Discursos 1997 259


VIAJE APOSTÓLICO A RÍO DE JANEIRO


A LOS COMITÉS QUE ORGANIZARON


EL ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS


5 de octubre de 1997


Señores cardenales;
queridos hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:

Antes de regresar a Roma, he querido tener este encuentro de despedida para dar las gracias a los miembros de la Comisión organizadora eclesiástica y del Gobierno del Estado de Río de Janeiro, que con tanta diligencia han preparado la celebración del Encuentro mundial de las familias. Mi felicitación y mi gratitud van también a todos los amigos y bienhechores que han contribuido generosamente, con su tiempo y sus medios, al pleno éxito de este gran acontecimiento, y en particular al personal que estuvo de servicio en la Residencia de Sumaré. ¡Que Dios se lo pague!

Hago votos para que se perpetúen los ideales y los frutos del Congreso teológico-pastoral sobre la familia. Pido a Dios que la vivencia responsable, en este «santuario de la vida» (Evangelium vitae EV 6) que es precisamente la familia, del dinamismo que de ella deriva y de las exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y fecundidad (cf. Humanae vitae HV 9) que impone, constituya un estímulo y una fuerza constante que haga surgir una nueva aurora de santidad en el ámbito de la familia cristiana.

Deseo saludar también a los señores obispos aquí presentes, representantes de la «Red Vida» de televisión, y animarlos a proseguir en esta obra de apostolado al servicio de la vida y del hombre. Me congratulo con mons. Antônio Maria Mucciolo, arzobispo de Botucatu, por esta valiente iniciativa —conocida como el «canal de la familia», ya en su segundo año de vida—, y con sus más directos colaboradores, haciendo votos para que esta emisora católica de televisión sea siempre un instrumento válido de evangelización y un testimonio eficaz de la presencia de la Iglesia en Brasil. Que Dios bendiga a todos los dirigentes y funcionarios del Instituto brasileño para las comunicaciones cristianas.

Por último, deseo animar a todos a proseguir con empeño en el esfuerzo por evangelizar a la sociedad y a la familia, y que en él os alienten los resultados obtenidos hasta hoy y la bendición apostólica, que de todo corazón os imparto.





VIAJE APOSTÓLICO A RÍO DE JANEIRO


DURANTE LA CEREMONIA DE DESPEDIDA


Base aérea de Galeão, 5 de octubre de 1997


Señor vicepresidente:

260 Al dejar esta tierra bendita de Brasil, mi alma eleva un himno de acción de gracias al Altísimo, que me ha permitido vivir aquí horas intensas e inolvidables, con la mirada fija en el Cristo redentor que domina la bahía de Guanabara, y con la certeza de la protección maternal de Nuestra Señora de la Peña, que protege a esta amada ciudad desde su santuario situado no lejos de aquí.

En mi memoria quedarán grabadas para siempre las manifestaciones de entusiasmo y de profunda piedad de este pueblo generoso de la Tierra de la Santa Cruz que, junto a la muchedumbre de peregrinos procedentes de los cuatro puntos cardinales, ha sabido ofrecer una notable manifestación de fe en Cristo y de amor al Sucesor de Pedro. Pido a Dios que proteja y bendiga a todas las naciones del mundo, con abundantes gracias de consuelo espiritual, y ayude a que se consoliden las iniciativas, que todos esperan, para el bien común de la gran familia humana y de todos los pueblos que la compone.

Mi saludo final, lleno de gratitud, va al señor presidente de la República, al Gobierno de la nación y del Estado de Río de Janeiro, y a todas las demás autoridades brasileñas que tantas pruebas de delicadeza me han querido dispensar en estos días.

También expreso mi agradecimiento a los miembros del Cuerpo diplomático, cuya diligente actuación ha facilitado enormemente la participación de sus respectivas naciones en estos días de reflexión, oración y compromiso en favor de la familia.

Dirijo un pensamiento particular de estima fraterna, con profunda gratitud, a los señores cardenales, a mis hermanos en el episcopado, a los sacerdotes y a los diáconos, a los religiosos y a las religiosas, así como a los organizadores del Congreso. Todos han contribuido a realzar estas jornadas del II Encuentro mundial con las familias, colmando a cuantos han tomado parte en él de consuelo y esperanza —gaudium et spes— en la familia cristiana y en su misión dentro de la sociedad. Tened la seguridad de que os llevo a todos en mi corazón, de donde brota la bendición que os imparto y que extiendo a todos los pueblos de América Latina y del mundo.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL DIRECTOR GENERAL


DE LOS HIJOS DE LA DIVINA PROVIDENCIA




Al padre

ROBERTO SIMIONATO

Director general de los Hijos de la divina Providencia

1. «Queremos ver a Jesús» (Jn 12,21). Con estas palabras un grupo de griegos, cautivados por el atractivo del divino Maestro, se dirigieron un día a algunos discípulos, expresando el deseo de encontrarse con el Señor. A lo largo de los siglos muchas otras personas, en todos los rincones de la tierra, han seguido manifestando ese mismo deseo, reuniendo a hombres y mujeres marcados por una relación particular con la persona de Jesús.

Entre los testigos de Cristo de nuestro siglo ocupa un lugar privilegiado el beato Luigi Orione, fundador de esa familia religiosa. Su atractivo espiritual impresionó a mucha gente durante su vida y aún hoy sigue suscitando admiración e interés. Así, entre los laicos cercanos a la Pequeña Obra de la divina Providencia, se ha ido afirmando el deseo de conocer a fondo al beato fundador, para seguir más fielmente sus huellas. De este modo nació el Movimiento laical orionino, con la finalidad de brindar a los diversos miembros del asociacionismo laical surgido en torno a las instituciones de la Obra la posibilidad de vivir el seguimiento de Cristo, compartiendo con los Hijos de la divina Providencia y las Hermanitas Misioneras de la Caridad el carisma orionino.

2. Después de los primeros años del Movimiento, se creyó conveniente realizar un análisis del camino recorrido con vistas a su ulterior desarrollo. Con tal fin se organizó ese congreso internacional, que tiene como tema el lema paulino: «Instaurare omnia in Christo», elegido por el beato para la familia religiosa que fundó. De este modo se quiere ofrecer a los laicos la oportunidad de profundizar en el conocimiento del carisma orionino, para elaborar una peculiar «carta de comunión» y proyectar ulteriores metas de compromiso y participación al servicio de la nueva evangelización con vistas al gran jubileo del año 2000.

Al dirigir mi saludo a los participantes en el encuentro, no puedo por menos de recordarles las apasionadas palabras del beato Orione: «Instaurare omnia in Christo! Nos renovaremos a nosotros mismos y renovaremos todo el mundo en Cristo, cuando vivamos a Jesucristo, cuando realmente nos transformemos en Jesucristo». Así pues, el fundador estaba claramente convencido de que el alma de toda auténtica renovación es la novedad de Cristo, que se hace presente en cada persona, en las familias, en las estructuras civiles y en las relaciones entre los pueblos. Anhelaba hacer de Cristo el corazón del mundo y servir a Cristo en todo hombre, especialmente en los pobres. Para realizar de forma adecuada esa intuición, quería implicar más a los laicos en la actividad apostólica, llamándolos a sintonizar con su corazón sin confines, porque estaba dilatado por la caridad de Cristo crucificado. En efecto, en 1935, desde Buenos Aires, escribía a algunos amigos de la Obra: «Ciertamente, todos sentiréis, como yo, un grandísimo deseo de cooperar, en la medida de vuestras posibilidades, en la renovación de la vida cristiana —el «instaurare omnia in Christo»— de la que la persona, la familia y las sociedades pueden esperar la reforma social. ¡Tened la valentía del bien!» (Cartas II, 291).

261 Los responsables de la familia orionina, conscientes de este proyecto ya presente en el corazón del beato fundador, han promovido, desde hace algunos años, el Movimiento laical, que en este congreso se quiere definir y reforzar aún más, con el fin de cooperar eficazmente, como solía decir él, a «hacer el bien siempre, hacer el bien a todos, y nunca el mal a nadie».

3. Deseo aprovechar esta significativa circunstancia para animarlo a usted, venerado hermano en el sacerdocio, así como a los religiosos y religiosas orioninos, a convertirse en «guías expertos de vida espiritual», a cultivar en los laicos «el talento más precioso: el espíritu» (Vita consecrata
VC 55). E invito a los laicos que han elegido compartir el carisma orionino viviendo en el mundo, a ser celosos y generosos para ofrecer a la Pequeña Obra de la divina Providencia la «preciosa contribución» de su índole secular y de su servicio específico. El Movimiento laical orionino favorecerá así la irradiación espiritual de vuestra familia religiosa más allá de las fronteras del instituto mismo, profundizando sus rasgos carismáticos para una realización cada vez más eficaz de su misión específica en la Iglesia y en el mundo.

Dirijo un saludo particular a los miembros del Instituto secular orionino, al que recientemente se le ha concedido la aprobación canónica como instituto de vida consagrada. Sabiendo bien que en estos días tienen su asamblea general para la elección de sus autoridades, los exhorto a vivir con fidelidad y alegría su consagración en el mundo y con los medios del mundo. Ojalá que contribuyan a realizar nuevas síntesis entre la mayor adhesión posible a Dios y a su voluntad, y la mayor participación posible en las alegrías y esperanzas, en las angustias y dolores de sus hermanos, para orientarlos hacia el proyecto de salvación integral manifestado por el Padre en Cristo. Su carácter de laicos consagrados ha de ayudarles a vivir con coherencia el Evangelio, en el compromiso diario de hacer realidad, siguiendo el ejemplo del testimonio y las enseñanzas del beato Orione, el programa paulino «Instaurare omnia in Christo».

Con este fin, invoco la protección de María, «Madre y fundadora celestial» de la Pequeña Obra de la divina Providencia, y la intercesión del beato Luigi Orione, mientras, como prenda de los favores celestiales, le imparto una especial bendición apostólica a usted, a los miembros del Movimiento laical y del Instituto secular, así como a cuantos forman parte, de varias maneras, de la familia orionina.

Vaticano, 7 de octubre de 1997






A UN CONGRESO SOBRE EL FENÓMENO DE LA DROGA


ORGANIZADO POR EL CONSEJO PONTIFICIO


PARA LA PASTORAL DE LOS AGENTES SANITARIOS


Sábado 11 de octubre de 1997



Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos amigos:

1. Me alegra acogeros con ocasión del Congreso internacional sobre la toxicomanía. Agradezco a monseñor Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de los agentes sanitarios, sus palabras de bienvenida y la organización de este encuentro de trabajo. En efecto, es particularmente oportuno reflexionar en la gravedad de los interrogantes planteados por el fenómeno de la droga y en la urgencia de investigaciones que ayuden a los responsables políticos y económicos, a los educadores y a las familias que sufren el drama de la toxicomanía.

2. Desde hace varios años la Santa Sede se ha expresado acerca de este tema, haciendo propuestas pastorales, educativas y sociales. Desgraciadamente, debemos constatar que este fenómeno afecta hoy a todos los ambientes y a todas las regiones del mundo. Cada vez más niños y adolescentes se convierten en consumidores de productos tóxicos, frecuentemente a causa de una primera experiencia realizada a la ligera o por desafío. Los padres y los educadores se hallan a menudo impreparados y desalentados. Los médicos y los servicios sanitarios y sociales encuentran graves dificultades cuando se trata de ayudar a quienes van a consultarlos para salir del círculo de la droga. Hay que reconocer que la represión contra quienes recurren a productos ilícitos no basta para frenar esta plaga; en efecto, una delincuencia comercial y financiera importante se ha organizado a nivel internacional. El poder económico relacionado con la producción y la comercialización de estos productos escapa, la mayor parte de las veces, al control de la ley y de la justicia.

Por eso, no debe sorprendernos que un gran desconcierto y un sentimiento de impotencia invadan la sociedad. Algunas corrientes de opinión proponen legalizar la producción y el comercio de determinadas drogas. Hay autoridades que están dispuestas a permitirlo, tratando solamente de encuadrar el consumo de la droga para intentar controlar sus efectos. De aquí se deduce que, ya desde la escuela, se quita importancia al uso de algunas drogas; esto se ve favorecido por un razonamiento que procura minimizar los peligros, especialmente gracias a la distinción entre drogas blandas y drogas duras, lo que lleva a proponer liberalizar el uso de determinadas sustancias. Esta distinción descuida y atenúa los riesgos inherentes a toda toma de productos tóxicos, en particular las conductas de dependencia, que se basan en las mismas estructuras psíquicas, la disminución de la conciencia y la alienación de la voluntad y de la libertad personales, que cualquier droga produce.

262 3. El fenómeno de la droga es un mal particularmente grave. Numerosos jóvenes y adultos han muerto o van a morir por causa de ella, mientras que otros se hallan disminuidos en su ser íntimo y en sus capacidades. El recurso a la droga entre los jóvenes tiene múltiples significados. En los momentos delicados de sus crecimiento, la toxicomanía tiene que considerarse como el síntoma de un malestar existencial, de una dificultad para encontrar su lugar en la sociedad, de un miedo al futuro y de una fuga hacia una vida ilusoria y ficticia. El tiempo de la juventud es un tiempo de pruebas e interrogantes, de búsqueda de un sentido para la vida y de opciones que comprometen el futuro. El incremento del mercado y del consumo de drogas demuestra que vivimos en un mundo sin esperanza, carente de propuestas humanas y espirituales vigorosas. Como consecuencia de ello, numerosos jóvenes piensan que todos los comportamientos son equivalentes, pues no llegan a distinguir el bien del mal y no tienen el sentido de los límites morales.

Aprecio los esfuerzos de los padres y los educadores por inculcar en sus hijos los valores espirituales y morales, para que se comporten como personas responsables. Lo hacen frecuentemente con valentía, pero no siempre se sienten apoyados, sobre todo cuando los medios de comunicación social difunden mensajes moralmente inaceptables, que sirven de puntos de referencia culturales en todos los países del mundo, ensalzando, por ejemplo, la multiplicidad de los modelos familiares que destruyen la imagen normal del matrimonio y desprecian los valores familiares, o consideran la violencia y a veces la droga misma como signos de liberación personal.

4. El miedo al futuro y al compromiso en la vida adulta que se observa entre los jóvenes los hace particularmente frágiles. A menudo no se los alienta a luchar por una vida recta y hermosa; tienden a encerrarse en sí mismos. No se debería subestimar el efecto devastador que ejerce el desempleo, cuyas víctimas son los jóvenes en proporciones indignas de una sociedad que quiere respetar la dignidad humana. Ciertas fuerzas de muerte los impulsan entonces a entregarse a la droga, a la violencia y a llegar a veces hasta el suicidio. Detrás de lo que puede aparecer como la fascinación por una especie de autodestrucción, tenemos que percibir entre estos jóvenes una petición de ayuda y una profunda sed de vida, que conviene tener en cuenta, para que el mundo sepa modificar radicalmente sus propuestas y sus estilos de vida. Demasiados jóvenes están abandonados a su suerte, y no se benefician de una presencia atenta, de un hogar estable, de una escolaridad normal, y tampoco de un ambiente socio- educativo, que los impulsen a hacer un esfuerzo intelectual y moral, y les ayude a forjar su voluntad y a controlar su afectividad.

5. La lucha contra el azote de la toxicomanía es tarea de todos los hombres, cada uno de acuerdo con la responsabilidad que le corresponde. Ante todo, exhorto a los esposos a desarrollar relaciones conyugales y familiares estables, fundadas en un amor único, duradero y fiel. Así, crearán las mejores condiciones para una vida serena en su hogar, ofreciendo a sus hijos la seguridad afectiva y la confianza en ellos, que necesitan para su crecimiento espiritual y psicológico. Es importante también que los padres, que son los primeros responsables de sus hijos, y con ellos toda la comunidad adulta, se preocupen constantemente por la educación de la juventud. Por tanto, invito a todos los que desempeñan una función educativa a intensificar sus esfuerzos entre los jóvenes, que necesitan formar su conciencia, desarrollar su vida interior y entablar con sus hermanos relaciones positivas y un diálogo constructivo; así les ayudarán a convertirse en protagonistas libres y responsables de su vida. Los jóvenes que tienen una personalidad estructurada, una sólida formación humana y moral, y viven relaciones armoniosas y confiadas con los compañeros de su edad y con los adultos, serán más capaces de resistir a las solicitaciones de quienes difunden la droga.

6. Invito a las autoridades civiles, a los responsables de la economía y a todos los que tienen una responsabilidad social, a proseguir e intensificar sus esfuerzos para perfeccionar en todos los niveles las legislaciones de lucha contra la toxicomanía, y a oponerse a todas las formas de cultivo y de tráfico de drogas, fuentes de riqueza obtenida escandalosamente explotando la fragilidad de personas indefensas. Animo a los poderes públicos, a los padres, a los educadores, a los profesionales de la sanidad y a las comunidades cristianas a comprometerse cada vez más y de manera concertada entre jóvenes y adultos en una labor de prevención. Es importante proporcionar una información médica acertada y precisa particularmente a los jóvenes, señalando los efectos perniciosos de la droga en los aspectos somático, intelectual, psicológico, social y moral. Conozco la entrega y la paciencia incansables de quienes cuidan y atienden a las personas que han caído en las redes de la droga y a sus familias. Invito a los padres que tengan un hijo toxicómano a no desalentarse jamás, a mantener el diálogo con él, a prodigarle su afecto y a favorecer sus contactos con organismos capaces de ocuparse de él. La atención afectuosa de una familia es un gran apoyo para la lucha interior y los progresos de una terapia de desintoxicación.

7. Aprecio el esfuerzo pastoral incansable y paciente de los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos en los ambientes de la droga; sostienen a los padres y se esmeran por acoger y escuchar a los jóvenes, por captar sus interrogantes radicales, a fin de ayudarles a salir de la espiral de la droga y convertirse en adultos libres y felices. La Iglesia tiene la misión de transmitir la palabra del Evangelio que abre a la vida de Dios y hacer que los hombres descubran a Cristo, Palabra de vida que ofrece un camino de crecimiento humano y espiritual. A ejemplo de su Señor y solidaria con sus hermanos los hombres, la Iglesia ayuda a los más necesitados y débiles, preocupándose por los heridos, fortaleciendo a los enfermos, y buscando la promoción personal de cada uno.

Al término de nuestro encuentro, expreso mi aprecio por la misión que realiza el Consejo pontificio para la pastoral de los agentes sanitarios, siguiendo con esmero los problemas humanos y espirituales planteados por la toxicomanía y por todas las cuestiones sanitarias y sociales, para proponer soluciones a situaciones que hieren gravemente a muchos hermanos nuestros. Del mismo modo, en contacto con los pastores de las Iglesias particulares, con los fieles y los servicios competentes, comprometidos en sostener a los toxicómanos y a sus familias, el Consejo está llamado a dar su contribución a las iniciativas locales.

Os encomiendo a vosotros y vuestra acción a la intercesión de la Virgen María; le pido también por los jóvenes que están bajo el dominio de la droga y por sus familiares. ¡Que ella los proteja con su solicitud materna y guíe a los jóvenes del mundo hacia una vida cada vez más armoniosa! ¡Que el Espíritu Santo os acompañe y os dé la valentía necesaria para realizar vuestra labor en favor de la juventud! Os imparto la bendición apostólica a todos vosotros, a vuestros colaboradores y a los miembros de vuestras familias.






A LOS NUMEROSOS PEREGRINOS QUE PARTICIPARON EN LA BEATIFICACIÓN DE CINCO SIERVOS DE DIOS


Sala Pablo VI

Lunes 13 de octubre de 1997



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
263 amadísimos religiosos y religiosas;
hermanos y hermanas:

1. Me alegra renovar a cada uno de vosotros mi cordial saludo, al día siguiente de la proclamación de los cinco nuevos beatos, que habéis venido a honrar. Resuena aún en nosotros el eco de la celebración de ayer y con espíritu de agradecimiento alabamos al Señor por las maravillas que ha realizado en ellos y a través de ellos.

Los sentimos cercanos a nosotros en la comunión de los santos. Su ejemplo y su intercesión nos impulsan a una fidelidad más perseverante en nuestro seguimiento de Jesucristo, convirtiéndonos, como ellos, en valientes testigos de su Evangelio.

2. El padre Elías del Socorro Nieves, mártir agustino mexicano, nos habla hoy desde el ejemplo de su vida, de su ministerio y de su entrega hasta la muerte por amor a Dios y a los hermanos. Él respondió con su inquebrantable fe en la divina Providencia a las dificultades que encontró en su vida. En su ministerio sacerdotal sirvió con humildad a las gentes sencillas, compartiendo sus preocupaciones y su suerte, en vez de soñar con grandes obras. En la persecución no abandonó a sus feligreses, porque «todo sacerdote —decía él— que predica la palabra de Dios en tiempo de persecución, no tiene escapatoria, morirá como Cristo»; a semejanza de Jesús, murió perdonando y bendiciendo a sus ejecutores.

Su ejemplo e intercesión impulsan hoy a la Iglesia en México a seguir proclamando el Evangelio a todos, con humildad, constancia, fidelidad y espíritu de sacrificio. La orden de San Agustín, que en la madre Fasce, también beatificada ayer, cuenta con un nuevo modelo de vida contemplativa, tiene en el padre Nieves un testimonio de fecundidad apostólica nacida de una profunda vida espiritual.

3. Y un testimonio de singular eficacia evangélica tenéis también vosotros, queridos peregrinos de la diócesis de Brescia, que sentís cercano a vosotros al beato Juan Bautista Piamarta, hijo de vuestra tierra. Pertenece al número de los siervos buenos y fieles que, en el siglo pasado, supieron animar la caridad social con auténtico espíritu de fe. El proyecto divino se le manifestó gradualmente y el vasto ministerio pastoral que desempeñó culminó con la fundación de la congregación masculina de la Sagrada Familia de Nazaret y con la decisiva aportación que dio al nacimiento de la femenina de las Humildes Siervas del Señor.

Juan Bautista Piamarta pudo realizar obras tan importantes gracias a una intensa y perseverante oración y a una confianza inquebrantable en la Providencia. Ojalá que resuene también en vuestro corazón lo que solía repetir: La oración será siempre escuchada, si tiene estas dos cualidades: la gloria de Dios y la salvación de las almas.

4. Y vosotros, queridos fieles de la diócesis de Tursi-Lagonegro, os alegráis con razón por el beato Doménico Lentini, originario de vuestra región. Predicador itinerante, fue ministro ejemplar del perdón de Dios, atento educador de la juventud, incansable testigo de la caridad con los pobres. Vuestra gente lo recuerda como pastor solidario con las almas que le habían sido confiadas en las vicisitudes alegres y tristes de su tiempo.

El fulcro vital de su espiritualidad fue la cruz, considerada como el camino del amor que se da y se sacrifica por los hermanos, a imitación de Jesús, que se entregó por la salvación del mundo.

Con su ejemplo y su intercesión, sigue indicando también hoy el camino de la cruz como itinerario espiritual para vencer el pecado, acoger los signos de la misericordia de Dios y avanzar cada vez con mayor decisión por el camino de la santidad, al que está llamado todo bautizado.

264 5. Al día siguiente de la beatificación de la madre María de Jesús, me alegra acogeros, queridos peregrinos, para meditar con vosotros su mensaje. La oración y la adoración ante el santísimo Sacramento ocuparon un lugar importante en su vida. Le ayudaron a formar y a suavizar su personalidad.

Siguiendo el ejemplo de la madre María de Jesús, os animo a desarrollar el culto eucarístico. La Eucaristía es el centro de la vida cristiana y la fuente de todo impulso misionero. Con el espíritu de santa Juliana de Cornillón, invito a las religiosas de María Reparadora y a todos los fieles a proseguir sus esfuerzos para que los jóvenes descubran el valor de la adoración, que los introducirá en los misterios divinos, les ayudará en su maduración espiritual y les dará la fuerza del testimonio diario. Así, como decía la madre María de Jesús, tendrán «una gran generosidad de alma y corazón, y un espíritu apostólico».

El amor al Señor impulsó a la beata María de Jesús a servir a sus hermanos, primero en su familia, luego fundando la Compañía de María Reparadora. Su intensa vida espiritual le abrió el corazón a las dimensiones del mundo, por la atención a los pobres y a los pequeños. Ojalá que también vosotros os comprometáis en favor de la solidaridad y la justicia, y, como ella, os prodiguéis para que Cristo sea anunciado en todas las culturas y en todos los continentes.

6. Nuestra mirada se dirige ahora a la beata María Teresa Fasce que vosotros, queridos fieles de la diócesis de Espoleto- Nursia, conocéis y admiráis. En efecto, conocéis muy bien su ejemplo de austera y radical vida monástica, según el estilo de la orden de San Agustín. En la contemplación del misterio de Cristo y en la profundización del conocimiento de Dios, su vida encontró el impulso de una singular irradiación apostólica.

Desde el claustro de su monasterio, esta fiel sierva de Dios puso en marcha una gran variedad de obras animadas por el amor a Dios y al hombre. El lema que repetía a menudo —«Lo quiero aunque cueste, lo quiero porque cuesta, lo quiero a toda costa»— constituye la síntesis más significativa de sus días, transcurridos en la laboriosidad, en el sufrimiento ofrecido al Señor y en la experiencia mística.

Ojalá que esas palabras suyas guíen la elección de vida de cada uno de vosotros, amadísimos hermanos, de forma que, como ella, podáis presentaros delante de Dios con las manos llenas de muchos gestos de amor.

7. Estos nuevos beatos son un don para todos los creyentes. Su testimonio representa una apremiante invitación a trabajar incansablemente en favor del Evangelio.

Amadísimos hermanos y hermanas, os deseo a todos que, después de esta peregrinación a Roma, volváis a vuestras actividades fortalecidos en la fe y en la comunión eclesial. Que os sostengan la maternal protección de María, Reina del rosario, y la intercesión de los nuevos beatos. Os acompañe también mi bendición, que con afecto os imparto a vosotros, aquí presentes, a vuestras familias






A LOS OBISPOS DE UGANDA EN VISITA «AD LIMINA»


Lunes 13 de octubre de 1997



Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado:

265 1. Con afecto fraterno os doy la bienvenida a vosotros, obispos de Uganda, orando para que «el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes» (2Th 3,16). El saludo que os dirijo hoy a vosotros se extiende también a los amados sacerdotes, religiosos y fieles laicos de vuestras diócesis. Hace cuatro años tuve la inmensa alegría de visitar Uganda, y esos recuerdos han quedado grabados vivamente en mi memoria, especialmente el calor de vuestra acogida, el fervor de vuestra oración y la firmeza de vuestro deseo de ser hijos e hijas fieles de la Iglesia. Os pido que aseguréis a vuestro pueblo mi cercanía, mientras se esfuerza por crecer en Cristo y revestirse «del hombre nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad» (Ep 4,24).

Desde vuestra última visita ad limina, la comunidad católica en Uganda, en medio de continuas pruebas y desafíos, ha recibido muchas bendiciones. Un nuevo don del amor de Dios ha sido la creación de tres nuevas jurisdicciones eclesiásticas: las diócesis de Kasana-Luweero, Lugazi y Nebbi. Es un signo positivo de la vitalidad de la Iglesia en vuestro país, y con vosotros doy gracias al Señor, que ha concedido este crecimiento (cf. 1Co 3,7).

2. Cristo nunca deja de suscitar pastores fieles para su pueblo, y vosotros habéis sido llamados a ser sucesores de los Apóstoles en el arduo oficio de enseñar, gobernar y santificar la parte de la Iglesia que se os ha encomendado. Se os ha confiado «el ministerio de la reconciliación » (2Co 5,18), un elemento esencial del servicio pastoral que prestáis a vuestras Iglesias particulares. «La Iglesia en África siente la exigencia de ser para todos, gracias al testimonio dado por sus hijos e hijas, lugar de auténtica reconciliación. Así, perdonados y reconciliados mutuamente, podrán llevar al mundo el perdón y la reconciliación que Cristo, nuestra paz (cf. Ef Ep 2,14), ofrece a la humanidad mediante su Iglesia» (Ecclesia in Africa ).

En vuestros informes quinquenales mostráis que tenéis una profunda conciencia de esta necesidad de reconciliación. Mientras señaláis con razón el gran progreso que se ha realizado para promover la paz y la seguridad de vuestra nación en su totalidad, no olvidáis mencionar el trágico hecho de que la violencia sigue afectando a algunas regiones de vuestro país, con nuevos y frecuentes brotes de agresividad. Es un signo claro de que, aunque Uganda está saliendo de las sombras de un pasado desfigurado por contiendas, tensiones y derramamiento de sangre, no han desaparecido todas las amenazas contra la paz, y aún es fuerte la tentación de mantener y alimentar antiguos rencores. Por eso, en este momento de la historia de Uganda, la Iglesia debe responder cada vez con mayor decisión al mandato de Dios de ser una comunidad de reconciliación.

3. Los laicos católicos desempeñan un papel especial en este campo porque a ellos, en particular, les corresponden los asuntos de orden temporal: la política, la economía y la orientación de la sociedad (cf. Lumen gentium LG 31 Christifideles laici CL 15). En estos campos están llamados «a comprometerse directamente en el diálogo o en favor del diálogo para la reconciliación» (Reconciliatio et paenitentia RP 25). Por esta razón, es muy importante que vosotros, como pastores de almas y guías del pueblo de Dios, procuréis que los programas diocesanos y parroquiales proporcionen una adecuada formación a los laicos. Ahora que se ha publicado la versión revisada del Directorio general de catequesis, un Directorio nacional de catequesis podría resultar mucho más útil para asegurar una asimilación cada vez mayor de la doctrina de la Iglesia por parte de vuestro pueblo.

La catequesis es una parte tan importante de la misión de la Iglesia, que exige la acción continua y concorde de vuestra Conferencia episcopal para afrontar las exigencias de formación de los fieles, con especial atención a los jóvenes y a los niños, que no reciben una educación formal. Los catequistas deberían ser objeto de vuestra especial solicitud pastoral. Gracias a su profunda fe y devoción, han desempeñado un papel destacado desde el comienzo de la Iglesia en Uganda, y aún hoy están llamados a dar una contribución ejemplar y generosa a la instrucción religiosa de sus comunidades. Es preciso ayudar a los diversos centros de formación catequística a ampliar y enriquecer sus programas, a fin de que los catequistas puedan adquirir la formación que necesitan para responder efectivamente a lo que se exige de ellos.

4. En general, los laicos ugandeses están desempeñando un papel cada vez más activo y responsable en la vida de su Iglesia particular. En pequeñas comunidades cristianas, y en asociaciones y movimientos, crecen en la fe y en la santidad cristiana. A través de los consejos pastorales parroquiales y diocesanos, y otros organismos en el ámbito de la comunidad, contribuyen a construir la Iglesia como una comunión de todos sus miembros. Esta riqueza de compromiso y entusiasmo ha sido confiada a vuestra guía pastoral como una gracia y un deber. Es una base sobre la que podéis preparar a todo el pueblo de Dios que está en Uganda para celebrar el próximo gran jubileo del año 2000 como una gozosa y transformadora renovación de fe en Jesucristo, «el único Salvador del mundo ayer, hoy y siempre» (cf. Hb He 13,8).

Por supuesto, en este aspecto la parroquia sigue siendo el verdadero centro de la comunidad cristiana y de todas las actividades pastorales. Por eso, la parroquia tiene «una tarea esencial en la formación más inmediata y personal de los fieles laicos (...), haciéndoles captar y vivir las inmensas riquezas del bautismo ya recibido» (Christifideles laici CL 61). Por este motivo, es preciso que os esforcéis por crear nuevas parroquias, especialmente donde existan algunas con población muy numerosa o con gran extensión territorial. Aumentando el número global de parroquias y reduciendo la extensión y el área de las más grandes, se podrá prestar mayor atención a las necesidades pastorales de las personas y las familias, y facilitar el ministerio efectivo de los párrocos.

5. Gracias a vuestros esfuerzos, tanto individuales como colectivos, la Iglesia en Uganda desempeña un papel muy activo en la creación y promoción de organismos e instituciones que permiten a la sociedad responder a las necesidades y las aspiraciones del pueblo. Es notable la presencia de los católicos en los campos de la educación, la sanidad y los servicios sociales, y vuestra guía fortalece a los fieles para afrontar algunos problemas muy difíciles, entre ellos el azote del sida, que ha afectado a vuestro país de modo particularmente grave. En vuestra carta pastoral «Brille vuestra luz», señaláis que esta trágica situación «se ha de afrontar con solidaridad, con mucho amor y atención a las víctimas, con mucha generosidad hacia los huérfanos y con mucho empeño por promover una conducta renovada de vida moral cristiana» (n. 28). Así, habéis hecho un llamamiento a reflexionar en las más profundas cuestiones morales y sociales relacionadas con esa enfermedad, y habéis invitado a todos a adoptar una firme posición contra una peligrosa crisis de valores, que ya está causando en mucha gente debilitamiento del espíritu e indiferencia ante la virtud y ante lo que constituye el auténtico progreso de la sociedad.

Una respuesta adecuada a este desafío requiere la inculturación efectiva del mensaje cristiano, tarea delicada y difícil que «pone a prueba la fidelidad de la Iglesia al Evangelio y a la tradición apostólica en la evolución constante de las culturas» (Ecclesia in Africa ). Esta inculturación afronta un número de desafíos específicos en Uganda, especialmente en los ámbitos del matrimonio y la vida familiar. Vuestros incansables esfuerzos por guiar a los esposos al descubrimiento de la verdad y la belleza de las exigencias de su nueva vida juntos en Cristo son parte indispensable de vuestro ministerio. La unidad de vida eclesial conocida como «Iglesia doméstica » debe ocupar siempre un lugar especial en la solicitud pastoral de la Iglesia. La exhortación apostólica Familiaris consortio constituye un punto de referencia para una catequesis eficaz, particularmente en el área vital de la preparación para el matrimonio. Es preciso ayudar a los fieles a comprender el significado y la dignidad sacramental del matrimonio, y toda la comunidad católica debe apoyarlos decididamente para que vivan con plenitud su compromiso.

En el proceso de transformación de la vida familiar mediante la gracia y la luz del Evangelio, el concepto de paternidad responsable requiere particular atención (cf. Familiaris consortio FC 28 ss). Ser padre significa participar en la obra de Dios como autor de la vida. El ámbito propio para traer una nueva vida humana al mundo es la unión permanente y exclusiva que establecen los esposos mediante su don recíproco total y duradero. La insistencia de la Iglesia en el matrimonio monogámico no es la imposición de un ideal extraño, que desplaza las tradiciones locales. Por el contrario, por fidelidad a su Señor, la Iglesia proclama que «Cristo renueva el designio primitivo que el Creador ha inscrito en el corazón del hombre y de la mujer (...). Los cónyuges cristianos están llamados a participar realmente en la indisolubilidad irrevocable que une a Cristo con la Iglesia, su esposa, amada por él hasta el fin» (ib., 20). El mismo documento pide a cada obispo que «procure particularmente que la propia diócesis sea cada vez más una verdadera "familia diocesana", modelo y fuente de esperanza para tantas familias que a ella pertenecen» (ib., 73).

266 6. Una ayuda inestimable para los fieles laicos que se esfuerzan por vivir el amor conyugal de acuerdo con la voluntad de Dios es la fidelidad de sacerdotes y religiosos a su compromiso de celibato y virginidad: «El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único misterio de la alianza de Dios con su pueblo» (ib., 16). Toda alianza exige fidelidad. En nuestra época, tan necesitada de un profundo cambio de corazón por lo que respecta a la moral sexual y al amor conyugal, debemos confiar en que el Señor llamará a muchos de sus seguidores al celibato «por el reino de los cielos» (Mt 19,12). También debemos estar convencidos de que él es más generoso aún para fortalecer a los que ha elegido cuando procuran responder a esta llamada, con todos los sacrificios que implica una respuesta incondicional a la vocación al celibato o a la virginidad. El ejemplo de sacerdotes y religiosos que viven verdaderamente su vocación ayudará a los laicos a practicar la abnegación que exige la obediencia al plan de Dios con respecto a la sexualidad humana. De ese modo, todos los miembros del pueblo santo de Dios llevarán una vida verdaderamente fecunda y encontrarán la felicidad duradera (cf. Familiaris consortio FC 16).

La formación sacerdotal debe ser siempre una de vuestras prioridades. Os exhorto a procurar que vuestros seminarios sigan exigiendo una gran calidad tanto en la formación académica como en la formación espiritual y pastoral de vuestros seminaristas. Es esencial que la formación sacerdotal afiance firmemente a los candidatos en una relación de profunda comunión y amistad con Jesús, el buen Pastor (cf. Pastores dabo vobis PDV 42). Los sacerdotes y los religiosos necesitan vuestro apoyo paterno y vuestra guía, y pueden beneficiarse mucho de programas de formación per- manente que efectivamente «reaviven el carisma de Dios que está en ellos» (cf. 2 Tm 1, 6). Es muy importante que las religiosas dispongan de suficientes y cualificados directores espirituales y confesores, sacerdotes que tengan familiaridad con la vida consagrada y sean capaces de fortalecerlas en su compromiso.

7. En Cristo todas las cosas han sido renovadas; en el bautismo los fieles se han despojado del hombre viejo, propio de su antiguo estilo de vida (cf. Ef Ep 4,22), de forma que ya no hay «ni judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos son uno en Cristo Jesús» (cf. Ga Ga 3,28). Las rivalidades tribales y la hostilidad étnica no pueden tener cabida en la Iglesia de Dios o en su pueblo santo. Por el contrario, la comunidad católica en Uganda tiene la importante tarea de ayudar a vuestro país a construir un futuro cada vez más luminoso, en el que la sociedad civil pueda madurar en un clima de respeto y armonía. Este es vuestro mensaje cuando predicáis el reino de Dios e invitáis a hombres y mujeres al esplendor de la verdad que «brilla en todas las obras del Creador e (...) ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor» (Veritatis splendor, introducción).

Queridos hermanos en el episcopado, espero que estos pensamientos que me sugiere vuestra visita os confirmen en vuestro ministerio de servicio a quienes están confiados a vuestra solicitud. Recordando el ejemplo heroico de san Carlos Lwanga y sus compañeros, pido al Señor que los santos mártires de Uganda sean siempre fuente de inspiración y renovación mientras vosotros y vuestro pueblo procuráis crecer en la santidad, la verdad y la libertad auténtica de los hijos de Dios (cf. Rm Rm 8,21). Encomendando a la Iglesia que está en Uganda a la protección de María, Madre de todos los creyentes y Reina de África, os imparto cordialmente mi bendición apostólica.






Discursos 1997 259