Discursos 1996 16


VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

CEREMONIA DE DESPEDIDA DE EL SALVADOR


Aeropuerto internacional de «Ilopango»

Jueves 8 de febrero de 2005



17 Señor Presidente de la República,
amados hermanos en el episcopado,
ilustres autoridades y miembros del Cuerpo diplomático,
queridos hijos e hijas de El Salvador:

1. He vivido una densa jornada con el Pueblo de Dios que peregrina en las bellas tierras de El Salvador, lo cual ha deja do en mí una profunda huella. Me llevo el recuerdo de los rostros de tantas personas, llenos de fe y esperanza, que he podido contemplar a lo largo de este día en los lugares que el intenso programa me ha con sentido visitar. Me habéis brindado una cordial hospitalidad, expresión genuina del alma salvadoreña, pero sobre todo quiero resaltar que he podido compartir con vosotros profundos momentos de oración y de reflexión en la Santa Misa, en el encuentro con los jóvenes y en la visita a la Catedral Metropolitana.

2. Pido a Dios que bendiga y recompense a todos los que han colaborado en la realización de esta nueva Visita. Le agradezco, Señor Presidente, su presencia aquí, así como su amable recibimiento. Estoy muy reconocido a mis Hermanos Obispos de El Salvador, por la solicitud pastoral con la que han preparado la visita y por su calurosa acogida. Mi gratitud se dirige también a todas las Autoridades de la Nación, que han facilitado y cooperado en el desarrollo de los diversos actos, permitiendo así que fueran muchos los que han podido tomar parte o seguir los diversos eventos. Agradezco también la presencia del Cuerpo Diplomático que, con su labor orientada a la promoción del bien común de la humanidad y de la cooperación entre los pueblos, pone de relieve la unidad de la gran familia humana.

3. Como Sucesor del apóstol Pedro y siguiendo el mandato del Señor, vine a confirmaros en la fe, a impulsar la nueva evangelización y a dejaros un mensaje de paz y reconciliación en Cristo. He sentido gran alegría al constatar que se ha pasado de la guerra al diálogo. Por eso, os aliento a seguir trabajando juntos para que el conocido dinamismo salvadoreño produzca abundantes frutos de bienestar y prosperidad espiritual y material. La consolidación de las instituciones, el desarrollo de la actividad económica y del sistema educativo y sanitario necesitan la colaboración de todos.

4. Antes de abandonar esta capital, quiero extender mi mirada a toda la región centroamericana, llamada a realizar sus nobles ideales avanzando por el camino ya comenzado de la integración. San Salvador es la sede del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), y por eso expreso mis fervientes votos para que en un futuro cercano las Naciones del Istmo, que comparten el mismo patrimonio cristiano y la misma lengua, puedan gozar de los beneficios de la unidad y la concordia. Invito, pues, a todos a aunar esfuerzos y a superar obstáculos para que los queridos pueblos centroamericanos entren en un nuevo orden de colaboración generosa en favor del bien común, de modo que se superen la angustia causada por la pobreza, las desigualdades injustas, el desprecio de los derechos humanos inalienables y los límites a las libertades fundamentales.

5. Queridos salvadoreños: me voy con una gran confianza en el futuro de esta amada tierra; vivid a la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno, sabiendo que, hoy y siempre, Dios os ama. Que Él os bendiga y os recompense abundantemente.





VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

CEREMONIA DE DESPEDIDA DE GUATEMALA


Aeropuerto internacional «La Aurora» de Ciudad de Guatemala

Viernes 9 de febrero de 2005



Señor Presidente,
18 queridos hermanos en el episcopado,
excelentísimas autoridades,
amadísimos hermanos y hermanas de Guatemala:

1. Después del profundo gozo espiritual que me ha proporcionado esta nueva visita pastoral a vuestro amado país, llega el momento de despedirme de vosotros para continuar mi viaje hacia donde otros hermanos me esperan.

En este momento vienen a mi recuerdo todas las personas a las que he podido encontrar en vuestras calles y plazas, y con las que he compartido intensas e inolvidables vivencias de fe aquí en Nueva Guatemala y en la solemne celebración de la Eucaristía junto al Santo Cristo de Esquipulas.

2. Como peregrino de paz he venido a postrarme a los pies del Cristo Negro y a implorarle la paz definitiva y duradera que brota del costado abierto del Redentor. Al dejaros mi mensaje, me dirijo a todos, pero muy especialmente a quienes ocupan puestos de mayor responsabilidad, exhortándoos a favorecer un clima de pacífica convivencia, solidaridad y justicia para todos los guatemaltecos. Que el recuerdo de los momentos vividos en la participación de una misma fe ayude a hacer germinar frutos de auténtica vida cristiana y de serio compromiso social. Me voy con la profunda esperanza de que así será.

3. En los diversos grupos que he encontrado estos días he podido constatar, una vez más, la riqueza multiétnica y plurilingüística que encierra Guatemala, lo cual la hace depositaria de una cultura variada y rica, que la Iglesia viene evangelizando desde hace casi cinco siglos. Se trata de un bien digno de ser preservado, trabajando con empeño para que cada uno vea respetados sus derechos fundamentales inalienables que todo hombre tiene por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.

A todos los hijos de este país, los que habitan en las ciudades y en las aldeas; a los indígenas, campesinos y ladinos; a los niños, jóvenes y ancianos, a todos os digo adiós, confiando en que continuaréis conservando y promoviendo los valores más genuinos del alma guatemalteca que, aun en medio de las dificultades, sabe mostrar su confianza en Dios y la voluntad de mantenerse fiel a la herencia de los mayores: a su fe cristiana y a la Iglesia, a la cultura y a las tradiciones patrias, a la vocación de justicia y de libertad.

A todos expreso mi más profundo agradecimiento por la acogida que me habéis dispensado, así como por la colaboración para que esta visita fuera una experiencia inolvidable. Mi gratitud va dirigida en primer lugar al Señor Presidente de la República. También a las demás Autoridades y a mis hermanos Obispos de Guatemala, e igualmente a quienes han trabajado eficazmente en la preparación y realización de los diversos actos.

Junto con mi afecto, os dejo también la seguridad de mi recuerdo en la oración. ¡Que Dios bendiga a Guatemala y a todos sus hijos e hijas!

¡Muchas gracias!





VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

CEREMONIA DE BIENVENIDA A VENEZUELA


19

Aeropuerto Internacional «Simón Bolívar» de Maiquetía

Viernes 9 de febrero de 1996



Señor Presidente,
queridos hermanos en el episcopado,
excelentísimas autoridades,
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con sumo gozo vuelvo a Venezuela, la «tierra de gracia», como la llamó Cristóbal Colón al unir el viejo mundo con las tierras americanas. Como peregrino de la Evangelización, vengo a vuestro país para animar a toda la Comunidad eclesial, a los hombres y mujeres de buena voluntad, en su empeño de contribuir al crecimiento del Reino de Dios en esta querida y hermosa Nación. Vengo con la confianza de encontrarme con una Iglesia comprometida en llevar a cabo la Nueva Evangelización. Teniendo en cuenta las realidades del momento presente, vengo como Pastor que quiere afianzar la fe, el amor y la esperanza de los hombres y mujeres venezolanos.

Os saludo con todo mi afecto en el Señor. Con vosotros proclamo las bendiciones con que Dios ha colmado este país: tantas bellezas naturales, abundantes recursos de la tierra, un puesto muchas veces privilegiado en el concierto de las naciones, pero sobre todo, hombres y mujeres que han construido una historia, la cual hoy se prolonga en los venezolanos y venezolanas que tienen la apasionante tarea de crecer y hacer crecer la patria heredada. Así enriqueceréis a las futuras gene-raciones con el legado del compromiso en la superación de las dificultades del momento presente y colaborando solidariamente, con la ayuda de Dios, en la edificación de un mundo mejor.

2. Agradezco muy cordialmente al Señor Presidente de la República sus palabras, con las que me ha dado la bienvenida en nombre de todos los venezolanos, y su amable acogida al llegar a este querido país. Saludo con afecto asimismo al Cardenal Rosalio Castillo Lara, al Arzobispo de Caracas y a los demás hermanos Obispos de esta Conferencia Episcopal, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a todo el pueblo fiel, que en esta tierra vive su fe cristiana, de cuya llegada os preparáis a celebrar el V Centenario.

3. Ante vosotros me presento en el nombre del Señor. Como Vicario de Jesucristo y Sucesor del Apóstol san Pedro vengo a confirmaros en la fe y a implorar la asistencia del Espíritu Santo en la obra común de la Iglesia. He sabido que durante los meses pasados habéis preparado mi visita con gran esfuerzo e ilusión. El año 1995, que llenó de júbilo a esta Iglesia con la beatificación de la Madre María de San José, primera venezolana elevada al honor de los altares, lo habéis dedicado a profundizar la verdad acerca del hombre y su irrenunciable dignidad. Este año estáis comprometidos en la reflexión sobre el misterio de la Iglesia y el compromiso de todos en su edificación. Con mi Visita quiero ratificar vuestra decidida voluntad de defender la vida y asegurar la validez actual de la misión del Pueblo de Dios, pueblo de la vida y para la vida.

4. Esta nueva Visita Pastoral me va a permitir compartir con todos unas jornadas llenas de fe. En Guanare cantaré con vosotros las glorias de la Madre del Señor, a la cual veneráis bajo la advocación de Nuestra Señora de Coromoto. Allí inauguraré el nuevo Santuario nacional, destinado a ser centro de alabanza divina y difusión del Evangelio en Venezuela. Otras celebraciones me darán la oportunidad de encontrarme con los hijos de este amado País para animarlos en la tarea irrenunciable de la Nueva Evangelización, que aquí tiene también la especial misión de contribuir a la renovación moral y espiritual de la
Nación.

20 5. Doy gracias a Dios por los frutos alcanzados desde mi primera visita a la patria de Bolívar. Ahora os animo a proseguir en las tareas emprendidas, sobre todo de cara a la celebración del V Centenario de la llegada de la fe a Venezuela y al Jubileo del año 2000. Estos acontecimientos ofrecen una feliz ocasión para que la Iglesia entera, Pastores y fieles, contribuya a la superación de las dificultades y crisis que el país viene atravesando en los últimos tiempos.

6. En las manos de la Virgen Santísima, Nuestra Madre de Coromoto, pongo este Viaje Apostólico, a la vez que le encomiendo a todos los venezolanos, los del campo y los de las ciudades, los del interior y los de la costa y las islas, y muy especialmente los que sufren y los enfermos. A todos os bendigo con el afecto de mi corazón.

¡Alabado sea Jesucristo!

Una palabra más a los niños que han encontrado al Papa en su visita, con este gran concierto. Sois tantos. Mis felicitaciones. Y, además, os deseo a todos una buena continuación como artistas, como cristianos, como ciudadanos.





VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

CON LOS PRESOS DEL RETÉN DE CATIA


Viernes 9 de febrero de 1996



Queridos hermanos:

En estos primeros momentos de mi Visita Pastoral a Venezuela, me complace dirigir un cordial saludo a vosotros, que estáis en este Retén Judicial de Los Flores de Catia. Con mis palabras os expreso mi afecto y os invito a esperar en el futuro.

Quisiera poder detenerme y hablar con cada uno de las vicisitudes que le han traído hasta este lugar. No siendo esto posible, me dirijo a todos vosotros, y también a los que están en las demás cárceles venezolanas, así como a las familias que sufren vuestra separación y esperan el deseado reencuentro.

Conozco las dificultades que sobrelleváis. Pero aún en medio de ellas ha de resonar en vuestras mentes la Palabra del Señor que nos recuerda constantemente que «Dios es amor» (Jn 4,8) y que cada uno de nosotros es amado siempre por Dios. Os animo a que acojáis la invitación al cambio de vida que el Evangelio, Buena Noticia, propone a cada persona, y a que no os dejéis vencer por el pesimismo o el desaliento.

En estos días, algunos sacerdotes y laicos han venido aquí para anunciaros el designio de salvación y haceros presente la fe y la caridad de la Iglesia, que no os abandona. En tiempos sucesivos, ellos continuarán con esa hermosa misión, inspirada en las palabras del Señor, «estuve preso y me visitasteis» (Mt 25,36), y con la cual Cristo mismo se os hace cercano. ¡Abridle vuestro corazón, aceptad el desafío de la conversión! Creyendo en el amor de Jesús, esforzaos en corresponder a ese amor, llegando a ser «hombres nuevos» (cf. Col Col 3,10), lo cual se manifieste en un nuevo comportamiento con las personas y las cosas.

La Iglesia, como intérprete del mensaje de Cristo, aprecia y anima a quienes os ayudan a que los años de reclusión os sirvan para corregir el propio comportamiento y se favorezca así la reinserción en la sociedad con el compromiso de una vida coherente y honesta. Hago un apremiante llamado a la Administración de Justicia para que el sistema carcelario sea siempre respetuoso de la condición del hombre, es decir, que se promuevan, en éste y en los demás centros penitenciarios, condiciones de vida más acordes con la dignidad humana; que se favorezca la reeducación y formación de los detenidos y no se consientan nunca vejaciones ni tratos inhumanos.

21 Al encomendaros a la maternal protección de la Virgen María, os dejo estas reflexiones, que os transmito junto con mi estima y mi Bendición Apostólica como prenda de un futuro mejor.

A todos los aquí presentes, en esta circunstancia, dirijo también mis palabras muy cordiales. Éste es el primer momento de mi Visita a Venezuela. Espero que esta Visita, en la circunstancia actual, bajo la protección de Nuestra Señora de Coromoto, pueda ser beneficiosa para todos los venezolanos.

Que el Señor bendiga a todos los aquí presentes.

Muchas gracias.





VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA


A LOS RESPONSABLES DE LA VIDA SOCIAL, CULTURAL,


POLÍTICA Y ECONÓMICA


Teatro Teresa Carreño de Caracas

Sábado 10 de febrero de 1996

Ilustres Señoras y Señores:

1. Me es muy grato reunirme con vosotros, representantes y responsables de la vida social, cultural, política y económica del país. Habéis venido desde todos los puntos de la geografía patria para encontraros con el Papa. Agradezco vuestra presencia en este acto y os doy mi más cordial saludo.

Por medio de vosotros quiero hacer llegar mi palabra a todos los componentes de los diversos ámbitos e instituciones en los que lleváis a cabo vuestras actividades. De vosotros depende, en gran parte, la tarea de la construcción de una Venezuela cada vez mejor que, recogiendo lo más precioso del pasado, camine hacia el progreso y el bienestar integral de todos y cada uno de los miembros de la comunidad nacional.

Saludo al Señor Presidente de la República y a las Autoridades que lo acompañan. Estoy agradecido a Monseñor Ramón Ovidio Pérez Morales, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal, por las palabras que me ha dirigido dándome la bienvenida a este acto. Agradezco también el testimonio de vida familiar de los señores Francisco y América González.

2. Vuestra Nación ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales. Cuenta con una población en su mayoría joven y dinámica; dispone de gente capacitada en muy diversos sectores; su pueblo tiene una religiosidad muy arraigada. Venezuela ha vivido en las últimas décadas un progreso económico real y significativo, unido al desarrollo de un régimen democrático y de libertades enmarcadas en un Estado de derecho. Sin embargo, actualmente se enfrenta a serias dificultades en los diversos ámbitos de la vida nacional, pues una grave crisis económica, que venía preparándose inexorablemente, está afectando duramente a la clase media y baja, aumentando de forma dramática la pobreza hasta hacerla desembocar en muchos casos en auténtica miseria.

22 No se debe olvidar que el proceso de empobrecimiento material conduce muchas veces a un empobrecimiento moral y espiritual de las personas y de los grupos sociales, especialmente de los jóvenes y adolescentes. Ello origina una grave crisis por la ausencia de valores en el campo de la ética, de la justicia, de la convivencia social y del respeto a la vida y dignidad de la persona. Esto, ciertamente preocupante, lleva a la desorientación, provoca desaliento y desesperanza, así como una cierta desconfianza en las instituciones.

La salida de esa situación es anhelada cada vez más por quienes piden el respeto y promoción de su inviolable dignidad de personas en todos los ámbitos de la sociedad.

3. En esta circunstancia quiero alentar a todos los venezolanos —y particularmente a vosotros que constituís este grupo tan significativo de la vida nacional— e infundir esperanza en la edificación de una sociedad nueva, basada en la cultura de la vida y de la solidaridad, en lo cual consiste, como he dicho en muchas ocasiones, la civilización del amor. A este respecto, el Concilio Vaticano II enseña que «la Iglesia, al buscar su propio fin salvífico, no sólo comunica al hombre la vida divina, sino que también derrama su luz reflejada en cierto modo sobre todo el mundo, especialmente en cuanto que sana y eleva la dignidad de la persona humana, fortalece la consistencia de la sociedad humana, e impregna de un sentido y una significación más profunda la actividad cotidiana de los hombres. La Iglesia cree que de esta manera, por medio de cada uno de sus miembros y de toda su comunidad, puede contribuir mucho a humanizar más la familia de los hombres y su historia» (Gaudium et spes
GS 40).

4. Vosotros tenéis responsabilidad en tantos sectores de la vida nacional. En el momento presente se han debilitado aspectos fundamentales y la jerarquía de valores, como son el aprecio de la verdad, la práctica de la solidaridad, la responsabilidad en la búsqueda y el cultivo del bien común, y la solidez de la institución familiar. Ante ello, es necesaria una justa comprensión de estos fenómenos, porque la toma de conciencia de las propias limitaciones es el paso indispensable para una recuperación. Las experiencias que se presentan como negativas han de servir para no repetir los errores y asumir un compromiso corresponsable por el país, fortaleciendo la esperanza fundada en Dios y en las potencialidades de la inteligencia y libertad humanas.

En efecto, se trata de superar las dificultades y caminar hacia un orden social que « debe desarrollarse de día en día, fundarse en la verdad, edificarse en la justicia, vivificarse por el amor; debe encontrar en la libertad un equilibrio cada vez más humano. Pero para cumplir todo esto hay que llevar a cabo una renovación de la mentalidad y realizar amplios cambios de la sociedad» (Ib. 26)

5. La Iglesia —fiel a su misión y abierta a todos los creyentes, así como a los hombres de buena voluntad— tiene una palabra que decir ante estas situaciones. En el momento actual, a las puertas del Tercer Milenio de la era cristiana, ha asumido la apasionante tarea de la Nueva Evangelización, que tiene como meta renovar la vida según el mensaje de Jesucristo y hacer de los valores evangélicos savia y fermento de una nueva sociedad, favoreciendo en los fieles cristianos la coherencia entre la fe y la vida, así como la superación en todas partes de las injusticias y fallas sociales, el fomento de la dignidad humana y de una recta conducta familiar, laboral, política y económica.

El anuncio y acogida del Evangelio que la Iglesia lleva a cabo ayuda a los cristianos a ser hombres nuevos,(cf. Col Col 3,10) los cuales pueden colaborar en la construcción de una sociedad nueva, fundamentada en la justicia, el diálogo y el servicio, capaz de afrontar los retos del futuro. En esa tarea es preciso empezar por promover sin cesar una dignificación del hombre, que respete la verdad de sí mismo, imagen de Dios (cf. Gn Gn 1,27) y camino de la Iglesia (Redemptor Hominis RH 14). Así se contribuye a elevar la sociedad, ya que «del carácter social del hombre se sigue que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la sociedad misma están íntimamente condicionados» (Gaudium et spes GS 25). De este modo se planifica la auténtica promoción humana, la cual tiende a la liberación integral de la persona (cf. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi EN 29-39).

El necesario cambio, que ha de ser «de mentalidad, de comportamiento y de estructuras» (Centesimus annus CA 60),favorecerá una cultura de la solidaridad, que prevalezca sobre la voluntad de dominio o de una vida egoísta, así como una economía de participación en vez de un sistema de acumulación de bienes, que provoca un gran abismo no sólo entre los diferentes Estados, sino también entre los ciudadanos de un mismo país.

6. De los temas que requieren particular atención para la construcción de una sociedad realmente nueva y dinámica hay que señalar ciertamente el de la familia y el de la vida. En efecto, el futuro de la sociedad pasa por la familia (cf. Familiaris consortio FC 51), y «la salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar. Por ello, los cristianos, juntamente con todos los que tienen en gran estima esta comunidad, se alegran sinceramente por la variedad de recursos que permiten a los hombres avanzar hoy en el fomento de esta comunidad de amor» (Gaudium et spes GS 47). Es urgente también la atención a los niños que, por haber nacido fuera de la institución familiar o vivir en situación de abandono, crecen sin la tutela y ayuda de un padre o una madre, y difícilmente se integran en la sociedad, al estar marcados por graves carencias afectivas y materiales. Ellos están sujetos a tantos peligros, secuelas de la falta de educación e instrucción, como son, por ejemplo, la delincuencia precoz, la violencia, la droga o la prostitución infantil.

Es necesario, asimismo, crear una cultura de la vida. Con razón los Obispos venezolanos declararon el pasado año 1995 «Año por la vida», invitando a que todas las «reflexiones, compromisos y acciones vayan orientadas tanto a la toma de conciencia, como a mostrar una actitud de defensa y proclamación del don preciado de la vida en todas sus manifestaciones» (Compromiso por la vida, 8). Han obrado así al mirar atentamente, con espíritu pastoral, la realidad del País y calificarla como «grave situación», en contraste con la verdad cristiana sobre la «grandeza de la vida humana».

7. Tampoco se puede olvidar el papel predominante que tiene la economía, fomentando una gestión más justa y coordinada de los recursos; de ese modo, se honrará al hombre, « autor, centro y fin de toda la vida económica y social». (Gaudium et spes GS 63).

23 La cultura ha de ser también objeto de especial atención en la construcción de la sociedad. Con el término «cultura» se indica «todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus múltiples cualidades espirituales y corporales» (Ib. 53). Todo ello debe mirar a la formación integral de la persona humana y al bien mismo de la sociedad.

8. Ilustres señoras y señores, dirigentes y constructores de la sociedad venezolana, os aliento a trabajar decididamente en el campo de la justicia, de la verdad y de la paz, mirando hacia el futuro con optimismo, siendo solidarios con la suerte de vuestro pueblo y con sus valores, centrados, por encima de todo, en el mandamiento fundamental del amor.

Desde el recuerdo emocionado de tantos ilustres hijos de Venezuela lanzo mi llamado a los políticos, para que, superando las diferencias partidistas y los intereses particulares, aúnen sus voluntades en la búsqueda responsable y desinteresada del bien común, mirando de modo especial hacia las clases más necesitadas. En esta hora difícil, pero decisiva en la vida de la Nación, exhorto a los políticos y a cuantos ocupan puestos directivos, a trabajar incansablemente por el verdadero bien del país, secundando eficazmente las iniciativas que lo favorezcan y dando claro testimonio de honradez en la vida privada y profesional.

El estamento militar, heredero de Bolívar y Sucre, está llamado a vivir su vocación castrense trabajando por crear condiciones de seguridad, estabilidad y fraternidad en un mundo donde la guerra quede desterrada y la paz sea un bien real. Por eso deseo animar a todos sus componentes a garantizar siempre la paz en libertad, soberanía y dignidad.

Invito a los intelectuales, artistas y educadores a que, siguiendo las huellas de Andrés Bello, Cecilio Acosta y Caracciolo Parra, y alimentándose en las fuentes del bien y de la belleza auténtica, lleven a cabo su acción en la sociedad, orientándola hacia la verdad suma que es Dios.

A los hombres de la ciencia y de la técnica la Iglesia los anima a proseguir, como el Doctor José Gregorio Hernández, fomentando el progreso integral que permita al ser humano conocerse mejor a sí mismo y comprometerse en los diversos campos de la vida social.

Recuerdo a los trabajadores y empresarios la responsabilidad que tienen de asegurar una producción que satisfaga adecuadamente las necesidades básicas, manteniendo unas relaciones laborales que conjuguen los propios intereses con el espíritu solidario y las exigencias ecológicas de las actuales y futuras generaciones, permitiendo así mantener un nivel aceptable de calidad de vida.

Asimismo, me dirijo a los profesionales de la comunicación social, que tienen preclaros exponentes en las figuras de Monseñor Jesús María Pellín, Juan González y Núñez Ponte. La labor de escritores y editores, tan estimada por la Iglesia, debe afrontar igualmente el reto de defender y promover todo lo espiritual que dignifica a las personas, comunidades y pueblos, elevando el nivel ético de la población, desarrollando el sentido de la libertad en la verdad y evitando todo lo que envilece y degrada.

Finalmente, quiero poner de relieve el papel de la mujer venezolana, protagonista en el ámbito social por ser transmisora de la vida y educadora de la paz.Ella ha de seguir participando con ilusión en la edificación de la sociedad y en el proyecto renovador del país, aportando aquel «genio» femenino que asegure en toda circunstancia la sensibilidad por todo lo que es esencialmente humano (cf. Mulieris dignitatem
MD 30).

9. Venezolanos, aunque sean serias las dificultades e inmensos los desafíos, grande ha de ser vuestro empeño. Ante un presente con incertidumbres y un futuro con interrogantes, haced valer las propias capacidades con imaginación y sobre todo con generosidad, confiando en Dios: Dios ama al hombre.

Venezuela ocupa un lugar de relieve en un gran continente lleno de esperanza. Afrontando sin miedo los retos de vuestra historia, alzando los ojos a lo Alto y con un corazón solidario, caminad con paso firme hacia el Tercer Milenio, aportando generosamente vuestros talentos a la construcción de un nuevo orden más justo por ser más humano.

24 ¡Que Jesucristo, «Salvador y Evangelizador» (Tertio Millennio Adveniente TMA 40),os guíe y bendiga en este camino!





VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA


A LOS JÓVENES EN LA AVENIDA LOS PRÓCERES


Caracas, Domingo 11 de febrero de 1996



Queridos jóvenes:

1. Estoy profundamente emocionado por vuestra calurosa y cordial acogida. Os confieso que éste es un momento muy esperado en mi visita a Venezuela, ya que me permite tener un contacto directo con la juventud, tan numerosa en este país. Vosotros, jóvenes, dais en cierto modo nombre a esta tierra: ¡América, continente de la esperanza!

Os agradezco las palabras que me habéis dirigido y os saludo a todos con afecto. A los seminaristas, novicios y aspirantes a la vida religiosa: vosotros sois una esperanza muy grande para la Iglesia en vuestro hermoso país y os animo a cultivar vuestra respuesta generosa al llamado del Señor. A los universitarios, os invito a formaros sólidamente para construir una nueva Venezuela. A los jóvenes que prestáis servicio en las Fuerzas Armadas os aliento a defender los valores patrios, trabajando por la paz, la justicia y el bien común, principios enseñados por Cristo, Príncipe de la Paz. A todos quiero abrazaros simbólicamente con mis palabras y mi estima: a los jóvenes trabajadores y a los desempleados, a los indígenas, a los afroamericanos, a los campesinos, y a los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Todos sois igualmente la esperanza de la sociedad venezolana.

Este gozoso y fraternal encuentro, que anticipa la Jornada de la Juventud en Venezuela, me hace recordar tantos momentos de profunda y vibrante comunión con los jóvenes en varias partes del mundo. El Papa cree en vosotros, porque ha experimentado vuestra insaciable sed de verdad, de paz, de libertad; porque ha sido testigo de vuestra generosa capacidad de servicio, de vuestras ganas de vivir y luchar abriendo horizontes nuevos para la Iglesia y la sociedad.

2. Ante un mundo de apariencias, de injusticias y materialismo que nos rodea, os invito a todos, muchachos y muchachas de Venezuela, a hacer, con responsabilidad y alegría, una opción fundamental por Cristo en vuestras vidas: ¡Jóvenes, abrid las puertas de vuestro corazón a Cristo! Él nunca defrauda. Él es el Camino de la paz, la Verdad que nos hace libres y la Vida que nos colma de alegría (cf. Missale romanum, «Prex eucharistica V/b».

Ante el miedo al futuro, al compromiso, al fracaso... Él es la roca firme (cf. 1Co 10,4). Frente a doctrinas falaces y destructivas del ser humano, Él es la luz que viene de lo alto (cf. Lc Lc 1,78). Ante la tentación de los ídolos del poder, del dinero y del placer, Él nos hace libres (cf Ga 5,1). ¡Jesús es el único Salvador y no hay otro nombre bajo el cielo por el que podamos salvarnos! (Ac 4,12).

3. Queridos amigos, Cristo es el Dios de la Vida (cf. Jn Jn 1,1-2). Por eso, abrir las puertas a Cristo significa anunciar, celebrar y preservar el don de la vida. En esta época, amenazada por la cultura de la muerte, los jóvenes cristianos debéis ser testigos valientes de la dignidad de la persona, defensores de la vida humana en todas sus formas, y promotores incansables de sus derechos. Frente a una cultura de la muerte y ante alienaciones como el narcotráfico, la violencia, la negligencia ante las necesidades de los niños abandonados, de los enfermos y los ancianos, y particularmente ante gestos destructivos como el aborto y la eutanasia, os invito a ser «profetas de la vida», trabajando por la cultura de la vida con la creatividad y generosidad que os caracterizan.

Quiero, en este momento, hacer un llamado a vuestros padres y profesores, y a todos los responsables de la educación en Venezuela. «Es necesario educar en el valor de la vida comenzando por sus mismas raíces. Es una ilusión pensar que se puede construir una verdadera cultura de la vida, si no se ayuda a los jóvenes a comprender y vivir la sexualidad, el amor y toda la existencia según su verdadero significado y su íntima correlación» (Evangelium vitae EV 97). De ello dependerá en gran parte que los jóvenes sepan difundir a su alrededor verdaderos ideales de vida y sean capaces de crecer en el respeto y en el servicio a cada persona, en la familia y en la sociedad.

4. Cristo, Redentor del hombre, lo es también de la familia. Por eso, abrir las puertas a Cristo significa robustecer la vida familiar. El Hijo eterno de Dios, al encarnarse en la Sagrada Familia de María y José, manifiesta y consagra la familia como santuario de la vida, célula fundamental de la sociedad. La santifica con el sacramento del matrimonio y la constituye en «centro y corazón de la civilización del amor» (Carta a las familias, 13).


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