B. Juan Pablo II Homilías 1521


SANTA MISA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL



Domingo 21 de abril de 2002

1522 1. "Vive el misterio que se pone en tus manos" (Rito de ordenación de los presbíteros).
Amadísimos diáconos, al entregaros la patena y el cáliz para el sacrificio eucarístico, os dirigiré dentro de poco estas palabras a cada uno. A vosotros, que estáis a punto de recibir la ordenación sacerdotal, os mira con afecto la asamblea, que os acompaña en la basílica de San Pedro. Con vosotros y por vosotros ora toda la diócesis de Roma juntamente con las comunidades a las que pertenecéis.

También yo os saludo cordialmente, a la vez que doy gracias a Dios por el don de vuestro sacerdocio. Al mismo tiempo, expreso mi profunda gratitud a cuantos han cuidado vuestra formación, así como a vuestros familiares y a todos los que os han ayudado a corresponder generosamente a la llamada del Señor. Estoy seguro de que seguirán estando cerca de vosotros, para que perseveréis en el ministerio sacerdotal y podáis cumplir la misión que el Señor os confía hoy.

2. "Vive el misterio que se pone en tus manos". Este misterio es la santísima Eucaristía. Ella "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia" (Presbyterorum ordinis
PO 5). Este misterio es Cristo, Pan de vida, que se entregó a sí mismo "por la vida del mundo" (Jn 6,51). Este misterio es Cristo, pastor y puerta de las ovejas, que vino "para que (los hombres) tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).

"Bone Pastor, Panis vere", "buen Pastor, Pan verdadero". Así canta el pueblo cristiano ante el Sacramento del altar, reconociendo y adorando la presencia real de Jesús, su guía y alimento en el camino hacia el reino de los cielos.

Queridos hermanos, en cuanto diáconos de la santa Iglesia de Dios, ya sois ministros ordenados de este misterio, que es Cristo, Pan de vida y buen Pastor. Pero desde hoy, por la gracia del sacramento que estáis a punto de recibir, lo seréis de un modo nuevo y singular. El carácter especial que el Espíritu Santo imprimirá dentro de poco en vosotros os configurará con Cristo sacerdote, para que, en los actos principales de vuestro ministerio, actuéis en nombre y en la persona de Cristo Cabeza: "in persona Christi Capitis" (Presbyterorum ordinis PO 2). ¡Qué grande es el don que recibís, y qué grande es el misterio puesto en vuestras manos!

3. Jesús no sólo os hace partícipes de los misterios del reino de los cielos; también espera de vosotros una fidelidad mayor, en armonía con el ministerio apostólico que se os confía. Os llama para que permanezcáis con él (cf. Mc Mc 3,14) en una intimidad privilegiada. Os exige una pobreza más rigurosa (cf. Mt Mt 19,22-23) y la humildad del siervo que se hace el último de todos (cf. Mt Mt 20,25-27). Os pide que seáis perfectos, "como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5,48). En una palabra, el Señor quiere que seáis santos. La santidad es la perspectiva en la que debe situarse todo el camino pastoral de la Iglesia (cf. Novo millennio ineunte NM 30).

Precisamente "la vocación a la santidad" es el tema de la Jornada de oración por las vocaciones, que hoy se celebra en todo el mundo. "Aunque toda vocación en la Iglesia -escribí en el mensaje para la actual celebración- está al servicio de la santidad, algunas, como la vocación al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada, lo están de modo especial" (n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de noviembre de 2001, p. 3).

4. "Vive el misterio que se pone en tus manos". Otro aspecto esencial del misterio, del que, queridos hermanos, estáis a punto de convertiros en ministros, es el sacramento de la reconciliación, vinculado íntimamente al de la Eucaristía. Reflexioné sobre este sacramento en la carta que dirigí a los sacerdotes el pasado Jueves santo, y que hoy os entrego espiritualmente a cada uno.

Queridos candidatos al sacerdocio, sed ministros santos de la misericordia divina. Vivid ante todo para vosotros mismos la estupenda gracia de la reconciliación como una exigencia profunda y un don siempre esperado. Así, daréis nuevo vigor e impulso a vuestro camino de santidad y a vuestro ministerio. Dios cuenta con la disponibilidad fiel de cada uno de vosotros para realizar prodigios extraordinarios de amor en el corazón de los creyentes. En la fuente de la reconciliación, de la que debéis ser dispensadores generosos y fieles, los bautizados podrán hacer la viva y consoladora experiencia de Cristo, buen Pastor, que se alegra por cada oveja perdida que recupera.

¡Preparaos con esmero para este ministerio! Requiere una adecuada y constante formación espiritual, teológica, litúrgica y pastoral. También para este fin os ayudarán la sabiduría y el ejemplo de los santos.

1523 5. "Hijo, ahí tienes a tu Madre" (Jn 19,27). En este momento decisivo para vuestra vida, quisiera encomendaros a cada uno a María santísima, Madre del buen Pastor y Madre de los sacerdotes. Antes de morir, Cristo la dejó como la herencia más valiosa a todos sus discípulos, en la persona del apóstol san Juan. Y el apóstol la acogió en su casa.

Amadísimos candidatos al sacerdocio, acogedla también vosotros como prenda segura y consoladora del amor de Cristo. Contempladla constantemente como imagen y modelo de la Iglesia, a la que serviréis con todas vuestras fuerzas.

Vuestro sacerdocio, ofrecido diariamente a María, se transformará en un auténtico camino de santidad. Y vuestra existencia estará consagrada de forma total y gozosa a la gloria de Dios y a la salvación de las almas.

Que así sea para cada uno de vosotros, con la ayuda de Dios. Amén.





VISITA PASTORAL A ISCHIA (ITALIA)



Domingo 5 de mayo de 2002




1. "Queridos hermanos, glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1P 3,15).

Con estas palabras del apóstol san Pedro, deseo saludaros a todos vosotros, amadísimos hermanos y hermanas de Ischia. ¡Gracias por vuestra cordial acogida!

Saludo en primer lugar, a vuestro amado pastor, monseñor Filippo Strofaldi, al que agradezco las palabras de bienvenida que ha querido dirigirme en vuestro nombre. Extiendo mi saludo cordial al cardenal de Nápoles, a los obispos de Campania y a los demás prelados presentes, a los sacerdotes, a los religiosos y las religiosas, y a los diversos componentes de la familia diocesana.
Dirijo un saludo deferente a los representantes del Gobierno italiano, así como a los representantes del ayuntamiento, de la provincia de Nápoles y de la región de Campania. Saludo también a las demás autoridades políticas y militares que con su presencia han querido honrar nuestro encuentro.
Doy las gracias, asimismo, a cuantos han prestado su generosa colaboración para preparar mi visita.

Por último, os estrecho en un gran abrazo a todos vosotros, habitantes de la isla, y en especial a los ancianos, a los enfermos, a los niños y a las familias, sin olvidar a los que, por diferentes motivos, no han podido estar con nosotros hoy.

1524 2. Amadísimos hermanos y hermanas, permitidme que, en el marco de esta solemne y festiva celebración eucarística, dirija a vuestra amada comunidad tres palabras importantes, tomándolas de las lecturas bíblicas recién proclamadas.

La primera es: "¡escucha!". La encontramos en el vivo relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se narra que "el gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque había oído hablar de los signos que hacía y los estaba viendo" (
Ac 8,6). La escucha del testigo de Jesús, que habla de él con amor y entusiasmo, produce, como fruto inmediato, la alegría. San Lucas observa: "La ciudad se llenó de alegría" (Ac 8,8).

Comunidad cristiana de Ischia, si quieres experimentar también tú esta alegría, ¡permanece a la escucha de la palabra de Dios! Así cumplirás tu misión, caminando bajo la acción del Espíritu Santo. Difundirás el evangelio de la alegría y de la paz, permaneciendo unida a tu obispo y a los sacerdotes, sus primeros colaboradores.

Como sucedió con la comunidad de Samaría, de la que habla la primera lectura, también descenderá sobre ti la efusión abundante del Consolador, el cual, como recuerda el concilio Vaticano II, "mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad" (Dei Verbum DV 5).

3. Amadísimos hermanos y hermanas, hay una segunda palabra que quisiera dirigiros, y es: "¡acoge!". Vuestra espléndida isla, meta de gran número de visitantes y turistas, conoce bien el valor de la acogida. Por tanto, Ischia puede convertirse también en un laboratorio privilegiado de la típica acogida que los discípulos de Cristo están llamados a ofrecer a todos, sea cual sea el país del que procedan y sea cual sea la cultura a la que pertenezcan. Sólo quien ha abierto su corazón a Cristo es capaz de ofrecer una acogida nunca formal y superficial, sino caracterizada por la "mansedumbre" y el "respeto" (cf. 1P 3,15).

La fe acompañada por obras buenas es contagiosa y se irradia, porque hace visible y comunica el amor de Dios. Tended a vivir este estilo de vida, escuchando las palabras del apóstol san Pedro, que acabamos de proclamar en la segunda lectura (cf. 1P 3,15). Exhorta a los creyentes a estar siempre prontos "para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere". Y añade: "Mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal" (1P 3,17).

4. ¡Cuánta sabiduría humana y cuánta riqueza espiritual en estos consejos ascéticos y pastorales, sencillos pero fundamentales! Estos consejos nos llevan a la tercera palabra que quisiera dirigiros: "¡ama!". La escucha y la acogida abren el corazón al amor. El pasaje del evangelio de san Juan que acabamos de leer nos ayuda a comprender mejor esta misteriosa realidad. Nos muestra que el amor es la plena realización de la vocación de la persona según el designio de Dios. Este amor es el gran don de Jesús, que nos hace verdadera y plenamente hombres. "El que acepta mis mandamientos y los guarda -dice el Señor-, ese me ama. Al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelará a él" (Jn 14,21).

Cuando nos sentimos amados, nos resulta más fácil amar. Cuando experimentamos el amor de Dios, estamos más dispuestos a seguir a Aquel que amó a sus discípulos "hasta el extremo" (Jn 13,1), es decir, hasta la entrega total de sí mismo.

La humanidad necesita hoy, tal vez más que nunca, este amor, porque sólo el amor es creíble. La fe inquebrantable en este amor inspira en los discípulos de Jesús de todas las épocas pensamientos de paz, abriendo horizontes de perdón y concordia. Ciertamente, esto es imposible según la lógica del mundo, pero todo resulta posible para quien se deja transformar por la gracia del Espíritu de Cristo, derramada con el bautismo en nuestro corazón (cf. Rm Rm 5,5).

5. Iglesia que vives en Ischia, sé dócil y obediente a la palabra de Dios y serás laboratorio de paz y de auténtico amor. Así llegarás a ser una Iglesia cada vez más acogedora, donde todos se sientan como en su casa. Los que vengan a visitarte saldrán fortalecidos en el cuerpo, pero aún más robustecidos en el espíritu.

Bajo la guía iluminada y prudente de tu pastor, sé una comunidad que sepa escuchar, una tierra dispuesta a acoger, y una familia que se esfuerce por amar a todos en Cristo.

1525 Te encomiendo a la Virgen María, Madre del Amor hermoso, para que te ayude a hacer que resplandezca tu identidad de Iglesia de Cristo, de Iglesia del amor.

Que te sirvan de ejemplo y te ayuden tus santos patronos, en los que se ha concretado de modo visible y creíble la caridad divina.

Amadísima Iglesia que vives en Ischia, el soplo del Espíritu de Cristo te impulsa hacia los horizontes ilimitados de la santidad. No temas. Al contrario, rema mar adentro con confianza.
Avanza siempre con confianza.

¡Alabado sea Jesucristo!







DURANTE LA MISA DE CANONIZACIÓN DE CINCO BEATOS


Domingo de Pentecostés, 19 de mayo de 2002



1. "Los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua" (Ac 2,11).
Así exclama, el día de Pentecostés, la multitud de peregrinos "de todas las naciones de la tierra" (Ac 2,5), al escuchar la predicación de los Apóstoles.

También a nosotros nos embarga el mismo asombro, mientras contemplamos las maravillas realizadas por Dios en la existencia de los cinco nuevos santos, elevados a la gloria de los altares precisamente el día de Pentecostés: Alonso de Orozco, presbítero, de la Orden de San Agustín; Ignacio de Santhià, presbítero, de la Orden de Frailes Menores Capuchinos; Humilde de Bisignano, religioso, de la Orden de Frailes Menores; Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, virgen, fundadora de la congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción; y Benedicta Cambiagio Frassinello, religiosa, fundadora del instituto de las Religiosas Benedictinas de la Providencia.

Recorrieron los caminos del mundo anunciando y testimoniando a Cristo con la palabra y con la vida. Por eso se han convertido en signo elocuente del perenne Pentecostés de la Iglesia.
2. "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20,22-23). Con estas palabras el Resucitado transmite a los Apóstoles el don del Espíritu y, con él, el poder divino de perdonar los pecados. La misión de perdonar las culpas y de acompañar a los hombres por las sendas de la perfección evangélica fue vivida, de modo singular, por el sacerdote capuchino Ignacio de Santhià, que, por amor a Cristo y para progresar más rápidamente en la perfección evangélica, se encaminó tras las huellas del Poverello de Asís.

1526 Ignacio de Santhià fue padre, confesor, consejero y maestro de muchos -sacerdotes, religiosos y laicos- que en el Piamonte de su tiempo recurrían a su guía sabia e iluminada. Aún hoy sigue recordando a todos el valor de la pobreza, de la sencillez y de la autenticidad de vida.

3. "Paz a vosotros" (
Jn 20,19 Jn 20,21), dijo Jesús al aparecerse a los Apóstoles en el Cenáculo. La paz es el primer don del Resucitado a los Apóstoles. Esa paz de Cristo, principio inspirador también de la paz social, la difundió constantemente Humilde de Bisignano, digno hijo de la noble tierra de Calabria. Compartió con Ignacio de Santhià el mismo compromiso de santidad en la espiritualidad de san Francisco de Asís, dando a su vez un singular testimonio de caridad para con los hermanos.

En nuestra sociedad, en la que con demasiada frecuencia parecen borrarse las huellas de Dios, fray Humilde representa una gozosa y estimulante invitación a la mansedumbre, a la benignidad, a la sencillez y a un sano desprendimiento de los bienes efímeros del mundo.

4. "En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común" (1Co 12,7). Así sucedió en la vida de san Alonso de Orozco, de la Orden de San Agustín. Nacido en la toledana villa de Oropesa, la obediencia religiosa le llevó a recorrer muchos lugares de la geografía española, terminando sus días en Madrid. Su dedicación pastoral al servicio de los más pobres en los hospitales y cárceles hace de él un modelo para quienes, impulsados por el Espíritu, fundan toda su existencia en el amor a Dios y al prójimo, según el supremo mandato de Jesús.

5. La acción del Espíritu se manifiesta de modo especial también en la vida y en la misión de la madre Paulina, impulsándola a instituir, juntamente con un grupo de jóvenes amigas, una casa de acogida, bautizada poco después por el pueblo con el nombre de "Hospital San Virgilio" y destinada a la atención material y espiritual de los enfermos y desamparados. Así, para realizar los planes de la Providencia, nace la primera comunidad religiosa del sur de Brasil, denominada congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción. Fue en ese hospital donde el ser para los demás constituyó el motivo principal de la vida de la madre Paulina. En el servicio a los pobres y a los enfermos se convirtió en manifestación del Espíritu Santo, "consolador perfecto, dulce huésped del alma y descanso de nuestro esfuerzo" (Secuencia).

6. "Oh luz divina, penetra hasta el fondo del corazón de tus fieles". Las palabras de la Secuencia constituyen una hermosa síntesis de toda la existencia de Benedicta Cambiagio Frassinello, y explican su extraordinaria riqueza espiritual.

Guiada por la gracia divina, la nueva santa se esforzó por cumplir con fidelidad y coherencia la voluntad de Dios. Con confianza ilimitada en la bondad del Señor, se abandonaba a su "Providencia amorosa", profundamente convencida de que, como solía repetir, es necesario "hacerlo todo por amor a Dios y para agradarle". Esta es la valiosa herencia que santa Benedicta Cambiagio Frassinello deja a sus hijas espirituales y que hoy se propone a toda la comunidad cristiana.

7. "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor" (Aleluya). Hagamos nuestra esta invocación de la liturgia de hoy. El Espíritu Santo transformó radicalmente a los Apóstoles, al principio encerrados en el Cenáculo por miedo, en celosos heraldos del Evangelio. El Espíritu sigue sosteniendo a la Iglesia en su misión evangelizadora a lo largo de los siglos, suscitando en todas las épocas testigos valientes de la fe.

Con los Apóstoles recibió el don del Espíritu la Virgen María (cf. Hch Ac 1,14). Juntamente con ella, en comunión con los nuevos santos, imploremos también nosotros el prodigio de un nuevo Pentecostés para la Iglesia. Pidamos que descienda sobre la humanidad de nuestro tiempo la abundancia de los dones del Espíritu Santo.

¡Ven, Espíritu Santo, e inflama los corazones de tus fieles! Ayúdanos también a nosotros a difundir en el mundo el fuego de tu amor. Amén.





VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Palacio de deportes de Bakú,

1527

jueves 23 de mayo de 2002



1. "Honor a vosotros, que creéis" (1 P 2, 7).

Sí, queridos hermanos y hermanas de la comunidad católica de Bakú, y todos vosotros que provenís de las comunidades católicas de los países vecinos, "honor a vosotros, que creéis". Saludo asimismo a los cristianos de la Iglesia ortodoxa, que se han unido a nosotros en este solemne momento de oración, juntamente con su obispo Alexander. También a ellos les dirijo el saludo del apóstol san Pedro a los primeros cristianos: "Honor a vosotros, que creéis".

Honor tributa la Iglesia universal a cuantos han sabido mantenerse fieles a los compromisos que brotan de su bautismo. Me dirijo, en particular, a los que viven establemente en este país y han conocido el drama de la persecución marxista, sufriendo las consecuencias de su adhesión fiel a Cristo. Vosotros, queridos hermanos y hermanas, habéis visto vuestra religión escarnecida como fácil superstición, como intento de evitar la responsabilidad del compromiso en la historia. Por esta razón, habéis sido considerados ciudadanos de segunda clase, y habéis sido humillados y marginados de múltiples maneras.

2. "Honor a vosotros, que creéis". Honor a vuestros abuelos y abuelas, a vuestros padres y madres, que han cultivado en vosotros la planta de la fe y la han regado con la oración, permitiéndole crecer y dar fruto. Honor también a ti, quiero repetirlo una vez más, santa Iglesia ortodoxa, que abriste tus puertas a los fieles católicos, los cuales se habían quedado sin redil y sin pastor. El Señor recompense tu generosidad.

Saludo con afecto a los fieles católicos que han venido de los países vecinos para compartir hoy la alegría de sus hermanos y hermanas en Azerbaiyán. Dirijo un saludo particular al superior de la missio sui iuris y a la comunidad salesiana, que colabora con él en la atención a los católicos. Queridos hermanos y hermanas, vosotros sois la prueba viviente de que la fe en Dios obra prodigios. A pesar de ser pocos, de pertenecer a varios grupos étnicos, y de estar esparcidos en un territorio muy vasto, el buen Pastor os ha mantenido unidos.

3. "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí", dice el Señor en el pasaje evangélico que acabamos de proclamar. En verdad, Señor Jesús, tú conocías tus ovejas, incluso cuando eran perseguidas y se veían obligadas a esconderse. Tú las conocías y estabas a su lado para sostenerlas cuando, desanimadas por el duro aislamiento físico y moral, sentían la tentación de dispersarse.

Tus ovejas, por su parte, no han dejado de conocerte y reconocerte, de sentir el consuelo de tu presencia, de seguirte a pesar de la dureza del camino. ¡Qué admirable intercambio! Tú diste tu vida por ellos, y ellos dieron su vida por ti, suplicando que su fe no desfalleciera. Y así como tú has recuperado tu vida, así también la comunidad de los supervivientes, recobrada la libertad, ha redescubierto la alegría de reunirse y celebrar su fe en tu casa, desde la cual ahora sube nuevamente hacia el cielo, como perfume de incienso, la plegaria de alabanza y acción de gracias.

4. Queridos hermanos y hermanas, hijos amadísimos de la Iglesia católica, hoy el Papa está con vosotros. También él conoce vuestros sufrimientos, y os ha llevado a todos en su corazón durante los años de la peregrinación en el desierto de la persecución. Hoy está aquí para participar en vuestra alegría por la libertad recuperada y para sosteneros a lo largo del camino que tiene como meta última la tierra prometida del cielo, donde el Señor de la vida enjugará toda lágrima: "No habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21,4).

Sostenidos por esta certeza, sentís que este es tiempo de alegría, tiempo de esperanza. Su signo y manifestación es la primera piedra de la futura iglesia parroquial, que bendeciré al final de la misa. Agradezco sinceramente al señor presidente de la República el generoso regalo del terreno sobre el que se construirá el nuevo templo.

El Papa os trae el saludo y el aprecio de toda la Iglesia católica. Hoy la mirada de todos está fija en ti, "pequeño rebaño" (Lc 12,32). ¡No temas! Abre tu corazón, y espera en el Señor. Ya estás experimentando la resurrección, anticipando en cierto sentido el encuentro definitivo con Cristo glorioso.

1528 5. Iglesia que vives en Azerbaiyán, hoy quisiera dejarte como consigna lo que hemos invocado en la oración Colecta de esta eucaristía. Siéntete "pueblo congregado de todas las naciones de la tierra en la unidad de un solo Espíritu".

Queridos hermanos y hermanas, vuestra comunidad expresa simbólicamente esta universalidad, pues está constituida por personas de diversa proveniencia, algunas con un pasado y una perspectiva de estabilidad, otras de paso hacia otras tierras. Todos formamos un solo pueblo, animado por un solo Espíritu. Donde se celebra la Eucaristía, allí está presente la Iglesia "una, santa, católica y apostólica".

Me parece que en este momento la columnata de Bernini, esos brazos que desde la basílica de San Pedro se extienden para abrazar el mundo, llegan idealmente hasta nosotros para estrecharte contra el pecho de Cristo y de su Iglesia también a ti, pequeña comunidad católica de Azerbaiyán. En este abrazo, el corazón de toda la Iglesia vibra de emoción y de amor a ti. Con ella y en ella vibra el corazón del Papa, que ha venido hasta aquí para decirte que te ama y jamás te ha olvidado.

6. ¡Sé fiel a tu misión! Lo fuiste en la prueba, cuando llorando llevabas la semilla para sembrar. Sé fiel ahora en la alegría, mientras te dispones a recoger las gavillas (cf. Sal
Ps 125,6). Tu misión consiste en conservar la fe y en testimoniarla con una vida que sea profecía, para que el mundo crea. Que tus hermanos y hermanas de este país, al mirarte, vean cuánto crees, cuánto esperas y cuánto amas. Este será tu modo de mostrar la presencia del Resucitado. Que tu testimonio, que no puede contar con muchos medios, se imponga por la fuerza de la gracia de Cristo, levadura invisible, pero capaz de fermentar toda la masa.

Comparte las alegrías y las esperanzas de la humanidad que vive a tu lado y contigo: tú formas parte de ella, y con ella debes esperar y trabajar por un futuro mejor para todos. Aunque con prudencia, ten la valentía de la novedad. También aquí, en esta tierra, hace falta la novedad. No la novedad que trae consigo sólo incertidumbre y precariedad, ¡no! Una novedad que devuelva a todos, especialmente a los jóvenes, el deseo de vivir y luchar por un mundo más justo y solidario.

7. ¡Mira a estos jóvenes! Están expuestos a caer en el espejismo del ocio sin ideales, de la riqueza fácil y deshonesta. Pero son capaces de vibrar por un ideal y llegar hasta el heroísmo del sacrificio para hacer que triunfe la justicia y promover la consolidación de la libertad y la paz. Es preciso enseñarles a no tener miedo a ser audaces. Hay que abrirles la luminosa perspectiva de la fe, de la amistad de Cristo. ¡No existe intrepidez en el bien, que no encuentre comprensión en Cristo, el eternamente joven!

Iglesia que oras, esperas y amas en esta tierra de Azerbaiyán, el Papa invoca sobre ti la bendición del Señor. Llévala a tus pobres, a tus enfermos, a los que sufren. Llévala a todos, como un regalo de gracia y de amor. No olvides jamás que estás llamada a ser levadura y alma, porque el Señor está contigo y te precede en el camino. Amén.





VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

MISA DE BEATIFICACIÓN

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Plovdiv - Plaza Central

Domingo, 26 de mayo de 2002

1. "A ti gloria y alabanza por los siglos".


Así acabamos de cantar en el Salmo responsorial. Nuestra asamblea, queridos hermanos y hermanas, se reúne hoy, en el día del Señor, para celebrar la grandeza y la santidad de nuestro Dios y para profesar la fe de la Iglesia.

1529 Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés culminó el ciclo de los acontecimientos con los que Dios, en etapas históricas sucesivas, salió al encuentro de los hombres y les ofreció el don de la salvación. La liturgia nos invita hoy a remontarnos hasta la Fuente suprema de este don: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, la santísima Trinidad.

2. El Antiguo Testamento subraya la unidad de Dios. En la primera lectura hemos escuchado cómo Dios proclama ante Moisés: "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad" (
Ex 34,6). Moisés, por su parte, exhorta a su pueblo: "Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor" (Dt 6,4).

El Nuevo Testamento nos revela que el único Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo: una sola naturaleza divina en tres Personas, perfectamente iguales y realmente distintas. Jesús los nombra expresamente, ordenando a los Apóstoles bautizar "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19).

Todo el Nuevo Testamento es un anuncio continuo y explícito de este misterio, que la Iglesia, fiel custodia de la palabra de Dios, ha proclamado, explicado y defendido siempre. Por eso, al Dios altísimo y omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, le decimos también hoy: "A ti gloria y alabanza por los siglos".

3. Deseándoos a todos, con el apóstol san Pablo, "la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo" (2Co 13,13), os saludo con afecto ante todo a vosotros, queridos hermanos y hermanas, hijos de la Iglesia católica, que habéis venido aquí con vuestros obispos de las diócesis de Sofía y Plovdiv, y de Nicópolis, así como del exarcado apostólico para los fieles de rito bizantino-eslavo. Agradezco al pastor de esta Iglesia particular, monseñor Gheorghi Jovcev, las palabras de bienvenida que me ha dirigido, y extiendo mi saludo cordial a mis hermanos en el episcopado monseñor Christo Proykov, exarca apostólico y presidente de la Conferencia episcopal, y a monseñor Petko Christov, obispo de Nicópolis.
Saludo, igualmente, a los señores cardenales y obispos que han venido de los países vecinos para compartir este día de fiesta con la Iglesia que está en Bulgaria.

Deseo dirigir un saludo particular a su eminencia Arsenij, metropolita ortodoxo de Plovdiv, que con exquisita sensibilidad ha querido participar en la celebración de esta sagrada liturgia, y al que agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido al inicio de la celebración. Asimismo, saludo en el Señor a todos los fieles de la Iglesia ortodoxa de Bulgaria que se unen a nosotros. Su presencia aquí es un grato testimonio de fraternidad, que nos hace pregustar en la esperanza la alegría de la unidad plena, cuando podamos celebrar juntos el sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y la resurrección del Señor.

Deseo dirigir igualmente un saludo respetuoso a los fieles del islam, que también adoran, aunque de modo diverso, al Dios único y omnipotente.

Por último, saludo a las autoridades civiles que nos honran con su presencia, y a las que agradezco la contribución que han dado a la realización de mi viaje a Bulgaria.

4. Dios, uno y trino, está presente en su pueblo, la Iglesia. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo recibimos el bautismo; en este mismo nombre se confieren los demás sacramentos. En particular, la misa, "centro de toda la vida cristiana", está marcada por el recuerdo de las Personas divinas: del Padre, a quien se dirige la ofrenda; del Hijo, sacerdote y víctima del sacrificio; y del Espíritu Santo, invocado para que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo, y para hacer de los participantes un solo cuerpo y un solo espíritu.

La vida del cristiano se orienta totalmente hacia este misterio. De la correspondencia fiel al amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo depende el éxito de nuestro camino en la tierra.
1530 Tenían muy presente esta verdad los tres sacerdotes asuncionistas, que hoy he tenido la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos: la causa por la que los padres Pedro Vitchev, Pablo Djidjov y Josafat Chichkov no dudaron en dar su vida fue la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, fue su amor a Cristo, Hijo de Dios encarnado, al que se entregaron sin reservas sirviendo a su Iglesia.

El padre Josafat Chichkov afirmaba: "Tratemos de hacer del mejor modo posible todo cuanto esperan de nosotros, para poder santificarnos", y añadía: "Lo principal es llegar a Dios viviendo para él; todo lo demás es accesorio". Algunos meses antes del infame proceso que los condenó a muerte juntamente con el obispo Bossilkov, previendo lo que les esperaba, el padre Pedro Vitchev escribió a su superior provincial: "Obténganos con la oración la gracia de ser fieles a Cristo y a la Iglesia en nuestra vida diaria, para ser dignos de testimoniarlo cuando llegue el momento". Y el padre Pablo Djidjov decía: "Esperamos nuestro turno: que se haga la voluntad de Dios".

5. Pensando en los tres nuevos beatos, siento el deber de rendir homenaje a la memoria de los demás confesores de la fe, hijos de la Iglesia ortodoxa que, bajo el mismo régimen comunista, sufrieron el martirio. Este tributo de fidelidad a Cristo unió a las dos comunidades eclesiales en Bulgaria hasta el testimonio supremo. "Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménicos. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez el más convincente. La communio sanctorum habla con una voz más fuerte que los elementos de división" (Tertio millennio adveniente
TMA 37).

En efecto, no puede por menos de ser ya perfecta la comunión que se realiza "en lo que todos consideramos el vértice de la vida de gracia, la martyría hasta la muerte" (Ut unum sint UUS 84). Esta es "la comunión más auténtica que existe con Cristo, que derrama su sangre y, en este sacrificio, acerca a quienes un tiempo estaban lejanos (cf. Ef Ep 2,13)" (ib.).

6. La valiente coherencia ante el sufrimiento y el encarcelamiento de los padres Josafat, Pedro y Pablo fue reconocida por sus ex alumnos -católicos, ortodoxos, judíos y musulmanes-, por sus feligreses, por sus hermanos religiosos y por sus compañeros de sufrimiento. Con su dinamismo, su fidelidad al Evangelio y su servicio desinteresado a la nación, se presentan como modelos para los cristianos de hoy, especialmente para los jóvenes de Bulgaria que buscan dar un sentido a su vida y quieren seguir a Cristo en el laicado, en la vida religiosa o en el sacerdocio.

Que la especial dedicación con la que los nuevos beatos acompañaron a los candidatos al presbiterado sea estímulo para todos: exhorto a la Iglesia local que está en Bulgaria a considerar seriamente la posibilidad de instituir nuevamente un seminario, en el que los jóvenes, a través de una sólida formación humana, intelectual y espiritual, puedan prepararse para el sacerdocio ministerial, con vistas al servicio de Dios y de los hermanos.

7. El misterio de la Trinidad nos revela el amor que está en Dios, el amor que es Dios mismo, el amor con el que Dios ama a todos los hombres. "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna" (Jn 3,16).
El Hijo crucificado y resucitado, a su vez, envió en nombre del Padre al Espíritu Santo, para que alimente en el corazón de los creyentes el deseo y la espera de la eternidad.

Esta espera la vivieron intensamente los nuevos beatos, que ahora gozan de la contemplación gozosa de la santísima Trinidad. Nos encomendamos a su intercesión, orando con la liturgia bizantina (Hora sexta, plegaria conclusiva):

"Dios eterno,
que habitas en una luz inaccesible...
1531 protégenos a nosotros,
que hemos puesto en ti
nuestra esperanza,
colmándonos con tu gracia
divina y adorable.
Porque tuyo es el poder,
tuya la majestad,
la fuerza y la gloria,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén".

1532 Que Dios bendiga siempre a Bulgaria. ¡Paz y progreso al pueblo búlgaro! ¡Gracias!







B. Juan Pablo II Homilías 1521