B. Juan Pablo II Homilías 1487


MISA POR LOS CARDENALES Y OBISPOS DIFUNTOS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Martes 6 de noviembre de 2001



1. Dios Padre, "por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva" (1P 1,3). Sostenidos por estas palabras del apóstol san Pedro, recordamos con ánimo rebosante de esperanza a nuestros venerados hermanos cardenales, arzobispos y obispos que nos han dejado durante estos meses. Han vivido su jornada terrena trabajando y esforzándose en la viña del Señor; ahora duermen el sueño de la paz, en espera de la resurrección final.

Sobre el muro de sombra de la muerte, la fe proyecta la luz resplandeciente del Resucitado, primicia de los que han pasado a través de la fragilidad de la condición humana y ahora participan en Dios del don de la vida sin fin. Cristo, mediante la cruz, ha dado un significado nuevo también a la muerte. En efecto, en él se ha convertido en un sublime gesto de amor obediente al Padre y en supremo testimonio de amor solidario a los hombres. Por eso, considerada a la luz del misterio pascual, también la salida de la existencia humana ya no es una condena sin apelación, sino el paso a la vida plena y definitiva, que coincide con la perfecta comunión con Dios.

La palabra de Dios, que ha resonado en esta celebración de sufragio, abre nuestro corazón a la perspectiva de una "esperanza viva": ante la disolución de la escena de este mundo, promete una "herencia incorruptible, pura e imperecedera".

2. Con estos sentimientos, reunidos en torno al altar, dirigimos nuestro pensamiento a nuestros hermanos que recientemente han vuelto a la casa del Padre. Llamados a la gracia de la fe en el bautismo, fueron elegidos como sucesores de los Apóstoles para ser guías del pueblo de Dios y, como recordó recientemente el Sínodo, servidores "del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo".

En la comunión, real y misteriosa, entre la Iglesia peregrina en la tierra y la Iglesia triunfante, estamos cercanos a ellos con afecto, con la certeza de que seguirán acompañando espiritualmente el camino de la comunidad cristiana.

Recordamos, de modo particular, a los cardenales difuntos Myroslav Ivan Lubachivsky, Giuseppe Casoria, José Alí Lebrún Moratinos, Pierre Eyt, Thomas Joseph Winning, Silvio Oddi, Giuseppe Maria Sensi y el patriarca Maximos V Hakim. Juntamente con ellos queremos recordar en esta celebración a todos los arzobispos y obispos que nos han dejado durante los meses pasados. Estos queridos y venerados hermanos en el episcopado están ahora con Dios, después de gastar su vida en el servicio a la causa del Evangelio y por el bien de sus hermanos.

3. "Venid a mí todos. (...) Cargad con mi yugo y aprended de mí; (...) y encontraréis vuestro descanso" (Mt 11,28-29). Las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos nos sostienen y confortan mientras conmemoramos, al inicio de este mes de noviembre, a nuestros queridos difuntos. Aunque nos sintamos tristes por su muerte, nos consuela la promesa de Cristo. Él nos acompaña y guía hacia el conocimiento pleno del Padre: "Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). Este conocimiento, que aumenta continuamente durante el itinerario de la vida terrena, llegará a la perfección cuando podamos contemplar finalmente cara a cara el rostro de Dios. El Catecismo de la Iglesia católica nos recuerda que, gracias a la obediencia de Cristo, la muerte cristiana cobra un significado positivo, como paso de este mundo al Padre: "Por el bautismo el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a él en su acto redentor" (n. 1010).

4. Mientras recordamos con particular afecto a nuestros llorados hermanos que, incorporados a Cristo con el bautismo, fueron conformados a él mediante la plenitud del sacerdocio, elevamos por ellos fervientes súplicas al Señor. Que el Padre de la misericordia los libere definitivamente de lo que queda de la fragilidad humana, para hacerles gozar eternamente del premio celestial prometido a los obreros buenos y fieles del Evangelio.

1488 Queremos encomendar sus almas elegidas a la solicitud materna de la Virgen, a quien invocaron y amaron tiernamente cuando estaban en esta tierra, para que les abra de par en par las puertas del paraíso. Que María, Madre de la esperanza, dirija su mirada misericordiosa hacia estos hermanos nuestros y les muestre, después de este destierro, a Jesús, fruto bendito de su vientre.
Ella, clemente; ella, piadosa; ella, la dulce Virgen María.Amén.



FUNERAL DEL CARDENAL PAOLO BERTOLI



Viernes 9 de noviembre de 2001



1. "Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria" (Jn 17,24). Son las palabras de la "oración sacerdotal" que Cristo pronunció al final de la última cena con los Apóstoles en el Cenáculo y antes de afrontar su ya inminente pasión y muerte. Nos invitan a vivir en la luz de la fe la liturgia fúnebre que estamos celebrando en sufragio de nuestro venerado hermano, el querido cardenal Paolo Bertoli. Mientras nos disponemos a confiar a la tierra sus restos mortales, oramos al Señor, que un día lo llamó a ser de modo especial su discípulo y ministro de la Iglesia, para que lo acoja en la comunión plena y definitiva de la gloria celestial.

Dios, "que ama la vida" (Sg 11,26), según la hermosa expresión del libro de la Sabiduría, conceda al recordado purpurado la plenitud de vida y gloria que ha preparado para él y para cada uno de nosotros desde la eternidad.

2. Esta confianza en el Señor sostuvo siempre al recordado cardenal en los múltiples y difíciles servicios eclesiales a los que fue llamado, en Europa oriental y occidental, en América Latina, en Oriente Próximo y en los organismos de la Santa Sede.

Una vez terminados los estudios en el seminario de Luca, consiguió en Roma los doctorados en teología y en utroque iure. En 1933 inició su servicio en la nunciatura de Belgrado, primero como agregado y luego como secretario. Cinco años después fue enviado a París durante los años oscuros y difíciles de la guerra y la ocupación y, en la primavera de 1942, fue trasladado a Haití como encargado de asuntos en esa nunciatura, que entonces comprendía todas las Antillas, excluidas Cuba y Jamaica.

En 1946 fue enviado a Berna, donde recibió el encargo de representar a la Santa Sede en las varias Conferencias internacionales que se celebraron en aquel período en Suiza para la solución de los problemas creados por la segunda guerra mundial. En aquellos años de estancia en la Confederación Helvética participó en la Conferencia internacional de la Cruz roja en Estocolmo, en 1948, en la Conferencia para la revisión de las Convenciones de Ginebra, al año siguiente, y, por último, en los Congresos organizados por los Organismos sociales y caritativos católicos, siguiendo, en particular, el desarrollo de las iniciativas a cargo de las Organizaciones internacionales católicas y de "Pax Romana", con sede en Friburgo.

3. En la primavera de 1949 fue destinado a la nunciatura de Praga en calidad de encargado de negocios, pero no pudo llegar a causa de las dificultades puestas por el Gobierno checoslovaco, que estaba a punto de romper sus relaciones con la Santa Sede. En 1952 fue nombrado arzobispo titular de Nicomedia y delegado apostólico en Turquía, donde desempeñó también el ministerio de administrador apostólico para los fieles de rito latino.

Al año siguiente monseñor Bertoli fue trasladado a Colombia, donde promovió la institución de nuevas circunscripciones eclesiásticas, visitando muchas veces los vastos territorios del país y, especialmente, las misiones. Asistió al nacimiento y participó en las primeras reuniones del Consejo episcopal latinoamericano (Celam), instituido en 1955, con sede en Bogotá.

Después de haber sido nuncio en el Líbano durante un año, donde destacó por su interés en los problemas ecuménicos y por sus contactos con las Iglesias orientales católicas y ortodoxas y con las comunidades musulmanas, en 1960 fue nombrado nuncio en Francia. Allí permaneció hasta cuando fue creado cardenal por el Papa Pablo VI, en el consistorio del 28 de abril de 1969, y nombrado prefecto de la Congregación para las causas de los santos, cargo que desempeñó hasta 1973. A continuación, su generoso y clarividente servicio a la Santa Sede también se expresó de diversas formas, no sólo como camarlengo de la santa Iglesia romana y miembro de varias Congregaciones y organismos de la Curia romana, sino también con cargos particulares que le confió el Papa, como sucedió en 1976, cuando fue enviado al Líbano durante la crisis que ensangrentó esa importante región de Oriente Próximo.

1489 4. El largo ministerio eclesial del cardenal Bertoli fue sostenido constantemente por la fuerza del amor de Dios, que tenía su expresión más auténtica e inmediata en el testimonio de caridad y en los gestos concretos de solidaridad con sus hermanos, especialmente los más pobres y los que más sufrían. Como hemos escuchado del apóstol san Juan en la segunda lectura, Dios nos ha amado primero y ha manifestado su amor por nosotros en su Hijo Jesús: "En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros" (1Jn 3,16). Y es precisamente este amor infinito de Dios -prosigue san Juan- el que nos hace pasar de la muerte a la vida: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos" (1 Jn 3, 14).

Toda la vida del cardenal Paolo Bertoli estuvo sostenida por este gran ideal: un amor intenso y profundo a Dios, un servicio generoso y fiel a la Iglesia, y una acción valiente y solidaria en favor de los hermanos, especialmente de los que más sufrían y estaban más necesitados. Testimonio elocuente de esto son las sencillas e intensas palabras que nos ha dejado en su testamento espiritual. En él expresa un amor profundo a la "Iglesia católica, en la que fui bautizado y he vivido con obediencia y sumisión a la Cátedra de Pedro". A la Iglesia y al Papa prestó un servicio valioso en los diversos cargos que le fueron confiados, tratando siempre de responder -como él mismo recuerda en el testamento- "con espíritu de fe y con lealtad", y con "esa sencillez tan querida para mí".

5. Ahora que nos disponemos a despedir a nuestro hermano difunto, confiamos en que comparta desde ahora, en la alegría del paraíso, la vida espiritual que se le comunicó en el bautismo y creció con la gracia de los sacramentos y la participación en la plenitud del sacerdocio, y que se manifieste plenamente el último día, en el momento de la vuelta gloriosa de Cristo.

Que María santísima, a quien durante este mes de noviembre invocamos de modo particular con el título de "Reina de los ángeles y los santos", acoja como hijo amadísimo a nuestro venerado hermano Paolo Bertoli y le abra de par en par las puertas del paraíso. Amén.



VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA

DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS



Domingo 11 de noviembre de 2001




1. "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos" (Lc 20,38).

El 2 de noviembre celebramos la conmemoración de Todos los fieles difuntos. La liturgia de este XXXII domingo del tiempo ordinario vuelve nuevamente a este misterio, y nos invita a reflexionar en la realidad consoladora de la resurrección de los muertos. La tradición bíblica y cristiana, fundándose en la palabra de Dios, afirma con certeza que, después de esta existencia terrena, se abre para el hombre un futuro de inmortalidad. No se trata de una afirmación genérica, que quiere satisfacer la aspiración del ser humano a una vida sin fin. La fe en la resurrección de los muertos se basa, como recuerda la página evangélica de hoy, en la fidelidad misma de Dios, que no es Dios de muertos, sino de vivos, y comunica a cuantos confían en él la misma vida que posee plenamente.

2. "Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor" (Salmo responsorial). La antífona del Salmo responsorial nos proyecta a esa vida más allá de la muerte, que es meta y realización plena de nuestra peregrinación aquí en la tierra. En el Antiguo Testamento se asiste al paso de la antigua concepción de una oscura supervivencia de las almas en el sheol a la doctrina mucho más explícita de la resurrección de los muertos. Lo testimonia el libro de Daniel (cf. Dn Da 12,2-3) y, de manera ejemplar, el segundo libro de los Macabeos, del que ha sido tomada la primera lectura que se acaba de proclamar. En una época en la que el pueblo elegido era perseguido ferozmente, siete hermanos no dudaron en afrontar juntamente con su madre los sufrimientos y el martirio, con tal de no faltar a su fidelidad al Dios de la Alianza. Vencieron la terrible prueba, puesto que estaban sostenidos por la esperanza de que "Dios mismo nos resucitará" (2 Mac 7, 14).

Al admirar el ejemplo de los siete hermanos narrado en el libro de los Macabeos, reafirmamos con firmeza nuestra fe en la resurrección de los muertos ante posiciones críticas incluso del pensamiento contemporáneo. Este es uno de los puntos fundamentales de la doctrina cristiana, que ilumina consoladoramente la entera existencia terrena.

3. Amadísimos hermanos y hermanas de la parroquia de Santa María Madre de Dios, con gran alegría me encuentro hoy con vuestra acogedora comunidad cristiana, alojada en este Centro Don Orione de Monte Mario, que tuve la alegría de visitar hace quince años. Vuelvo de buen grado a vosotros, queridos hermanos, y a todos os dirijo mi afectuoso saludo.

Saludo ante todo al cardenal vicario y al obispo auxiliar del sector. Saludo al director general de los Hijos de la Divina Providencia y al director provincial. Saludo a vuestro celoso párroco, don Savino Lombardi, a los vicarios parroquiales, a la comunidad del Instituto teológico y a todos los religiosos de Don Orione que trabajan en este vasto complejo al servicio de los más pobres. Extiendo mi saludo a los colaboradores, voluntarios y laicos comprometidos en las múltiples actividades pastorales y sociales. Saludo a las religiosas de los cinco institutos que viven en el barrio. Tanta riqueza de carismas y de personas consagradas constituye un gran don para toda la parroquia.

1490 Os abrazo con afecto y cariño especialmente a vosotros, queridos muchachos y huéspedes del instituto Don Orione, que sois el corazón de esta obra en la que se refleja bien el espíritu de su fundador. Extiendo también mi saludo a los enfermos, a las personas solas y ancianas y a todos los habitantes de este barrio.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, sé que os habéis preparado para el encuentro de hoy meditando juntos en la carta apostólica Novo millennio ineunte. Permitidme que os repita también a vosotros la invitación de Cristo a san Pedro: "Duc in altum, rema mar adentro" (
Lc 5,4). Rema mar adentro y no temas, comunidad parroquial de Santa María Madre de Dios, animada por el deseo de servir a Cristo y testimoniar su Evangelio de salvación. Que en este gran esfuerzo apostólico participen concordes quienes trabajan en los varios ámbitos pastorales, de la catequesis a la liturgia y de la cultura a la caridad.

Vuestro barrio está habitado por muchos profesionales, periodistas y docentes universitarios. Esto ofrece la oportunidad de desarrollar una provechosa experiencia pastoral, implicando a estos expertos y agentes del lenguaje y de la comunicación en itinerarios de reflexión y profundización sobre temas fundamentales de la doctrina cristiana. La relación entre fe y vida constituye hoy uno de los desafíos más difíciles para la nueva evangelización.

Además, en este Centro, que es el corazón de la parroquia, es fuerte la referencia al beato Luis Orione, apóstol infatigable de la caridad y la fidelidad a la Iglesia. Queridos hermanos, seguid sus pasos, imitándolo en la obediencia filial a la Iglesia, en la búsqueda incansable del bien de las almas, y en la atención a los pobres y a las personas necesitadas. Están ante vosotros las "antiguas" y las "nuevas" pobrezas, que esperan vuestra generosa disponibilidad.

5. Un saludo especial os dirijo a vosotros, queridos jóvenes. Sé cuánto os empeñasteis en la preparación y celebración de la Jornada mundial de la juventud en agosto del año pasado. Al final de la inolvidable vigilia de oración en Tor Vergata invité a los jóvenes del mundo entero a ser centinelas de la mañana en este amanecer del tercer milenio. Os renuevo ahora esta exhortación, para que seáis "centinelas" atentos y vigilantes, que esperan despiertos a Cristo. Sed misioneros de vuestros coetáneos, sin desanimaros ante las dificultades y buscando formas de evangelización adecuadas al mundo juvenil.

A este respecto, pienso en el bien que realiza desde hace muchos años el "Polideportivo Don Orione", integrado ahora perfectamente en la comunidad parroquial, así como en las oportunidades apostólicas que ofrecen los Centros de formación profesional. Me congratulo también con vosotros, queridos jóvenes de la parroquia, por haber dado vida a la significativa iniciativa denominada "Nochevieja alternativa", que implica ya a muchos otros coetáneos vuestros. Todos los años reúne aquí, en Roma, durante los últimos días de diciembre, a muchachos y muchachas de diversas regiones italianas y se extiende progresivamente a otros países y continentes.

Con el entusiasmo que caracteriza a vuestra edad, preparaos para la próxima Jornada mundial de la juventud, que se celebrará, si Dios quiere, en Toronto, en julio de 2002, profundizando su mensaje, que se inspira en la frase evangélica: "Vosotros sois la sal de la tierra..., vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5,13-14).

6. Dios Padre, que en Cristo Jesús "nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas" (2Th 2,16-17).

Queridos hermanos y hermanas, con estas palabras del apóstol san Pablo, que han resonado en nuestra asamblea litúrgica, os animo a proseguir vuestro diario compromiso cristiano. Para un fecundo apostolado de bien, sed fieles a la oración y permaneced anclados en la sólida roca que es Cristo. Que os ayude en este itinerario espiritual el beato Luis Orione. Os asista la Virgen, que desde esta colina vela sobre la ciudad y a la que vosotros, feligreses, tenéis como patrona con el hermoso título de Santa María Madre de Dios. A ella, Madre de Dios y de la Iglesia, os encomiendo a todos. Que os proteja y acompañe en cada momento. Amén.



VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA DE SAN ALEJO



Domingo 18 de noviembre de 2001


1. "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas" (Lc 21,19). Estas palabras, que acaban de resonar en nuestra asamblea, ponen de relieve el mensaje espiritual de este XXXIII domingo del tiempo ordinario. Al acercarnos a la conclusión del año litúrgico, la palabra de Dios nos invita a reconocer que las realidades últimas están gobernadas y dirigidas por la Providencia divina.
1491 En la primera lectura el profeta Malaquías describe el día del Señor (cf. Ml 3,19) como una intervención decisiva de Dios, destinada a derrotar el mal y restablecer la justicia, a castigar a los malvados y premiar a los justos. Aún más claramente las palabras de Jesús, referidas por san Lucas, eliminan de nuestro corazón toda forma de miedo y angustia, abriéndonos a la consoladora certeza de que la vida y la historia de los hombres, a pesar de sucesos a menudo dramáticos, siguen firmemente en las manos de Dios. A quien pone su confianza en él, el Señor le promete la salvación: "Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá" (Lc 21,18).

2. "El que no trabaja, que no coma" (2Th 3,10). En la segunda lectura, san Pablo subraya que los creyentes deben comprometerse seriamente para preparar la llegada del reino de Dios y, ante una interpretación errónea del mensaje evangélico, recuerda con vigor este aspecto concreto. Con una expresión muy eficaz, el Apóstol reprocha el comportamiento de los que se tomaban una actitud de indiferencia y evasión, en lugar de vivir y testimoniar con empeño el Evangelio, considerando falsamente que estaba ya muy próximo el día del Señor.

¡Quien cree no debe comportarse así! Al contrario, debe trabajar de modo serio y perseverante, esperando con fe el encuentro definitivo con el Señor. Este es el estilo propio de los discípulos de Jesús, que el Aleluya pone muy bien de relieve: "Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor" (cf. Mt Mt 24,42 Mt Mt 24,44).

3. Amadísimos feligreses de San Alejo en las Casas Rojas, gracias por vuestra cariñosa acogida. Saludo con afecto al cardenal vicario y al obispo auxiliar del sector. Saludo a vuestro activo párroco, don Giancarlo Casalone, al vicario parroquial y a cuantos forman parte de esta comunidad, así como a los habitantes del barrio.

Con alegría celebro la santa misa en vuestra nueva y hermosa iglesia parroquial. Gracias a Dios y a la generosa contribución del Vicariato, de vuestros sacerdotes y de numerosas personas de buena voluntad, después de casi veinte años vuestra comunidad puede gozar de unas adecuadas instalaciones parroquiales. Estoy seguro de que favorecerán en gran medida los encuentros y el crecimiento de la comunidad misma, así como su activa inserción apostólica en el barrio. Es importante que haya un lugar donde reunirse para orar, recibir los sacramentos y entablar relaciones de amistad y fraternidad con todos. De este modo, es más fácil formar a los niños, encontrarse con los jóvenes, ayudar a las familias y sostener a los ancianos. Así, se alimenta también el espíritu de acogida y solidaridad, que tanto necesita el mundo.

4. A la vez que damos gracias al Señor por este templo y los locales anexos, os exhorto, queridos hermanos y hermanas, a seguir construyendo juntos vuestra comunidad eclesial, constituida por piedras vivas que se apoyan en Cristo, piedra fundamental. Son numerosos los grupos y las asociaciones que la componen y se reúnen aquí para orar, para formarse en la escuela del Evangelio, para participar asiduamente en los sacramentos -sobre todo en los de la penitencia y la Eucaristía- y para crecer en la comunión y en el servicio. Recuerdo, entre otros, a los scouts, a los diversos grupos juveniles, a los de Renovación en el Espíritu y de la Lectio divina, así como a las personas que se dedican al Centro de escucha Cáritas. Queridos hermanos, caminad juntos y dad generosamente vuestra contribución a la Misión diocesana permanente. Ante los mensajes negativos, difundidos por ciertas modas culturales de la sociedad contemporánea, sed constructores de esperanza y misioneros de Cristo por doquier.

¿No es este el programa pastoral de nuestra diócesis? Pero, para que el Espíritu de Cristo penetre en todas partes, es preciso reforzar una extensa y orgánica pastoral vocacional. Es necesario educar a las familias y a los jóvenes en la oración y en la entrega de su existencia como don a los demás. Para esta acción vocacional podrán ayudaros los contactos con los seminarios diocesanos, la participación de los institutos religiosos y el apoyo de los servicios ofrecidos por el Vicariato para el apostolado juvenil, universitario y familiar.

5. Preguntaos a diario: Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Cuál es tu voluntad con respecto a nosotros como familia, como padres, como hijos? ¿Qué esperas de mí, como joven que se abre a la vida y quiere vivir contigo y para ti? Sólo respondiendo a estas preguntas personales y comprometedoras podréis realizar plenamente la voluntad de Dios, y ser luz y sal que ilumina y da sabor a nuestra amada ciudad.

Jesús nos exhorta a estar en vela y preparados (cf. Aleluya). Nos invita a la conversión y a la vigilancia continua. ¡Que vuestra vida se inspire siempre en esta exhortación! Cuando el camino resulta duro y fatigoso, cuando parece que prevalecen el miedo y la angustia, entonces, de modo particular, la palabra de Dios debe ser nuestra luz y nuestro sólido consuelo. De esta manera se consolida la fe, se mantiene viva la esperanza y se intensifica el ardor del amor divino.

¡Que María sea vuestro apoyo y vuestra guía! Ella, la Virgen fiel, es quien puede enseñarnos a estar "siempre alegres en el servicio del Señor", como hemos orado al inicio de esta eucaristía, obteniéndonos la fuerza para "perseverar en la entrega a Dios", fuente de todo bien. Así podremos conseguir una "felicidad plena y duradera". Así sea.



MISA DE CANONIZACIÓN DE CUATRO BEATOS

EN LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY



Domingo 25 de noviembre de 2001



1492 1. «Había encima de él una inscripción: "Este es el rey de los judíos"» (Lc 23,38).

Esta inscripción, que Pilato había hecho poner sobre la cruz (cf. Jn Jn 19,19), contiene el motivo de la condena y, al mismo tiempo, la verdad sobre la persona de Cristo. Jesús es rey -él mismo lo afirmó-, pero su reino no es de este mundo (cf. Jn Jn 18,36-37). Ante él, la humanidad se divide: unos lo desprecian por su aparente fracaso, y otros lo reconocen como el Cristo, "imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura" (Col 1,15), según la expresión del apóstol san Pablo en la carta a los Colosenses, que hemos escuchado.

Ante la cruz de Cristo se abre, en cierto sentido, el gran escenario del mundo y se realiza el drama de la historia personal y colectiva. Bajo la mirada de Dios, que en el Hijo unigénito inmolado por nosotros se ha convertido en medida de toda persona, de toda institución y de toda civilización, cada uno está llamado a decidirse.

2. Ante el divino Rey crucificado se han presentado también los que acaban de ser proclamados santos: José Marello, Paula Montal Fornés de San José de Calasanz, Leonia Francisca de Sales Aviat y María Crescencia Höss. Cada uno de ellos se encomendó a su misteriosa realeza, proclamando con toda su vida: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino" (Lc 23,42). Y, de modo absolutamente personal, cada uno de ellos recibió del Rey inmortal la respuesta: "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43).

¡Hoy! Este "hoy" pertenece al tiempo de Dios, al designio de salvación, del que habla san Pablo en la carta a los Romanos: "A los que de antemano [Dios] conoció, también los predestinó (...), los llamó (...), los justificó (...) y los glorificó" (Rm 8,29-30). Este "hoy" encierra también el momento histórico de esta canonización, en la que estos cuatro testigos ejemplares de vida evangélica son elevados a la gloria de los altares.

3. "Quiso Dios que residiera en [Cristo] toda plenitud" (Col 1,19). De esta plenitud fue hecho partícipe san José Marello, como sacerdote del clero de Asti y obispo de la diócesis de Acqui. Plenitud de gracia, fomentada en él por la intensa devoción a María santísima; plenitud del sacerdocio, que Dios le confirió como don y compromiso; plenitud de santidad, que él alcanzó conformándose a Cristo, buen pastor. Monseñor Marello se formó en el período de oro de la santidad piamontesa, cuando, en medio de múltiples formas de hostilidad contra la Iglesia y la fe católica, florecieron campeones del espíritu y de la caridad, como Cottolengo, Cafasso, don Bosco, Murialdo y Allamano. Joven bueno e inteligente, apasionado por la cultura y el compromiso civil, nuestro santo encontró únicamente en Cristo la síntesis de todo ideal y a él se consagró en el sacerdocio: "Cuidar de los intereses de Jesús" fue el lema de su vida, y por esto se reflejó totalmente en san José, el esposo de María, el "custodio del Redentor". De san José lo atrajo fuertemente el servicio oculto, alimentado por una profunda vida interior. Supo infundir este estilo en los Oblatos de San José, la congregación religiosa que fundó. Solía repetirles: "Sed extraordinarios en las cosas ordinarias", y añadía: "Sed cartujos en casa y apóstoles fuera de ella".
El Señor quiso servirse de su fuerte personalidad en bien de su Iglesia, llamándolo al episcopado en la diócesis de Acqui, donde, en pocos años, consumió en favor de su grey todas sus energías, dejando una huella que el tiempo no ha borrado.

4. "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43). En el paraíso, en la plenitud del reino de Dios, fue acogida santa Paula Montal Fornés de San José de Calasanz, fundadora del Instituto de las Hijas de María, Religiosas Escolapias, tras una vida de santidad. Primero en su ciudad natal, Arenys del Mar, comprometida en diversas actividades apostólicas y adentrándose, con la oración y la piedad sincera, en los misterios de Dios; luego, como fundadora de una familia religiosa, inspirada en el lema calasancio "piedad y letras", se dedica a la promoción de la mujer y de la familia con su ideal de "Salvar la familia, educando a las niñas en el santo temor de Dios"; al final dará muestra de la autenticidad, el temple y la ternura de su espíritu, un espíritu modelado por Dios durante los treinta años de vida escondida en Olesa de Montserrat.

La nueva santa pertenece a ese grupo de fundadores de institutos religiosos que en el siglo XIX salieron al paso de las muchas necesidades que entonces se presentaban y a las cuales la Iglesia, desde las perspectivas del Evangelio y las insinuaciones del Espíritu, tenía que responder en bien de la sociedad. El mensaje de santa Paula sigue siendo actual y su carisma educativo es fuente de inspiración en la formación de las generaciones del tercer milenio cristiano.

5. El designio providencial del Padre, que "nos hace entrar en el reino de su Hijo amado", encuentra en santa Francisca de Sales Aviat una espléndida realización: vivió hasta el fin la entrega de sí misma. En el centro de su compromiso y de su apostolado, sor Francisca de Sales pone la oración y la unión con Dios, en las que encuentra luz y fuerza para superar las pruebas y las dificultades, y hasta el final de su existencia persevera en esta vida de fe, deseando dejarse guiar por el Señor: "¡Oh, Dios mío, que mi felicidad sea sacrificarte toda mi voluntad y todos mis deseos!". La decisión que caracteriza tan bien a la madre Aviat, "olvidarme totalmente de mí", es también para nosotros una exhortación a ir contra la corriente del egoísmo y de los goces fáciles, y a abrirnos a las necesidades sociales y espirituales de nuestro tiempo. Queridas hermanas Oblatas de San Francisco de Sales, en la escuela de vuestra fundadora, en comunión profunda con la Iglesia, donde Dios os ha situado, estad dispuestas a recibir las gracias presentes y a aprovecharlas, puesto que en Dios se encuentran la luz y la ayuda necesarias en cada circunstancia.
Confiando en la poderosa intercesión de la nueva santa, acoged con alegría la invitación a vivir, con una fidelidad renovada, las intuiciones que ella vivió tan perfectamente.

1493 6. Honrar a Cristo Rey: este deseo animó a santa María Crescencia Höss desde su más tierna infancia. Para ello utilizó sus talentos. Dios le concedió una hermosa voz. Cuando era una muchacha cantó como solista en el coro, no para brillar ella, sino para cantar y tocar para Cristo Rey.

También puso su conocimiento de las personas al servicio del Señor. Esta franciscana era una consejera muy solicitada. Ante la puerta del monasterio se apiñaban los visitantes: hombres y mujeres sencillos, príncipes y emperatrices, sacerdotes y religiosos, abades y obispos. Así, se convirtió en una especie de "comadrona", para ayudar a dar a luz la verdad en el corazón de quienes le pedían consejo.

A esta santa no se le ahorró el sufrimiento. Las "presiones" ya existían en su tiempo. Soportó humillaciones en su propia comunidad, sin dudar por ello de su vocación. La meditación de la Pasión hizo que madurara en ella la virtud de la paciencia. Llegó a ser superiora: dirigir espiritualmente significaba para ella servir. Fue generosa con los pobres, maternal con sus hermanas, y sensible con todos los que necesitaban una palabra amable. Santa Crescencia vivió lo que significa el reino de Cristo: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (
Mt 25,40).

7. "Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz" (Col 1,12). En estos momentos, más que nunca, resuenan en nosotros estas palabras de san Pablo. Verdaderamente la comunión de los santos nos hace pregustar el Reino celestial y, al mismo tiempo, nos impulsa, con su ejemplo, a construirlo en el mundo y en la historia.

"Oportet illum regnare", "es necesario que él reine" (1Co 15,25), escribió el Apóstol refiriéndose a Cristo.

"Oportet illum regnare", nos repetís con vuestro testimonio vosotros, san José Marello, santa Paula Montal Fornés de San José de Calasanz, santa Leonia Francisca de Sales Aviat y santa María Crescencia Höss. Ojalá que vuestro ejemplo nos estimule a una contemplación más viva de Cristo Rey, crucificado y resucitado. Que vuestro apoyo nos ayude a caminar fielmente tras las huellas del Redentor, para compartir un día con vosotros, juntamente con María y todos los santos, su gloria eterna en el paraíso. Amén.



B. Juan Pablo II Homilías 1487