Audiencias 1996 28

Miércoles 8 de mayo de 1996

María, la "llena de gracia"

8596 (Lectura:
capítulo 1 del evangelio de san Lucas, versículos, 26-31)
Lc 1,26-31

1. En el relato de la Anunciación, la primera palabra del saludo del ángel ?Alégrate? constituye una invitación a la alegría que remite a los oráculos del Antiguo Testamento dirigidos a la hija de Sión. Lo hemos puesto de relieve en la catequesis anterior, explicando también los motivos en los que se funda esa invitación: la presencia de Dios en medio de su pueblo, la venida del rey mesiánico y la fecundidad materna. Estos motivos encuentran en María su pleno cumplimiento.

El ángel Gabriel, dirigiéndose a la Virgen de Nazaret, después del saludo "alégrate", la llama "llena de gracia". Esas palabras del texto griego: "alégrate" y "llena de gracia", tienen entre sí una profunda conexión: María es invitada a alegrarse sobre todo porque Dios la ama y la ha colmado de gracia con vistas a la maternidad divina.

La fe de la Iglesia y la experiencia de los santos enseñan que la gracia es la fuente de alegría y que la verdadera alegría viene de Dios. En María, como en los cristianos, el don divino es causa de un profundo gozo.

2. "Llena de gracia": esta palabra dirigida a María se presenta como una calificación propia de la mujer destinada a convertirse en la madre de Jesús. Lo recuerda oportunamente la constitución Lumen gentium, cuando afirma: "La Virgen de Nazaret es saludada por el ángel de la Anunciación, por encargo de Dios, como 'llena de gracia' " LG 56).

El hecho de que el mensajero celestial la llame así confiere al saludo angélico un valor más alto: es manifestación del misterioso plan salvífico de Dios con relación a María. Como escribí en la encíclica Redemptoris Mater: "La plenitud de gracia indica la dádiva sobrenatural, de la que se beneficia María porque ha sido elegida y destinada a ser Madre de Cristo" (RMA 9).

Llena de gracia es el nombre que María tiene a los ojos de Dios. En efecto, el ángel, según la narración del evangelista san Lucas, lo usa incluso antes de pronunciar el nombre de María, poniendo así de relieve el aspecto principal que el Señor ve en la personalidad de la Virgen de Nazaret.

La expresión "llena de gracia" traduce la palabra griega "kexaritomene", la cual es un participio pasivo. Así pues, para expresar con más exactitud el matiz del término griego, no se debería decir simplemente llena de gracia, sino "hecha llena de gracia" o "colmada de gracia", lo cual indicaría claramente que se trata de un don hecho por Dios a la Virgen. El término, en la forma de participio perfecto, expresa la imagen de una gracia perfecta y duradera que implica plenitud. El mismo verbo, en el significado de "colmar de gracia", es usado en la carta a los Efesios para indicar la abundancia de gracia que nos concede el Padre en su Hijo amado (cf. Ep 1,6). María la recibe como primicia de la Redención (cf. Redemptoris Mater RMA 10).

3. En el caso de la Virgen, la acción de Dios resulta ciertamente sorprendente. María no posee ningún título humano para recibir el anuncio de la venida del Mesías. Ella no es el sumo sacerdote, representante oficial de la religión judía, y ni siquiera un hombre, sino una joven sin influjo en la sociedad de su tiempo. Además, es originaria de Nazaret, aldea que nunca cita el Antiguo Testamento y que no debía gozar de buena fama, como lo dan a entender las palabras de Natanael que refiere el evangelio de san Juan: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn 1,46).

El carácter extraordinario y gratuito de la intervención de Dios resulta aún más evidente si se compara con el texto del evangelio de san Lucas que refiere el episodio de Zacarías. Ese pasaje pone de relieve la condición sacerdotal de Zacarías, así como la ejemplaridad de vida, que hace de él y de su mujer Isabel modelos de los justos del Antiguo Testamento: "Caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor" (Lc 1,6).

En cambio, ni siquiera se alude al origen de María. En efecto, la expresión "de la casa de David" (Lc 1,27) se refiere sólo a José. No se dice nada de la conducta de María. Con esa elección literaria, san Lucas destaca que en ella todo deriva de una gracia soberana. Cuanto le ha sido concedido no proviene de ningún título de mérito, sino únicamente de la libre y gratuita predilección divina.

4. Al actuar así, el evangelista ciertamente no desea poner en duda el excelso valor personal de la Virgen santa. Más bien, quiere presentar a María como puro fruto de la benevolencia de Dios, quien tomó de tal manera posesión de ella, que la hizo, como dice el ángel, llena de gracia. Precisamente la abundancia de gracia funda la riqueza espiritual oculta en María.

En el Antiguo Testamento, Yahveh manifiesta la sobreabundancia de su amor de muchas maneras y en numerosas circunstancias. En María, en los albores del Nuevo Testamento, la gratuidad de la misericordia divina alcanza su grado supremo. En ella la predilección de Dios, manifestada al pueblo elegido y en particular a los humildes y a los pobres, llega a su culmen.

30 La Iglesia, alimentada por la palabra del Señor y por la experiencia de los santos, exhorta a los creyentes a dirigir su mirada hacia la Madre del Redentor y a sentirse como ella amados por Dios. Los invita a imitar su humildad y su pobreza, para que, siguiendo su ejemplo y gracias a su intercesión, puedan perseverar en la gracia divina que santifica y transforma los corazones.

Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo con afecto a todos los visitantes de lengua española. En particular al grupo de peregrinos « Virgen de Copacabana », de Bolivia, acompañados por los Obispos Monseñor Jesús Juárez y Monseñor Gonzalo del Castillo; así como a los demás peregrinos de Argentina, México, Colombia, y a los grupos españoles de Orense, Palos de la Frontera y Almodóvar del Río. Que este mes de mayo, dedicado a María, sea un tiempo favorable para profundizar la devoción y el amor a la Madre del Señor. Con este vivo deseo os imparto de corazón la Bendición Apostólica.



Miércoles 15 de mayo de 1996

La santidad perfecta de María

(Lectura:
capítulo 1 de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios,
versículos 3-5) Ep 1,3-5

1. En María, llena de gracia, la Iglesia ha reconocido a la "toda santa, libre de toda mancha de pecado, (...) enriquecida desde el primer instante de su concepción con una resplandeciente santidad del todo singular" (Lumen gentium LG 56).

Este reconocimiento requirió un largo itinerario de reflexión doctrinal, que llevó a la proclamación solemne del dogma de la Inmaculada Concepción.

31 El término "hecha llena de gracia" que el ángel aplica a María en la Anunciación se refiere al excepcional favor divino concedido a la joven de Nazaret con vistas a la maternidad anunciada, pero indica más directamente el efecto de la gracia divina en María, pues fue colmada, de forma íntima y estable, por la gracia divina y, por tanto, santificada. El calificativo "llena de gracia" tiene un significado densísimo, que el Espíritu Santo ha impulsado siempre a la Iglesia a profundizar.

2. En la catequesis anterior puse de relieve que en el saludo del ángel la expresión llena de gracia equivale prácticamente a un nombre: es el nombre de María a los ojos de Dios. Según la costumbre semítica, el nombre expresa la realidad de las personas y de las cosas a que se refiere. Por consiguiente, el título llena de gracia manifiesta la dimensión más profunda de la personalidad de la joven de Nazaret: de tal manera estaba colmada de gracia y era objeto del favor divino, que podía ser definida por esta predilección especial.

El Concilio recuerda que a esa verdad aludían los Padres de la Iglesia cuando llamaban a María la toda santa, afirmando al mismo tiempo que era "una criatura nueva, creada y formada por el Espíritu Santo" (Lumen gentium
LG 56).

La gracia, entendida en su sentido de gracia santificante que lleva a cabo la santidad personal, realizó en María la nueva creación, haciéndola plenamente conforme al proyecto de Dios.

3. Así, la reflexión doctrinal ha podido atribuir a María una perfección de santidad que, para ser completa, debía abarcar necesariamente el origen de su vida.

A esta pureza original parece que se refería un obispo de Palestina, que vivió entre los años 550 y 650, Theoteknos de Livias. Presentando a María como "santa y toda hermosa", "pura y sin mancha", alude a su nacimiento con estas palabras: "Nace como los querubines la que está formada por una arcilla pura e inmaculada" (Panegírico para la fiesta de la Asunción, 5-6).

Esta última expresión, recordando la creación del primer hombre, formado por una arcilla no manchada por el pecado, atribuye al nacimiento de María las mismas características: también el origen de la Virgen fue puro e inmaculado, es decir, sin ningún pecado. Además, la comparación con los querubines reafirma la excelencia de la santidad que caracterizó la vida de María ya desde el inicio de su existencia.

La afirmación de Theoteknos marca una etapa significativa de la reflexión teológica sobre el misterio de la Madre del Señor. Los Padres griegos y orientales habían admitido una purificación realizada por la gracia en María tanto antes de la Encarnación (san Gregorio Nacianceno, Oratio 38, 16) como en el momento mismo de la Encarnación (san Efrén, Javeriano de Gabala y Sarug). Theoteknos de Livias parece exigir para María una pureza absoluta ya desde el inicio de su vida. En efecto, la mujer que estaba destinada a convertirse en Madre del Salvador no podía menos de tener un origen perfectamente santo, sin mancha alguna.

4. En el siglo VIII, Andrés de Creta es el primer teólogo que ve en el nacimiento de María una nueva creación. Argumenta así: "Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe su antigua belleza. Las vergüenzas del pecado habían oscurecido el esplendor y el atractivo de la naturaleza humana; pero cuando nace la Madre del Hermoso por excelencia, esta naturaleza recupera, en su persona, sus antiguos privilegios, y es formada según un modelo perfecto y realmente digno de Dios. (...) Hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y el mundo envejecido, que sufre una transformación totalmente divina, recibe las primicias de la segunda creación" (Sermón I, sobre el nacimiento de María).

Más adelante, usando la imagen de la arcilla primitiva, afirma: "El cuerpo de la Virgen es una tierra que Dios ha trabajado, las primicias de la masa adamítica divinizada en Cristo, la imagen realmente semejante a la belleza primitiva, la arcilla modelada por las manos del Artista divino" (Sermón I, sobre la dormición de María).

La Concepción pura e inmaculada de María aparece así como el inicio de la nueva creación. Se trata de un privilegio personal concedido a la mujer elegida para ser la Madre de Cristo, que inaugura el tiempo de la gracia abundante, querido por Dios para la humanidad entera.

32 Esta doctrina, recogida en el mismo siglo VIII por san Germán de Constantinopla y por san Juan Damasceno, ilumina el valor de la santidad original de María, presentada como el inicio de la redención del mundo.

De este modo, la reflexión eclesial ha recibido y explicitado el sentido auténtico del título llena de gracia, que el ángel atribuye a la Virgen santa. María está llena de gracia santificante, y lo está desde el primer momento de su existencia. Esta gracia, según la carta a los Efesios (
Ep 1,6), es otorgada en Cristo a todos los creyentes. La santidad original de María constituye el modelo insuperable del don y de la difusión de la gracia de Cristo en el mundo.

Saludos

Queridas hermanos y hermanas, saludo con afecto cordial a los visitantes de lengua española. En particular a la peregrinación de la Arquidiócesis mexicana de Guadalajara, así como a los peregrinos venidos desde Paraguay y Argentina, y a los grupos de Guipúzcoa y Bañolas. Que en este mes de mayo, la oración a María, Madre de la Iglesia, vaya preparando nuestros corazones a recibir el don del Espíritu Santo en Pentecostés. Con esta intención imparto a todos la Bendición Apostólica.



Miércoles 22 de mayo de 1996



1. La tarde del domingo pasado, concluí mi viaje apostólico a Eslovenia, que había comenzado el viernes 17 de mayo. Como sucedió con el que realicé a Croacia, fue una visita muy esperada, la primera en la historia de Eslovenia.

Doy gracias, ante todo, a la Providencia divina, que me ha permitido realizar, durante el período pascual, esta visita, por invitación de los obispos y de las autoridades de la República eslovena. Expreso mi gratitud a cada uno de ellos. Asimismo, doy un cordial gracias en el Señor a todos los que, de cualquier modo, han contribuido a hacer que mi peregrinación apostólica pudiera llevarse a cabo en las mejores condiciones. Paso a paso, he sido testigo del gran esfuerzo de organización realizado por la Iglesia y la comunidad civil para la preparación y el desarrollo de la visita papal. Doy las gracias al presidente de la República, a los representantes del Gobierno, a las autoridades estatales y locales, así como a todos los que, en gran número y con gran entusiasmo, han tomado parte en los diversos momentos de mi estancia en Eslovenia.

Así pues, por varios motivos, la alegría que ha producido esta visita ha sido grande. A mi llegada el tañido ininterrumpido de las campanas de todo el país puso de relieve el significado singular de este acontecimiento para la historia de la nación entera: una nación, encrucijada entre la martirizada región balcánica y el resto de Europa, a la que he querido animar en el camino de la plena libertad y de la paz.

2. La historia del cristianismo del pueblo esloveno cuenta ya con 1.250 años. Su actual configuración de Estado se remonta a hace cinco años. Después de un período de formación estatal propia, Karantania, los eslovenos formaban parte de otras entidades estatales y en particular de la monarquía de los Habsburgo de Austria-Hungría. Al término de la primera guerra mundial se constituyó el Estado de los Eslavos del sur. Los eslovenos entraron en él, juntamente con los croatas, los serbios, los montenegrinos y Bosnia-Herzegovina, entre otros. También ellos experimentaron los sufrimientos de la segunda guerra mundial y, después del conflicto, quedaron incluidos junto con los demás pueblos en la Federación Yugoslava, sometidos al poder del sistema comunista. Sólo en la década de 1990 se rompió ese vínculo federativo, pero al precio de una guerra civil, que ha causado numerosas víctimas, aunque afortunadamente en tierra eslovena duró menos que en otros lugares.

3. Estos son los acontecimientos políticos más recientes, pero la historia del pueblo esloveno, surgido en los territorios que antes pertenecían al Imperio romano, es mucho más larga. Gracias al cristianismo, Eslovenia se forjó en su típica identidad cultural como, por lo demás, aconteció con numerosas naciones de Europa y del mundo. La Iglesia en Eslovenia recuerda aún los nombres de los que le llevaron la fe desde los centros vecinos de Salzburgo, Aquilea y Panonia: son los santos obispos Virgilio, Modesto, Paulino, y los santos Cirilo y Metodio. Se puede muy bien decir que el desarrollo de la cultura eslovena ha mantenido un estrecho vínculo con el cristianismo, comenzando precisamente por la lengua presente en documentos escritos del siglo X, que incluyen textos catequéticos y homiléticos. El cristianismo llegó a Eslovenia desde Roma y en la cultura eslovena los elementos occidentales prevalecen sobre los orientales. Lo subrayan los fuertes vínculos existentes, ya desde el inicio del proceso de formación de la vida eclesial y cultural, con los citados centros de Aquilea y Salzburgo. En el transcurso de mi visita destaqué todo esto, especialmente durante el encuentro con el mundo de la cultura y de la ciencia, en Maribor. La cultura eslovena es antigua, y tanto en el campo de las ciencias como en el de las tradiciones populares reviste un carácter occidental. Este carácter se manifestó claramente en las celebraciones litúrgicas; y cobró gran relieve en el inolvidable encuentro con la juventud, en Postojna. Los jóvenes, herederos de esta cultura, están llamados a transmitirla a las generaciones del tercer milenio.

4. Desde el punto de vista de la estructura eclesial, el territorio de Eslovenia abarca una sede metropolitana, la de Liubliana, y dos diócesis sufragáneas: Maribor y Koper o Capodistria. La Conferencia episcopal cuenta actualmente con siete obispos. Es metropolita de Liubliana el arzobispo Alojzij Sustar, a quien una vez más saludo con afecto, al igual que a los demás prelados, a los presbíteros y a todos sus colaboradores. Los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los seminaristas eslovenos viven aún con el recuerdo y bajo el influjo espiritual del gran obispo de Maribor Antón Martín Slomsek que, en el siglo XIX, marcó profundamente no sólo la vida de la Iglesia y la evangelización, sino toda la cultura eslovena. Felizmente, ya está llegando a su conclusión el proceso de beatificación de este gran apóstol y, recientemente, se ha confirmado la heroicidad de sus virtudes. He querido señalar su ejemplo, unto con el de otros pastores y heroicos testigos de la fe, como el siervo de Dios Lojze Gozde, a toda la comunidad cristiana de Eslovenia, comprometida en la urgente tarea de la nueva evangelización.

33 La fe el pueblo esloveno, duramente probada a lo largo de este siglo, ha permanecido firme y por ello damos gracias a Dios. Ahora se siente la necesidad de un renovado impulso misionero, para el que hace falta apoyo espiritual, atenta vigilancia y discernimiento profético de los signos de los tiempos, especialmente por parte de las personas que están llamadas a consagrar toda su vida al Evangelio. En esta perspectiva, durante la solemne celebración vespertina del viernes 17 de mayo en Liubliana, quise alentar a los presbíteros a sentir cada vez más profundamente la alegría y la responsabilidad de su misión de comunión y de servicio; a los religiosos a abrazar sin titubeos las exigencias de una existencia transfigurada según el ideal evangélico; y a todos los creyentes a vivir con generosidad el compromiso de la nueva evangelización, encomendándose a María, Auxilio de los cristianos.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, la visita a Eslovenia, se ha realizado en el período pascual. Comenzó el viernes después de la Ascensión y concluyó el domingo por la tarde. En estos días la Iglesia recuerda a los Apóstoles reunidos en el cenáculo en oración con María, después de la Ascensión de Cristo, mientras esperan la venida del Consolador, el Espíritu de la verdad. La Iglesia entera vive así anualmente la gran novena en honor del Espíritu Santo como preparación para el día de Pentecostés. Doy gracias a Dios porque, este año, he tenido la alegría de pasar al menos algunos días de esta novena en el cenáculo de la Iglesia que está en Eslovenia.

Mientras conservo aún en mi mente el recuerdo de las sugestivas y a veces conmovedoras imágenes de ese hermoso país y de su pueblo, deseo nuevamente encomendar sus esperanzas y las expectativas a María santísima, para que, por la acción del Espíritu Santo, camine con generosidad hacia el tercer milenio, convirtiéndose cada vez más en tierra de fe, de santidad y de paz.

Quisiera añadir, por último, unas palabras de gratitud a los hermanos y hermanas eslovenos que se acordaron del día de mi cumpleaños. Les agradezco las manifestaciones de benevolencia y, sobre todo, la oración, con que quisieron expresarme su afectuosa comunión.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Deseo saludar ahora cordialmente a los visitantes de lengua española, en particular, a los Hermanos Maristas de las Escuelas. Saludo también a los diversos grupos de peregrinos de España, Guatemala, Panamá, Perú, Chile y Argentina. Al agradeceros vuestra presencia aquí os invito a prepararos dignamente para recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Con gran afecto os imparto mi Bendición Apostólica.



Miércoles 29 de mayo de 1996

La Inmaculada Concepción

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de Oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3,15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: "Ella te aplastará la cabeza", ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies.

34 Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: "Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese período de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre" (AAS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capítulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la "mujer vestida de sol" (
Ap 12,1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual, cuando afirma: "La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro" (Ap 12,5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer-comunidad está descrita con los rasgos de la mujer-Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer "está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz" (Ap 12,2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19,25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2,35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por último, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a "todo nacido de mujer" (Ps 50,7 Jb 14,2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, "todos pecaron" y que "el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación" (Rm 5,12 Rm 5,18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original "afecta a la naturaleza humana", que se encuentra así "en un estado caído". Por eso, el pecado se transmite "por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales" (CEC 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que "no conoció pecado" (2Co 5,21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia "donde abundó el pecado" (Rm 5,20).

35 Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

Saludos

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo con particular afecto a los visitantes de lengua española presentes en esta plaza de San Pedro. De un modo especial a los peregrinos de México, Colombia, Perú, Argentina, Costa Rica y Guatemala, así como a los grupos procedentes de Guipúzcoa, Castellón, Tortosa y demás peregrinos españoles. A todos os encomiendo a la protección de la Inmaculada Concepción. Que ella acompañe la vida de vuestras familias y de vuestras comunidades eclesiales por los caminos del Evangelio. Con estos deseos os imparto de corazón la Bendición Apostólica.



Junio de 1996

Miércoles 5 de junio de 1996

María Inmaculada, redimida por preservación

(Lectura:
capítulo 5 de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos,
36 versículos 15 y 17) Rm 5,15 Rm 5,17

1. La doctrina de la santidad perfecta de María desde el primer instante de su concepción encontró cierta resistencia en Occidente, y eso se debió a la consideración de las afirmaciones de san Pablo sobre el pecado original y sobre la universalidad del pecado, recogidas y expuestas con especial vigor por san Agustín.

El gran doctor de la Iglesia se daba cuenta, sin duda, de que la condición de María, madre de un Hijo completamente santo, exigía una pureza total y una santidad extraordinaria. Por esto, en la controversia con Pelagio, declaraba que la santidad de María constituye un don excepcional de gracia, y afirmaba a este respecto: "Exceptuando a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover absolutamente ninguna cuestión, porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno" (De natura et gratia, 42).

San Agustín reafirmó la santidad perfecta de María y la ausencia en ella de todo pecado personal a causa de la excelsa dignidad de Madre del Señor. Con todo, no logró entender cómo la afirmación de una ausencia total de pecado en el momento de la concepción podía conciliarse con la doctrina de la universalidad del pecado original y de la necesidad de la redención para todos los descendientes de Adán. A esa consecuencia llegó, luego, la inteligencia cada vez más penetrante de la fe de la Iglesia, aclarando cómo se benefició María de la gracia redentora de Cristo ya desde su concepción.

2. En el siglo IX se introdujo también en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en el sur de Italia, en Nápoles, y luego en Inglaterra.

Hacia el año 1128, un monje de Canterbury, Eadmero, escribiendo el primer tratado sobre la Inmaculada Concepción, lamentaba que la relativa celebración litúrgica, grata sobre todo a aquellos "en los que se encontraba una pura sencillez y una devoción más humilde a Dios" (Tract. de conc. B.M.V., 1-2), había sido olvidada o suprimida. Deseando promover la restauración de la fiesta, el piadoso monje rechaza la objeción de san Agustín contra el privilegio de la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la transmisión del pecado original en la generación humana. Recurre oportunamente a la imagen de la castaña "que es concebida, alimentada y formada bajo las espinas, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos" (ib., 10). Incluso bajo las espinas de una generación que de por sí debería transmitir el pecado original -argumenta Eadmero-, María permaneció libre de toda mancha, por voluntad explícita de Dios que "lo pudo, evidentemente, y lo quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo" (ib.).

A pesar de Eadmero, los grandes teólogos del siglo XIII hicieron suyas las dificultades de san Agustín, argumentando así: la redención obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a todos los seres humanos. Y si María no hubiera contraído la culpa original, no hubiera podido ser rescatada. En efecto, la redención consiste en librar a quien se encuentra en estado de pecado.

3. Duns Escoto, siguiendo a algunos teólogos del siglo XII, brindó la clave para superar estas objeciones contra la doctrina de la Inmaculada Concepción de María. Sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso, preservándola del pecado original.

De ese modo, introdujo en la teología el concepto de redención preservadora, según la cual María fue redimida de modo aún más admirable: no por liberación del pecado, sino por preservación del pecado.

La intuición del beato Juan Duns Escoto, llamado a continuación el "doctor de la Inmaculada", obtuvo, ya desde el inicio del siglo XIV, una buena acogida por parte de los teólogos, sobre todo franciscanos. Después de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la Concepción, esa doctrina fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas.

Ese providencial desarrollo de la liturgia y de la doctrina preparó la definición del privilegio mariano por parte del Magisterio supremo. Ésta tuvo lugar sólo después de muchos siglos, bajo el impulso de una intuición de fe fundamental: la Madre de Cristo debía ser perfectamente santa desde el origen de su vida.

37 4. La afirmación del excepcional privilegio concedido a María pone claramente de manifiesto que la acción redentora de Cristo no sólo libera, sino también preserva del pecado. Esa dimensión de preservación, que es total en María, se halla presente en la intervención redentora a través de la cual Cristo, liberando del pecado, da al hombre también la gracia y la fuerza para vencer su influjo en su existencia.

De ese modo, el dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien contribuye admirablemente a poner mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana.

A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad (cf. Lumen gentium
LG 65) que están llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas, saludo con todo afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a los grupos venidos desde México, Honduras y Argentina, así como a los fieles de la parroquia de Bustarvieju, a las « Amas de Casa » de Pola de Siero y al grupo de Guipúzcoa. A vosotros y a vuestras familias os imparto de corazón la Bendición Apostólica.




Audiencias 1996 28