Discursos 1993 42


VIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

FIESTA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES EN EL «MILE HIGH STADIUM»


Denver, jueves 12 de agosto de 1993




Queridos jóvenes, peregrinos por el sendero de la vida:

Queridos jóvenes, os saludo en nombre de Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida.

1. El Espíritu de Dios nos ha conducido a esta octava Jornada mundial de la juventud. Durante ocho ocasiones sucesivas los jóvenes de todo el mundo han escuchado el llamamiento de la Iglesia y se han movilizado para estar juntos —para estar junto a sus obispos y al Papa, compañeros de viaje por el sendero de la vida— en busca de Cristo.Jesucristo es la vida verdadera que da esperanza y sentido a nuestra existencia humana, abre nuestra mente y nuestro corazón a la bondad y a la belleza del mundo que nos circunda, a la solidaridad y a la amistad con los seres humanos, hermanos nuestros, a la comunión íntima con Dios, en un amor que supera todos los límites de tiempo y espacio, hasta llegar a la felicidad eterna e indestructible.

Esta Jornada mundial de la juventud nos ha conducido a Denver, un lugar estupendo en el centro de los Estados Unidos de América.

Como sabéis, estamos en Denver, Colorado. Y sabéis también que a mi lado está el arzobispo de Denver, que es nuestro anfitrión. Juntamente con él, os saludo a cada uno de vosotros: «Una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas» (Ap 7,9). Saludo a vuestros obispos, a vuestros sacerdotes, a vuestros guías espirituales y a vuestras familias. Os doy las gracias por estar aquí. Doy las gracias a todos: a mons. Stafford, arzobispo de Denver, y a sus colaboradores; a mons. Keeler, presidente de la Conferencia episcopal y a todos los obispos; a la Comisión episcopal para la organización de esta Jornada mundial de la juventud; al cardenal Pironio y al Consejo pontificio para los laicos; a las autoridades civiles; al pueblo de Denver y de Colorado, que amablemente nos hospedan; y a los voluntarios que se están esforzando para que todo salga bien. A todos os agradezco vuestra gentileza, vuestra hospitalidad y vuestra buena voluntad.

La mayor parte de vosotros sois miembros de la Iglesia católica; pero algunos pertenecen a otras Iglesias y comunidades cristianas. Saludo a cada uno con sincera amistad. A pesar de las divisiones entre los cristianos, todos los que han sido «justificados en el bautismo por la fe, están incorporados a Cristo [...] como hermanos en el Señor» (Unitatis redintegratio UR 3). Todo encuentro entre los jóvenes católicos y otros jóvenes cristianos debe ser una ocasión para descubrir juntos aún más plenamente las riquezas del mensaje evangélico de la vida y del amor.

Saludo a todos los que habéis venido desde cada rincón de los Estados Unidos, de cada diócesis de este vasto país. Entre vosotros hay un grupo que deseo mencionar con estima particular: los pueblos nativos americanos. Gracias porque traéis a la Jornada mundial de la juventud la riqueza y el color de vuestra herencia peculiar. ¡Que Cristo sea verdaderamente el camino, la verdad y la vida de vuestros pueblos!

La mayoría de vosotros proceden de los Estados Unidos. Muchos provienen de otros dos países de América del Norte: de Canadá, y un gran número de México.

43 Algunos de vosotros vienen del Caribe: Bahamas, Cuba, Haití, Islas Vírgenes, Puerto Rico y República Dominicana.

Otros vienen de América Central, especialmente de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.

Otros vienen de todos los países de América del Sur: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

Muchos vienen de los países de África: Angola, Argelia, Benin, Burundi, Cabo Verde, Camerún, Egipto, Etiopía, Gambia, Ghana, Kenya, Madagascar, Malawi, Mali, Mauricio, Mozambique, Nigeria, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Suazilandia, Sudáfrica, Sudán, Tanzania, Uganda, Zaire, Zambia y Zimbabue.

De los países de Asia: Bangladesh, Corea, China, Filipinas, Hong Kong, India, Indonesia, Japón, Kazajstán, Macao, Malasia, Myanmar, Pakistán, Singapur, Tailandia, Taiwán y Vietnam.

Hay también jóvenes procedentes de Oceanía y de las islas del Pacífico: Australia, Guam, Islas Salomón, Nueva Zelanda y Samoa Occidental.

Y del Oriente Medio: Israel, Jordania y Líbano.

Y de Europa: Albania, Alemania, Austria, Bélgica, Bielorrusia, Bohemia (República Checa), Bosnia-Herzegovina, Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Eslovenia, Escocia, España, Finlandia, Francia, Gales, Grecia, Holanda, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia, Portugal, República Eslovaca, Rumania, Rusia, Serbia-Montenegro, Suecia, Suiza y Ucrania.

Que Jesucristo, el Señor de la historia y la luz de las naciones, conceda la paz a cada uno de vosotros, del Este y del Oeste, del Norte y del Sur, y a todos los pueblos que representáis. Dios bendiga a los jóvenes de la Jornada mundial de la juventud.

Junto con los jóvenes, quiero saludar a mis hermanos obispos y sacerdotes que acompañan a los diversos grupos de los diferentes países, y que también se sienten jóvenes y vienen aquí con los jóvenes para rejuvenecerse, para sentirse jóvenes, y esto se refiere también al Papa.

2. En este momento, deseo saludar a algunos de los grupos presentes.

(español)
44 Con todo mi afecto saludo a los numerosos jóvenes de lengua española aquí presentes, procedentes de tantas ciudades de esta nación, así como de la mayor parte de los países de América Latina y de España. Que esta Jornada, vinculada en la cercanía a la celebración del V Centenario de la llegada del Evangelio al nuevo mundo, sea una ocasión propicia para estrechar los lazos de fraternidad y esperanza entre los jóvenes de las Américas y en todos los continentes, y para reavivar la conciencia de vuestra misión como creyentes: dar testimonio con valentía de la vida nueva que Cristo nos ha dado para la salvación del mundo.

(francés)
Jóvenes de lengua francesa, espero que esta peregrinación realizada en la fe os afiance en vuestra decisión de ser, de manera cada vez más ardiente, apóstoles del mundo de los jóvenes. Saludo a cuantos de vosotros vienen de Francia y Canadá, así como de otras naciones francófonas. Dirijo una palabra de aliento particularmente a los jóvenes originarios de Haití y oro por la paz y el desarrollo armonioso de su país.

(italiano)
A los jóvenes venidos de Italia: gracias por haber respondido en tan gran número a la invitación de venir a Denver. Sé que os habéis preparado espiritualmente de manera muy seria para esta peregrinación, y espero que podáis recoger frutos abundantes para vuestra vida y testimonio cristiano.

(alemán)
Os saludo de corazón a todos vosotros, queridos jóvenes de lengua alemana, que habéis venido para dar testimonio de vuestra fe en Jesucristo, que nos da la vida en abundancia (cf. Jn
Jn 10,10). Que estos días de oración y reflexión, de encuentro y compañía dichosa con los jóvenes de todo el mundo, os reafirmen en vuestro servicio a la Iglesia y al mundo.

(portugués)
Queridos amigos de Portugal, Brasil, Angola, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, Jesucristo es la esperanza del mundo. Ojalá que, durante estos días en Denver, descubráis cada vez más profundamente su amistad e intimidad.

(polaco)
Saludo cordialmente a los jóvenes venidos desde Polonia con sus pastores y a los jóvenes de origen polaco que viven en Norteamérica y en otros países.

45 Después de la inolvidable experiencia del encuentro mundial de la juventud celebrado en el santuario de Jasna Góra en Czestochowa en 1991, donde la juventud polaca acogió a los demás jóvenes, volvemos a encontrarnos hoy en Denver, en los Estados Unidos. Es la etapa sucesiva de la peregrinación de los jóvenes que siguen el itinerario de la nueva evangelización.

Jóvenes compatriotas, que el testimonio de la fe de miles de muchachos y muchachas venidos aquí desde todo el mundo os ayude a volver a descubrir que Cristo es la fuente de la vida. Él, crucificado y resucitado, es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn
Jn 14,8). Es el camino que conduce a la plenitud de la vida.

(ruso)
Jóvenes de lengua rusa, estad siempre abiertos a la luz de Cristo, a fin de convertiros en sus testigos fieles.

(lituano)
Jóvenes de Lituania: espero con impaciencia el momento de visitar vuestra patria en septiembre. ¡Que la vida y la luz de Cristo iluminen vuestros corazones y os den valentía!

(croata)
Queridos jóvenes de Croacia, todos los que nos hallamos aquí reunidos para la Jornada mundial de la Juventud estamos cerca de vosotros en la situación tan difícil de conflicto que está causando tanto sufrimiento en los Balcanes. Que Dios inspire a los líderes de la región y a la comunidad internacional para lograr una paz rápida y duradera, evitando así más víctimas y destrucciones.

(árabe)
Que la paz de Cristo esté con todos los jóvenes presentes de lengua árabe.

(tagalo)
46 Saludo cordialmente a todos los jóvenes de Filipinas y de origen filipino. Que Cristo sea siempre la luz de vuestra vida y os fortalezca en los desafíos que debéis afrontar como testigos para los demás jóvenes.

(suahili)
Que Dios os bendiga a todos con la fe, la esperanza y el amor.

(coreano)
Sed dignos herederos de san Andrés Kim y de sus compañeros mártires. Ellos amaron a Cristo hasta el fin. También vosotros sed sus discípulos fieles.

(vietnamita)
Jóvenes vietnamitas, sed fuertes y valerosos en vuestra vida cristiana.

3. Hemos venido a Denver como peregrinos. Estamos continuando el viaje realizado por millones de jóvenes en las Jornadas mundiales precedentes: en Roma, Buenos Aires, Santiago de Compostela y Czestochowa.

Peregrinos en camino hacia una meta. En nuestro caso no buscamos venerar un lugar o un santuario. Nuestra peregrinación se dirige a una ciudad moderna, a una meta simbólica: la metrópoli es el lugar que determina el estilo de vida y la historia de una gran parte de la familia humana al final del siglo XX.Esta moderna ciudad de Denver está situada en el espléndido telón de fondo de las Montañas Rocosas, como queriendo poner la obra del hombre en relación con la obra del Creador. Por tanto, estamos buscando el reflejo de Dios no sólo en la belleza de la naturaleza, sino también en las conquistas de la humanidad y en cada persona. En esta peregrinación guían nuestros pasos las siguientes palabras de Jesucristo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (
Jn 10,10).

Mi objetivo en este primer encuentro con vosotros es invitaros a entrar en lo más íntimo de vuestro corazón y vivir los próximos días como un encuentro real con Jesucristo.

Naturalmente, estamos aquí para escucharnos unos a otros: yo a vosotros y vosotros al Papa. Pero, sobre todo, estamos en Denver para escuchar la única palabra auténtica de vida: la Palabra eterna que en el principio estaba con Dios; por medio de la cual todas las cosas fueron creadas y sin la cual no se hizo nada de cuanto existe (cf. Jn Jn 1,2-3).

47 Jóvenes de América y del mundo, ¡escuchad lo que os dice Cristo, el Redentor! «A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,11-12). La Jornada mundial de la juventud os desafía a ser plenamente conscientes de lo que sois: hijos e hijas muy queridos de Dios.

4. Vuestra peregrinación por la ciudad de Denver os llevará a meditar sobre la promesa de vida en abundancia de Cristo, en las diferentes etapas a lo largo del camino.

En la iglesia de Santa Isabel la cruz del Año Santo os recordará dónde buscar la vida verdadera que Jesús da. Jesús dice: «El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí» (Mt 10,38). Os dice eso no porque no os ame suficientemente, sino porque os está conduciendo al descubrimiento de la vida y el amor auténticos. La vida que Jesús da sólo puede experimentarse mediante el amor que es entrega de sí, y ese amor implica siempre alguna forma de sacrificio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muerte, queda él solo; pero si muerte, da mucho fruto» (Jn 12,24). Eso es lo que la cruz nos enseña.

En la iglesia del Espíritu Santo vuestra peregrinación os conducirá hacia Cristo presente en la sagrada Eucaristía. Orando ante el Santísimo Sacramento expuesto, podéis abrirle vuestro corazón, pero sobre todo debéis escuchar lo que él quiere deciros a cada uno de vosotros. Las palabras preferidas de Cristo a los jóvenes son las siguientes: «No temáis» (Mt 10,31) y «ven, y sígueme» (Mt 19,21). ¿Quién sabe lo que os pedirá el Señor a vosotros, jóvenes de América, jóvenes hijos e hijas de Europa, de África, de Asia y de Oceanía?

En la catedral de la Inmaculada Concepción vuestra peregrinación os conducirá ante el icono de Nuestra Señora del Nuevo Adviento. María, la Madre del Redentor, fue la primera y la mejor discípula de su Hijo. Ella estará presente en cada etapa de nuestra peregrinación. Es la mejor guía que podemos tener, porque nos conduce hacia Cristo diciéndonos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5).

5. Mañana, viernes, será un día dedicado a la solidaridad y a la penitencia. Como gesto de amor hacia nuestros hermanos y hermanas menos afortunados se nos pedirá a todos que hagamos un sacrificio en la comida de mañana y donemos lo que hemos ahorrado al hospital de San José de Kitovu, en Uganda, donde muchos enfermos de sida son atendidos con gran amor y solicitud. Esa región ha sido drásticamente afectada por esta terrible enfermedad y como consecuencia de ello miles de niños han quedado huérfanos. Nuestro gesto es un pequeño signo de nuestro amor, una invitación a la sociedad a no abandonar a cuantos sufren, sobre todo cuando ese sufrimiento, que Jesús carga sobre sí (cf. Mt Mt 25,36), sólo puede ser aliviado con la presencia asidua, personal y amorosa de los demás.

¡Jesús os ha llamado a Denver a cada uno de vosotros con una finalidad! Debéis vivir estos días de manera que, cuando llegue el momento de regresar a casa, cada uno tenga una idea más clara de lo que Cristo espera de vosotros. Cada uno debe tener la valentía de ir a difundir la buena nueva entre la gente del último tramo del siglo XX, en particular entre los jóvenes de vuestra edad, que guiarán la Iglesia y la sociedad en el siglo próximo.

Y a ustedes, jóvenes latinoamericanos, ¿qué les pide Cristo? Busca colaboradores en la nueva evangelización. Busca misioneros y misioneras de su Palabra en todos los pueblos de este continente de la esperanza. Busca constructores de una sociedad nueva, más justa, más fraterna, más acogedora hacia los pequeños y necesitados. Cristo necesita a cada uno y a cada una de ustedes.

6. Señor Jesucristo, manda tu Espíritu Santo a estos jóvenes que han venido a encontrarte en el centro de la moderna metrópoli, sobre todo durante las catequesis de estos días.

Permanece con nosotros durante el gran encuentro de los peregrinos por el camino de la vida, cuando, en la vigilia de la solemnidad de la Asunción de María al cielo y en la misa de ese día, los jóvenes de Estados Unidos, de América y del mundo, proclamen y celebren su fe en ti, el único que tienes palabras que revelan la profundidad del misterio de la vida verdadera.

Oh María, Nuestra Señora del nuevo Adviento, que guardabas todas estas cosas meditándolas en tu corazón (cf. Lc Lc 2,19), enseña a estos jóvenes a ser buenos oyentes de tu Hijo, la Palabra de vida.

48 Ruega por ellos a fin de que no se interponga ningún obstáculo en el camino de su descubrimiento de la vida nueva que tu Hijo ha traído al mundo.

Virgen Hija de Sión, guía cada paso de nuestro peregrinar a lo largo del sendero que conduce a la vida.

Jóvenes de la octava Jornada mundial de la juventud, responded al desafío que Denver os presenta:

Seguid la cruz «peregrina»; id en busca de Dios, porque podéis encontrarlo también en el corazón de una ciudad moderna; reconocedlo en tantos jóvenes llenos de esperanza y de ideales nobles; percibid el soplo del Espíritu Santo en medio de tantas razas y culturas diferentes, todos unidos al reconocer a Cristo cono camino, verdad y vida de todo ser humano (cf. Ángelus, 5 de abril de 1993).

Queridos jóvenes amigos, en nombre de Jesucristo 1os saludo a todos juntos e individualmente; a todos los diversos grupos lingüísticos, y a todos juntos. Vosotros sois aquí la Iglesia universal, y pido a Jesús que esté con vosotros y bendiga a todos los jóvenes de esta Jornada mundial, a cada uno de vosotros y a todos juntos. Mi discurso ha sido largo, demasiado largo, pero ya termino. Vivo con gozo la espera de nuestro próximo encuentro. ¡Hasta la vista!





VIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD


DURANTE LA VIGILIA DE ORACIÓN CON LOS JÓVENES


Cherry Creek State Park de Denver

Sábado 14 de agosto de 1993



I. Seguid a al buen Pastor



Queridos jóvenes;
jóvenes peregrinos por el sendero de la vida:

«Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

49 1. Esta tarde, esas palabras de Cristo se dirigen a vosotros, jóvenes reunidos para la Jornada mundial de la juventud.

Cristo pronuncia esas palabras en la parábola del buen pastor. El buen pastor: ¡qué hermosa imagen de Dios! Transmite algo profundo y personal sobre el modo en que Dios se cuida de todo lo que ha creado. En la metrópoli moderna no tenéis oportunidad de ver un pastor que cuida a su rebaño. Pero podemos acudir a las tradiciones del Antiguo Testamento, en el que esa parábola se halla profundamente arraigada, con el fin de comprender la solicitud amorosa del pastor por su rebaño.

El salmo dice: «El Señor es mi pastor; nada me falta» (
Ps 23,1). El Señor, el Pastor, es Dios-Yahveh. Él que libró a su pueblo de la opresión en la tierra de su destierro. Él que se reveló en el monte Sinaí como el Dios de la alianza: «Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra» (Ex 19,5).

Dios es el Creador de todo lo que existe. En la tierra que creó puso al hombre y a la mujer: «macho y hembra los creó» (Gn 1,27). «Y bendíjolos Dios, y díjoles: Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra» (Gn 1,28).

2. El puesto especial que ocupan los seres humanos entre todo lo que Dios creó consiste en el hecho de que a ellos les otorgó participar en su misma solicitud y providencia hacia toda la creación. El Creador nos confió el mundo a nosotros, como un don y una responsabilidad. Él, que es Providencia eterna; él, que guía todo el universo hacia su destino final, nos ha hecho a su imagen y semejanza, a fin de que también nosotros nos convirtiéramos en «providencia», providencia sabia e inteligente, que guía el desarrollo humano y el desarrollo del mundo por el sendero de la armonía con la voluntad del Creador, para el bienestar de la familia humana y el cumplimiento de la vocación trascendente de cada persona.

3. Con todo, millones de hombres y mujeres viven sin darse cuenta de lo que hacen ni de lo que les sucede. Aquí, esta tarde, en el Cherry Creek State Park de Denver, representáis a la juventud del mundo, con todas las cuestiones que los jóvenes de fines del siglo XX necesitan y tienen derecho a plantearse.

Nuestro tema es la vida, y la vida está llena de misterio. La ciencia y la tecnología han hecho progresos enormes para descubrir los secretos de nuestra vida natural, pero un examen superficial de nuestra experiencia personal muestra que hay muchas otras dimensiones para nuestra existencia individual y colectiva en este planeta. Nuestro corazón inquieto busca más allá de nuestros límites, en alas de nuestra capacidad de pensar y amar: pensar y amar lo inconmensurable, lo infinito, la forma absoluta y suprema del Ser. Nuestra mirada interior se extiende hacia el horizonte ilimitado de nuestras esperanzas y aspiraciones. Y en medio de todas las contradicciones de la vida, buscamos el significado verdadero de la vida. Nos maravillamos y nos preguntamos, ¿por qué?

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué existo? ¿Qué debo hacer?

Todos nos planteamos esas cuestiones. La humanidad en su totalidad siente la necesidad apremiante de dar un sentido y una finalidad a un mundo en el que aumenta la complejidad y la dificultad de ser feliz. Todos los obispos del mundo reunidos en el concilio Vaticano II se expresaron de este modo: «Ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales [....] ¿Qué es el hombre? ¿Cual es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? [...]. ¿Qué puede ofrecer el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?» (Gaudium et spes GS 10).

Dejar de plantearse esas cuestiones básicas significa renunciar a la gran aventura de buscar la verdad acerca de la vida.

4. Sabéis qué fácil es dejar de plantearse esas cuestiones básicas. Pero vuestra presencia aquí manifiesta que no huís de la realidad y de la responsabilidad.

50 Cuidáis el don de la vida que Dios os ha dado. Confiáis en Cristo, cuando dice: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

Nuestra vigilia comienza con un acto de confianza en las palabras del buen Pastor. En Jesucristo, el Padre expresa toda la verdad con respecto a la creación. Creemos que en la vida, muerte y resurrección de Jesús, el Padre revela todo su amor a la humanidad. Por eso precisamente Cristo habla de sí como «la puerta de las ovejas» (Jn 10,7). Como puerta, vela por las criaturas confiadas a él. Nos conduce a buenos pastos: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto» (Jn 10,9).

Jesucristo es verdaderamente el Pastor del mundo. Nuestro corazón debe estar abierto a sus palabras. Por eso, hemos venido a este encuentro mundial de la juventud: de todos los Estados y diócesis de Estados Unidos, de toda América, de todo continente: todos están aquí representados por las banderas que vuestros delegados han izado para manifestar que aquí, esta tarde, nadie es extranjero. Todos somos uno en Cristo. El Señor nos ha conducido como conduce su rebaño:

El Señor es nuestro pastor; nada nos falta. En verdes praderas nos hace recostar. Nos conduce hacia fuentes tranquilas y repara nuestras fuerzas. Aunque caminemos por cañadas oscuras, nada tememos, porque él va con nosotros. El nos sosiega (cf. Sal Ps 23).

Al meditar juntos en la vida que Jesús da, os pido que tengáis el valor de comprometeros en favor de la verdad. Tened el valor de creer en la buena nueva sobre la vida que Jesús enseña en el Evangelio. Abrid vuestra mente y vuestro corazón a la belleza de todo lo que Dios ha hecho y a su amor especial y personal hacia cada uno de vosotros.

Jóvenes del mundo, ¡escuchad su voz!

Escuchad su voz y seguidlo.

Sólo el buen Pastor os conducirá a la verdad plena sobre la vida.
II. Formad bien vuestra conciencia para que seáis luz del mundo



I.


1. En este punto, los jóvenes reunidos en Denver podrían preguntarse: ¿qué va a decir el Papa sobre la vida?

Mis palabras serán una profesión de la fe de Pedro, el primer Papa. Mi mensaje no diferirá de lo que se ha transmitido desde el principio, porque no es mío; es la buena nueva de Jesucristo mismo.

51 El Nuevo Testamento presenta a Simón —a quien Jesús llamó Pedro, Roca— como un discípulo de Cristo vigoroso y apasionado. Pero él también dudó y, en un momento decisivo, incluso negó ser seguidor de Jesús. Ahora bien, a pesar de esas debilidades humanas, Pedro fue el primer discípulo que hizo profesión pública de fe en el Maestro. Un día, Jesús preguntó: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?», y Pedro respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).

Comenzando por Pedro, el primer testigo apostólico, innumerables testigos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, de todas las naciones de la tierra, han proclamado su fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el Redentor del hombre, el Señor de la historia, el Príncipe de la paz. Como Pedro, también ellos han preguntado: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).

Esta tarde nosotros profesamos la misma fe de Pedro. Creemos que Jesucristo tiene palabras de vida, y que él dirige estas palabras a la Iglesia, a todos los que le abren su mente y su corazón con fe y confianza.

2. «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11). Nuestra primera reflexión se inspira en estas palabras de Jesús, que nos refiere el evangelio de san Juan.

El buen pastor da su vida. La muerte ataca a la vida.

A la luz de nuestra experiencia humana, la muerte es el enemigo de la vida. Es un intruso que frustra nuestro deseo natural de vivir. Eso resulta evidente de manera especial en el caso de una muerte improvisa o violenta, y sobre todo en el caso del asesinato de un inocente.

No debe asombrarnos, por tanto, que entre los diez Mandamientos el Señor de la vida, el Dios de la alianza, haya dicho en el monte Sinaí: «No matarás» (Ex 20,13 cf. Mt Mt 5,21).

Las palabras «No matarás» fueron esculpidas en las tablas de la alianza, en las tablas de piedra de la Ley. Pero, ya antes, esa ley había sido esculpida en el corazón humano, en el santuario de toda conciencia individual. En la Biblia, el primero que experimentó la fuerza de esta ley fue Caín, que mató a su hermano Abel. Inmediatamente después de ese terrible crimen, sintió todo el peso de haber quebrantado el mandamiento de no matar. Aunque trató de escapar de la verdad, diciendo: «¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» (Gn 4,9), la voz interior seguía repitiéndole: «Eres un asesino». La voz era su conciencia, y no podía acallarse.

3. Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los Caínes que asesinan a los Abeles; no, se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática. El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible.

Del mismo modo, falsos modelos de progreso han llevado a poner en peligro el equilibrio ecológico de la tierra. El hombre, hecho a imagen y semejanza del Creador, estaba llamado a ser el buen pastor del medio ambiente, marco de su existencia y de su vida. Es la tarea que recibió desde hace mucho tiempo y que la familia humana asumió, no sin éxito, a lo largo de toda su historia, hasta una época reciente, en la que el hombre mismo se convirtió en destructor de su ambiente natural. Esto ya ha ocurrido en algunos lugares, o está a punto de ocurrir.

Pero hay más. Asistimos también a la difusión de una mentalidad de lucha contra la vida, una actitud de hostilidad hacia la vida en el seno materno y hacia la vida en sus últimas fases. Precisamente en este tiempo, en que la ciencia y la medicina han logrado una mayor capacidad de velar por la salud y la vida, las amenazas contra la vida se hacen más insidiosas. El aborto y la eutanasia —asesinato real de un ser humano verdadero— son reivindicados como derechos y soluciones a problemas: problemas individuales o problemas de la sociedad. La matanza de los inocentes no deja de ser acto pecaminoso o destructivo por el mero hecho de realizarse de modo legal y científico. En las metrópolis modernas, la vida —primer don de Dios y derecho fundamental de todo individuo, base de todos los demás derechos— es tratada a menudo nada más como una mercancía que se puede organizar, comercializar y manipular a gusto personal.

52 Todo esto sucede mientras Cristo, el buen pastor, quiere que tengamos la vida. Conoce lo que amenaza la vida; sabe reconocer al lobo que llega para robar y dispersar a las ovejas. Sabe detectar a los que intentan entrar en el rebaño, pero son ladrones y asalariados (cf. Jn Jn 10,1 Jn Jn 10,13). Se da cuenta de cuántos jóvenes dilapidan su existencia evadiéndose hacia la irresponsabilidad y la falsedad. Droga, abuso de sustancias alcohólicas, pornografía y desorden sexual, violencia: son algunos problemas graves que requieren una seria respuesta de la sociedad entera, en todo país y a nivel internacional. Pero también constituyen tragedias personales que es preciso afrontar con actos interpersonales concretos de amor y solidaridad, gracias a una gran renovación de la propia responsabilidad personal ante Dios, ante los demás y ante nuestra misma conciencia. Somos guardas de nuestros hermanos (cf. Gn Gn 4,9).

II

4. ¿Por qué la conciencia de los jóvenes no se rebela contra esta situación, sobre todo contra el mal moral, que brota de opciones personales? ¿Por qué tantos se acomodan en actitudes y comportamientos que ofenden la dignidad humana y desfiguran la imagen de Dios en nosotros? Lo normal sería que la conciencia señalara el peligro mortal que encierra para el individuo y para la humanidad el hecho de aceptar tan fácilmente el mal y el pecado. Y, en cambio, no siempre sucede así. ¿Será porque la misma conciencia está perdiendo la capacidad de distinguir el bien del mal?

En una cultura tecnológica, en que estamos acostumbrados a dominar la materia, descubriendo sus leyes y sus mecanismos, para transformarla según nuestra voluntad, surge el peligro de querer manipular también la conciencia y sus exigencias. En una cultura que sostiene que no puede existir ninguna verdad universalmente válida, nada es absoluto. Así pues, al fin y al cabo —dicen- la bondad objetiva y el mal ya no importan. El bien se convierte en lo que agrada o es útil en un momento particular, y el mal es lo que contradice nuestros deseos subjetivos. Cada persona puede construir un sistema privado de valores.

5. Jóvenes, no cedáis a esa falsa moralidad tan difundida. No asfixiéis vuestra conciencia. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios (cf. Gaudium et spes GS 16). «En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer» (ib.). Esa ley no es una ley humana externa, sino la voz de Dios, que nos llama a liberarnos de la cadena de los malos deseos y del pecado, y nos impulsa a buscar el bien y la verdad. Sólo escuchando la voz de Dios en vuestro interior y actuando de acuerdo con sus directrices, alcanzaréis la libertad que anheláis. Como dijo Jesús, sólo la verdad os hará libres (cf. Jn Jn 8,32). Y la verdad no es el fruto de la imaginación de cada uno. Dios os ha dado la inteligencia para conocer la verdad, y la voluntad para realizar el bien moral. Os ha dado la luz de la conciencia para guiar vuestras decisiones morales, para amar el bien y evitar el mal. La verdad moral es objetiva, y una conciencia bien formada puede percibirla.

Pero si la misma conciencia se ha deformado, ¿cómo puede reformarse? Si la conciencia, que es luz, ya no alumbra, ¿cómo podemos superar la oscuridad moral? Jesús dice: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!» (Mt 6,22-23).

Pero Jesús dice también: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12). Si seguís a Cristo, devolveréis a la conciencia su puesto correcto y su papel adecuado, y seréis la luz del mundo y la sal de la tierra (cf. Mt Mt 5,13).

Un renacimiento de la conciencia debe brotar de dos fuentes: en primer lugar, el esfuerzo por conocer con certeza la verdad objetiva, incluida la verdad sobre Dios; y, en segundo lugar, la luz de la fe en Jesucristo, el único que tiene palabras de vida.

6. Con el espléndido telón de fondo de las montañas del Colorado, con su aire puro que da paz y serenidad a la naturaleza, el alma se eleva espontáneamente para cantar la alabanza del Creador: «Oh Señor, Dios nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra» (Ps 8,2).

Jóvenes peregrinos, el mundo visible es como un mapa que señala el cielo, la morada eterna del Dios vivo. Aprendemos a ver al Creador contemplando la belleza de sus criaturas. En este mundo resplandecen la bondad, La sabiduría y el poder omnipotente de Dios. Y la inteligencia humana, incluso después del pecado original —con tal de que no esté ofuscada por el error o la pasión— puede descubrir la mano del Artista en las obras maravillosas que ha hecho. La razón puede conocer a Dios por medio del libro de la naturaleza: un Dios personal, infinitamente bueno, sabio, poderoso y eterno, que trasciende el mundo y, al mismo tiempo, está presente en lo más íntimo de sus criaturas. San Pablo escribe: «Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad» (Rm 1,20).

Jesús nos enseñó a ver la mano del Padre en la belleza de los lirios del campo, las aves del cielo, la noche estrellada, los campos maduros para la cosecha, los rostros de los niños y las necesidades del pobre y el humilde. Si observáis el universo con corazón puro, también vosotros veréis el rostro de Dios (cf. Mt Mt 5,8), porque revela el misterio del amor providencial del Padre.

Los jóvenes son especialmente sensibles a la belleza de la naturaleza y su contemplación les inspira espiritualmente. Pero tiene que ser una contemplación auténtica. Una contemplación que no revele el rostro de un Padre personal, inteligente, libre y amoroso, sino que llegue sólo a la figura oscura de una divinidad impersonal o fuerza cósmica, no es suficiente. No debemos confundir al Creador con su creación.


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