Discursos 1996 25

25 Jóvenes venezolanos, es preciso que os preparéis bien para formar sólidamente vuestra propia familia. ¡Aprended a valorar y preservar el amor humano auténtico! Fomentad todo lo que favorezca la santidad, la unidad y la estabilidad de la familia, fundada sobre el sacramento indisoluble del matrimonio y abierta con generosidad al don de la vida. Es necesario y un deber de todos consolidar y defender el valor sagrado del propio hogar frente a comportamientos y costumbres que rompen la unidad y el afecto familiar.

5. Cristo es el Señor de la historia. Por eso, abrir las puertas a Cristo significa también hacer que la fuerza del Evangelio penetre en todos los ambientes de la sociedad actual, para transformarla desde dentro. Vuestra sensibilidad de jóvenes ha de ayudaros a sintonizar con los valores cristianos de la no violencia, de la justicia, del trabajo y de la honradez. Vuestros corazones están abiertos a la amistad y la fraternidad, a la paz, el diálogo y la conservación de la naturaleza. Por tanto, fomentando estos valores, sed protagonistas de vuestra propia historia y artífices de la renovación social. Con el estudio y el trabajo, con la participación activa en la vida política, económica, social y cultural, estáis llamados a ser la aurora de una nueva Venezuela, en la que, superando toda forma de injusticia, se reconozca el trabajo y el esfuerzo, y se promueva «el bien común, como bien de todos los hombres y de todo el hombre» (Christifideles laici
CL 42).

6. Mis queridos jóvenes, abrir las puertas a Cristo es sentirse miembros vivos de la Iglesia, de esta Iglesia joven, pujante y fiel a su misión, que en Venezuela avanza desde hace ya casi cinco siglos, aun en medio de no pocas dificultades, por los caminos del Evangelio. Con profundo gozo puedo comprobar, en este segundo Viaje, nuevos signos de esperanza, como son el aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas; el creciente número de agrupaciones juveniles dedicadas a la catequesis y la formación; tantos muchachos y muchachas entregados al servicio solidario de los demás, especialmente de los desplazados y marginados. Me alegra ver que los jóvenes venezolanos han asumido el desafío de ser evangelizadores de los mismos jóvenes. Para ello, tenéis que dejaros antes evangelizar profundamente por Jesucristo mediante un proceso permanente de formación espiritual y catequética.

A todos vosotros dirijo en particular un llamado a caminar con confianza hacia la nueva primavera de vida cristiana, preparándoos para el Jubileo del Año 2000, que nos introducirá en el Tercer milenio. «El futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las jóvenes generaciones que, nacidas en este siglo, serán maduras en el próximo, el primero del nuevo milenio» (Tertio Millennio Adveniente TMA 58). Sí sois capaces de seguir a Cristo por el camino de las bienaventuranzas evangélicas, tendréis la alegría de contribuir a la renovación espiritual y moral de Venezuela con la fuerza transformadora del amor cristiano.

7. Que María, Madre de los jóvenes, Estrella de la primera y de la nueva Evangelización, guíe con su protección vuestros pasos al encuentro del Señor, haciendo lo que Él os diga (cf. Jn Jn 2,5). Que Ella, desde su santuario de Coromoto, acompañe la gozosa celebración del V Centenario de la llegada de la fe a Venezuela y bendiga con su amor materno las ilusiones, los proyectos y las esperanzas de este gran pueblo.

¡Jóvenes venezolanos, difundid, como María, la alegría de Cristo a vuestro paso! Vale la pena creer en la fuerza del bien y del amor. El Papa os bendice lleno de júbilo y emoción. ¡Dichosos vosotros si abrís las puertas de vuestro corazón a Cristo Salvador!

A los niños que me acompañan aquí, expreso un agradecimiento especial. Os beso. Muchas gracias.





VISITA PASTORAL A GUATEMALA,

NICARAGUA, EL SALVADOR Y VENEZUELA

CEREMONIA DE DESPEDIDA


Aeropuerto internacional «Simón Bolívar» de Maiquetía

Domingo 11 de febrero de 1996



Señor Presidente,
queridos hermanos en el episcopado,
26 excelentísimas autoridades,
amados hermanos y hermanas de Venezuela:

1. Ha llegado el momento de deciros adiós, después de haber pasado dos días en medio de vosotros como peregrino de esperanza. Han sido momentos de alegría espiritual y de encuentros
llenos de afecto mutuo, que me han llenado de gozo y de confianza en el futuro de la Iglesia en Venezuela y de la vida de esta comunidad nacional.

Por eso, mi primera palabra quiere ser de gratitud al Señor Presidente de la República por los gestos tan deferentes hacia mi persona. Esta gratitud se extiende también a las diversas Autoridades que han cuidado con tanta diligencia los aspectos que han hecho posible la realización de los diferentes actos. De modo especial quedo muy reconocido a mis Hermanos Obispos: al Señor Cardenal José Alí Lebrún, al Arzobispo de Caracas, al Presidente y a los miembros de la Conferencia Episcopal, que han preparado de forma esmerada mi Visita Apostólica. Expreso asimismo mi sincero agradecimiento a los sacerdotes, personas consagradas y laicos, por la acogida que me han dispensado, y de forma particular a quienes con ilusión y tesón han dedicado numerosos esfuerzos para llevar a cabo esta Visita.

2. Aunque en esta ocasión mi estancia se ha limitado a Guanare y Caracas, sin embargo he tenido presentes a todos los hijos de esta nación. Desde mí primer encuentro con los recluidos en el Retén de Catia hasta el que he tenido hace pocos momentos con los jóvenes en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria, he sentido vuestra sincera acogida, experimentando que lleváis al Papa en el corazón, como yo os llevo a todos en el mío. En Guanare he comprobado la honda devoción mariana, expresada en el amor a la Virgen de Coromoto, tan arraigada en la vida de los venezolanos. En Caracas os he visto comprometidos de forma seria y decidida en la evangelización, que siendo siempre necesaria, lo es aún más ante los actuales y apremiantes desafíos. En los encuentros con los responsables de los diversos sectores de la vida nacional y con los jóvenes, he podido constatar el inmenso potencial humano de la Nación.

Por todo ello, me voy con la esperanza de que Venezuela, con la ayuda de Dios y el esfuerzo incansable de sus hijos, tiene por delante un futuro mejor. Dentro de unos años se celebrará el V Centenario de la llegada de la fe, cuya conmemoración la Iglesia prepara con diversos programas pastorales que, llevados a cabo con ilusión y eficacia, serán una importante y hermosa contribución a la vida del País. Por eso, os invito a comprometeros en ellos, favoreciendo así la construcción de una sociedad cada vez más justa, solidaria y fraterna. Os aliento a un renovado empeño en la vivencia y testimonio de vuestra fe, haciendo de los valores cristianos y éticos, que han configurado vuestro ser como Nación, un factor de cohesión social, de progreso y de paz.

¡Que Dios bendiga a Venezuela! ¡Que Dios bendiga a todos los hijos e hijas de este noble Pueblo!

¡Alabado sea Jesucristo!



                                                                                  Marzo de 1996

                                  


A LAS RELIGIOSAS REPARADORAS DEL SAGRADO CORAZÓN


27

Lunes 25 de marzo de 1996

: Amadas Religiosas Reparadoras,
queridos hermanos y hermanas:

1. Es para mí un gran gozo poder compartir con las Reparadoras del Sagrado Corazón y con los miembros de la familia Reparadora la alegría del primer centenario de su fundación. Saludo con afecto a la Madre María Consuelo Brescia, a todas las Religiosas de la Congregación fundada por la Madre Teresa del Sagrado Corazón, y a los fieles que participáis de su carisma y de sus obras llevando a cabo el objetivo principal, que es la Adoración Reparadora y las Obras de Apostolado.

2. La adoración eucarística fortalece la vida cristiana y muy particularmente la vida consagrada, pues, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica «por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas».(Catecismo de la Iglesia Católica CEC 1379) En efecto, los fieles cristianos, respondiendo a la llamada del Señor: «Quedaos y velad conmigo» (Mt 26,38), encuentran en la adoración la fuerza, el consuelo, la firme esperanza y el aliento para la caridad, que vienen de la presencia misteriosa y oculta, pero real, del Señor, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Ibíd. 28, 20).

La Eucaristía es la presencia sacramental de la entrega que el Padre hace de su divino Hijo a los hombres. Por eso, la Eucaristía celebrada, recibida, adorada y vivida, es el acto de amor objetivamente más perfecto del hombre a Dios para corresponder a la más alta manifestación de su amor. A este respecto vuestra Fundadora enseñaba que « las Religiosas Reparadoras no pueden manifestarle de un modo más íntimo, más decidido y más real su amor, sino uniéndose con su Divina Majestad en la Sagrada Eucaristía » (Madre Teresa del Sagrado Corazón, Víctima perpetua sobre el altar del sacrificio, 320). Os exhorto, pues, a continuar en ese camino adorador poniendo ante la mirada de Jesucristo las angustias, las esperanzas, los afanes y hasta los pecados de toda la humanidad. Ante Él todo adquiere un rostro nuevo.

3. Las diversas obras de apostolado en las que estáis comprometidos nacen de la Adoración reparadora, a la cual subordinaba la Madre Teresa todas las demás actividades. Corno centro de la vida cristiana, en el misterio eucarístico se encuentra el dinamismo del amor que lleva a servir con espíritu solidario a los hermanos, especialmente a los más necesitados en el cuerpo o en el espíritu. De la celebración y adoración de la Eucaristía brotan exigencias de la fe, que llevan a comprometerse seriamente con el destino de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, como son el anuncio constante de la Buena Nueva a todos; la solidaridad sincera y eficaz con los pobres, los enfermos, los ancianos, los alejados, a los cuales hemos de mostrar el amor misericordioso del Señor; la promoción humana y cristiana en los centros de formación en que trabajáis; y, especialmente para los fieles laicos que forman la Asociación Reparadora externa, el compromiso de ordenar y santificar las realidades temporales con la vida familiar ejemplar, el trabajo honesto y la participación en la vida social, política y económica, con rectos criterios inspirados en el Magisterio de la Iglesia.

4. La celebración de este Primer Centenario está llamada a ser un momento particular de gracia, con abundantes frutos espirituales y apostólicos. Por eso deseo animar a cada Religiosa con las palabras que la Madre Teresa del Sagrado Corazón recibió del Papa León XIII: «Sé fuerte, no te desanimes nunca». Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, os ayude e impulse en el encuentro frecuente con su divino Hijo en el misterio eucarístico. Que Ella, verdadera Arca de la Nueva Alianza y Sagrario vivo del Verbo Encarnado, os enseñe a todos a amarlo como ella lo amó. Que con su intercesión os sostenga también en las diversas obras de apostolado en las que estáis comprometidos. Con estos sentimientos, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.






A LOS JÓVENES DE LA DIÓCESIS DE ROMA COMO PREPARACIÓN PARA LA XI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD



Jueves 28 de marzo de 1996





«¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).

1. Amadísimos jóvenes de Roma, he escogido esta cita evangélica como tema de la XI Jornada mundial de la juventud. Son las palabras que dijo el apóstol Pedro después de que el Señor Jesús había pronunciado un discurso difícil de entender, qua escandalizaba. Había dicho: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (Jn 6,54). Es decir, Jesús se presenta ante el mundo como la verdadera comida, la única que puede saciar el hambre del hombre. Él es el Verbo hecho carne, que se ofrece como alimento en el sacramento de la Eucaristía y como víctima en la cruz, para que el mundo se salve por él y reciba la plenitud de la vida.

Si el destino de Jesús es entregarse como carne para comer, los discípulos intuyen que también lo será el suyo, y tienen miedo. Seguir a Jesús significa afrontar una perspectiva de sufrimiento y de muerte. Los discípulos se escandalizan ante el pensamiento de que el Maestro debe dejarse «comer». Entonces Jesús, dado que muchos lo estaban abandonando por ese motivo, pregunta a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67).

28 Pero Pedro, en nombre de todos, responde: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Estas palabras de Pedro resumen un itinerario. Su camino de búsqueda. No las puede pronunciar quien no cree y quien no ha caminado mucho tiempo para buscar, encontrar y conocer al Señor.

2. Hoy, en este encuentro de fiesta, habéis reconstruido con cantos, danzas y testimonios, las etapas fundamentales de todo itinerario de búsqueda de Dios. Habéis escuchado las palabras de algunos testigos, que mostraban cómo el hombre está continuamente en busca de Dios y cómo Dios se halla presente en la historia de todo hombre y de toda mujer, le sale al encuentro, lo busca él primero y responde de manera plena y definitiva a su deseo mas profundo, que es el de ser amado.

Queridos jóvenes, por mi experiencia de sacerdote sé muy bien que vosotros esencialmente buscáis el amor. Todos buscan el amor, y un amor hermoso. Incluso cuando en el amor humano se cede ante la debilidad, se sigue buscando un amor hermoso y puro. En definitiva, sabéis bien que ese amor no puede darlo nadie, fuera de Dios. Por esta razón, estáis dispuestos a seguir a Cristo sin miedo a los sacrificios.

Vosotros buscáis a Cristo porque él sabe «lo que hay en el hombre» (Jn 2,25), especialmente en un joven, y sabe dar respuestas verdaderas a vuestras preguntas. Queridos jóvenes, es Cristo «el buscado», «el deseado que se hace encontrar», el que puede daros la autentica alegría. Una alegría que no desaparece nunca, porque esta destinada a continuar en la plenitud de la vida, mas allá de la muerte.

El hombre, por tanto, busca de Dios y, al mismo tiempo, es buscado por Dios. En el Evangelio hemos escuchado de labios de Jesús esta verdad: «Nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre» (Jn 6,65). Con todo, al buscar al hombre, Dios no os fuerza jamás. Tiene gran respeto hacia nosotros, creados a su imagen. Nos deja libres de acoger sus propuestas. A nosotros igualmente nos pregunta: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67).

3. Pero ¿a quien puede ir el hombre? ¿A quien podéis ir vosotros, jóvenes que buscáis la felicidad, la alegría, la belleza, la honradez, la pureza, en una palabra, que buscáis el amor? Lo sabemos muy bien: muchos jóvenes buscan todo esto siguiendo a falsos maestros de vida. ¡Cuán verdaderas son también hoy las palabras de la segunda carta a Timoteo: «los hombres (...) se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas»! (2Tm 4,3-4).

Pienso en el dinero, en el éxito, en la carrera; en el sexo sin freno y a toda costa, en la droga, en la creencia de que todo en la vida se juega aquí y ahora y que la vida se ha de gastar para satisfacción inmediata de lo que se desea hoy, sin tener en cuenta que existe un futuro eterno. Pienso también en el afán de buscar la seguridad, una falsa realización de sí mismo y la felicidad en las sectas, en la magia o en otros sendero religiosos que llevan al hombre a replegarse en sí mismo, en vez de abrirse a Dios.

En realidad, en esas condiciones se quedan insatisfechos, incapaces de gozar, porque si no encuentran a Dios, les falta la respuesta a los deseos más verdaderos y profundos del corazón humano, y su vida se llena de componendas y tensiones interiores.

4. «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Esta es la respuesta. La respuesta de Pedro, el primero de los Apóstoles, a quien Cristo encomendó su Iglesia. Es la respuesta de la Iglesia y por eso también de todos vosotros, jóvenes romanos que por el bautismo sois miembros de la Iglesia.

Es una respuesta que debe llegar a ser cada vez más consciente en cada uno de vosotros, hasta que os convirtáis en heraldos de la misma entre vuestros coetáneos que, a pesar de estar lejos de la fe, buscan la vida y, por consiguiente, buscan a Dios, tal vez sin saberlo. Precisamente porque es respuesta de vida, no podemos contentarnos con pronunciarla nosotros solos: debemos esforzarnos por hacer partícipes de ella también a los demás, dispuestos siempre a dar razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1P 3,15).

5. Anunciar a todos a Jesús, única respuesta que satisface plenamente las expectativas del hombre es el compromiso al que nos impulsa la cercanía del año 2000, un año de gracia muy especial. Debemos llegar preparados a la cita del año 2000. Este jubileo renueva la alegría por el asombroso acontecimiento que tuvo lugar hace dos mil años, cuando Dios se hizo hombre, se convirtió en el «Dios con nosotros», en nuestro amigo y compañero de viaje. Jesús resucitado sigue estando con nosotros; sale al encuentro de nuestro deseo de salvación y de redención.

29 Vosotros, jóvenes de las parroquias, asociaciones, movimientos y grupos cristianos, esforzaos por profundizar el misterio de su persona. Preguntaos quién es Jesús para vosotros, que quiere de vosotros, que buscáis y encontráis vosotros en el. Y, mientras os convertís a él continuamente, proponedlo a aquellos amigos vuestros a quienes tal vez nadie lo ha anunciado, o que lo han conocido y luego lo han abandonado.

6. Pero ¿cómo actuar? Vuestro primer compromiso es el de vuestra formación de cristianos: lograr un conocimiento vivo de Jesús, hacer en la fe una experiencia de él por la oración, la escucha de su palabra, la catequesis sobre los fundamentos del Credo y el servicio a los hermanos necesitados. Entablad con todos un diálogo sincero, compartiendo las inquietudes, los problemas y las alegrías que todos los jóvenes tienen en común. Mostradles, con la vida más que con las palabras, la grandeza del don de Dios que habéis recibido y que ha transformado vuestra existencia.

Con ellos, también, aprended a trazar proyectos de vida inspirados en el Evangelio. En efecto, Jesús entra en todos los aspectos de la existencia y en la vocación de cada uno; pide una conducta consecuente en la experiencia del amor humano, en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en el voluntariado, en el deporte y en todos los demás campos de la vida diaria. Da sentido a la alegría y al dolor, a la salud y a la enfermedad, a la pobreza y a la riqueza, al vivir y al morir.

Por esto, haceos compañeros de camino de todos los jóvenes que viven en Roma, conservando siempre la convicción de que sólo la verdad de Cristo puede responder a los deseos del hombre, salvarlo, comunicarle la vida eterna.

7. Queridos jóvenes de Roma, sed los apóstoles de la Roma joven. Que todo joven, después de haber tenido contacto con vosotros, se tenga que preguntar: «Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna» (
Jn 6,68). Esta ciudad tiene raíces cristianas. No dejéis que vuestra Roma, la Roma del año 2000, sea menos cristiana que la de los siglos que han precedido el inicio del tercer milenio. Anunciad a vuestros coetáneos el Evangelio de Jesús, Palabra siempre nueva y joven que continuamente renueva y rejuvenece a la humanidad. Emplead para esto todos los medios y ocasiones. Testimoniad la fe donde haya jóvenes como vosotros. Sabed ser críticos, cuando sea preciso, con respecto a la cultura en la que crecéis y que no siempre esta atenta a los valores evangélicos y al respeto del hombre.

Si vuestra vida esta orientada por Cristo, la cultura y la sociedad serán más cristianas, porque vosotros mismos las habréis cambiado, al menos en parte. En efecto, las opciones de vida, la conducta, las acciones de cada uno contribuyen a construir una sociedad y una cultura. Esforzaos para que la cultura cristiana se transforme cada vez más en la cultura de los jóvenes.Animad la cultura con vuestra creatividad.

8. En este encuentro han participado un director artístico, un deportista, bailarines, cantantes, representantes de muchos ambientes en que es necesario estar presentes como cristianos, para ser signos visibles y no mimetizados de Jesús A vuestra creatividad, queridos jóvenes romanos, confío la tarea de pensar y realizar las formas mas adecuadas para anunciar el Evangelio en nuestra ciudad.

Este es el compromiso que he llamado misión ciudadana, para la que toda la ciudad de Roma se esta preparando. Juntos, los jóvenes y los menos jóvenes anunciaremos el Evangelio de Cristo a nuestra ciudad. Para este acto de amor hacia Roma cuento con vosotros, con vuestras energías, con vuestra creatividad y vuestra capacidad de trabajar juntos por una misión común.

Que juntos para evangelizar sea el lema de vuestros programas. Juntos como Iglesia de Roma que, con la riqueza de dones diversos, debe proclamar el Evangelio en la comunión y con valentía, sin avergonzarse del testimonio que ha de dar del Señor (cf. 1Tm 1,8). De este anuncio depende el futuro de esta Ciudad, vuestro futuro.

Después de haber anunciado el Evangelio que se comunica de corazón a corazón de persona a persona, acompañad seguid y acoged, en comunidades abiertas y disponibles; a quien se acerque a la fe. Cread centros, lugares de acogida para caminos de fe personales, donde puedan encontrar respuesta, las preguntas que un joven se plantea antes de decir sí al Señor en la Iglesia. Por ello quiero recordar que en 1983, Año santo de la Redención, encomendé a los jóvenes un lugar cercano a San Pedro también con esa finalidad: el Centro San Lorenzo. Hoy lo encomiendo a vosotros. Haced que, con vistas al ano 2000, se convierta en un lugar de acogida de los jóvenes que buscan al Señor en esta ciudad, para integrarlos luego en los grupos ya existentes en las parroquias, las asociaciones y los movimientos. Asimismo, cread otros centros semejantes en toda la Ciudad. Será un gran servicio a la causa de la evangelización.

9. Queridos jóvenes de Roma, gracias por este encuentro; gracias por vuestras palabras y vuestros cantos; gracias al cardenal vicario, al cardenal Pironio, que preside el Consejo pontificio para los laicos, al cardenal Canestri, a los obispos auxiliares de Roma, y a todos los presentes.

30 Gracias, sobre todo, a vosotros porque estáis aquí pero no para quedaros aquí, sino para ir por los caminos de Roma a llevar la alegría que brota de Cristo. No os quedéis encerrados en vuestros grupos. Salid de ellos para que os encontréis como cristianos. Sed misioneros para que podáis gustar la belleza del Evangelio, que también hoy es capaz de convertir los corazones y cambiar el mundo, de dar a todos razones de vida y de esperanza. El compromiso que os encomiendo es grande; perseverad, no os desalentéis ante las dificultades.

Os acompañe el Señor Jesús y os proteja la celestial Madre de Dios, a la que Roma invoca come Salvación del pueblo romano. Os aseguro un recuerdo constante en mi oración mientras de corazón os bendigo a todos.





                                                                                  Abril de 1996




A LOS JÓVENES PARTICIPANTES EN EL CONGRESO « UNIV '96 »


Martes 2 de abril de 1996



Carissimi universitari!

Sono lieto di incontrarvi anche quest’anno per il vostro consueto raduno. Vi siete riuniti a Roma dalle oltre quattrocento sedi universitarie del mondo alle quali appartenete per mettere in comune e discutere le conclusioni alle quali siete giunti, dopo un intenso lavoro di preparazione, sul tema: "Comunicare: imparare a vivere". E al vostro Congresso romano avete voluto che non mancasse un incontro col Papa. Perché? Perché desiderate comunicare con lui, per dare e ricevere, ascoltare e meditare, così da fare della verità di Cristo la guida della vostra vita.

Vi ringrazio per questa vostra visita molto gradita e vi saluto uno ad uno cordialmente. Desidero anch’io, in un certo modo, prendere parte al vostro Congresso, rinnovando a ciascuno l’annuncio della verità di Cristo, che è insieme verità su Dio e sull’uomo, verità che dona la vita e, al tempo stesso, impegna la vita. Annunciare Cristo costituisce il culmine della comunicazione e, allo stesso tempo, il modello di ogni comunione. Avete avuto modo di approfondire questo tema durante i giorni del vostro incontro.

2. Como hacen notar algunos estudiosos, existe una distinción entre « informar » y « comunicar »; en el primer caso se trata de la transmisión de datos objetivos y neutrales; en el segundo, se produce una propuesta de valores. Esta distinción tiene sín duda su fundamento, pero parece, en parte, abstracta. En efecto, el hombre lleva siempre consigo o dentro de sí mismo un bagaje de verdades, de ideales y de normas éticas que continuamente evalúa, profundiza y reformula en su confrontación con la realidad.

Se puede, pues, afirmar que el acercamiento a la realidad nunca es rigurosamente neutral. Desde este punto de vista la tesis según la cual quien informa debe actuar como simple espejo de la sociedad no parece realista; en cierto sentido podría incluso ser juzgada oportunista, y como un pretexto para evitar tener que asumir la propia responsabilidad moral en la relación con los demás. El cristiano, por el contrario, sabe que no puede ignorar nunca la propia conciencia en todos los actos que realiza y que lo ponen en relación con los otros hombres. Esto no excluye, por lo demás, el respeto a la objetividad.

La fe pone en la mente una especie de inclinación connatural a la verdad, que consiente ir más allá de los estratos intermedios y provisionales de lo real para llegar al nivel donde cada significado alcanza su propia plenitud.

Aquí la comunicación se desarrolla hasta llegar a ser comunión, donación de sí mismo, intercambio recíproco, participación profunda y vital en la que uno se da, y recibe del otro. Precisamente porque contrasta con este dinamismo interior, el individualismo debe ser considerado como incompatible con un auténtico cristianismo.

31 Comunicar, pues, es aprender a vivir según la lógica de la entrega personal, es decir, del amor. La verdad plena de la comunicación se encuentra en la comunión. Su modelo supremo es la Trinidad, comunión total del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo, comunión que en la Redención se abre al hombre. Dios no se limita a comunicarle desde fuera algunas verdades o principios morales, sino que con la gracia se entrega a Sí mismo y hace al hombre partícipe de su propia vida. La Revelación, pues, es parte integrante de la Redención, de la cual representa como un primer paso. El hombre redimido, que acogiendo en sí la gracia de la salvación vive en Dios, está en condiciones de penetrar con la mirada de la fe en el misterio revelado.

3. Chers amis, il importe de communiquer pour apprendre à vivre et de vivre dans la communion pour apprendre à communiquer. Transposé pour la vie spirituelle, cela signifie qu'il faut accueillir Dieu qui se donne et se donner à son tour à Dieu, en se mettant à l'école de Celui qui est l'Amour, pour vaincre tout égoïsme.

La contemplation de la Passion du Seigneur, à laquelle nous sommes invités par la liturgie des jours saints, nous aide à pénétrer dans le mystère de communion auquel Dieu nous appelle: mort sur la croix et ressuscité par la puissance de Dieu, le Christ nous plonge, par le baptême, dans sa mort, pour nous faire participer à sa résurrection. Dans le sacrement de Pénitence, par la grâce vivifiante du pardon, il vient au secours de nos faiblesses qui demeurent; dans l'Eucharistie, il se fait notre nourriture, pour nous soutenir dans notre marche sur les routes du monde et pour nous donner la force, afin que nous puissions rendre témoignage à l'Évangile. L'homme racheté est engagé dans une dynamique complexe. Dieu ne se contente pas d'une réponse partielle.

Il veut l'engagement de tout l'être. La communion à laquelle il nous invite ne se réalise pas seulement en paroles; elle ne peut pas non plus rester du domaine des sentiments; quelques gestes de générosité ne suffisent pas pour satisfaire les exigences qui surgissent pour celui qui a été régénéré ontologiquement par le Christ. Le discours de l'Apôtre Paul à ce sujet est très clair: par le baptême, nous avons été régénérés, « pour que nous menions une vie nouvelle, nous aussi, de même que le Christ, par la toute-puissance du Père, est ressuscité d'entre les morts » (
Rm 6,4).

4. This is the effective expression: a new life, the supreme law of which is the new commandment of love. But in order to learn to love we need to communicate with God.

In practice, we have to meditate on his word, pray, listen to what God is asking from each of us, so that our communion may grow ever stronger through responses of real love. It is necessary to receive the Sacraments frequently, because through them Christ shares his very life with those who believe.

5. Die Gemeinschaft mit Gott führt zu einem unaufhaltsamen Dynamismus. Der Liebe kann man nicht Untätigkeit oder Stillschweigen auferlegen, wie es auch nicht möglich ist, der Lebensgemeinschaft eine Grenze zu setzen. Ihr Ziel ist ja in der Tat das Einswerden. Je näher wir Christus sind, desto mehr wächst in uns das Verlangen nach Gott und die Sehnsucht nach Heiligkeit. So wird man gewahr, daß der Herr sich unser bedienen will, um den Menschen seine Liebe mit zuteilen.

Wenn man in der Liebe Gottes lebt, wird es offensichtlich, daß Berufung und Sendung eine Einheit bilden. Der Gleichformung Christi, die durch die Sakramente in uns geschieht, muß die Zeugnisbereitschaft entsprechen, die wir mit unserem ganzen Sein leben.

6. Lembrava o Beato Josemaria Escrivá que « quando se saboreia o amor de Deus, sente-se o peso das almas », e acrescentava: « Não se pode dissociar a vida interior do apostolado, como não é possível separar em Cristo o seu ser de Deus-Homem da sua função de Redentor ... Para o cristão, o apostolado é algo congênito: não tem nada de artificial, de justaposto, não é externo à sua atividade diária, à sua ocupação profissional » (B. Josemaría Escrivá de Balaguer, É Cristo que passa, n. 122).

Carissimi, sarà nei rapporti con i vostri amici, i vostri colleghi di studio e di lavoro, i vostri familiari che potrete in qualche modo, esprimere la comunione di vita con Gesù Cristo. Vi invito, pertanto, a trasformare la comunicazione umana in amicizia e ad elevarla a Dio. Solo in Lui, solo nel Cuore sacratissimo di Gesù e nel Cuore dolcissimo di Maria l’amore umano diventa comunione nel pieno senso della parola.

Vi affido alla protezione della Santissima Vergine che, in quanto Madre di Dio, rappresenta il vertice supremo a cui la creatura può giungere nella comunione con la Trinità e, in quanto Madre degli uomini, è il luogo in cui tale comunione si traduce in pienezza di condizione, di comprensione e di misericordia. "La grazia del Signore Gesù Cristo, l’amore di Dio e la comunione dello Spirito Santo siano con tutti voi" (2Co 13,13).

32 A tutti imparto di cuore la mia Benedizione.






A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE BOLIVIA


EN VISITA «AD LIMINA APOSTOLORUM»


Lunes 22 de abril de 1996

: Queridos Hermanos en el Episcopado:

1. En medio de la alegría del tiempo pascual, me llena de gozo recibiros hoy en este encuentro colectivo con el que culmina vuestra Visita « ad limina », Habéis venido para reafirmar vuestra comunión y la de las Iglesias particulares que presidís con el Sucesor de Pedro, llamado a confirmar la fe de sus hermanos (cf. Lc Lc 22,32). Os saludo, pues, con todo afecto y os deseo de corazón «gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo» (2Co 1,2). A través de vosotros, deseo que mi saludo llegue a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, y a todo el pueblo fiel de vuestras comunidades eclesiales.

Quiero agradecer, en primer lugar, las amables palabras que Monseñor Edmundo Luis Flavio Abastoflor, Obispo de Potosí y Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, me ha dirigido haciéndose intérprete de los sentimientos de adhesión y afecto a la persona y al magisterio del Papa.

Los encuentros de estos días me han permitido constatar el celo con que os dedicáis a vuestro ministerio y compartir también los anhelos y esperanzas, las preocupaciones y alegrías que experimentáis en vuestro servicio al pueblo boliviano, el cual, como pude comprobar especialmente en mi Visita Pastoral de 1988, se distingue por «un profundo humanismo, sentido de la solidaridad, amor a la hospitalidad y aprecio por la amista» (Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de El Alto, n. 3, 9 de mayo de 1988).3

2. Vosotros, queridos Hermanos, estáis llamados a alimentar la fe del pueblo creyente con la predicación constante de la Palabra de Dios, ayudándolo a crecer en gracia y santidad mediante la celebración de la liturgia y las demás acciones de la Iglesia, así como a propiciar que la caridad y las demás virtudes cristianas rijan la vida y actividad de los hermanos confiados a vuestro servicio pastoral.

Los fieles esperan de vosotros orientaciones adecuadas y precisas sobre las situaciones de cada momento, de modo que dispongan de criterios cada vez más maduros en lo que se refiere a su vida cristiana y a sus responsabilidades en la sociedad. Asimismo esto les proporcionará la solidez doctrinal necesaria para hacer frente a mentalidades y sistemas que no están de acuerdo con la fe profesada genuinamente. Por eso, me complace saber que no dejáis de ejercer vuestro servicio a la Palabra de vida y os animo a seguir por ese camino, insistiendo «a tiempo y a destiempo... con toda paciencia y doctrina» (2Tm 4,2).

A este respecto quiero destacar la unidad que manifestáis como Pastores, lo cual se traduce en la unidad de fe y comunión con la Sede Apostólica, hacia la cual siempre habéis manifestado afecto y completa adhesión; en unidad con la Iglesia universal, expresada visiblemente en los frecuentes contactos con Iglesias hermanas para el intercambio, la colaboración recíproca y la ayuda mutua recibida y ofrecida. Afrontáis así con solidaridad ejemplar las esperanzas y problemas de vuestras comunidades eclesiales. Actuando de modo concorde, vuestra palabra es escuchada en Bolivia con atención tanto al dar directrices comunes para la acción pastoral, como al delinear las normas y principios que deben inspirar la vida litúrgica, como también al llamar la atención de toda la Nación sobre los problemas que afectan al desarrollo de la sociedad.

En los últimos meses he seguido con atención la situación en que se halla la Arquidiócesis de La Paz, que ha atravesado momentos difíciles y delicados. Estoy seguro de que el nuevo Arzobispo que será nombrado podrá contar con la solidaridad fraterna de todos vosotros, que estaréis cerca de él con el apoyo concreto y la simpatía humana, de modo que esa comunidad eclesial, también con la colaboración de sus sacerdotes y fieles, pueda resolver su condición presente.

3. En el ejercicio de vuestro magisterio, en la última Asamblea Plenaria, coincidiendo con el XXX aniversario del Decreto conciliar «Presbyterorum Ordinis», habéis tratado el tema «Acompañamiento a los presbíteros en su vida y su ministerio». Me alegra, pues, saber que los sacerdotes, a los que el Concilio presenta como vuestros colaboradores diligentes, ayuda e instrumento, al servicio del Pueblo de Dios (cf. Lumen gentium LG 23), tienen un lugar privilegiado en vuestras preocupaciones pastorales..


Discursos 1996 25