Discursos 1999 202


A LOS "JÓVENES HACIA ASÍS"


Amadísimos jóvenes:


1. Con verdadera alegría os acojo al final de vuestro primer congreso internacional, titulado "Jóvenes hacia Asís", que se ha celebrado en forma de peregrinación, siguiendo las huellas de san Francisco de Asís. ¡Bienvenidos! Os saludo a todos con afecto.
Os agradezco a cada uno la contribución que habéis dado al éxito de esta iniciativa; agradezco al ministro general de los Frailes Menores Conventuales las amables palabras que me ha dirigido. Expreso mi complacencia, en particular, a los Frailes Menores Conventuales, que os han propuesto esta singular peregrinación como tiempo de experiencia prejubilar, en el marco de la preparación para la XV Jornada mundial de la juventud del 2000, que tendrá lugar en Roma dentro de aproximadamente un año. Les manifiesto mi deseo de que sepan vivir constantemente su consagración como don que el Señor hace a la Iglesia, fieles al estilo de vida que el Poverello de Asís confió a la orden.

2. Amadísimos muchachos y muchachas, el itinerario que os ha llevado a los lugares tan queridos para la espiritualidad mariana y franciscana, ha estado jalonado por momentos de oración y penitencia, y por encuentros de reflexión. En Padua, Loreto y Asís habéis visitado santuarios significativos de la fe en Italia, y vuestra actual etapa en Roma culmina vuestro itinerario espiritual. Os guía la pregunta: "Francisco, ¿por qué te sigue el mundo?". Estoy seguro de que, al escuchar las enseñanzas y los testimonios, habéis recibido estímulos provechosos para renovar vuestra adhesión al Evangelio.
Hoy habéis venido, a ejemplo de san Francisco, a encontraros con el Papa para reafirmar vuestra fidelidad a la Iglesia, que, como decía el santo, "conservará intactos entre nosotros los vínculos de la caridad y de la paz... En su presencia florecerá siempre la santa observancia de la pureza evangélica y no permitirá que se evapore, ni siquiera por un instante, el buen olor de la vida" (2 Cel XVI, 24; FF 611).
¡Gracias por vuestra visita! Habéis querido entregarme, como hizo san Francisco con mi venerado predecesor Honorio III, una regla de vida evangélica que deseáis poner en práctica, así como un donativo, fruto de vuestra jornada penitencial. Os lo agradezco de todo corazón.

203 3. Ahora concluye vuestra experiencia y, al volver a vuestros hogares, podréis comunicar a vuestros coetáneos cuanto habéis experimentado durante estos días. Ciertamente, esta peregrinación ha sido una oportunidad providencial de encuentro con Cristo y con vosotros mismos. Os ha permitido contemplar el rostro de Dios (cf. Sal Ps 27,8) y su admirable santidad, confiando en el poder salvífico de su gracia y de su misericordia.
Dad gracias al Señor porque os han acompañado maestros pacientes, que os han guiado espiritualmente, paso a paso, y ahora, al reanudar el camino en otras direcciones, mantened vuestro corazón dócil a la escucha de Dios. Al volver a vuestras actividades habituales, difundid en vuestro entorno la luz que ha iluminado vuestro espíritu. Amad y seguid a Cristo. Si a veces, cuando el camino se hace difícil, os sentís cansados, deteneos a la sombra de la oración. En el diálogo con Dios encontraréis paz y alivio.
Tenéis como compañeros de camino a los "testigos" que durante estos días habéis aprendido a conocer mejor y amar más. En Padua, en la basílica dedicada a San Antonio, os habéis encontrado con un hombre evangélico que recorrió el camino de una paciente y celosa visitación de Dios. En Loreto, en la Santa Casa, el humilde corazón a la escucha de María, la "Virgen hecha Iglesia", como solía llamarla san Francisco (Saludo a la Santísima Virgen, 1: FF 259), os ha puesto ante Cristo encarnado. En Asís, Francisco, corazón libre y orante, misericordioso y fraterno, os ha enseñado a tener compasión de todos los hombres y de todas las criaturas. Siguiendo la invitación de la Escritura a considerar atentamente "el final de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (He 13,7-8).

4. Amadísimos jóvenes, vuestro encuentro itinerante, que ha tocado lugares y temas sugestivos de la fe, puede considerarse una anticipación de la Jornada mundial de la juventud que, Dios mediante, se celebrará aquí, en Roma, el año próximo. Ya desde ahora os invito a todos a participar en ella. En el corazón del Año santo 2000 será efectivamente una extraordinaria ocasión para vosotros, jóvenes: Cristo quiere que colaboréis con él en la construcción del nuevo milenio, según su designio universal de salvación. Vivir el Evangelio es, sin duda, una tarea exigente; pero sólo con Cristo es posible edificar eficazmente la civilización del amor.
Que os acompañe María, Estrella del camino; os protejan san Antonio, san Francisco y santa Clara. Por mi parte, estoy cerca de vosotros con mi oración.
Antes de despedirme, deseo ahora bendeciros con las palabras de la Escritura, tan queridas para Francisco y que seguramente habéis escuchado muchas veces: "El Señor os bendiga y os guarde; os muestre su rostro y tenga misericordia de vosotros. Dirija su mirada sobre vosotros y os conceda su paz" (cf. Nm NM 6,24-26 FF 262).






A LOS OBISPOS DE COSTA DE MARFIL


EN VISITA «AD LIMINA»


Sábado 28 de agosto de 1999



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Os acojo con gran alegría a vosotros, pastores de la Iglesia católica en Costa de Marfil, mientras realizáis vuestra peregrinación a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo. En efecto, la visita ad limina es un momento de gran importancia para la vida y el ministerio de los obispos, que vienen a dar gloria a Dios por todos los beneficios recibidos de él y para manifestar su comunión con el Sucesor de Pedro y con la Iglesia universal. En sus encuentros con el Obispo de Roma y con sus colaboradores también reciben consuelo y apoyo para cumplir la misión que se les ha confiado.

Agradezco al presidente de vuestra Conferencia episcopal, monseñor Auguste Nobou, arzobispo de Korhogo, las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Expreso también mis mejores deseos a monseñor Vital Komenan Yao, arzobispo de Bouaké, a quien habéis elegido para que le suceda dentro de algunos días.

Cuando volváis a vuestras diócesis, llevad a vuestros sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los catequistas y a todos los fieles, el saludo afectuoso del Papa, que conserva aún el recuerdo de la calurosa acogida que le dispensaron durante sus tres visitas al país. Transmitid a todos vuestros compatriotas sus cordiales deseos de un futuro de paz y prosperidad.

204 2. La Iglesia en Costa de Marfil ha vivido durante su historia reciente diferentes fases de arraigo y crecimiento. Hoy experimenta una gran vitalidad, que le permite mirar al futuro con confianza. Son numerosas las personas que aceptan la fe en Jesucristo y solicitan los sacramentos de la iniciación cristiana. Las celebraciones litúrgicas son muy vivas y cuentan con una gran participación. Con su espíritu familiar y alegre, vuestras comunidades expresan el amor fraterno que Jesús enseñó a sus discípulos. Así se manifiestan la sed de Dios de vuestro pueblo y su deseo de vivir plenamente los mandamientos divinos. Con ocasión del Sínodo africano, en el que varios de vosotros participasteis, los padres centraron su reflexión en estos signos de esperanza, pero también en las sombras y los desafíos que se plantean a la misión. Al recordar la urgencia de la proclamación de la buena nueva a los millones de personas que no la conocen aún, expresaron su deseo de que un nuevo celo evangelizador anime a las Iglesias particulares. Asimismo, exhortaron a todos los católicos del continente a una nueva y profunda evangelización, invitándolos a avanzar con valentía por los difíciles caminos de la conversión del corazón y de la renovación constante.

Después del Sínodo, en la exhortación apostólica Ecclesia in Africa, yo mismo he querido presentar las decisiones y orientaciones que permitirán a la Iglesia cumplir su misión de la manera más eficaz posible. En cierto modo, se trata de la carta misionera de la Iglesia familia de Dios en África, que todos están invitados a vivir en su vida personal y en sus situaciones concretas. Deseo vivamente que en este tiempo privilegiado, durante el cual se celebrará el segundo milenario de la Encarnación, todo «mire al objetivo prioritario del jubileo, que es el fortalecimiento de la fe y del testimonio de los cristianos» (Tertio millennio adveniente
TMA 42). Exhorto a los discípulos de Cristo a fortalecer los vínculos que los unen al Salvador de la humanidad, para ser sus testigos fieles y generosos. Por eso, es esencial presentar sin ningún tipo de temor el mensaje cristiano en su totalidad y con toda su fuerza profética, recurriendo a los medios adecuados que el mundo moderno puede ofrecer. Sin embargo, es necesario recordar que el testimonio de una vida de santidad es insustituible para un anuncio auténtico del Evangelio, cuyo fin es ante todo presentar la persona misma de Jesús resucitado como el único Salvador de todos los hombres.

3. Desde hace algunos años, el número de sacerdotes aumenta regularmente; esto suscita esperanza y optimismo para el futuro. Al renovar mi saludo cordial a todos vuestros sacerdotes, los aliento a ser en su ministerio auténticos servidores de Cristo, que los ha enviado, y del pueblo, que se les ha confiado, mediante una comunión cada vez más viva con su obispo y con toda la Iglesia. En efecto, la vocación al sacerdocio compromete a los presbíteros a imitar decididamente la actitud misma de Jesús, servidor casto y fiel, que dio su vida generosamente para cumplir la misión que le había confiado su Padre. Por eso, los invito a seguir con entusiasmo al Señor, como los Apóstoles, viviendo su sacerdocio como un camino específico de santidad. De este modo, en todas las circunstancias serán testigos veraces y creíbles de la Palabra que anuncian y de los sacramentos que administran. Al prestar este servicio con espíritu de desprendimiento evangélico frente a la búsqueda desmedida de bienes materiales y beneficios personales, serán signos de la generosidad de Dios, que ofrece gratuitamente sus dones a los hombres.

Mediante una formación permanente que lleve a la profundización de los conocimientos teológicos y de la vida espiritual, y que preste también atención a los sanos valores de su ambiente de vida, los sacerdotes encontrarán una expresión y una condición de su fidelidad a su ministerio y de la unificación de su ser. Esta formación permanente, acto de amor a Jesucristo, a quien es preciso conocer y buscar incesantemente, es también un acto de amor al pueblo de Dios al que el sacerdote sirve por vocación (Pastores dabo vobis PDV 70).

Permitidme expresaros aquí la gratitud de la Iglesia por el trabajo realizado en vuestra patria, desde hace más de un siglo, por numerosos misioneros, hombres y mujeres, que han dejado su país de origen para anunciar el Evangelio en Costa de Marfil. Su testimonio, a veces heroico, sigue siendo hoy un modelo de vida totalmente entregada a Dios y al prójimo, y una fuente de dinamismo para muchos religiosos, religiosas, sacerdotes fidei donum y laicos, que se han comprometido generosamente a seguir su ejemplo. Que Dios bendiga su obra y aumente en la Iglesia de Costa de Marfil el celo por la misión universal. Queridos hermanos en el episcopado, con este espíritu misionero, que habéis recibido de vuestros padres en la fe, os animo a desarrollar cada vez más la gran tradición africana de solidaridad, compartiendo el personal apostólico con las diócesis menos favorecidas de vuestro país e, incluso, más allá de vuestras fronteras.

4. Conozco vuestro interés por garantizar una formación seria a los futuros sacerdotes. La relación estrecha que debe existir entre el obispo y el seminario es primordial. Para un pastor es una grave responsabilidad, pero también una gran alegría, seguir el camino de quienes serán llamados a convertirse en sus colaboradores más íntimos en el ministerio apostólico. En efecto, como escribí en la exhortación apostólica Pastores dabo vobis, «la presencia del obispo tiene un valor particular, no sólo porque ayuda a la comunidad del seminario a vivir su inserción en la Iglesia particular y su comunión con el pastor que la guía, sino también porque autentifica y estimula la finalidad pastoral, que constituye lo específico de toda la formación de los aspirantes al sacerdocio» (n. 65).

La iniciativa que habéis tomado recientemente de incluir un año propedéutico merece ser apoyada. Este tiempo de preparación para el ingreso en el seminario mayor es una ocasión privilegiada para precisar las motivaciones de los candidatos, profundizar su vida cristiana y eclesial y ayudar a los formadores en su tarea de discernimiento de las vocaciones.

Gracias al ejemplo de comunidades educativas unidas y fraternas, que dan una imagen concreta de comunión eclesial, los seminaristas aprenderán a ser hombres de fe, fieles a la Iglesia y a los compromisos que deberán asumir. Por eso, es preciso elegir, preparar y acompañar a los sacerdotes de vida ejemplar que posean cualidades humanas, intelectuales, pastorales y espirituales adecuadas a su tarea de formadores del clero. En un ambiente en el que a menudo resulta difícil proponer a los jóvenes una vida ascética y una disciplina interior, habrá que buscar los medios idóneos para presentarles con claridad las exigencias de la vida sacerdotal, evitando toda ambigüedad y toda componenda, nefastas para su vida personal y para la Iglesia.

5. Para ser fiel a su misión de anunciar el Evangelio, toda la Iglesia debe ser misionera. En el bautismo y la confirmación todos los miembros del pueblo de Dios han recibido, cada uno según su vocación específica, la responsabilidad de testimoniar su fe en Cristo. Por esta razón, la formación de los fieles laicos ocupa un lugar destacado en las orientaciones pastorales, para ayudarles a vivir una vida plenamente coherente y dar testimonio de ella a sus hermanos. Esta formación debe ayudar a los laicos a conocer claramente las verdades de la fe y sus exigencias, para que no queden «a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error» (Ep 4,14). Asimismo, contribuirá a hacer que asuman sus responsabilidades en la Iglesia y en la sociedad, incluyendo el campo sociopolítico y económico, a la luz del Evangelio y de la enseñanza de la Iglesia. «Los cristianos deben ser formados para que vivan las exigencias sociales del Evangelio, de modo que su testimonio se convierta en un desafío profético ante todo lo que perjudica el verdadero bien de los hombres y de las mujeres de África, como de cualquier otro continente» (Ecclesia in Africa ).

Entre los fieles laicos, los catequistas, cuya actividad sigue siendo decisiva en el seno de las comunidades cristianas, están llamados en particular a profundizar incansablemente su formación, para ser verdaderos testigos del Evangelio con el ejemplo de su vida y con su competencia en la misión que se les confía. A cada uno de ellos manifestadle mi aliento y mi gratitud por su generosidad en el servicio a la Iglesia y a sus hermanos.

6. En la cultura y la tradición africanas la familia desempeña un papel fundamental, pues representa el primer pilar del edificio social y la primera célula de la comunidad eclesial. Por este motivo, el Sínodo para África consideró una prioridad la evangelización de la familia. Os aliento vivamente a reforzar sin cesar una pastoral apropiada para acompañar a las familias en las diferentes etapas de su formación y de su desarrollo. Es particularmente indispensable preparar a los jóvenes para el matrimonio y la vida familiar. Hay que ayudarles a comprender la grandeza y las exigencias del sacramento del matrimonio, que da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo ama a su Iglesia, perfeccionar así su amor humano, fortalecer su unidad indisoluble y santificarse en el camino de la vida eterna (cf. Catecismo de la Iglesia católica CEC 1661). Es deber de la Iglesia reafirmar con fuerza la unidad e indisolubilidad de la unión conyugal. «A cuantos, en nuestros días, consideran difícil o incluso imposible vincularse a una persona por toda la vida y a cuantos son arrastrados por una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que se mofa abiertamente del compromiso de los esposos a la fidelidad, es necesario repetir la buena nueva de la perennidad del amor conyugal, que tiene en Cristo su fundamento y su fuerza» (Familiaris consortio FC 20). El testimonio de hogares unidos y responsables, lo mismo que la educación en el sentido de la fidelidad, sin la cual no existe verdadera libertad, serán para los jóvenes ejemplos valiosos que les permitirán conocer mejor y aceptar la rica realidad humana y espiritual del matrimonio cristiano.

205 Invito a los hijos e hijas de la Iglesia católica a amar y sostener de modo particular a la familia, teniendo gran estima por sus valores y posibilidades, y a reconocer los peligros y los males que la amenazan, para poder superarlos y asegurar un ambiente que sea favorable a su desarrollo (cf. ib. , 86).

7. La nueva evangelización, a la que la Iglesia está llamada, debe tener en cuenta, con un interés renovado, el íntimo vínculo existente entre las culturas humanas y la fe cristiana. La religión tradicional africana, de la que provienen numerosos cristianos, marca profundamente la cultura de vuestro pueblo, y ejerce aún una gran influencia en la comprensión de la fe por parte de los fieles y en su modo de vivirla, dando lugar a veces a actitudes incoherentes. Como escribí en la exhortación apostólica Ecclesia in Africa, un diálogo sereno y prudente con los seguidores de esa religión podrá «proteger de influjos negativos que condicionan la misma forma de vida de muchos católicos y, por otra, asegurar la asimilación de los valores positivos como la creencia en el Ser supremo, eterno, creador, providente y justo juez, que se armonizan bien con el contenido de la fe» (n. 67). Sin embargo, es fundamental ayudar a los bautizados a entablar una relación auténtica y profunda con Cristo, que debe llegar a ser el centro efectivo de su existencia. Ese encuentro, en que el hombre descubre el misterio de su vida, exige una conversión radical de la persona y una purificación de todas las prácticas religiosas anteriores a él.

Por otra parte, también es imprescindible un diálogo fraterno de vida con los musulmanes para construir pacíficamente el futuro. A pesar de los obstáculos y las dificultades, urge que todos los creyentes y los hombres de buena voluntad, que comparten con ellos valores esenciales, unan sus esfuerzos para construir la civilización del amor, fundada en los valores universales de la paz, la solidaridad, la fraternidad, la justicia y la libertad. Por eso, conviene trabajar juntos en el desarrollo armonioso de la sociedad, para que todos los hijos de la nación puedan ejercer sus derechos y cumplir sus deberes recíprocos, y a todos se les reconozca la libertad de practicar las exigencias de su religión en el respeto mutuo.

Me alegra la presencia en vuestro país de gran número de instituciones católicas internacionales, principalmente del Instituto católico de África occidental, que procuran favorecer el diálogo entre la fe y la cultura. Son signo del crecimiento de la Iglesia, pues integran en sus investigaciones las verdades y las experiencias de la fe, contribuyendo a interiorizarlas (cf. Ecclesia in Africa ). De este modo, numerosos jóvenes reciben una formación humana e intelectual en las instituciones educativas que dependen de la Iglesia o del Estado, y que son lugares privilegiados de la transmisión de la cultura. Por consiguiente, os animo a prestar particular atención a la pastoral del mundo escolar y universitario y, en un círculo más amplio aún, al mundo de la cultura, para que el Evangelio arraigue realmente en vuestro país.

8. Al término de nuestro encuentro, queridos hermanos en el episcopado, doy gracias a Dios con vosotros por su obra en medio de vuestro pueblo. La cercanía del gran jubileo es para todos los católicos una invitación apremiante a fijar su mirada en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, que vino a salvar a la humanidad. Ojalá que la entrada en el nuevo milenio estimule a los pastores y a los fieles a ensanchar su mirada hacia nuevos horizontes, para anunciar el reino de Dios hasta los confines de la tierra. Encomiendo cada una de vuestras diócesis a la intercesión materna de la Virgen María, Nuestra Señora de la Paz, venerada particularmente en el santuario de Yamusukro. Imploro a su Hijo Jesús que derrame sobre la Iglesia que está en Costa de Marfil la abundancia de las bendiciones divinas, para que sea signo vivo del amor que Dios siente por todos, en particular por los necesitados, los enfermos y las personas que sufren. De todo corazón os imparto la bendición apostólica, que extiendo complacido a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los catequistas y a todos los fieles laicos de vuestras diócesis.





                                                                             Septiembre 1999



DISCURSO DEL SANTO PADRE A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ZAMBIA EN VISITA "AD LIMINA"


Queridos hermanos en el episcopado:


1. Es una gran alegría para mí daros la bienvenida a vosotros, obispos de Zambia, mientras estáis reunidos en Roma para vuestra visita ad limina Apostolorum. Vuestra presencia expresa y refuerza el vínculo de comunión que os une a vosotros y a vuestras comunidades particulares con el Sucesor de Pedro, llamado a confirmar a sus hermanos en la fe (cf. Lc Lc 22,32). Con afecto fraterno, os saludo con las palabras del Apóstol: "A vosotros gracia y paz, de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Rm 1,7). A través de vosotros, dirijo este mismo saludo a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos de las Iglesias particulares que presidís en el amor.
Durante nuestros encuentros de estos días, he comprobado el celo y la abnegación con que os entregáis a vuestro ministerio pastoral, y he compartido las esperanzas y los anhelos, las dificultades y las preocupaciones, las alegrías y los éxitos de vuestro servicio al pueblo de Dios en Zambia. Vuestra visita también me ha recordado mi visita pastoral a vuestro país, hace diez años, cuando tuve la dicha de experimentar "el calor de vuestras relaciones humanas y la profundidad de vuestras aspiraciones a vivir en una sociedad basada en el respeto a la dignidad de toda persona humana" (Discurso de despedida, Lusaka, 4 de mayo de 1989, n. 1: L' Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de mayo de 1989, p. 19). Sentí una alegría especial al comprobar "la firmeza y vigor de la Iglesia católica en Zambia" (ib., n. 2), y es algo que jamás he olvidado.

2. En los diez años que han transcurrido desde mi visita, la situación en el continente africano, incluyendo Zambia, se ha vuelto más dramática. El mundo se olvida a veces de esta situación que, sin embargo, no deja de apesadumbrar el corazón de la Iglesia y del Papa. Los antiguos azotes humanos de la guerra, el hambre, la pobreza y la enfermedad siguen afligiendo a los pueblos de África, y también Zambia ha sufrido su fuerza. Las guerras en los países vecinos han herido a Zambia, no sólo por la gran cantidad de personas desplazadas que buscan refugio en vuestro país. La sombra del sida se difunde a través del continente y siega gran número de vidas. La capacidad de afrontar estos problemas se ve más limitada aún por el peso abrumador de la deuda externa. En esta situación, el pueblo puede caer fácilmente en la ansiedad e, incluso, en la desesperación, aferrándose a falsas promesas y soluciones, que a veces empeoran las cosas.
Sin embargo, vuestros informes quinquenales muestran claramente que, en medio de ese sufrimiento, la Iglesia en Zambia ha permanecido firme, y crece con nueva vitalidad y vigor. Se trata seguramente de una fuente de esperanza y por ello doy gracias a Dios todopoderoso. Ahora, más que nunca, Zambia necesita que la Iglesia dé testimonio de Cristo crucificado, la única luz que las tinieblas no pueden vencer (cf. Jn Jn 1,5).
206 Vuestro país ha celebrado recientemente el centenario de su evangelización; y, al cabo de cien años de crecimiento, la Iglesia está cada vez más presente, cumpliendo su misión religiosa, sirviendo en las áreas de la educación y la asistencia sanitaria, y contribuyendo al desarrollo humano integral del pueblo. Estos compromisos son vitales, y seguirán siendo desafíos para vuestra guía pastoral. Pero, como pastores sabios de la Iglesia, también sois muy conscientes de que es más importante aún la tarea de fortalecer la familia natural en su misión sagrada de "ecclesia domestica" y la familia espiritual de la Iglesia en su misión sagrada de "ecclesia publica". Del éxito en el cumplimiento de estas dos tareas, si bien en realidad es una sola, dependerá el destino de la misión de la Iglesia en Zambia.

3. Por eso, con razón, la familia ha sido objeto de una especial solicitud pastoral por vuestra parte. En Zambia, como en otros países, las familias están afrontando ahora una serie de presiones, cuyas causas son políticas, sociales, económicas e incluso culturales. El desempleo, la falta de oportunidades educativas, las influencias culturales externas y las prácticas tradicionales, como la poligamia, son una amenaza para la unidad y la estabilidad de las familias de Zambia. Lo mismo se puede decir del divorcio, del aborto, de una mentalidad cada vez más favorable a la anticoncepción y de una actividad sexual irresponsable, que está agravando la epidemia del sida. Todos estos factores humillan la dignidad humana de un modo que dificulta cada vez más el compromiso del matrimonio, el cual, por su misma naturaleza, se funda en un profundo sentido del valor de la vida y de la dignidad humanas. Por este motivo, ha sido muy oportuna vuestra reciente carta pastoral sobre la santidad de la vida humana. Espero que fortalezca el testimonio cristiano en Zambia y despierte la conciencia nacional sobre esta cuestión tan importante.
Dado que ninguna sociedad puede florecer si no florece la familia, es preciso movilizar todos los recursos y las instituciones de la Iglesia para ayudar a las familias de Zambia a vivir con fidelidad y generosidad como verdaderas "iglesias domésticas" (cf. Lumen gentium
LG 11). Esto vale para las escuelas católicas, que, desde el principio hasta el fin, deben enseñar los valores que dan significado a la sexualidad cristiana. Vale también para los programas para la juventud, que se han de consolidar y construir sobre estos cimientos, poniendo énfasis particular en el papel y la dignidad de la mujer. Y vale, por último, para los programas de preparación para el matrimonio, que deben presentar a los novios el significado cristiano y la belleza del amor conyugal. Esto implica que hay que brindar siempre ayuda pastoral a las familias que se encuentran en dificultades. El futuro de Zambia es el futuro de las familias de Zambia.
En general, el apoyo a la familia como unidad fundamental de la sociedad exige notables esfuerzos para responder a las dificultades que afrontan los matrimonios, incluyendo las presiones culturales y las políticas contrarias a la familia. Es necesario reactivar ahora las energías de toda la Iglesia, para asegurar que las familias de Zambia sean fuertes, como las quiere Dios, a fin de que el futuro de la nación sea próspero, de acuerdo con la voluntad divina.

4. Como pastores, vuestro ministerio está ordenado principalmente al fortalecimiento de la familia espiritual de la Iglesia, para que la "fuerza salvífica del Evangelio" (cf. Rm Rm 1,16) impregne todos los aspectos de la vida de los fieles e ilumine el camino de la sociedad hacia una verdad, una justicia y una armonía cada vez mayores. De muchos modos la Iglesia será signo de contradicción en una situación en que las fuerzas alienantes son inconfundibles, y esto os exigirá una visión espiritual muy profunda de las cosas y una vida "santa, inmaculada e irreprensible" ante el Señor (cf. Col Col 1,22). La exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa recuerda a los obispos la afirmación del Papa san Gregorio Magno, según la cual "el pastor es luz de sus fieles sobre todo por una conducta moral ejemplar e impregnada de santidad" (n. 98).

5. Ya que en la familia de la Iglesia mucho depende de la calidad de la guía que ofrecen los sacerdotes, es esencial que éstos sean la principal preocupación de vuestro ministerio. Vuestras relaciones con ellos deben caracterizarse siempre por la unidad, la fraternidad y el estímulo. Mediante las órdenes sagradas han sido configurados a Cristo, cabeza y pastor de la Iglesia. Por consiguiente, deben compartir su entrega total por amor a la grey y a la venida del Reino. Como bien sabéis, para vivir con fidelidad y fecundidad la vocación sacerdotal se requiere una formación permanente. Por esta razón, habéis elaborado programas especiales para los sacerdotes, en particular para los recién ordenados, a fin de ayudarles a proseguir su desarrollo intelectual, pastoral y espiritual. Un buen número de vuestros sacerdotes ya se están beneficiando de ellos. Apoyo plenamente vuestra iniciativa, y os exhorto a hacer todo lo que está a vuestro alcance para que el mayor número posible de sacerdotes participe en este proceso.
La conversión personal continua es un elemento esencial de la vida de todo cristiano, y a los sacerdotes les exige un firme espíritu de desapego de las cosas y de las actitudes del mundo. Su máxima expresión es el celibato sacerdotal, cuyo valor como entrega total al Señor y a su Iglesia debe salvaguardarse cuidadosamente. Esto significa que hay que evitar diligentemente todo comportamiento que pueda dar escándalo o corregirlo, cuando sea necesario. A este propósito, la formación en el seminario es de suma importancia, pues, si en esta fase se ponen cimientos débiles, Zambia no dispondrá de los sacerdotes celosos y abnegados que necesita. Sin embargo, ya antes de empezar la formación en el seminario, las buenas vocaciones sacerdotales nacen y crecen en las familias auténticamente cristianas, lo cual es una razón más para que no escatiméis esfuerzos en vuestro cuidado pastoral de la familia.

6. Otro signo positivo de la Iglesia que está en Zambia es el número creciente de vocaciones a la vida religiosa. Para garantizar que también aquí se dé el tipo de guía que requiere la familia de la Iglesia, os exhorto a esmeraros en la selección de los candidatos y en su formación. Una vez más, la vida familiar constituye un elemento clave: numerosos muchachos y muchachas que escuchan la llamada a la vida consagrada provienen de familias con poca experiencia de vida cristiana o con escasa formación cristiana. La vida religiosa, lo mismo que el sacerdocio, corre el riesgo de convertirse en un instrumento de promoción social o en una fuente de prestigio. Los candidatos no deben ceder a la tentación de pensar que son mejores que los demás, o pretender elevarse a un grado superior de bienestar material. Cuando esto sucede, el carácter auténtico del servicio religioso o sacerdotal se acepta sólo externamente, pero no se asimila en el nivel personal más profundo. Los programas de formación deberán apoyar los ideales más elevados, y encomendarse a sacerdotes, religiosos y religiosas verdaderamente ejemplares.

7. Cuanto más se fortalezca la familia espiritual de la Iglesia, tanto más preparados estaréis para entablar el diálogo ecuménico y la cooperación necesarios para que las diversas Iglesias cristianas y comunidades eclesiales puedan crecer en la comprensión y el respeto mutuos, y para que los cristianos puedan superar las divisiones que han obstaculizado su misión en el milenio que está a punto de terminar (cf. Tertio millennio adveniente TMA 34). De igual modo, estaréis mejor preparados para entablar un diálogo con el islam, que, aunque sea una minoría en vuestro país, está aumentando su influencia, construyendo mezquitas, escuelas y clínicas en varias regiones. En estas circunstancias, es necesaria una doble respuesta por parte de la Iglesia: por una parte, una fuerte y continua evangelización y catequesis de los católicos; y, por otra, una sincera apertura al diálogo interreligioso.
Un importante desafío pastoral completamente diferente es la confusión y, en algunos casos, la pérdida de la auténtica identidad cristiana, causadas por la proliferación de sectas fundamentalistas. Tienden a prosperar en tiempos de agitación social y alienación cultural, cuando reinan la ansiedad y la tentación de desaliento; son más fuertes precisamente cuando la experiencia de la Iglesia como familia es más débil. Para contrarrestar sus promesas ilusorias y sus falsas soluciones, la Iglesia en Zambia necesita programas que ofrezcan a los fieles una catequesis clara y correcta, que les facilite una comprensión más profunda de las verdades salvíficas de la fe y de las promesas auténticas de Cristo, las únicas dignas de confianza. En esos programas, puede resultar útil un uso más amplio de material audiovisual religioso y de emisiones radiofónicas por parte de vuestra Conferencia y de cada diócesis. Además, este gran esfuerzo garantizará que los laicos en Zambia den un testimonio público de su fe católica cada vez más visible, convirtiéndose en verdaderos evangelizadores en sus familias y comunidades.
Vuestro esfuerzo por crear pequeñas comunidades cristianas en el ámbito local ha incrementado mucho la participación activa de los laicos en la vida parroquial y diocesana. Efectivamente, esas comunidades han llegado a ser un rasgo característico de la presencia dinámica de la Iglesia en vuestro país. No puedo por menos de mencionar dos importantes asociaciones dedicadas a promover los diversos movimientos laicales de apostolado que actúan ahora en Zambia: el Consejo nacional para los laicos y el Consejo nacional para las mujeres católicas. También son signo del crecimiento continuo de la Iglesia en vuestra nación, y muestran que vosotros mismos, queridos hermanos en el episcopado, habéis considerado seriamente las palabras del Ritual de la ordenación episcopal: "Como padres y hermanos, amad a todos los que Dios encomienda a vuestra solicitud pastoral. (...) Exhortad a los fieles a colaborar con vosotros en vuestra misión apostólica. Escuchad de buen grado cuanto os quieran decir".
207 Queridos hermanos en el episcopado, éstas son las breves reflexiones que comparto hoy con vosotros, tratando de animaros en el Señor y fortaleceros en vuestro ministerio al servicio de su pueblo. Mientras vuestro país se encamina hacia el segundo centenario de su fe cristiana y se prepara para entrar en el tercer milenio, el desafío para Zambia consiste en ser un país cristiano, no sólo en virtud de una proclamación oficial, sino también porque en él la fe cristiana se viva con palabras y obras, reine la ley del amor, y todos los seguidores de Cristo cumplan fielmente su mandamiento: "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5,16).
Os encomiendo a vosotros y al pueblo católico de Zambia a la intercesión amorosa de María, Madre de la Iglesia. Que ella, al invocar su santo nombre, os impulse a prestar un servicio cada vez mayor a Cristo, su Hijo. A vosotros y a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos de vuestras diócesis, imparto complacido mi bendición apostólica.

Castelgandolo, 3 de septiembre 1999






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