Discursos 1999 29

29 La libertad no es la capacidad de hacer todo lo que queremos y cuando queremos. Por el contrario, la libertad es la capacidad de vivir responsablemente la verdad de nuestra relación con Dios y con los demás. Acordaos de lo que dijo Jesús: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32). No permitáis que nadie os engañe o impida ver lo que realmente importa. Dirigíos a Jesús, escuchadlo y descubrid el significado y la orientación verdaderos de vuestra vida.

4. Sois hijos de la luz (cf. Jn Jn 12,36). Pertenecéis a Cristo, que os ha llamado por vuestro nombre. Vuestra primera responsabilidad es llegar a conocerlo lo más posible en vuestras parroquias, mediante la educación religiosa en vuestros institutos y colegios, en vuestros grupos juveniles y en los centros Newman.

Sin embargo, sólo llegaréis a conocerlo de manera personal y verdadera con la oración. Tenéis que hablar con él y escucharlo.

Hoy estamos viviendo en una época de comunicaciones inmediatas. Pero, ¿os dais cuenta de que la oración es una forma única de comunicación? La oración nos permite encontrar a Dios en lo más profundo de nuestro ser. Nos conecta directamente con el Dios vivo: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en un constante intercambio de amor.

A través de la oración aprenderéis a convertiros en la luz del mundo, porque con la oración llegaréis a ser uno con la fuente de nuestra verdadera luz, Jesús mismo.

5. Cada uno de vosotros tiene una misión particular en la vida, y está llamado a ser discípulo de Cristo. Muchos de vosotros servirán a Dios en la vocación a la vida matrimonial cristiana; otros lo servirán como personas consagradas; otros como sacerdotes y religiosos. Pero todos debéis ser la luz del mundo. A los que pensáis que Cristo os está invitando a seguirlo en el sacerdocio o la vida consagrada, os dirijo una exhortación personal: os pido que le abráis generosamente vuestro corazón y no retraséis vuestra respuesta. El Señor os ayudará a conocer su voluntad; os ayudará a seguir con valentía vuestra vocación.

6. Jóvenes amigos, en los días, las semanas y los años futuros, cuando os acordéis de esta tarde, recordad que el Papa vino a los Estados Unidos, a la ciudad de San Luis, a llamar a los jóvenes de América para Cristo, a invitarlos a seguirlo. Vino a exhortaros a ser la luz del mundo. «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la acogieron» (Jn 1,5). Jesús, que venció el pecado y la muerte, os recuerda: «Yo estoy con vosotros todos los días» (Mt 28,20). Os dice: «¡Ánimo! Soy yo, no temáis» (Mc 6,50).

En el horizonte de esta ciudad se encuentra el Arco de acceso, que a menudo capta la luz del sol, con sus diferentes colores y matices. Así, también vosotros, de mil maneras diversas, debéis reflejar la luz de Cristo con vuestra vida de oración y con vuestro servicio gozoso a los demás. Con la ayuda de María, la Madre de Jesús, los jóvenes de América lo harán magníficamente.

Recordad: Cristo os llama; la Iglesia os necesita; el Papa cree en vosotros y espera grandes cosas de vosotros.

¡Alabado sea Jesucristo!

(Al final, regalaron al Papa un palo de hockey. Su Santidad lo tomó en las manos y dijo:)

30 Ya estoy preparado para volver a jugar al hockey. Pero, la cuestión es saber si podré hacerlo. Tal vez después de este encuentro, esté algo más preparado.








MENSAJE DEL ROMANO PONTÍFICE A LOS NIÑOS DEL HOSPITAL INFANTIL «CARDENAL GLENNON»




Queridos niños, me alegra poder encontrarme personalmente con algunos de vosotros y abrazaros uno a uno en el Kiel Center, durante mi visita a San Luis.

Aunque no he podido reunirme con todos vosotros hoy, os llevo a todos en mi corazón. Deseo que los niños y las niñas que reciben atención médica en el Hospital infantil Cardenal Glennon, y todos los niños enfermos, dondequiera que se encuentren, sepan que el Papa ora por cada uno de ellos.

Sabéis cuánto amaba Jesús a los niños y cuánta alegría sentía al estar con ellos. También vosotros sois muy especiales para él. Algunos de vosotros y de vuestros amigos habéis sufrido mucho, y sentís el peso de lo que os ha sucedido. Deseo animaros a ser pacientes y estar cerca de Jesús, que sufrió y murió en la cruz por amor a vosotros y a mí.

A vuestro alrededor hay otras personas que os aman mucho. Entre ellas, las religiosas Franciscanas de María, que durante muchos años han dirigido fielmente este hospital. También están los que os cuidan actualmente y los que trabajan con empeño para sostener el Hospital infantil Cardenal Glennon. Y, por supuesto, están vuestras familias y vuestros amigos, que os aman mucho y quieren que seáis fuertes y valientes. Me da mucha alegría bendecirlos a todos.

Hoy pienso también en muchas otras personas enfermas de la archidiócesis de San Luis y de otros lugares. Envío mi saludo a todos los enfermos, a los que sufren y a los ancianos, y les aseguro que ocupan un lugar especial en mis oraciones diarias. Desempeñan un papel particularmente fecundo en el corazón espiritual de la Iglesia.

Invito a todos los enfermos a confiar en Jesús, que dijo: «Yo soy la resurrección y la vida» (cf. Jn Jn 11,25). En unión con él, también nuestras pruebas y nuestros sufrimientos contribuyen a la redención del mundo. Que María, su Madre, os acompañe y colme de felicidad vuestro corazón. Con mi bendición apostólica.

San Luis, 26 de enero de 1999






PALABRAS DE DESPEDIDA DE SU SANTIDAD,

PRONUNCIADAS AL FINAL DE LAS VÍSPERAS EN LA CATEDRAL DE SAN LUIS




Ahora que mi visita a San Luis está a punto de terminar, deseo expresar mi aprecio al vicepresidente Gore y a su esposa por haber venido a saludarme antes de mi regreso a Roma. Agradezco a cuantos han colaborado con el Gobierno federal todo lo que han hecho para facilitar esta visita.

Mi gratitud va al gobernador del Estado de Misuri, al alcalde de la ciudad de San Luis y a todos sus colaboradores. Doy las gracias a la policía y a todos los que se han encargado de la seguridad y el orden público. Agradezco a las comunidades civiles y comerciales de San Luis el apoyo que han brindado.

La acogida que me han reservado mis hermanos cristianos y los miembros de otras comunidades religiosas ha sido muy cordial. Espero que aceptéis mi sincero agradecimiento y la seguridad de mi amistad en la causa del ecumenismo, del diálogo y de la colaboración interreligiosos.

31 Visitar a los habitantes de San Luis ha sido una experiencia conmovedora. Habría deseado saludar personalmente a cada uno de los jóvenes del Kiel Center, a las numerosas personas reunidas en el Trans World Dome, y aquí en la basílica catedral, así como a lo largo de las calles y en el aeropuerto.

Mi gratitud va también a los cardenales y a mis hermanos en el episcopado de los Estados Unidos, que han venido a San Luis. Me ha alegrado saber que muchas otras diócesis han enviado representantes. Os lo agradezco a todos.

En especial, deseo dar las gracias a la Iglesia particular de San Luis. Tengo una deuda de gratitud con todas las personas comprometidas: organizadores, miembros de asociaciones y voluntarios, que han trabajado durante mucho tiempo y con empeño, sin hacerse ver. No olvido tampoco el apoyo oculto, pero efectivo, de todos los que han orado por el éxito espiritual de este acontecimiento, especialmente los contemplativos en sus monasterios. Quiero dirigir unas palabras de agradecimiento y estima en especial al arzobispo monseñor Rigali, que hace precisamente dos días celebró su quinto aniversario como vuestro celoso pastor.

Hace algunos meses, una peregrinación de San Luis fue a Roma. Nos encontramos en el atrio de San Pedro, donde me cantaron: «¡Reúnete conmigo en San Luis... reúnete conmigo en la catedral!». Con la ayuda de Dios, lo hemos hecho. Recordaré siempre San Luis. Os recordaré siempre a todos vosotros.

Dios bendiga a San Luis.
Dios bendiga a Estados Unidos.









Febrero de 1999




A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE GRECIA EN VISITA «AD LIMINA»


Viernes 5 de febrero de 1999



Venerados hermanos en el episcopado;
amadísimo Ordinario para los católicos griegos de rito armenio:

1. Con alegría os acojo hoy, con ocasión de vuestra peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. El primer significado de la visita ad limina es poner de relieve la comunión de las Iglesias particulares esparcidas por el mundo con el Sucesor de Pedro. Agradezco a monseñor Nicolaos Fóscolos, presidente de vuestra Conferencia episcopal, los sentimientos de afectuosa devoción que me ha manifestado y las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre.

32 Como pastores encargados de dirigir al pueblo de Dios, estáis llamados a ayudar a las comunidades a dejarse guiar por el Espíritu Santo en su deber de testimoniar el Evangelio, contribuyendo al mismo tiempo a la paz y a la concordia entre los hombres. Ante todo, quisiera deciros cuánto aprecio el ministerio que desempeñáis con diligencia. En vuestro país, donde los fieles de la Iglesia católica son una minoría, es oportuno que sigáis esforzándoos por organizar vuestra Conferencia episcopal, para realizar mejor los proyectos pastorales que habéis elaborado, respondiendo así más eficazmente a las numerosas exigencias de la misión y, al mismo tiempo, asegurando una gestión administrativa más eficaz. Desde esta perspectiva, sería oportuna la creación de un secretariado permanente, para facilitar una puesta en práctica más rápida de las decisiones adoptadas durante vuestras asambleas, llevando a cabo los proyectos pastorales que conciernen a toda la Iglesia católica en Grecia. Así, podréis sosteneros mutuamente, para responder con eficacia a las diversas exigencias del ministerio episcopal, con la colaboración de personas competentes. Para este fin, es conveniente crear ocasiones regulares de diálogo y•reflexión entre•todos los miembros de la comunidad católica. Estos encuentros, prosiguiendo vuestra reciente Sinaxis, facilitarán las reuniones eclesiales o los sínodos diocesanos, con vistas a un impulso pastoral que implique a toda la comunidad católica de vuestras diócesis.

A través de vosotros, deseo alentar cordialmente a cuantos colaboran en vuestra misión, en particular a los sacerdotes que llevan el peso del ministerio diario y tienen que afrontar, especialmente a causa de su escaso número, dificultades y tareas cada vez más vastas y arduas. Gracias a los encuentros fraternos con ellos, sabréis sostenerlos en su misión y les ayudaréis a valorar bien las actividades pastorales y a elaborar nuevos proyectos. También saludo con afecto a los fieles de vuestras diócesis, cuya tarea es esencial, puesto que, en virtud del bautismo, participan tanto en la edificación de la Iglesia como en la animación cristiana de las realidades temporales. Transmitid a los jóvenes la llamada de la Iglesia a abrir su corazón a Cristo y la invitación a participar el año próximo en las actividades previstas para la Jornada mundial de la juventud, durante la cual podrán encontrarse con muchos otros coetáneos suyos.

2. La Iglesia católica en Grecia acaba de vivir una segunda Sinaxis, en la que los representantes del clero secular, de los religiosos, de las religiosas y de los laicos, se reunieron con vosotros para dar un nuevo impulso a la vida pastoral. Se trata de una etapa significativa en vuestro itinerario apostólico, que quiere implicar a todos los fieles en una participación más activa en la vida de la Iglesia. Todos están invitados a crecer en su unión con el Salvador, mediante la oración personal, la meditación de la sagrada Escritura, la lectio divina, la vida litúrgica y sacramental y una devoción mariana filial. Éstos son los elementos necesarios para el crecimiento y la maduración espiritual y humana del cristiano.

Para poder guiar a todas las personas por el camino de la intimidad con Cristo es indispensable una intensa formación, que no se limite a una etapa inicial de la vida cristiana, sino que se desarrolle mediante un proceso permanente encaminado a sostener al cristiano en su relación diaria con Cristo y en su compromiso misionero. Por eso, animo a cada uno a continuar este camino de renovación espiritual e intelectual, para construir una comunidad de fe dedicada generosamente al anuncio y al testimonio del Evangelio.

Deseo atraer vuestra atención hacia el papel particular que desempeña en la vida de las comunidades cristianas la liturgia, en la cual cada uno descubre la profundidad del misterio divino y experimenta a la Iglesia como Cuerpo de Cristo. A este propósito, la obra de traducción de los diversos textos litúrgicos por parte de los obispos latinos requiere especial atención, para responder a las exigencias de nuestro tiempo. Basándose en los principios enunciados por la instrucción del «Consejo», publicada el 25 de enero de 1969, esta tarea debe respetar las tradiciones latinas y su relativo patrimonio litúrgico, amado por los fieles, que así pueden acercarse con mayor facilidad a Cristo, encontrándolo en los sacramentos y en el esplendor del culto divino.

3. La comunidad católica está extendida en toda Grecia, y está compuesta cada vez más por miembros de orígenes diferentes. Por otra parte, durante los veranos acuden numerosos turistas, a los que deseáis dar vuestro apoyo espiritual. Esta realidad humana dificulta toda acción pastoral que quiera hacer de los fieles una comunidad que tenga un solo corazón y una sola alma (cf. Hch
Ac 4,32). En este sentido, ya se ha hecho mucho en los campos de la evangelización, la catequesis, la educación y la asistencia caritativa y social. Algunos fieles, con la ayuda de Dios, están particularmente comprometidos en el ámbito social, en el servicio a los pobres, en la promoción de la comunión y de la solidaridad, en la respuesta a las necesidades de los enfermos y en la importantísima tarea de la educación y del apoyo a las familias.

Esta participación en la vida social, que hoy deseo impulsar con fuerza, es un modo de seguir fielmente a Jesús. Es una forma insigne de testimonio, gracias a la cual se reconoce a la Iglesia como una comunidad abierta, dispuesta a proponer y realizar iniciativas que la acerquen a todas las personas, respetando la legítima libertad. La colaboración activa en el campo social, junto con miembros de otras confesiones religiosas, constituye un aspecto significativo del diálogo ecuménico, dado que la acción común suscita respeto mutuo y amor. Desde este punto de vista, las escuelas católicas dan una contribución esencial a la vida social. Deseo saludar y alentar a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos que se dedican a la educación de la juventud. En efecto, la acogida de los niños -independientemente de su confesión religiosa-, el descubrimiento y la estima recíproca son elementos que ayudarán a los jóvenes griegos a vivir juntos, respetando su diversidad; esta última es una riqueza, si se pone al servicio de todos. Con una formación integral, los jóvenes recibirán una educación en los valores morales, humanos y civiles fundamentales, con efectos benéficos para toda la sociedad.

4. La situación particular que vive la Iglesia católica en Grecia la impulsa, asimismo, a profundizar incesantemente en la llamada del Señor a caminar cada vez más por el camino de la unidad (cf. Jn Jn 17,21), respondiendo a la exigencia ecuménica que surgió del concilio Vaticano II. «Entre las súplicas más fervientes de este momento excepcional al acercarse un nuevo milenio, la Iglesia implora del Señor que prospere la unidad entre todos los cristianos de las diversas confesiones hasta alcanzar la plena comunión. Deseo que el jubileo sea la ocasión adecuada para una fructífera colaboración en la puesta en común de tantas cosas que nos unen y que son ciertamente más que las que nos separan» (Tertio millennio adveniente TMA 16). Con este espíritu, respetando plenamente los programas de las Iglesias y comunidades eclesiales, y el legítimo derecho a la libertad religiosa, es preciso dirigir una mirada positiva y llena de esperanza al diálogo ecuménico, procurando siempre ser instrumentos del Espíritu Santo, para que se alcance la unidad plena, con los medios queridos por Dios.

Con vistas al gran jubileo, ya cercano, el amor de Cristo nos mueve a realizar proyectos ecuménicos que permitan a los discípulos de Cristo conocer mejor las tradiciones propias y las ajenas. Es evidente que estos gestos serían para el mundo un testimonio del amor que nos viene del Salvador y de la firme voluntad de todos los cristianos de alcanzar lo más pronto posible la unidad plena. Toda iniciativa y oración común, todo diálogo respetuoso y toda petición de perdón recíproco pueden acercar a los hermanos en la fe y hacer que los hombres de hoy descubran la ternura y la misericordia del Padre, tema central del último año de preparación para el gran jubileo. Como afirma el Apóstol, el amor viene de Dios, y «si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (1Jn 4,11). Deseo subrayar una vez más el valor de la oración en las relaciones ecuménicas, pues nos ayuda a vivir como hermanos. «Nuestra participación común en la oración nos habitúa a vivir al lado los unos de los otros, nos lleva a aceptar juntos, y por tanto a poner en práctica, la voluntad del Señor para con su Iglesia» (Ut unum sint UUS 53).

5. En vuestros informes quinquenales, habéis señalado la escasez de sacerdotes para el servicio a las comunidades cristianas, manifestando al mismo tiempo vuestra confianza en el Señor, que no abandona jamás a su grey. Es verdad; la pastoral vocacional tiene que ser una de vuestras preocupaciones principales; más aún, debe ser un compromiso de toda la comunidad eclesial. A este respecto, exhorto a las familias a ser siempre muy conscientes de su responsabilidad en relación con el nacimiento y la maduración de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Que los padres no tengan miedo del futuro cuando un hijo manifiesta el deseo de consagrarse al Señor. Tienen la misión de ayudarle a realizar plenamente su vocación. A cuantos siguen totalmente a Cristo, se les proporcionan los medios necesarios para cumplir la misión encomendada.

En la Iglesia católica de vuestro país, los religiosos y las religiosas desempeñan un papel insustituible. Los exhorto a continuar su obra con generosidad, incluso en situaciones pastorales difíciles, en estrecha comunión con sus pastores y permaneciendo fieles al propio carisma. Invito a las congregaciones religiosas y demás institutos a enviar nuevos miembros a Grecia, para reforzar las comunidades ya existentes o para crear otras nuevas, capaces de percibir las necesidades de la Iglesia católica en esa tierra y la aportación que la vida religiosa activa y contemplativa está llamada a darle. A este propósito, expreso mi afecto y mi gratitud a las órdenes contemplativas presentes en vuestro país. Son un faro luminoso, un hermoso testimonio de fe y amor a Dios, que los cristianos de las demás confesiones consideran con estima y atención.

33 6. De igual modo, sería oportuno proyectar soluciones nuevas con vistas a la pastoral vocacional, al discernimiento y a la formación de los candidatos al sacerdocio, quizá incluso dentro de una estructura común al servicio de todas las diócesis. Así, los jóvenes de las diversas diócesis podrían vivir en una comunidad educativa más sólida y crear vínculos importantes para el futuro de la fraternidad sacerdotal en vuestro país. Además, otros coetáneos suyos se sentirían atraídos por una gozosa experiencia, que fortalece el deseo de consagrar la propia vida a Dios y a los hermanos.

También los sacerdotes, los religiosos y las religiosas tienen un papel importante en el camino vocacional de los jóvenes. Deberán preocuparse por testimoniar, en la vida personal y en el ministerio diario, cuán felices los hace el seguimiento de Cristo. Es importante que los jóvenes encuentren en los adultos modelos de vida cristiana, que sepan transmitirles el sentido de Dios, invitándolos claramente a una consagración total en el sacerdocio o en la vida religiosa.

7. Habéis mencionado las dificultades que las familias deben afrontar tanto fuera como dentro de la pareja y en las relaciones entre las generaciones, y también las tensiones que existen en los matrimonios mixtos, en particular por lo que respecta a la educación religiosa de los hijos. Mediante una pastoral familiar apropiada, la Iglesia tiene el deber de recordar la indisolubilidad del matrimonio y la necesidad que tienen los fieles de vivir su vida conyugal en armonía con la fe. Por otra parte, no hay que dejar de brindar asistencia a los matrimonios que atraviesan momentos de crisis, a fin de que puedan volver al fervor de su compromiso inicial, desarrollar su vida espiritual y encontrar en la gracia del sacramento del matrimonio las energías necesarias para cumplir su misión de esposos y padres. En un marco de secularización y materialismo, es importante proponer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo un ideal cristiano, que constituya la base de su vida y de su compromiso diario.

8. Si la Iglesia católica se preocupa por sus fieles, éstos, a su vez, desean dar su contribución responsable a la vida social, sirviendo al bien común. Por tanto, es propio de los católicos, como de todos los habitantes del país, trabajar incansablemente en favor de la serena convivencia entre todos los griegos, gozando cada uno de los mismos derechos y de las mismas libertades, en particular de la libertad religiosa. En este ámbito, me alegran los significativos esfuerzos realizados por los diversos protagonistas y la buena voluntad manifestada por todos para encontrar soluciones justas y equitativas a los problemas aún sin resolver, de modo especial el del estatuto jurídico de la Iglesia católica. Ojalá que el diálogo con las diferentes autoridades competentes prosiga y se intensifique, para el bien de la población entera. Esto permitirá a la comunidad católica experimentar una renovada vitalidad, y contribuirá a que todos participen cada vez más activamente en la construcción de la casa común, infundiendo confianza en todos los ciudadanos para la edificación•de una•sociedad pacífica y fraterna.

9. Al término de vuestra visita ad limina, os deseo que volváis a vuestro país confortados en la misión de sucesores de los Apóstoles. Que la experiencia de comunión que habéis vivido durante estos días entre vosotros, obispos, os ayude a intensificar vuestra colaboración, para que vuestras diócesis se sientan hermanas, prosigan la concertación necesaria en el ámbito nacional con la finalidad de afrontar los desafíos de la misión y, en el marco de la gran Europa, continúen manteniendo relaciones con las diversas organizaciones eclesiales. A vosotros, así como a los fieles de vuestras diócesis, os imparto de buen grado la bendición apostólica.








AL ALCALDE Y A LOS MIEMBROS DE LA JUNTA Y DEL CONCEJO MUNICIPAL DE ROMA

Sábado 6 de febrero de 1999



Honorable señor alcalde;
ilustres representantes de la Administración municipal;
señores y señoras:

1. Me alegra acogeros con ocasión del tradicional encuentro al inicio del nuevo año, y expreso mis mejores deseos a cada uno de vosotros en la delicada tarea que se os ha confiado. Saludo al señor alcalde, a los miembros de la Junta y del Concejo municipal y a cuantos, según sus diversas funciones, prestan su servicio en el ámbito de la Administración municipal.

Vuestra presencia hoy en la casa del Papa me trae a la memoria la visita que tuve la alegría de realizar al Capitolio el 15 de enero del año pasado. Gracias, una vez más, por esa memorable jornada, a la que usted, señor alcalde, acaba de aludir. Al dirigirme sus amables palabras en nombre de todos los presentes, usted ha recordado asimismo las intenciones y los propósitos de la Administración municipal, especialmente para una preparación adecuada del gran jubileo, extraordinario acontecimiento espiritual y social.

34 2. Ya faltan pocos meses para la solemne apertura de la Puerta santa, que nos introducirá en las celebraciones jubilares del año 2000. Se trata de una cita histórica, que atañe a toda la humanidad, y que tendrá en Roma su principal punto de convergencia y realización. Desde hace mucho tiempo, la Iglesia de la urbe ha puesto en marcha un intenso camino de preparación espiritual, según las directrices que propuse en la carta apostólica Tertio millennio adveniente. La misión ciudadana, que comenzó hace algunos años, está ordenada a vivir intensamente el jubileo, que reviste un gran significado para creyentes y no creyentes. Por eso pretende llegar a todas las personas, penetrar en todos los lugares y entrar en diálogo con todos los sectores culturales, sociales y laborales de la ciudad. En efecto, después de dirigirse durante los años pasados a las familias, este año procura llegar de modo especial a los ambientes en donde la gente vive y trabaja.

Precisamente para esta nueva fase de la misión ciudadana escribí una Carta a los hermanos y a las hermanas que trabajan en Roma. En esta circunstancia solemne y familiar, me complace entregaros un ejemplar, deseando anticipar con este gesto lo que los misioneros realizarán por doquier durante los próximos meses. Confío en que, como las familias, también los ambientes de vida y trabajo de Roma abran con prontitud y de buen grado sus puertas al Señor que llama al corazón de cada uno: la buena nueva de Cristo es también y específicamente el evangelio del trabajo, que nos infunde fuerza moral y vitalidad renovada en nuestra actividad diaria. Roma se prepara para el gran jubileo

3. Mientras se intensifica la preparación espiritual en cada parroquia, Roma, como usted, señor alcalde, ha puesto de relieve oportunamente, está esforzándose por predisponerse al acontecimiento jubilar en el plano práctico y de la organización. Usted ha citado las múltiples obras que se están realizando, en algunas de las cuales colaboran estrechamente las instituciones civiles y la Santa Sede. Expreso mi aprecio a cuantos trabajan diligentemente en ellas y soy consciente de las dificultades que deben afrontar y resolver diariamente para poder llevarlas a término. Espero que las obras ya comenzadas, y las que están a punto de comenzar, puedan concluirse a tiempo, para preparar un ambiente que favorezca una digna celebración del Año santo, en beneficio tanto de los peregrinos como de los habitantes de la ciudad.

Además, ¿cómo no tener presentes los beneficios duraderos que obtendrá la ciudad de Roma de estas estructuras renovadas? Gracias a este esfuerzo, podrá cumplir mejor la misión universal que la Providencia le ha encomendado, y que va más allá de la celebración jubilar. Por eso es importante que, con ocasión del jubileo, Roma pueda volver a presentar de modo nuevo y creativo su tradicional rostro de ciudad abierta y acogedora, donde conviven de manera armoniosa y constructiva un altísimo y perenne mensaje espiritual y las más recientes modalidades de acogida, organización y comunicación.

Ciertamente, todos pueden compartir fácilmente estos objetivos, aunque cada uno permanezca en el ámbito de sus propias competencias y responsabilidades. Pero para que puedan concretarse, es necesario un espíritu de colaboración efectiva por parte de todos. Principales preocupaciones

4. En su intervención, el señor alcalde ha subrayado las dificultades y los problemas que frenan el desarrollo de nuestra ciudad. También yo quisiera recordar algunas preocupaciones que me interesan mucho.

Pienso, ante todo, en la situación de las familias y en sus perspectivas concretas de vida. Como en otras metrópolis, también aquí los vínculos familiares reciben desgraciadamente cada vez menos apoyo en el conjunto del ámbito social, a causa del anonimato y de la soledad en que se encuentran efectivamente numerosas familias. Es importante que no las dejemos solas en el momento en que afrontan esas condiciones, que a veces son realmente difíciles y preocupantes.

Por esta razón, la Iglesia de Roma ha optado por dar prioridad a la pastoral de la familia, sin limitar su atención a cuantos participan en la vida eclesial, sino extendiendo su acción a todos. A vosotros, que tenéis responsabilidades directas en el gobierno de la ciudad, os pido que pongáis el mayor empeño en asegurar, especialmente a las familias jóvenes que se van formando, condiciones concretas para una sana vida familiar, comenzando por la disponibilidad de viviendas e iniciativas para el apoyo de las familias y para la educación de los hijos. En particular, cuidad de que no falten en los barrios estructuras de acogida para la infancia, escuelas y servicios sociales.

5. Otro de mis pensamientos constantes son los jóvenes, que constituyen el futuro de la sociedad. A ellos debemos dedicarles nuestra atención concreta. Es preciso tener confianza en ellos y ayudarles a confiar en sí mismos y en la vida. Por tanto, hay que apoyar todas las iniciativas puestas en marcha en la ciudad a fin de ofrecer a los jóvenes espacios suficientes para expresar el gran tesoro de novedad, de esperanza y de bien que llevan dentro.

Uno de los grandes acontecimientos previstos durante el próximo jubileo es la Jornada mundial de la juventud, que congregará en Roma a muchachos y muchachas de todas partes de Italia, de Europa y del mundo. Ciertamente, los acogerán sus coetáneos romanos, pero toda la ciudad está invitada a movilizarse para esta extraordinaria cita de los jóvenes con la Roma cristiana y con la Roma maestra de civilización.

6. Hablar de los jóvenes significa naturalmente dirigir la mirada al futuro de la ciudad, un futuro que ya se convierte en realidad a través de la presencia cada vez mayor de inmigrantes, muchos de los cuales son precisamente jóvenes. La inmigración es un serio desafío que, sin embargo, puede constituir también una gran oportunidad. En una Roma que, dentro de Italia, ocupa el primer lugar por el número de inmigrantes y por la complejidad de los problemas relacionados con su presencia, la Iglesia se esfuerza por ayudar a los necesitados, independientemente de su cultura o religión. Con este fin, renueva su disponibilidad a una colaboración constructiva con las instituciones civiles. No hay que contentarse con responder a las necesidades primarias de estos hermanos nuestros, es preciso favorecer su inserción social y laboral más estable. Obviamente, esto exige por parte de los inmigrantes el respeto a las normas de la convivencia civil, y requiere, por su misma naturaleza, tiempos y formas adecuados.

35 Desde la perspectiva del jubileo, el modo como se brinde esta acogida contribuirá a delinear el rostro civil y espiritual de la Roma del tercer milenio.

7. Señor alcalde y señores administradores de Roma, las problemáticas relativas a la familia, a los jóvenes y a los inmigrantes, a las que he aludido, representan simplemente algunos ejemplos, aunque muy significativos, de una petición más general que hace la ciudad: una demanda de elevadas perspectivas ideales y de una profunda renovación espiritual.

La Iglesia tiende su mano a todos los demás componentes religiosos y culturales, para que Roma sea la patria de la fraternidad y la paz, tratando de realizar un proyecto de ideales comunes y compartidos.

Roma, custodia de las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, conserva los más insignes recuerdos y reliquias del cristianismo y acoge la sede del Sucesor de Pedro. En la confrontación con culturas y tradiciones religiosas diversas, Roma se siente hoy más estimulada aún a mostrar su rostro cristiano y a dar el testimonio de los valores surgidos del Evangelio, que han vivificado el camino de su historia milenaria.

Que el rostro misericordioso del Padre celestial resplandezca sobre nuestra ciudad e ilumine a los responsables de su destino. Éste es el deseo que os renuevo de corazón, a la vez que encomiendo los proyectos y las esperanzas de todos vosotros, de vuestras familias y de vuestros colaboradores, a María, «Salus populi romani». Que, a través de vosotros, llegue mi afectuoso saludo a toda la población romana, que está presente en mi oración diaria y a la que envío de corazón una especial bendición apostólica. «Es importante que, con ocasión del jubileo, Roma pueda volver a presentar su tradicional rostro de ciudad abierta y acogedora, donde conviven de manera armoniosa y constructiva un altísimo y perenne mensaje espiritual y las más recientes modalidades de acogida, organización y comunicación»










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