Discursos 1997 203


A LOS RELIGIOSOS ESCOLAPIOS REUNIDOS EN CAPÍTULO


Sábado 5 de julio de 1997



Amadísimos hermanos:

1. Me alegra saludaros cordialmente a todos vosotros, reunidos en Roma para vuestro capítulo general, que se celebra en el IV centenario de la apertura de la primera escuela pública popular gratuita de Europa, por obra de san José de Calasanz, durante la primavera del año 1597, en el barrio romano de Trastévere.

Recordando el pasado, os proponéis analizar el presente, a fin de recoger sus desafíos. Es lo que os sugiere el tema de vuestra asamblea capitular, invitándoos a reflexionar sobre: «El carisma y el ministerio escolapio hoy». Deseáis interrogaros sobre cómo responder a las exigencias de hoy con marcada sensibilidad hacia las actuales necesidades de la Iglesia y de la sociedad, pero permaneciendo fieles al espíritu de los orígenes. No puedo por menos de alentaros en este propósito, sumamente oportuno.

Saludo al padre José María Balcells Xuriach, prepósito general de la orden, agradeciéndole las devotas palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. Al mismo tiempo, deseo expresar a toda la familia de los escolapios mi gratitud por su valiosa obra en el difícil campo de la educación, animándola en este importante servicio en favor de las generaciones jóvenes. Ese apostolado no es fácil, pero resulta indispensable para la difusión del Evangelio y de la cultura cristiana, así como para la formación de creyentes maduros y responsables.

2. Lo comprendió muy bien vuestro fundador, que no se limitó a promover la «escuela para todos», sino que tomó como modelo a Cristo y trató de transmitir a los jóvenes la ciencia profana, al igual que la sabiduría del Evangelio, enseñándoles a descubrir en sus acontecimientos personales y en la historia la acción amorosa de Dios creador y redentor.

A ejemplo del divino Maestro, que «vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc 6, 34), se dedicó en particular a los pobres. Así pues, con razón, san José de Calasanz puede considerarse el verdadero fundador de la escuela católica moderna, que busca la formación integral del hombre y está abierta a todos. La iniciativa que él emprendió hace cuatrocientos años conserva aún hoy su específica razón de ser: en el ambiente secularizado en que les toca vivir a las nuevas generaciones es sumamente importante que se les ofrezca una escuela de inspiración cristiana. Precisamente por este motivo, en la carta que envié hace pocos días a vuestro prepósito general expresé nuevamente el deseo de que «en todos los países democráticos se ponga en práctica una verdadera igualdad para las escuelas no estatales, que al mismo tiempo respete su proyecto educativo» (n. 3: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de julio de 1997, p. 6).

3. Durante este capítulo general estáis reflexionando sobre la misión específica de los religiosos escolapios en el actual mundo de la educación. Al respecto, me complace subrayar que, como religiosos, estáis llamados a trabajar en la escuela con características que responden a vuestro carisma particular, que constituye, como tal, una aportación eclesial significativa. Vuestra labor en la escuela debe reflejar, ante todo, vuestra consagración total a Dios en el seguimiento de Cristo. Eso os permite hacer presente en el mundo de la cultura el horizonte trascendente en el que encuentra plena respuesta, a la luz del plan de Dios en Cristo por medio del Espíritu, la cuestión sobre el sentido de la vida humana.

Por tanto, los valores de la fe deberán impregnar vuestros proyectos pastorales y pedagógicos, así como su realización concreta. Sostenidos por el amor y la entrega a Jesucristo, estáis llamados a acompañar a los que Dios encomienda a vuestros cuidados, orientándolos con vuestro consejo en la respuesta a la vocación que Dios dirige a cada uno.

Como hijos de san José de Calasanz, además, debéis dar prioridad a la educación de los que, por alguna razón, se encuentran marginados y excluidos. Fieles a vuestro carisma originario y a vuestras tradiciones, debéis hacer todo lo posible para brindar a esos jóvenes la oportunidad de librarse de la grave forma de miseria que constituye la falta de formación cultural y religiosa.

204 Con afecto quisiera, asimismo, recordaros que vuestra presencia específica en el mundo de la educación cristiana sólo será posible si cada uno de los escolapios y todas las comunidades de la orden cultivan con diligencia una profunda espiritualidad evangélica, alimentada por la escucha de la palabra de Dios, por las celebraciones litúrgicas, por la oración personal y comunitaria, por la práctica de las virtudes y por el compromiso ascético constante. De todo esto os dio ejemplo vuestro santo fundador, que os dejó también testimonio escrito en las Constituciones y en las cartas.

4. Amadísimos hermanos, en vuestra misión educativa han cooperado desde el inicio educadores laicos, cuya aportación en número y calidad se ha multiplicado en nuestros días. Vuestro fundador os recomendó que considerarais como auténticos miembros de la comunidad a los más cercanos por su espíritu y su entrega. Con su testimonio de fe y su competencia profesional, son un ejemplo concreto y vivo de vocación laical para todos los alumnos.

En efecto, corresponde precisamente a los educadores cristianos laicos la tarea de integrar en su vida personal y en su actividad pedagógica tanto la fe como la cultura, haciendo así presente el Evangelio en nuestro mundo secular. Y no sólo de forma puramente teórica o intelectual, sino en la realidad concreta del ejercicio de su misión educativa: en el contacto diario con los alumnos les ayudan a conjugar vitalmente valores humanos y cristianos. De este modo los educadores laicos contribuyen a la evangelización de las generaciones jóvenes y, por medio de ellas, a la renovación cristiana de la sociedad del futuro.

5. Amadísimos padres escolapios, a vuestra asamblea capitular le deseo abundantes frutos; y a cada uno de vosotros, que sepa acudir siempre a la riqueza de la enseñanza de Cristo Maestro, cuyas palabras «son espíritu y vida» (
Jn 6,63), en beneficio de cuantos han sido confiados a vuestro ministerio docente.

Que María santísima, cuyo nombre resplandece en el título de vuestra orden: «Pobres de la Madre de Dios», y a la que tan frecuentemente san José de Calasanz encomendaba el instituto, os asista siempre y haga fecundos vuestros esfuerzos apostólicos. Recordad lo que el santo os pedía, exhortándoos a invocarla con plena confianza: «Hay que ser importunos con nuestra Madre, y no con los hombres, puesto que ella no se molesta nunca con nuestra importunidad, y en cambio los hombres sí» (Carta 58). Así pues, no temáis ser «importunos » con la Virgen santísima, a quien veneráis de forma especial como vuestra Madre.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón mi bendición, que complacido extiendo a vuestros hermanos y colaboradores, así como a todos los beneficiarios de vuestro compromiso educativo diario.










A LOS PADRES ROGACIONISTAS


AL INICIO DE LA MISA CELEBRADA EN EL PATIO


DEL PALACIO PONTIFICIO DE CASTELGANDOLFO


Sábado 26 de julio de 1997



Esta celebración eucarística, en la memoria litúrgica de san Joaquín y santa Ana, padres de la santísima Virgen, reviste un significado particular, especialmente para vosotros, queridos padres Rogacionistas del Corazón de Jesús, a quienes saludo cordialmente. Me alegra unirme a vosotros para dar gracias al Señor por el centenario del nacimiento de vuestra congregación, que brotó del corazón generoso del beato Aníbal María Di Francia, de cuya muerte se celebra este año el 70 aniversario.

La Eucaristía es el culmen de la oración de la Iglesia: en ella halla cumplimiento también la plegaria de Cristo y de la Iglesia por las vocaciones, según el mandato explícito del Señor: «Rogate, ergo, Dominum messis, ut mittat operarios in messem suam» (Mt 9,38). En estas palabras evangélicas, Aníbal María Di Francia encontró el «camino» para responder plenamente a la voluntad de Dios. Haciéndola suya, hizo suyos los sentimientos del Corazón del buen Pastor, lleno de compasión por la grey del Padre.

Por intercesión de María, Madre de toda vocación cristiana, y de sus santos padres, a quienes veneramos hoy, imploremos el don del Espíritu Santo, que forme en la Iglesia hombres y mujeres apasionados por Cristo y por el Evangelio, dispuestos a entregarse con todo su corazón y con todas sus fuerzas al servicio del reino de Dios. Que vuestro beato fundador os obtenga a vosotros y a toda vuestra familia espiritual el don de un nuevo florecimiento apostólico y misionero.

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LA PRESIDENTA DE LA ALIANZA DE IGLESIAS REFORMADAS



A la doctora JANE DEMPSEY DOUGLASS
205 presidenta de la Alianza mundial de Iglesias reformadas

Me complace tener la oportunidad, que me ofrece la presencia del cardenal Edward I. Cassidy, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, en la 23ª reunión del Consejo general de la Alianza mundial de Iglesias reformadas, en Debrecen, Hungría, del 8 al 20 de agosto, de enviarle mi afectuoso saludo a usted y a los participantes en esa importante asamblea, que tiene como tema: Romper las cadenas de la injusticia.

Desde el concilio Vaticano II, la Alianza mundial de Iglesias reformadas y la Iglesia católica han participado en dos fases del diálogo internacional, orientado a resolver las diferencias doctrinales que aún nos impiden llegar a la unidad visible a la que Cristo llama a sus discípulos. Otros contactos significativos también han ayudado a incrementar la comprensión entre nosotros. La Iglesia católica está comprometida en la prosecución de este diálogo teológico, para que podamos ampliar las convergencias ya encontradas, y afrontar las cuestiones que quedan por resolver, a fin de que podamos honrar juntos al Señor Jesucristo, el único Mediador entre Dios y la humanidad (cf.
1Tm 2,5).

Durante los últimos años, he tenido ocasión de visitar la Europa central y oriental, donde, hace algunos siglos, se enfrentaron a menudo los católicos y los cristianos reformados. Recuerdo muy bien mi visita a Debrecen, en 1991. Participé allí en una celebración ecuménica en la Iglesia reformada, y después visité el monumento dedicado a las víctimas protestantes de las guerras de religión, que se conmemoran allí. Fue un gesto para recordar a los católicos y a los reformados que deben seguir esforzándose por sanar su memoria, como parte de su peregrinación común hacia la unidad. Todas las comunidades cristianas tienen mártires de la fe (cf. Ut unum sint UUS 83), y a menudo la tragedia que implica es que la caridad evangélica, que debía haber inspirado a todos, no fue suficientemente fuerte como para garantizar siempre el respeto recíproco.

Vuestro Consejo general se reúne pocos años antes del gran jubileo del año 2000, cuando los cristianos celebrarán la encarnación del Hijo de Dios, nuestra única luz y esperanza. En mi oración pido que nos acerquemos a este aniversario con espíritu de genuina gratitud, porque en estos últimos años, mediante la gracia de Dios, hemos comenzado a sanar las divisiones del pasado. Que el Señor nos ayude a seguir respondiendo juntos al desafío que lanzó en su oración por sus discípulos: «Que ellos también sean uno (...), para que el mundo crea» (Jn 17,21).

Con estos sentimientos, imploro las bendiciones de Dios sobre vuestra asamblea: «Gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo » (Rm 1,7).

Vaticano, 30 de julio de 1997







                                                                                      Agosto de 1997



MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN DE GUÍAS


Y SCOUTS CATÓLICOS DE ITALIA




Al venerado hermano Monseñor

ARRIGO MIGLIO

Obispo de Iglesias (Italia)
Asistente eclesiástico general de la AGESCI

206 1. Es ya inminente la Ruta nacional de los grupos de jefes de esa asociación, que culminará en el gran campo en Piani di Verteglia, en la provincia de Avellino, donde se reunirán cerca de doce mil jefes scout italianos, para reflexionar sobre el tema: Caminos y pensamientos para el porvenir.

Le doy las gracias a usted y a los responsables de la AGESCI por haberme invitado a esa cita tan importante, que me trae a la mente el alegre encuentro que tuve con los rovers y los escoltas que participaron en la Ruta nacional que se celebró en Piani di Pezza el 9 de agosto de 1986. Al recordar aquellos momentos de gran entusiasmo juvenil y de ardoroso testimonio evangélico y, dado que, lamentablemente, no me es posible esta vez acudir personalmente, en esta circunstancia deseo enviarle a usted y a todos los participantes un mensaje especial.

2. Amadísimos jefes educadores de la AGESCI, os saludo con las palabras que soléis utilizar y que en tantas ocasiones nos hemos dirigido, cuando me he encontrado con vosotros en mis visitas a las parroquias de Roma o a las diócesis italianas: «¡Buen camino!».

Agradezco al Señor el itinerario scout que habéis recorrido y el empeño y la constancia que hoy demostráis como educadores: sois valiosos colaboradores de la Iglesia y de toda la sociedad italiana en la misión de educar a los niños, a los muchachos y a los jóvenes que os han sido encomendados.

En la Ruta nacional que estáis viviendo os habéis hecho peregrinos por las regiones del país, casi formando una cadena ideal que las unía entre sí en un común compromiso de solidaridad con las generaciones más jóvenes. Ahora os halláis reunidos en una ciudad formada por tiendas, imagen eficaz de la situación del pueblo de los creyentes en camino hacia «la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (
He 11,10). Esa ciudad representa para cada uno de vosotros y para toda vuestra asociación una ocasión extraordinaria de estímulo y de verificación para definir cada vez mejor los elementos característicos de vuestra presencia y de vuestro compromiso en la Iglesia y en la sociedad; para orientar vuestro camino y el de los jóvenes que os han sido encomendados hacia horizontes de esperanza y de renovada confianza en la belleza de la vida y del servicio; y para ayudaros mutuamente a superar las dificultades que encontráis como educadores, sirviéndoos de la rica y ya larga tradición de los scouts católicos que habéis heredado.

3. Os habéis puesto en camino después de escuchar las múltiples llamadas que os llegan de diversas partes: de los muchachos y sus familias, de los jóvenes, de la sociedad, de las Iglesias particulares en las que estáis insertados. Esas llamadas constituyen para vosotros desafíos en el cumplimiento de vuestro servicio educativo, y exigen que vosotros mismos seáis los primeros en realizar un camino de crecimiento espiritual y humano para convertiros en testigos creíbles de los valores que proponéis. Todos estamos convencidos de que, como dijo mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI, el mundo de hoy tiene más necesidad de testigos que de maestros (cf. Evangelii nuntiandi EN 41); por eso, en vuestra «Ruta» habéis dirigido vuestra mirada ante todo al único Maestro, Jesucristo, escuchando diariamente su palabra y buscando los reflejos de su rostro en los que viven con fidelidad su enseñanza y así merecen el título de maestros: hombres y mujeres que el Señor nos permite encontrar como testigos en nuestro camino. «Rodeados por tan gran nube de testigos» tengamos «fijos los ojos» en él, Jesús, el Maestro, «para no desfallecer faltos de ánimo» (cf. Hb He 12,1-3); aprendamos de él a reconocer los verdaderos maestros de los falsos, los maestros de vida de los maestros de muerte.

Un educador, un jefe, siempre debe saber discernir, estar vigilante. «Estote parati!» es vuestro lema. Como un centinela, escrutad el horizonte para discernir a tiempo las fronteras siempre nuevas hacia las que el Espíritu del Señor os llama. ¿Qué proyecto de hombre y de mujer, de matrimonio y de familia, está llamado a proponer un educador? ¿Qué significa comprometerse concretamente por un mundo más solidario y más justo? ¿Cómo vivir insertados armoniosamente en una sociedad compleja y diversificada, sin perder la capacidad evangélica de ser sal de la tierra y luz del mundo?

Cada vez con mayor frecuencia se dirigen a vosotros muchachos y jóvenes procedentes de familias y ámbitos alejados de la vida cristiana, o pertenecientes a otras creencias religiosas, atraídos por la belleza y la sabiduría del método scout, abierto al amor por la naturaleza y por los valores humanos, impregnado de religiosidad y de fe en Dios, eficaz para educar en la responsabilidad y en la libertad. Se trata de un desafío importante, que os exige conciliar la claridad y la integridad de la propuesta de vida evangélica con la capacidad de diálogo respetuoso de las diversidades de las culturas y de las historias personales, que hoy conviven también en Italia.

4. Podéis afrontar estos desafíos con confianza y vencerlos, precisamente partiendo de la experiencia de la tradición de los scouts católicos, el de las dos asociaciones que os han precedido —la ASCI y la AGI— y el que vuestra asociación, la AGESCI, está viviendo desde hace más de veinte años. El encuentro del movimiento scout con la fe católica no ha relegado a un segundo plano, más aún, ha valorizado y puesto en mucho mayor relieve la belleza y la importancia de los valores humanos que caracterizan su método educativo, rico en coincidencias y convergencias con los valores evangélicos y con los fundamentos de una antropología que respeta el proyecto de Dios creador, así como la dignidad y los derechos fundamentales de la persona humana.

Amadísimos jefes educadores de la AGESCI, dejaos guiar por Aquel que es el único verdadero Maestro, un Maestro amoroso y exigente. No tengáis miedo de proponer toda su enseñanza, que es ardua pero nunca defrauda, como no tenéis miedo de pedir a vuestros jóvenes que afronten empresas notables, las que permiten alcanzar las cimas de los montes y descubrir los manantiales de la alegría y del sentido de la vida.

Vuestro fundador, Baden Powell, solía indicar los dos grandes libros que debéis leer siempre: el libro de la naturaleza y el libro de la palabra de Dios, la Biblia. Se trata de una indicación segura y fecunda. Amando la naturaleza, viviendo en ella y respetándola, aprendéis a unir vuestra voz a las miles de voces del bosque que alaban al Señor; inmersos en ella seguís celebrando vuestros momentos de oración y vuestras liturgias, que permanecerán en el corazón de los jóvenes como experiencias inolvidables. Cultivando vuestra tradición de amor y de estudio de la Biblia, encontraréis senderos y caminos siempre nuevos para una catequesis original y eficaz, inserta en el itinerario de la catequesis de la Iglesia italiana y caracterizada por la riqueza de los símbolos y de las ocasiones propias del movimiento scout, según las valiosas indicaciones de vuestro Proyecto unitario de catequesis y del Sendero de fe, subsidios que en estos años habéis preparado oportunamente para el camino de formación de vuestros muchachos, de los que todos vosotros, jefes educadores, sois responsables.

207 5. Amadísimos jefes de la AGESCI, hubiera querido de todo corazón estar presente en medio de vosotros, en el maravilloso marco natural de Piani di Verteglia, pero las circunstancias no me lo han permitido. Espero encontrarme con algunos de vosotros en París, durante la Jornada mundial de la juventud, donde los scout podrán compartir con muchos otros «los caminos y los pensamientos para el porvenir», un porvenir de esperanza y paz, en el nuevo milenio, en el que seréis protagonistas también vosotros y los jóvenes que os han sido encomendados.

Que os acompañe siempre María, la Virgen de los scouts, que creyó plenamente en la palabra del Señor y se puso prontamente en camino para prestar su servicio.

Querido hermano, a usted, así como a todos los sacerdotes comprometidos en la AGESCI, y a todos vosotros, jefes educadores, y a vuestros muchachos, os envío con afecto una bendición apostólica especial.

Vaticano, 2 de agosto de 1997







REZO DEL SANTO ROSARIO

SALUDO DE JUAN PABLO II

Sábado 2 de agosto de 1997

A todos vosotros, que habéis participado en el rezo del santo rosario, en este primer sábado de agosto, dirijo un cordial saludo, que extiendo a los que se han unido a nosotros mediante la radio y la televisión.


Muchos están tomando sus vacaciones en este tiempo. Les deseo que sea un tiempo sereno, en el que recuperen las energías físicas e interiores. Encomiendo a María este período de descanso, para que sea benéfico para todos: para los que van a lugares de veraneo y para los que no pueden abandonar su ciudad y su casa. María, cuya Asunción en cuerpo y alma a la gloria de Dios celebraremos el día 15, vele por cada uno.

Me complace saludar al numeroso grupo de jóvenes de Filipinas, que van de camino hacia París para la celebración de la Jornada mundial de la juventud. Después de Manila, París también manifestará el gran amor que los jóvenes sienten por Cristo. Sobre vosotros y sobre todos los peregrinos de lengua inglesa aquí presentes invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo.

PALABRAS DE JUAN PABLO II

AL INICIO DE LA MISA

EN EL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL PAPA PABLO VI


Fiesta de la Transfiguración del Señor

Miércoles 6 de agosto de 1997



Hoy se celebra el aniversario de la muerte de mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI, que falleció en la fiesta de la Transfiguración del Señor, el 6 de agosto de 1978.

208 «En su rostro resplandece la gloria del Padre» (Salmo responsorial). La liturgia de hoy nos invita a contemplar a Cristo en el acontecimiento de su gloriosa Transfiguración, para que, escuchando su palabra, podamos heredar la vida inmortal. El inolvidable Pontífice vivió enteramente consagrado a la causa del Evangelio. Amó a Cristo con todas sus fuerzas y vivió al servicio de la Iglesia, comprometida en el arduo camino conciliar. Ofreció todo a Dios, y particularmente en sus últimos años, marcados por grandes sufrimientos, para que el Espíritu la renovara con su fuerza: «Puedo decir que siempre la he amado (a la Iglesia) —escribía ante la perspectiva cercana de su muerte— y para ella, no para otra cosa, me parece haber vivido. Pero quisiera que la Iglesia lo supiese; y que yo tuviese la fuerza de decírselo, como una confidencia del corazón, que sólo en el último momento de la vida se tiene la valentía de hacer» (Meditación ante la muerte: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 12 de agosto de 1979, p. 12).

Recogemos hoy con veneración y gratitud esa confidencia. Ojalá que el recuerdo de este Pontífice nos impulse a todos a servir cada vez con más generosidad a la Iglesia y al Evangelio, que sigue anunciando hoy para cumplir con fidelidad el mandato de Cristo.

RECUERDO DEL PAPA PABLO VI EN EL ANIVERSARIO DE SU MUERTE

PALABRAS DE JUAN PABLO II AL COMIENZO

DE LA AUDIENCIA GENERAL


Fiesta de la Transfiguración del Señor

Miércoles 6 de agosto de 1997



Nuestro pensamiento se dirige hoy ante todo a mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI, en el 19° aniversario de su piadosa muerte, que tuvo lugar en Castelgandolfo el 6 de agosto de 1978, fiesta de la Transfiguración del Señor.

Lo recordamos con afecto y con constante admiración, considerando cuán providencial fue la misión pastoral que realizó en los años de la celebración del concilio Vaticano II y de su primera aplicación. Vivió totalmente entregado al servicio de la Iglesia, a la que amó con toda su alma y por la que trabajó sin cesar hasta el final de su existencia terrena.

Esta mañana, celebrando por él la santa misa en la capilla del palacio apostólico de Castelgandolfo, pedí al Señor que el ejemplo de un servidor tan fiel de Cristo y de la Iglesia nos sirva de aliento y estímulo a todos los que hemos sido llamados por la divina Providencia a testimoniar el Evangelio en el umbral del nuevo milenio. Que interceda por nosotros María, Madre de la Iglesia, de la que seguimos hablando en la catequesis de hoy.

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LA CONGREGACIÓN ITALIANA

DE LA ORDEN CISTERCIENSE EN SU V CENTENARIO




Al querido hermano LUIGI ROTTINI
Abad presidente de la Congregación italiana de la orden cisterciense

La Congregación cisterciense de san Bernardo en Italia se prepara con alegría para conmemorar el V centenario de su institución, que tuvo lugar el 23 de diciembre de 1497, cuando el Papa Alejandro VI, con la constitución apostólica Plantatus in agro dominico, decidió autorizadamente su inicio. Recordar la unión de las dos provincias cistercienses de Toscana y Lombardía en la nueva congregación brinda la ocasión de alabar a Dios por los divinos favores que ha otorgado en estos quinientos años a la orden cisterciense. Asimismo, esta circunstancia es propicia para estimular a los monjes a proseguir con renovado empeño por el camino que trazaron sus fundadores san Roberto de Molesme, san Alberico y san Esteban Harding, fieles a la Regla de san Benito, que les transmitió el gran abad san Bernardo.

La Congregación italiana de la orden cisterciense va a celebrar este alegre aniversario, mientras la humanidad se prepara para cruzar el umbral del tercer milenio. Dios entró en el tiempo con la encarnación de su Hijo unigénito y precisamente a Cristo está dedicado este primer año del trienio de preparación al jubileo del año 2000. San Bernardo dio gran relieve a la persona de Cristo, subrayando la total kénosis del misterio de la Encarnación. El Verbo eterno de Dios vino a nosotros, se hizo obediente hasta la muerte y nos guía hacia la plenitud de la vida eterna por el sendero de la humilde y constante adhesión a la voluntad del Padre. Los creyentes, y en particular los que la divina Providencia llama a una misión especial en la Iglesia y en el mundo mediante la vida consagrada, tratan de ser fieles a ese ejemplo. Los monjes cistercienses, por su parte, precisamente mediante la humildad y la obediencia han conservado a lo largo de los siglos, aunque en medio de pruebas, la unidad de la Congregación, con gran beneficio de sus miembros.

209 Así pues, en esta feliz circunstancia, me alegra dirigirle a usted, venerado hermano, y a toda la Congregación monástica mi saludo y mis mejores deseos, recordando en especial la acogida cordial que me brindaron con ocasión de la visita pastoral del 25 de marzo de 1979 a la basílica de Santa Cruz de Jerusalén.

Ojalá que el jubileo, que os preparáis a celebrar, constituya una invitación a redescubrir cada vez más a fondo vuestro carisma peculiar. En sus cinco siglos de vida, la Congregación ha experimentado cómo la divina Providencia ha guiado a los monjes en una auténtica vida espiritual o, como dijo san Gregorio refiriéndose a san Benito de Nursia, a «habitar consigo mismos », dedicándose con empeño a la propia purificación en la ascesis penitencial.

Bajo el impulso de la concepción benedictina de la vida, numerosos monjes fieles al opus Dei y sin «poner nada por encima del amor de Cristo» (Regla de san Benito, cap. IV, 21), han vivido santamente su existencia buscando a Dios, sostenidos por la convicción de que el tiempo que se consagra a Dios no es tiempo perdido.

Formulo de corazón mis mejores deseos de que continuéis con renovado fervor y celo por este camino real, avalado por siglos de fecundidad espiritual, sin permitir nunca que el desaliento o el cansancio debiliten el entusiasmo de vuestra adhesión al Evangelio.

La Virgen María, a la que san Bernardo se dirigió con ardentísimo amor cantando sus alabanzas de forma apasionada, os asista y guíe vuestros pasos. Que ella obtenga de su Hijo nuevas efusiones de dones celestiales sobre vuestra familia monástica, a fin de que la Congregación de san Bernardo en Italia sea oasis de evangelización de cara al gran jubileo del año 2000.

Con estos deseos, le imparto a usted, venerado hermano, a toda la comunidad monástica y a los que están confiados a la solicitud pastoral de los monjes cistercienses, una bendición apostólica especial.

Vaticano, 13 de mayo de 1997

XII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

DURANTE EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR JACQUES CHIRAC, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA


Jueves 21 de agosto de 1997




Señor presidente de la República:

1. Su acogida y sus palabras me conmueven profundamente en este momento en que tengo la alegría de visitar otra vez Francia, con ocasión de la XII Jornada mundial de la juventud. Le agradezco particularmente las delicadas atenciones que me dispensa; y aprecio la presencia de numerosas personalidades, que han querido tomar parte en esta ceremonia.

Era natural que un día los jóvenes católicos, representando a sus coetáneos de más de ciento treinta países del mundo, desearan reunirse en París. Junto con ellos, le doy las gracias a usted, señor presidente, así como a las autoridades y a los servicios del Estado, por la comprensión que les habéis manifestado. Ya sea que pertenezcan a naciones europeas cercanas, o a naciones de otros continentes, todos se alegran de ser recibidos por los franceses de todas las edades y de descubrir el valor de vuestras tradiciones espirituales y culturales, cuya importancia para la historia y para la Iglesia podrán apreciar mejor, percibiendo su influencia hasta el día de hoy.

210 2. Al dirigirme a usted, señor presidente, en las primeras horas de mi estancia, quiero saludar cordialmente a todos los franceses, a quienes expreso mi deseo de que logren la prosperidad y sigan poniendo al servicio de sus hermanos, en su país y en todos los continentes, sus cualidades y sus ideales.

Numerosos jóvenes de todo el mundo han sido acogidos durante estos últimos días en las diferentes regiones de Francia, y ahora están reunidos en París. Quiero expresar aquí toda la gratitud de la Iglesia por la generosa hospitalidad brindada a estos visitantes en los departamentos, y ahora en Ile-de-France. Doy las gracias en particular a los parisienses y a los habitantes de Ile-de-France, quienes, sin duda a costa de algunos inconvenientes, permiten a sus huéspedes vivir estos días en las mejores condiciones posibles.

3. Me alegra reencontrarme con los fieles de Francia en una circunstancia tan excepcional. Recuerdo con gusto la calurosa acogida que me han reservado en numerosas ocasiones y, de modo particular, en septiembre del año pasado. Junto con la Jornada mundial, dos acontecimientos caracterizan particularmente este año para los católicos franceses: pienso, ante todo, en el centenario de la muerte de santa Teresa de Lisieux, gran figura espiritual, conocida y amada en el mundo entero, que con razón ha sido celebrada por los jóvenes de todos los pueblos; por otra parte, mañana tendré la alegría de proclamar beato a Federico Ozanam, apóstol de una caridad respetuosa del hombre, que analizó con gran clarividencia los problemas sociales. Estas dos personalidades diferentes son, entre muchas otras, testigos de la aportación fecunda de los católicos de Francia a la Iglesia universal.

4. Pero mi viaje a París marca una nueva etapa en una especie de vasto itinerario recorrido junto con los jóvenes a través del mundo, desde hace ya doce años, para un intercambio siempre nuevo con ellos. Vienen para reafirmar juntos su voluntad de construir un mundo más acogedor y un futuro más pacífico. Muchos de ellos, en su región y en sus naciones, experimentan los sufrimientos que causan los conflictos fratricidas y el desprecio del ser humano; con demasiada frecuencia afrontan la precariedad del empleo y una pobreza extrema; su generación busca con dificultad no sólo los medios materiales indispensables, sino también razones de vida y objetivos que motiven su generosidad. Se dan cuenta de que sólo serán felices si se integran bien en una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad sea real. Tienen aquí una ocasión privilegiada para poner en común sus aspiraciones e intercambiar recíprocamente las riquezas de sus culturas y experiencias.

Su búsqueda tiene como impulso íntimo un interrogante de orden espiritual, que los ha llevado a tomar su bastón de peregrino, siguiendo el ejemplo de sus antepasados, que atravesaban los continentes como constructores de paz, hermanos de los hombres y buscadores de Dios.

5. Señor presidente, señoras y señores, gracias por haber comprendido la importancia de esta gran asamblea de la esperanza en vuestra insigne capital. Estoy convencido de que los esfuerzos realizados para recibir a estos huéspedes tan diferentes producirán frutos duraderos tanto para vuestros huéspedes como para vuestros compatriotas.

Al expresarle de nuevo mi gratitud personal, invoco de todo corazón sobre usted y sobre todo el pueblo francés los beneficios de las bendiciones divinas.

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