Discursos 1998 - Jueves 30 de abril de 1998


A LOS CONSEJOS NACIONALES


DE LOS CONSULTORES DEL TRABAJO


DE ITALIA, ESPAÑA Y POLONIA


Jueves 30 de abril de 1998



Ilustres señoras y señores:

1. Me alegra encontrarme con vosotros, acogiendo con gratitud un deseo vuestro, que habéis manifestado ya desde hace tiempo. Representáis de modo muy cualificado la categoría profesional de los consultores del trabajo, tal como se expresa a nivel institucional en Italia, España y Polonia, es decir, en los tres consejos nacionales de las respectivas organizaciones.

Agradezco a la señora Gabriella Perini las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.

Quisiera expresaros, ante todo, mi satisfacción por la conexión que habéis sabido crear entre las respectivas organizaciones nacionales mediante vínculos que se basan, fundamentalmente, en la comunión de intereses y de problemas profesionales, pero que también se refuerzan y confirman gracias a la concepción del hombre y de la sociedad inspirada en el mensaje cristiano y en la doctrina social de la Iglesia.

La ocasión es, pues, oportuna para recordar algunos contenidos generales de esa concepción, con la convicción de que será útil para vuestros objetivos específicos.

2. Desde el punto de vista de la ética social, el interés principal de vuestra profesión nace del hecho de que se ocupa del trabajo mismo, o mejor, de las relaciones de trabajo, para garantizar la corrección y la seguridad en sus diferentes fases, a fin de salvaguardar la dignidad de la persona y de la familia, respetando las legítimas razones de la empresa.

He querido dedicar el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año, en que se celebra el 50 aniversario de la Declaración universal de derechos del hombre, al tema de la justicia. No cabe duda de que promover relaciones de trabajo realmente dignas de la persona humana significa trabajar para consolidar la justicia, poniendo así las premisas para una paz auténtica y duradera.

En esta perspectiva, las exigencias a las que debéis responder son múltiples. Evidentemente, la primera de todas es la de favorecer el empleo y combatir el desempleo. Este último es, en todo caso, un mal y, cuando alcanza determinados niveles, puede transformarse en una verdadera calamidad social, más dolorosa aún si se consideran las consecuencias nefastas que conlleva para las familias y los jóvenes.

La alta tasa de desempleo trae consigo serios riesgos de explotación. Por eso, es necesario velar atentamente por la equidad del salario y las condiciones de trabajo, para que se garanticen los derechos a la salud, al descanso y a la seguridad social.

¿Y qué decir, además, del trabajo que la madre realiza en la familia? ¿No se debería actuar con mayor atención en favor de una legítima revalorización social de las tareas maternas? Deseo de corazón que consideréis estas exigencias manifestadas en muchos ámbitos, valorando concretamente la fatiga que implican los quehaceres domésticos y la necesidad de atención, amor y afecto que tienen los hijos de parte de sus padres y, especialmente, de su madre.

3. Ilustres señores y señoras, gracias por vuestro empeño y por los justos esfuerzos que realizáis para tutelar los derechos de los trabajadores. De todos es sabido que un buen servicio a las legítimas exigencias de cuantos están unidos por la misma profesión no puede menos de tener en cuenta las limitaciones impuestas por la situación económica general del país.

Pienso en este momento en lo que están haciendo Italia, España y Polonia para favorecer el anhelado crecimiento en la libertad y la solidaridad. Pienso también en las iniciativas orientadas a apresurar la construcción de una Europa a su vez más libre y solidaria. Ojalá que vuestro compromiso sea un valioso estímulo para la armonización de los ordenamientos jurídicos de vuestros respectivos países en el campo del trabajo. Eso contribuirá eficazmente a hacer que los pueblos del continente avancen hacia la recíproca integración, que será sin duda ventajosa para todos.

Junto con ese anhelo, os expreso mis mejores deseos a vosotros y a vuestras familias, mientras os bendigo de corazón.









Mayo de 1998




A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO EUROPEO


DE CAPELLANES UNIVERSITARIOS


Viernes 1 de mayo de 1998



Amadísimos capellanes universitarios:

1. Me alegra acogeros en esta audiencia especial, que tiene lugar con ocasión del congreso organizado para celebrar el quincuagésimo aniversario de la capilla de la universidad «La Sapienza». Representáis aquí a muchas e ilustres universidades de varios países de Europa. Deseo expresaros mi aprecio por la generosa disponibilidad con que habéis respondido a la invitación de la Congregación para la educación católica y de los Consejos pontificios para los laicos y para la cultura, permitiendo realizar con vuestra participación este encuentro de notable importancia pastoral.

Agradezco al señor cardenal Pio Laghi el cordial saludo con que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos. Saludo, asimismo, a los demás señores cardenales, que honran con su presencia este encuentro. Una palabra de especial aprobación merecen también el Consejo de las Conferencias episcopales de Europa, la comisión diocesana para la pastoral universitaria del Vicariato de Roma y el rector magnífico de la universidad «La Sapienza», por su solícita contribución a la realización de esta iniciativa.

El tema elegido para vuestros trabajos brinda la oportunidad de verificar y profundizar las orientaciones pastorales sugeridas en el documento «Presencia de la Iglesia en la universidad y en la cultura universitaria», y de aplicarlas a la luz del camino de nueva evangelización que se va realizando en Europa después de la Asamblea especial del Sínodo de los obispos, que se celebró en 1991.

2. Como dije a los obispos europeos hace algunos años, «la Europa a la que somos enviados ha sufrido tales y tantas transformaciones culturales, políticas, sociales y económicas, que es preciso plantear el problema de la evangelización en términos totalmente nuevos. Podríamos incluso decir que Europa, tal como está configurada después de las complejas vicisitudes del último siglo, ha presentado al cristianismo y a la Iglesia el desafío más radical que ha conocido la historia, pero al mismo tiempo abre hoy nuevas y creativas posibilidades de anuncio y de encarnación del Evangelio» (Discurso al Consejo de las Conferencias episcopales de Europa, 11 de octubre de 1985, n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de octubre de 1985, p. 9). Nuestra época, tan rica en medios en los países de alto nivel de desarrollo tecnológico, se presenta dramáticamente pobre en objetivos. El hombre de hoy, desprovisto de referencias objetivas y de valores, también está herido por un escepticismo difundido en los fundamentos mismos del saber y de la ética; se encierra frecuentemente en perspectivas reducidas y se contenta con apoyos precarios.

En estos momentos de relativismo, una cultura que exalte de manera absoluta a la persona y ya no la impulse a la solidaridad se expone al riesgo de ver que la libertad se transforma en dominio de los más fuertes sobre los más débiles, en contradicción consigo misma. Esto compromete las relaciones personales, empobrece y deforma la convivencia, y sujeta el saber al poder de un pensamiento que lo explota.

3. La pastoral universitaria, cuyo corazón palpitante es la capellanía, tiene el cometido de establecer con dinámica confiada y paciente las coordenadas entre las que es posible insertar el Evangelio, indicando sin incertidumbres como centro de la desorientación actual la ausencia del sentido de Dios. En efecto, como enseña el concilio Vaticano II, «por el olvido de Dios la criatura misma queda obscurecida» (Gaudium et spes GS 36).

Sin una referencia compartida respecto a los valores objetivos, incluso la convergencia cultural sobre la dignidad de la persona y sobre el valor de la vida —aun tan difundida— corre el riesgo de permanecer insignificante. La verdad cristiana es atrayente y persuasiva precisamente cuando sabe ofrecer orientaciones firmes a la existencia humana, anunciando de manera convincente a Cristo, que toma de la mano al caminante inseguro y dudoso, para mostrarle la dirección y la meta. Dice Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).

La fe cristiana, don gratuito de Dios, es, pues, una opción motivada y razonable: se confronta seriamente con las exigencias auténticas del espíritu humano; estima la reflexión atenta y no teme el juicio riguroso de un profundo examen crítico.

En este contexto se inserta muy felizmente la celebración del cincuentenario de la capilla de la universidad «La Sapienza ». Don lleno de intuición profética de mi venerado predecesor el Papa Pío XII, es para la comunidad universitaria de Roma una presencia de elevado horizonte pastoral y cultural.

4. Mi pensamiento va ahora a todas las capellanías presentes en las universidades de Europa, que, según una larga tradición, proporcionan a sus comunidades universitarias momentos de reflexión religiosa y un impulso hacia la renovación de la cultura cristiana. Vuestra presencia, queridos capellanes y agentes pastorales, es testimonio vivo de una sabia tradición, capaz de dar respuestas concretas a las necesidades actuales. Os animo a continuar vuestros esfuerzos e intensificar el compromiso apostólico que os caracteriza. La capilla universitaria es un lugar del espíritu, en el que los creyentes en Cristo, que participan de diferentes modos en el estudio académico, pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas, en el que la vida recibida en el bautismo crece y se desarrolla sistemáticamente. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos. En el marco de una modernidad en decadencia, la capilla universitaria está llamada a ser un centro vital para promover la renovación cristiana de la cultura mediante un diálogo respetuoso y franco, unas razones claras y bien fundadas (cf. 1P 3,15), y un testimonio que cuestione y convenza.

En esta perspectiva, el trabajo de las capellanías universitarias cobra gran importancia para ayudar a los universitarios, y en particular a los jóvenes, a estar mejor informados y mejor preparados para el gran jubileo. Para el año 2000 están programados un encuentro internacional de profesores universitarios y la Jornada mundial de la juventud. Se trata de dos acontecimientos muy significativos, que requieren una colaboración más estrecha entre las capellanías universitarias, tanto a nivel nacional como europeo, con vistas a asegurar una preparación específica y una participación más efectiva por parte del sector universitario.

5. La capilla universitaria se presenta, pues, como una estructura pastoralmente idónea para responder al anhelo de salvación que palpita en el corazón del hombre y se manifiesta, a veces de forma contradictoria, también en nuestro tiempo, particularmente en la vida de los jóvenes.

Los nuevos perfiles de la pastoral universitaria constituyen la modalidad específica con que la Iglesia quiere insertarse de manera cada vez más eficaz, competente y respetuosa en los lugares donde maduran las opciones de pensamiento, de las que dependerán muchos comportamientos personales y sociales de las generaciones futuras.

La obra de evangelización de las capellanías universitarias quiere ayudar al hombre de hoy, sobre todo a las nuevas generaciones, a desenmascarar el carácter ilusorio de muchos sucedáneos culturales y a superar la sugestión recurrente de las figuras mudas de los ídolos, mediante la reconquista de la libertad interior, que abre al servicio del Dios vivo y verdadero (cf. 1Th 1,9).

La capellanía, en diálogo intenso con los diversos componentes de la universidad y experta en la atención espiritual personalizada, responde así a la exigencia de animar, tanto en el sector académico como en el de las comunidades cristianas, el compromiso de la búsqueda de Dios y el testimonio de la fe.

Estoy convencido de que las contribuciones de ilustres relatores y el intercambio de experiencias entre las diversas capellanías brindarán un valioso impulso a la pastoral universitaria y pondrán en marcha una obra de evangelización más eficaz en este importante sector de la sociedad europea.

Deseo saludar, asimismo, a los capellanes universitarios procedentes de Polonia y de los demás países de Europa central. También yo podría formar parte de vuestro grupo, pues, como se dice en el mundo del deporte, soy un «veterano», o, en lenguaje académico, un «senior».

Os expreso mi deseo de que prosigáis enriqueciendo las buenas tradiciones de la pastoral universitaria en Cracovia y en toda Polonia.

¡Que Dios os bendiga!

Con estos deseos, os renuevo a todos mi cordial saludo y os imparto con mucho gusto, como prenda de un servicio fructuoso, una particular bendición apostólica, que extiendo a vuestros colaboradores y a cuantos animan con empeño vuestras capellanías.








A LOS FORMADORES Y ALUMNOS


DEL COLEGIO BALLERINI DE MILÁN


Sábado 2 de mayo de 1998



Amadísimos formadores y alumnos del colegio Ballerini:

1. Me alegra acogeros en la singular circunstancia del centenario de vuestro colegio y daros a todos mi cordial bienvenida. Saludo, ante todo, al rector, monseñor Luigi Schiatti, y a los diversos colaboradores y educadores, que se dedican con generosidad a la animación cristiana de esta benemérita institución.

Os saludo con afecto también a vosotros, queridos jóvenes y muchachos, que en gran número habéis venido hoy aquí, junto con vuestros familiares. A cada uno va mi más profundo agradecimiento por esta visita, que se inserta en la peregrinación que estáis haciendo a los lugares de Roma sagrados para nuestra fe. Espero que volváis a casa enriquecidos con frutos espirituales y santos propósitos para vuestra vida personal y para la del colegio.

2. Conmemoráis los cien años de actividad de vuestro instituto. Al echar una mirada al siglo transcurrido, nos sentimos casi perdidos frente a las complejas vicisitudes que lo caracterizaron. Pues bien, aun en medio de esas vicisitudes, el colegio Ballerini, con sorprendente continuidad, ha mantenido con firmeza y constancia su fisonomía de centro serio y exigente de formación humana y cristiana, siguiendo la orientación marcada por el fundador, don Angelo Longoni, figura eminente del clero milanés en los años del final del siglo XIX y del inicio del XX.

A lo largo de este tiempo, el Colegio ha seguido siendo un centro de auténtica promoción cultural y religiosa, no sólo para la ciudad de Seregno, sino también para todo el territorio limítrofe. En efecto, son muchos los alumnos ilustres por méritos culturales, sociales y eclesiales, que se formaron en él, siguiendo «la pedagogía del corazón y de la fe», como soléis definirla.

Mientras damos gracias al Señor por el bien realizado, no podemos menos de notar que las vicisitudes que atravesó vuestro colegio nos hacen reflexionar sobre cómo, en realidad, con el paso de los años, el bien sembrado, aun en medio de dificultades y fatigas, da su fruto. Y esto se convierte en una invitación a comprometerse cada vez más en la construcción de una sociedad civil bien estructurada, promoviendo los valores evangélicos con valentía, tenacidad y confianza. Queridos educadores y alumnos, os deseo hoy a todos que, conscientes de la importancia de una formación inspirada en un auténtico humanismo cristiano, perseveréis en vuestras respectivas tareas, manteniendo siempre vivo el celo apostólico que distinguió a vuestro inolvidable fundador y a sus colaboradores.

3. Quisiera dirigiros una palabra en particular a vosotros, amadísimos muchachos y jóvenes, que sois la parte preponderante del Colegio y constituís su esperanza para el futuro. Tened siempre ante vuestra mirada el rostro luminoso de Cristo, que os llama a ser auténticamente libres y protagonistas de vuestra existencia. Su pasión, muerte y resurrección son una elocuente llamada a afrontar con madurez consciente los obstáculos y los desafíos de la vida, con la seguridad de que el Señor resucitado, como nos recordó la liturgia durante la Vigilia pascual, es «rey eterno que ha vencido las tinieblas del mundo». Sólo él es el camino, la verdad y la vida.

El ser humano, aun con las admirables capacidades que caracterizan su inteligencia, sólo logra balbucear cuando se trata de definir el sentido último de la existencia y el fin auténtico de la vida y la muerte. La investigación científica y filosófica, si se realiza de modo honrado y abierto a la verdad, lleva casi naturalmente a abrir el corazón al misterio de Dios trascendente, descubriendo así finalmente respuestas apropiadas. Cristo sale al encuentro de nuestra sed de infinito con su palabra de salvación. Se encarnó para iluminar nuestra existencia.

Queridos padres y queridos educadores, ayudad con el ejemplo a vuestros hijos y alumnos a recorrer el camino que conduce a Cristo, luz del mundo. Y vosotros, queridos jóvenes y muchachos, de todas las edades y de todas las clases, agradeced el hecho de vivir en un ambiente donde es más fácil conocer y amar a Jesús y donde os preparáis para ser mensajeros de su Evangelio en todos los lugares a donde os lleven las circunstancias de la vida. Jesús camina con vosotros: os deseo de corazón que sintáis siempre la alegría y el consuelo de su presencia luminosa y fortalecedora.

4. Queridos hermanos, acabamos de empezar el mes de mayo, dedicado tradicionalmente a la Virgen. Se trata también del período conclusivo de la actividad de la escuela. Os encomiendo a cada uno a María santísima. Monseñor Paolo Angelo Ballerini profesó una tierna devoción a la santísima Virgen, aprendiendo de ella a cultivar un constante anhelo espiritual y un intenso empeño de estudio, que lo llevó a conjugar singularmente la bondad con el saber. Queridos hermanos, que así sea también para vosotros. Como él, mirad a María; invocadla con confianza filial; imitadla con docilidad fiel. Que la Madre de Dios reine siempre en vuestra vida y en vuestro colegio.

Con estos deseos, os imparto complacido la propiciadora bendición apostólica, que extiendo a todos vuestros seres queridos.









MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO


SOBRE LA CUESTIÓN DEL TRABAJO




Al venerado hermano

FERNANDO CHARRIER

obispo de Alessandria
presidente de la comisión de la Conferencia episcopal italiana
para los problemas sociales y el trabajo

1. Me alegra dirigir mi saludo y expresar mis mejores deseos a los participantes en el Congreso nacional sobre «La cuestión del trabajo hoy. Nuevas fronteras de la evangelización», que se celebrará en Roma durante los próximos días. En particular, deseo saludar con afecto al cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia episcopal italiana, y a usted, venerado hermano, que se ha hecho promotor de esta próvida iniciativa. Mi pensamiento va, además, a los numerosos agentes pastorales de las diócesis y a los representantes de las asociaciones laicales que, con su presencia, testimonian de modo elocuente la atención que presta la Iglesia que está en Italia al mundo del trabajo y su voluntad de estar en la historia con amor, llevando a todos el anuncio de salvación del Resucitado.

La inserción de la celebración del Congreso en el segundo año de preparación inmediata para el gran jubileo del 2000, dedicado a la reflexión sobre la presencia del Espíritu Santo en la comunidad cristiana y en el mundo, subraya el deseo de los organizadores de poner el Congreso bajo la protección de Aquel que guía hacia la verdad completa (cf. Jn Jn 16,13), para captar los numerosos desafíos y las exigencias de justicia y solidaridad presentes en el mundo del trabajo.

2. El actual ámbito sociocultural, notablemente cambiado, plantea de manera nueva la cuestión del trabajo. No podemos por menos de notar la precaria situación de quienes no logran encontrar un empleo, los dramas de tantas familias afectadas por el desempleo y la preocupante condición de los jóvenes que buscan su primer empleo y un trabajo digno. Y ¿qué decir de aquellas personas, especialmente mujeres, menores e inmigrantes, que se ven obligadas a realizar un trabajo «negro» y carecen de las más elementales garantías jurídicas y económicas?

La nueva situación, que privilegia de hecho a las empresas y al sector de servicios, también pone de manifiesto las dificultades que deben afrontar los trabajadores del mundo rural y artesanal, en otro tiempo estructura fundamental de la economía italiana, que hoy sufre una fuerte crisis. No podemos ignorar la petición, presentada con creciente insistencia por parte de estas clases sociales, de que se les reconozca un papel socioeconómico adecuado.

No menos digno de consideración es el punto de vista instrumental y utilitario, desde el que se afrontan a menudo los problemas del trabajo, con la consiguiente y difundida pérdida de los valores de la solidaridad y del respeto a la persona. Síntomas reveladores de esta visión son, entre otros, las condiciones carentes de seguridad en los lugares de trabajo y la búsqueda de beneficios a toda costa.

Además, si proyectamos la reflexión a dimensiones mundiales, no podemos menos de subrayar, en los países que ya se han encaminado hacia la así llamada tercera fase de industrialización, el fenómeno cada vez más marcado de la globalización de la economía y de las finanzas. Este fenómeno exige soluciones que puedan garantizar la perspectiva irrenunciable del bien común.

A la universalización de la economía se asocia, también en naciones desarrolladas como Italia, el riesgo de la exclusión de algunas áreas geográficas de los proyectos de desarrollo, con los consiguientes perjuicios para los jóvenes y para quienes no están preparados para afrontar las rápidas innovaciones tecnológicas. Esto crea un inquietante sentido de inseguridad y de malestar, sobre todo en los sectores más débiles de la población.

A pesar de ello, en el mundo del trabajo no faltan prometedores fermentos de esperanza. Va emergiendo en él una nueva cultura que, en sintonía con la doctrina social de la Iglesia, considera como factor decisivo de la producción «al hombre mismo, es decir, su capacidad de conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás» (Centesimus annus CA 32).

Además, se va tomando conciencia de que es posible extender el bienestar social y económico a todo el planeta, ofreciendo a todos los pueblos la oportunidad de realizar su auténtico desarrollo.

3. Las fronteras inéditas de la cuestión del trabajo comprometen a los cristianos y a los hombres de buena voluntad a reconstruir el sentido de la actividad humana en sus dimensiones personales, familiares y comunitarias, superando las tentaciones recurrentes del egoísmo, del corporativismo y de la supremacía del más fuerte.

En este compromiso, que requiere la cooperación de todos, a los creyentes se les pide que den su contribución peculiar: llamados a ser en el mundo signos auténticos del amor de Dios, no pueden menos de sentir la necesidad de superar los ámbitos estrechos del propio grupo o del propio país, respondiendo a la globalización de los sistemas económicos con la globalización del compromiso de solidaridad con respecto a las generaciones presentes y futuras.

El Espíritu, que invita al hombre a colaborar responsablemente en la humanización del mundo y a construir relaciones de fraternidad, lealtad y justicia, pide a los cristianos que se comprometan a promover entre los diversos sectores sociales el diálogo y la disponibilidad necesarios para realizar el bien común, afrontando con valentía sobre todo los problemas de los más débiles y de los más pobres. A la cultura de la conquista y de la competencia sin reglas, que al parecer caracteriza el mercado internacional, deben oponer opciones concretas que tiendan a promover un sistema político y social fundado en el reconocimiento de la dignidad de toda persona y en el respeto al ambiente.

Vuestro congreso reflexionará, sin duda, en estas cuestiones de gran importancia social y pastoral. Deseo de corazón que dé una contribución significativa a la renovación del mundo del trabajo en la línea de la realización de «una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación» (Centesimus annus CA 34), escribiendo al mismo tiempo un capítulo importante del proyecto cultural de la Iglesia en Italia, encaminado a transformar profundamente toda la sociedad, gracias al anuncio y al testimonio del Evangelio.

4. En efecto, el Espíritu que «es, también para nuestra época, el agente principal de la nueva evangelización» (Tertio millennio adveniente TMA 45), impulsa a los cristianos a anunciar el Evangelio en el mundo del trabajo y la economía. Este compromiso forma parte de la misión del pueblo de Dios y de su servicio a todo hombre y a todo el hombre. La mayor conciencia de que «no existe verdadera solución para la .cuestión social. fuera del Evangelio y que, por otra parte, las .cosas nuevas. pueden hallar en él su propio espacio de verdad y el debido planteamiento moral» (Centesimus annus CA 5), interpela con fuerza a la comunidad cristiana impulsándola a ser signo auténtico de esperanza, a fin de brindar al hombre de hoy «motivaciones sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al proyecto de Dios» (Tertio millennio adveniente TMA 45).

Sólo redescubriendo los valores espirituales puede lograrse la solución de los múltiples problemas del hombre. No basta dar respuestas concretas a interrogantes económicos y materiales; hay que suscitar y cultivar una auténtica espiritualidad del trabajo, que ayude a los hombres a acercarse a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos acerca del hombre y del mundo, y a profundizar en su vida la amistad con Cristo (cf. Laborem exercens LE 24).

5. En sintonía con la experiencia de María y de los Apóstoles en el cenáculo, que este tiempo pascual ofrece a nuestra consideración, el creyente está llamado a orientar su oración «a los destinos salvíficos hacia los cuales el Espíritu Santo abre los corazones con su acción a través de toda la historia del hombre en la tierra» (Dominum et vivificantem DEV 66). Al alimentar la propia fe en el encuentro con el Señor, trabajará para mantener viva la esperanza en el corazón de los hombres y de los responsables de las instituciones, a fin de que pongan especial esmero en promover y defender la dignidad de la persona.

La cuestión del trabajo constituye hoy un gran desafío para la comunidad cristiana y, particularmente, para los fieles laicos, impulsados al deber fundamental de «animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de paz y de justicia» (Sollicitudo rei socialis SRS 47), aplicando medidas inspiradas en la solidaridad y en el amor preferencial a los pobres.

Ojalá que vuestro congreso, aprovechando los signos positivos presentes en la realidad italiana, descubra nuevos caminos de evangelización del mundo del trabajo y ofrezca indicaciones y apoyos oportunos para resolver los numerosos problemas planteados.

Estoy seguro de que, mientras se vislumbran acontecimientos capaces de cambiar el rostro de Europa, diseñando nuevos escenarios sociales y económicos, el compromiso de los católicos de Italia suscitará en los responsables de la administración pública opciones valientes, para construir una sociedad más libre, democrática y justa, tanto a nivel nacional como mundial.

Con estos deseos, invocando la protección de la Madre del Redentor sobre usted, venerado hermano en el episcopado, sobre los participantes en el congreso y sobre cuantos trabajan por la humanización del trabajo, os imparto con afecto a todos una especial bendición apostólica, propiciadora de la gracia y de la paz del Salvador.

Vaticano, 6 de mayo de 1998



IOANNES PAULUS II







A LA JUVENTUD FRANCISCANA


Sábado 9 de mayo de 1998



Amadísimos jóvenes franciscanos:

1. Me alegra encontrarme con vosotros con ocasión del quincuagésimo aniversario de vuestra fundación y del vigésimo aniversario de la aprobación de la Regla de la orden franciscana secular por parte de mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI. Os saludo a todos con afecto. Dirijo un cordial saludo a los responsables y a los asistentes espirituales. Agradezco, en particular, a vuestro representante las amables palabras que me ha dirigido y el interesante cuadro que ha esbozado de las actividades espirituales y pastorales de la Juventud franciscana.

Al cumplir cincuenta años vuestra asociación, deseáis renovar el entusiasmo de los comienzos, profundizando en la espiritualidad y los valores franciscanos.

Las importantes celebraciones de estos días os ayudan, pues, a reflexionar en vuestra misión específica dentro de la gran familia franciscana, a la que podéis brindar la colaboración entusiasta de vuestra juventud, sostenida por el impulso de vuestros ideales.

2. San Francisco y santa Clara de Asís ejercen una fascinación extraordinaria también en nuestra época. En ellos y en su ejemplo de vida evangélica se inspiran muchos jóvenes en sus opciones fundamentales de vida, compartiendo su ideal de seguimiento radical de Cristo. En particular, vuestra asociación, en comunión con la primera orden y con la orden franciscana seglar, se compromete a «pasar del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio» (Estatuto, n. 3; cf. Regla o.f.s., art. 4). Os comprometéis así a conformar cada vez más vuestra existencia a la enseñanza de Cristo, esforzándoos por testimoniarlo con la palabra y el ejemplo. Este itinerario ascético y apostólico os caracteriza como jóvenes franciscanos; os ayuda a convertiros en adultos en la fe, a ser apóstoles en la comunidad eclesial y a comportaros en la sociedad como personas responsables, capaces de aceptar con valentía el papel al que os llama la Providencia.

En este exigente itinerario de formación humana y cristiana no estáis solos, ya que la Juventud franciscana es constitutivamente una vocación a crecer en la fraternidad. Siguiendo la intuición originaria de san Francisco, sabéis bien que un ambiente en el que se vive como hermanos estimula e impulsa a cada uno a abrirse al prójimo, valorando adecuadamente sus propias potencialidades. Al mismo tiempo, se puede recibir la amistad y el apoyo de los demás. Por tanto, el elemento central de vuestra identidad franciscana es la presencia del hermano que hay que acoger, escuchar, perdonar y amar: en su rostro, vosotros, como san Francisco, debéis reconocer el de Cristo, especialmente cuando se trata de los más pequeños y de los últimos.

3. Esta vocación fundamental a la fraternidad, característica de la Juventud franciscana, os permite insertaros bien en la comunidad eclesial en la que, con espíritu de pobreza y de «minoridad », prestáis un apreciado servicio, humilde y obediente, según el carisma franciscano específico. De todos es sabido cuánto amaba san Francisco a la Iglesia y con cuánta firmeza indicaba a quienes lo seguían el ideal de la inserción plena en la comunidad eclesial, diocesana y universal.

Vuestro Estatuto recuerda oportunamente ese estilo de vida cuando afirma que «los jóvenes franciscanos viven la fraternidad como un signo visible de la Iglesia, comunidad de amor y ambiente privilegiado en el que se desarrollan el sentido eclesial y la vocación cristiana y franciscana, así como lugar en el que se anima naturalmente la vida apostólica de sus miembros»; y añade que ellos «se insertan plenamente, de modo activo y eficaz, en la vida de la Iglesia particular, abriéndose a todas las perspectivas ministeriales y pastorales» (Estatuto, n. 7). Por tanto, la Juventud franciscana representa un luminoso ideal de vida, que aceptáis responsablemente a través de la «promesa». Para realizar este ideal, es indispensable cultivar una relación vital con Cristo, a través de una intensa vida sacramental y, sobre todo, mediante una referencia constante a la Eucaristía, tan amada por el Poverello de Asís (cf. Fonti francescane, nn. 113-114; 207-209). Es necesario, además, que alimentéis en vosotros un auténtico espíritu de penitencia y conversión, preparándoos para celebrar el gran jubileo del año 2000. Esforzaos también por hacer realidad en nuestro tiempo la llamada que el Señor dirigió a san Francisco para que «reparara» su casa (cf. ib., nn. 1.038 y 1.334), colaborando activamente con los obispos y los sacerdotes.

En la actual sociedad de consumo, en la que a menudo parece que prevalecen los intereses económicos, testimoniad un respeto nuevo y más profundo a los bienes de la naturaleza. Sed constructores de paz (cf. Mt Mt 5,9) y promotores de la dignidad de todo hombre, respetado en su realidad de hijo de Dios y amado como un hermano en Cristo.

4. Que María, invocada por san Francisco con los sugestivos títulos de «Señora santa, Reina santísima y Madre de Dios» (Saludo a la Virgen; cf. Fonti francescane, n. 259), sea vuestro modelo y vuestra guía. Ella, dócil a los proyectos de Dios, os obtenga de su Hijo divino luz y fuerza, para que podáis responder generosamente a vuestra vocación.

Mientras os renuevo mi cordial felicitación por los significativos aniversarios que estáis recordando durante estos días, invoco sobre vosotros la protección celestial de san Francisco y santa Clara, así como la del ejército de los santos y beatos que honran a toda la familia franciscana, y os imparto de corazón a vosotros, a vuestros responsables y asistentes espirituales, a vuestras fraternidades y a todos los jóvenes franciscanos, una especial bendición apostólica.








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