B. Juan Pablo II Homilías 461

1985



VIAJE APOSTÓLICO A VENEZUELA,

ECUADOR, PERÚ Y TRINIDAD Y TOBAGO

SANTA MISA PARA LOS TRABAJADORES DE TRUJILLO



Lunes 4 de febrero de 1985



Señor Arzobispo,
Cardenales,
Hermanos obispos,
Autoridades,
462 queridos hermanos y hermanas:

«En nombre del Señor Jesucristo... trabajamos con fatiga y cansancio» (2 Thess. 3, 6-8).

1. Estas palabras de San Pablo, nos invitan a unirnos todos los aquí presentes, representantes del mundo del trabajo, en el espíritu del Evangelio y en la celebración de la Eucaristía.

Experimento gran gozo al encontrarme en esta bella ciudad de Trujillo, centro —en épocas precolombinas— de la cultura Chimú. Sus huellas se han perpetuado en esa monumental ciudad de barro —Chan Chan— que ha resistido ala acción destructora del tiempo y de la intemperie. Gozo íntimo y emotivo, también, al presidir esta Eucaristía cuando Trujillo se apresta a celebrar el 450 aniversario de su fundación y, al mismo tiempo, de la Primera Misa que en la misma fecha se celebró en esta ciudad. Saludo ante todo al Pastor de esta Diócesis de Trujillo, a los Obispos de Cajamarca, Huaraz, Chiclayo, Chimbote, Chota, Chachapoyas, a los Huamachuco, Huarí, Moyobamba y San Francisco Javier.

Me siento particularmente contento de estar físicamente con todos vosotros, los que habéis venido hasta aquí; y, en espíritu, con todos los que trabajáis a lo largo y ancho del país. Es a vosotros, hijos de la Iglesia presente en el mundo del trabajo, a quienes va en esta ocasión mi afectuoso saludo y mi comprensión. A los que trabajáis en el campo, en las minas, en las canteras en la siderurgia, en la industria. A los que trabajan en los pueblos y en la ciudad, en las cooperativas y en las oficinas. Los que se encuentran en esta región Norte y en el Perú entero. También a los hermanos empresarios y a todos los trabajadores del mundo intelectual y manual, que formáis la gran comunidad del trabajo.

De manera muy especial deseo saludar afectuosamente al importante sector de los pescadores del Perú, que repetidas veces me invitaron y a los que tan vivamente he querido visitar por separado para corresponder a su cordial invitación. Deseo asegurares, queridísimos pescadores, que como Sucesor de Pedro, vuestro Patrón, el pescador de Galilea, me siento particularmente cercano a vosotros y a vuestras familias. Sabed encontrar a Dios en el mar y dirigíos a El en toda vuestra vida. Vosotros estáis más cercanos a El, porque la mayoría de los Apóstoles fueron pescadores.

2. Jesucristo el hombre del trabajo. El texto evangélico que acabamos de escuchar nos habla del trabajo humano, que para el cristiano encuentra su máxima inspiración y ejemplo en la figura de Cristo, el Hombre del trabajo. Antes de comenzar su labor mesiánica en la proclamación del Evangelio a las gentes, ha trabajado durante treinta años en la silenciosa casa de Nazaret. Desde su primera juventud, Jesús aprendió a trabajar, al lado de José, en su taller de carpintero, y por eso le llamaban el «hijo del carpintero» (
Mt 13,55). Éste trabajo del Hijo de Dios constituye el primer y fundamental Evangelio, el Evangelio del trabajo. Después, durante su predicación apostólica se referirá continuamente, especialmente en sus parábolas, a las diferentes clases de trabajo humano.

Jesús predicaba ante todo el reino de Dios. Y a la vez, el destino definitivo del hombre a la unión con Dios. Pero esta perspectiva sobrenatural mostraba igualmente el profundo significado del trabajo del hombre. Porque no pertenece solamente al orden económico temporal de la sociedad humana, sino que entra también en la economía de la salvación divina. Y aunque no sólo el trabajo sirve ala salvación eterna, el hombre se salva también mediante su trabajo. Esta es la enseñanza del Evangelio que la Sagrada Escritura nos transmite, repetidas veces, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

3. La lectura de hoy, tomada de San Mateo, recoge en la parábola de los talentos esta doctrina fundamental. Tres personas reciben de su amo los talentos. El primero, cinco; el segundo, dos; el tercero, uno. El talento significaba entonces una moneda, se podría decir un capital; hoy lo llamaríamos sobre todo la capacidad, las dotes para el trabajo. El primero y el segundo de los siervos, han duplicado lo que han recibido. El tercero, en cambio, esconde su talento bajo la tierra y no multiplica su valor.

En los tres casos se nos habla indirectamente del trabajo.

Partiendo de estas dotes que el hombre recibe del Creador a través de sus padres, cada uno podrá realizar en la vida, con mayor o menor fortuna, la misión que Dios le ha confiado. Siempre mediante su trabajo. Esta es la vía normal para redoblar el valor de los propios talentos. En cambio, renunciando al trabajo, sin trabajar, se derrocha no sólo «el único talento» de que habla la parábola, sino también cualquier cantidad de talentos recibidos.

463 Jesús, a través de esta parábola de los talentos, nos enseña, al menos indirectamente, que el trabajo pertenece ala economía de la salvación. De él dependerá el juicio divino sobre el conjunto de la vida humana, y el reino de Dios como premio. En cambio, «el derroche de los talentos» provoca el rechazo de Dios.

4. La doctrina de San Pablo.El texto de San Pablo, que hemos oído en la primera lectura, de la epístola a los Tesalonicenses, lo podemos considerar como un comentario apostólico a la parábola de Cristo; y en cierto sentido, a todo el Evangelio del trabajo, que Jesús de Nazaret nos enseño con su vida y palabra. El Apóstol pone en guardia a todos aquellos que no trabajan, que viven desordenadamente y en continua agitación; como hacía Jesús con los que derrochan sus talentos. Además San Pablo da a los destinatarios de la Carta, los Tesalonicenses, un ejemplo de trabajo personal, al margen de su incansable labor apostólica, «para no ser una carga a ninguno de vosotros». Este comportamiento del Apóstol es una indicación, y debe ser causa de remordimiento para los que no trabajan. Por esto añade: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma». Y manda y exhorta a todos en el Señor Jesucristo «a que trabajan con sosiego para comer su propio pan».

5. De esta manera, el tema y el problema del trabajo aparecen ya como fundamentales desde el comienzo mismo de la vida cristiana. Constituyen una constante de la enseñanza social de la Iglesia, a través de los tiempos; especialmente en el último siglo, cuando el trabajo se convirtió en el centro de la llamada «cuestión social» y de todos los problemas relacionados con el justo orden social.

Este problema se presenta con caracteres graves, y a veces hasta trágicos, en tierras de Latinoamérica. La Iglesia, en la persona de sus Pastores, guiada por las enseñanzas del Concilio Vaticano II, lo ha podido constatar y denunciar adecuadamente, primero en Medellín y más recientemente en Puebla: «A la luz de la fe es un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres. El lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas. Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe» (Puebla, 28). Yo mismo he recordado a vuestros obispos «la tragedia del hombre concreto de vuestros campos y ciudades, amenazado a diario en su misma subsistencia, agobiado por la miseria, el hambre, la enfermedad, el desempleo; ese hombre desventurado que, tantas veces, más que vivir sobrevive en situaciones infrahumanas. Ciertamente en ellas no está presente la justicia ni la dignidad mínima que los derechos humanos reclaman» (IOANNIS PAULI PP. II Allocutio ad quosdam Peruviae Episcopos occasione oblata eorum visitationis «ad Limina», 4, die 4 Oct. 1984: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VII, 2 (1984) 740).

En la raíz de estos males de la sociedad se encuentran sin duda situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas, a veces de alcance internacional, que la Iglesia denuncia como «pecados sociales». Pero sabe, al mismo tiempo, que ello es fruto de la acumulación y de 1a concentración de muchos pecados personales, que sería necesario evitar como raíz. «Pecados de quien engendra, favorece o explota la iniquidad; de quien pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o al menos limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo» (EIUSDEM Reconciliatio et Paenitentia
RP 16). Pecado de los dirigentes y responsables de la sociedad y también de los trabajadores que no cumplen con sus deberes. En definitiva, pecados de insolidaridad ý egoísmo, de búsqueda del poder y del lucro, por encima del servicio a los demás.

Frente a estas situaciones, la Iglesia sigue inspirándose en el Evangelio y en su propia doctrina social, para ofrecer su colaboración constante y decidida a la causa de la justicia.

Por eso quiere estar cerca de los injustamente tratados y de los más pobres, para mejorar su situación en todos los sentidos. No sólo en campo económico, sino también cultural, espiritual y moral.

Porque pobre es quien carece de lo material, pero no menos quien está sumido en el pecado; quien no conoce su dimensión personal que va más allá de la muerte; quien no tiene libertad para pensar y actuar según su conciencia; quien es sometido por los dirigentes de la sociedad a limitaciones, según las cuales el que practica su fe se ve privado de beneficios que se otorgan a los que siguen las normas dictadas desde lo alto; quien es visto como mero objeto de producción.

La Iglesia quiere una liberación de todas esas esclavitudes.En esa misma línea se mueven vuestros obispos en las normas marcadas en su reciente Documento sobre la Teología de la liberación (Cfr. S. CONGR. PRO DOCTRINA FIDEI Instructio de quibusdam aspectibus «Theologiae Liberationis»).

6. En la concepción cristiana de la sociedad figura siempre como principio fundamental la afirmación de la dignidad inviolable de la persona, y por consiguiente de la dignidad de todo trabajador. A esta dignidad personal corresponden una serie de derechos fundamentales. El primero de todos, el derecho a tener un trabajo.Un trabajo para vivir, para realizarse como hombres, para dar el pan a su familia. Un trabajo que enriquece a la sociedad. Un trabajo que debe desarrollarse con las condiciones dignas de una persona, es decir, que no dañen ni a la salud física ni a la integridad moral de los trabajadores.

Por eso el desempleo, e incluso el subempleo, constituyen un mal, y muchas veces «una verdadera calamidad social» (IOANNIS PAULI PP. II Laborem Exercens LE 18). Humilla a las personas, y crea sentimientos de frustración, con peligrosas consecuencias sicológicas y morales, especialmente en los jóvenes y en los padres de familia. La primera preocupación de todos los responsables ha de ser, pues, dar trabajo a todos. Tarea nada fácil, pero que debiera movilizar las energías de toda la nación.

464 El trabajador tiene además que ser ayudado, técnica y culturalmente, a prepararse para realizar un trabajo que le satisfaga y al mismo tiempo contribuya al bienestar de la sociedad.La Iglesia tiene en este campo una tradición que debe conservar y perfeccionar.

Un salario justo, que cubra las necesidades normales de una familia, sigue siendo la medida concreta de la justicia de todo el sistema socio-económico, y en cualquier caso, de su justo funcionamiento (Ibíd.). Igualmente, todas aquellas prestaciones sociales (pensiones, vejez, accidentes, derecho al descanso, etc.), que tienen como finalidad la de asegurar la vida y la salud de los trabajadores y de su familia (Ibíd.).

Soy consciente de las dificultades que entrañan, en estos momentos de crisis económico-social tan aguda, la realización concreta y eficaz de estos derechos. Sin embargo, quiero llamar la atención de todos los responsables, directos e indirectos, del orden económico-social, para que se esfuercen en hacer posible, cuanto antes, este ideal. La Iglesia y los cristianos tienen el derecho y la obligación de contribuir a ello, en la medida de sus posibilidades, cumpliendo diligentemente sus relativos deberes. Y lo deben hacer unidos a través de las asociaciones e instituciones que la sociedad va creando para la consecución del bien común de todos los ciudadanos.

Una palabra, en fin, a los empresarios, sin los cuales no sería posible hacer efectivos muchos de estos derechos. Quisiera recordarles, con la enseñanza social de la Iglesia, que deben infundir a sus empresas una esencial función social. No las deben concebir únicamente como factor de producción y de lucro, sino también como comunidad de personas (Puebla, 1246). De la unión de los trabajadores y empresarios, bajo la dirección responsable de los hombres de gobierno, dependerá la realización gradual de una sociedad más justa.

7. Volvamos de nuevo a la Palabra de Dios, en la liturgia de hoy. Hemos escuchado el Evangelio del trabajo, de los mismos labios de Cristo, en la parábola de los talentos. Hemos recibido las enseñanzas apostólicas de San Pablo, hemos intentado señalar, siguiendo la enseñanza social de la Iglesia, cómo el trabajo humano pertenece al orden económico temporal, pero también ala economía de la salvación divina. A la luz de esta doctrina hemos examinad? algunos de los problemas acuciantes de vuestra sociedad.

Tanto en una como en la otra dimensión del trabajo humano tienen aplicación los deseos del Apóstol de las Gentes: «Que el Señor de la paz os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con todos vosotros» (2 Thess. 3, 16).

En resumen: Paz.

Paz mediante el trabajo: «Comer el propio pan trabajando en paz». El pan debe llegar a todos. No puede sobreabundar para algunos (quizás sin trabajo), y faltar a los demás (a pesar del trabajo).

Trabajo para la salvación eterna.

Trabajo para el desarrollo de los hombres y de los pueblos. Para ese desarrollo que Pablo V? definió como «el nuevo nombre de la paz».

Por consiguiente: el desarrollo mediante el trabajo, y la paz como fruto del auténtico desarrollo; y desarrollo de todos y para todos.

465 He aquí las principales ideas del Evangelio del trabajo que la Iglesia anuncia al mundo contemporáneo.

«El Señor sea con todos vosotros».





VIAJE APOSTÓLICO A VENEZUELA,

ECUADOR, PERÚ Y TRINIDAD Y TOBAGO

LITURGIA DE LA PALABRA EN PIURA



Lunes 4 de febrero de 1985




«Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil» (Io.10, 14. 16).

Señor Arzobispo, hermanos obispos, autoridades,
queridos hermanos y hermanas:

1. Al venir a San Miguel de Piura, el Papa quiere obedecer a un impulso de su corazón de padre, además de cumplir un deber como Pastor de toda la Iglesia.

Vengo para encontrarme con los queridos hijos de esta tierra, en cuyas vidas quedan aún las huellas del sufrimiento causado por las catástrofes naturales que hace casi dos años destruyeron viviendas, cosechas, canales de regadío, vías de comunicación, provocando indecibles dificultades a tantas familias, y destruyendo el fruto de largos años de fatigas. Por eso mí visita quiere ser ante todo un signo de solidaridad y de aliento a no dejaros abatir en la desgracia, sino a sacar de ella razones de esperanza, de mutuo apoyo y voluntad de reconstruir lo perdido. Pido a Dios que las aguas que produjeron destrucción y muerte hayan servido para fecundar vuestros campos, y que os alegre la esperanza de más abundantes cosechas para continuar vuestra vida.

Vengo en peregrinación de fe a las fuentes de la gesta evangelizadora en el Perú, ya que de estas tierras, bajo la protección del Arcángel San Miguel, partieron los pioneros del anuncio de Jesucristo, de su Buena Nueva y de su Iglesia, hacia el vasto territorio del antiguo Imperio Inca. Por ello, desde este lugar, nuestra mente se eleva de modo espontáneo hacía Dios, para darle gracias por la evangelización del Perú, por sus héroes y santos. Y nuestro espíritu se recoge en plegaría, para meditar sobre aquella evangelización y descubrir las exigencias que derivan de la aceptación del Evangelio.

2. La Palabra de Dios que hemos escuchado viene a iluminar esta meditación, invitándonos a contemplar con los ojos del Evangelista San Juan la imagen familiar de Jesús, el Buen Pastor, en medio de sus ovejas.

En ese conocido texto, Cristo se presenta no solamente como Pastor, sino también como «la puerta de las ovejas». El es el Pastor verdadero, a diferencia de tantos otros que antes que El se habían presentado como pastores, pero que eran solamente mercenarios o salteadores. El Señor entra por la puerta del redil, esto es, viene como enviado del Padre, como revelador de sus misterios y trae consigo la verdad entera, mostrando el camino de la verdadera vida.

466 Por eso Jesús se comporta como los buenos pastores: conoce a sus ovejas una por una, en su situación concreta, las llama por su nombre, y las ovejas reconocen su voz y le siguen. El camina delante de las ovejas para mostrarles el camino, para prevenir los peligros, para defenderlas del lobo o del salteador.

Jesús es «la puerta de las ovejas». Solamente El las conduce a verdes praderas donde encuentran alimento, seguridad, «vida en abundancia» (Io. 10, 18).

El Señor Jesús es evangelizador —el primer evangelizador— como Pastor y como Puerta de las ovejas. El, no solamente anuncia la verdad, sino que es la Verdad misma dada a los hombres; no solamente señala el camino, sino que El es el camino; no solamente promete la vida, sino que es la Vida verdadera. Ningún otro evangelizador puede decir lo mismo de sí mismo. Y todos los demás evangelizadores, si quieren ser eficaces, han de saber representar e imitar al único Buen Pastor; han de hacer entrar a sus ovejas por la puerta que es Cristo; han de llamarlas por su nombre, con la única voz que ellas .reconocen y que es la voz de Jesús. Proceder de otra manera es, como dice el mismo Jesús, arriesgarse a ser «un extraño» o desconocido.

3. La obra evangelizadora de la Iglesia se despliega cuando Cristo, Pastor y evangelizador, llama, prepara y envía otros evangelizadores, para anunciar en todas las lenguas y lugares la Buena Nueva de la salvación; y para congregar en la comunidad de los creyentes —la Iglesia— a los que han de salvarse.

Así se inauguró un día la obra de la evangelización de América. Yo mismo quise dar inicio, en Santo Domingo, a la novena de años que prepare el continente americano a celebrar el V centenario de tan importante acontecimiento eclesial. Así también, y con la primera Misa celebrada aquí en Piura, en la primera villa cristiana, inició la evangelización del Perú.

Mi presencia hoy en vuestra noble ciudad, junto con mis hermanos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles todos, quiere ser, ala vez que una acción de gracias a Dios por la evangelización del Perú, un merecido homenaje a tantos esforzados misioneros que, de modo anónimo, sembraron la semilla de la fe en esta tierra fecunda. Ellos, dejando sus tierras nativas, consagraron su vida —y aquí dejaron sus cuerpos— a la instrucción en la fe de las poblaciones indígenas que encontraron.

Entre mil obstáculos debidos ala extensión del país, a las grandes montañas, a la variedad de lenguas, a la falta de medios; pero c??fiando en la fuerza de la Palabra de Dios, llevaron a cabo aquella obra inmensa, que tantos frutos ha dejado.

Al pensar en el presente de la evangelización, quizá la primera cosa que debemos hacer es mirar bien a aquella empresa, para sacar motivos de aliento en vista del futuro.

Pero esa obra evangelizadora no termina nunca. Cada generación cristiana debe añadir su parte de esfuerzo. Sin ello faltaría algo esencial. Faltaría un elemento insustituible a la evangelización del Perú, si faltara hoy un generoso esfuerzo evangelizador. Este es el signo de la fidelidad a Cristo, a su mandato, y es ala vez muestra de vitalidad en la fe de la Iglesia.

Por tal razón esa empresa es vuestra, hermanos obispos, en primer lugar. Es vuestra, sacerdotes que sois los insustituibles colaboradores de vuestros Pastores. Es vuestra, religiosos y religiosas, pues ésa es la causa de Cristo que habéis abrazado. Es vuestra, laicos cristianos, que en el corazón del mundo estáis llamados a construir el reino de Dios. Si vuestra Iglesia acoge ese mensaje de Jesús, podrá decirse de veras que «le sigue porque conoce su voz», la voz de Cristo (Cf.. Io.10, 4).

4. Ese conocer la voz del Maestro y Buen Pastor, sin seguir la voz de los extraños, califica el elemento esencial, que ha de distinguir la evangelización en el Perú hoy: la fidelidad a la enseñanza de Jesucristo, único Maestro y Señor.

467 Mi predecesor el Papa Pablo VI, en su Exhortación Apostólica «Evangelii Nuntiandi», enseña: «Evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Hijo; que en su Verbo Encarnado ha dado a todas las cosas el ser, y ha llamado a los hombres a la vida eterna» (PAULI VI Evangelii Nuntiandi EN 26).

Así pues, evangelizadores y evangelizados tienen el indeclinable deber de una estricta y amorosa fidelidad ala enseñanza de Jesús. Porque los evangelizadores no son «dueños» de la Palabra de Dios, sino que son sus ministros, sus servidores. Y, por otra parte, como recordaba en mí Exhortación Apostólica «Catechesi Tradendae», quien «se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la «palabra de la fe» no mutilada, no falsificada o disminuida, sino completa e íntegra, en todo su rigor y vigor» (IOANNIS PAULI PP. II Catechesi Tradendae CTR 30). Es decir, en plena fidelidad a su origen: Cristo; a su contenido revelado; a los destinatarios que han de salvarse entrando por la Puerta: «Yo soy la puerta, si uno entra por mí, estará a salvo» (Io. 10, 9).

No se ha de olvidar, sin embargo, que la evangelización tiene en cuenta los aspectos concretos del ambiente en que se realiza. En ese sentido la evangelización tiene en el Perú aspectos propios en el momento actual. No podemos recoger todos en esta celebración, pero sí quiero subrayar brevemente algunos de ellos.

5. Evangelizar significa llevar el mensaje de Cristo a todos, para que se haga vida. Por ello tiene estrechos lazos con la promoción humana. En este sentido, la evangelización presenta también la urgencia de promover integralmente la dignidad del hombre, ayudarlo a transformar las situaciones y estructuras injustas que violan esa dignidad.

Jesús, durante su vida pública tuvo oportunidad de encontrar a muchas personas aquejadas de diversos males físicos y morales. Como signo de la presencia del reino obró milagros (Cf. . Matth Mt 12,4-6) y se preocupó del bien de todas las personas que encontraba. Al ver todo esto la gente se maravillaba y comentaba: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7,37).

Por ello, mi predecesor Pablo VI recordaba: «Entre evangelización y promoción humana - desarrollo, liberación - existen efectivamente lazos muy fuertes ..., no es posible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen ala justicia, a la liberación, al desarrollo y ala paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad» (PAULI VI Evangelii Nuntiandi EN 31).

Las Conferencias del Episcopado Latinoamericano reunidas en Medellín y Puebla han puesto especial énfasis en la evangelización y promoción humana en los países de este continente, especialmente mediante la llamada opción preferencial por los pobres.

Quisiera recordar aquí, queridos hermanos, cuanto precisé recientemente a este propósito: «Sí, la Iglesia hace suya la opción preferencial por los pobres. Una opción preferencial, nótese bien: por consiguiente, no una opción exclusiva o excluyente, pues el mensaje de la salvación está destinado a todos. Una opción además basada esencialmente en la Palabra de Dios y no en criterios aportados por ciencias humanas o ideologías contrapuestas, que con frecuencia reducen a los pobres a categorías socio-políticas o económicas abstractas. Pero una opción firme e irrevocable» (IOANNIS PAULI PP. II Allocutio ad Patres Cardinales et Romanae Curiae Sodales, 9, die 21 dec. 1984: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VII, 2 (1984) 1630).

Este aspecto de la evangelización, en plena fidelidad a Cristo, al Evangelio y al hombre, según los criterios de la Iglesia, reviste clara actualidad en el Perú, en el presente y de cara al futuro.

6. El anuncio del Evangelio conlleva el constante llamado a una actitud de conversión por parte de todos los cristianos y ha de penetrar no sólo la vida personal y familiar, sino también las estructuras sociales, para hacerlas más conformes con las exigencias de la justicia. No olvidemos nunca que sólo corazones convertidos y renovados interiormente mejorarán el tono moral y humano de la sociedad.

¡Vivid, pues, vosotros esas exigencias e infundid en las realidades temporales la savia de la fe en Cristo! Pienso concretamente en el testimonio de vida y en el esfuerzo evangelizador que requiere la familia cristiana: que los cónyuges vivan el sacramento de la unión fecunda e indisoluble entre Cristo y la Iglesia; que sean los fundadores y animadores de la «iglesia doméstica», la familia, con el compromiso de una educación integral ética y religiosa de los hijos; que abran a los jóvenes los horizontes de las diversas vocaciones cristianas, como un desafío de plenitud a las alternativas del consumismo hedonista o del materialismo ateo. Es éste un campo de palpitante actualidad para la evangelización en el Perú.

468 7. Particular importancia reviste también la evangelización de la cultura en vuestro país. Para fecundarla con el espíritu del Evangelio en el que ella hunde sus raíces multiseculares. En efecto, la evangelización, cuando es correctamente hecha, influye poderosamente en la cultura y vida toda del hombre.

Esforzaos, pues, porque las leyes y las costumbres no vuelvan la espalda al sentido trascendente del hombre, ni a los aspectos morales de la vida. Con la mirada dirigida a los hombres de ciencia y especialmente a los universitarios que se encuentran aquí o en todas las partes del país, repito la constatación que hice ante la asamblea de la UNESCO: el vínculo del Evangelio con el hombre es creador de cultura en su mismo fundamento, ya que enseña a amar al hombre en su humanidad y en su dignidad excepcional (Cf.. IOANNIS PAULI PP. II Allocutio ad UNESCO habita, die 2 jun. 1980: Insegnamenti di Giovanni Paolo II , III,
III 1,0 III 1636,0 ss.). Aquí tiene la Iglesia en el Perú un verdadero reto que ha de acoger creativamente en su acción evangelizadora. A este propósito expreso mí profunda estima a los hombres del mundo de la cultura del Perú, a la vez les aliento a ser fieles a su importante misión y al hombre viéndole en toda su dimensión a la luz de Dios.

8. Ese nuevo impulso evangelizador requerirá una serie de esfuerzos coordinados en torno a una más profunda catequesis, impartida en forma orgánica y sistemática. Es una necesidad vital.

Se necesita pues una constante catequesis, sin descanso y sin cansancios, a todos los niveles y en todos los lugares: desde la homilía hasta la enseñanza del catecismo en el hogar familiar, desde la parroquia hasta la escuela. Una catequesis que, acercando al hombre a Jesucristo, esté atenta a la recta formación de la conciencia del cristiano, sabiendo hacer llegar cálidamente a cada alma la amable exigencia del Redentor.

En esa tarea hay que poner gran esmero en procurar que al anuncio de Jesucristo corresponda asimismo la adecuada celebración de su misterio en la liturgia de la Iglesia; ya que la vida de Cristo se comunica a los fieles por medio de los sacramentos, como recordé a vuestros obispos (Cf.. EIUSDEM Allocutio ad quosdam Peruviae Episcopos occasione oblata eorum visitationis «ad Limina», 3, die 4 oct. 1984: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VII, 2 (1984) 738 s.). Más aún, la liturgia, celebrada según las normas de la Iglesia y activamente participada, es en sí misma la más auténtica catequesis en las palabras y en los signos sagrados.

9. En la situación concreta del Perú, un vehículo y lugar importante de evangelización ha de ser la piedad popular nacida del corazón del pueblo. Ella manifiesta tantas veces de forma sorprendente ese sentido de la fe que Dios otorga a los sencillos de corazón, tan rica de sentimientos y tan expresiva en sus gestos de devoción.

Es bien conocida la profunda raigambre popular que tiene en vosotros, fieles peruanos, la devoción a la cruz de Cristo que se encuentra en tantos lugares en los que discurre vuestra vida. La veneración a la Cruz de la Conquista o la celebración de la Cruz de Mayo son buena prueba de ello. Como lo son el profundo cariño de los peruanos a Cristo crucificado, venerado como el Señor de los Milagros, el Señor Cautivo de Ayabaca, el Señor de Luren, de Huanca, el Señor de los Temblores, de Koilloriti, de Burgos, de Huamantanga y otros.

Lo mismo sucede con la honda devoción que vosotros, católicos peruanos, sentís hacia nuestra Madre la Virgen Santísima, a cuyo amparo recurrís tantas veces, también en los diversos santuarios marianos que surcan vuestra geografía. Sed fieles a esas devociones, y que ellas os conduzcan cada vez más hacia Cristo, centro de nuestra vida de fe, único Pastor y Redentor.

Vosotros, Pastores y guías de ese pueblo, ayudadle respetuosamente a purificar estas devociones populares, a fin de que sean para la grey del Señor caminos hacía El, Puerta única de las ovejas, en quien encontrarán el verdadero pasto (Cf.. Io. 10, 9) y tendrán «vida en abundancia» (Ibíd. 10, 10); la vida que El da a sus ovejas (Ibíd. 10, 15) y que dura hasta la vida eterna en Cristo, que tiene «poder para dar su vida y poder para recobrarla de nuevo» (Cf.. Ibíd. 10, 18).

Este campo de la piedad popular abre hoy amplias posibilidades evangelizadoras a la Iglesia en el Perú.

10. Finalmente, la evangelización en el momento actual peruano ha de esclarecer la fe y evitar los peligros a los que se ve expuesto el pueblo fiel.

469 La lectura de esta celebración litúrgica nos habla de quienes entran en el redil «por Cristo». También ellos pertenecen a la grey, pero ala vez participan activamente en la misión de Cristo evangelizador y Pastor. En esa misión participan los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos elegidos por la Iglesia. Son los sembradores del Evangelio.

¡Qué gran sentido de responsabilidad y de atención en nuestro ministerio deben infundirnos las palabras de severa condena de Jesús hacia quienes «no entran por la puerta», sino que «escalan por otro lado, como un ladrón y salteador». Hacía quienes son «extraños» a la grey y por eso las ovejas «no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños» (Io.10, 1-5). «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir» (Ibíd..10, 10).

Estas palabras severas del maestro condenan todas las alteraciones del Evangelio y de la verdadera evangelización, las falsedades y falsos profetas, las relecturas del Evangelio en claves no eclesiales, sino acomodadas a interpretaciones inspiradas en la moda o en visiones socio-políticas. Con ello se transforma el servicio a la verdad en servicio a la confusión, cuando no a la mentira.

Frente a esos peligros que siempre serpean en la Iglesia, es necesario que Pastores, agentes de la pastoral y fieles conserven una absoluta fidelidad al mensaje integral de Cristo, que escuchen su voz, que estén dispuestos como El a dar la prueba suprema del amor a la verdad y a sus ovejas: «Por eso me ama el Padre, porque doy mí vida, ...ésa es la verdad que he recibido de mí Padre» (Ibíd.. 10, 17. 18).

De ese modo la evangelización en profundidad librará también a los fieles de los riesgos derivantes de actividades proselitistas de grupos que poco tienen de real contenido religioso.

11. Mis queridos hermanos y hermanas: Hemos hecho estas reflexiones sobre la evangelización en el Perú en el actual momento de la Iglesia.

Quiero manifestares mi vivo aprecio y aliento por los grandes esfuerzos que Pastores, agentes de la pastoral y fieles realizáis para seguir con fidelidad a Cristo, primer Evangelizador, Pastor y Puerta del rebaño. Renovad vuestro propósito en ese camino, para que así esta Iglesia en el Perú sea una Iglesia fuertemente evangelizadora —dentro y fuera de los confines peruanos—, la Iglesia de Cristo que siempre escucha su voz.

La Estrella de la evangelización, Nuestra Señora de las Mercedes, inspire desde su santuario de Paita todos vuestros propósitos; y acompañe en su fidelidad a Cristo a los hijos de esta tierra y de todo el Perú, a los que bendigo de corazón.





B. Juan Pablo II Homilías 461