Discursos 1999 224

JUAN PABLO II


Discurso durante el encuentro con los sacerdotes,


religiosos y laicos en la catedral de Maribor


19 de septiembre de 1999



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Es grande mi alegría al encontrarme con vosotros en esta catedral, donde descansan los restos mortales del venerado obispo Anton Martin Slomsek, al que esta mañana tuve la dicha de proclamar beato. Agradezco a monseñor Franc Kramberger, obispo de Maribor, las palabras con las que se ha hecho intérprete de los sentimientos de esta escogida asamblea, presentando sus finalidades. Saludo a todos los obispos presentes, así como a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los fieles laicos.

Saludo asimismo al grupo de rectores de las universidades de Europa central, aquí reunidos para celebrar el 140° aniversario de la fundación, por obra del beato Slomsek, de la que luego se convertiría en la Facultad de teología de Maribor.

Saludo también cordialmente al presidente del Parlamento, al vicepresidente del Gobierno, a las demás autoridades del Estado y a cuantos han colaborado en la preparación de mi visita.

2. En el mes de mayo de hace dos años, la Conferencia episcopal eslovena, ante la perspectiva del inicio del tercer milenio, tomó la decisión de celebrar el Sínodo plenario, con el fin de reflexionar en el camino hasta aquí recorrido por la Iglesia en Eslovenia y preparar el futuro. Vosotros, amadísimos obispos, habéis querido que el Sínodo tuviera como lema la exhortación, tomada del libro del Deuteronomio: "Escoge la vida" (Dt 30,19). Es un tema particularmente significativo para el hombre de hoy, tan deseoso de vida y tan incierto sobre su sentido y su valor. En realidad, según este tema se mide la cultura de cada época.

225 Con el Sínodo, la Iglesia en Eslovenia se prepara para celebrar el gran jubileo del año 2000, proponiéndose un compromiso renovado de aplicar con plena fidelidad el concilio Vaticano II. Uno de los puntos más destacados de la enseñanza conciliar es, sin duda, la doctrina sobre el pueblo de Dios. Se puede sintetizar en la palabra "comunión". Este concepto fundamental nos lleva a remontarnos a la fuente misma de la Iglesia, a la comunión trinitaria y, a la luz de este inefable misterio, nos ayuda a comprender la realidad eclesial como unidad profunda de todos los bautizados. Más allá de sus vocaciones específicas, participan en el triple ministerio de Cristo: sacerdotal, profético y real. La vida de la Iglesia y las relaciones entre sus miembros deben expresar plenamente esta igual dignidad, a pesar de la diferencia de los ministerios.

El Sínodo es, ciertamente, una expresión cualificada de esta comunión, pues en él se halla representada toda la comunidad: pastores, religiosos, religiosas y laicos. A estos últimos, en particular, se les pide que den una contribución específica sobre todo en los temas que más de cerca afectan a su experiencia en el mundo y a su misión (cf. Lumen gentium,
LG 30).

Por su parte, los pastores, conscientes de su misión de ser guías solícitos del bien de los fieles, han de hacer lo posible para armonizar los diversos carismas y ministerios, sin olvidar nunca que el protagonista primero e indispensable de la vida eclesial y de su renovación es el Espíritu de Dios. El éxito del Sínodo dependerá de la capacidad de todos, pastores y fieles, para ponerse a su escucha, a fin de comprender lo que pide en el momento presente: "El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2,7).


3. Amadísimos hermanos y hermanas que formáis la asamblea sinodal y hoy estáis reunidos junto a la tumba del beato obispo Slomsek, para vosotros es motivo de honor, y a la vez de gran responsabilidad, el papel que desempeñáis en la celebración de este Sínodo. En el itinerario seguido hasta aquí para su preparación, ya habéis puesto en práctica, de modo notable, la capacidad de escucha y colaboración mutua. Es preciso proseguir por este camino. El Sínodo constituye una ocasión histórica para la Iglesia en Eslovenia: está llamada a elaborar, en la nueva situación social, un proyecto pastoral actualizado y eficaz. En esa tarea la sostiene el testimonio de fe y entrega a la causa del Evangelio que dieron en el pasado obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos. Los pastores se han prodigado por el pueblo, y éste les ha tributado respeto y veneración. Se trata de una herencia de comunión que es preciso valorar también en las nuevas condiciones históricas.

Amadísimos hermanos y hermanas, contemplad al beato mons. Slomsek. Siempre tenía presente ante sí al hombre en su situación concreta, y sabía mirar las dificultades, las angustias y la pobreza de la persona, así como sus alegrías, sus recursos y sus aspiraciones. Ahora os toca a vosotros imitarlo. Hacedlo caminando juntos, sacando fuerza para esta profunda comunión de la escucha asidua de la Palabra y de la devota participación en la Eucaristía, que es la fuente de la vida de la Iglesia; más aún, es su corazón. Sed dóciles al Espíritu Santo, para que él os "revista del poder de lo alto" (cf. Lc Lc 24,49) y podáis entregaros con entusiasmo, como los primeros discípulos, a la tarea de la nueva evangelización.

Evangelizar, anunciar a todos la alegre nueva de la salvación en Cristo, ha de ser vuestra preocupación primera y fundamental. Para hacerlo, no tengáis miedo de reivindicar las condiciones de libertad indispensables para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. Si, como ciudadanos, los cristianos tienen el deber de contribuir al bien de toda la sociedad, en cuanto fieles tienen derecho a que no se les impidan sus legítimas actividades. A este respecto, precisamente considerando el papel fundamental del cristianismo y de la Iglesia católica en la historia y en la cultura de Eslovenia, es de desear que el proceso hacia la efectiva colaboración entre la Iglesia y el Estado avance con agilidad, favoreciendo la superación de las actuales dificultades, en favor de la cooperación que interesa a toda la sociedad.


4. Ahora quisiera dirigirme idealmente a toda la Iglesia en Eslovenia, que dignamente representáis aquí. Quisiera hablar al corazón de cada creyente, en todos los rincones de vuestra amada tierra.
A todos y a cada uno quisiera decirle: Iglesia que vives en Eslovenia, "escoge la vida"; escoge, por encima de todo, este preciosísimo don de Dios creador y salvador. Lleva este don a quien no tiene fuerza para perdonar, a los hombres y mujeres que han experimentado la amargura del fracaso de su matrimonio; llévalo a los jóvenes, muy a menudo víctimas de ídolos falsos; llévalo a las familias eslovenas, para que vivan con confianza y generosidad su ardua misión; llévalo a todos los que colaboran en la obra del reino de Dios, para que no se desalienten ante las dificultades; llévalo a los que contribuyen con su trabajo, especialmente desempeñando responsabilidades públicas, al bien común de todos los ciudadanos.

Iglesia que, en Eslovenia, eres peregrina de esperanza; continúa el camino emprendido hace 1250 años y cruza con valentía y confianza el umbral del tercer milenio. Sigue los pasos de Cristo; sigue el ejemplo de san Andrés apóstol, patrono de esta diócesis de Maribor, y del beato obispo Anton Martin Slomsek, modelo de pastor clarividente e incansable.

Que vele sobre ti y todos tus proyectos María santísima, Madre y Reina de Eslovenia, a la que tus habitantes veneran con el título de Marija Pomagaj. Te aseguro, amada Iglesia que vives en Eslovenia, y a cada uno de tus miembros, así como a todo el pueblo esloveno, mi recuerdo en la oración, y de corazón os bendigo a todos y cada uno.





Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II


a los jóvenes de Oriente Medio




Queridos jóvenes israelíes y palestinos:


226 Hace unas semanas, una voz de esperanza y satisfacción se escuchó en todo el mundo, cuando vuestros líderes firmaron un histórico acuerdo. Ahora, en todas partes, la gente ve este acuerdo con confianza y grandes expectativas, esperando que se afiance cada vez más y lleve a una paz efectiva y duradera.

Vosotros, jóvenes, y todos aquellos a quienes representáis, debéis ser los primeros en realizar las esperanzas de vuestros pueblos y del mundo entero. Las decisiones que tomáis por lo que concierne a vosotros mismos y a vuestra vocación en la sociedad, serán decisivas para las perspectivas de paz, tanto hoy como en el futuro.

Queridos jóvenes israelíes y palestinos, judíos, musulmanes y cristianos, os renuevo hoy la invitación que hice a todos los jóvenes con ocasión de la Jornada mundial de la paz de 1985, subrayando el papel que la juventud está llamada a desempeñar en la promoción de la paz. Es preciso que, en el umbral del nuevo milenio, veáis con más claridad que el futuro de paz, y por tanto el futuro de la humanidad entera, depende de las opciones fundamentales que haga vuestra generación. Dentro de pocos años, vuestra generación será la encargada de forjar el destino de vuestros pueblos, de vuestras naciones y del mundo. Tenéis el deber moral de ayudar a construir una nueva sociedad, una nueva civilización, basada cada vez más sólidamente en el respeto mutuo, la fraternidad y el espíritu de cooperación. Nadie está solo en este mundo; cada uno es una tesela fundamental del gran mosaico de la humanidad.

No tengáis miedo del desafío que os espera: vuestra esperanza y vuestra juventud os sostendrán en esta exigente tarea. Pero sólo seréis capaces de realizarla si podéis infundir en vuestro corazón esa paz que proyectáis llevar a vuestros pueblos y al mundo; no una paz fundada únicamente en acuerdos y tratados, por más nobles y necesarios que sean, sino una paz nacida de lo más íntimo de cada persona. Esto es esencial para que la paz sea estable y duradera.

En conclusión, os repito de un modo especial lo que dije a los jóvenes de todo el mundo en el Mensaje antes mencionado: "El futuro de la paz está en vuestro corazón. Para construir la historia, como vosotros podéis y debéis, tenéis que liberarla de los falsos senderos que sigue. Para hacer esto, debéis tener una profunda confianza en el hombre y una profunda confianza en la grandeza de la vocación humana, una vocación a realizar con respeto de la verdad, de la dignidad y de los derechos inviolables de la persona humana" (n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de diciembre de 1984, p. 1).

Ya sabéis que, Dios mediante, pienso ir a Tierra Santa en una peregrinación siguiendo las etapas de la historia de la salvación. Por eso, si Dios quiere, tendré la oportunidad de encontrarme de nuevo con vosotros en vuestra tierra. Espero que para entonces ya hayáis comenzado vuestra aventura, y que juntos podamos ver sus primeros frutos. Hasta entonces. Que Dios bendiga abundantemente vuestros esfuerzos.

Vaticano, 22 de septiembre de 1999





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


AL PRESIDENTE DE LA UNIÓN CATÓLICA


DE LA PRENSA ITALIANA


22 de septiembre de 1999



Al señor PAOLO SCANDALETTI
Presidente de la Unión católica de la prensa italiana

1. El 40° aniversario de la fundación de la Unión católica de la prensa italiana (UCSI) me brinda la grata ocasión de dirigirle a usted y a los miembros de esa asociación un cordial saludo. De buen grado les expreso, asimismo, mi aprecio por el servicio que la UCSI presta a la evangelización gracias al compromiso de cualificados profesionales en el vasto campo de la comunicación social, particularmente en el sector de la prensa.

227 A este propósito, sé bien con cuánto esmero trata de contribuir a la difusión de los valores cristianos con una acción incisiva y capilar en los diarios y en las publicaciones periódicas. Por esta razón, felicito a los profesionales católicos que la integran por su celo apostólico, que vivifica su trabajo diario: el valiente testimonio de fe que cada uno da en el ámbito de los medios de comunicación social constituye un valioso servicio pa- ra la conservación y la promoción del bien verdadero de la persona y de la comunidad.

2. El desarrollo incesante de los medios de comunicación social ejerce un creciente influjo en las personas y en la opinión pública, y eso aumenta la responsabilidad de los que trabajan directamente en este sector, porque los induce a realizar opciones inspiradas en la búsqueda de la verdad y al servicio del bien común.

A este respecto, conviene subrayar que en amplios sectores de la sociedad actual existe un fuerte deseo de bien, que no siempre encuentra una correspondencia adecuada en los diarios o en los noticiarios radio-televisivos, en que los parámetros de valoración de los acontecimientos a menudo reflejan crite- rios de tipo comercial más bien que de tipo social. Se tiende a privilegiar «lo que es noticia», la «información sensacionalista», en lugar de lo que, por el contrario, ayudaría a comprender mejor los acontecimientos del mundo. Se corre el peligro de deformar la verdad. Para evitarlo, es urgente que los cristianos que trabajan en el ámbito de la información colaboren con todas las personas de buena voluntad para lograr un mayor respeto a la verdad. Además, destacando temas como la paz, la honradez, la vida y la familia, y sin atribuir excesiva importancia a hechos negativos, se podría favorecer el nacimiento de un nuevo humanismo, que abra las puertas a la esperanza.

Como escribí en el Mensaje para la XXXIII Jornada de las comunicaciones sociales: «La cultura de la sabiduría, propia de la Iglesia, puede evitar que la cultura de la información, propia de los medios de comunicación, se convierta en una acumulación de hechos sin sentido; y los medios de comunicación pueden ayudar a la sabiduría de la Iglesia a permanecer atenta a los acontecimientos siempre nuevos que van surgiendo en la actualidad» (n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de febrero de 1999, p. 14). Desde esta perspectiva, la información se presenta cada vez más como un valor irrenuncia- ble, que constituye un bien social cuya justa distribución entre todos los usuarios es indispensable garantizar.

3. La revolución digital, que caracteriza el mundo de la información al final de este milenio, introduce un nuevo modo de entender la comunicación. Los paradigmas conocidos hasta ahora han quedado modificados: ya no existen únicamente fuentes capaces de difundir informaciones y áreas de receptores para recoger mensajes. Una red de ordenadores interconectados permite equiparar jerárquicamente a quienes emiten los mensajes con quienes los reciben, con reciprocidad de emisión. Esta extraordinaria oportunidad entraña un potencial cultural sin precedentes, con repercusiones en el orden social y político, en beneficio de los más débiles y de los más pobres. Sin embargo, corre el riesgo de no expresar plenamente toda su potencialidad, si no se ofrecen a los usuarios iguales posibilidades de acceso a las redes de información.

Las corrientes de la comunicación son capaces de derribar las barreras tradicionales del espacio y del tiempo, atravesando las fronteras y evitando en la práctica toda forma de censura. La imposibilidad de control crea auténticas inundaciones de noticias, frente a las cuales el usuario se ve prácticamente imposibilitado de realizar cualquier tipo de verificación. Se corre el riesgo de que surja un sistema basado en las grandes concentraciones informativas que, a nivel nacional e internacional, puedan obrar con total anarquía, creando condiciones de superioridad y, por tanto, de sometimiento cultural.

4. No basta apelar a la responsabilidad individual de los agentes de la comunicación social para asegurar la gestión de este complejo proceso de cambio. Es necesario un compromiso por parte de las autoridades de gobierno. En particular, hace falta una toma de conciencia generalizada por parte de los usuarios, que deben estar preparados para rechazar la condición de receptores pasivos de los mensajes que inundan sus casas, implicando a sus familias. Los medios de comunicación social a menudo corren el riesgo de tomar el lugar de las instituciones educativas, indicando modelos culturales y de comportamiento no siempre positivos, frente a los cuales sobre todo los más jóvenes permanecen indefensos. Por tanto, es indispensable proporcionar a todos instrumentos culturales adecuados para dialogar con los medios de comunicación social, a fin de orientar en sentido positivo sus opciones informativas, respetando al hombre y su conciencia.

Estos problemas de gran importancia moral interpelan a la Iglesia y a las asociaciones de laicos, tanto en su centro como en las articulaciones territoriales, diocesanas y parroquiales. La pastoral de la comunicación resulta cada vez más importante como punto de referen- cia, tanto para los agentes de los medios de comunicación como para sus usuarios. Os animo, pues, a intensificar vues- tra acción apostólica, conscientes de vuestra responsabilidad en la Iglesia y en la sociedad.

5. Los cuarenta años de historia de la Unión católica de la prensa italiana demuestran que la cooperación de los laicos, también en este sector especial de intervención cultural, debe buscarse y desarrollarse con una atención pastoral renovada. La tradición del periodismo católico en Italia ha tenido un peso indiscutible en la formación de generaciones de creyentes animados por una fe viva. ¡Cuántos periodistas han dejado una huella profunda, y cuántos siguen trabajando con espíritu de sacrificio y con competencia en el sector de los medios de comunicación!

Frente al desarrollo de la así llamada «cultura de los medios de comunicación», la propuesta también reciente de un Comité de ética de los medios de comunicación, que vigile para evitar las posibles manipulaciones de la información, se inserta en la tradición cultural de la doctrina social de la Iglesia y reafirma el principio según el cual, también en el mundo de la comunicación social, no todo lo que es técnicamente posible es moralmente lícito.

Nos encaminamos hacia el gran jubileo del año 2000. Sé que, como preparación para ese extraordinario acontecimiento, con la guía de los pastores diocesanos, estáis releyendo las cartas de san Pablo y reflexionando en los pasajes más significativos de la sagrada Escritura. Es la manera más adecuada de prepararse para entrar en el nuevo milenio con la profunda convicción de que cada agente de la comunicación social, cuando cumple con seriedad y a conciencia la propia misión, participa activamente en el gran designio salvífico que el jubileo propone de nuevo en su realidad más incisiva. Quiera Dios que el próximo Año santo despierte en todos los miembros de esa asociación un renovado deseo de servir a Cristo y a su reino.

228 Con estos sentimientos, invoco sobre cada uno de vosotros la protección materna de María, y le imparto a usted, señor presidente, así como a todos los miembros de esa benemérita asociación, la bendición apostólica, prenda de abundantes gracias celestiales.

Castelgandolfo, 22 de septiembre de 1999





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A MONS. VASCO GIUSEPPE BERTELLI,


OBISPO DE VOLTERRA




Al venerado hermano
Mons. VASCO GIUSEPPE BERTELLI
Obispo de Volterra

Me ha alegrado saber que esa diócesis se dispone a recordar con celebraciones especiales la visita pastoral que, hace diez años, tuve la dicha de realizar a la antigua y noble ciudad de Volterra.

Conservo un vivo y grato recuerdo de la cordial acogida que me dispensó la comunidad volterrana, de los diversos encuentros que tuve con los fieles y los ciudadanos, y del fuerte testimonio de fe con que Volterra ha sabido honrar la rica herencia cristiana de que es depositaria. Espero que el propósito de volver con la mente y el corazón a aquella feliz jornada lleve a esa diócesis a reavivar los vínculos de comunión eclesial que ha mantenido con Roma ya desde los primeros tiempos del cristianismo, es decir, desde que la Providencia llamó a san Lino mártir, originario de Volterra según la antigua tradición, a suceder inmediatamente al apóstol san Pedro en la guía de la Iglesia de Roma. Deseo de corazón que la Iglesia de Volterra conserve íntegra y siga acrecentando esa larga tradición de fe apostólica y de cercanía espiritual a la Sede de Pedro.

Venerado y querido hermano, quiero renovar hoy la exhortación que hice hace diez años, con ocasión de mi visita: «Deseo que vuestra Iglesia de Volterra sea de verdad una familia: la familia de Dios» (Discurso a los representantes de la Iglesia local, 23 de septiembre de 1989: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de octubre de 1989, p. 8). Que esa comunidad diocesana experimente de verdad, con la contribución efectiva de todos sus componentes, una vida de comunión cada vez más intensa -una vida de familia- para testimoniar eficazmente, en este último tramo del siglo, el mensaje de la salvación y cruzar el umbral del tercer milenio interiormente renovada y dispuesta a afrontar los desafíos de la nueva evangelización.

Con estos sentimientos, a la vez que encomiendo las alegrías y las esperanzas, los propósitos y los compromisos de la amada Iglesia de Volterra a la intercesión celestial de la Virgen, venerada particularmente en la antigua catedral, y de san Lino mártir, patrono de la diócesis, le imparto con afecto a usted, venerado hermano, al clero, a las personas consagradas y a toda la comunidad volterrana, la bendición apostólica.

Castelgandolfo, 23 de septiembre de 1999, fiesta de San Lino, Papa y mártir





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL SUPERIOR GENERAL


DE LOS HIJOS DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN




Al reverendo padre

AURELIO MOZZETA

Superior general
229 de la congregación de los Hijos
de la Inmaculada Concepción


1. Durante el año jubilar ya inminente, la familia religiosa de los Hijos de la Inmaculada Concepción tendrá la alegría de recordar el centenario de la muerte de su fundador, el siervo de Dios padre Luigi Maria Monti, espléndida figura de laico consagrado, religioso y apóstol de la caridad, cuyo ardiente amor a la Virgen Inmaculada lo llevó a servir de modo heroico a Cristo en los jóvenes, los pobres y los que sufren.

Acogiendo sin reservas la llamada evangélica, dedicó su vida a Dios y a sus hermanos, y llevó a muchos de sus coetáneos por los caminos del testimonio cristiano. Dio vida en Bovisio, su ciudad natal, a la "Compañía de los frailes" y, a continuación, impulsado por una moción interior, en 1857 fundó en el hospital del Espíritu Santo de Roma la congregación de los "Hijos de la Inmaculada Concepción". El siervo de Dios Papa Pío IX, de venerada memoria, acompañó con amorosa paternidad los primeros pasos de la naciente institución, que después contó también con el apoyo de mis predecesores. El padre Monti vio en el cuidado de los enfermos una ocasión magnífica para acoger y servir a Cristo mismo, y quiso que sus hijos espirituales no sólo se sintieran sostenidos en dicho servicio por una caridad siempre disponible y diligente, sino también por una formación científica específica. El amor a Cristo y a sus hermanos lo indujo, en 1881, a encargarse también de la asistencia a la juventud necesitada, huérfana y abandonada, que señaló a sus seguidores como una nueva frontera para su apostolado diligente y generoso.

El 1 de octubre de 1900 concluyó su jornada terrena en Saronno, en la casa madre de la congregación que había fundado, rodeado por sus hermanos y por "sus huérfanos", que lloraban por la pérdida de su padre amoroso y sabio.

2. Las celebraciones del centenario ofrecen la oportunidad de recorrer idealmente los acontecimientos de los años pasados para constatar, con corazón agradecido a Dios, el bien realizado por los hijos espirituales del padre Monti. Siguiendo fielmente las huellas de su fundador, han dilatado la influencia de sus iniciativas apostólicas en la Iglesia y en la sociedad. Hoy la congregación ha crecido y está presente en doce naciones.

Particularmente significativo es el servicio que presta en el campo de la dermatología. Pienso en el "Instituto dermatológico de la Inmaculada" de Roma, abierto en 1925, que es muy estimado por su valor científico. Pienso también en la acción discreta y competente de numerosos religiosos y, especialmente, del padre Antonio Sala, cuyo infatigable cuidado de los pobres en la "Viña de la Inmaculada", en los Montes de Creta, es motivo de orgullo para la ciencia y la fe. Pienso, además, en el religioso doctor Emanuele Stablum, quien trabajó durante muchos años en esa institución con clarividencia y tenacidad.

Recientemente el celo de caridad heredado del padre Monti ha impulsado a la congregación a valientes iniciativas en zonas del mundo particularmente necesitadas, como Albania, con la construcción de un gran hospital en Tirana, y en Brasil, con el centro sanitario que se está construyendo en Foz de Iguazú.

Al mismo tiempo, los Hijos de la Inmaculada Concepción han tratado de responder con prontitud a las exigencias de los sectores sociales que se encuentran en mayores dificultades, como los minusválidos, los ancianos solos o abandonados y los enfermos terminales. Me complace recordar aquí la "Casa-familia padre Monti", situada en la periferia de Roma, en el barrio La Storta, destinada a personas enfermas de sida: es un testimonio elocuente de generosidad y disponibilidad hacia el prójimo, que merece ser destacado. Por otra parte, no puedo por menos de aludir al celo misionero que ha llevado a la congregación a Camerún, India, Filipinas y otros países del tercer mundo para crear, bajo el impulso de la caridad, nuevos centros de evangelización y promoción humana.

3. Con esas iniciativas, los Hijos de la Inmaculada han prolongado en el tiempo el celo apostólico que animó la vida de su venerado fundador. Fue un hombre de Dios ejemplar, que buscaba cumplir en todas las circunstancias la voluntad del Señor. No tuvo una vida fácil; por el contrario, a menudo su ardiente deseo de servir a Cristo y a sus hermanos encontró obstáculos, y debió afrontar incomprensiones y resistencias.

Por otra parte, es sabido que, a los 30 años, cuando aún se preguntaba acerca de la opción que el Señor esperaba de él, se vio sometido a un período de profundas tribulaciones interiores. Abatido, asaltado por fuertes tentaciones, pasaba largas horas en oración ante Jesús sacramentado, pero sin experimentar ninguna consolación celestial. Precisamente cuando estaba a punto de abandonarlo todo, un día, mientras se encontraba en el coro de la iglesia, tuvo la sensación de que por fin había sido escuchado. El Señor le había hecho comprender que debería sufrir mucho y que afrontaría duras luchas, pero que, con su ayuda, lo superaría todo. Fue para él como una iluminación interior, y desde aquel día ya no volvió a tener más dudas en el camino emprendido.

230 Deseo de corazón que el ejemplo del padre Monti ayude a sus hijos espirituales a permanecer firmes en la fe, en la esperanza y en la caridad. Quiera Dios que este centenario, que conmemora su nacimiento al cielo, constituya para la congregación una valiosa ocasión de profundización de la herencia espiritual que dejó, con vistas a un renovado compromiso en la adhesión al carisma originario.

Felizmente ya se ha recorrido un largo trecho de camino. Demos gracias a Dios por ello. Otras posibilidades se abren en el horizonte: los Hijos de la Inmaculada Concepción, atentos a los signos de los tiempos, deben saber reconocer las fronteras siempre nuevas que el Espíritu del Señor los llama a atravesar, para ser testigos creíbles y generosos del evangelio de la caridad en el tercer milenio.

4. El siervo de Dios padre Luigi Maria Monti fue gran devoto de la Virgen Inmaculada, y a ella quiso dedicar su congregación. El amor a la Virgen lo iluminó y guió siempre, llevándolo a convertir toda su existencia en un testimonio coherente de fidelidad al Evangelio. Meditando en el misterio de la Inmaculada Concepción a la luz de la sagrada Escritura, del Magisterio y de la liturgia de la Iglesia, y sacando de esas fuentes admirables lecciones de vida, se transformó en un apóstol de la nueva "era mariana" que el siervo de Dios Papa Pío IX había inaugurado con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. El padre Monti era consciente de la riqueza inagotable de los tesoros de gracia presentes en la Madre de Dios, y no perdía ocasión de promover su devoción entre los cristianos. Con este propósito, solía repetir: "Quien es verdaderamente devoto de María y la honra con pureza de mente y de corazón, puede estar seguro de su salvación eterna".
Siguiendo las huellas de su fundador, los Hijos de la Inmaculada Concepción han de profundizar en el conocimiento del misterio de la santísima Virgen, esforzándose por inspirar su vida en su ejemplo. Que María Inmaculada constituya su referencia constante en las diversas actividades que la obediencia les pida. De este modo, fieles al carisma originario, han de ser signo concreto y accesible de la ternura de Dios por los pobres, los enfermos y los que sufren, así como por todos aquellos a quienes su ministerio los envía.

Invocando sobre todo el instituto la protección de la Virgen Inmaculada, primicia resplandeciente del mundo renovado por el sacrificio redentor de Cristo, le imparto a usted, reverendo padre, y a todos los religiosos de la congregación nacida del corazón del siervo de Dios padre Luigi Maria Monti, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 24 de septiembre de 1999






a los obispos canadienses de las


provincias atlánticas en visita "ad limina"


25 de septiembre 1999






Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado:


1. En el amor del Espíritu Santo, os saludo a vosotros, obispos de Nueva Brunswick, Terranova, Nueva Escocia e Isla Príncipe Eduardo, así como al cardenal Ambrozic y a los obispos auxiliares de Toronto, que realizáis vuestra visita ad limina Apostolorum: "Gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor" (2P 1,2). Aquí, en Roma, ante las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, renováis los vínculos de comunión que os unen al Sucesor de Pedro y os fortalecéis espiritualmente para seguir desempeñando vuestro ministerio. Se trata de tumbas de mártires, que evocan la fuerza del testimonio cristiano en todas las épocas y nos recuerdan que la Iglesia nació del derramamiento de sangre: la sangre del Cordero, que fluye para siempre en los cielos, y la sangre de quienes lavaron sus vestiduras y las blanquearon con su sangre (cf. Ap Ap 7,14). Aquí celebráis el sacrificio eucarístico en altares erigidos en memoria de "los degollados a causa de la palabra de Dios" (Ap 6,9), y os unís a ellos cantando el gran himno de la Iglesia: "Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos" (Ap 5,13). Os remontáis en el tiempo a los orígenes del cristianismo, pero lo hacéis para ver con mayor claridad y confianza el futuro que Dios quiere para su Iglesia en el milenio que está a punto de comenzar.


2. En el centro del plan de Dios para la Iglesia de nuestro tiempo está ese gran momento de gracia que fue el concilio Vaticano II. Las décadas pasadas desde el Concilio no han sido tranquilas, pero en todas partes hay signos de los admirables frutos que el Espíritu puede producir cuando respondemos con fe a sus inspiraciones. Indudablemente, uno de los frutos del Espíritu en el período posconciliar ha sido el impulso de una nueva vitalidad espiritual y nuevas energías apostólicas entre los fieles laicos. Los seglares católicos, hombres y mujeres, están viviendo la gracia de su bautismo de un modo que muestra con mayor esplendor los múltiples carismas que fortalecen y embellecen a la Iglesia. No podemos menos de dar gracias a Dios por ello.


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