Discursos 1995




1                                                                                   Enero de 1995

                                                          

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE

9 de enero de 1995



Excelencias;
señoras y señores:

1. El tradicional encuentro del inicio del año con los miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede siempre es para mí fuente de viva satisfacción.

Una vez más, vuestro excelente intérprete, el señor embajador Joseph Amichia, ha sabido traducir con palabras oportunas los deseos que habéis querido expresarme. Esos deseos me llegan al corazón y me confortan. Os los agradezco vivamente.

Aumenta el número de países representados

2. También este año el número de los países representados ante el Sucesor de Pedro ha aumentado: diez naciones han entablado relaciones diplomáticas con la Santa Sede: la república de Sudáfrica, el reino de Camboya, el Estado de Israel, el reino hachemita de Jordania, la ex república yugoslava de Macedonia, los Estados federados de Micronesia, Samoa occidental, la república de Surinam, el reino de Tonga y la república de Vanuatu. Me alegro de ver así incrementado el número de los interlocutores habituales de la Sede apostólica.

Luces y sombras

3. No cabe duda de que el destino de la gran familia humana, de la que forman parte esos pueblos tan diversos, está marcado por muchos éxitos, pero también por demasiados fracasos. Vuestro decano nos ha recordado hace poco las luces y las sombras que nos acompañan. A pesar de ello, los creyentes saben que el hombre, creado a imagen de Dios, es capaz de obrar el bien. Por eso precisamente, a la vez que os expreso a vosotros mis mejores deseos de un feliz año nuevo, los dirijo también a vuestros compatriotas y a todos vuestros gobernantes, diciéndole a cada uno, con las palabras del apóstol Pablo: «No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence al mal con el bien» (Rm 12,21). Sí, para la felicidad de todos, yo quisiera que, en el umbral del año 1995, el camino de los hombres sea iluminado por la luz y la serenidad divinas, que el pesebre de Belén refleja de modo tan admirable.

2 Gritos de dolor en Europa: Bosnia-Herzegovina, Cáucaso y Chechenia

4. Por desgracia, en este mundo se alzan aún demasiados gritos de desesperación y de dolor, los gritos de nuestros hermanos los hombres, oprimidos por la guerra, la injusticia, el paro, la pobreza y la soledad.

Muy cerca de nosotros, en el frío del invierno, las poblaciones de Bosnia-Herzegovina siguen sufriendo en su carne las consecuencias de una guerra despiadada. Aunque aún sea frágil, la reciente tregua podría llevar a la reanudación de negociaciones serias. Ante este drama, que es en cierto sentido como el naufragio de toda Europa, ni los simples ciudadanos ni los responsables políticos pueden quedar indiferentes o neutrales. Hay agresores y hay víctimas. Se está violando el derecho internacional y el derecho humanitario. Todo ello exige una reacción firme y concertada de la comunidad de las naciones. No se deberían improvisar soluciones de acuerdo con las conquistas de unos u otros. El derecho no ha de sancionar nunca los resultados obtenidos únicamente con la fuerza. Seria la denota de la civilización y un ejemplo fatal para otras regiones del mundo.

Los conflictos que desgarran el Cáucaso y, más recientemente aún, la Federación rusa, en Chechenia, plantean graves interrogantes a la comunidad internacional acerca de los medios que conviene utilizar para lograr una auténtica convivencia entre pueblos diversos. Una vez más conviene recordar que la negociación, si es preciso con la ayuda de instancias internacionales, es el único camino posible para superar los obstáculos que impiden a la concordia en esos mosaicos étnicos, religiosos y lingüísticos de nuestro mundo, donde se ha de respetar la originalidad de cada uno de sus miembros.

Llamamiento a la solidaridad con África

5. Para demasiados pueblos, la violencia y el odio siguen siendo una tentación y una solución fácil. Pienso en África, con sus focos de tensión aún sin apagar: Liberia, Somalia, sur de Sudán, donde nadie es capaz aún de pensar en el futuro. Angola que sigue siendo una tierra donde la violencia y la miseria no dejan de matar. Ruanda, que con dificultad está tratando de salir del abismo adonde la ha lanzado un genocidio programado y bárbaro, mientras el cercano Burundi podría caer, a su vez, en la absurda aventura de otro conflicto étnico. Un gran país como Zaire no ha logrado aún el anhelado restablecimiento de la democracia. Y, a orillas del Mediterráneo, somos testigos de los estragos que realiza en Argelia la fuerza bruta, que no respeta ni siquiera a la pequeña comunidad católica. También allí sería preciso que, sin dilación, se buscara la manera de entablar el indispensable diálogo nacional.

Señoras y señores, no se puede permitir que quede a la deriva un gran continente como es África. Sí, yo pido para África un gran impulso de solidaridad internacional: ante todo para hacer volver a la razón a los que se enfrentan, con las armas en la mano, por motivos de raza, de poder o de prestigio; luego, para hacer que cese el ignominioso comercio de armas, que implica un estímulo para los que sólo confían en la violencia; y, por último, para acudir en ayuda de los pueblos que viven por debajo del umbral de la pobreza. No podemos menos de preocuparnos por el hecho de que este año se ha reducido notablemente la ayuda internacional en favor de África. En efecto, se ha constatado que entre los cuarenta países más pobres del mundo, treinta son africanos...

Grandes progresos en América Latina

6. La solidaridad internacional resulta aún más necesaria por el hecho de que el mundo, en este inicio del año 1995, se nos presenta dividido, por una parte, en zonas ricas y en paz, y, por otra, en regiones damnificadas, víctimas de las crisis, de la pobreza e incluso de la guerra. Se trata de una amenaza permanente para la estabilidad del mundo.

Por ejemplo, sabemos que en América Latina, con algunas excepciones, la democracia ha hecho grandes progresos. Esperamos, por consiguiente, que también el pueblo haitiano y el pueblo cubano encuentren, en sus respectivas situaciones, los caminos más adecuados para afirmar la vida democrática en esos países, ya tan probados. Por otra parte, sin embargo, es preciso constatar que en ese continente, que está viviendo un inicio de crecimiento económico, son aún necesarias grandes reformas sociales para erradicar esos auténticos cánceres que son la miseria y la injusticia. Estas últimas, entre otras cosas, dan lugar a fenómenos como el tráfico de droga o la criminalidad, que son tan subversivos como la guerrilla de ayer.

Asia y el Pacífico están tomando cada vez mayor conciencia de su especificidad y de su potencial humano y económico. Eso es buen signo. Con todo, para que sea un factor de pacificación y de paz, la cooperación, que se prevé sobre todo en el campo económico, deberá también traducirse en una solidaridad que tenga en cuenta la inmensa diversidad de los países, de sus lenguas, de sus etnias, de sus culturas y de sus religiones, para que el crecimiento material no se produzca nunca a expensas de los derechos de la persona humana y de sus aspiraciones legítimas.

3 En el vasto espacio de nuestra tierra, mi atención se dirige en este momento hacia las poblaciones de Sri Lanka y Timor oriental, siempre sometidas a duras pruebas. No olvido tampoco a los grandes pueblos de China y Vietnam, comprometidos en una vasta renovación económica y social. Pienso, en particular, en los hijos de la Iglesia católica que viven en esos países y les prestan su generosa contribución; por desgracia, no gozan aún de las condiciones necesarias para practicar plenamente su fe.

Convivencia y colaboración de todos los pueblos

7. En el mundo interdependiente de hoy, una red de intercambios obliga a las naciones a convivir, nolens volens.Con todo, es preciso pasar de la convivencia a la colaboración. El aislamiento no tiene ya razón de ser.

En particular, el embargo, bien definido por el derecho, es un instrumento que se ha de utilizar con gran discernimiento y debe estar guiado por criterios jurídicos y éticos estrictos. Constituye un medio de presión para obligar a los gobiernos que han violado el código internacional de buena conducta a revisar sus decisiones. Pero, en cierto sentido, es también un acto de fuerza y, como demuestran algunos casos de actualidad, inflige graves privaciones a las poblaciones de los países que lo sufren. Me llegan a menudo solicitudes de ayuda de parte de esas personas víctimas del aislamiento y la indigencia. Aquí quisiera recordaros a vosotros, que sois diplomáticos, que, antes de imponer esas medidas, es preciso prever siempre las consecuencias humanitarias de las sanciones, velando por la justa proporción que deben guardar con el mal al que se quiere poner remedio.

La paz no se escribe con letras de sangre

8. Estas consideraciones no constituyen una utopía, pues afortunadamente tenemos noticia de situaciones donde la comunidad internacional ha sabido mostrarse clarividente y eficaz. Deseo aprovechar esta ocasión, de modo especial, para alentar a todos los que están comprometidos en el proceso de paz en Oriente próximo, pues es la demostración de que, con el diálogo, puede cambiar el curso de la historia. Ciertamente, sabemos que en esa Tierra santa, donde Jesús nació hace ya dos mil años, los enfrentamientos y las exclusiones persisten. El pueblo palestino espera aún ver plenamente realizadas sus aspiraciones. El Líbano no ha recuperado su plena soberanía. Pero no debemos considerarlas fatalidades.

No faltarán nunca hombres valerosos, que acepten reunirse y escucharse. Esos hombres serán capaces de encontrar los instrumentos adecuados para construir sociedades donde toda persona sea indispensable para las demás, donde la diversidad sea considerada ante todo como una riqueza. La paz no se escribe con letras de sangre, sino con la inteligencia y con el corazón.

Sudáfrica nos lo demuestra. Ese gran país ha sabido aceptar con madurez el desafío de elecciones multirraciales: da ejemplo a muchas otras naciones, tanto de África como de otros continentes, haciendo que el espíritu de reconciliación y de compromiso prevalezca sobre los sobresaltos propios de las inevitables crisis de la transición.

El cese el fuego impuesto en Irlanda del norte, seguido por negociaciones entre los representantes de las dos partes que se enfrentan desde hace decenios, constituye un desarrollo favorable. Deseo animar a todos los implicados para que se esfuercen sinceramente por buscar una solución política, que únicamente puede fundarse en el perdón y el respeto mutuo.

Sí, señoras y señores, estoy convencido de que, si la guerra y la violencia, por desgracia, son contagiosas, también lo es la paz. Brindadle todas las oportunidades posibles. Ante la desintegración de sociedades que en el pasado se mantenían unidas, de buen grado o por la fuerza; ante los nacionalismos depredadores; ante los intentos de dominación declarados o disimulados, los miembros de la comunidad internacional deben luchar juntos para que triunfen por fin las fuerzas de moderación y de fraternidad que abren el camino del diálogo y la negociación.

Cincuenta aniversario de la fundación de la ONU

4 9. Dentro de algunos meses celebraremos el 50° aniversario de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas: ¿cómo no desear que se convierta cada vez más en el instrumento privilegiado de la promoción y la defensa de la paz? En estos últimos años ha multiplicado las actividades encaminadas a mantener la paz, al igual que las intervenciones dirigidas a facilitar la transición democrática en los Estados que han renunciado al régimen de partido único. También ha creado tribunales para juzgar a los presuntos responsables de crímenes de guerra.

Estos son algunos progresos significativos que impulsan a desear que la Organización se dote de instrumentos cada vez más adecuados y eficaces, para alcanzar sus metas. En el fondo, los logros de una organización como la ONU muestran a las claras que el respeto a los derechos humanos, la exigencia democrática y la observancia de la ley son los cimientos sobre los que debe fundarse un mundo sumamente complejo, cuya supervivencia depende del lugar que se concede al hombre como auténtico fin de cualquier política.

La Conferencia internacional de El Cairo

10. Con este espíritu la Santa Sede ha actuado durante la reciente Conferencia sobre población y desarrollo, que se celebró en El Cairo en el mes de septiembre de 1994. Ante el intento de limitar a la persona y sus motivaciones, en un ámbito tan serio como el de la vida y de la solidaridad humana, la Santa Sede consideró que tenia el deber de poner a las autoridades de las naciones ante su responsabilidad y ayudarles a tomar conciencia del peligro que implica imponer a la humanidad entera una visión de las cosas y un estilo de vida propios de una minoría. Al obrar así, la Santa Sede está convencida de haber defendido al hombre. Permitidme citar, a este respecto, las palabras inolvidables de mi predecesor el Papa Pablo VI, pronunciadas en su mensaje de Navidad, el 25 de diciembre de 1973: «¡Ay de quien lo toque (al hombre)! Su vida es sagrada desde el seno materno. Nace siempre dotado de esta peligrosa pero divina prerrogativa, la libertad, educable pero inviolable. Nace persona autosuficiente, pero necesitada igualmente de convivencia social; nace dotado de pensamiento y voluntad, destinado al bien, pero capaz de error y de pecado. Nace para la verdad, para el amor» (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de diciembre de 1973, p. 2).

Muchos participantes en la Conferencia de El Cairo esperaban de la Santa Sede esas palabras y ese testimonio. Por otra parte, su razón de ser en el seno de la comunidad de las naciones consiste en ser la voz que la conciencia humana espera, sin subestimar por eso la aportación de otras tradiciones religiosas. La Sede apostólica, autoridad espiritual y universal, seguirá prestando ese servicio a la humanidad, sin otra preocupación que la de recordar incansablemente las exigencias del bien común, el respeto a la persona humana y la promoción de los valores espirituales más elevados.

Lo que está en juego es la dimensión trascendente del hombre, que no debe quedar sometida a los caprichos de los hombres de Estado o a las ideologías. También los responsables de las sociedades están al servicio del hombre: sus conciudadanos, al otorgarles su confianza, esperan de ellos una adhesión indefectible al bien, la perseverancia en el esfuerzo, la honradez en la gestión de los asuntos públicos, así como la capacidad de escuchar a todos, sin discriminación alguna. Existe una moralidad de servicio a la ciudad, que no sólo excluye la corrupción, sino también la ambigüedad o los compromisos. La Santa Sede considera que está al servicio de este despertar de la conciencia, sin ninguna ambición temporal, dado que el modesto Estado de la Ciudad del Vaticano no es más que el soporte mínimo necesario para el ejercicio de una autoridad espiritual independiente y reconocida internacionalmente. Vuestra presencia aquí, señoras y señores, testimonia que es precisamente así como lo entienden vuestros gobernantes.

Crear un clima de fraternidad y confianza

11. No me queda más que expresaros mi gratitud por el acierto con que cumplís vuestra misión, señoras y señores, y renovaros mis mejores deseos, para vosotros, para vuestras familias y para los pueblos que representáis. De todo corazón, expreso mi deseo de que colaboremos cada vez mejor para crear un clima de fraternidad y confianza entre las personas y los pueblos para preparar un mundo más digno de los hombres bajo la mirada de Dios. Os bendiga a vosotros y a vuestros compatriotas Dios, «que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar» (
Ep 3,20).







VIAJE APOSTÓLICO A FILIPINAS, PAPUA NUEVA GUINEA,

AUSTRALIA Y SRI LANKA

CEREMONIA DE BIENVENIDA


Jueves 12 de enero de 1995



Querido presidente Ramos;
querido pueblo de Filipinas:

5 1. Le agradezco, señor presidente, sus amables palabras de bienvenida, llenas del afecto y la hospitalidad con que los filipinos tradicionalmente acogen a sus huéspedes. Aprecio mucho todo lo que usted y su Gobierno han realizado para hacer posible esta visita.

Durante largo tiempo he anhelado volver una vez más a tierra filipina. Sus habitantes se hallan siempre presentes en mi mente y en mi corazón, y quiero acercarme a todos y cada uno para abrazarlos con estima y afecto. En efecto, ya somos viejos amigos, desde mi visita el año 1981, para la beatificación del beato Lorenzo Ruiz, ahora san Lorenzo Ruiz.

2. Mis hermanos en el episcopado los cardenales Sin y Vidal, así como todos los obispos, a quienes con gusto saludo en el Señor, han manifestado muchas veces el deseo de que el Sucesor de Pedro compartiera la alegría de los católicos filipinos en el IV centenario de las archidiócesis de Manila, Cebú, Cáceres y Nueva Segovia. Estoy aquí para celebrar con la comunidad católica de Filipinas cuatrocientos años de presencia y de acción organizada y jerárquica de la Iglesia en estas islas. Esa primera evangelización ha producido frutos duraderos de vida cristiana y santidad, de acción civilizadora, de transmisión, sobre todo a través de una sólida vida familiar de valores humanos y civiles fundamentales. En los umbrales del tercer milenio cristiano, todos deberíamos estar convencidos de que estos frutos pueden aumentar aun con la acción concertada de todos los sectores de la sociedad, con la construcción de una nación que camine de modo resuelto por el sendero del desarrollo auténtico e integral, y que se comprometa totalmente en favor del bienestar de todos sus ciudadanos, especialmente de los más débiles.

3. Mi deseo de celebrar la X Jornada mundial de la juventud en Manila, en Filipinas, en Asia, me ha proporcionado alegría y aliento. El Espíritu de Dios ha traído aquí a millares de jóvenes, chicos y chicas, que llenan ahora las calles de Manila con la alegría de su juventud y su testimonio cristiano. Un buen grupo se halla aquí presente. Os saludo a cada uno: abrazo con afecto a cada uno de los jóvenes aquí presentes, a toda la juventud de Filipinas, y a todos los que han venido de otros países y continentes.

En Denver, durante la última Jornada mundial de la juventud celebrada fuera de Roma, meditamos en la vida nueva que nos da Jesucristo: «He venido —dijo— para que tengan vida y la tengan en abundancia» (
Jn 10 Jn 10), Ahora, aquí en Manila, nos hemos reunido para escuchar que nos dice: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20,21). A lo largo de estos días reflexionaremos y meditaremos en lo que significan esas palabras para cada uno de vosotros, para los jóvenes del fin del siglo XX, los jóvenes del tercer milenio cristiano.

4. A todos los jóvenes filipinos, a todos los que se hallan reunidos para la Jornada mundial de la juventud, dirijo esta invitación: mirad al mundo que os rodea como lo hacía Jesús. El evangelio dice que él, al ver a la muchedumbre, «sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36). La buena nueva del amor y la misericordia de Dios —la palabra de verdad, justicia y paz; la única que puede inspirar una vida digna de hijos e hijas de Dios—, ha de ser proclamada hasta los confines de la tierra. La Iglesia y el mundo esperan de los jóvenes una nueva luz, un nuevo amor, un nuevo compromiso para responder a las grandes necesidades de la humanidad.

Los jóvenes reunidos en Manila para la Jornada mundial de la juventud lo saben. La Iglesia en Filipinas sabe que tiene una vocación especial a dar testimonio del Evangelio en el corazón de Asia. Guiados por la divina Providencia, vuestro destino histórico consiste en construir la civilización del amor, de la fraternidad y la solidaridad, una civilización que se inserte perfectamente entre las antiguas culturas y tradiciones de todo el continente asiático.

5. Señor presidente; miembros del Gobierno y distinguidos representantes del pueblo filipino: la Iglesia y la comunidad política actúan en diversos niveles y son independientes una de otra, pero ambas están al servicio de las mismas personas (cf. Gaudium et spes GS 76). Dentro de ese servicio existe un amplio espacio para el diálogo, la cooperación y la ayuda mutua. Tenéis un modelo muy válido y típicamente filipino de colaboración para el desarrollo en el Pacto social firmado en marzo de 1993. Pido al Señor para que la nueva solidaridad acordada en ese pacto social tenga éxito, para el bien del pueblo filipino, y para orgullo y gloria de la nación como faro de paz y armonía en Asia.

6. Señores cardenales Sin y Vidal; hermanos en el episcopado; hermanos y hermanas en Cristo, quiero celebrar con vosotros en la fe las grandes obras realizadas en la Iglesia y por la Iglesia en estas islas durante los últimos cuatro siglos. Oraremos juntos para que Dios siga protegiendo y guiando a su pueblo peregrino en Filipinas.

Dios bendiga a Filipinas.







X JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS JÓVENES QUE PARTICIPABAN EN EL VÍA CRUCIS


Manila, viernes 13 de enero de 1995




6 «Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» (Jn 16,7).

Queridos jóvenes:

1. Estas palabras de Jesús en la última cena nos hablan de su vuelta al Padre. Mientras seguís el vía crucis en el Luneta Park y por las calles de Manila, meditaréis en lo que significa volver al Padre.

Cada uno de nosotros está implicado personalmente. El misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo afecta a toda la historia humana y toca a todo hombre, con el poder de traer la novedad de la vida que todos deseamos cuando aspiramos a la realización y a la felicidad.

2. En el misterio inescrutable del plan de Dios, «el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14). Tomó un cuerpo como el nuestro, nació de la Virgen María... y, por su muerte en la cruz, nos hace volver al Padre a nosotros, hombres rebeldes y pecadores, para que podamos vivir en la esperanza cierta de la resurrección.

También su modo de volver formaba parte del plan del Padre. Leemos en el evangelio: «los soldados (...) le colocaron un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza (...) y, doblando la rodilla delante de él, le hacían burla (...). Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, (...) le llevaron a crucificarle» (Mt 27,27-31).

3. Los ejecutores son todos los que obran el mal ante la mirada de Dios. A veces parece incluso que el mal prevalece, y que la gente no puede detenerlo. Los jóvenes preguntan qué se puede hacer ante tanto sufrimiento, ante tanta injusticia, ante tanta violencia y muerte.

Comenzamos a descubrir la respuesta cuando miramos a los demás protagonistas de este drama.

Los evangelios cuentan que a un hombre llamado Simón «le obligaron a llevar su cruz» (Mt 27,32) y que había algunas mujeres que lo seguían, llorando, a lo largo de todo el camino hasta el lugar de la crucifixión (cf. Mt Mt 27,55 y par.). La tradición narra que una mujer de nombre Verónica enjugó el rostro de Jesús con un lienzo. El evangelio de san Juan nos dice que «junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena», así como «el discípulo a quien amaba» (Jn 19,25-26).

Los fieles no abandonaron al Hijo de Dios escondido en el Hijo del hombre que sufría.

También para nosotros, Jesús en la cruz se convierte en la última prueba de nuestra fe y en el juicio de Dios sobre nuestra conducta.

7 4. La X Jornada mundial de la juventud constituye un día de solidaridad con el pueblo de Ruanda, que sufre. Oprimidos por el terrible mal que se ha abatido sobre ellos, nuestros hermanos y hermanas de Ruanda tienen necesidad de vuestra ayuda material, pero también necesitan apoyo para recuperar el sentido de su dignidad como hijos e hijas del Dios vivo. Que se sientan consolados al saber que estáis haciendo sacrificios por ellos, sacrificios que manifiestan vuestra preocupación real por esos hermanos y hermanas que están lejos, pero a quienes no habéis olvidado.

Cada uno de vosotros está invitado a escuchar las palabras del Señor: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (
Lc 9,23): la cruz del rechazar los modos de pensar que contradicen las enseñanzas de Jesús; la cruz de rechazar los deseos y las conductas que no son dignos de los seguidores de Cristo. Estáis invitados a permitir que la gracia transformadora que brota de la cruz de Cristo entre en vuestra vida, especialmente a través de la recepción del sacramento de la penitencia y de la reconciliación. Hay muchos sacerdotes con vosotros, que actuarán como instrumentos del perdón amoroso del Señor en este sacramento.

5. Señor Jesucristo, en la última cena dijiste: «Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» (Jn 16,7). Manda el Espíritu Santo sobre estos jóvenes, para que les enseñe a amar tu cruz y la cruz que le corresponde a cada uno personalmente.

Ayúdales a seguir de cerca tus huellas por el camino que conduce al Calvario, el camino que lleva a la resurrección y, después, a donde estás tú sentado a la diestra del Padre.

Desde allí, Señor, envía el Espíritu Santo al corazón de los jóvenes reunidos en Manila para la X Jornada mundial de la juventud. Que él les ayude a responder con generosidad y sin miedo a tu llamada: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20,21). Hazlo para gloria de Dios Padre. Amén.









X JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

DURANTE LA VIGILIA DE ORACIÓN CON LOS JÓVENES


Sábado 14 de enero de 1995


I. PARTE


En el mensaje de la Cruz no existe divisiones,

ni rivalidades étnicas, ni discriminaciones sociales



Amados jóvenes de la X Jornada mundial de la juventud:

1. Veo que en vuestras preguntas se repite una vez más la escena del evangelio en que un joven pregunta a Jesús: «Maestro bueno, ¿que he de hacer?» (Mc 10,17). Lo primero que Jesús observó es la actitud que esa pregunta encerraba, la sinceridad de la búsqueda. Jesús entendió que el joven buscaba sinceramente la verdad sobre la vida y sobre su camino personal en la vida.

Esto es importante. La vida es un don que dura cierto período de tiempo, en el que cada uno de nosotros afronta el desafío que implica: el desafío de tener un objetivo, un destino, y luchar por él. Lo contrario sería pasar la vida de modo superficial, «perder» nuestra vida en la trivialidad; no descubrir nunca en nosotros mismos la capacidad del bien y de la solidaridad real y, por tanto, no descubrir nunca el camino que lleva a la felicidad verdadera. Hay demasiados jóvenes que no se dan cuenta de que de ellos principalmente depende el dar un sentido auténtico a su vida. El misterio de la libertad humana está en el centro de la gran aventura de vivir bien la vida.

8 2. Es verdad que los jóvenes encuentran hoy dificultades que las generaciones anteriores sólo encontraron en parte y de modo limitado. La debilidad de un gran sector de la vida familiar, la falta de comunicación entre padres e hijos, el aislamiento y la influencia alienante de gran parte de los medios de comunicación social, pueden engendrar en los jóvenes confusión sobre las verdades y los valores que dan un auténtico sentido a la vida.

Falsos maestros —muchos de los cuales pertenecen a una élite intelectual en el mundo de la ciencia, de la cultura y de los medios de comunicación social— presentan un anti-evangelio. Afirman que ya no hay ideales, contribuyendo así a la profunda crisis moral que afecta a la sociedad, una crisis que ha abierto el camino a la tolerancia e incluso a la exaltación de formas de conducta que la conciencia moral y el sentido común antes rechazaban. Cuando les preguntáis: ¿qué he de hacer?, su única certeza es que no existe una verdad definida, un camino seguro. Quieren que seáis como ellos: escépticos dudosos y cínicos. De forma consciente o inconsciente, defienden un enfoque de la vida que ha llevado a millones de jóvenes a una triste soledad, en la que carecen de razones para esperar y son incapaces de sentir un amor verdadero.

3. Me preguntáis qué espero de los jóvenes. En el libro Cruzando el umbral de la esperanza, he escrito que «el problema esencial de la juventud es profundamente personal (...). Los jóvenes (…) saben que su vida tiene sentido en la medida en que se hace don gratuito para el prójimo» (p. 132). Por eso, os pregunto personalmente a cada uno: ¿sois capaces de entregaros a vosotros mismos, de entregar vuestro tiempo, vuestras energías, vuestros talentos, por el bien de los demás? ¿Sois capaces de amar? Si lo sois, la Iglesia y la sociedad pueden albergar grandes esperanzas con respecto a cada uno de vosotros.

La vocación a amar, entendida como auténtica apertura a nuestros hermanos los hombres y como solidaridad con ellos, es la más fundamental de todas las vocaciones. Es el origen de todas las vocaciones en la vida. Es lo que Jesús buscaba en el joven cuando le dijo; «Guarda los mandamientos» (cf. Mc
Mc 10,19). En otras palabras: «Sirve a Dios y a tu prójimo de acuerdo con todas las exigencias de un corazón fiel y recto». Y cuando el joven aseguró que ya estaba siguiendo ese camino, Jesús lo invitó a un amor más grande: «Déjalo todo y sígueme: deja todo lo que se refiere sólo a ti mismo y colabora conmigo en la inmensa misión de salvar el mundo» (cf. v. 21). A lo largo del camino de la existencia de cada persona el Señor tiene para cada uno algo que hacer.

«Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20,21). Estas son las palabras que Jesús dirigió a los Apóstoles después de su resurrección. Y esas mismas palabras son el tema de nuestra reflexión durante esta X Jornada mundial de la juventud. Hoy la Iglesia y el Papa os dirigen esas mismas palabras a vosotros, los jóvenes de Filipinas, los jóvenes de Asia y Oceanía, los jóvenes del mundo.

4. Dos mil años de cristianismo ponen de manifiesto que esas palabras han sido admirablemente eficaces. La pequeña comunidad de los primeros discípulos, como una pequeña semilla de mostaza, ha crecido hasta convertirse en un árbol inmenso (cf. Mt Mt 13,31-32). Este gran árbol, con sus diversas ramas, abraza todos los continentes, todos los países del mundo, la mayor parte de los cuales están aquí representados por sus delegados. Amados jóvenes filipinos: en ese árbol vuestro país es una rama especialmente fuerte y sana, que se extiende hacia todo el vasto continente asiático. A la sombra de este árbol, a la sombra de sus ramas y de sus hojas, los pueblos del mundo pueden encontrar descanso. Pueden reunirse bajo su sombra acogedora para descubrir, como habéis hecho aquí durante la Jornada mundial de la juventud, la maravillosa verdad que está en el centro de nuestra fe: que el Verbo eterno, de la misma naturaleza del Padre, y por el cual todo ha sido creado, se hizo carne y nació de la Virgen María. Vino a acampar entre nosotros. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y de su plenitud hemos recibido todos gracia por gracia (cf. prólogo del evangelio de san ).

Mediante la oración y la meditación, la vigilia de esta tarde quiere ayudaros a comprender más claramente lo que significa para vuestra vida la extraordinaria «buena nueva» de la salvación por Jesucristo. La buena nueva es para todos y cada uno. Por eso, la Jornada mundial de la juventud se celebra en lugares diversos.

5. El domingo de Ramos del año pasado, en la plaza de San Pedro, en Roma, los jóvenes católicos de Estados Unidos entregaron a los representantes de la Iglesia de Filipinas la cruz de la Jornada mundial de la juventud. La cruz peregrina pasa de un continente a otro, y los jóvenes de todas partes se reúnen para experimentar juntos el hecho de que Jesucristo es el mismo para todos, y su mensaje es siempre el mismo. En él no existen divisiones, ni rivalidades étnicas, ni discriminación social. Todos son hermanos y hermanas en la única familia de Dios.

Este es el comienzo de una respuesta a vuestra pregunta sobre lo que la Iglesia y el Papa esperan de los jóvenes de la X Jornada mundial de la juventud. Más tarde proseguiremos nuestra meditación sobre las palabras de Jesús: Como el Padre me envió, también yo os envío y sobre su significado para los jóvenes del mundo.


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