Discursos 1991 70


A LOS PEREGRINOS DE LA ARCHIDIÓCESIS DE MADRID


QUE ACOMPAÑARON A SUS OBISPOS


DURANTE LA VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


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Lunes 16 de diciembre de 1991



Señor Cardenal,
Señores Obispos,
Sacerdotes, religiosos, religiosas,
Amadísimos fieles todos:

Me es muy grato recibiros esta mañana, peregrinos de la Archidiócesis de Madrid, con ocasión de la visita “ad limina Apostolorum” de vuestros Pastores.

Este encuentro es clara expresión de vuestro afecto hacia los Pastores puestos por el Señor para vuestro servicio espiritual, así como testimonio de comunión con el Sucesor de Pedro. Gracias, pues, por vuestra presencia aquí.

Continúan vivas en mi recuerdo las jornadas vividas en Madrid durante mi visita pastoral a España en 1982. En aquellas intensas celebraciones de fe y esperanza pude apreciar la religiosidad y amor a la Iglesia de los madrileños. Valga este encuentro de Roma para alentaros nuevamente en vuestro empeño de vida cristiana, que se traduzca en un ilusionado dinamismo apostólico para hacer cada vez más presentes los valores del Evangelio en la sociedad española.

Con estos deseos, y mientras os encomiendo a la maternal protección de Nuestra Señora de la Almudena, os imparto complacido la Bendición Apostólica.










AL SEÑOR JORGE A. FERNÁNDEZ,


NUEVO EMBAJADOR DE PANAMÁ ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 21 de diciembre de 1991



Señor Embajador:

72 Le agradezco sinceramente las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme en este solemne acto de presentación de las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Panamá ante la Santa Sede.

Antes que nada deseo corresponder a los sentimientos de cercanía y adhesión que el Señor Presidente y los miembros del Gobierno de su País han querido hacerme llegar por medio de Usted, y le ruego que tenga a bien trasmitir mi deferente saludo y mis mejores votos de paz y bienestar.

Es ésta una feliz circunstancia que me hace evocar la intensa jornada de fe y esperanza vivida entre los amados hijos de Panamá durante mi visita pastoral, y que me permitió apreciar los más genuinos valores del alma panameña.

En sus palabras, Señor Embajador, se ha referido Usted a la amplia y profunda presencia de la fe católica en la vida de su pueblo. La Iglesia, fiel a su cometido de llevar el mensaje de salvación a todas las gentes, pone todo su empeño en promocionar cuanto pueda favorecer el perfeccionamiento y defensa de la dignidad de la persona humana. En efecto, los valores de la persona, sobre todo el respeto a su dignidad como hijo de Dios, han de informar las relaciones entre los individuos y los grupos, para que los legítimos derechos de cada uno sean tutelados y la sociedad pueda gozar de estabilidad y armonía. Así lo han querido poner de manifiesto los Obispos de su País en el reciente documento colectivo “Opciones pastorales de la Iglesia en Panamá”.

Los problemas a que Usted ha aludido en su alocución representan ciertamente un desafío para el futuro de la Nación y demandan una mayor responsabilidad social a todos los niveles y un más decidido empeño por el bien común. Pero dichos obstáculos no han de ser motivo de desánimo ni desaliento, pues Panamá cuenta con la mayor riqueza que puede tener un pueblo: los sólidos valores cristianos que han de dar un nuevo impulso en la construcción de una sociedad más justa, fraterna y floreciente. Las cuestiones que ahora son motivo de preocupación han de ser afrontadas con clarividencia, con la participación responsable de todos y con la mirada puesta en Dios, cuya ayuda no les ha de faltar.

Son muchos y sólidos los vínculos que, desde sus mismos orígenes, han unido a Panamá con la Iglesia, los cuales han configurado la vida y sentir de sus gentes. La Iglesia, movida por su deseo de testimonio evangélico, ajeno a intereses transitorios y de parte, continuará prestando su valiosa ayuda en campos tan importantes como son la enseñanza, la asistencia a los más desfavorecidos, los servicios sanitarios, la promoción integral de la persona como ciudadano e hijo de Dios. A este respecto, ha querido Usted poner de manifiesto la actividad proselitista de las sectas, que siembran confusión entre la gente sencilla. En efecto, no faltan, por desgracia, estrategias e intereses —extraños a la idiosincrasia panameña— que pretenden disgregar los factores de cohesión favoreciendo las desavenencias y fomentando la división. Por ello, los Pastores de Panamá no han dejado de señalar el peligro que dicha actividad representa como factor de disgregación y que, al mismo tiempo, diluye la coherencia y la unidad del mensaje evangélico.

Me complace saber que es firme propósito de las Autoridades de su País construir sólidos fundamentos que permitan la instauración de un orden social más justo y participativo. Hago votos para que, en esta singladura de vida democrática, la acción de la Iglesia se haga presente cada vez más con una renovada vocación de servicio a todos los niveles, especialmente en favor de los más necesitados, contribuyendo así a la elevación del hombre panameño y a la tutela y promoción de los valores supremos.

Señor Embajador, antes de concluir este encuentro, quiero expresarle mis mejores deseos para que la misión que hoy inicia sea fecunda en frutos y éxitos. Le ruego, de nuevo, que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante las Autoridades de su País, mientras invoco la bendición de Dios y los dones del Espíritu sobre Usted, sobre su familia y colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos de la noble Nación panameña.









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