Discursos 1994 58


AL NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA ANTE LA SANTA SEDE,


ARMANDO LOAIZA MARIACA, DURANTE LA


PRESENTACIÓN DE SUS CARTAS CREDENCIALES


Lunes, 31 octubre de 1994



59 Señor Embajador:

Le agradezco sinceramente las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme en este solemne acto de presentación de las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Bolivia ante la Santa Sede.

Es ésta una feliz circunstancia que me hace evocar las intensas jornadas de fe y esperanza vividas entre los amados hijos de Bolivia durante mi Visita Pastoral en 1988, que me permitió conocer más de cerca y apreciar la nobleza y la riqueza humanas de los pueblos que viven en aquel inmenso territorio, los cuales han sabido conservar en sus tradiciones profundos valores humanos y cristianos, herencia de un pasado glorioso que aún hoy repercute positivamente en la vida de la sociedad.

A ello se ha referido Usted en sus palabras, recordando la fuerte presencia de la fe católica en la vida de su pueblo, después de casi cinco siglos del inicio de la evangelización en su País. La Iglesia, fiel a su cometido de llevar el mensaje de salvación a todas las gentes, pone todo su empeño en promocionar cuanto pueda favorecer el perfeccionamiento y defensa de la dignidad del ser humano. En efecto, el respeto de los valores de la persona, sobre todo de su dignidad como hijo de Dios, ha de informar las relaciones entre los individuos y los grupos, para que los legítimos derechos de cada uno sean tutelados y la sociedad pueda gozar de estabilidad y armonía.

Son muchos y sólidos los vínculos que, desde sus mismos orígenes, han unido a Bolivia con la Iglesia, los cuales han configurado la vida y el sentir de sus gentes. La Iglesia, movida por su deseo de testimonio evangélico, ajeno a intereses transitorios y de parte, continuará prestando su valiosa ayuda en campos tan importantes como la enseñanza, la asistencia a los más desfavorecidos, los servicios sanitarios, la promoción integral de la persona como ciudadano e hijo de Dios. Por ello, los Pastores de Bolivia, en comunión con el Sucesor de Pedro, no dejan de ofrecer su palabra, sabia y prudente, como punto de referencia para todos, porque brota de un profundo conocimiento de la realidad humana boliviana leída en la perspectiva del Evangelio de Cristo.

También ha aludido en su alocución al doloroso problema de la extendida pobreza, desafío para el futuro de la Nación, que sus gobernantes quieren afrontar con decisión, de modo que una mayor responsabilidad social a todos los niveles conduzca hacia un más decidido empeño por el bien común. Bolivia cuenta con la mayor riqueza que puede tener un pueblo: los sólidos valores cristianos que han de dar un nuevo impulso en la construcción de una sociedad más justa, fraterna, solidaria y floreciente. Cuando la Iglesia pronuncia su palabra y encamina su acción para eliminar las causas de la pobreza, cumple su misión, pues la preocupación por lo social “forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia” (Sollicitudo rei socialis
SRS 41), en la cual debe ocupar un lugar predominante la promoción humana, ya que la evangelización tiende a la liberación integral de la persona (Discurso inaugural de la IV Conferencia general del episcopado latinoamericano, n. 13, Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).

Los católicos, Señor Embajador, transmitiendo adecuadamente el rico y siempre actual patrimonio de la doctrina social de la Iglesia, podrán impulsar y favorecer convenientes iniciativas encaminadas a superar situaciones de pobreza y marginación que afectan a tantos hermanos necesitados.

Me complace saber que es firme propósito de las Autoridades de su País construir sólidos fundamentos que permitan la instauración de un orden social más justo y participativo. Hago votos para que, en esta singladura de vida democrática, la acción de la Iglesia se haga presente cada vez más con una renovada vocación de servicio a todos los niveles, especialmente en favor de los más necesitados, contribuyendo así a la elevación del hombre boliviano y a la tutela y promoción de los valores supremos. En efecto, para construir una sociedad más justa y fraterna es preciso que la concepción cristiana de la vida y las enseñanzas morales de la Iglesia continúen siendo valores que deben ser tomados en consideración por aquellas personas que trabajan por el bien de la Nación. De esta manera se podrá responder adecuadamente a las necesidades y aspiraciones de los hombres colaborando, a la vez, con los designios de Dios.

Desde hace más de una década el pueblo boliviano goza de estabilidad política así como de una relativa calma social, a la vez que se manifiesta, siempre con mayor claridad, la conciencia de una mayor participación en la vida pública. Hay un pacífico proceso, todavía en acto, para dar un marco jurídico fundamental con vistas a obtener el efecto deseado, de lo cual es prueba la reciente reforma constitucional. Todos, según sus cualidades y posibilidades, están llamados a dar su contribución al bien de la Patria: los pueblos originarios en su gran variedad étnica y cultural, los campesinos del altiplano, de los valles y de las llanuras, los jóvenes y, también, las numerosas categorías de los más pobres y débiles.

Señor Embajador, antes de concluir este encuentro deseo expresarle mis mejores deseos para que la misión que hoy inicia sea fecunda en frutos y éxitos. Le ruego, de nuevo, que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el Excelentísimo Señor Presidente de la República de Bolivia, así como a las Autoridades de su País, mientras invoco la bendición de Dios y los dones del Espíritu sobre Usted, sobre su familia y colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos de la noble Nación boliviana, que siempre recuerdo con vivo aprecio.







                                                                                  Noviembre de 1994


DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL CARDENAL RICARDO MARÍA CARLES GORDÓ,

ARZOBISPO DE BARCELONA


Sala Clementina

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Lunes 28 de noviembre de 1994

: Señor Cardenal:

Con mucha alegría le recibo hoy, junto con sus Obispos auxiliares y un grupo de familiares y amistades que le acompañan en el momento gozoso de su incorporación al Colegio Cardenalicio. En este año ha celebrado Usted el XXV aniversario de su ministerio episcopal, iniciado en la diócesis de Tortosa, donde con amor y fidelidad cuidó durante largo tiempo la Iglesia que allí peregrina y en la que, entre otras actividades, promovió y celebró un Sínodo diocesano. Hoy, como Arzobispo de Barcelona, ejerce su servicio pastoral en aquella gran archidiócesis, potenciando la vida cristiana de sus fieles y atendiendo también las responsabilidades que, a nivel nacional, los obispos de España le han encomendado en la Conferencia Episcopal.

Me complace resaltar, cuando estamos ya al final del Año de la Familia, que proviene de una familia profundamente cristiana. Tras la temprana muerte de su padre durante su adolescencia, Usted con su madre y su hermano formaron un hogar fundado en las virtudes domésticas, que le condujeron a acoger la llamada al sacerdocio cuando ya había empezado los estudios científicos. De ese modo comenzó un camino de servicio a la Iglesia, en el Colegio del Corpus Christi, con el ejemplo y la protección de San Juan de Ribera.

Sé que en su ministerio sacerdotal, iniciado en Tabernes de Valldigna y después durante el breve período en la capital valentina, prestó una atención particular a la formación de los laicos, a la pastoral familiar y a la juventud. Estas líneas pastorales que, siempre le han distinguido, las continúa hoy en Barcelona, juntamente con la atención a la vida y actividad de los sacerdotes y a la pastoral vocacional.

En la comunitat diocesana més poblada de Catalunya, vos treballeu pel Regne de Déu, en aquest moment important de la seva història, tot guiant l’Església local amb les vostres Orientacions per a la pastoral diocesana, que han estat concretades en el pla pastoral “ Identitat, comunió, evangelització ”, que crida a tots sense excloure ningú. Estic segur que una aplicació d’aquestes orientacions, amb esperit de fe i d’esperança, serà una revitalització de l'arxidiòcesi i una fructuosa aportació al proper Concili Provincial Tarraconense, en el qual hi participa també Barcelona.

Señor Cardenal, le han acompañado hasta la Sede del Sucesor de Pedro no sólo Obispos, sacerdotes y fieles de Barcelona, sino también de Cataluña, de Valencia, su diócesis de origen, y de otros puntos de España. Han querido manifestar así el afecto por su persona y su gratitud por lo que Usted ha hecho por ellos. Encomendándole a la protección materna de la Virgen, que en Cataluña es venerada con tanto amor bajo la advocación de Montserrat, y a la que ya desde niño aprendió a amar en Valencia, con el nombre de los Desamparados, le imparto de corazón, así como a los que hoy le acompañan y a quienes le están unidos espiritualmente, una especial Bendición Apostólica.










AL CARDENAL AUGUSTO VARGAS ALZAMORA,


ARZOBISPO DE LIMA


Lunes 28 de noviembre de 1994

: Señor Cardenal,:

Me es muy grato recibirle, junto con sus acompañantes: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, a quienes quiero saludar cordialmente, de modo especial a vuestro predecesor en la sede primada del Perú, el Señor Cardenal Juan Landázuri Ricketts. Con él me unen lazos de particular amistad eclesial, sobre todo a partir del Sínodo de 1974, en el que fue Presidente Delegado del Papa Pablo VI y a mí me tocó ser Relator General para el tema de la Evangelización.

La Evangelización ha sido, es y será siempre la tarea, el motor y el gozo de la Iglesia, según el camino señalado por Jesucristo que fue el “ primero y el más grande evangelizador ”.

61 Hace casi quinientos años, el más ilustre de vuestros predecesores, Santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, promovió en todo el Perú y en los territorios limítrofes una gran empresa evangelizadora, que las Iglesias de América Latina tienen que recordar ahora, al final de este milenio, para sentirse más motivadas en la gran tarea de la Nueva Evangelización.

Me complace constatar que, en la Iglesia particular de Lima, los tres cardenales que hasta ahora ha tenido tan ilustre Sede, Juan Gualberto Guevara, Juan Landázuri y ahora Usted, han venido promoviendo notables iniciativas pastorales para afianzar la cristianización del amado pueblo peruano.

Ya en sus primeros años de ministerio sacerdotal como jesuita, fundó Usted en Perú la obra “ Fe y Alegría ”, que actualmente es una de las principales instituciones católicas de educación popular existentes en América Latina. Como Obispo llevó a cabo una intensa labor misionera en el Vicariato Apostólico de Jaén o San Francisco Javier.

Actualmente, en calidad de Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana y Arzobispo de Lima, está desarrollando una gran labor, con especial dedicación por la preparación de evangelizadores y por la atención a los pobres, por desgracia tan numerosos aún entre los casi seis millones de habitantes que tiene la diócesis. El Sínodo arquidiocesano que se viene realizando, así como el especial cuidado dedicado al Seminario y a la promoción de las vocaciones, asegurarán a su comunidad diocesana un porvenir esperanzador.

Que Nuestra Señora de la Evangelización, cuya imagen se venera en la Catedral de Lima y ante la cual tuve yo la dicha de postrarme en mis visitas de 1985 y de 1988, ilumine y guie su nueva trayectoria de Cardenal de la Santa Iglesia Romana.

Con estos deseos, me complace impartirle, señor cardenal, así como a los peregrinos que le acompañan en esta feliz circunstancia y a todos los fieles diocesanos, una especial Bendición Apostólica.










A LOS CARDENALES CARLOS OVIEDO CAVADA,


ADOLFO ANTONIO SUÁREZ RIVERA,


JUAN SANDOVAL ÍÑIGUEZ Y BERNARDINO ECHEVERRÍA RUIZ


Sala Pablo VI

Martes 29 de noviembre de 1994

: Señores Cardenales:

Con mucha alegría les recibo hoy, acompañados de sus familiares y también de tantos hermanos Obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos de América Latina, a quienes doy mi más afectuoso saludo de bienvenida.

Latinoamérica está en el corazón del Papa, como el Papa está en el corazón de los latinoamericanos. En México realicé mi primer Viaje Apostólico, al comienzo de mi pontificado, para inaugurar, en Puebla de los Ángeles, la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En años sucesivos el Señor me ha concedido poder compartir inolvidables momentos de intensa fe y fervor espiritual en casi todos los Países del Continente de la Esperanza.

62 Ahora, numerosas representaciones de algunas de esas Iglesias particulares han venido a Roma, para acompañar a sus Pastores, que han sido elevados a la dignidad cardenalicia, lo cual les convierte en consejeros y colaboradores del Papa en su solicitud por la Iglesia universal.

Generoso y dinámico ha sido el servicio pastoral del Cardenal Bernardino Echeverría Ruiz a la Iglesia que está en Ecuador, de cuya Conferencia Episcopal ha sido varias veces Presidente. Son tantas las obras e iniciativas apostólicas llevadas a cabo, con sabiduría y espíritu franciscano en las diócesis cuyo gobierno pastoral le ha sido confiado: Ambato, Guayaquil y ahora como Administrador Apostólico de Ibarra.

La Iglesia que peregrina en Chile, de la que guardo un especial recuerdo por mi Visita Pastoral de 1987, exulta de gozo al ver al querido Arzobispo de Santiago, Carlos Oviedo Cavada, de la Orden de la Merced, elevado al rango de Cardenal. Sus treinta años de ministerio episcopal, en Concepción, Antofagasta y ahora en Santiago le han llevado a emprender muchas iniciativas pastorales, entre las que cabe mencionar la Misión General de 1992, en el marco del V Centenario de la llegada del Evangelio al Nuevo Mundo, la cual está dando copiosos frutos.

Sé que ayer, con motivo del décimo aniversario de la firma del Tratado de paz y amistad entre Chile y la República Argentina, se ha recordado con gratitud al Señor lo que la Santa Sede hizo por la solución del diferendo entre las dos Naciones hermanas. Renuevo mis mejores deseos para la paz y el progreso de ambos Países.

El Cardenal Adolfo Antonio Suárez Rivera, Arzobispo de Monterrey y por tantos años Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, ha desarrollado anteriormente un fructuoso ministerio en las diócesis de Tepic y Tlalnepantla, dando pruebas de su constante y solícita entrega a las respectivas comunidades eclesiales.

Guadalajara, que ha llorado al Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Pastor amable y generoso, víctima de una violencia criminal, ahora exulta de alegría por el nuevo Arzobispo, Juan Sandoval Íñiguez, elevado también a Cardenal. Su labor evangelizadora y celo apostólico desarrollados en Ciudad Juárez son una segura promesa para la nueva misión encomendada.

La religiosidad de vuestros pueblos está acrisolada por la fidelidad a la Cátedra de Pedro y por la devoción a la Santísima Virgen, la “ primera evangelizadora de América Latina ”. Que Ella siga siendo la Estrella que os guíe a todos, así como a vuestras Iglesias particulares, a una entrega incansable en la tarea evangelizadora.

Con estos vivos sentimientos, me es grato impartir a todos muy cordialmente una especial Bendición Apostólica.










AL CARDENAL JAIME LUCAS ORTEGA Y ALAMINO,


ARZOBISPO DE SAN CRISTÓBAL DE LA HABANA


Sala del Consistorio

Martes 29 de noviembre de 1994



Señor Cardenal,

63 Le saludo con gran afecto al recibirle hoy, acompañado por su anciana madre y otros familiares, así como por algunos Obispos, Sacerdotes, Religiosas, Religiosos y seglares, que representan a tantos hermanos cubanos, unidos espiritualmente a estos actos, a quienes envío también mi entrañable saludo.

La Iglesia en Cuba, en su camino no exento de sufrimientos y esperanzas, vive en estos días unas jornadas de intenso júbilo al ser elevado Usted, como Arzobispo de San Cristóbal de La Habana, a la dignidad cardenalicia.

Reconociendo su solicitud pastoral y las dotes que le adornan, he querido dar también una prueba especial de mi afecto por esa noble y querida Nación, poniendo de relieve los afanes y proyectos apostólicos de esa Iglesia local “ que vive, sirve y siembra el amor en Cuba ”, como Usted mismo decía en su Mensaje, del pasado 30 de octubre, a los católicos y al pueblo cubano. “ Estoy seguro –añadía– que el Santo Padre se ha fijado en la unidad de nuestra Iglesia para conferirle este don en mi pobre persona, por eso lo considero como un patrimonio de todos Ustedes ”.

Un patrimonio y un don, un signo de aprecio que sin duda conducirá a todos, jerarquía y fieles, a confirmar su gran amor a la Iglesia, a estimular la generosidad en el servicio a la misma y a promover un esfuerzo dinámico para llevar adelante animosa y eficazmente la tarea de la “ Nueva Evangelización ”. Esto podrá dar más vitalidad a las comunidades católicas, que bajo la guía iluminada y sabia de sus Pastores, están llamadas a ofrecer su contribución para que Cuba camine siempre hacia el progreso integral de sus ciudadanos, superando las dificultades que agobian tanto a ese querido pueblo. En este esfuerzo van unidos, sin duda, el amor a la Iglesia y el amor a la Patria, que han distinguido siempre a los católicos cubanos.

Usted lleva especialmente en su corazón a sus antiguos feligreses de Cárdenas, de Jagüey Grande, su pueblo natal, en la diócesis de Matanzas, y los de Pinar del Río, donde inició su ministerio episcopal, antes de serle confiada la arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana, donde desde hace trece años viene desarrollando, con gran celo y sabiduría eclesial, su tarea evangelizadora que, actualmente como Presidente de la Conferencia Episcopal, se proyecta hacia toda la nación.

Con motivo de su nombramiento como Cardenal, Usted ha querido evocar la riqueza histórica que lleva la ciudad del apóstol Padre Varela, del patriota José Martí y del primer Cardenal cubano, Manuel Arteaga y Betancourt, creado por Pío XII. Son figuras que señalan la importancia y fecundidad católica de esa Nación, cristianizada ya en los primeros años de la Evangelización de América.

Quiero manifestarle, Señor Cardenal, que como Sucesor de Pedro estoy a su lado y al de los demás Pastores, y les encomiendo a la protección materna de la Patrona de Cuba, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. Como prueba de mi afecto, me complace impartirle, así como a la peregrinación que le acompaña y a quienes le están unidos espiritualmente, una especial Bendición Apostólica.








A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL


DE MÉXICO EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


Martes 29 de noviembre de 1994

: Queridos Hermanos en el Episcopado:

1. Con profundo afecto deseo daros mi cordial bienvenida con las mismas palabras del Apóstol: “Gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1,7). La visita “ad Limina”, con la que se sigue la antigua tradición de peregrinar a las tumbas de Pedro y Pablo, quiere manifestar la profunda comunión entre vuestras Iglesias particulares y esta Sede Apostólica, y comprende también el encuentro con el Papa y con los diversos Dicasterios de la Curia romana. La unidad de los Obispos con el Sucesor de Pedro, basada en la voluntad de Cristo, hace que las Comunidades eclesiales estén cimentadas sobre roca firme (cf. Mt Mt 7,24-27).

Agradezco vivamente las amables palabras del Señor Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, Administrador Apostólico de México, con las que ha querido expresar, en nombre de todos, los vínculos de fe y de caridad eclesial que os unen al Sucesor de Pedro. Deseo agradeceros también las informaciones que me habéis ofrecido, tanto en las Relaciones quinquenales como durante los encuentros personales, lo cual me ha permitido conocer mejor la vitalidad de vuestras diócesis, poniendo de relieve los sectores que requieren una renovada y constante dedicación pastoral.

64 2. Me uno a vuestra acción de gracias al Señor por los abundantes frutos con que ha bendecido a esas amadas diócesis mexicanas desde la última visita “ad Limina”. En efecto, el aumento de vocaciones y de ordenaciones sacerdotales, la mayor participación de los laicos en actividades apostólicas, la fecunda labor de numerosos catequistas en la formación cristiana de los niños y jóvenes, y el resurgir de los movimientos apostólicos, son otros tantos motivos de satisfacción por los objetivos alcanzados en el extenso campo de la nueva evangelización en México.

La Iglesia se siente interpelada continuamente por su divino Maestro y trata de cumplir fielmente su mandato de anunciar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc
Mc 16,15). Esta misión, encaminada a despertar la fe y la conciencia del pueblo cristiano, debe comprometer y responsabilizar a todas las fuerzas vivas de cada comunidad eclesial y abarcar todos los campos de la sociedad, en particular, la familia, la juventud y la cultura, a través del mensaje claro y preciso.

El anuncio explícito y profético del Señor resucitado se ha de hacer con la misma franqueza y valentía de los Apóstoles (cf. Hech 5, 28-29; Redemptoris missio RMi 45), de modo que la palabra de vida se convierta en una adhesión personal a Jesús, Redentor del hombre. En efecto, “no hay evangelización verdadera, mientras no se anuncia el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (Evangelii nuntiandi EN 22) . Sólo así podrá llevarse a cabo una evangelización “en profundidad y hasta sus mismas raíces” (Ibíd., 20).

3. Vuestra misión tiene como objetivo hacer que la verdad sobre Cristo y la verdad sobre el hombre penetren profundamente en todos los estratos de la sociedad mexicana y la transformen, pues “urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida” (Veritatis splendor VS 88).

Esta labor vuestra, no exenta de dificultades, se desarrolla en medio de un pueblo de corazón noble y de espíritu abierto y acogedor, que sabe valorar la acción apostólica cuando se le proclama la Buena Nueva de las bienaventuranzas. Es cierto que en la sociedad mexicana se dejan sentir también los síntomas de un proceso de secularización, que se manifiesta en tendencias como son: el ateísmo práctico, el indiferentismo, el consumismo y la crisis de valores. Esto aleja a muchos de Dios, ocultándoles el auténtico sentido y la explicación última de sus vidas. Pero, en el fondo, este pueblo, como sabéis muy bien y como yo mismo he podido constatar en mis viajes pastorales, tiene un alma profundamente cristiana. He ahí una prometedora realidad, que abre a la esperanza, al ver surgir nuevos apóstoles dispuestos a responder “con generosidad y santidad a las solicitaciones y desafíos de nuestro tiempo” (Redemptoris missio RMi 92). En este sentido, la tarea evangelizadora nunca se acaba, es más, requiere un esfuerzo renovado y constante.

4. La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Santo Domingo, ha puesto particularmente de relieve los graves desafíos pastorales de nuestro tiempo y “ha querido perfilar las líneas fundamentales de un nuevo impulso evangelizador que ponga a Cristo en el corazón y la vida de todos los latinoamericanos” (IV Conf. Gen Episcopado Latinoamericano, Nuntius, 3) . Éste y no otro ha de ser vuestro objetivo. Como “verdaderos y auténticos maestros de la fe” (Christus Dominus CD 2), debéis orientar a los fieles diocesanos en su vida moral, al mismo tiempo que alentarlos a que den testimonio de su identidad cristiana entre los demás. A este respecto, al tratar de la presencia de la Iglesia en el mundo dice el Concilio Vaticano II que de su “misma misión religiosa fluyen tareas, luz y fuerzas que pueden servir para constituir y fortalecer la comunidad de los hombres según la ley divina” (Gaudium et spes GS 42), . En efecto, la Iglesia, por su vocación de servicio al hombre en todas sus dimensiones, alienta todo aquello que pueda favorecer el bien común de la sociedad y se esfuerza por ser siempre “signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana” (Ibíd., 76) ), a la vez que ilumina también las realidades temporales con los valores y criterios del Evangelio (cf. Ibíd.).

5. En el desarrollo de vuestro ministerio pastoral participan de manera inmediata con vosotros los presbíteros. Para una mejor colaboración y eficacia es necesario estar muy cerca de ellos, “dispuestos a escucharlos y a tratarlos con confianza” (Christus Dominus CD 16), a través de una relación personal y con espíritu de auténtica amistad sacerdotal, como Jesús, el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y da su vida por ellas (cf. Jn Jn 10,14-15). Preocupaos de “su situación espiritual, intelectual y material para que puedan vivir santa y religiosamente y puedan realizar su ministerio con fidelidad y fruto” (Christus Dominus CD 16),. Procurad fomentar diversas formas de relación y convivencia fraterna entre ellos. De este modo serán capaces de afrontar con más confianza y apoyo las dificultades cotidianas, y vivir con mayor fidelidad y gozo su vocación sacerdotal configurados con Cristo.

Es motivo de satisfacción saber que tantos sacerdotes de vuestras diócesis desempeñan su ministerio con auténtica abnegación y entrega a sus comunidades, a las que sirven con caridad pastoral. En su labor cotidiana, deben también tener presente el derecho de los fieles a que se les enseñe el contenido integral de la Revelación y de la doctrina de la Iglesia.

6. Una realidad consoladora para el crecimiento de la vida cristiana en México es la presencia de numerosos Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, que en este momento gozan de un notable florecimiento vocacional. Ello demuestra la vitalidad de vuestras Iglesias particulares y es motivo de acción de gracias a Dios, que llama a tantos de sus hijos e hijas a seguirlo más directamente mediante la práctica de los consejos evangélicos.

La reciente Asamblea del Sínodo de los Obispos ha tratado ampliamente sobre la necesaria integración de las comunidades y personas de Vida Consagrada dentro de las Iglesias particulares. Aunque el carisma de cada Instituto está orientado al servicio y enriquecimiento de la Iglesia universal, sin embargo todos los consagrados ejercen en una Comunidad diocesana concreta la acción evangelizadora, ya sea mediante el anuncio directo de la Palabra, ya sea trabajando en diversas obras asistenciales, educativas y formativas. Por tanto, queridos Hermanos, además de presentar la vida consagrada como uno de los caminos hacia la santidad dentro de la Iglesia, os toca a vosotros cuidar con verdadero celo y caridad pastoral a los religiosos y religiosas que viven, oran y trabajan en vuestras diócesis.

7. Una realidad alentadora de la Iglesia en México es la existencia de muchos laicos comprometidos y de diversos grupos y movimientos apostólicos. Es sin duda el Espíritu quien suscita estos carismas, pero toca a los Pastores discernirlos para que se colabore efectivamente en la construcción de la comunión eclesial. En este campo merecen una atención especial los que trabajan en la Pastoral familiar. Su testimonio y compromiso apostólico, con encuentros de oración y formación, han movido a muchas personas a dedicarse a la evangelización y renovación de la vida cristiana. Estos agentes, además de asistir a los matrimonios y promover la formación de los esposos cristianos y la santidad de la familia, se han entregado a la tarea de acoger y alentar a quienes viven en situaciones matrimoniales irregulares (cf. Familiaris consortio FC 77-84 Puebla, 595).

65 Por eso, comparto la profunda preocupación que sentís ante los graves peligros que amenazan la estabilidad y unidad de la familia, como son: la mentalidad hedonista y egoísta, el divorcio, la falta de principios éticos y morales, el sexismo y pornografía desenfrenados, así como las condiciones infrahumanas de vida y la falta de vivienda. Es necesario, pues, aunar esfuerzos para que la familia pueda salir indemne de los muchos peligros que la acechan y siga siendo una institución respetada y debidamente considerada, como pilar de vuestra cultura.

8. No pocos de los retos pastorales con que se enfrenta vuestro ministerio episcopal están estrechamente relacionados con la evangelización de la cultura. En efecto, si nos fijamos en lo dicho acerca de la familia y del surgir de las vocaciones, vemos la importancia de favorecer un ambiente cultural propicio, que haga posible la manifestación y promoción de los valores humanos y evangélicos en toda su integridad. Por esto, hay que “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (Evangelii nuntiandi
EN 19).

El ámbito de la cultura es uno de los “ areópagos modernos ”, en los que ha de hacerse presente el Evangelio con toda su fuerza (Redemptoris missio RMi 37 Tertio millennio adveniente, 57)). Gracias a la perseverante labor llevada a cabo en las escuelas y en muchos Centros de Estudios Superiores basados en un proyecto cristiano, son relevantes los resultados conseguidos, por lo que se refiere al diálogo entre fe y cultura. Por todo lo cual, es muy importante que dichas instituciones impartan una enseñanza coherente con su identidad católica, pues de ello depende que la cultura de vuestra Nación esté profundamente iluminada por la verdad del Evangelio.

A este respecto, las Universidades Católicas, junto con otras instituciones docentes de inspiración cristiana, deben tener entre sus principales objetivos difundir la Doctrina Social de la Iglesia que, fundada en los principios del Evangelio, promueve también la “ nueva civilización del amor ”. Iluminados y guiados por ella, se tratará de buscar y poner en práctica medios y acciones eficaces para favorecer la reconciliación, la justicia y el conveniente desarrollo, manifestando abiertamente la centralidad del bien, de la verdad y de la belleza.

9. Es sabido que otro motivo de inquietud pastoral es la expansión de las sectas y de los nuevos grupos religiosos que atraen a muchos fieles y siembran confusión e incertidumbre entre los católicos. En este campo, es necesario analizar profundamente el problema y encontrar líneas pastorales para afrontarlo. Los Obispos os habéis de sentir movidos a potenciar una acción concordada, con la colaboración eficaz de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas, y de otros agentes de pastoral, dirigida a formar cristianos convencidos, lograr que las celebraciones litúrgicas sean más vivas y participadas, así como alentar a las comunidades cristianas para que sean siempre fervorosas y acogedoras. Además de pensar en la influencia negativa de dichos grupos religiosos fundamentalistas, habría que preocuparse de ver cómo se pueden contrarrestar las causas que empujan a muchos a abandonar la Iglesia.

10. Antes de terminar, pido al Señor que este encuentro consolide y confirme vuestra mutua unión como Pastores de la Iglesia en México, en bien de vuestras comunidades eclesiales. Al mismo tiempo, os ruego que transmitáis a los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, agentes de pastoral y a todos vuestros diocesanos, mi afectuoso saludo y mi bendición. Recordadles que el Papa les tiene presentes en sus plegarias y que les alienta a dar siempre auténtico testimonio de vida cristiana en la sociedad actual.

A la intercesión maternal de Nuestra Señora de Guadalupe encomiendo vuestras personas, vuestros proyectos y labor pastoral, para que guiéis firmemente a esa porción de la Iglesia de Dios que peregrina en las queridas tierras de México.

Con estos fervientes augurios os acompaña también mi cercanía espiritual y mi Bendición Apostólica.







                                                                                 Diciembre de 1994




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