B. Juan Pablo II Homilías 281


MISA DE INAUGURACIÓN

DEL SÍNODO PARTICULAR DE LOS OBISPOS DE HOLANDA



Lunes 14 de enero de 1980



Venerables y queridos hermanos:

282 1. Nuestros pensamientos y nuestros corazones se dirigen hoy hacia el Señor, que es el Pastor de su rebaño, el Pastor de su pueblo y el Pastor de la Iglesia.

El es aquel a quien anuncia el Salmo de la liturgia de hoy con palabras que hacen nacer en nuestras almas la esperanza, la paz y la alegría.

«Es Yavé mi pastor: nada me falta. Me hace recostar en verdes pastos / y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma, / me guía por las rectas sendas por amor de su nombre» (
Ps 23 [22], 1-3).

Por tanto, nuestros pensamientos y nuestros corazones se dirigen hacia El, hacia Jesucristo, porque El es ante todo nuestro Pastor.

El es el Pastor de la Iglesia entera y de todas las Iglesias. El es el Pastor de los Pastores. El Pastor de aquellos a quienes confía la solicitud pastoral de todo lo que concierne a la Iglesia. Les confía..., nos confía este ministerio pastoral que no es otra cosa que el servicio.

Nosotros hemos heredado de los Apóstoles esta conciencia de ministerio pastoral. Por medio de ella tratamos de orientar nuestro comportamiento respecto de Dios y de los hombres, teniendo fijos nuestros ojos en Cristo.

¿Existe, acaso, algo más maravilloso que esta imagen del Pastor, del Buen Pastor que El mismo nos ha mostrado como el modelo a imitar? Esta imagen surge ya en el profeta Isaías cuando habla del Siervo del Señor sobre el que Dios ha hecho reposar su Espíritu (42, 2).

«No gritará, no hablará recio ni hará oír su voz en las plazas. No romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue».

Y añade: «Expondrá fielmente el derecho» (42, 2-3).

2. Sin embargo, al final de todas las imágenes conocidas en la Sagrada Escritura, se encuentra esta realidad que es el mismo Cristo. El lo expresó en la parábola del Buen Pastor y al mismo tiempo lo puso en práctica, en todas sus acciones. Lo llevó a cumplimiento sobre todo por medio de su última obra, por la cual ofreció su vida por su rebaño (cf. Jn Jn 10,11).

A fin de preparar a sus Apóstoles para esta obra que es el culmen pascual de su misión, pasó con ellos largos ratos, y el Evangelista San Juan nos ha transmitido de un modo particular su último discurso. Las palabras que acabamos de leer hoy en el Evangelio forman parte del mismo.

283 «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada. El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre, que me ha enviado» (Jn 14,23-24).

¿Podía Cristo habernos confiado una obligación mayor como Pastores y maestros de la Iglesia, que la contenida en estas palabras?

Ser Pastor y obispo de las almas significa guardar la palabra. Guardar la verdad. A través de ella El y el Padre vienen continuamente a nosotros: El, que es el Verbo Encarnado; El, que es el Cristo Redentor; El, que es el Pastor eterno de las almas.

El es por encima de todo el Pastor de los Pastores.

3. En el mismo discurso de despedida, del cual acabamos de leer hoy un breve pasaje, Cristo promete a los Apóstoles el Espíritu Santo, que es el Espíritu de amor y de verdad:

«Pero el Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho" (Jn 14,26).

Así pues, la Iglesia vive del Espíritu Santo.

El portavoz de esta certeza es Pablo de Tarso en su Epístola a los Corintios, donde muestra cómo, por la fuerza del Espíritu, se construye esta comunidad que, en Cristo, reúne como en un sólo Cuerpo místico a todos aquellos que han «bebido del mismo Espíritu» (1Co 12,13).

En nuestra difícil época, en nuestro siglo XX, a través del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha expresado de un modo particularmente pleno la verdad acerca de sí misma.

Esta enseñanza debe ser la medida del pensamiento y de la actuación de todos aquellos que constituyen la Iglesia de Cristo.

De un modo particular debe ser la medida de nuestro propio pensamiento y de nuestro propio comportamiento entre nosotros, ya que somos los maestros y los Pastores de la Iglesia.

284 Debe ser la medida de nuestro propio pensamiento y de nuestra actuación, en este Sínodo particular en el que nos hemos reunido. La razón de este Sínodo no es otra que una encarnación auténtica y plena en la vida de esta verdad apostólica acerca de la Iglesia, que ha sido puesta de manifiesto por las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Desde el principio hasta el final ésta ha de ser su contenido, su inspiración y su objetivo.

4. La asamblea Sinodal en la cual los obispos de la provincia eclesiástica de Holanda se reúnen con el Obispo de Roma es un acontecimiento sin precedentes. Todos somos conscientes de ello. Los Sínodos de los Obispos poseen ya un ritmo plurianual; sin embargo es la primera vez que se lleva a cabo un Sínodo de este género, un Sínodo particular.

El principio de la compenetración recíproca entre la Iglesia universal y la Iglesia local se expresa en este Sínodo de un modo especial. La Iglesia de Jesucristo, gracias al Espíritu Santo que es el alma de todo el Cuerpo y de todos los miembros, se realiza en estas dos dimensiones. Es universal y a la vez está compuesta de diversas partes. Es universal y local. El objetivo de nuestra reunión es manifestar la coherencia de estas dos dimensiones en su plenitud y consolidarlas.

Por este motivo nuestros corazones y pensamientos se dirigen de modo especial hacia Cristo: «Porque así como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cristo...» (
1Co 12,12). Nuestros pensamientos y nuestros corazones se dirigen a Cristo. Hacia el Pastor y el Obispo de nuestras almas. Hacia el Pastor de los Pastores. Conscientes de la verdad, a la que debemos servir,. conscientes de la responsabilidad que debemos asumir, nos hallamos juntos alrededor de este altar para celebrar la Eucaristía, el sacramento de la muerte y la resurrección, a través del cual Cristo nos entrega continuamente su Espíritu. el Espíritu de verdad y de amor.

5. Dirijámonos con este Espíritu hacia este Pueblo: hacia esta comunidad, que constituyen todas las Iglesias que se encuentran en tierras de los Países Bajos.

Vayamos con un amor grande.

El amor es consciente de las dificultades: Pero por encima de todo es consciente del bien; es consciente de los dones: de los dones naturales y de los que proceden del a gracia, que el Buen. Pastor ha derramado en esta comunidad, y.que ha depositado en el corazón de todo hombre rescatado, al darle la libertad de los hijos de Dios.

Dones que espera..

He aquí porqué deseamos en este signo del pan y del vino la ofrenda espiritual de vuestro pueblo, la ofrenda espiritual de esta tierra de la que sois a la vez hijos y Pastores.

Roguemos a Cristo para que acepte esta ofrenda.

Roguemos para que la penetre de la luz y la gracia de su Espíritu, de este Espíritu, que por sí mismo opera todo bien, «distribuyendo a cada uno según quiere» (1Co 12,11)

285 Este Espíritu que edifica la Iglesia y hace de ella «un sólo cuerpo» (1Co 12,12).



VISITA A LA PARROQUIA ROMANA DE LA INMACULADA

Y SAN JUAN BERCHMANS



II Domingo del tiempo ordinario, 20 de enero de 1980



Queridísimos fieles:

1. Estoy contento de visitar esta parroquia, dedicada a la Inmaculada Concepción y a San Juan Berchmans, en este domingo en que la liturgia nos recuerda el episodio de Caná de Galilea. Esta parroquia es rica de recuerdos significativos: efectivamente, la quiso San Pío X, que había pasado por aquí yendo a venerar la tumba de Pío IX, en la basílica de San Lorenzo "al Verano", vuestra iglesia fue construida con las ofrendas de los católicos belgas y consagrada, hace 70 años, por el cardenal Desiderée Mercier, arzobispo de Malinas y Primado de Bélgica. Desde el comienzo fue confiada a los cuidados de los beneméritos religiosos "josefinos"; acoge además a las religiosas de 4 congregaciones: las religiosas de María Santísima Consoladora, que atienden en especial a la juventud femenina; las religiosas Maestras de Santa Dorotea, que se dedican a la educación de los niños, colaborando también en la catequesis y en las obras caritativas; las religiosas de María Santísima del Huerto, colaboradoras expertas en la enseñanza y en la instrucción; y finalmente las religiosas Auxiliadoras del Purgatorio, dedicadas de modo especial a la asistencia a los ancianos y a los enfermos.

Acoged, queridos fieles, mi saludo afectuoso y cordial, que quiere llegar a las 3.500 familias de la parroquia, a cada uno de los cerca de 16.000 habitantes. Saludo, a cuantos, de algún modo están comprometidos en las estructuras eclesiales y civiles; saludo a las diversas clases de personas: obreros y empleados, estudiantes y universitarios, que en tan gran número hay en este barrio; llegue especialmente mi saludo paterno y estimulante a los ancianos, a los enfermos, a los emigrados, a todos los que de algún modo sufren por la crisis de la vivienda, por lo precario de las pensiones, por la desocupación, por dificultades de todo género.

Quisiera que todos sintiesen de verdad el afecto del Vicario de Cristo, que lleva a todos en el corazón, y que encomienda a todos con intenso amor a la Virgen Inmaculada y San Juan Berchmans, vuestro celeste protector.

2. En el Evangelio de hoy leemos que el Señor Jesús fue invitado a participar en las bodas que tenían lugar en Caná de Galilea. Esto sucede al comienzo mismo de su actividad magisterial, y el episodio se grabó en la memoria de los presentes, porque precisamente allí Jesús reveló por vez primera la extraordinaria potencia que, desde entonces, debía acompañar siempre su enseñanza. Leemos: «Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en El sus discípulos» (Jn 2,11).

Aunque el acontecimiento tiene lugar al comienzo de la actividad de Jesús de Nazaret, ya están en torno a El los discípulos (los futuros Apóstoles), al menos los que habían sido llamados primero.

Con Jesús está también en Caná de Galilea su Madre. Incluso parece que precisamente Ella había sido invitada principalmente. En efecto, leemos: «Hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda» (Jn 2,1-2). Se puede deducir, pues, que Jesús fue invitado con la Madre, y quizá en atención a Ella; en cambio los discípulos fueron invitados juntamente con El.

3. Debemos concentrar nuestra atención sobre todo en esta invitación. Por vez primera Jesús es invitado entre los hombres; y acepta esta invitación, se queda con ellos, habla, participa en su alegría (las bodas son un momento gozoso), pero también en sus preocupaciones; y para remediar los inconvenientes, cuando faltó el vino para los invitados, realizó el "signo": el primer milagro en Caná de Galilea. Muchas veces más será invitado Jesús por los hombres en el curso de su actividad magisterial, aceptará sus invitaciones, estará en relación con ellos, se sentará a la mesa, conversará.

Conviene insistir en esta línea de los acontecimientos: Jesucristo es invitado continuamente por cada uno de los hombres y por las diversas comunidades. Quizá no exista en el mundo una persona que haya tenido tantas invitaciones, Más aún, es necesario afirmar que Jesucristo acepta estas invitaciones, va con cada uno de los hombres, se queda en medio de las comunidades humanas. En el curso de su vida y de su actividad terrestre, El debió someterse necesariamente a las condiciones de tiempo y de lugar. En cambio, después de la Resurrección y de la Ascensión, y después de la institución de la Eucaristía y de la Iglesia, Jesucristo de un modo nuevo, esto es, sacramental y místico, puede ser huésped simultáneamente de todas las personas y de todas las comunidades, que lo invitan. En efecto, El ha dicho: "Sí alguno me ama, guardará mi palabra. y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada" (Jn 14,23).

286 Y he aquí, queridos hermanos y hermanas, que tocamos así la verdad más fundamental para cada uno de vosotros, y al mismo tiempo para vuestra parroquia. También vuestra parroquia es un Caná de Galilea, adonde está invitado Jesús. El ha aceptado esta invitación, y permanece entre vosotros. Permanece incansablemente, incesantemente. Permanece en las comunidades para aceptar, en medio de ellas, la invitación de cada uno. Y el invitado viene y se queda.

Meditad profundamente sobre esta presencia de Jesucristo en vuestra parroquia. y en cada uno de vosotros. ¿Sois verdaderamente hospitalarios con El?

4. Jesús fue invitado a Cano de Galilea, para tomar parte en la boda y en la recepción nupcial. Aun cuando diversos acontecimientos están vinculados con el comienzo de la actividad pública de Jesús de Nazaret, podemos deducir justamente del texto evangélico que este episodio precisamente, de modo particular, determina el comienzo de su vida apostólica. Es importante notar que precisamente en la circunstancia de las bodas Jesús comienza su actividad. Las palabras de la primera lectura del libro del profeta Isaías comprueban esto con la particular tradición profética del Antiguo Testamento.

Pero incluso independientemente de esta tradición, el hecho mismo nos ofrece mucho para meditar. Jesucristo, al comienzo mismo de su misión mesiánica, toca, en cierto sentido, la vida humana en su punto fundamental, en el punto de partida. El matrimonio, aun cuando es tan antiguo como la humanidad, significa siempre, cada vez, un nuevo comienzo. Este es sobre todo el comienzo de una nueva comunidad humana, de esa comunidad que se llama "familia". La familia es la comunidad del amor y de la vida. Y por eso a ella ha confiado el Creador el misterio de la vida humana. El matrimonio es el comienzo de la nueva comunidad del amor y de la vida, de la que depende el futuro del hombre sobre la tierra.

El Señor Jesús une el comienzo de su actividad a Caná de Galilea, para demostrar esta verdad. Su presencia en la recepción nupcial pone de relieve el significado fundamental del matrimonio y de la familia para la Iglesia y para la sociedad.

También la misión de la parroquia está vinculada con el matrimonio y con la familia y la parroquia está orientada de modo fundamental hacia ella. Que mí visita de hoy se convierta también en ocasión para hacernos conscientes todos a la vez de cómo se forma este vínculo entre la parroquia y la familia en la sociedad. ¿En qué medida los cónyuges asumen estos deberes junto con el sacramento, que Dios y la Iglesia ponen ante ellos? ¿Cómo se presenta el problema de la responsabilidad por la vida? ¿Por la educación?

Son preguntas serias y comprometidas, particularmente hoy, en este tiempo en que la familia cristiana encuentra ciertamente muchas dificultades para vivir coherencia los principios de su fe. Mientras me complazco por la intensa actividad pastoral desarrollada con tanto celo por los padres josefinos, exhorto a todos a aprovecharse lo más posible de la "catequesis": la instrucción religiosa es hoy absolutamente fundamental para el cristiano, porque la fe debe convertirse en convicción iluminada y personal. Sólo si se está realmente convencidos de que es voluntad de Dios y revelación de Cristo lo que la Iglesia enseña, se tiene la fuerza e incluso la alegría de vivir auténticamente la propia fe, a pesar de las dificultades del ambiente. Por esto dad gran importancia a la Santa Misa festiva y a la homilía del sacerdote, al catecismo pata los niños, a las lecciones de religión en las diversa escuelas, a los encuentros especializados de grupo en la parroquia o en los barrios, a la catequesis para los jóvenes, a la lectura de la prensa formativa. Y centrad vuestras actividades parroquiales en la Eucaristía, en el encuentro personal con Cristo, perenne huésped nuestro, recordando lo que decía vuestro patrono, el joven San Juan Berchmans: «Señor, ¿acaso hay para mí sobre la tierra otra dulzura y otra alegría que la santa comunión?".

Por eso en este domingo deseo invitar, de modo especial, a Jesús a todas las familias de esta parroquia.El venga —como en Caná de Galilea— junto con su Madre. ¡Qué elocuente es su presencia, su participación en este acontecimiento que tuvo lugar al comienzo de la actividad pública de Jesús de Nazaret!

5. En Caná se reveló también María en la plena sencillez y verdad de su Maternidad. La Maternidad está siempre abierta al niño, abierta al hombre. Ella participa de sus preocupaciones aun las más ocultas. Asume estas preocupaciones y trata de ponerles remedio. Así ocurrió en la fiesta de las bodas de Cana. Cuando llegó «a faltar el vino» (
Jn 2,3) el maestresala y los esposos se encontraron ciertamente en gran dificultad. Y entonces la Madre de Jesús dijo: «No tienen vino» (Jn 2,3). El desarrollo posterior del acontecimiento nos es bien conocido.

Al mismo tiempo María se revela en Caná de Galilea como Madre consciente de la misión de su Hijo, consciente de su potencia.

Precisamente esta conciencia la apremia a decir a los servidores: «Haced lo que El os diga» (Jn 2,5). Y los servidores siguieron las indicaciones de la Madre de Cristo.

287 ¿Qué otra cosa puedo desearos, con ocasión del encuentro de hoy, a vosotros: esposos y familias; a vosotros: jóvenes y niños; a vosotros: enfermos y los que sufrís, cansados por la edad; finalmente a vosotros, queridos pastores de almas, religiosos y religiosas; a vosotros todos?

¿Qué cosa os puedo desear sino que escuchéis siempre estas palabras de María, Madre de Cristo: «Haced lo que El os diga»?

Y que las aceptéis con el corazón, porque han sido pronunciadas por el corazón. Por el corazón de la Madre. Y que las cumpláis: «A la santificación precisamente os llamó por medio de nuestra evangelización, para que alcanzaseis la gloria de nuestro Señor Jesucristo» (
2Th 2,14).

Aceptad, pues, esta llamada con toda vuestra vida. Realizad las palabras de Jesucristo.

¡Sed obedientes al Evangelio! Amén.







DURANTE LA MISA CELEBRADA


EN EL COLEGIO CAPRÁNICA DE ROMA


Lunes 21 de enero de 1980



Hijos queridísimos:

1. Es para mí motivo de gozo sincero celebrar con vosotros esta Eucaristía en la fiesta de la patrona de vuestro "Almo Colegio", que se enorgullece del justo título de gloria de ser la primera institución de este género surgida en Roma. En efecto, a la clarividencia de su piadoso fundador, el cardenal Doménico Capránica, se debe el hecho de que casi un siglo antes del Concilio de Trento, hubiera en esta ciudad un lugar en el que se ofrecía a los jóvenes aspirantes al sacerdocio la ayuda necesaria para una buena preparación al futuro ministerio.

Enteras generaciones de eclesiásticos formados con un profundo "sensus Ecclesiae" han salido de esta institución a lo largo de más de cinco siglos de historia. Sé que el "Almo Colegio" cuenta entre sus alumnos dos Papas, Benedicto XV y Pío XII, además de numerosos cardenales y prelados y muchos sacerdotes celosos que han derramado tesoros de ciencia y bondad en la "viña del Señor". Hombres que han aprendido aquí a amar a Cristo y a su Iglesia, que en esta comunidad se han ejercitado en la práctica de virtudes humanas y cristianas; que se han preparado en ella a tomar su puesto activamente en distintas misiones, desde las más humildes a las prestigiosas, a las que el Señor les ha ido llamando.

Hijos queridísimos: Sois los herederos de una tradición gloriosa, y está bien que despertéis la conciencia de ello en vosotros también en esta circunstancia en torno a la mesa eucarística y bajo la mirada de Dios, para sentiros estimulados a estar a la altura de los nobles ejemplos de virtud que os dejaron quienes os han precedido entre estos muros venerandos. Su testimonio debe ser para cada uno de vosotros una llamada continua a comprometeros con generosidad y coherencia en el estudio y la disciplina, en la oración y la fidelidad a vuestros deberes, de modo que os preparéis a ser sacerdotes plenamente de Cristo para edificación del Pueblo de Dios.

2. A ello os estimula también el ejemplo de la jovencita a cuya intercesión está confiado vuestro seminario. Con su trayectoria de virginidad y martirio, Santa Inés ha suscitado en el pueblo romano y en el mundo una ola de emoción y admiración que el tiempo no ha conseguido extinguir. Impresionan en ella la madurez de juicio a pesar de su poca edad, la firmeza de decisión no obstante la impresionabilidad femenina, y la valentía impávida en medio de las amenazas de los jueces y la crueldad de los tormentos.

288 San Ambrosio manifestaba ya su asombro con las conocidas palabras que nos ha propuesto la liturgia en el Oficio de las lecturas: "¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna...? A esta edad las niñas no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distraídamente se pican con la aguja se ponen a llorar como si se tratara de una herida. Pero Inés queda impávida entre las sangrientas manos del verdugo" (De virginibus, I, 2, 7: PL 16, 190).

Como cordero frágil y candoroso ofrecido en don a Dios, Inés dio el testimonio supremo de Cristo con el holocausto cruento de su vida joven. El rito antiguo que incluye en este día la bendición de dos corderos cuya lana se emplea en la confección de los palios arzobispales, perpetúa el recuerdo de este ejemplo de valor invencible y pureza integra.

3. La imagen de esta niña heroica nos lleva espontáneamente con el pensamiento a las palabras de Jesús en él Evangelio: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque así te plugo" (
Mt 11,25-26). "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra", en estas palabras solemnes se siente como el paso de un estremecimiento de júbilo. Jesús ve a lo lejos, ve a lo largo de los siglos la multitud de hombres y mujeres de toda edad y condición que se adherirán con gozo a su mensaje. E Inés está entre ellos.

Una característica les ensambla: son pequeños, es decir, sencillos, humildes. Y así ha sido desde el principio: "Los pobres son evangelizados" (Lc 7,22), dijo Jesús a los mensajeros de Juan, y su primer "bienaventurados" lo ha reservado a ellos (Mt 5,3). Es la gente humilde, rechazada y despreciada la que le entiende y corre tras El. Con esta gente Jesús establece entendimiento inmediato; es gente convencida de no saber ni valer nada, convencida de necesitar ayuda y perdón; por ello, cuando El habla de los misterios del Reino y cuando dice que ha venido a traer el perdón de Dios y la salvación, encuentra en ellos el corazón abierto para comprenderlo.

No así los "sabios" y los "inteligentes"; éstos se han formado su propia visión de Dios y del mundo, y no están dispuestos a cambiarla. Creen saber tocho acerca de Dios, creen poseer la respuesta decisiva y piensan que no tienen nada que aprender; por ello rechazan la "Buena Nueva" que de este mocho aparece extraña y en contraste con los principios de su "Weltanschauung". Es un mensaje que propone ciertos cambios radicales paradójicos que su "buen sentido" no puede aceptar.

Así ocurría en tiempos de Jesús y en los de Santa Inés; así acontece hoy también e incluso hoy de modo particular. Vivimos en una cultura que todo lo somete a análisis crítico, y muchas veces lo hace absolutizando criterios parciales, incapaces por naturaleza de percibir ese mundo de realidades y valores que escapa al control de los sentidos. Cristo no pide al hombre que renuncie a su razón. Y, ¿cómo podría pedírselo si ha sido El quien se la ha dado? Lo que le pide es no ceder ante la sugerencia ya vieja del tentador que sigue deslumbrándolo con la perspectiva engañosa de llegar a ser "como Dios" (cf. Gén Gn 3,5). Solamente quien acepta los propios límites intelectuales y morales y se reconoce necesitado de salvación, puede abrirse a la fe y en la fe encontrar en Cristo a su Redentor.

4. Un Redentor que le sale al encuentro en actitud de esposo. Tenemos bien presentes las estupendas expresiones del texto de Oseas que acabamos de escuchar: "Seré tu esposo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordias y piedades, y yo seré tu esposo en fidelidad, y tú reconocerás a Yavé" (Os 2,21-22). Es la anticipación del anuncio de la nueva alianza que Dios se apresta a concertar con su pueblo: un pacto de amor eterno no fundado ya en la fragilidad del hombre, sino en la justicia y fidelidad de Dios.

Son palabras dirigidas a la Iglesia, pero contienen también una verdad para cada alma. Inés las acogió como invitación personal a la entrega sin reservas, Aceptó salir "al desierto" (Os 2,16) con el esposo divino y siguió caminando con El sin dejarse desviar ni por adulaciones ni por amenazas; puesta la prueba "et aetatem vicit et tyrannum; et titulum castitatis martyrio consecravit". (San Jerónimo, epístola 130 ad Dmetriadem, 5; PL 22, 1109).

5. La opción de Santa Inés es asimismo la vuestra, queridos hijos. También vosotros habéis decidido amar a Cristo con "corazón indiviso" (cf. 1Co 7,54), conscientes de las riquezas de gracia que os reserva esta donación total. Sin embargo, como jóvenes perspicaces que sois, no se os ocultan las dificultades a que os expone esta opción. Sabéis que podrán llegaros contradicciones e incomprensiones, oposiciones y hostilidades incluso, tanto más dolorosas cuanto más subrepticias y engañosas.

Queridísimos: estas perplejidades son muy comprensibles. Pero, ¿no os parece que en las palabras de San Pablo presentadas en la segunda lectura se os da una respuesta capaz de confortar el corazón despavorido y titubeante? "Eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo, el deshecho del mundo, lo que no es nada lo eligió Dios para destruir lo que es, para que nadie pueda gloriarse ante Dios" (1Co 1,27-29).

Es una línea de conducta que Dios no ha desmentido nunca. ¿Acaso no es nueva prueba de ello toda la trayectoria de Inés que hoy estamos recordando? A través de la debilidad e inexperiencia de una jovencilla frágil, Dios se ha mofado de la arrogancia de los potentes de este mundo, presentando un testimonio sorprendente de la fuerza victoriosa de la fe: "magna vis fidei, quae etiam ab illa testimonium invenit aetate" (San Ambrosio, De virginibus I, 2, 7: PL 16,190).

289 La sugerencia está clara, por tanto; no nos debemos mirar tanto a nosotros mismos cuanto a Dios, y en El debemos encontrar ese "suplemento" de energía que nos falta. ¿Acaso no es ésta la invitación que hemos escuchado de labios de Cristo: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré" (Mt 11 Mt 28)? Es El la luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra inteligencia limitada; El es la fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas voluntades; El es el calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y devolver el ardor a nuestros corazones cansados. Siguiendo a Santa Inés, que nos indica el camino, vayamos pues a Cristo para experimentar nosotros también que "su yugo es suave y sucarga ligera" (cf. Mt Mt 11,50), y nuestro inquieto corazón, haciéndose "manso y humilde" (Mt 11,29), encontrará finalmente alivio y paz.



SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS



CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON LOS PADRES

DEL SÍNODO PARTICULAR DE LOS OBISPOS DE HOLANDA



Capilla Paulina del Vaticano

Viernes 25 de enero de 1980



Queridos hermanos:

Hoy llegamos al final" de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. El tema elegido para este año ha sido "Adveniat regnum tuum, Venga tu reino": oración repetida muy a menudo, pero que debe ser siempre nueva, si tomamos conciencia de su significación. Implica ciertamente, de un modo particular para cada cristiane para cada uno de nosotros, una transformación interior, la transformación del corazón, gracias a la cual el reino de Dios se extiende por el mundo realizándose verdaderamente en nosotros.

1. Los Países Bajos forman parte de aquellas regiones en que el problema del ecumenismo tiene una gran importancia histórica y contemporánea. Desde hace siglos, la situación religiosa de vuestro país ha estado marcada por la ruptura de la unidad, y esto no sin sufrimientos y tensiones. Es significativo que hoy el cardenal Johannes Willebrands reúna en su persona los cargos de arzobispo de Utrecht y de Presidente del Secretariado para la Unión de los Cristianos, y todos los aquí presentes conocemos los méritos que ha adquirido al consagrar todas sus fuerzas a estas dos funciones eclesiales tan importantes y delicadas.

De manera más inmediata, el Sínodo particular que nos proporciona la ocasión de estar reunidos alrededor de este altar se ocupa también del tema del ecumenismo, y él mismo se desarrolla en un clima ecuménico, pues, si la preocupación de la unidad se halla constantemente presente en todos sus miembros, también esta asamblea sabe que está sostenida, no sólo por la oración de los católicos, sino también por la de otros cristianos, tal como los pastores protestantes de los Países Bajos han asegurado.

2. La Semana de Oración por la Unidad encuentra su culminación y su cima el 25 de enero, el día en que la Iglesia conmemora en su sagrada liturgia la Conversión de San Pablo.

Este hecho es especialmente elocuente. En primer lugar hace que tomemos conciencia de una exigencia: la unidad sólo puede ser fruto de una conversión a Cristo, el cual es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia. Tal conversión debe ser profunda y abarcar al conjunto de los miembros en los múltiples aspectos de su vida, de modo que la unidad se realice verdaderamente. San Pablo encontró al Señor: se entregó a El totalmente. Este hecho explica el puesto formidable que el Apóstol ocupa en la Iglesia. Nosotros, por nuestra parte, debemos progresar todos en la unidad que en definitiva depende de Cristo, y por tanto de nuestra adhesión a El, ya que en El constituimos nosotros la Iglesia. En este espíritu, hemos de preguntarnos sin cesar, de qué modo las expresiones humanas y las diversas dimensiones de nuestros esfuerzos de vida cristiana; y de nuestras empresas ecuménicas, manifiestan la búsqueda de la unidad como conversión a Cristo.

La unidad en Cristo corresponde al designio eterno del Padre, a la revelación del misterio de salvación tal como fue anunciado por el Apóstol de las naciones: «Recapitulando todas las cosas en Cristo» (Ep 1,10); sí, ante el Padre, toda la familia humana, rescatada por Cristo, encuentra en éste su unidad. No podemos buscarla fuera de Cristo.

3. Un segundo punto requiere, además, nuestra atención y nuestra meditación: esta celebración del 25 de enero nos hace tomar conciencia de un modo totalmente peculiar de que la conversión, y por tanto la unidad, aunque pueda parecer imposible "a los hombres", es posible "a Dios".

290 Para iluminar este aspecto, tenemos el ejemplo de Saulo de Tarso, que se convirtió en el "Apóstol de las Naciones", de Cristo y de los cristianos, él, que como nos dice, «se creyó en el deber de hacer mucho contra Jesús Nazareno» (Ac 26,9). encontró al Señor y se convirtió en el "Apóstol de las naciones", el amor de Cristo fue su vida entera (cf. Flp Ph 1,21).

4. Así, pues, una transformación tan profunda y tan radical es posible por la gracia del Señor. Para lograrla es necesaria una oración insistente e incesante. Hace falta, además, la oración personal de cada uno, así como esta otra que hemos elevado a lo largo de esta semana. Es necesaria, también, la oración en común, porque desde el momento que rezamos así los unos con los otros, poseemos ya cierta unidad. Sabemos también que en la oración damos al Espíritu Santo la posibilidad de orar El mismo en nosotros y por nosotros, pues, según la palabra de San Pablo, nosotros no sabemos aquello que conviene pedir (cf. Rom Rm 8,26).

Es bueno que podamos orar por la unidad en esta comunidad sinodal que formamos. Es una gracia que este momento coincida con la Semana de Oración por la Unidad. Esta oración es en primer lugar apertura al Espíritu Santo: le rogamos que aumente los deseos de nuestro corazón y que nos conceda más allá de lo que desean nuestros corazones, más allá de las peticiones que puedan brotar de nuestros labios, incluso si no encontramos las palabras adecuadas. Sí. recemos para ser siempre ante todo los instrumentos de la voluntad salvífica de Dios, de su designio de unidad. de su reino: ¡Venga tu reino!



B. Juan Pablo II Homilías 281