Discursos 1999 61

61 3. Así pues, para esa comunidad diocesana la celebración del centenario resulta una ocasión privilegiada para adorar «el sabio designio de Dios, que ha colocado en su familia -la Iglesia-, como en todo hogar doméstico, la figura de una Mujer, que calladamente y en espíritu de servicio vela por ella y protege benignamente su camino hacia la patria, hasta que llegue el día glorioso del Señor» (Marialis cultus, Introducción).

Una iniciativa importante, en el marco de las celebraciones, será la peregrinación de la venerada imagen a todas las parroquias de la diócesis. Deseo de corazón que, como ya sucedió en 1948, al final de la segunda guerra mundial, dicho acontecimiento constituya, gracias a la colaboración concreta de los sacerdotes, de los religiosos y de toda la comunidad eclesial, un momento privilegiado de evangelización, formación y compromiso cristiano. Ojalá que el paso de la estatua de la Virgen por las diversas vicarías sea un tiempo propicio para celebrar el misterio de Cristo, en unión con su Madre, y contribuya a aumentar la fe, la esperanza y la caridad de las poblaciones de Valsusa.

Que la Virgen, recordando las maravillas realizadas por el Señor en favor del pueblo de Dios, suscite en los fieles un profundo deseo de contemplación y alabanza, que aumente el fervor y abra el corazón de cada uno a las necesidades materiales y espirituales de sus hermanos.

Que el ejemplo de la Virgen alimente en el corazón de los cristianos un intenso amor a la sagrada Escritura y una gran disponibilidad a cumplir la voluntad del Señor. Que la peregrinación sea un tiempo de gracia y de celebración fervorosa de los sacramentos de la vida cristiana. Quiera Dios que, reconciliados con el Padre celestial y alimentados con el Cuerpo y la Sangre del Señor, los cristianos, reunidos en torno a la Madre, reciban copiosas efusiones de los dones del Espíritu, que los conviertan en apóstoles del tercer milenio y en testigos auténticos del Resucitado en la familia, en los lugares de trabajo, en las escuelas y en los demás ambientes donde se esfuerzan por construir juntos la civilización del amor.

4. A la Virgen del monte Rocciamelone, que desde hace siglos acompaña con su incesante protección a la Iglesia que está en Valsusa, deseo encomendarlo a usted, venerado hermano, a los presbíteros, a los religiosos y las religiosas, a las familias, a los jóvenes, a los enfermos y a todos los fieles, para que la entera comunidad diocesana, sostenida por el amor de la Madre celestial, siga a Cristo con renovado impulso y lo testimonie con el fervor de la vida y de las obras en el umbral del nuevo milenio.

Como prenda de estos deseos, imparto a todos con afecto una especial bendición apostólica.

Vaticano, 8 de marzo de 1999










A LOS FIELES QUE HABÍAN VENIDO


A ROMA PARA LA BEATIFICACIÓN


Lunes 8 de marzo de 1999



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Está aún vivo el eco de la celebración de ayer, durante la cual tuve la alegría de proclamar beatos a Vicente Soler y seis compañeros, a Manuel Martín Sierra, a Nicolás Barré y a Ana Schäffer. Esta mañana os acojo con renovada alegría y os saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos, que habéis venido para una circunstancia tan solemne. Vuestra numerosa y significativa presencia muestra cómo las enseñanzas y los ejemplos de estos auténticos discípulos de Cristo, testigos y maestros de santidad, han influido profundamente en el espíritu de muchas poblaciones, dejando en ellas un recuerdo indeleble y fecundo. Demos gracias al Señor.

2. Con gusto acojo hoy a los miembros de la orden agustina recoleta, así como a los demás peregrinos que, acompañados por sus obispos, han venido hasta Roma desde Andalucía, lugar del martirio de los ocho nuevos beatos, y desde las demás tierras de España.

62 Al hablar de «martirio» recordamos un drama horrible y maravilloso al mismo tiempo: horrible por la injusticia armada de crueldad que lo provoca; horrible también por la sangre que se derrama y por el dolor que se sufre; maravilloso, sin embargo, por la inocencia que dócil y sin defenderse se rinde al suplicio, dichosa de poder testimoniar la verdad invencible de la fe. La vida muere, pero la fe triunfa y vive. Así es el martirio. Un acto supremo de amor y fidelidad a Cristo, que se convierte en testimonio y ejemplo, en mensaje perenne para la humanidad presente y futura.

Así fueron los martirios de los siete religiosos agustinos recoletos y del párroco de Motril. Murieron como siempre habían vivido: entregando cada día su vida por Cristo y por los hombres, sus hermanos. Son conmovedores los relatos del martirio, especialmente el del anciano padre Vicente Soler, que había sido prior general de la orden. Encarcelado, confortaba a los demás detenidos diciéndoles que en las misiones había estado en circunstancias aún peores y el Señor siempre lo había ayudado. Héroe de la caridad, quiso ofrecerse en lugar de un padre de familia condenado a muerte, y llegado el momento último encomendó a la Virgen de la Cabeza, patrona de Motril, la suerte de todos los condenados. ¡Que los nuevos beatos mártires acompañen el caminar de la Iglesia, que trabaja y sufre por el Evangelio, y favorezcan el florecimiento de una nueva primavera de vida cristiana en España!

3. Me alegra acogeros a vosotros, que habéis venido para participar en la beatificación del padre Nicolás Barré. Vuestra presencia manifiesta vuestra devoción a su persona, que es un don de Dios para la Iglesia.

A vosotras, la familia de las Hermanas del Niño Jesús, os dirijo un saludo muy particular. Al trabajar por la instrucción de los niños y jóvenes menos favorecidos, el carisma de vuestro fundador es para vosotras una llamada a participar en el crecimiento humano y espiritual de quienes os han sido encomendados. El padre Barré sabía que no hay riqueza humana posible sin educación, y tampoco amor a Dios sin un aprendizaje de la generosidad. Su empresa, que proseguís con abnegación, humildad y abandono en Dios, es una respuesta a la gran miseria humana. Os unís al esfuerzo de todos los que se dedican a dar a conocer a Dios, elevando al hombre. Queridas hermanas, os animo a permanecer fieles a vuestra misión educativa, cuya fuente es el amor y la contemplación de Cristo.

A imitación de Nicolás Barré, consagraos al Señor, abandonaos sin reserva a él y guiad a los jóvenes hacia Dios.

4. Amados hermanos en el episcopado; amados hermanos y hermanas, os saludo cordialmente a todos vosotros, que habéis venido de la diócesis de Ratisbona a Roma para la beatificación de Ana Schäffer. Doy la bienvenida al representante de los hermanos en el episcopado, cardenal Friedrich Wetter, que como arzobispo de Munich y Freising, es vuestro metropolitano. Saludo, asimismo, a vuestro obispo diocesano, Manfred Müller, y a los numerosos sacerdotes y religiosos, que forman parte del grupo de peregrinos.

La celebración de una beatificación tiene siempre algo de sublime. Es una especie de anticipación de lo que nos espera al final de los tiempos. De ello debéis alimentaros cada día. Por tanto, os suplico: ¡llevad algo de este día particular a vuestros hogares! El fruto de esta celebración debe ser mucho más que un hermoso recuerdo de Roma y del día de una beata más en el calendario litúrgico. Ana Schäffer está presente entre nosotros con su mensaje de vida, que es una firme ayuda en la que apoyarse cuando vivimos momentos tristes y atravesamos valles oscuros. ¡Cuántas personas afrontan hoy una enfermedad que, desde un punto de vista humano, deja sin esperanza!

¡Cuántas personas se ven obligadas a permanecer en su lecho de enfermo, día tras día! ¡Cuántas sufren con paciencia por historias difíciles, que la vida ha escrito, y por situaciones en las que están implicadas por mala suerte o por culpa! Seguramente hay personas a las que estáis cercanas y que habéis traído con vosotros espiritualmente en esta peregrinación. Que Ana Schäffer, mujer de vuestra tierra, os anime a vosotros, a vuestros familiares, amigos y conocidos, a elevar oraciones a Dios.

Lo que la nueva beata realizó en la tierra desde su lecho de enferma, sigue haciéndolo ahora en el cielo con mayor eficacia: intercede incesantemente por nosotros ante Dios. Demos gracias a Dios, porque nos ha dado una poderosa intercesora.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, la beatificación de estos patronos celestiales se inserta en el itinerario cuaresmal que nos lleva a la Pascua. Su testimonio sea aliciente y estímulo para que todos recorran con decidida voluntad este camino de conversión y reconciliación, siguiendo fielmente las huellas de los beatos que hoy honramos particularmente. María, Reina de los santos y los mártires, interceda por nosotros.

Bendigo de corazón a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a las comunidades eclesiales a las que pertenecéis.










A UN GRUPO DE PEREGRINOS ALEMANES


63

Jueves 11 de marzo de 1999



Amados hermanos y hermanas:

1. Me alegra acogeros en el palacio apostólico. Los responsables de la redacción junto con numerosos lectores habéis venido juntos a Roma en peregrinación, para celebrar el centenario de la fundación del «Liboriusblatt».

El veros reunidos en mi presencia, me hace pensar en una gran familia. Esta comparación me parece hoy particularmente acertada, porque concibe explícitamente vuestro periódico como una revista para la familia. Esto no sólo se refiere a los temas que se abordan en ella; puede aplicarse también a vuestra revista en su conjunto: escritores y lectores, editores y abonados, formáis todos juntos, por decirlo así, la familia del «Liboriusblatt». Con mucho gusto aprovecho esta oportunidad para felicitaros de corazón por los cien años de vuestra tradición familiar. En tiempos no siempre fáciles habéis conseguido mantener y fortalecer el perfil católico de vuestra revista. Así, ocupáis en Alemania un lugar importante en la prensa regional de este siglo XX.

2. La mirada agradecida al pasado, que establece este encuentro familiar, no debería cambiar la perspectiva para el futuro. El horizonte de nuestro tiempo está caracterizado por la técnica y la globalización. En una fracción de segundo, las noticias más recientes se divulgan en todo el planeta. Las informaciones, que hasta hace poco sólo cubrían un espacio limitado, se propagan ahora rápidamente por todos los continentes. Desgraciadamente, muy a menudo el precio de la cantidad va en detrimento de la calidad. Con frecuencia la «opinión pública» se preocupa más de los grandes titulares y el sensacionalismo, que del contenido mismo de la noticia. A veces parece que el contenido se sacrifica a su valor de mercado, como si fuera una mercancía.

Pero no es sólo culpa de los que producen y brindan la información. Una responsabilidad particular tienen también los lectores, los telespectadores y los radioyentes que usan, con una decisión libre y personal, los medios de comunicación social. Pero nunca es fácil seleccionar lo que es verdaderamente interesante y valioso. Como lectores del «Liboriusblatt», habéis encontrado una buena opción. Vuestra fidelidad incita a un compromiso a todos los que se encargan de la publicación del periódico. Lo que los padres del concilio Vaticano II afirmaron sobre este argumento no ha perdido en absoluto su urgencia: «Para imbuir plenamente a los lectores del espíritu cristiano, créese y desarróllese también una prensa verdaderamente católica» (Inter mirifica IM 14).

3. Queridos hermanos y hermanas, el «Liboriusblatt» merece justamente el nombre de católico. Por eso, os expreso mi reconocimiento. Dios acompañe vuestro periódico también en el umbral del tercer milenio. La foresta variopinta de las más variadas opiniones reclama con urgencia esta voz católica. ¡Ojalá que siga resonando en el «Liboriusblatt»! Con estos deseos, os imparto con agrado la bendición apostólica.










A LA ASAMBLEA PLENARIA


DE LA ACADEMIA PONTIFICIA DE CIENCIAS


Viernes 12 de marzo de 1999


Señor presidente;
excelencias;
señoras y señores:

64 1. Me alegra acogeros con ocasión de la semana de estudio sobre la contribución de las ciencias al desarrollo mundial, organizada por la Academia pontificia de ciencias. Al agradecer profundamente a vuestro presidente sus amables palabras, os dirijo mi cordial saludo, apreciando el servicio que prestáis a la comunidad humana. Habéis deseado reflexionar en los grandes riesgos que corre el conjunto del planeta y, al mismo tiempo, afrontar las medidas posibles para preservar la creación, en el alba del tercer milenio.

2. En el mundo actual, cada vez son más los que elevan su voz para denunciar los crecientes daños causados por la civilización moderna a las personas, al medio ambiente, a las condiciones clim áticas y a la agricultura. Ciertamente, existen elementos relacionados con la naturaleza y su autonomía propia, contra los cuales es difícil, si no imposible, luchar. Sin embargo, se puede afirmar que algunos comportamientos humanos son a veces la causa de desequilibrios ecológicos graves, con consecuencias particularmente nefastas y desastrosas en los diferentes países y en el conjunto del planeta. Basta citar los conflictos armados, la búsqueda desenfrenada del crecimiento económico, el uso inmoderado de los recursos y la contaminación del aire y el agua.

3. Es responsabilidad del hombre limitar los riesgos que corre la creación, mediante una atención particular al medio ambiente, intervenciones apropiadas y sistemas de protección ordenados ante todo al bien común y no sólo a la rentabilidad o al provecho particular. El desarrollo duradero de los pueblos exige que todos se pongan «al servicio de los hombres, para ayudarles a captar todas las dimensiones de este grave problema y convencerlos de la urgencia de una acción solidaria» (Populorum progressio, 1). Desgraciadamente, las consideraciones y las razones económicas y pol íticas prevalecen con mucha frecuencia sobre el respeto del ambiente, imposibilitando o poniendo en peligro la vida de las poblaciones en algunas zonas del mundo. Para que en el futuro el planeta sea habitable y todos tengan un lugar en él, invito a las autoridades públicas y a todos los hombres de buena voluntad a interrogarse sobre sus actitudes diarias y las decisiones que hay que tomar, que no pueden ser una búsqueda ilimitada y desenfrenada de bienes materiales, sin tener en cuenta el ambiente en que vivimos, y que debe ser capaz de satisfacer las necesidades fundamentales de las generaciones presentes y futuras. Esta atención constituye un aspecto esencial de la solidaridad entre las generaciones.

4. La comunidad internacional está llamada a colaborar con los diferentes grupos implicados, para que el comportamiento de las personas, inspirado muy a menudo por el consumismo exacerbado, no perturbe las redes económicas, los recursos naturales y la conservación del equilibrio de la naturaleza. «La mera acumulación de bienes y servicios, incluso en favor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad humana» (Sollicitudo rei socialis
SRS 28).

Del mismo modo, la concentración de fuerzas económicas y políticas que responden a intereses muy particulares crea centros de poder que actúan frecuentemente en detrimento de los intereses de la comunidad internacional. Esta situación lleva a decisiones arbitrarias contra las cuales a menudo es difícil reaccionar, exponiendo así a enteros grupos humanos a graves perjuicios. Los equilibrios exigen que las investigaciones y las decisiones se lleven a cabo de modo transparente, con el deseo de servir al bien común y a la comunidad humana.

Hoy es más importante que nunca poner en práctica un orden político, económico y jurídico mundial apoyado en reglas morales claras, para que las relaciones internacionales tengan como objetivo la búsqueda del bien común, evitando los fenómenos de corrupción, que perjudican gravemente a las personas y a los pueblos, e impidiendo la creación de privilegios y beneficios injustos en favor de los países o grupos sociales más ricos, de actividades económicas desarrolladas sin respeto de los derechos humanos, de paraísos fiscales y de zonas francas. Este orden debería tener suficiente autoridad ante los organismos nacionales, para intervenir en favor de las regiones menos favorecidas y aplicar programas sociales que tengan como única perspectiva ayudarles a avanzar por el camino del desarrollo. Sólo con esta condición el hombre será verdaderamente hermano de todos los hombres y colaborador de Dios en la administración de la creación.

5. Todos los que tienen una responsabilidad en la vida pública están llamados también a desarrollar la formación profesional y tecnológica, así como a organizar períodos de aprendizaje, dedicados especialmente a los jóvenes, proporcion ándoles los medios para tomar parte activa en el crecimiento nacional. Asimismo, es esencial formar cuadros para los países en vías de desarrollo, y realizar en favor suyo transferencias de tecnolog ías. Esta promoción de los equilibrios sociales, basada en el sentido de la justicia y realizada con espíritu de sabidur ía, asegurará el respeto a la dignidad de las personas y les permitirá vivir en paz y disfrutar de los bienes que produce la tierra. Además, una sociedad bien organizada podrá afrontar de manera más rápida las catástrofes que se produzcan, para ayudar a las poblaciones, particularmente a las que son más pobres y, por tanto, disponen de menos recursos.

6. Vuestros esfuerzos por elaborar pronósticos aceptables constituyen una contribución muy importante para que los hombres, especialmente los que tienen la misión de guiar el destino de los pueblos, asuman plenamente sus responsabilidades con respecto a las generaciones futuras, evitando las amenazas que serían consecuencia de negligencias, de decisiones económicas o políticas gravemente equivocadas o de falta de perspectivas a largo plazo.

Las estrategias que hay que adoptar, así como las medidas nacionales e internacionales necesarias, deberán tener como objetivo primordial el bienestar de las personas y los pueblos, para que el conjunto de los países tengan «una más amplia participación en los frutos de la civilización» (Populorum progressio, 1). Gracias a una distribución equitativa de los fondos asignados por la comunidad internacional y a préstamos a bajo inter és, es importante promover iniciativas basadas en una solidaridad desinteresada, capaces de sostener acciones correctamente orientadas, una aplicación concreta de las tecnologías mejor adaptadas, e investigaciones que respondan a las necesidades de las poblaciones locales, evitando así que los beneficios del progreso tecnológico y científico estén destinados sólo a las grandes sociedades y a los países más avanzados. Invito, pues, a la comunidad científica a proseguir sus investigaciones para mostrar mejor las causas de los desequilibrios relacionados con la naturaleza y el hombre, a fin de prevenirlos y proponer soluciones alternativas a situaciones que se están haciendo insostenibles.

Estas iniciativas deben apoyarse en una concepción del mundo que tiene al hombre como centro y que sabe respetar la variedad de las condiciones históricas y ambientales, permitiendo conseguir un desarrollo duradero, capaz de satisfacer las necesidades de toda la poblaci ón del planeta. Se trata, sobre todo, de tener siempre una perspectiva a largo plazo en el uso de los recursos naturales, evitando empobrecer los recursos actuales con intervenciones irracionales y excesivas.

7. Las personas tienen a veces la impresi ón de que sus decisiones individuales carecen de efecto en el ámbito de un país, del planeta o del cosmos, lo que amenaza con producir en ellos cierta indiferencia, en virtud del comportamiento irresponsable de algunas personas. Sin embargo, debemos recordar que el Creador ha puesto al hombre en la creaci ón, ordenándole que la administre con vistas al bien de todos, gracias a su inteligencia y su razón. Por eso, podemos estar seguros de que la más pequeña de las buenas acciones de una persona ejerce una influencia misteriosa en la transformaci ón social y participa en el crecimiento de todos. A partir de la alianza con el Creador, al que el hombre está llamado a dirigirse incesantemente, cada uno está invitado a una profunda conversi ón personal en su relación con los demás y con la naturaleza. Esto permitir á una conversión colectiva y una vida armoniosa con la creación. Gestos proféticos, incluso modestos, representan para un gran número de personas una ocasión para interrogarse y comprometerse en caminos nuevos. Por eso, es necesario proporcionar a todos, en particular a los jóvenes que aspiran a una vida social mejor en el seno de la creaci ón, una educación en los valores humanos y morales; es necesario igualmente desarrollar su sentido cívico y su atención a los demás, para que todos tomen conciencia de que con sus actitudes diarias pueden poner en peligro el futuro de sus países y del planeta.

65 8. Al término de nuestro encuentro, pido al Señor que os colme de las fuerzas espirituales que necesitáis para proseguir vuestra tarea, con espíritu de servicio a la humanidad y con vistas a un futuro mejor en nuestro planeta. A todos os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo a vuestros seres queridos.










A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CROACIA


EN «VISITA AD LIMINA»


Sábado 13 de marzo de 1999



Venerados hermanos en el episcopado:

1. «A aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos» (Ep 3,20-21).

Queridos pastores de la Iglesia que está en Croacia, me alegra saludaros y daros mi fraternal bienvenida con las palabras del Apóstol de los gentiles. Habéis venido en visita ad limina para reafirmar vuestra comunión con el Sucesor de Pedro, «principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de fieles» (Lumen gentium LG 23).

Al reunirme con vosotros durante estos días en Roma, me viene a la memoria el inolvidable recuerdo de las dos visitas pastorales que Dios me permitió realizar a vuestra amada patria, en septiembre de 1994 y en octubre del año pasado. Fueron ocasiones providenciales, durante las cuales tuve la alegría de constatar la fe del pueblo croata. Siguiendo el mandato que me ha confiado el Señor, confirmé a mis hermanos y hermanas en la fe, y los animé en la esperanza, para que su caridad fuera más intensa y viva. En cierto sentido, es como si el encuentro de hoy completara esos viajes apostólicos que realicé como «peregrino del Evangelio».

Agradezco a monseñor Josip Bozaniae, arzobispo metropolitano de Zagreb, las cordiales palabras que, en calidad de presidente de vuestra Conferencia episcopal, ha querido dirigirme en nombre de todos, haciéndose intérprete de las expectativas y esperanzas que animan las Iglesias particulares de las que habéis sido constituidos verdaderos y auténticos maestros y pontífices (cf. Lumen gentium LG 20 Christus Dominus CD 2) y dispensadores de la gracia (cf. Lumen gentium LG 26).

Asimismo, me alegra particularmente, poder saludar a los pastores de Požega y Varaždin, las dos diócesis creadas recientemente, así como al Ordinario militar, que vienen por primera vez en visita ad limina. Éste es un signo elocuente del crecimiento de la Iglesia en Croacia y de su vitalidad apostólica y misionera.

En este momento mi recuerdo va también al venerado cardenal Franjo Kuhariae, arzobispo emérito de Zagreb, a quien agradezco todo lo que ha hecho por la Iglesia en Croacia y todo lo que sigue haciendo para dar a conocer a las nuevas generaciones la gran figura de su predecesor el beato Alojzije Stepinac.

2. En los encuentros que he tenido con cada uno de vosotros durante estos días, he podido darme cuenta de los programas y las expectativas, las dificultades y las potencialidades, las alegrías y las preocupaciones que caracterizan vuestro ministerio diario. Al mismo tiempo que doy gracias al Señor por el bien que está realizando en vuestras diócesis, quisiera aseguraros mi constante cercanía espiritual. Amadísimos y venerados hermanos en el episcopado, proseguid por el camino emprendido para edificar el reino de Dios en vuestra tierra que, después de períodos particularmente difíciles, conoce ahora una nueva y prometedora primavera religiosa.

Cuando el año pasado visité vuestro país, en el primer encuentro quise recordar que «es de suma importancia que el pueblo croata permanezca fiel a sus raíces cristianas, manteniéndose, al mismo tiempo, abierto a las instancias del momento actual que, aunque plantea arduos problemas, deja vislumbrar también alentadores motivos de esperanza». En particular, añadí: «deseo que los cristianos sepan dar un impulso decisivo a la nueva evangelización, ofreciendo con generosidad testimonio de Cristo Señor, Redentor del hombre» (Discurso de bienvenida en el aeropuerto internacional de Zagreb, 2 de octubre de 1998, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de octubre de 1998, p. 6). Hoy os repito esta apasionada exhortación: ¡considerad la evangelización como una urgente prioridad pastoral! Aunque esté renovada en sus formas y adaptada a las nuevas exigencias, debe seguir proponiendo sin ambigüedades el auténtico e inmutable mensaje evangélico. Ningún ámbito de la vida de las personas, de las familias y de la sociedad tiene que quedar excluido del anuncio del Evangelio, porque es preciso que la «buena nueva» llegue e impregne la existencia de todas las personas donde concretamente viven y trabajan, sufren y se alegran.

66 La evangelización es empeño de todos los miembros del pueblo de Dios y por eso, como subrayé el año pasado en Split, «la Iglesia que está en Croacia necesita consolidar la comunión entre las diversas fuerzas que la componen, para alcanzar los objetivos que le corresponden en el actual clima de libertad y democracia» (Mensaje a los miembros de la Conferencia episcopal de Croacia, 4 de octubre de 1998, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de octubre de 1998, p. 9). Sólo así podrá dar a todos un gran testimonio de la unidad en Cristo y estar a la altura de los desafíos antiguos y nuevos, respondiendo a las expectativas de cuantos, movidos por el Espíritu Santo, buscan la verdad y desean dar un sentido pleno a su existencia.

Preocupaos principalmente, venerados hermanos, por ayudar a todo fiel a responder a la llamada universal a la santidad. Por eso, no os canséis de señalar a cuantos están encomendados a vuestro cuidado apostólico las fuentes inagotables y puras de la gracia, es decir, los sacramentos, y en particular la Eucaristía y la penitencia. Ojalá que toda comunidad cristiana, fortalecida por los dones de la gracia y en comunión con los propios pastores, muestren su rostro de alegre familia de Dios, en la que los sacerdotes, los consagrados y los fieles laicos crecen juntos en la fidelidad y en el amor a Cristo y a sus hermanos.

3. Hay otra razón que hace más urgente aún el anuncio del Evangelio a nuestros contemporáneos: es la preparación del inminente gran jubileo del año 2000. Desde esta perspectiva, es indispensable descubrir nuevos caminos y buscar nuevas posibilidades de predicación del mensaje evangélico y de testimonio cristiano, valorando del mejor modo posible los grandes recursos religiosos y espirituales, humanos y culturales del pueblo de Dios. Sólo así los creyentes serán capaces de dar a la sociedad su contribución específica para un auténtico desarrollo y un armonioso crecimiento material y espiritual.

Varias formas de actividad pastoral en el ámbito de la parroquia y de la diócesis, así como de las provincias eclesiásticas y de la Conferencia episcopal, podrán dar un ulterior impulso a la nueva evangelización. Al respecto, un significativo ejemplo que puede tomarse como punto de referencia son las celebraciones en recuerdo de los trece siglos de adhesión del pueblo croata al cristianismo, que comenzaron en Salona en 1975 y concluyeron en Marija Bistrica en 1984. ¡Cómo no mencionar aquí la feliz iniciativa de la oración diaria que, surgida en aquel período, reúne todas las tardes a los católicos croatas en una comunión coral de alabanza y acción de gracias por el don de la fe y de súplica por las necesidades del presente y del futuro! El celo, la perspicacia y la clarividencia de los pastores de aquella época tuvieron indudablemente la inspiración y el impulso del Espíritu Santo. Estoy seguro de que siguiendo sus pasos también vosotros continuaréis caminando y escuchando todo lo que el Espíritu dice hoy a las Iglesias que el Señor os ha encomendado (cf. Ap
Ap 2,7).

4. Que no falte nunca vuestro entusiasmo apostólico y vuestro estilo evangélico de razonar y obrar. Estáis llamados a ser maestros en la fe, heraldos de la esperanza y testigos de la caridad. La solicitud por las vocaciones sacerdotales, por las de consagración especial y por la formación religiosa permanente de los fieles laicos ocupe siempre el centro de vuestros cuidados.

Yo mismo, en mi experiencia de pastor, he tenido la confirmación de cuán importante es que el seminario y, en general, los lugares de formación, sean la «pupila de los ojos» del obispo. Pero la preocupación por las vocaciones es tarea que concierne a toda la comunidad cristiana (cf. Optatam totius OT 2). En efecto, la vocación nace en el seno de la comunidad cristiana y se consolida en ella. A su tiempo, la misma comunidad cristiana se beneficiará de los frutos de dicho compromiso vocacional.

Frente a la crisis social y espiritual que ha afectado también a vuestro país, la terapia que hay que adoptar consiste en reforzar ante todo el sentido religioso de la vida, ayudando a las familias cristianas a ser ambiente y escuela donde se practican y transmiten los valores humanos y evangélicos perennes. Los jóvenes necesitan ejemplos elocuentes que les ayuden a no perder los ideales que superan la inmediatez y la contingencia; necesitan ejemplos de vida impregnados totalmente por la fe, para abrirse a horizontes más vastos y comprometedores. ¡Qué importante es el testimonio de los obispos, de los sacerdotes, de los consagrados y consagradas conformados generosamente con Cristo Jesús y dedicados completamente al servicio desinteresado a Dios y al prójimo!

Queridos hermanos, ayudad a las jóvenes generaciones a seguir con fidelidad la llamada que Dios dirige a cada uno en la Iglesia y en la sociedad. En particular, asegurad a los candidatos al sacerdocio una formación adecuada al ministerio que se les confiará. Preocupaos fraternalmente por vuestros presbíteros, que son vuestros colaboradores más cercanos. Ellos no son funcionarios que actúan en nombre de la Iglesia, sino servidores y anunciadores del Evangelio, ministros de la gracia de Dios. Partícipes del sacerdocio de Cristo y unidos al obispo en el ministerio, son enviados a cada comunidad eclesial para compartir con el obispo el cuidado pastoral de todo el pueblo de Dios. Para que puedan cumplir adecuadamente su misión, es imprescindible que su vida esté enraizada en Cristo, sea espejo irreprensible de santidad y oración, y esté animada por un vivo sentido eclesial. Por tanto, queridos hermanos, velad para que sean siempre y en todo lugar, junto con vosotros, modelos de la grey encomendada a vuestro cuidado pastoral (cf. 2Tm 4,12 1P 5,3).

5. La Iglesia siempre ha alimentado una estima particular por la vocación y la obra de los consagrados, por ser ellos un gran recurso espiritual que Dios ofrece a su pueblo. Sus carismas están destinados no sólo a su santificación personal, sino también al crecimiento y a la misión de la Iglesia, ya que los dones especiales dispensados por el Espíritu «tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial: (...) están ordenados a la edificación •de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo» (Catecismo de la Iglesia católica CEC 799). Por consiguiente, como ya he recordado en otras ocasiones, «al obispo también le corresponde sostener a los consagrados y a las consagradas en su entrega total al Señor, exhortándolos a vivir con generosidad el carisma del instituto de pertenencia y a trabajar siempre en comunión con la Iglesia particular y universal» (Mensaje a los miembros de la Conferencia episcopal de Croacia, 4 de octubre de 1998, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de octubre de 1998, p. 9).

Aunque el gobierno pastoral de las parroquias corresponde en primer lugar al clero diocesano, las personas consagradas tienen la misión de testimoniar la armonía concreta de los diversos carismas operantes para el bien de la Iglesia. Los auténticos carismas edifican el cuerpo místico de Cristo en la caridad, la obediencia y el seguimiento incondicional del divino Maestro. Venerados hermanos, sostened a los religiosos y a las religiosas con vuestra oración, vuestro afecto y vuestra ayuda, para que siempre sean fieles a su vocación. Con sus dones y en comunión con vosotros, sabrán dar una valiosa contribución a la obra pastoral, poniendo sus energías al servicio de la evangelización de toda la sociedad.

6. En efecto, la nueva evangelización necesita que se concentren todas las energías. Tenemos ante nuestros ojos, en este final de siglo, los daños materiales y morales causados por numerosas ideologías; hemos asistido en este último decenio a la caída de dictaduras largas y opresoras. También vuestro país, después de haber experimentado el período de la prueba, disfruta ahora de un tiempo de paz y libertad. Y, sin embargo, es necesario velar para que se recorra el camino de la justa libertad, en el respeto de todos los derechos humanos. Vuestro papel de pastores, dedicados siempre al verdadero bien de la grey, consiste en indicar incesantemente los principios perennes y los valores inmutables establecidos por el Creador como fundamento de la dignidad de toda persona y de toda nación.

67 Para poder afrontar y resolver de modo positivo los problemas que se plantean a la sociedad y a la Iglesia en Croacia, y que tienen una raíz profunda en la historia, se requiere espíritu de caridad, paciencia longánima y aguda perspicacia. Sólo así crecerán los brotes de la libertad y la democracia, y se convertirán en árboles robustos. Queridos pastores de la amada Iglesia que está en Croacia, junto con vuestros sacerdotes, enseñad a los fieles a ser la luz y la sal de la sociedad (cf. Mt Mt 5,13-14). Los cristianos, a su vez, podrán contribuir a plasmar «un nuevo rostro para su patria», asumiendo compromisos públicos, cumpliéndolos como verdaderos creyentes en Cristo y promoviendo el bien común con justicia y espíritu de solidaridad (cf. Gaudium et spes GS 43 y 75). Por vuestra parte, ofrecedles una formación religiosa permanente, que les ayude a vivir y trabajar en sintonía con la fe profesada.

Inspirándoos en la parábola del grano y la cizaña (cf. Mt Mt 13,24-30), ayudadles a fomentar siempre el diálogo constructivo y la caridad que edifica, evitando la crítica que destruye. Es necesario siempre y en todo lugar un compromiso coherente, para que la fe actúe por la caridad (cf. Ga Ga 5,6), y sus beneficios lleguen a todos, en particular, a los pobres y los marginados.

El concilio Vaticano II recuerda que los cristianos, «prestando fielmente su adhesión al Evangelio y disponiendo de sus fuerzas, unidos a todos los que aman y practican la justicia, han tomado sobre sí la realización de una tarea inmensa en esta tierra, de la que deben rendir cuenta a aquel que juzgará a todos en el último día. No todos los que dicen "Señor, Señor" entrarán en el reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre y ponen con energía manos a la obra» (Gaudium et spes GS 93).

La Iglesia y la comunidad política, en sus respectivos ámbitos, son independientes; pero ambas están al servicio del único y mismo hombre (cf. ib., 76). Una sana y provechosa colaboración entre la Iglesia y el Estado para el bien de todos los ciudadanos del país se verá favorecida ciertamente por el mutuo respeto y la comprensión recíproca, que han aumentado gracias a los cuatro Acuerdos firmados recientemente entre la Santa Sede y la República de Croacia.

7. «Manteneos firmes en el Señor» (Ph 4,1). «Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena» (2Th 2,16-17). Queridos hermanos, considerad estas palabras del Apóstol dirigidas a vosotros, y que os consuelen para perseverar en el generoso cumplimiento de vuestra misión.

La santísima Madre de Dios, tan amada y venerada en vuestras regiones, acompañe con su poderosa intercesión vuestro compromiso apostólico y todas vuestras iniciativas al servicio de la Iglesia, e implore para vosotros y vuestras diócesis la abundancia de gracia y paz en nuestro Señor Jesucristo.

Con estos sentimientos, os renuevo gustoso la bendición apostólica a vosotros, a vuestros sacerdotes, a los consagrados y a las consagradas, así como a todos los fieles laicos que están en vuestra patria y fuera de ella.










Discursos 1999 61