Discursos 1999 340


A UN GRUPO DE MUCHACHOS


DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA


21 de diciembre

Amadísimos muchachos y muchachas de la Acción católica italiana:

Me alegra acogeros hoy, como cada año, en este encuentro que nos brinda la ocasión de intercambiarnos las felicitaciones por la santa Navidad y el Año nuevo. Os saludo con gran afecto a cada uno de vosotros, así como al presidente nacional de la Acción católica y al asistente general. A todos y a cada uno os abrazo con gran cordialidad. Os agradezco las palabras que me habéis dirigido y los sentimientos que habéis querido manifestarme. Los aprecio de modo particular, porque van acompañados por vuestro recuerdo en la oración. Gracias, queridos muchachos, por todo esto.

Ya casi hemos llegado a la santa Navidad, fiesta muy entrañable para las familias cristianas. Mi pensamiento va naturalmente a vuestras familias y a todas las familias del mundo. Al volver a vuestra casa, llevad a vuestros seres queridos el saludo del Papa y sus mejores deseos de serenidad y de paz. Pensad, al mismo tiempo, en cuantos no podrán vivir con serena alegría estos días de fiesta.

La Navidad es un día singular que nos invita a la solidaridad y al amor; nos invita a abrir nuestro corazón a los hermanos, especialmente a los necesitados. El Niño Jesús, al nacer en Belén, trajo al mundo el don valioso del amor, para que, como luz resplandeciente, ahuyente del corazón del hombre las tinieblas del egoísmo y de la tristeza y colme su corazón de auténtica alegría. A cada uno de vosotros y a los diversos grupos de la Acción católica que representáis os deseo que redescubráis el amor divino, que envuelve y da sentido pleno a la existencia humana. La Virgen, que en Belén dio al mundo a nuestro Redentor, os ayude a acogerlo en vuestro corazón.

Queridos muchachos y muchachas, a la alegría de la Navidad de este año se une también la del Año jubilar, que comenzará precisamente en Nochebuena, con la solemne apertura de la Puerta santa en la basílica vaticana. Preparaos para vivir intensamente este extraordinario tiempo de gracia; sed apóstoles de vuestros coetáneos, ayudándoles a captar el auténtico espíritu del Año santo y a vivirlo a fondo.

341 Os agradezco una vez más esta grata visita y os bendigo de corazón a vosotros, a vuestros amigos, a vuestras familias y a cuantos os acompañan en vuestro camino de crecimiento humano y espiritual. ¡Feliz Navidad!










A LOS "PUERI CANTORES"



31 de diciembre de 1999



Queridos niños:

Me alegra acogeros, junto con vuestras familias y numerosos representantes de la Federación internacional de los pueri cantores. Saludo a su presidente, señor Buys, así como a monseñor Valentín Miserachs, presidente del Instituto pontificio de música sacra. Vuestra presencia es para la Iglesia una exhortación a vivir el gran jubileo con cantos y acción de gracias.

1. Habéis venido de todo el mundo, pero aquí os sentís en vuestra casa, puesto que en Roma el Papa Gregorio Magno fundó la primera escuela de cantores especializados en el canto sacro. Por su impulso se creó un repertorio completo de música litúrgica. En toda Europa se abrieron por aquel entonces escuelas donde los niños de todas las condiciones podían aprender a cantar. En esas escuelas se inició la tradición musical de la Iglesia, tesoro inestimable del que vosotros sois hoy herederos y tenéis que conservarlo y transmitirlo como testigos fieles

2. Por tanto, desempeñáis un papel muy importante en la vida de la Iglesia. Sois los pequeños mensajeros de la belleza. El mundo necesita vuestro canto, ya que el lenguaje de la belleza llega a los corazones y contribuye al encuentro con Dios. La alegría que transmitís cuando cantáis debe irradiarse en vuestro entorno y suscitar un entusiasmo contagioso. Poned el mismo empeño en cantar bien que ponía el joven Mozart en hacer sus escalas musicales: un día, siendo aún niño, le preguntaron: "Pero ¿por qué haces tantos ejercicios?" y él respondió: "Es que busco dos notas que se armonicen". Vosotros, que amáis la música, esmeraros por cantar cada vez mejor. El Evangelio penetrará más profundamente en vuestra alma y en la de las personas que ayudáis a rezar. Así, seréis mensajeros de la paz y del amor de Dios.

3. Vosotros sois también mensajeros de la fe. Porque no basta que, con la calidad de vuestro canto, llevéis a vuestro auditorio a la oración y al recogimiento. Dado que la música y el canto sacros son parte integrante de la liturgia de la Iglesia, vuestro canto ayuda a los fieles a elevarse a Dios, especialmente durante la celebración de la Eucaristía. Al cantar la gloria de Dios, sois servidores y valiosos auxiliares de la Eucaristía. "En el canto la fe se experimenta como exuberancia de alegría, de amor, de confiada espera en la intervención salvífica de Dios" (Carta a los artistas, 12). Que vuestro canto sea siempre nuevo, puesto que, cantando a Dios, cantáis la novedad de la gracia de Dios, fuente inagotable de alegría y paz. ¡Sí! "cantad al Señor un cántico nuevo" (Ps 96,1).

4. Queridos "Niños cantores", que vuestro canto os ayude a hacer de toda vuestra vida un canto de alabanza a Dios. "Que cante a Dios quien vive para Dios" (san Agustín, Enn. in Ps 67, 5). Anunciad con vuestra voz, con vuestra juventud y con vuestra vida a Jesús, el Salvador.

Queridos niños, os animo a cantar para el Señor.
Os imparto a todos la bendición apostólica.











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