Discursos 1997 210


XII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

FIESTA DE ACOGIDA EN EL CAMPO DE MARTE



París, Francia

Jueves 21 de agosto 1997



Jóvenes del mundo entero:

El Obispo de Roma os saluda y os expresa su confianza y la alegría de encontrarse con vosotros. Habéis venido de diferentes países y de todos los continentes. Representáis no solo a la juventud francesa y europea, sino también a la de América del Norte, de América central y del Sur, los Archipiélagos y las Islas del Océano Atlántico, a la juventud de muchos países africanos, las Islas del Océano Indico, a la juventud de Asia, de Australia, del Extremo Oriente y de todos los mares que rodean el continente asiático, a la juventud del Pacífico. ¡Esta es una Jornada de la Juventud realmente mundial! Vosotros sois la esperanza del mundo, aspiráis a una vida cada vez más hermosa, fundada en los valores morales y espirituales que hacen libres y que dirigen nuestros pasos hacia la eternidad.

211 Continuáis la historia de la Jornada Mundial de la Juventud. Vale la pena recordarla. Por primera vez, se celebró en Roma en 1984. La siguiente tuvo lugar en Buenos Aires (1987). Después nos encontramos en Santiago de Compostela, en España (1989) y, en 1991, en Polonia en Czestochowa. Una jornada esta verdaderamente particular, pues por vez primera participaron jóvenes de la ex-Unión Soviética: rusos, ucranios, bielorrusos, lituanos, letones, estones, representantes del Kazakhistan y de otras repúblicas de Asia central y cristianos del Cáucaso. La dimensión mundial de la Jornada de la Juventud adquirió entonces una nueva amplitud. En 1993 nos volvimos a encontrar en Denver, en los Estados Unidos y después en Manila, en las Filipinas en 1995, con la más grande participación, facilitada por la cercanía de grandes metrópolis. El encuentro actual tiene lugar en París. Dirijo mi más cordial agradecimiento al Cardenal Jean-Marie Lustiger, a Monseñor Michel Dubost y a los organizadores de este encuentro, en especial a los jóvenes de las diferentes diócesis francesas que han preparado la venida de sus compañeros. Agradezco asimismo a Mons. Luis-Marie Billè, Presidente de la Conferencia de Obispos de Francia por su acogida y a los Obispos franceses por la hospitalidad que sus diócesis han dispensado a sus huéspedes del mundo entero.

Dirijo un deferente saludo a las personalidades que representan a las otras Iglesias cristianas y Comunidades eclesiales, así como a las que representan a las comunidades judías y musulmanas; les agradezco cordialmente que han querido unirse a esta reunión festiva de la juventud católica.

Gracias a los jóvenes representantes filipino y francés que os invitan a formar la gran cadena de la fe, de la solidaridad, de la amistad y de la paz entre los países del mundo entero.

Sois los continuadores de aquellos jóvenes que, llevando ramos de olivo, iban delante del Cristo que entraba en Jerusalén. Ellos aclamaban a Cristo. Hoy, jóvenes de todos los continentes, reconocéis a Cristo, que nos une en un gozoso intercambio y una fuerte solidaridad, caminando juntos hacia la bienaventuranza que nos ofrece. Habéis elegido el arco iris como signo de vuestra diversidad de origen y cultura; con él expresáis vuestra acción de gracias por las alianzas de Dios con la creación hasta la alianza definitiva, sellada con la sangre del Salvador.
* * *


Saludos a los jóvenes en diversas lenguas

Después de haber acogido a los representantes de los diferentes países, dirijo un cordial saludo a las delegaciones de los Movimientos, Asociaciones y Comunidades internacionales.

Inglés

Un saludo especial a los jóvenes de lengua inglesa de todo el mundo. El Papa se alegra de encontrarse con vosotros, que habéis venido en tan gran número a París, para la Jornada mundial de la juventud. Cristo nos ha reunido. Este es el tema de nuestras reflexiones durante estos días; él está en el centro de nuestra oración; es la fuente del vínculo espiritual que nos une en su Iglesia, un vínculo que, quizá, percibimos más intensamente cuando miramos a nuestro alrededor y vemos a tantos jóvenes cuyos corazones vibran con el mensaje del evangelio de esperanza, el evangelio de vida.

«Maestro, ¿dónde vives? Les respondió: “Venid y lo veréis” (...). Y se quedaron con él aquel día» (
Jn 1,38-39). Este es el reto que la Jornada mundial de la juventud lanza a los jóvenes de Europa, de África, de Asia, de Oceanía y de América. Que este gran acontecimiento os ayude a conocer mejor a Jesús y amarlo más. Así seréis sus apóstoles en el mundo, en la aurora del próximo milenio. ¡Dios os bendiga a todos!

Español

212 Os saludo, queridos jóvenes de España y América Latina. Gracias por vuestra generosa respuesta a la invitación a venir a París. Lleváis mucho tiempo preparando esta Jornada y habéis llegado hasta aquí después de una peregrinación a veces dura y exigente, pero vivida con la alegría que os caracteriza. Abrid vuestros corazones a Cristo y compartid con los demás jóvenes del mundo el tesoro de vuestra fe y los mejores valores de vuestras culturas.

Italiano

Queridos amigos italianos, os doy una cordial bienvenida. Habéis venido a este encuentro mundial de la juventud guiados por la pregunta: «Maestro, ¿dónde vives?». Jesús responde: «Venid y lo veréis ». Aceptad su invitación: él os muestra el rostro de Dios, el rostro que todo hombre busca apasionadamente a lo largo de su existencia, a veces incluso sin darse cuenta. Experimentadlo personalmente y sed sus testigos con cuantos encontréis en vuestro camino.

Alemán

Os saludo cordialmente, queridos jóvenes de lengua alemana. Vuestra presencia muestra que queréis dar testimonio de vuestra fe en Jesucristo. Que estos días de oración y de encuentro con los jóvenes de todo el mundo sean para vosotros fuente de energía, a fin de seguir orientando vuestro camino de vida hacia Cristo.

Portugués

Queridos jóvenes de los diversos países de lengua portuguesa, con gran alegría os doy la bienvenida. ¡Muchas gracias por estar aquí! Pido a María santísima que os obtenga el don de acoger con prontitud la invitación de Cristo a conocer su morada y permanecer siempre con él, para anunciar su evangelio de esperanza a todo el mundo.

Polaco

Saludo a mis jóvenes compatriotas, que han venido de Polonia y de otros países, con algunos sacerdotes. Os acojo cordialmente a cada uno de vosotros. Me acuerdo de los recientes encuentros que hemos tenido en nuestra tierra natal, y me alegra que podamos estar nuevamente juntos, aquí en París. En Polonia profesamos nuestra fe común en Cristo Jesús, que es «el mismo ayer, hoy y siempre» (
He 13,8). Hoy, con los jóvenes de todo el mundo, vamos al encuentro de Cristo para preguntarle, como Juan y Andrés: «Maestro, ¿dónde vives?» (Jn 1,38), y para escuchar, como ellos, su respuesta: «Venid y lo veréis» (Jn 1,39). Entre estos acontecimientos existe un nexo extraordinario, pues encierran el programa esencial de la vida cristiana: encuentro, pregunta, respuesta, llamada.

Durante estos días, de manera especial, pediré a Dios que, con el poder de su Espíritu, reavive constantemente en vosotros el deseo de encontraros con Cristo y que os dé la valentía de preguntarle: «¿dónde vives?»; le pediré que, cuando oigáis su respuesta, no dudéis en seguirlo a donde os guíe.

Que la bendición de Dios os acompañe a vosotros y a los jóvenes de vuestra edad que no han podido venir aquí.

213 ¡Que Dios os bendiga!

Ruso

Queridos jóvenes de lengua rusa, tenéis grandes riquezas espirituales para compartir con vuestros compañeros. Que esta Jornada mundial sea también para vosotros una invitación a acoger a Cristo y convertiros cada vez más en sus discípulos.

Rumano

Queridos amigos de Rumanía, vuestras tradiciones culturales y espirituales son muy valiosas para toda la Iglesia. El Señor os invita a reavivar la gracia de vuestro bautismo, para ser testigos de su amor en medio de vuestros hermanos.

Húngaro

Os saludo cordialmente, queridos jóvenes de Hungría. En el momento de vuestro bautismo, os habéis revestido de Cristo. Sois los testigos de la buena nueva del Señor en vuestro país.

Árabe

Queridos jóvenes, Cristo os llama a seguirlo para encontrar la felicidad y construir con vuestros hermanos una sociedad de justicia y de paz.

Tagalo

Saludo a todos los jóvenes de Filipinas, que han tenido la gracia de albergar la anterior Jornada mundial. Proseguid vuestro camino en el seguimiento del Señor, felices de ser sus discípulos y sus testigos todos los días de vuestra vida.

Suahili

214 Jóvenes del continente africano, os saludo cordialmente. Poned al servicio de todos vuestros hermanos vuestro dinamismo y vuestra alegría de vivir, para continuar construyendo la Iglesia-familia y hacer progresar toda la sociedad.

Chino

Queridos jóvenes de China, ¡bienvenidos! Que la oración de todos os dé la fuerza para ser discípulos de Cristo y constructores de paz.

Queridos jóvenes, Cristo es nuestra esperanza, es nuestra alegría. Durante los días siguientes, abrid vuestro corazón y vuestra mente a Cristo. Formáis parte de la Iglesia que os quiere revelar el camino de la salvación y la vía de la felicidad. Os invito a dejaros guiar por el Señor y a caminar con él. A lo largo de esta semana os deseo unos días de gracia y de paz.



Al final del encuentro, el Papa se despidió de los jóvenes con las siguientes palabras:

Ahora sabemos por qué el ingeniero Eiffel construyó esta torre: para tener aquí, alrededor de esta torre, un gran encuentro de la juventud, la Jornada mundial, que acabamos de inaugurar y que proseguiremos mañana, pasado mañana y hasta el domingo. Una sugerencia para esta noche: dormid bien.

XII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES


Campo de Marte

Jueves 21 de agosto de 1997



Queridos jóvenes:

1. Acabamos de escuchar el Evangelio del lavatorio de los pies. Con este gesto de amor, la noche del Jueves Santo, el Señor nos ayuda a comprender el sentido de la Pasión y la Resurrección. El tiempo que vamos a vivir juntos hacen referencia a la Semana Santa y, en particular, a los tres días que nos recuerdan el misterio de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo. Lo cual nos remite también al proceso de iniciación cristiana y del catecumenado, es decir, la preparación de los adultos para el bautismo, que en la Iglesia primitiva tenía una importancia capital. La liturgia de la Cuaresma señala las etapas de la preparación de los catecúmenos para el bautismo, celebrado durante la Vigilia Pascual. En los próximos días acompañaremos a Cristo en las últimas etapas de su vida terrestre y contemplaremos los grandes aspectos del misterio pascual, para dar firmeza a la fe de nuestro Bautismo; manifestemos todo nuestro amor al Señor, diciéndole, como hizo Pedro tres veces al borde del lago, después de la Resurrección: " Tu sabes bien que te amo" (cf. Jn Jn 21,4-23).

El Jueves Santo, mediante la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, así como por el lavatorio de los pies, Jesús mostró claramente a los Apóstoles reunidos el sentido de su Pasión y de su muerte. Él les introdujo también en el misterio de la nueva Pascua y de la Resurrección. El día de su condena y de su crucifixión por amor a los hombres, entregó su vida al Padre por la salvación del mundo. La mañana de Pascua, las santas mujeres, y después Pedro y Juan, encontraron la tumba vacía. El Señor resucitado se apareció a María Magdalena, a los discípulos de Emaús y a los Apóstoles. La muerte no tiene la última palabra. Jesús ha salido victorioso de la tumba. Después de haberse retirado al Cenáculo, los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo que les dio la fuerza de ser misioneros de la Buena Nueva.

215 2. El lavatorio de los pies, manifestación del amor perfecto, es el signo de identidad de los discípulos. "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis" (Jn 13,15). Jesús, Maestro y Señor, deja su lugar en la mesa para tomar el puesto de servidor. Invierte los papeles, manifestando la novedad radical de la vida cristiana. Enseña humildemente que amar en palabras y obras significa ante todo servir a los hermanos. El que no acepta esto no puede ser su discípulo. Por el contrario, quien sirve recibe la promesa de la salvación eterna.

Con el Bautismo renacemos a la vida nueva. La existencia cristiana nos exige avanzar en el camino del amor. La ley de Cristo es la ley del amor. Esta ley, transformando el mundo como el fermento, desarma a los violentos y pone en su lugar a los débiles y más pequeños, llamados a anunciar en Evangelio. En virtud del Espíritu recibido, el discípulo de Cristo se ve impulsado a ponerse al servicio de los hermanos, en la Iglesia, en su familia, en su vida profesional, en las numerosas asociaciones y en la vida pública, en el orden nacional e internacional. Este estilo de vida es en cierto modo la continuación del bautismo y de la confirmación. Servir es el camino de la felicidad y de la santidad: nuestra vida se transforma pues en una forma de amor hacia Dios y hacia nuestros hermanos.

Lavando los pies de sus discípulos, Jesús anticipa la humillación de la muerte en la Cruz, en la cual Él servirá el mundo de manera absoluta. Enseña que su triunfo y su gloria pasan por el sacrificio y por el servicio: éste es también el camino de cada cristiano. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (cf. Jn Jn 15,13), pues el amor salva el mundo, construye la sociedad y prepara la eternidad. De esta manera vosotros seréis los profetas de un mundo nuevo. ¡Que el amor y el servicio sean las primeras reglas de vuestra vida! En la entrega de vosotros mismos descubriréis lo mucho que ya habéis recibido y que recibiréis aún como don de Dios.

3. Queridos jóvenes, como miembros de la Iglesia os corresponde continuar el gesto del Señor: el lavatorio de los pies prefigura todas las obras de amor y de misericordia que los discípulos de Cristo habrían de realizar a lo largo de la historia para hacer crecer la comunión entre los hombres. Hoy, también vosotros estáis llamados a comprometeros en este sentido, aceptando seguir a Cristo; anunciáis que el camino del amor perfecto pasa por la entrega total y constante de sí mismo. Cuando los hombres sufren, cuando son humillados por la miseria y la injusticia, y cuando son denigrados en sus derechos, poneros a su servicio; la Iglesia invita a todos sus hijos a comprometerse en que cada persona pueda vivir con dignidad y ser reconocido en su dignidad primordial de hijo de Dios. Cada vez que nosotros servimos a nuestros hermanos no nos alejamos de Dios sino más bien al contrario, le encontramos en nuestro camino y le servimos. "Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). Así damos gloria al Señor, nuestro Creador y nuestro Salvador, hacemos crecer el Reino de Dios en el mundo y hacemos progresar a la humanidad.

Para recordar esta misión esencial de los cristianos para con cada hombre, particularmente para con los más pobres, he querido, ya en el comienzo de la Jornada Mundial de la Juventud, rezar en el lugar de los derechos del hombre en el Trocadero. Juntos pedimos hoy especialmente por los jóvenes que no tienen la posibilidad ni los medios para vivir dignamente y recibir la educación necesaria para su crecimiento humano y espiritual a causa de la miseria, la guerra o la enfermedad. ¡Que todos ellos estén seguros del afecto y del apoyo de la Iglesia!

4. El que ama no hace cálculos, no busca ventajas. Actúa en secreto y gratuitamente por sus hermanos, sabiendo que cada hombre, sea quien sea, tiene un valor infinito. En Cristo no hay personas inferiores o superiores. No hay más que miembros de un mismo cuerpo, que quieren la felicidad unos de otros y que desean construir un mundo acogedor para todos. Por los gestos de atención y por nuestra participación activa en la vida social, testimoniamos a nuestro prójimo que queremos ayudarle para que llegue a ser él mismo y a dar lo mejor de sí para su promoción personal y para el bien de toda la comunidad humana. La fraternidad relega a la voluntad de dominio, y el servicio la tentación de poder.

Queridos jóvenes, lleváis en vosotros capacidades extraordinarias de entrega, de amor y de solidaridad. El Señor quiere reavivar esta generosidad inmensa que anima vuestro corazón. Os invito a venir a beber a la fuente de la vida que es Cristo, para inventar cada día los medios de servir a vuestros hermanos en el seno de la sociedad en la cual os corresponde asumir vuestras responsabilidades de hombres y de creyentes. En los sectores sociales, científicos y técnicos, la humanidad tiene necesidad de vosotros. Cuidad el perfeccionamiento continuo de vuestra cualificación profesional con el fin de ejercer vuestra profesión con competencia y, al mismo tiempo, no dejéis de profundizar vuestra fe, que iluminará todas las decisiones que en vuestra vida profesional y en vuestro trabajo habréis de tomar para el bien de vuestros hermanos. Si deseáis ser reconocidos por vuestras cualidades profesionales, ¿cómo no sentir también el deseo de acrecentar vuestra vida interior, fuente de todo dinamismo humano?

5. El amor y el servicio dan sentido a nuestra vida y la hacen hermosa, pues sabemos para qué y para quién nos comprometemos. Es en el nombre de Cristo, el primero que nos ha amado y servido. ¿Hay algo más grande que el saberse amado? ¿Cómo no responder alegremente a la llamada del Señor? El amor es el testimonio por excelencia que abre a la esperanza. El servicio a los hermanos transfigura la existencia, pues manifiesta que la esperanza y la vida fraterna son más fuertes que toda acechanza de desesperación. El amor puede triunfar en cualquier circunstancia.

Desconcertado por el humilde gesto de Jesús, Pedro le dice: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? jamás" (Jn 13,6 Jn 13,8). Como él, tardamos tiempo en comprender el misterio de salvación, y a veces nos resistimos a emprender el sencillo camino del amor. Sólo el que se deja amar puede a su vez amar. Pedro permitió que el Señor le lavara los pies. Se dejó amar y después lo comprendió.
Queridos jóvenes, haced la experiencia del amor de Cristo: seréis conscientes de lo que Él ha hecho por vosotros y entonces lo comprenderéis. Sólo el que vive en intimidad con su Maestro lo puede imitar. El que se alimenta del Cuerpo de Cristo encuentra la fuerza del gesto fraterno. Entre Cristo y su discípulo se instaura de ese modo una relación de cercanía y de unión, que transforma el ser en profundidad para hacer de él un servidor. Queridos jóvenes, es el momento de preguntaros cómo servir a Cristo. En el lavatorio de los pies encontraréis el camino real para encontrar a Cristo, imitándole y descubriéndole en vuestros hermanos.

6. En vuestro apostolado, proponéis a vuestros hermanos el Evangelio de la caridad. Allí donde el testimonio de la palabra es difícil o imposible en un mundo que no lo acepta, por vuestra actitud hacéis presente a Cristo siervo, pues vuestra acción está en armonía con la enseñanza de Aquel que anunciáis. Esta es una forma excelente de confesión de la fe, que ha sido practicada con humildad y perseverancia por los santos. Es una manera de manifestar que, como Cristo, se puede sacrificar todo por la verdad del Evangelio y por el amor a los hermanos. Conformando nuestra vida a la suya, viviendo como Él en el amor, alcanzaremos la verdadera libertad para responder a nuestra vocación. A veces, esto puede exigir el heroísmo moral, que consiste en comprometernos con valentía en el seguimiento de Cristo, en la certeza de que el Maestro nos muestra el camino de la felicidad. Únicamente en nombre de Cristo se puede ir hasta el extremo del amor, en la entrega y el desprendimiento.

216 Queridos jóvenes, la Iglesia confía en vosotros. Cuenta con vosotros para que seáis los testigos del Resucitado a lo largo de toda vuestra vida. Vais ahora hacia los lugares de las diferentes vigilias. De manera festiva o en meditación, volved vuestra mirada a Cristo, para comprender el sentido del mensaje divino y encontrar la fuerza para la misión que el Señor os confía en el mundo, sea en un compromiso como laicos o en la vida consagrada. Realizando de ese modo vuestra existencia cotidiana con lucidez y esperanza, sin pesadumbre o desánimo, compartiendo vuestras experiencias, percibiréis la presencia de Dios, que os acompaña con suavidad. A la luz de la vida de los Santos y de otros testigos del Evangelio, ayudaos unos a otros a fortalecer vuestra fe y a ser los apóstoles del Año 2000, haciendo presente al mundo que el Señor nos invita a su alegría y que la verdadera felicidad consiste en el darse por amor a los hermanos. ¡Dad vuestra aportación a la vida de la Iglesia que tiene necesidad de vuestra juventud y de vuestro dinamismo!

XII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD


DURANTE EL ENCUENTRO DE ORACIÓN


CELEBRADO EN LA CATEDRAL DE ÉVERY


Viernes 22 de agosto de 1997




Queridos hermanos en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas:

1. En nombre del Señor resucitado, os saludo cordialmente. Doy las gracias al pastor de esta diócesis por acogerme con todos vosotros en esta catedral de la Resurrección: catedral moderna, como se puede constatar fácilmente y, después de Notre Dame esta mañana, se ve que los siglos y los estilos se superponen. Me alegra saludar en particular a los representantes de las demás comunidades cristianas y de las demás tradiciones religiosas, que han querido unirse a los católicos de Essone en este día. Doy las gracias a las personalidades civiles de la ciudad y del departamento por participar en esta ceremonia.

2. Hermanos y hermanas, habéis construido este edificio audaz; habéis realizado un admirable espacio para la asamblea litúrgica de la Iglesia diocesana. Doy gracias al Señor, y comparto vuestro agradecimiento a los pastores, al arquitecto, a los constructores y a los bienhechores, que se han unido para elevar este signo en el corazón de la ciudad nueva de Évry, la casa de Dios y la casa de los hombres. Se trata de un gran gesto de esperanza, un testimonio de vitalidad de una comunidad que ha querido, con razón, expresarse con el lenguaje de este tiempo, en el umbral del nuevo milenio.

3. Como Sucesor de Pedro, vengo a confirmaros en la fe, en comunión con la Iglesia universal, como testimonian vuestros vínculos con la diócesis de Munich, bajo la dirección de san Corbiniano. Cada Iglesia particular participa en la misión confiada por Cristo a todos sus discípulos, según la vocación y el estado de vida de cada uno. Quisiera expresar mi afecto y mi aliento a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos y a las religiosas, así como a los responsables laicos que, de diversas maneras, trabajan al servicio de la comunidad diocesana.

Seréis verdaderos constructores de la Iglesia, templo espiritual (cf. Lumen gentium LG 6), si lleváis la buena nueva a todas las naciones; si entabláis diálogo con vuestros hermanos de diferentes orígenes y culturas; si acogéis a los heridos de la vida, a los pobres, a los enfermos, a los minusválidos y a los prisioneros; y si acogéis también a los representantes de las diversas clases, de cualquier parte del mundo que vengan. Se ve al recorrer la ciudad: se ven africanos, asiáticos; gente de todo el mundo, por todas partes. Esto es un buen acompañamiento para la Jornada mundial de la juventud. Todos están llamados a ser piedras vivas del edificio, cuya piedra angular es Cristo, el centro de todas las razas, de todas las naciones, de todas las lenguas.

4. Hermanos y hermanas, haréis viva esta catedral, al igual que todas las iglesias de esta diócesis, si os reunís en ella para reconocer, ante todo, la presencia de Cristo resucitado, presente en la Eucaristía y en todos los sacramentos, presente mediante su Palabra, presente en la comunidad congregada (cf. Sacrosanctum Concilium SC 7).

A él, el Viviente, el que es, que era y que va a venir, le encomiendo vuestra Iglesia diocesana. Que él os dé la fuerza de la fe y la generosidad de la caridad; os permita iniciar a los niños en la fe; y suscite entre vosotros las vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada, indispensables para la vida de la comunidad. Y debo decir que oro por las vocaciones todas las mañanas.

Para cada uno de los fieles de la diócesis, para todos los habitantes de Essone y para el futuro de esta diócesis, invoco la intercesión materna de la Virgen María y de los santos de vuestra tierra, que son numerosos. Desde hoy tenemos un nuevo beato: Federico Ozanam.

217 Alabado sea Jesucristo.

XII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

VIGILIA BAUTISMAL CON LOS JÓVENES


Hipódromo de Longchamp

Sábado 23 de agosto de 1997

Queridos jóvenes, queridos amigos:

1. Al empezar os saludo a todos vosotros que estáis aquí reunidos repitiendo las palabras del profeta Ezequiel, pues contienen una maravillosa promesa de Dios y expresan la alegría de vuestra presencia: "Os recogeré de entre las naciones (...) os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos (...). Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios" (Ez 36,24-28).

2. Saludo a los Obispos franceses que nos acogen y a los Obispos venidos de todo el mundo. Dirijo asimismo mi saludo cordial a los distinguidos representantes de otras confesiones cristianas con las cuales compartimos el mismo bautismo y que han querido asociarse a esta celebración de la juventud.

En la vigilia del 24 de agosto, no es posible olvidar la dolorosa masacre de la noche de San Bartolomé, con sus oscuras motivaciones, y vinculada al recuerdo de grandes faltas y duros sufrimientos en la historia de Francia. Los cristianos han elegido medios que el Evangelio reprueba. Si evoco el pasado es porque "reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy" (Tertio millennio adveniente TMA 33). Me asocio gustoso, pues, a las iniciativas de los Obispos franceses, pues, como ellos, estoy convencido que sólo el perdón ofrecido y recibido conduce progresivamente hacia el diálogo fecundo que sella una reconciliación plenamente cristiana. La pertenencia a diferentes tradiciones religiosas no debe ser hoy en día una fuente de oposición o de tensión. Al contrario, el amor a Cristo que es común en nosotros nos impulsa a buscan sin cesar el camino de la plena unidad.

3. Los textos litúrgicos de nuestra vigilia son, por una parte, los mismos de la Vigilia pascual. Se refieren al bautismo. El Evangelio de san Juan narra el diálogo nocturno de Cristo con Nicodemo. Viniendo a encontrarse con Cristo, este miembro del Sanedrín expresa su fe: "Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él" (Jn 3,2). Jesús le respondió: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3,3). Nicodemo le pregunta: "¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?" (Jn 3,4). Respondió Jesús: "el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Jn 3,5-6).

Jesús hace pasar a Nicodemo de las realidades visibles a las invisibles. Cada uno de nosotros ha nacido del hombre y de la mujer, de un padre y una madre; este nacimiento es el punto de partida de toda nuestra existencia. Nicodemo piensa en esta realidad natural. Por el contrario, Cristo ha venido al mundo para revelar otro tipo de nacimiento, el nacimiento espiritual. Cuando profesamos nuestra fe, decimos quién es Cristo: "Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, consubstantialis Patri; por quien todo fue hecho, per quem omnia facta sunt; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre, descendit de caelis et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria virgine et homo factus est". Sí, jóvenes, amigos míos, ¡el Hijo de Dios se ha hecho hombre para todos vosotros, para cada uno de vosotros!

4. "El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5). Así, para entrar en el Reino, el hombre debe nacer de nuevo, no según las leyes de la carne sino según el Espíritu. El bautismo es precisamente el sacramento de este nacimiento. El Apóstol Pablo lo explica en profundidad en el pasaje de la carta a los Romanos que hemos escuchado: "¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6,3-4). El Apóstol nos revela aquí el sentido del nuevo nacimiento; nos explica por qué el sacramento tiene lugar por medio de la inmersión en el agua. No se trata de una inmersión simbólica en la vida de Dios. El bautismo es el signo concreto y eficaz de la inmersión en la muerte y la resurrección de Cristo. Comprendemos entonces por qué la tradición ha unido el bautismo a la Vigilia pascual. En este día, y sobre todo en esta noche, es cuando la Iglesia revive la muerte de Cristo, cuando la Iglesia entera se siente abrumada por el cataclismo de esta muerte de la cual surgirá una vida nueva. De este modo, la Vigilia, en el sentido exacto de la palabra, es espera: la Iglesia espera la resurrección; espera la vida que será la victoria sobre la muerte y que llevará al hombre hacia esa vida.

A toda persona que recibe el bautismo se le concede participar en la resurrección de Cristo. San Pablo vuelve a menudo sobre este tema que resume la esencia del verdadero sentido del bautismo. Escribe así: "Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante"( Rm Rm 6,5). Y también "sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús" (Rm 6,6-11). Con Pablo, queridos jóvenes, decid al mundo: nuestra esperanza es firme, por Cristo, vivimos para Dios.

218 5. Evocando esta noche la Vigilia pascual consideramos los problemas esenciales: la vida y la muerte, la mortalidad y la inmortalidad. En la historia de la humanidad Jesús ha invertido el sentido de la vida humana. Si la experiencia cotidiana nos muestra la existencia como un pasaje hacia la muerte, el misterio pascual nos abre la perspectiva de una vida nueva más allá de la muerte. Por ello, la Iglesia, que profesa en su Credo la muerte y la resurrección de Jesús, tiene todas las razones para pronunciar también estas palabras: "Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna".

6. Queridos jóvenes, ¿sabéis lo hace en vosotros el sacramento del Bautismo? Dios os reconoce como hijos suyos y transforma vuestra existencia en una historia de amor con Él. Os conforma con Cristo para que podáis realizar vuestra vocación personal. Ha venido para establecer una alianza con vosotros y os ofrece su paz. ¡Vivid desde ahora como hijos de la luz que se saben reconciliados por la Cruz del Salvador!

"Misterio y esperanza del mundo que vendrá" (S. Cirilo de Jerusalén, Procatequesis 10, 12), el bautismo es el más bello de los dones de Dios, invitándonos a convertirnos en discípulos del Señor. Nos hace entrar en la intimidad con Dios, en la vida trinitaria, desde hoy y hasta en la eternidad. Es una gracia que se da al pecador, que nos purifica del pecado y nos abre un futuro nuevo. Es un baño que lava y regenera. Es una unción, que nos conforma con Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Es una iluminación, que esclarece y da pleno significado a nuestro camino. Es un vestido de fortaleza y de perfección. Revestidos de blanco el día de nuestro bautismo, como lo seremos en el último día, estamos llamados a conservar cada día su esplendor y a recuperarlo por medio del perdón, la oración y la vida cristiana. El Bautismo es el signo de que Dios se ha unido con nosotros en nuestro caminar, que embellece nuestra existencia y transforma nuestra historia en una historia santa.

Habéis sido llamados, elegidos por Cristo para vivir en la libertad de los hijos de Dios y habéis sido también confirmados en vuestra vocación bautismal y visitados por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio a lo largo de toda vuestra vida. Recibiendo el sacramento de la Confirmación os comprometéis con todas vuestras fuerzas a hacer crecer pacientemente el don recibido por medio de la recepción de los sacramentos, en particular de la Eucaristía y de la Penitencia, que conservan en nosotros la vida bautismal. Bautizados, dais testimonio a Cristo por vuestro esfuerzo de una vida recta y fiel al Señor, que se ha de mantener con una lucha espiritual y moral. La fe y el obrar moral están unidos. En efecto, el don recibido nos conduce a una conversión permanente para imitar a Cristo y corresponder a la promesa divina. La palabra de Dios transforma la existencia de los que la acogen, pues ella es la regla de la fe y de la acción. En su existencia, para respetar los valores esenciales, los cristianos experimentan también el sufrimiento que pueden exigir las opciones morales opuestas a los comportamientos del mundo y a veces incluso de modo heroico. Pero la vida feliz con el Señor tiene ese precio. Queridos jóvenes, vuestro testimonio tiene ese precio. Confío en vuestro valor y en vuestra fidelidad.

7. En medio de vuestros hermanos tenéis que vivir como cristianos. Por el Bautismo Dios nos da una madre, la Iglesia, con la que crecemos espiritualmente para avanzar en el camino de la santidad. Este sacramento nos integra en un pueblo, nos hace partícipes de la vida eclesial y os da hermanos y hermanas que amar, "ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús"(
Ga 3,28). En la Iglesia no hay ya fronteras; somos un único pueblo solidario, compuesto por múltiples grupos con culturas, sensibilidades y modos de acción diversos, en comunión con los Obispos, pastores del rebaño. Esta unidad es un signo de riqueza y vitalidad. Que dentro de la diversidad, vuestra primera preocupación sea la unidad y la cohesión fraterna, que consientan el desarrollo personal de modo sereno y el crecimiento del cuerpo entero.

Con todo, el Bautismo y la Confirmación no alejan del mundo, pues compartimos los gozos y las esperanzas de los hombres de hoy en día y aportamos nuestra contribución a la comunidad humana en la vida social y en todos los campos técnicos y científicos. Gracias a Cristo estamos cerca de todos nuestros hermanos y llamados a manifestar la alegría profunda que se tiene al vivir con Él. El Señor nos llama a llevar a cabo nuestra misión allí donde estamos, pues "el lugar que Dios nos ha señalado es tan hermoso que no nos está permitido desertar de él" (cf. Carta a Diogneto, VI,10). Cualquier cosa que hagamos en nuestra vida, es para el Señor; en Él esta nuestra esperanza y nuestro título de gloria. En la Iglesia la presencia de los jóvenes, de los catecúmenos y de los nuevos bautizados es una riqueza y una fuente de vitalidad para toda la comunidad cristiana, llamada a dar cuenta de su fe y a testimoniarla hasta los confines de la tierra.

8. Un día, en Cafarnaún, cuando muchos discípulos abandonaban a Jesús, Pedro respondió a la pregunta de Jesús: "¿Queréis marcharos vosotros también?", diciéndole: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,67-68). En esta Jornada Mundial de la Juventud en París, una de las capitales del mundo contemporáneo, el Sucesor de Pedro acaba de deciros de nuevo que estas palabras del Apóstol deben ser el faro que os ilumine a todos en vuestro camino. "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68). Más aún: tú no sólo nos hablas de la vida eterna. Lo eres tú mismo. Verdaderamente, tú eres "el Camino, la Verdad y la vida" (Jn 14,6).

9. Queridos jóvenes, por la unción bautismal os habéis convertido en miembros del pueblo santo. Por la unción de la confirmación participáis plenamente de la misión eclesial. La Iglesia, de la que sois parte, tiene confianza en vosotros y cuenta con vosotros. ¡Que vuestra vida cristiana sea un "acostumbrarse" progresivo a la vida con Dios, según la hermosa expresión de san Ireneo, para que seáis misioneros del Evangelio!

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Discursos 1997 210