo modo. en los países cuya producción de alimentos es elevada, ésta ha sido reducida artificialmente por una política sectorial, que refleja un cerrado cálculo de mercado. Cualquiera que sea su valor en dicho mercado, esta política no está en armonía con una solidaridad atenta a las exigencias mundiales y que obra a favor de los necesitados.

7. La protección del ambiente natural se ha convertido en un aspecto nuevo e integral del problema del desarrollo. Cuando prestamos una conveniente atención a la dimensión ecológica, la lucha contra el hambre parece aún más compleja y exige la creación de nuevos lazos de solidaridad. La preocupación por la ecología, en relación con el proceso de desarrollo y, en particular, con las exigencias de la producción, exige que en cada empresa económica exista un empleo racional y calculado de los recursos. Es cada vez más evidente el hecho de que el uso indiscriminado de los bienes disponibles, que amenaza a las fuentes primarias de energía, de recursos y al ambiente natural en general, comporta una grave responsabilidad moral. No sólo la actual generación sino también las generaciones futuras pagarán las consecuencias de tales acciones.

8. La actividad económica lleva consigo la obligación de utilizar racionalmente los bienes de la naturaleza. Pero también implica la grave obligación moral de reparar no sólo los daños ya ocasionados a la naturaleza, sino también de prevenir todos los efectos negativos que puedan presentarse en el futuro. En el despertar de la industrialización es necesario un control más estricto de las posibles repercusiones que produce sobre el ambiente natural, especialmente con respecto a los residuos tóxicos, y en aquellas áreas de la agricultura en las que se hace un uso excesivo de los fertilizantes químicos.

La relación entre los problemas del desarrollo y la ecología exige además que la actividad económica programe y acepte los pastos Ale implica la protección del ambiente por parte de la comunidad, tanto local como global, en la que dicha actividad se lleva a cabo. Estos gastos no deben ser considerados como un precio extra, sino más bien como un elemento esencial del coste actual de la actividad económica. El resultado será un provecho económico inferior al que se obtenía en el pasado, así como una toma de conciencia de los nuevos gastos que derivan de la protección del ambiente. Estos costes tienen que ser tomados en cuenta no sólo en la administración de las empresas individuales, sino también en los programas nacionales de política economía y financiera. que deben afrontarme en la perspectiva de la economía regional y mundial.

Por último, estamos llamados a actuar superando nuestros intereses egoístas v la defensa sectorial de la prosperidad de algunos grupos e individuos. Estos nuevos criterios y estos nuevos costes deben tener su lugar en los presupuestos de los programas de política económica y financiera de todos los países, tanto los industrializados como aquellos que están en vías de desarrollo.

9. Hoy existe una creciente conciencia de que la adopción de medidas encaminadas a proteger el medio ambiente comporta una real y necesaria solidaridad entre las naciones. Es cada vez más evidente el peligro de que una solución eficaz de los problemas que plantea el peligro de contaminación atómica y atmosférica y el deterioro de las condiciones generales de la naturaleza y la vida humana, puede hallarse únicamente a nivel mundial. Esto a su vez comporta el reconocimiento de la creciente interdependencia que caracteriza nuestra época. De hecho, es cada vez más evidente que las diversas políticas de desarrollo requieren una auténtica cooperación internacional realizada según las directrices establecidas en común y en el contexto de una visión universal que tenga en cuenta el bien de la familia humana no sólo de esta generación sino también de las futuras.

10. En fin, me complace reconocer la profunda atención que la FAO ha dedicado a la situación de la mujer en relación con el desarrollo agrícola y rural. Tal atención representa una transición de las afirmaciones sobre la dignidad y la igualdad de la mujer contenidas en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre v en las de algunas organizaciones regionales, a los problemas mucho más específicos que se relacionan con la integración de la mujer en el proceso global del desarrollo agrícola y alimentario. Contribuye. además, a sugerir aplicaciones adecuadas no sólo en los países en vías de desarrollo sino también en los industrialmente avanzados.

Es también un motivo de particular alegría notar que además de dedicar atención a los aspectos estrictamente económicos de la aportación femenina, tanto en la producción agrícola como en la transformación y comercialización de los productos alimentarios, existe una referencia explícita a la dignidad de la mujer como persona humana, en calidad de fundamento de su justa integración no sólo en el proceso de producción, sino también en la vida de la sociedad. Veo aquí un claro paralelismo con mi enseñanza de la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem. En esta Carta hacía referencia a las diversas dimensiones de la visión cristiana de la dignidad y vocación de la mujer. Estoy convencido de que sólo en una perspectiva de afirmación de la dignidad de la mujer como persona humana puede desarrollarse una insta consideración de su participación en el desarrollo socioeconómico, en el progreso agrícola y en el crecimiento civil.

Por último, deseo expresar mi aprecio por haber tratado aquellos problemas que han sido examinados por la actual Conferencia general de la FAO. Me agrada el hecho de que estos temas hayan sido abordados en la documentación preparatoria no sólo en conexión con el programa y el presupuesto para el próximo bienio, sino también en el ámbito de la más amplia perspectiva de los problemas más candentes de nuestro tiempo. Abrigo la esperanza que la FAO pueda seguir ofreciendo con éxito una aportación vital a la estrategia internacional del desarrollo que la Organización de las Naciones Unidas se esfuerza por promover y que los hombres y las mujeres de todas las naciones consideran cada vez más como una exigencia urgente de justicia y solidaridad humana en el mundo actual.

Distinguidos señores y señoras, sobre todos vosotros y vuestro trabajo invoco cordialmente la abundante bendición de Dios.






A LOS OBISPOS DE ARGENTINA


EN VISITA »AD LIMINA APOSTOLURM»


Jueves 23 de noviembre de 1989



98 Señores Cardenales,
Amados Hermanos en el Episcopado:

1. Me es sumamente grato tener este encuentro colegial con vosotros, Obispos de la Argentina, como culminación de la visita “ad Limina” que estáis realizando siguiendo una venerable tradición de la Iglesia. Al acogeros con gran gozo, mi pensamiento se dirige a todas y cada una de vuestras diócesis, de modo particular, a vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, que más estrechamente colaboran en vuestro ministerio episcopal.

Agradezco vivamente las palabras que, en nombre de todos, me ha dirigido el Señor Cardenal Raúl Francisco Primatesta, Arzobispo de Córdoba y Presidente de la Conferencia Episcopal, haciéndose igualmente portavoz de vuestros colaboradores y amados fieles, a quienes dedicáis vuestros desvelos pastorales. Recordando las jornadas de intensas vivencias espirituales durante mi último viaje apostólico a la Argentina, quiero manifestaros de nuevo mi profundo reconocimiento, en nombre de Cristo, porque a pesar de las no leves dificultades que entraña vuestro abnegado ministerio episcopal, dais siempre testimonio de dedicación solícita en la edificación de la Iglesia.

2. En este encuentro con el primer grupo de Obispos argentinos, deseo recordar lo que dije en la sede de vuestra Conferencia Episcopal en Buenos Aires, concluyendo ya mi estadía entre vosotros: “El presente y el futuro de la evangelización de Argentina está en vuestras manos” (Discurso a los obispos argentinos en al sede de la Conferencia episcopal argentina, 12 de abril de 1987, n. 1). Sí, mis queridos Hermanos, el reto que la actual situación de vuestro país representa para la Iglesia exige de vosotros un particular empeño en el anuncio del mensaje cristiano, en la renovación de vuestras comunidades, en el conocimiento y comprensión del hombre en su realidad concreta, a veces, dramática.

Sé que mi llamado a una evangelización nueva, con ocasión del V° Centenario de la llegada del mensaje cristiano a América, os ha llevado a una consulta a todo el pueblo de Dios para establecer las lineas fundamentales de una acción pastoral conjunta. Todo ello, invita a consagrar nuevas energías en el ejercicio del ministerio recibido, y que os constituye en maestros, sacerdotes y pastores del pueblo de Dios al participar, por la sucesión apostólica, de la potestad y de la misión de Cristo, cabeza de la Iglesia.

Como “pregoneros de la fe” y “maestros auténticos” (cf. Lumen gentium
LG 25), habéis recibido del Señor el encargo de enseñar. Dicha misión adquiere en nuestros días un significado especial. En efecto, no pocas manifestaciones de la cultura contemporánea –y vuestro país no escapa a esta situación– reflejan una mentalidad relativista, que descuida o menosprecia el valor de la verdad, y que rechaza la existencia misma de verdades absolutas. Ese cultivo de la duda, o la desconfianza respecto a la capacidad humana para percibir la verdad religiosa, puede contribuir también a debilitar la certeza de la fe y las convicciones mismas de vuestros fieles. Por ello, se hace necesario presentar el mensaje cristiano en toda su integridad, saliendo al paso de aquellas desviaciones que amenazan la pureza de la fe o que diluyen la coherencia y la unidad de la doctrina evangélica.

3. De vuestra responsabilidad como maestros de la fe brota el deber primordial de la predicación, el anuncio paciente e incansable del mensaje de Cristo. Una evangelización renovada ha de cuidar que se expongan cada vez más adecuadamente a los fieles los misterios de nuestra fe. Por ello, la catequesis y las demás formas de instrucción religiosa impartida al pueblo cristiano, no sólo a los niños y jóvenes en las parroquias y en las escuelas católicas, sino también a los adultos, no puede descuidar la exposición sistemática de la doctrina revelada, ni diluirla acentuando exclusivamente la vivencia personal, o reduciéndola únicamente a las consecuencias que de esa verdad se siguen en el orden temporal. El anuncio del misterio cristiano y la perseverante instrucción religiosa, por otra parte, han de renovar la entera vida de los creyentes para que, de esta manera, se produzcan abundantes frutos de mayor responsabilidad personal y social, con miras también a superar tantos problemas que afectan a la dignidad de la persona humana.

Particular atención se ha de prestar al cultivo de la ciencia teológica, en fidelidad al Magisterio de la Iglesia. A este propósito quisiera destacar la importancia que tienen los estudios filosófico-teológicos en la formación de los futuros sacerdotes. Estos estudios constituyen un ámbito específico, que ha de desarrollarse con rigor y seriedad, pues el pastor de almas, junto con su celo apostólico, no puede prescindir de ese instrumento pastoral que es la sólida preparación doctrinal, que le permita también sintonizar mejor con las exigencias y los problemas del mundo de hoy.

Os animo, además, a continuar alentando y sosteniendo la acción apostólica de los laicos que, provistos de una sólida preparación intelectual y un arraigado sentido de Iglesia, trabajen con competencia y discernimiento en el amplísimo campo de la cultura: en las universidades, en los medios literarios y artísticos, y de un modo particular en los medios de comunicación social. A ellos las está reservada una tarea de máxima trascendencia en orden a revitalizar, junto con vosotros, los valores humanos y cristianos de la cultura argentina, para contribuir así a la extensión del Reino de Cristo y al fortalecimiento espiritual de la nación.

4. Como Obispos: “por estar revestidos de la plenitud del sacramento del orden” (cf. Lumen gentium LG 26), vosotros sois “los principales administradores de los misterios de Dios, así como también moderadores, promotores y custodios de toda la vida litúrgica en la Iglesia que os ha sido confiada” (cf Christus Dominus CD 15).

99 A este respecto, es oportuno recordar –como enseña el Concilio Vaticano II–, que si bien la sagrada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, es no obstante la cumbre a que tiende su múltiple actividad y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza (cf. Sacrosanctum concilium SC 9 y 10). Esta centralidad de la liturgia en la vida de la Iglesia es la expresión de su misión santificadora, de su realidad sobrenatural y de su referencia inmediata a Cristo, y por El, con El y en El, al Padre y al Espíritu Santo.

Así pues, en la tarea evangelizadora ha de prestarse una destacada atención a la dimensión litúrgica de la vida cristiana, que se concrete en una pastoral litúrgica orgánica. A este propósito, al conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la Constitución “Sacrosanctum Concilium”, he querido presentar la pastoral litúrgica como un objetivo permanente para toda la Iglesia, una vez realizada la reforma deseada por el Concilio (Vicesimus Quintus Annus, 10).

Entre vosotros se ha cumplido también ese período de reforma con la aplicación de las nuevas normas, el uso de los nuevos libros litúrgicos y el logro de una participación más activa de los fieles. Próximamente, el primer domingo de Adviento, entrará en vigor el texto unificado en lengua castellana del Ordinario de la Misa y de las plegarias eucarísticas, que constituyen el corazón de la liturgia de la Iglesia. De esta manera, el V° Centenario de la Evangelización de América encontrará a todos los pueblos de habla castellana celebrando, con las mismas palabras, el misterio de la fe que los une. A este propósito, os invito a incrementar una renovada e intensa educación litúrgica en vuestras comunidades, que sea para todos un itinerario permanente que conduzca a la plenitud de Cristo.

5. El Concilio Vaticano II habla del oficio pastoral de los Obispos, los cuales “rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad, de la que usan únicamente para edificar a su grey en la verdad y en la santidad” (Lumen gentium LG 27). Esto implica una presencia personal, generosa, incansable del pastor en medio de su pueblo: animando y sosteniendo el esfuerzo de sus presbíteros y de todos los agentes de pastoral, corrigiendo, si fuera preciso, con efecto paterno, ayudando a todos a descubrir la “insondable riqueza de Cristo” (Ep 3,8). Es misión vuestra, además, inspirar, orientar y coordinar la acción de todos los demás miembros activos de la Iglesia, así como ser la voz de la misma en medio de la sociedad.

En vuestras relaciones quinquenales es consolador ver vuestro actual empeño en perfilar las líneas de una evangelización que sea “nueva en su ardor”, es decir, una verdadera movilización espiritual que ayude a redescubrir a la Argentina sus raíces cristianas. En el Documento de Trabajo que habéis aprobado en abril del presente año, destacáis la vitalidad que encierra la “pastoral ordinaria” de la Iglesia. Escaso será el fruto de los programas pastorales, de la fijación de prioridades y de la cuidadosa organización de los medios y agentes, si todo ello no “desciende” a la acción pastoral ordinaria desarrollada en cada una de las comunidades de vuestras diócesis y es aplicado, con creatividad y perseverancia, con renovado espíritu y fervor en las parroquias, escuelas, instituciones y movimientos de apostolado seglar.

Sin duda que es también necesario elaborar, a la vez, criterios y proyectos comunes a las diversas diócesis, especialmente las de una misma región, en orden a programar una pastoral orgánica que procure armonizar las energías apostólicas de todos los que están comprometidos con la misión de la Iglesia. Ello permitirá orientar la acción pastoral de una manera más apropiada para afrontar los desafíos del presente, de modo que la luz del Evangelio penetre y renueve todas las facetas de la vida de las personas y de la sociedad.

6. Los retos que hoy reclaman vuestra atención como Obispos en la Argentina son ciertamente numerosos y se presentan con características particulares que exigen, consiguientemente, respuestas también adecuadas. La sociedad argentina, que justamente aspira a conseguir niveles de progreso y desarrollo que eleven su nivel espiritual y material, se ve en nuestros días como minada por toda una serie de factores que tienen su origen último en una crisis de valores.

No deja de apenar vuestro corazón la pobreza, a veces extrema, en que se debaten determinados sectores de la población; así como el desempleo, la falta de vivienda digna, el desequilibrio entre el coste de la vida y los salarios, la desigual distribución de los bienes. A ello se une la incidencia de ideologías de corte materialista y hedonista que niegan toda trascendencia. Por otra parte, persisten actitudes que se cierran al diálogo y a la reconciliación como instrumentos para sanar las divisiones y heridas del pasado y lograr la pacificación social. Además, la institución familiar, sobre la que se construyeron los cimientos de la Nación Argentina, se ve en nuestros días atacada por una mentalidad permisiva que atenta a su unidad y estabilidad, y que no respeta la sacralidad de la vida.

Vosotros, queridos Hermanos, habéis hecho oír repetidamente vuestra voz para alertar sobre las consecuencias del resquebrajamiento moral y la necesidad de poner remedio a los graves problemas con que se enfrenta vuestro País. Por ello, llenos de esperanza, habéis de impulsar un esfuerzo aún más decidido de la Iglesia, una actitud solidaria para construir una sociedad verdaderamente cristiana y más conforme con el plan de Dios. El camino que conduce al reencuentro del hombre consigo mismo y al pleno sentido de la vida es Cristo, luz del mundo (cf. Jn Jn 8,12). Por ello, la renovación de los individuos y de la sociedad pasa por el anuncio de Jesús que salva, libera y reconcilia el corazón humano.

Recuerdo con íntimo gozo el entusiasmo de los jóvenes argentinos al sentirse llamados a ideales altos y nobles durante aquella inolvidable celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Buenos Aires. La juventud, y todo el laicado argentino debe sentirse llamado a un decidido testimonio de fe cristiana en su vida social, profesional y familiar; a un comportamiento moral inspirado en los valores del evangelio y que se refleje en la vida pública. A este respecto, la Exhortación Apostólica “Christifideles Laici” hace presente que “para animar cristianamente el orden temporal –en el sentido señalado de servir a la persona y a la sociedad– los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política, es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común” (Christifideles Laici CL 42).

7. Una acción concertada de las fuerzas vivas de la Iglesia ha de proponerse, con lucidez y decisión, la meta que señaló a la tarea evangelizadora mi venerado predecesor Pablo VI: “Alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios, y con el designio de salvación” (Evangelii nuntiandi EN 19).

100 Os acompaño con mi plegaria en esta labor y confío en que la acción pastoral de la Iglesia en Argentina pueda producir frutos de responsabilidad, de justicia, de unión y solidaridad efectiva entre todos los ciudadanos, y contribuya a la búsqueda del bien común, así como a la superación de las fracturas y divisiones que frenan los esfuerzos por conseguir un futuro mejor para todos.

8. Amadísimos Hermanos, en los diálogos personales que he mantenido con vosotros durante estos días, he podido apreciar con cuánto celo guiáis al pueblo de Dios confiado a vuestros desvelos Deseo felicitaros cordialmente y animaros a continuar con firme esperanza el arduo trabajo con las mismas palabras que San Pablo dirigía a Timoteo: “Vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio” (
2Tm 4,5)

Conozco también con cuánta solicitud seguís las dificultades que afronta el pueblo argentino, como consecuencia de la crisis económica, agravada en el curso del presente año. Sé de la generosidad de las comunidades eclesiales, unánimes en el propósito de compartir y abnegadas en el ejercicio de la misericordia. No dejéis de exhortar a vuestros fieles a extender aún más la acción de la Iglesia en la atención espiritual y asistencial que alivie las necesidades de tantos hermanos.

Recordad que en momentos tan difíciles, vosotros, como padres y pastores, sois siempre lámpara que no se ha de ocultar (cf. Mt Mt 5,15), punto de referencia no sólo para vuestros fieles sino también para la sociedad entera, que reconoce en vosotros los custodios de aquellos valores trascendentes que sustentan la vida de la misma comunidad civil. Se espera de vosotros, muchas veces, la palabra orientadora que señale el rumbo a seguir, y que, llamando a la concordia y al perdón, e infundiendo el aliento de la esperanza, ayude a todos los ciudadanos a ir afianzando las condiciones de una auténtica y duradera paz social.

Para concluir, invoco sobre todos vosotros los dones del Espíritu Santo, “agente principal de la evangelización” (Evangelii nuntiandi EN 75). Que El os ilumine y fortalezca en vuestra misión, y renueve hoy en la querida Nación Argentina, mediante vuestra tarea apostólica, los frutos de aquella primera evangelización cuyo V° Centenario nos preparamos a celebrar. El, que “unifica a la Iglesia, en comunión y ministerio” (Lumen gentium LG 4) os haga crecer en la unidad entre vosotros, para un “trabajo concorde y mejor trabado” (Christus Dominus CD 37) al servicio de vuestras comunidades eclesiales.

Transmitid mi afectuoso saludo en el Señor a vuestros sacerdotes, a los religiosos, religiosas, seminaristas y fieles todos, a quienes tengo siempre presentes en mi recuerdo y en mi oración.

Encomiendo vuestras personas y vuestros anhelos al materno amparo de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina, y os otorgo, como signo de amor y comunión, mi Bendición Apostólica.






Discursos 1989 93