Discursos 1998

JUAN PABLO II


Discurso durante la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto Nnamdi Azikiwe de Abuja


Sábado 21 de marzo 1998


Su excelencia, jefe del Estado, general Sani Abacha;
miembros del Gobierno;
hermanos en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas en Jesucristo;
amado pueblo de Nigeria:

1. Con profunda gratitud alabo a la divina Providencia por haberme concedido la gracia de volver a vosotros y pisar una vez más esta tierra bendita. A vosotros, que os habéis reunido aquí para darme la bienvenida, y a todos los hijos e hijas de Nigeria, dirijo mi sincero saludo de amor y de paz.

Expreso mi agradecimiento, en particular, a mis hermanos en el episcopado por su invitación, y al jefe del Estado, a los demás miembros del Gobierno y a las autoridades por haber hecho posible esta visita. Considero que la presencia de todos vosotros hoy aquí es signo de amistad y manifestación de vuestro deseo de trabajar juntos para contribuir al bien de toda la nación.

2. Vengo a Nigeria como amigo, profundamente interesado por el destino de vuestro país y de toda África. La finalidad principal de mi visita es celebrar con la comunidad católica la beatificación del padre Cipriano Miguel Iwene Tansi, el primer nigeriano en la historia de la Iglesia que es proclamado oficialmente beato.

Esta beatificación, celebrada precisamente en el país en que el padre Tansi nació y desempeñó su ministerio sacerdotal, es un honor para toda la nación, pues brinda a todos los nigerianos la oportunidad de reflexionar en la orientación y en el discernimiento que la vida del padre Tansi ofrece a la sociedad actual. En él, y en cuantos consagran toda su vida al servicio de los demás, se manifiesta el camino por el que los nigerianos deben avanzar hacia un futuro más luminoso para su país. El testimonio que dio el padre Tansi es importante en este momento de la historia de Nigeria, que exige esfuerzos serios y conjuntos para promover la armonía y la unidad nacional, para garantizar el respeto a la vida y a los derechos humanos, para promover la justicia y el desarrollo, para luchar contra el desempleo, para dar esperanza a los pobres y a los que sufren, para resolver los conflictos mediante el diálogo y para crear una solidaridad auténtica y duradera entre todos los sectores de la sociedad.

3. La violencia no ha dejado de causar gran dolor y penalidades a algunos pueblos africanos. Al llegar a África occidental, mi pensamiento se dirige al pueblo de Sierra Leona, que ha sufrido tanto en tiempos recientes. Todos debemos abrigar la esperanza de que, con la constante ayuda de los responsables de la paz en África, la vuelta al orden constitucional y la libertad democrática abran el camino a un nuevo período de reconstrucción y desarrollo.

A este propósito, reconozco la contribución que han dado Nigeria y otros países para resolver esta difícil situación. En particular, deseo agradecer sinceramente a todos los que han contribuido al éxito de la operación de rescate en el Centro pastoral católico de Makeni.

Asimismo, quiero animar al pueblo de Liberia, que está saliendo de una situación de trágico conflicto y se está esforzando por reconstruir su nación. La justicia y la paz constituyen el camino del desarrollo y del progreso. Que Dios fortalezca a los que avanzan por ese camino al servicio de la comunidad humana.

4. Queridos amigos nigerianos, en vuestro país todos estáis llamados a aprovechar vuestra sabiduría y vuestras cualidades en la difícil y urgente tarea de construir una sociedad que respete a todos sus miembros en su dignidad, sus derechos y sus libertades. Eso exige una actitud de reconciliación y requiere que el Gobierno y los ciudadanos de esta tierra se esmeren en dar lo mejor de sí mismos por el bien de todos. El desafío que debéis afrontar es grande, pero aún más grandes son vuestra capacidad y vuestra determinación de afrontarlos.

La vida y el testimonio del padre Tansi nos recuerdan estas palabras del Evangelio: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Bienaventurados todos aquellos que, en Nigeria y en cualquier otra parte de África, trabajan por la paz auténtica. Bienaventurados a los ojos de Dios todos los que se esfuerzan por llevar el continente africano hacia una nueva fase de estabilidad, reconciliación, desarrollo y progreso.

El éxito final de esta empresa vendrá del Todopoderoso, Señor de la vida y de la historia humana. Con la seguridad de que él os sostendrá en la tarea que debéis realizar, hago mías las palabras del salmista: «El Señor da fuerza a su pueblo. El Señor bendice a su pueblo con la paz» (Ps 29,11). Dios bendiga a Nigeria.

Al comenzar esta visita, deseo expresar mi profunda estima y mi afecto a cada uno de los nigerianos. Con todos me reuniré de buen grado. Que Dios esté cerca de cada hijo e hija de esta amada tierra. Dios bendiga a Nigeria.









JUAN PABLO II


Discurso durante el encuentro con los líderes musulmanes, en la nunciatura


22 de marzo 1998


Alteza real, sultán de Sokoto;
altezas reales emires;
distinguidos líderes musulmanes:

1. A pesar de la brevedad de mi estancia en Nigeria, no he querido que faltara en ella este importante encuentro con los máximos representantes del islam en este país. Permitidme que os exprese mi gratitud por haber aceptado la invitación a venir aquí esta tarde, pues me brinda la oportunidad de saludar, por medio de vosotros, a toda la comunidad musulmana de Nigeria. Doy las gracias a su alteza real por sus amables palabras, y yo también le dirijo un saludo de paz, la paz que tiene su auténtica fuente en Dios, entre cuyos «hermosos nombres», según vuestra tradición, está el de al-Salam, Paz.

Como sabéis, mi visita ha tenido como finalidad proclamar solemnemente la santidad de un hijo de este país, el padre Cipriano Miguel Iwene Tansi, que ha sido declarado un modelo de religioso que amó a los demás y se sacrificó por ellos. El ejemplo de los que viven una vida santa no sólo nos enseña a practicar el respeto y la comprensión recíprocos, sino también a convertirnos nosotros mismos en modelos de bondad, reconciliación y colaboración, superando los confines étnicos y religiosos, para el bien de todo el país y para mayor gloria de Dios.

2. Como cristianos y musulmanes, compartimos la fe en «el Dios único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del mundo» (Lumen gentium, LG 16). Aunque entendemos de modo diferente a este Dios único, coincidimos en nuestro esfuerzo por conocer y cumplir su voluntad. Esta aspiración religiosa constituye de por sí un vínculo espiritual entre cristianos y musulmanes, vínculo que puede representar una sólida y amplia base de colaboración en muchos campos. Esto es importante en cualquier lugar donde convivan cristianos y musulmanes, y de manera especial en Nigeria, en la que cristianos y musulmanes están presentes en tan gran número.

Una de las importantes convicciones que compartimos es la de que tanto el cristianismo como el islam ponen de relieve la dignidad de toda persona humana, en cuanto creada por Dios con un fin especial. Esa convicción nos lleva a sostener el valor de la vida humana en todas sus etapas y a defender la familia en cuanto unidad esencial de la sociedad. Como consecuencia, consideramos un pecado contra el Creador cualquier abuso con respecto a los miembros más débiles de la sociedad, y en particular con relación a las mujeres y los niños. Además, nuestras religiones destacan la responsabilidad que tienen las personas de hacer lo que, en conciencia, consideran que Dios desea de ellas. Es inquietante la reflexión sobre la actual situación de los derechos humanos, dado que en algunas partes del mundo las personas siguen siendo perseguidas y encarceladas por motivos de conciencia y por sus creencias religiosas. Como víctimas inocentes, son la triste prueba de que ha prevalecido la fuerza y no los principios democráticos; de que no se desea servir a la verdad y al bien común, sino defender intereses particulares a toda costa. Al contrario, nuestras tradiciones enseñan una ética que rechaza un individualismo que busca su propia satisfacción sin prestar atención a las necesidades de los demás. Creemos que, a los ojos de Dios, los recursos de la tierra están destinados a todos y no sólo a unos pocos. Estamos convencidos de que el ejercicio del poder y la autoridad debe entenderse como un servicio a la comunidad, y que todas las formas de corrupción y violencia representan una grave ofensa a la voluntad de Dios para la familia humana.

Tenemos en común tantas doctrinas sobre la bondad, la verdad y la virtud, que es posible una gran comprensión entre nosotros. Más aún, es necesaria. En el Mensaje que dirigí a la comunidad musulmana en Kaduna, durante mi primera visita a vuestro país, el año 1982, afirmé: «Estoy convencido de que, si (cristianos y musulmanes) unimos nuestros esfuerzos, podemos hacer mucho bien. (...) Podemos colaborar en la promoción de la justicia, la paz y el desarrollo. Espero seriamente que la solidez de vuestra hermandad, bajo Dios, mejorará realmente el futuro de Nigeria y de toda África» (14 de febrero de 1982, n. 4: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de febrero de 1982, p. 9).

3. En todas las sociedades pueden surgir divergencias. A veces las disputas y los conflictos que derivan de ellas toman un matiz religioso. La religión misma, en ocasiones, es usada sin escrúpulos para engendrar conflictos. Nigeria ha conocido esos conflictos, aunque es preciso reconocer con gratitud que en muchas partes del país personas de diferentes tradiciones religiosas conviven en una relación positiva y pacífica. Las diferencias étnicas y culturales nunca deberían considerarse motivos para justificar los conflictos. Más bien, como las distintas voces de un coro, esas divergencias pueden existir en armonía, con tal de que exista un auténtico deseo de respeto recíproco.

Los cristianos y los musulmanes concuerdan en que, en materia religiosa, no puede existir coacción. Debemos promover actitudes de apertura y respeto hacia los seguidores de otras religiones. Sin embargo, es posible abusar de la religión, y a los líderes religiosos compete ciertamente velar para que eso no suceda. Sobre todo, cada vez que se hace violencia en nombre de la religión, debemos aclarar a todos que, en esos casos, no se trata de la verdadera religión, pues Dios todopoderoso no puede tolerar la destrucción de su imagen en sus hijos.Desde este lugar situado en el centro de África occidental, dirijo a todos los musulmanes el mismo llamamiento que dirigí a mis hermanos obispos y a todos los católicos: haced que lo que nos mueva sea la amistad y la cooperación. Trabajemos juntos por una nueva era de solidaridad y de servicio común para afrontar el enorme desafío de construir un mundo mejor, más justo y más humano. Cuando surgen problemas, en los ámbitos local, regional o nacional, se deben buscar las soluciones mediante el diálogo. ¿No es ésta la costumbre de la tradición africana? Cuando nigerianos de diverso origen se reúnen para orar por las necesidades del país, cada grupo según su propia tradición, saben que forman un pueblo unido. De este modo, hacen realmente honor al altísimo Señor del cielo y de la tierra.









JUAN PABLO II


Discurso a los miembros de la Conferencia episcopal de Nigeria


Lunes 23 de marzo 1998


Mis queridos hermanos en el episcopado:

1. El eco de la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, celebrada hace casi cuatro años, es aún fuerte en vosotros. El Sínodo constituyó un momento de reflexión fecunda y llena de gracia sobre la fuerza y la debilidad de la comunidad católica del continente, que sigue creciendo y desarrollándose. Los padres examinaron a fondo y en toda su complejidad lo que la Iglesia está llamada a hacer a la luz de la situación actual. Con su confianza puesta firmemente en las promesas de Dios, y a pesar de las dificultades existentes en muchos países, reafirmaron la decisión de la Iglesia de fortalecer en todos los africanos la esperanza en una auténtica liberación (cf. Ecclesia in Africa, ).

Dado que estáis trabajando en esa dirección, os dirijo hoy este mensaje y pongo en el centro de mi discurso las palabras de aliento y de gracia que escribió hace casi dos mil años el apóstol Pablo a su «hijo predilecto» Timoteo: «No nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza» (2Tm 1,7). Queridos hermanos, vuestro ministerio, individualmente con respecto a los fieles de vuestras Iglesias particulares o colectivamente con respecto a toda la nación, manifiesta ya el signo de este espíritu, y yo deseo sostener vuestro valor y vuestra firmeza para que sigan siendo siempre los rasgos distintivos de vuestra proclamación de la salvación ofrecida en Jesucristo. Eso es tanto más necesario cuanto más se acerca el nuevo milenio, tiempo de gracia, la «hora de África» (Ecclesia in Africa, ). Vuestra continua orientación, valiente y firme, permitirá a la Iglesia en Nigeria afrontar los desafíos de la nueva evangelización en este momento de vuestra historia.

Experimento una gran alegría y gratitud por haber podido volver a Nigeria y celebrar en este país bendito la beatificación del padre Cipriano Miguel Iwene Tansi. Agradezco al arzobispo monseñor Obiefuna las amables y cordiales palabras con que, en nombre de todos vosotros, me ha dado la bienvenida. Os saludo, obispos de Nigeria, y a través de vosotros saludo a todos los miembros de vuestras Iglesias locales. Asegurad a vuestros sacerdotes, religiosos y fieles, sobre todo a los enfermos, a los ancianos, a los niños y a los jóvenes, mi afecto y mi estima. «Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro» (2Tm 1,2).

2. En la labor de evangelización la Iglesia debe superar muchos obstáculos, pero no se desalienta. Más bien, sigue dando un testimonio elocuente de su Señor, no sólo mediante su solicitud espiritual hacia sus hijos, sino también mediante su compromiso al servicio de toda la sociedad nigeriana. En realidad, su fuerza es superior a la suma de todos los recursos humanos, «porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza» (2Tm 1,7); por eso, confía en que de las semillas que planta Dios sacará una cosecha abundante. En verdad, la palabra de Dios no puede quedar encadenada (cf. 2Tm 2,9) y siempre será evidente que la gloria no se deberá a nosotros sino al Dueño de la mies (cf. Lc Lc 10,2).

Sin embargo, al mismo tiempo, la importancia y la credibilidad de la proclamación de la buena nueva por parte de la Iglesia están estrechamente vinculadas a la credibilidad de sus mensajeros (cf. Ecclesia in Africa, ). Por este motivo, los que han sido llamados al «ministerio de la reconciliación» (2Co 5,18), tanto obispos como sacerdotes, deben mostrar de modo claro e inequívoco, que creen firmemente en lo que predican. Mi predecesor el Papa Pablo VI escribió: «Hoy, más que nunca, el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Con exactitud podemos decir que, en cierta medida, nos hacemos responsables del Evangelio que proclamamos» (Evangelii nuntiandi, EN 76).

3. Nigeria tiene una de las poblaciones católicas más numerosas de África, y el número de los creyentes sigue aumentando. Es un signo de la vitalidad y de la creciente madurez de esta Iglesia local. Particularmente prometedor, a este respecto, es el aumento de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Dado que los sacerdotes son vuestros principales colaboradores en el cumplimiento de la misión apostólica de la Iglesia, es esencial que vuestras relaciones con ellos se caractericen por la unidad, la fraternidad y la estima de sus talentos. Todos los que, por el orden sagrado, han sido configurados a Cristo, buen Pastor, deben tener esta actitud de entrega total por la salvación de la grey y la difusión del Evangelio. Vivir la vida sacerdotal exige una profunda formación espiritual y, sobre todo, un compromiso de una continua conversión personal. Vuestra vida y la de vuestros sacerdotes deberían reflejar el espíritu de la pobreza evangélica y el desapego de las cosas y de las actitudes del mundo. El signo del celibato, como entrega completa al Señor y a su Iglesia, debe ser solícitamente conservado, y con esmero se ha de evitar y corregir, cuando sea necesario, cualquier comportamiento que pueda ser motivo de escándalo.

Con más de tres mil seminaristas actualmente en formación en vuestros seminarios mayores interdiocesanos, estáis proyectando abrir otros nuevos. Eso os permitirá garantizar de modo más adecuado la correcta formación de los candidatos al sacerdocio. Además, también los seminarios mayores para los religiosos están dando buenos frutos y están creciendo. Aunque el número aumenta, sigue siendo de suma importancia vigilar cuidadosamente y dirigir la selección y la preparación de los que han sido llamados al ministerio sacerdotal en la Iglesia. Tened la certeza de que, si vuestros seminarios se ajustan a los requisitos fundamentales del programa de formación sacerdotal de la Iglesia, especialmente los que presentan el decreto conciliar Optatam totius y la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, producirán frutos excelentes para las generaciones futuras.

4. Hace pocos meses, la Conferencia episcopal de Nigeria concluyó su Plan pastoral nacional, un instrumento que será muy importante para dar impulso y orientación a la nueva evangelización. Al llevar a la práctica ese Plan, debéis valorar constantemente su eficacia y hacer las modificaciones necesarias para afrontar las diversas necesidades pastorales de las Iglesias particulares. Ningún plan pastoral realmente nacional puede dejar de considerar de qué modo es posible armonizar las diferencias étnicas y culturales, con un espíritu de genuina colaboración y comunión eclesial. El apoyo de todos vosotros a proyectos pastorales como el Instituto católico de África occidental constituye un modo adecuado de superar esas diferencias. Deseo animaros a hacer de la Conferencia episcopal un instrumento eficaz de mayor unidad, solidaridad y acción conjunta por parte de las 45 diversas jurisdicciones eclesiásticas de Nigeria. Dado que el número de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa está aumentando, os aliento a promover vocaciones misioneras y facilitar el apostolado de los sacerdotes y de los religiosos llamados al compromiso misionero fuera de sus diócesis e incluso fuera de Nigeria. Estos son algunos de los desafíos que debe afrontar la Iglesia en Nigeria, una Iglesia que ya ha alcanzado su mayoría de edad. Sí, el cristianismo «está, en verdad, plantado en esta tierra bendita» (Ecclesia in Africa, ). África se ha convertido en una «nueva patria de Cristo» (ib.,56) y los africanos son ahora misioneros unos en favor de otros.

De una manera muy especial, vuestras diócesis pueden contar con el testimonio y la labor de muchos religiosos y religiosas que, entregándose libremente, contribuyen en gran medida a la vida y a la vitalidad de vuestras comunidades. Su consagración específica al Señor los capacita para dar un testimonio especialmente eficaz del amor de Dios a su pueblo y los convierte en signos vivos de la verdad según la cual «el reino de Dios está cerca» (Mc 1,15). Representan un elemento fundamental de la vida y de la misión de la Iglesia en Nigeria. Que no les falte nunca vuestra atención y solicitud paterna; estad cerca de ellos y apreciad sus carismas como un don extraordinario del Señor.

En este momento deseo expresar mi admiración por el creciente compromiso de los fieles laicos en la tarea de extender el reino de Dios en este país. En efecto, la fuerza del testimonio evangélico de la Iglesia dependerá cada vez más de la formación de un laicado activo, que lo capacite para llevar el espíritu de Cristo a los ambientes políticos, sociales y culturales, y para prestar una colaboración cada vez más competente a la planificación y a la realización de iniciativas pastorales. Vuestras Iglesias particulares han sido bendecidas con catequistas y evangelizadores, que trabajan con celo en la tarea de anunciar a Cristo y dar a conocer sus caminos a sus hermanos y hermanas. Además, los dones específicos de las asociaciones de apostolado laico y de los grupos de oración, si evitan esmeradamente cualquier exclusivismo, constituyen una fuerza vital para el crecimiento de vuestras comunidades de fe.

5. La Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos consideró que la evangelización de la familia es una prioridad esencial, dado que la familia africana se evangeliza por medio de las familias (cf. Ecclesia in Africa, ). Además, el matrimonio y la vida familiar son el camino normal de santidad para la mayoría de los fieles encomendados a vuestra solicitud. Por este motivo, vuestros incesantes esfuerzos para que los matrimonios descubran la verdad, la belleza y la riqueza de la gracia que se hallan en su nueva vida común en Cristo, siguen siendo parte esencial de vuestra responsabilidad pastoral y el modo más seguro de realizar una auténtica inculturación del Evangelio.

De modo semejante, a los jóvenes, que representan el futuro de la Iglesia y de la nación, se les ha de ofrecer ayuda y asistencia, para que superen los obstáculos que podrían impedir su desarrollo: analfabetismo, desempleo, ociosidad y droga. Un modo excelente de afrontar ese desafío es exhortar a los mismos jóvenes a convertirse en evangelizadores de sus coetáneos, porque nadie puede hacerlo mejor que ellos. A los jóvenes hay que ayudarles a descubrir muy pronto el valor de la entrega propia, factor esencial para alcanzar la madurez personal. Deseo añadir que debéis ser especialmente solícitos en hacer todo lo posible para evitar que los jóvenes nigerianos, y sobre todo las muchachas y las jóvenes, sean víctimas de una explotación sin escrúpulos, que a menudo los somete a formas de esclavitud particularmente degradantes, con consecuencias trágicas y devastadoras.

Los padres sinodales también pidieron a la Iglesia en África que se comprometa activamente en el proceso de inculturación, respetando dos importantes criterios: la compatibilidad con el mensaje cristiano y la comunión con la Iglesia universal (cf. Ecclesia in Africa, ). Así pues, os exhorto a hacer todo lo posible, en los ámbitos litúrgico, teológico y administrativo, para que vuestro pueblo se sienta cada vez más a gusto en la Iglesia y para que la Iglesia se sienta cada vez más a gusto entre vuestro pueblo. Será necesario estudiar la religión tradicional africana y la cultura africana, y practicar un discernimiento prudente y vigilante. Que el Espíritu Santo os guíe en estos esfuerzos.

6. Los miembros de las Iglesias particulares encomendadas a vuestra solicitud son ciudadanos de una nación que ahora debe afrontar varios desafíos importantes con miras a realizar cambios políticos y sociales. En este contexto, cobra un significado aún mayor vuestro papel de líderes de la comunidad católica, que reconocen la conveniencia y la necesidad de un diálogo constructivo con todos los sectores de la sociedad sobre las justas y sólidas bases de la vida social. Ese diálogo, a la vez que trata de mantener abiertos todos los canales de comunicación con paciencia y buena voluntad, no os impide exponer abiertamente y con respeto las convicciones de la Iglesia, sobre todo las que atañen a asuntos tan importantes como la justicia y la imparcialidad para todos los ciudadanos, el respeto a los derechos humanos, la libertad religiosa y la verdad moral objetiva, que deberían reflejarse en la legislación civil.

Es de suma importancia que todos los nigerianos colaboren con el fin de garantizar que los cambios necesarios se realicen pacíficamente y sin que sufran indebidamente los sectores más débiles de la población. Así pues, es evidente que los generosos esfuerzos de los pastores y de los fieles, en estrecha colaboración con los cristianos de otras Iglesias y comunidades eclesiales, desempeñan un papel importante para garantizar una solución positiva a este período de transición. En efecto, como afirmaron los padres del concilio Vaticano II, una acción común de este tipo «expresa vivamente aquella conjunción por la cual están ya unidos entre sí» los cristianos y, si todos se unen al servicio del bien común, «presenta bajo una luz más plena el rostro de Cristo siervo» (Unitatis redintegratio, UR 12).

7. Este clima de diálogo y cooperación debe extenderse también a los creyentes musulmanes de buena voluntad, porque también ellos «tratan de imitar la fe de Abraham y vivir las exigencias del Decálogo» (Ecclesia in Africa, ). Hoy, al reunirme con vosotros, obispos católicos de Nigeria, reitero el llamamiento que dirigí ayer durante mi encuentro con los líderes musulmanes: un llamamiento a la paz, al entendimiento y a la colaboración mutua entre cristianos y musulmanes. El Creador de la única gran familia humana, a la que todos pertenecemos, desea que demos testimonio de la imagen divina que hay en todo ser humano, respetando a cada persona con sus valores y tradiciones religiosas, y trabajando juntos por el progreso humano y el desarrollo en todos los niveles.

Los cristianos, los musulmanes y los seguidores de la religión tradicional africana deberían seguir buscando el entendimiento recíproco. Esa actitud haría que todos los ciudadanos fueran verdaderamente libres de trabajar por el bien de la sociedad nigeriana, unidos para «promover juntos la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad para todos los hombres» (Nostra aetate, NAE 3).

8. «No nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza» (2Tm 1,7). Precisamente este espíritu, el espíritu del firme compromiso en favor del Evangelio y la plena confianza en el amor de Dios, os permitirá cumplir la misión que Dios, como obispos, os ha encomendado. Fortalecidos por la fe y la esperanza en la fuerza salvífica de Jesucristo, estaréis cada vez más preparados para afrontar «el desafío de ser instrumentos de salvación en los distintos ámbitos de la vida de los pueblos africanos» (Ecclesia in Africa, ).

Tened la certeza de que os acompañan siempre mis oraciones; y, una vez más, os confirmo mi afecto y mi estima. Encomendándoos a vosotros y a todos los fieles de Nigeria a la protección de la santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, invoco sobre vosotros «gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro» (2Tm 1,2). Amén.







JUAN PABLO II




Discurso durante la ceremonia de despedida en el aeropuerto de Abuja


Lunes 23 de marzo 1998


General Sani Abacha;
venerados hermanos en el episcopado;
autoridades de la Iglesia y del Estado;
amado pueblo de Nigeria:

1. Hace más de dieciséis años, me encontraba en el aeropuerto Murtala Mohammed de Lagos, despidiéndome del presidente Shehu Shagari y de las autoridades de la Iglesia y del Estado, después de una inolvidable visita pastoral a vuestro país. En aquella ocasión pregunté: «¿Tendré tiempo en el futuro para visitar Nigeria de nuevo? ¿Dispondrá la Providencia de Dios omnipotente y misericordioso que venga de nuevo a besar vuestra tierra, abrazar vuestros niños, alentar a vuestros jóvenes y hablar una vez más con amor y afecto de este noble pueblo y de vuestro país?» (Discurso de despedida, n. 2: cf. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de febrero de 1982, p. 19).

Repetí esa oración y ese deseo muchas veces durante los últimos años. Ahora puedo dar gracias a Dios porque mis oraciones han sido escuchadas y me ha sido posible realizar esta nueva visita, breve pero fructuosa, a vuestro amado país. Os aseguro a todos que, de la misma forma que aún recuerdo con afecto mi visita anterior, también estos pocos días tendrán un lugar especial en mi memoria y en mi corazón.

2. Ahora ha llegado de nuevo el momento de la despedida. Agradezco a su excelencia el jefe del Estado, a los miembros del Gobierno y a su equipo de colaboradores la cordial acogida y la sincera bienvenida. Os doy las gracias a vosotros, obispos católicos de Nigeria, y a todos los sacerdotes, los religiosos y los fieles laicos, que habéis participado con tanta alegría en la beatificación del padre Cipriano Miguel Iwene Tansi y en otros momentos de mi breve estancia entre vosotros. Agradezco a los pilotos y a los conductores, a los encargados de la seguridad y a los defensores de la paz, así como a los profesionales de los medios de comunicación social, que han empleado su tiempo y sus capacidades para hacer que esta visita fuera un éxito.

Renuevo mi estima y mi gratitud a los representantes de las demás Iglesias y comunidades eclesiales cristianas, que han participado en los eventos de estos días. En el umbral del tercer milenio, nuestra amistad y nuestra colaboración ecuménicas deben ser cada vez más intensas; una actitud de confianza y respeto debe caracterizar a todos los discípulos de Cristo, mientras caminamos por la senda de una comprensión y de una ayuda recíproca cada vez mayores.

Expreso también mi agradecimiento a los miembros de la comunidad musulmana por su presencia y su participación. Pido a Dios que el compromiso de los cristianos y los musulmanes por crear vínculos de conocimiento y de respeto recíprocos crezca y dé frutos, para que todos los que creen en el único Dios trabajen juntos por el bien de la sociedad, en Nigeria y en el mundo.

Asimismo, deseo dirigir unas palabras de estima en particular a los seguidores de la religión tradicional africana, asegurándoles que la Iglesia católica, a través de sus esfuerzos por inculturar el Evangelio, trata de destacar los elementos positivos de la herencia religiosa y cultural de África y construir a partir de ellos.

3. Queridos hermanos y hermanas católicos, conozco y he experimentado de nuevo vuestro deseo de colaborar con vuestros compatriotas a fin de promover una mayor justicia y una vida mejor para vosotros y para vuestros hijos. Los tiempos están maduros para que vuestra nación reúna sus riquezas materiales y sus energías espirituales, superando todo lo que es causa de división, a fin de que reinen la unidad, la solidaridad y la paz. Quedan aún muchas dificultades por afrontar, y no conviene subestimar el duro trabajo que es preciso realizar. Pero no estáis solos en esta importante empresa: el Papa está con vosotros, la Iglesia católica os apoya, y Dios mismo os dará la fuerza y el valor para construir un futuro luminoso y duradero, basado en el respeto de la dignidad y de los derechos de todo ser humano.

Al despedirme de vosotros, hace dieciséis años, dirigí mis últimas palabras a los niños de Nigeria, recordándoles que Dios los ama y que reflejan el amor de Dios. Esos niños ya han crecido y probablemente muchos de ellos, a su vez, tienen hijos; pero el mensaje que dejo hoy es el mismo que dejé entonces. Los niños y los jóvenes de África deben ser protegidos de las terribles penalidades que sufren miles de víctimas inocentes, obligadas a convertirse en refugiados, abandonadas al hambre o impíamente raptadas, maltratadas, esclavizadas o asesinadas. Todos debemos trabajar por un mundo en que ningún niño sea privado de la paz y de la seguridad, de una vida familiar estable, del derecho a crecer sin miedo y sin ansiedad.

4. Deseo que sepáis que Nigeria y todos los nigerianos están siempre presentes en mis oraciones. Dios todopoderoso, Señor de la historia, os dará la sabiduría y la perseverancia para proseguir con valentía en la promoción del desarrollo y la paz. Vuestro país posee los recursos necesarios para eliminar los obstáculos que entorpecen el progreso y para edificar una sociedad justa y armoniosa. Deseo también renovar el llamamiento que he dirigido en varias ocasiones a la comunidad internacional, para que no ignore las necesidades de África, y para que coopere con vosotros y, con un espíritu de creciente colaboración, sostenga todos los esfuerzos encaminados a asegurar el desarrollo y el crecimiento pacífico del continente. Todos los nigerianos deben poder sentirse orgullosos de su nación; todos deben participar en la construcción del futuro. Esta es la oración que dirijo a Dios todopoderoso por vosotros.

Dios bendiga a Nigeria y a todos los nigerianos. Dios sostenga a todos los pueblos de África.










Discursos 1998