Discursos 1999 135


A OCHO NUEVOS EMBAJADORES ANTE LA SANTA SEDE


Jueves 20 de mayo de 1999


Excelencias:

Me complace acogeros hoy en el palacio apostólico y recibir las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios ante la Santa Sede de vuestros respectivos países: Ucrania, Australia, Yemen, Malta, Barbados, Principado de Mónaco, Islandia y Tailandia. Quiero agradeceros vivamente los cordiales mensajes que me habéis transmitido de parte de vuestros jefes de Estado. Os ruego que, al volver, les expreséis mi saludo afectuoso y mis mejores deseos para ellos y para su alta misión al servicio de sus pueblos. Nuestro encuentro me brinda la ocasión de saludar a los responsables de vuestras naciones, así como a vuestros compatriotas, y dirigir mi saludo cordial a los católicos de vuestros países, que procuran participar en todos los sectores de la vida junto con sus conciudadanos.

En esta solemne circunstancia, quisiera hacer, por medio de vosotros, un nuevo llamamiento a todas las naciones para que, en los diversos continentes, las autoridades civiles y todos los hombres de buena voluntad prosigan e intensifiquen sus esfuerzos en favor de la paz, la cooperación, la solidaridad y el entendimiento entre los pueblos. Conocéis el compromiso de la Sede apostólica en estos campos, para que callen las armas y se busque la negociación, de modo que, respetando el derecho, cada país reciba asistencia para la organización de sus instituciones y ayuda para la integración de las diferentes culturas y etnias que lo componen. En efecto, no se puede concebir un Estado como una realidad que rechace a una parte de su población, de acuerdo con criterios que llevan a la segregación. Los responsables de la sociedad han de estar atentos a las condiciones de una «convivencia armoniosa», para que la fraternidad supere al odio y a la violencia.

Debemos preparar una tierra habitable para las generaciones futuras, dando a los jóvenes motivos para que tengan esperanza y se comprometan en la gestión de la ciudad, fundando su acción en los principios fundamentales de justicia, honradez y respeto a las personas. Del mismo modo, es conveniente que los hombres de nuestro tiempo, sobre todo los jóvenes, descubran los valores morales y espirituales que permiten percibir el sentido de la existencia personal y el sentido de la historia, y que son los motores tanto de la vida interior como de la vida social.

Al empezar vuestra misión, os expreso mis mejores deseos e invoco la abundancia de las bendiciones divinas sobre vosotros, así como sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores y sobre las naciones que representáis.









AUDIENCIA DE JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN DE MACEDONIA


CON MOTIVO DE LAS CELEBRACIONES


EN HONOR DE LOS SANTOS CIRILO Y METODIO


: Sábado 22 de mayo de 1999



Querido primer ministro;
queridos amigos:

Todos los años, con ocasión de la fiesta de san Cirilo y san Metodio, apóstoles de los eslavos, una delegación de la ex República yugoslava de Macedonia viene a Roma para venerar las reliquias de san Cirilo en la iglesia de San Clemente. En esta oportunidad, me complace reunirme con vosotros, que representáis la vida civil y religiosa de vuestro país.

136 Desde hace algunas semanas, vosotros y vuestro pueblo estáis implicados en la terrible crisis que día a día está causando sufrimientos indecibles, muerte y abierto y sincero, destinado a crear una base justa y duradera para un acuerdo y para la paz. Pido fervientemente a Dios que, gracias a la intercesión de los dos santos hermanos, toda la región redescubra la comunión fraterna de todos sus pueblos, para que, cuando terminen la violencia y la destrucción actuales, sea para el resto de Europa y para el mundo un claro ejemplo de coexistencia justa y pacífica, en el respeto mutuo y en la libertad. Queridos amigos, espero que vuestra peregrinación os infunda fuerza y valor en el servicio al bien común de vuestro pueblo. Dios bendiga a vuestro país y a sus habitantes. destrucción en los Balcanes, y hace que cientos de miles de seres humanos lloren la pérdida de sus familiares, sus propiedades y sus derechos humanos elementales. A pesar de las enormes dificultades que han surgido, vuestro país se ha convertido en un puerto seguro para muchos refugiados, y con gran generosidad procuráis aliviar su dolor y su tristeza.

Al expresaros a vosotros y a vuestros compatriotas mi aprecio y el de la Iglesia por todo lo que estáis haciendo, hago un nuevo y apremiante llamamiento a los responsables para que pongan fin a la violencia y busquen un diálogo abierto y sincero, destinado a crear una base justa y duradera para un acuerdo y para la paz. Pido fervientemente a Dios que, gracias a la intercesión de los dos santos hermanos, toda la región redescubra la comunión fraterna de todos sus pueblos, para que, cuando terminen la violencia y la destrucción actuales, sea para el resto de Europa y para el mundo un claro ejemplo de coexistencia justa y pacífica, en el respeto mutuo y en la libertad.

Queridos amigos, espero que vuestra peregrinación os infunda fuerza y valor en el servicio al bien común de vuestro pueblo. Dios bendiga a vuestro país y a sus habitantes.









AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN DE BULGARIA


CON MOTIVO DE LAS CELEBRACIONES


EN HONOR DE SAN CIRILO Y SAN METODIO


Lunes 24 de mayo de 1999



Señor primer ministro;
excelencias;
queridos amigos:

Con alegría acojo a vuestra delegación de Bulgaria que, como todos los años, viene a Roma para honrar a san Cirilo y san Metodio, cuyo recuerdo está muy vivo en vuestro país y en toda la región.

Con la presencia hoy aquí de pastores católicos y ortodoxos, «constatamos que el legado de los hermanos de Salónica es y sigue siendo (...) más profundo y fuerte que cualquier división» (Slavorum Apostoli, 25), demostrando que las dos tradiciones, occidental y oriental, nacieron en el seno de la única Iglesia de Cristo. En efecto, san Cirilo y san Metodio contribuyeron a implantar y difundir la fe y la cultura cristianas en el mundo eslavo; unidos fielmente al Sucesor de Pedro, dejaron a varios pueblos un rico patrimonio, que todos se han esforzado por conservar con fervor a lo largo de los siglos, sobre todo gracias a la presencia activa de las corrientes monásticas y de la piedad popular. Quiera Dios que el culto a san Cirilo y san Metodio, a quienes manifestáis vuestra profunda devoción con vuestra presencia en Roma, contribuya a aumentar la fe de vuestro pueblo, así como la fraternidad en Cristo y la solidaridad con todos los hombres.

Al anunciar el Evangelio, esos santos hermanos supieron respetar los valores humanos y morales auténticos y las diversidades culturales, dejando a cada pueblo su originalidad y abriendo el camino a la unidad entre culturas diferentes. Despertaron en sus contemporáneos la conciencia de ser hombres abiertos, que acogen a todos. Actuando de este modo, fueron en cierto modo promotores de una Europa unificada y de una paz profunda entre todos los habitantes del continente, mostrando los fundamentos de un nuevo arte de vivir juntos, en el respeto de las diferencias, que no constituyen un obstáculo para la unidad. Que estos grandes santos de vuestra tierra sean modelos de vida humana y cristiana para todos los búlgaros, llamados a comprometerse cada vez más, junto con sus hermanos de la región, en el camino de la paz y la reconciliación, dando así una contribución notable a la construcción de la Europa de las naciones.

Al término de nuestro encuentro, os agradezco vivamente vuestra amable visita, y expreso mis mejores deseos a vuestra delegación, por medio de la cual dirijo mi cordial saludo a las autoridades y al pueblo búlgaros, asegurándoles la oración ferviente del Obispo de Roma. Encomendándoos a todos a la intercesión de san Cirilo y san Metodio, pido al Señor que os conceda los beneficios de sus bendiciones.










AL GRUPO «CENTRO CULTURAL JUAN PABLO II»


137

Jueves 27 de mayo de 2001


Eminencia;
queridos amigos:

Me complace daros de nuevo la bienvenida al Vaticano este año. Doy las gracias al cardenal Maida por tenerme informado del continuo progreso del Centro, y expreso mi gratitud a todos los que han apoyado su misión de promoción del diálogo y de enriquecimiento mutuo entre el mundo de la fe y el de la cultura.

El Centro ha surgido por la firme convicción de la Iglesia de que sólo el misterio de Jesucristo ilumina plenamente el misterio del hombre y que, por tanto, puede proporcionar un fundamento sólido para el progreso auténtico de la familia humana en la justicia, la paz y la solidaridad. Hace veinte años, al comienzo de mi pontificado, tracé las líneas que la Iglesia de nuestro tiempo está llamada a seguir, fiel al concilio Vaticano II, para cumplir su misión en el mundo.

«La Iglesia desea servir a este único fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad acerca del hombre y del mundo, contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, y con la potencia del amor que irradia de•ella» (Redemptor hominis RH 13). Hoy, mientras la Iglesia se acerca al tercer milenio de la Encarnación, pido al Señor que el Centro, con su actividad intelectual, artística y cultural, contribuya a que la rica tradición y la experiencia de la Iglesia afronten las grandes cuestiones humanas y éticas que están forjando el futuro de vuestra sociedad.

Queridos amigos, ojalá que vuestra peregrinación a esta ciudad, donde los apóstoles Pedro y Pablo dieron su último testimonio de Cristo resucitado, os impulse a una unión más profunda con el Señor y con su Iglesia. Que la Madre amorosa del Redentor nos guíe a todos en nuestra peregrinación hacia el gran jubileo y hacia la plenitud de vida en el reino de Dios.

A vosotros y a vuestras familias os imparto cordialmente mi bendición apostólica.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA



Al venerado hermano
Mons. AGOSTINO SUPERBO
Asistente general de la Acción católica italiana

138 1. Con ocasión de la VII asamblea nacional del Movimiento eclesial de compromiso cultural (MEIC), que tendrá lugar en Asís del 28 al 30 de mayo, deseo enviarle a usted, venerado hermano, al asistente central, monseñor Pino Scabini, al presidente nacional, profesor Lorenzo Caselli, y a los participantes, mi cordial saludo y mis mejores deseos, junto con la expresión de mi aprecio y mi aliento.

Con esta importante cita, el MEIC, que en su nuevo nombre recoge la benemérita tradición de los «licenciados católicos» y los ideales, mantenidos siempre, de los fundadores, monseñor Giovanni Battista Montini, después Papa Pablo VI, de venerada memoria, y el profesor Igino Righetti, se pregunta cómo debe ejercer, en el umbral del nuevo milenio y en continuidad con su historia, una responsabilidad cultural asumida como vocación de «caridad de inteligencia».

La incesante aceleración de los ritmos de la historia, la crisis de las culturas y los desafíos planteados por algunas escuelas de pensamiento y por una mentalidad que ignora cada vez más la antropología cristiana, exigen un renovado anuncio del Evangelio que, como recordaba mi venerado predecesor Pablo VI, consiste fundamentalmente en insertar la palabra de Dios en la corriente del pensamiento humano (cf. Pablo VI, Ecclesiam suam: AAS 56 [1964] 664). La nueva evangelización, tarea urgente de la Iglesia contemporánea, compromete al MEIC a preocuparse por la cultura, para vivificarla con la levadura del Evangelio, por el camino del respeto a la inteligencia y a la competencia en la búsqueda de la verdad; del cultivo de los diversos saberes a la luz de la Revelación, estudiada con pasión; de una participación sin reservas en los objetivos esenciales de la Iglesia, en plena comunión con sus pastores; y del diálogo paciente y convencido, con una actitud de apertura cordial a todos los interlocutores. Este compromiso, que puede contar con la prometedora presencia de los jóvenes y con la rica experiencia de cuantos forman parte desde hace tiempo del Movimiento, está ordenado ante todo a suscitar la conciencia de ser «piedras vivas» de un edificio espiritual mayor, en el que se pueden gustar los frutos de reconciliación y paz que el próximo año jubilar celebra y, en cierta medida, anticipa (cf.
1P 2,5).

2. En la oportuna búsqueda de nuevos enfoques culturales para responder mejor a los desafíos actuales, debéis conservar inalterada la finalidad de vuestro Movimiento, que, como os dije durante nuestro encuentro del 16 de enero de 1982, consiste en «pensar y promover la cultura en íntima conexión con la fe que profesáis, en realizar una verdadera síntesis entre la fe y la cultura. Ésta es vuestra misión específica, a la que nunca os podréis sustraer, ni como hombres de cultura ni como creyentes, dado que esa síntesis es una exigencia tanto de la cultura como de la fe» (n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de mayo de 1982, p. 19).

En consecuencia, es preciso cultivar con particular cuidado el carácter eclesial laical que, además de calificar la presencia del MEIC en los modernos areópagos culturales y profesionales, garantiza su identidad de movimiento de personas maduras en la fe, corresponsables de la obra de evangelización, que comparten los mismos propósitos con otras organizaciones eclesiales, especialmente con la Acción católica italiana. A este respecto, ayudará mucho al Movimiento la contribución asidua de los asistentes eclesiásticos, signo del vínculo con el obispo y con el magisterio de la Iglesia.

Las finalidades y la identidad del MEIC encontrarán en un estilo de vida enraizado en el Evangelio y experimentado mediante la investigación científica, y en el servicio a los hermanos, la más alta garantía de autenticidad y la capacidad de atesorar el pasado para abrirse con valentía al futuro.

Al cumplir su vocación principal, los miembros del MEIC serán guiados y animados por numerosos testigos fieles a Dios y al hombre, algunos de los cuales han sido elevados al honor de los altares: san Giuseppe Moscati, los beatos Contardo Ferrini y Piergiorgio Frassati, el siervo de Dios Pablo VI, Giuseppe Lazzati, Vico Necchi, Italia Mela, Vittorio Bachelet y muchos hombres y mujeres que se tomaron en serio la exhortación: «También vosotros convertíos en santos, puesto que está escrito: "Seréis santos, porque santo soy yo"» (1P 5-16).

3. El tema de la VII asamblea nacional: «Testimonio del Evangelio y estilos de vida. La responsabilidad cultural del MEIC», cobra, por tanto, una singular actualidad.

Frente a los límites y a los riesgos de una complejidad fragmentada, de un eclipse de la razón crítica y de una creciente separación entre fe y razón, es necesario realizar un continuo esfuerzo de análisis y síntesis de cómo debe ser la paciente y a veces difícil contribución del creyente al mundo de la cultura. Exige el conocimiento de los múltiples estilos de vida presentes en el marco actual, el contacto real con la sociedad y la confrontación con los diversos ambientes, culturas y situaciones.

Esta tarea la han de llevar a cabo personas que, no sólo de modo individual sino también colectivo, tengan la habilidad de mediar, discernir y crear sintonía entre polos culturales diferentes, ayudando a la cultura laica a estar en el horizonte verdadero que permite al hombre la realización suprema de sí (cf. Fides et ratio FR 107).

Interpretar las exigencias de la sociedad italiana, afrontar las cuestiones más radicales que preocupan a las conciencias y que, a la vez, remiten al misterio de Dios, y comprometerse a establecer el paciente equilibrio que requiere la «compenetración de la ciudad terrena y la celeste» (cf. Gaudium et spes GS 40), percibida por la fe y destinada a consolidar la misma vida civil, haciéndola más humana: ésta debe ser la aportación del MEIC al Proyecto cultural orientado en sentido cristiano de la Iglesia en Italia.

139 Para servir de manera cada vez más eficaz a la Iglesia y a la sociedad, el MEIC está llamado a enriquecer su diaconía a la verdad con los rasgos de la creatividad y el esfuerzo por permanecer siempre en la perspectiva sapiencial que lleva a la fuente vivificadora: el Señor Jesús, de quien proceden la verdad y la gracia (cf. Jn Jn 1,17). Las Iglesias particulares, e incluso la comunidad nacional, podrán recibir de este modo una significativa contribución para la promoción de una nueva cultura, abierta a los grandes valores humanos y cristianos.

4. Espero que la Asamblea de Asís constituya para el MEIC un momento de renovada fidelidad, de búsqueda provechosa y de valiente proyección, y que, desde dicha perspectiva, el ya inminente gran jubileo del Año santo del 2000 sea para todos sus miembros una ocasión de encontrar a Cristo y hallar en él «el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana» (Incarnationis mysterium, 1).

Con estos deseos, a la vez que invoco la intercesión materna de la Virgen sede de la sabiduría, que enseña a leer la historia a la luz del amor siempre nuevo del Padre, le imparto de corazón a usted, venerado hermano, a los responsables del MEIC, a los participantes en la asamblea y a todo el Movimiento, la implorada bendición apostólica, portadora de la luz y la benevolencia divinas.

Vaticano, 27 de mayo de 1999








AL CONGRESO ORGANIZADO POR EL CONSORCIO


DE RADIOTELEVISIONES LIBRES LOCALES (CO.RA.L.LO)


Viernes 28 de mayo de 1999



Queridos agentes de las radios y televisiones locales:

1. ¡Bienvenidos! Me alegra acogeros con ocasión del congreso del Consorcio de radiotelevisiones libres locales, durante el cual vais a reflexionar en el tema «Identidad y globalización». Gracias por vuestra visita, con la que queréis renovar vuestra adhesión fiel al magisterio de la Iglesia y al Sucesor de Pedro. Os saludo a todos con afecto.

Trabajáis en un sector de gran relieve social y pastoral. Al reunirme hace pocos días con el Episcopado italiano durante su asamblea anual, subrayé cuán oportuno es esmerarse para lograr que la presencia cristiana sea cada vez más eficaz en el ámbito de las comunicaciones sociales. Vuestra participación en este encuentro, tan numerosa y cualificada, testimonia y confirma el deseo que tenéis de contribuir, en plena comunión con la Iglesia, a la difusión del Evangelio. En efecto, es grande el servicio que los medios de comunicación social pueden prestar para que llegue a todos, cercanos y lejanos, el anuncio de la salvación.

2. Ya desde su nacimiento, el Consorcio del que formáis parte ha trabajado para sostener y coordinar las emisoras locales, que inspiran su servicio en los valores cristianos. La comunicación social se vuelve cada día más compleja y desempeña un papel cada vez más importante en la formación de la mentalidad y en la construcción de la sociedad civil. La misma obra de evangelización, en que la Iglesia está particularmente implicada en el umbral del tercer milenio, encuentra en el uso de los medios de comunicación social un itinerario fundamental e imprescindible.

Por tanto, vuestro compromiso no puede considerarse marginal o sectorial, entre otras razones porque la comunicación se ha convertido en el alma que da forma a la cultura de nuestro tiempo. Pero precisamente porque anima, no puede prescindir de sus responsabilidades con respecto al sentido y al valor de la vida. A veces la comunicación corre el riesgo de cubrir con la fuerza de las imágenes y de los sonidos el vacío, la pobreza de mensajes y la ausencia de sólidos puntos de referencia ética. Ante este tipo de comunicación, que prefiere tener receptores indefensos más que protagonistas activos, para aturdir más que para ayudar a reflexionar, es más urgente que nunca ofrecer, con competencia y creatividad, un suplemento de motivaciones y contenidos, a fin de realizar una red de comunicaciones al servicio del bien.

3. A la luz de estas breves consideraciones, es fácil comprender que son muchos los problemas que todos los días se presentan en vuestro trabajo. Vuestro Consorcio lucha desde hace años por un reglamento de las emisoras radiotelevisivas que tenga en cuenta a todos los sujetos y, en primer lugar, la iniciativa local, con igual dignidad y derecho que la nacional e internacional.

140 El rápido desarrollo tecnológico de la época moderna podría llevarnos a pensar que se ha superado la dimensión local. Pero no es así. En efecto, aunque la comunicación global ofrece nuevas oportunidades para el intercambio entre los pueblos y las naciones, pueden surgir formas nuevas y más sutiles de monopolio en las comunicaciones sociales, sostenido por fuertes intereses comerciales. Cuando los medios de comunicación social se alejan de un claro marco social y humano, los modelos que transmiten son excesivamente masificados e individualistas, y se oponen al verdadero bien de la persona, de la familia y de la comunidad local.

En este ámbito, vuestra presencia es sumamente útil para reafirmar la identidad cultural de las comunidades locales y de su territorio, con particular referencia a la tradición cristiana y a la difusión del Evangelio. El proceso de globalización será tanto más valioso y útil cuanto más sepa valorar las realidades locales con su patrimonio de identidad histórica y cultural. Aquí encuentra una aplicación peculiar y concreta el principio de subsidiariedad. El legislador está llamado a conjugar las exigencias de las emisoras de carácter nacional con las de carácter local, para realizar una integración plena. En este marco hay que reafirmar, en primer lugar, el papel de las emisoras de servicio, entre las cuales las radios y las televisiones católicas son una realidad consolidada.

4. La Iglesia sigue con gran atención este proceso, convencida de que una mayor integración entre las emisoras locales y las nacionales es de gran ayuda para la evangelización mediante la radiodifusión, como se está llevando a cabo en Italia, con un proyecto de televisión y radio por satélite. A la vez que me complacen los resultados alcanzados, renuevo aquí el deseo de que se intensifique cada vez más una colaboración cordial y un apoyo recíproco entre todos los medios de comunicación de inspiración cristiana, nacionales y locales. Por otra parte, es necesario favorecer el crecimiento del interés ante la importancia de la comunicación social en la vida y la misión de la Iglesia.

Queridos agentes, sé cuánta dedicación y cuántas energías requiere la gestión de los medios de comunicación social. Vuestro campo es difícil y está en continua evolución; exige preparación y profesionalidad; requiere respeto a las personas y celo apostólico, así como madurez espiritual, que se alimenta de oración y de fidelidad a la Iglesia.

Ya estamos a las puertas del gran jubileo del año 2000. La difusión y la extraordinaria fuerza de los medios de comunicación social podrán contribuir a que resuene en todas partes el mensaje del gran acontecimiento jubilar.

Mi deseo, confirmado por la oración, es que os hagáis intérpretes, de modo creativo y con el lenguaje específico de cada medio de comunicación, de las respuestas que el Evangelio da a las expectativas y exigencias del hombre de hoy, para que cada uno pueda emprender un verdadero camino de conversión y avanzar con alegría hacia la casa del Padre.

Encomiendo estos deseos a la intercesión materna de María, Estrella de la evangelización, a la vez que de corazón os bendigo a todos.








A LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE LA SANTA CRUZ


: 29 de mayo de 1999



Ilustres autoridades académicas y profesores;
amable personal técnico-administrativo;
amadísimos estudiantes:

141 1. Me alegra acogeros con ocasión del decimoquinto año de vida del Ateneo de la Santa Cruz, que desde el 15 de julio del año pasado ha obtenido el título de universidad pontificia. ¡Gracias por vuestra visita! Con gran cordialidad os saludo a cada uno, queridos profesores, jóvenes universitarios y personal administrativo y técnico. Agradezco en particular al gran canciller, monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, las palabras que ha querido dirigirme amablemente en nombre de todos.

Vuestra universidad, nacida gracias al celo apostólico del beato Josemaría Escrivá, se propone investigar y promover la verdad con honradez intelectual y respeto a la Revelación. Como tal, se siente al servicio de la Iglesia, llamada en nuestro tiempo a un esfuerzo misionero más valiente, en la perspectiva del tercer milenio.

2. Noto con aprecio que vuestra universidad, respondiendo a una precisa necesidad del mundo contemporáneo, es decir, la de impulsar, con competencia profesional y sentido eclesial, al sector de la opinión pública y de los medios modernos de comunicación social a tener una comprensión cada vez más adecuada de la riqueza que brota de la vida de la Iglesia, ha proyectado la facultad de Comunicación social institucional, con la finalidad de formar de modo específico a personas que colaboren con los obispos, con las Conferencias episcopales y con otras instituciones eclesiales en la transmisión de una correcta información sobre la Iglesia mediante los medios de comunicación social. Se trata de una iniciativa que tiene en cuenta las actuales exigencias de la comunicación. Deseo de corazón que vuestro esfuerzo favorezca la difusión y la inculturación del Evangelio, buena nueva de liberación auténtica, en todos los sectores de la vida social y civil.

Quisiera, asimismo, recordar la integración en vuestra universidad del Instituto superior de ciencias religiosas en el Apolinar, creado hace unos años con gran clarividencia por el cardenal Pietro Palazzini. Con su peculiar metodología a distancia, vuestra universidad ofrece la oportunidad de una formación académica y eclesial a los encargados de la enseñanza de la religión en la escuela, de la catequesis en las parroquias y de las diversas modalidades de apostolado.

3. El emblema de vuestra universidad reproduce un dibujo del beato Josemaría Escrivá y recuerda el sentido de vuestro trabajo. Su elemento central es una cruz griega, cuyos brazos terminan en puntas de flecha. Así, parece que la cruz está como en tensión hacia todas las direcciones, dispuesta a abrazar a la humanidad y al mundo entero. Al lado de la cruz se hallan las palabras Iesus Christus, Deus Homo. ¡Qué síntesis tan significativa de la orientación de la actividad didáctica y de la investigación! La cruz es la revelación suprema del misterio del Verbo encarnado, perfectus Deus, perfectus homo (cf. símbolo Quicumque). En su amor infalible, Cristo crucificado revela, de modo conmovedor, la infinita misericordia del Padre para con los hombres de todos los tiempos.

La sabiduría de la cruz es luz que ilumina el sentido de la existencia humana. Con razón, san Agustín se refiere a la cruz como a la cátedra del Maestro divino: «Lignum illud ubi erant fixa membra morientis, etiam cathedra fuit magistri docentis» (In Ioann. Ev
EV 119,2, CCL 36, 658). Desde esa cátedra recibimos la sublime lección del amor que Dios nos tiene. Los límites de la ciencia quedan paradójicamente superados por la fe en el Hombre-Dios clavado en la cruz y resucitado por el Padre. Nosotros no debemos separarnos de esta cátedra. Como solía repetir el beato Josemaría Escrivá, sólo así encontraremos «lux in cruce, gaudium in cruce, requies in cruce»: la luz, la alegría y la paz que brotan del designio salvífico. Sólo cuando permitimos que el Espíritu Santo nos sumerja en el misterio de Cristo, el pensamiento teológico se ilumina con la sabiduría y llega a comprender plenamente el sentido de la cruz, itinerario de salvación para el hombre y de purificación para el corazón y la mente.

4. En este tiempo, en el que constatamos a veces la dispersión del saber y una general desconfianza en la capacidad de la razón de alcanzar la verdad, recientemente consideré oportuno publicar la encíclica Fides et ratio, un texto que deben profundizar de modo particular quienes trabajan en las facultades de ciencias eclesiásticas. Esta encíclica, al igual que la Veritatis splendor, de la que es continuación, representa una orientación fecunda para el trabajo de cuantos se dedican al estudio de la teología, las ciencias sagradas y la filosofía. En Cristo, Dios y hombre, resplandece la perfecta armonía entre naturaleza y gracia. Este maravilloso equilibrio ha producido a lo largo de los siglos muchísimos frutos de conocimiento. Los diversos saberes específicos necesitan aún la luz de la teología, acompañada por una filosofía sapiencial de alcance auténticamente metafísico.

La contemplación de la unión de lo humano y lo divino en Cristo, en particular en Cristo crucificado, os ayudará seguramente a integrar las diversas categorías del conocimiento, a cultivar la interdisciplinariedad y a abriros a la verdad total. En esta tarea también os servirá de valioso guía santo Tomás de Aquino, en cuya reflexión «la exigencia de la razón y la fuerza de la fe han encontrado la síntesis más alta que el pensamiento haya alcanzado jamás, ya que supo defender la radical novedad aportada por la Revelación sin menospreciar nunca el camino propio de la razón» (Fides et ratio FR 78).

5. Queridos hermanos, os animo a proseguir el compromiso asumido de profundización doctrinal, vivificado por el anhelo constante de santidad. Quiera Dios que cuantos frecuentan vuestra universidad cuenten con vuestra ayuda para afrontar los desafíos que la cultura y la sociedad actual plantean a la fe, y para ser apóstoles de la nueva evangelización, dóciles al Espíritu Santo y fieles al magisterio de la Iglesia.

María, Sede de la sabiduría, os proteja siempre y sea el puerto seguro para cuantos dedican su vida a la búsqueda de la verdad.

Con estos sentimientos, os bendigo de todo corazón.










A LOS SACERDOTES, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS


Y LAICOS COMPROMETIDOS


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Ancona, 30 de mayo de 1999


Amadísimos hermanos y hermanas:

1.Os saludo con gran afecto en esta bellísima catedral de San Ciríaco, imagen y centro de vuestra archidiócesis. La celebración de su milenario evoca la presencia misteriosa y benéfica de Dios en la historia de esta tierra y todo el bien realizado por cuantos, convertidos en oyentes atentos y generosos del Evangelio, han secundado el camino de la gracia. Pienso en los sacerdotes y en los diáconos ordenados en este templo, en las vírgenes consagradas y en los numerosos cristianos comprometidos, que han buscado aquí la fuerza para transformarse en piedras cualificadas del edificio espiritual de la Iglesia e instrumentos providenciales de la historia de la salvación.

Este encuentro es continuación de la celebración eucarística de esta mañana. En ella, en torno al Sucesor de Pedro y al arzobispo, vuestra comunidad diocesana se ha manifestado en toda su plenitud. Ahora presenta aquí sus estructuras fundamentales: los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y las religiosas, los agentes pastorales y los representantes de las asociaciones laicales eclesiales. La protagonista del encuentro de esta mañana ha sido la «masa fermentada», preparada para convertirse en buen pan; ahora, los protagonistas son los que, con la administración de los sacramentos y el servicio de la Palabra, infunden en la historia de este pueblo el dinamismo de la vida nueva del Evangelio. ¡Gracias por vuestra presencia! ¡Gracias por todo el bien que hacéis, respondiendo con constante dedicación y amor fiel a la llamada del Señor, que os envía a sembrar y regar la Iglesia, su campo místico!

Dirijo un cordial saludo a vuestro amado pastor, monseñor Franco Festorazzi, a quien se hallan encomendados, antes que a nadie, el compromiso y la alegría de anunciar el Evangelio en esta antigua y noble archidiócesis de Ancona-Ósimo. También le agradezco particularmente las cordiales palabras que ha querido dirigirme en nombre de todos vosotros.

2. Al acercarme a vuestra catedral, cuya posición dominante y sólidas estructuras arquitectónicas la convierten en un signo fuerte de la presencia de Dios en medio de vosotros, pensé en las palabras del salmista que, ante el templo de Jerusalén, exclamó «¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!» (Ps 122,1). La vista de la «hermosa catedral de san Ciríaco», como reza un canto popular vuestro, invita a la contemplación, llena de estupor, de Dios creador, el Artista absoluto, que creó el universo con toda su hermosura y armonía (cf. Gn Gn 1,31).

Él encomienda al hombre, creado a su imagen y semejanza, la tarea de continuar su obra y, en particular, llama a los artistas a ser profetas de la belleza, asociándolos al misterio de la creación. La fecunda relación entre arte, Evangelio e Iglesia, ha convertido a la belleza en un itinerario singular del encuentro con Dios, como testimonia la importante exposición «Libros de piedra», inaugurada con ocasión de las celebraciones del milenario.

Esas celebraciones constituyen un himno de alabanza al Señor que, al permitir que los artistas que edificaron y adornaron este templo se asomaran «por un momento (...) al abismo de luz» cuya fuente originaria es él, les abrió «una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo» (Carta a los artistas, 6) y un posible itinerario de salvación.

3. Vuestra catedral narra una historia de fe milenaria. Templo de piedra que ha desafiado los siglos es, al mismo tiempo, la Iglesia madre que acoge a toda la comunidad compuesta por «piedras vivas para la construcción de un edificio espiritual» (cf. 1P 2,5) y que está edificada «sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo» (Ep 2,20).

Las imágenes bíblicas que, a partir de la realidad visible del templo, remiten al misterio de la Iglesia, constituyen para vosotros, comunidad diocesana congregada en él, un compromiso de realizar cuanto representa el edificio de piedra. Las celebraciones del milenario os exhortan, por tanto, a ser una Iglesia cada vez más viva que, desafiando los vientos, las tempestades y las peligrosas infiltraciones del espíritu del mundo, manifieste diariamente el amor de Dios a los hombres, revelado en Jesucristo. Vuestra catedral, casa de Dios puesta sobre el monte, os compromete a ser una comunidad ejemplar, que todos puedan mirar como un punto de referencia en el que se inspiren para el establecimiento de las relaciones humanas en la sociedad civil.

Queridos hermanos y hermanas, ¡qué extraordinaria misión os confía el Padre! Siguiendo las huellas de los mártires y santos que han enriquecido vuestra historia, estáis llamados a trabajar en la edificación espiritual de vuestra Iglesia con el amor y la pasión de los artistas que embellecieron esta catedral. Vuestra tarea, más grande que la de ellos, consiste en hacer que resplandezca aún más, en el umbral de un nuevo milenio cristiano, el rostro de la Iglesia de Dios que está en Ancona-Ósimo.


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