B. Juan Pablo II Homilías 1608


VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A BOSNIA Y HERZEGOVINA

SANTA MISA DE BEATIFICACIÓN DEL SIERVO DE DIOS IVÁN MERZ



Banja Luka

Domingo 22 de junio de 2003



1. "Vosotros sois la luz del mundo". Esta afirmación, amadísimos hermanos y hermanas, nos la repite hoy Jesús a nosotros, en nuestra asamblea litúrgica. No es una simple exhortación moral. Es una constatación, que expresa una exigencia imperiosa, pues deriva del bautismo recibido.

En efecto, en virtud de este sacramento, el ser humano se injerta en el Cuerpo místico de Cristo (cf. Rm Rm 6,3-5). El apóstol san Pablo afirma: "Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por tanto, con razón san Agustín exclamaba: "Alegrémonos y demos gracias: no sólo nos hemos convertido en cristianos, sino también en Cristo. (...) Asombraos y regocijaos: nos hemos convertido en Cristo" (In Ioannis Evangelium tractatus 21, 8: CCL 36, 216).

Cristo es "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9). Por eso, el cristiano está llamado a ser, a su vez, reflejo de esta luz, siguiendo e imitando a Jesús. Por tanto, ha de escuchar y meditar su palabra, participar de modo consciente y activo en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, y practicar el mandamiento del amor, sirviendo a los hermanos, especialmente a los humildes, a los pobres y a los que sufren.

2. Saludo con afecto al obispo de Banja Luka y presidente de la Conferencia episcopal, monseñor Franjo Komarica, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido al inicio de esta celebración eucarística. Mi deferente saludo va, asimismo, a los demás obispos de Bosnia y Herzegovina, en particular al señor cardenal Vinko Puljic, arzobispo de Vrhbosna y originario de esta diócesis, y a los demás cardenales y obispos que nos acompañan. Un saludo en el Señor a todos los peregrinos que han venido aquí de las diversas partes del país y de las naciones vecinas.

Envío un saludo fraterno a Su Beatitud el Patriarca Pavle y a los miembros del Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa serbia. El nuevo vigor que, en tiempos recientes, ha cobrado nuestro camino hacia la comprensión muta, el respeto recíproco y la solidaridad fraterna son motivo de alegría y esperanza para esta región.

Mi saludo va también a los fieles de las demás comunidades eclesiales de Bosnia y Herzegovina, así como a los fieles de la comunidad judía y de la comunidad islámica.

Saludo a los señores miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina y a todas las demás autoridades civiles y militares. Aprecio mucho vuestra presencia y os agradezco cuanto habéis hecho con vistas a la organización de mi visita a vuestra tierra.

1609 Por último, a vosotros, amados hijos de esta Iglesia peregrina en Bosnia y Herzegovina, os abro mis brazos para acogeros y deciros que ocupáis un lugar importante en el corazón del Papa, el cual presenta constantemente en la oración ante el Señor el sufrimiento que aún hace pesado vuestro camino, y comparte vuestra esperanza de que vengan días mejores.

Desde esta ciudad, marcada a lo largo de la historia por tantos sufrimientos y tanta sangre, suplico al Señor omnipotente que tenga misericordia de las culpas cometidas contra el hombre, contra su dignidad y libertad, también por hijos de la Iglesia católica, e infunda en todos el deseo del perdón recíproco. Solamente en un clima de verdadera reconciliación, el recuerdo de tantas víctimas inocentes y de su sacrificio no será vano y nos impulsará a construir relaciones nuevas de fraternidad y comprensión.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, el justo, inundado por la luz divina, se convierte a su vez en una antorcha que alumbra y da calor. Es lo que nos enseña hoy la figura del nuevo beato Iván Merz.

Joven brillante, supo multiplicar los ricos talentos naturales de que estaba dotado y obtuvo numerosos éxitos humanos: se puede hablar de su vida como de una vida realizada plenamente. Pero no es esta la razón por la que hoy es inscrito en el catálogo de los beatos. Lo que lo introduce en el coro de los beatos es su éxito ante Dios. En efecto, la gran aspiración de toda su vida consistió en "no olvidar jamás a Dios y desear siempre unirse a él". En todas sus actividades puso de manifiesto "la sublimidad del conocimiento de Jesucristo", y se dejó "conquistar" por él (cf. Flp
Ph 3,8 Flp Ph 3,12).

4. En la escuela de la liturgia, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium SC 10), Iván Merz creció hasta la plenitud de la madurez cristiana, y se convirtió en uno de los promotores de la renovación litúrgica en su patria.

Participando en la misa y alimentándose del Cuerpo de Cristo y de la palabra de Dios, recibió la fuerza para ser apóstol de los jóvenes. No por casualidad eligió como lema: "Sacrificio, Eucaristía y apostolado". Consciente de la vocación recibida en el bautismo, hizo de su existencia una carrera hacia la santidad, "alto grado" de la vida cristiana (cf. Novo millennio ineunte NM 31). Por eso, como afirma la primera lectura, "no desaparecerá su recuerdo, su nombre vivirá de generación en generación" (Si 39,9).

5. El nombre de Iván Merz ha significado un programa de vida y de acción para toda una generación de jóvenes católicos. Debe seguir siéndolo también hoy. Vuestra patria y vuestra Iglesia, amadísimos jóvenes, han vivido momentos difíciles, y ahora es necesario trabajar para que la vida se reanude plenamente en todos los niveles. Por tanto, me dirijo a cada uno de vosotros, invitándoos a ser valientes, a no ceder a la tentación del desaliento, sino a multiplicar las iniciativas, para que Bosnia y Herzegovina vuelva a ser tierra de reconciliación, de encuentro y de paz.

El futuro de estas comarcas depende también de vosotros. No busquéis en otros lugares una vida más cómoda; no huyáis de vuestras responsabilidades, esperando que otros resuelvan los problemas; al contrario, venced decididamente al mal con la fuerza del bien.

Como el beato Iván, buscad el encuentro personal con Cristo, que ilumina la vida con una luz nueva. Que el Evangelio sea el gran criterio que guíe vuestras orientaciones y vuestras opciones. Así os convertiréis en misioneros con gestos y palabras y seréis signos del amor de Dios, testigos creíbles de la presencia misericordiosa de Cristo. No lo olvidéis: "No se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín" (Mt 5,15).

6. Queridos hermanos y hermanas que participáis con tanto fervor en esta celebración: la paz de Dios Padre, que supera todo sentimiento, conserve vuestro corazón y vuestro espíritu en el conocimiento y en el amor de Dios y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Esta es la oración y este es el deseo que, por intercesión del beato Iván Merz, el Papa eleva hoy por vosotros y por todos los pueblos de Bosnia y Herzegovina.


* * *


1610 Después de la bendición apostólica, el Papa entregó a los jóvenes la cruz con una reliquia del nuevo beato. El Santo Padre les dijo:

Queridos jóvenes, al final de esta solemne liturgia en la que he proclamado beato a Iván Merz, un joven de vuestra tierra, deseo entregaros la cruz venerada en el altar durante esta celebración eucarística. El beato Iván puso en el centro de su estudio, de su enseñanza y de su apostolado el misterio pascual que se celebra en la liturgia, fuente y culmen de la vida de la Iglesia. Acoged en vuestra vida la cruz gloriosa de Cristo. A ejemplo del beato Iván sed los testigos de la belleza del culto cristiano y expresad en la vida cuanto habéis recibido en la fe. Que en vuestra peregrinación hacia el reino la cruz sea siempre para vosotros luz y guía. Marchad con la alegría del Señor.





PRIMERAS VÍSPERAS DE LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO




Sábado 28 de junio de 2003



1. "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. ¡Dichoso tú, Simón: el Padre te lo ha revelado!" (Antífona 1).

Con esta antífona comienza la salmodia de las primeras Vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo. Estas palabras nos remiten al diálogo entre Jesús y Simón Pedro, en Cesarea de Filipo. Resuenan constantemente en esta basílica: están como grabadas en las piedras, en los mosaicos y, sobre todo, en este lugar central llamado "Confesión".

Tú eres el Cristo, repite esta tarde el Sucesor de Pedro juntamente con sus hermanos en el episcopado, con los sacerdotes y con el pueblo cristiano de Europa y de todo el mundo. Proclama esta verdad fundamental de la fe cristiana con vigor y con íntimo gozo. Sólo Cristo es el Redentor del hombre, sólo Cristo es nuestra esperanza.

2. "Jesucristo, vivo en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa". Este fue el tema de la II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los obispos, que se celebró en el Vaticano del 1 al 23 de octubre de 1999.

Esta tarde, con alegría firmo y entrego la exhortación apostólica "Ecclesia in Europa", que recoge y elabora el fruto de los trabajos de esa significativa asamblea sinodal.

La breve lectura bíblica que hemos escuchado -el inicio de la carta a los Romanos-, sitúa este gesto en la perspectiva más auténtica y amplia de la misión evangelizadora de la Iglesia, según el modelo de la que realizaron los Apóstoles. En particular, las tres características con las que san Pablo se califica ante la comunidad cristiana de Roma se pueden aplicar en sentido amplio a toda la Iglesia, que es, precisamente, servidora de Cristo Jesús, apostólica por vocación y escogida para anunciar el Evangelio de Dios (cf. Rm 1,1).

Expreso mi más viva y cordial gratitud al cardenal Jan Pieter Schotte y a la Secretaría general del Sínodo de los obispos, así como a todos los que cooperaron en la realización de la Asamblea sinodal para Europa de 1999, proporcionando las bases para este documento.

Saludo a los cardenales, arzobispos y obispos presentes, así como a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos que se han reunido para esta solemne celebración. Extiendo mi saludo fraterno también a la delegación enviada por el Patriarca ecuménico Su Santidad Bartolomé I y guiada por el venerado arzobispo de América Dimitrios. Nos consuela la convicción de que también ellos comparten nuestras mismas preocupaciones por la conservación y promoción de los valores morales de la nueva Europa.

1611 3. "Jesucristo, vivo en su Iglesia". Que Cristo vive en su Iglesia lo demuestra la historia bimilenaria del cristianismo. Desde la orilla oriental del Mediterráneo, el mensaje evangélico fue extendiéndose a través del Imperio romano, para injertarse después en las múltiples ramificaciones étnicas y culturales presentes en el continente europeo. A todas ellas la Iglesia, llamada precisamente católica, les ha comunicado el mensaje único y universal de Cristo.

La "buena nueva" ha sido y sigue siendo fuente de vida para Europa. Si es verdad que el cristianismo no se puede reducir a ninguna cultura particular, sino que dialoga con cada una para llevarlas a todas a expresar lo mejor de sí en cada campo del saber y del obrar humano, las raíces cristianas son para Europa la principal garantía de su futuro. ¿Podría vivir y desarrollarse un árbol sin raíces? Europa, ¡no olvides tu historia!

4. "Jesucristo, fuente de esperanza para Europa". Por desgracia, la pureza de la linfa evangélica ha experimentado, a lo largo de los siglos, la contaminación debida a los límites y a los pecados de algunos miembros de la Iglesia. Por eso, durante el gran jubileo del año 2000, sentí la necesidad de hacerme intérprete de la petición de perdón especialmente por algunas dolorosas divisiones que se produjeron precisamente en Europa y que hirieron al Cuerpo místico de Cristo.

Sin embargo, en el siglo XX el Espíritu Santo suscitó una nueva primavera, fecundada por el testimonio de numerosos santos y mártires. Se inició una profunda renovación espiritual gracias al concilio ecuménico Vaticano II.

5. "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". La profesión de fe de Pedro jamás ha faltado en la Iglesia, a pesar de las dificultades y las pruebas que han marcado el camino bimilenario del pueblo cristiano.

La Exhortación apostólica que esta tarde entrego simbólicamente a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a los consagrados, a las consagradas y a los fieles laicos de Europa, es una invitación a renovar esta adhesión sin reservas a Cristo y a su Evangelio. ¡Sólo tú, Jesucristo, vivo en tu Iglesia, eres fuente de esperanza!

Te proclamamos presente en el continente europeo, desde el Atlántico hasta los Urales. Juntos nos comprometemos a dar testimonio de ti, siguiendo el ejemplo y con la ayuda de los apóstoles san Pedro y san Pablo y de los santos patronos: Benito, Cirilo y Metodio, Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein.

Desde el cielo nos sostenga María, Reina de los Apóstoles y Madre de Cristo, nuestra esperanza. Amén.
* * *


Amadísimos hermanos y hermanas, al final de la celebración de las primeras Vísperas de la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, tengo la alegría de entregar la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa a algunos representantes de la Iglesia que está en Europa, llegando idealmente a todos los pastores y fieles del continente.

Esta exhortación es fruto de la Asamblea especial para Europa del Sínodo de los obispos celebrada en 1999, que tuvo como centro de las reflexiones de los padres sinodales el tema: "Jesucristo, vivo en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa".

1612 En mi vigésimo quinto año de pontificado, encomiendo a la intercesión de san Pedro y san Pablo este don y deseo que contribuya, con la fuerza del Evangelio y el testimonio de los fieles, a consolidar la paz y la concordia entre las naciones, y a forjar la Europa del Espíritu. Las raíces de la cultura del continente europeo hallan en Cristo, presente en su Iglesia, la fuerza y el vigor para un futuro lleno de frutos de vida y de sabiduría, en la civilización de la unidad y del amor.



SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO




Domingo29 de junio de 2003



1. "El Señor me ayudó y me dio fuerzas" (2Tm 4,17).

Así describe san Pablo a Timoteo la experiencia que vivió mientras estuvo preso en Roma. Sin embargo, estas palabras se pueden referir a toda la actividad misionera del Apóstol de los gentiles, así como a la de san Pedro. Lo testimonia, en esta liturgia, el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que presenta la prodigiosa liberación de Pedro de la cárcel de Herodes y de una probable condena a muerte.

Por tanto, la primera y la segunda lecturas ponen de relieve el designio providencial de Dios sobre estos dos Apóstoles. Será el Señor mismo quien los conduzca al cumplimiento de su misión, cumplimiento que tendrá lugar precisamente aquí, en Roma, donde estos elegidos suyos darán la vida por él, fecundando con su sangre la Iglesia.

2. "Y lograron ser amigos de Dios" (Antífona de entrada). ¡Amigos de Dios! El término "amigos" es muy elocuente, si pensamos que salió de labios de Jesús durante la última Cena: "No os llamo ya siervos -dijo-; (...) a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15,15).

San Pedro y san Pablo son "amigos de Dios" de modo singular, porque bebieron el cáliz del Señor. A ambos Jesús les cambió el nombre en el momento en que los llamó a su servicio: a Simón le dio el de Cefas, es decir, "piedra", de donde deriva Pedro; a Saulo, el nombre de Pablo, que significa "pequeño". El Prefacio de hoy establece un paralelismo entre los dos: "Pedro fue el primero en confesar la fe; Pablo, el maestro insigne que la interpretó; el pescador de Galilea fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel; el maestro y doctor la extendió a todas las gentes".

3. "Bendito sea el Señor, que libera a sus amigos" (Salmo responsorial). Si pensamos en la vocación y en la historia personal de los apóstoles san Pedro y san Pablo, notamos cómo el impulso apostólico y misionero fue proporcional a la profundidad de su conversión. Probados por la experiencia amarga de la miseria humana, fueron liberados por el Señor.

Gracias a la humillación de la negación y al llanto incontenible que lo purificó interiormente, Simón se convirtió en Pedro, es decir, en la "piedra": robustecido por la fuerza del Espíritu, tres veces declaró a Jesús su amor, recibiendo de él el mandato de apacentar su grey (cf. Jn Jn 21,15-17).
La experiencia de Saulo fue semejante: el Señor, a quien perseguía (cf. Hch Ac 9,5), "lo llamó por su gracia" (Ga 1,15), derribándolo en el camino de Damasco. Así, lo liberó de sus prejuicios, transformándolo radicalmente, y lo convirtió en "un instrumento de elección" para llevar su nombre a todas las gentes (cf. Hch Ac 9,15).

De ese modo, ambos llegaron a ser "amigos del Señor".

1613 4. Amadísimos y venerados hermanos arzobispos metropolitanos, que habéis venido para recibir el palio, son diversas las situaciones personales de cada uno, pero todos habéis sido incluidos por Cristo entre sus "amigos".

Mientras me dispongo a imponeros esta tradicional insignia litúrgica, que usaréis en las celebraciones solemnes como signo de comunión con la Sede apostólica, os invito a considerarla siempre como memoria de la sublime amistad de Cristo, que tenemos el honor y la alegría de compartir. En nombre del Señor, convertíos también vosotros en "amigos" de todos aquellos que Dios os ha encomendado.

Vuestras sedes episcopales se encuentran en diversas zonas de la tierra: imitando al buen Pastor, sed vigilantes y solícitos con todas vuestras comunidades. Llevadles también mi saludo cordial, así como la seguridad de que el Papa ora por todos y, especialmente, por los que soportan duras pruebas y encuentran mayores dificultades.

5. La alegría de esta fiesta resulta más intensa por la presencia de la delegación enviada también este año por Su Santidad Bartolomé I, Patriarca ecuménico. La preside el venerado hermano arzobispo de América, Dimitrios. ¡Bienvenidos, queridos y venerados hermanos! Os saludo en nombre del Señor y os pido que transmitáis mi abrazo de paz al amado hermano en Cristo, el patriarca Bartolomé.

El intercambio recíproco de delegaciones con ocasión de la fiesta de San Andrés en Constantinopla, y de la de San Pedro y San Pablo en Roma, se ha convertido, con el tiempo, en un signo elocuente de nuestro compromiso para lograr la unidad plena.

El Señor, que conoce nuestras debilidades y dudas, nos promete su ayuda para superar los obstáculos que impiden la concelebración de la única Eucaristía. Por eso, venerados hermanos, acogeros y teneros al lado en este solemne encuentro litúrgico fortalece la esperanza y expresa de modo concreto el anhelo que nos impulsa hacia la comunión plena.

6. "Por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia" (Prefacio). Esta afirmación, referida a los apóstoles san Pedro y san Pablo, parece poner de relieve precisamente el compromiso de buscar, por todos los medios, la unidad, respondiendo a la invitación repetida muchas veces por Jesús en el Cenáculo: "Ut unum sint!".

Como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, renuevo hoy, en el sugestivo marco de esta fiesta, mi plena disponibilidad a poner mi persona al servicio de la comunión entre todos los discípulos de Cristo. Amadísimos hermanos y hermanas, ayudadme con el apoyo incesante de vuestra oración. Invocad por mí la intercesión celestial de María, Madre de la Iglesia, y de los apóstoles san Pedro y san Pablo.

Dios nos conceda cumplir la misión que nos ha encomendado, en plena fidelidad hasta el último día, para formar en el vínculo de su caridad un solo corazón y una sola alma (cf. Oración después de la comunión). Amén.



VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA



Banská Bystrica

Viernes 12 de septiembre de 2003



1614 1. "Mi corazón se regocija por el Señor" (Salmo responsorial). Con íntima alegría y profundo agradecimiento a Dios me encuentro hoy en esta plaza con vosotros, queridos hermanos y hermanas, para celebrar la memoria del Santo Nombre de María.

El lugar en el que nos hallamos es particularmente significativo para la historia de vuestra ciudad, pues evoca el respeto y la devoción de vuestros padres hacia el Señor omnipotente y la Virgen santísima y, al mismo tiempo, el intento de profanación de esta valiosa herencia, perpetrado por un régimen oscuro en años aún no lejanos. La columna de la Virgen María es testigo silenciosa de todo eso.

Os saludo cordialmente a todos: en primer lugar, a vuestro obispo, monseñor Rudolf Baláz, al que agradezco las cordiales palabras con las que me ha acogido, y al obispo auxiliar, monseñor Tomás Gális. Saludo también a los cardenales, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los seminaristas, así como a los laicos que en los varios campos son fuerzas vivas de esta Iglesia diocesana. Por último, saludo a los que han venido de las diócesis y de los países vecinos.

Mi saludo se dirige con gran cordialidad también al señor presidente de la República y a las autoridades civiles y militares presentes. A todos agradezco la valiosa ayuda que han prestado para la preparación de mi visita.

2. "He aquí la esclava del Señor" (
Lc 1,38), dice María en el pasaje evangélico que acabamos de escuchar. Se dirige al ángel Gabriel, que le comunica la invitación de Dios a convertirse en la madre de su Hijo. La encarnación del Verbo constituye el punto decisivo del "proyecto" manifestado por Dios desde el inicio de la historia humana, después del primer pecado. Quiere comunicar a los hombres su misma vida, llamándolos a ser sus hijos. Es una llamada que espera la respuesta de cada uno. Dios no impone la salvación; la propone como iniciativa de amor, a la que es preciso responder con una elección libre, motivada también por el amor.

En este sentido, el diálogo entre el ángel y María, entre el cielo y la tierra es paradigmático: queremos sacar de él algunas lecciones para nosotros.

3. El ángel anuncia las expectativas de Dios para el futuro de la humanidad; María responde dirigiendo responsablemente la atención a su presente: está desposada con José, prometida a él como esposa (cf. Lc Lc 1,34). María no plantea objeciones sobre el futuro de Dios; lo que pide es que le aclare el presente humano en el que está implicada. A la petición de Dios responde entrando en diálogo con él. A Dios le complace tratar con personas responsables y libres.

¿Cuál es, en todo esto, la lección para nosotros? María nos enseña el camino hacia una libertad madura. En nuestro tiempo no son pocos los cristianos bautizados que aún no han asumido, de manera adulta y consciente, su fe. Se llaman cristianos, pero no corresponden con plena responsabilidad a la gracia recibida; aún no saben lo que quieren y por qué lo quieren.

He aquí la lección que debemos sacar hoy: es urgente educarse en la libertad. En particular, es urgente que, en las familias, los padres eduquen en la verdadera libertad a sus hijos, para prepararlos a dar la respuesta oportuna a la llamada de Dios. Las familias son el vivero donde se forman las plantitas de las nuevas generaciones. En las familias se forja el futuro de la nación.

Precisamente desde esta perspectiva, deseo que el Sínodo diocesano, que os disponéis a celebrar, constituya una ocasión privilegiada para impulsar la pastoral familiar y descubrir caminos siempre nuevos para el anuncio del Evangelio a las nuevas generaciones de esta noble tierra eslovaca.

4. "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). María cree, y por eso dice "sí". Es una fe que se transforma en vida: se transforma en compromiso con Dios, que la colma de sí con la maternidad divina, y compromiso con el prójimo, que espera su ayuda en la persona de su prima Isabel (cf. Lc Lc 1,39-56). María se abandona libre y conscientemente a la iniciativa de Dios, que realizará en ella sus "maravillas": mirabilia Dei.

1615 Cada uno de nosotros está invitado a reflexionar en la actitud de la Virgen: para cada uno Dios tiene un proyecto, a cada uno dirige su "llamada". Lo que cuenta es saber reconocer esa llamada, acogerla y serle fiel.

5. Queridos hermanos y hermanas, ¡abramos nuestro corazón a Dios! En la variedad y riqueza de las diversas vocaciones, cada uno está llamado, a ejemplo de María, a acoger a Dios en su vida y a recorrer con él los caminos del mundo, anunciando su Evangelio y testimoniando su amor.

Asumamos hoy todos juntos este compromiso, poniéndolo con confianza en las manos maternas de María. Que su intercesión nos obtenga el don de una fe fuerte, que haga límpido el horizonte de la existencia y transparentes la mente, el espíritu y el corazón.

Encomiendo a la Virgen María vuestra diócesis de Banská Bystrica, a vuestro obispo, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, y a todos vosotros.
Amén.



VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA



Roznava, sábado 13 de septiembre de 2003




1. "Os ruego que os comportéis como pide la vocación a la que habéis sido llamados" (cf. Ef Ep 4,1).
La apremiante invitación del apóstol san Pablo a la comunidad cristiana de Éfeso reviste un significado particular para todos los que estamos aquí reunidos. A cada fiel, en la diversidad de las vocaciones y los carismas, se le ha encomendado la tarea de ser discípulo y apóstol: discípulo, a la escucha humilde y dócil de la palabra que salva; apóstol, con el testimonio apasionado de una vida animada por el Evangelio.

Dice un proverbio eslovaco: "Las palabras mueven, los ejemplos arrastran". Sí, queridos hermanos y hermanas, también vosotros podéis dar, con el "estilo" de vuestra vida cristiana, una gran contribución a la evangelización del mundo contemporáneo y a la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Por eso, os digo con el Apóstol: "Mirad vuestra vocación" (1Co 1,26).

2. Os saludo con afecto en el nombre del Señor a todos vosotros, hijos e hijas de esta Iglesia local, comenzando por vuestro obispo, monseñor Eduard Kojnok, al que agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido, y a su coadjutor, monseñor Vladimír Filo. Saludo y bendigo a los obispos presentes y a los peregrinos que han venido de otros países y de las demás diócesis. Saludo a las autoridades civiles y militares, en particular al señor presidente de la República eslovaca y al presidente del Parlamento. A todos agradezco la acogida y el empeño puesto en la preparación de mi visita.

Deseo dirigir un saludo particular a la comunidad de lengua húngara, tan numerosa en esta región y parte integrante de esta diócesis. Amadísimos hermanos y hermanas, orgullosos de vuestras tradiciones y fieles a la enseñanza de vuestros padres, mantened firme la fe y viva la esperanza, sacando fuerza de vuestro amor a Cristo y a su Iglesia. Vuestra presencia es un enriquecimiento constante para la tierra eslovaca, y sé que los pastores de esta Iglesia local se esfuerzan por satisfacer vuestras aspiraciones espirituales, salvaguardando siempre la unidad eclesial, factor de crecimiento humano y espiritual para toda la sociedad eslovaca.

1616 3. Queridos hermanos y hermanas, al venir de Bratislava y Kosice, he podido admirar los vastos campos cultivados, testimonios de vuestro trabajo y vuestro esfuerzo. He pensado con simpatía y gratitud en cuantos trabajan en el campo y dan, con su dedicación, una contribución indispensable a la vida de la nación. Los saludo con afecto. En la parábola evangélica que acabamos de oír proclamar, Jesús mismo se comparó con el sembrador, que siembra con confianza la semilla de su palabra en la tierra de los corazones humanos.

El fruto no depende únicamente de la semilla, sino también de las diversas situaciones del terreno, es decir, de cada uno de nosotros. Escuchemos la explicación que Jesús mismo dio de la parábola. La semilla devorada por las aves evoca la intervención del maligno, que lleva al corazón la incomprensión del camino de Dios (cf. Mc
Mc 8,33), que es siempre el camino de la cruz.

La semilla sin raíz describe la situación en la que se acepta la Palabra sólo exteriormente, sin la profundidad de adhesión a Cristo y el amor personal a él (cf. Col Col 2,7), necesarios para conservarla.

La semilla ahogada remite a las preocupaciones de la vida presente, a la atracción que ejerce el poder, al bienestar y al orgullo.

4. La Palabra no da fruto automáticamente: aunque es divina, y por tanto omnipotente, se adapta a las condiciones del terreno, o mejor aún, acepta las respuestas que le da el terreno, y que pueden ser también negativas. Misterio de la condescendencia de Dios, que llega incluso a ponerse completamente en manos de los hombres. Porque, en el fondo, la semilla sembrada en los diversos terrenos es Jesús mismo (cf. Jn Jn 12,24).

La lectura de esta parábola y de la explicación que dio Jesús a sus discípulos suscita en nosotros una reflexión necesaria. Queridos hermanos y hermanas, nosotros somos la tierra en donde el Señor siembra incansablemente la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposiciones la acogemos? ¿Cómo la hacemos fructificar?

5. San Juan Crisóstomo, cuya memoria litúrgica estamos celebrando, escribe: "Tengo su palabra: ella es mi cayado, mi seguridad... Es mi fortaleza y mi defensa" (cf. Homilías antes del exilio, nn. 1-3: ).

El Papa os encomienda hoy a todos vosotros el tesoro de esta palabra, haciéndose, a su vez, sembrador confiado que siembra en el secreto del corazón de cada uno la "buena nueva" del Reino. Sed la tierra fértil y buena que, con la abundancia de sus frutos, realiza las expectativas de la Iglesia y del mundo.

"Son inútiles los esfuerzos de los hombres cuando no son bendecidos por Dios", reza también sabiamente otro de vuestros proverbios. Por eso, invoco sobre vosotros y sobre vuestro compromiso de vida cristiana las más copiosas bendiciones del Altísimo.

Sed fieles a Dios, cumplid sus mandamientos. Defended la vida y sed fieles a la Iglesia y a vuestra patria, Eslovaquia.

Amén.



VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA

CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN EN BRATISLAVA



1617

Domingo 14 de septiembre de 2003



1. O crux, ave spes unica! ¡Salve, oh cruz, nuestra única esperanza!

En la celebración de esta liturgia dominical, queridos hermanos y hermanas, se nos invita a mirar a la cruz, el "lugar privilegiado" en el que se nos revela y manifiesta el amor de Dios. Miraron la cruz con fe inquebrantable el obispo Basilio Hopko y sor Zdenka Schelingová, a quienes hoy he tenido la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos.

En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios.Adorar esta misericordia ilimitada es para el hombre el único modo de abrirse al misterio que la cruz revela.

La cruz está plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz. O crux, ave spes unica!

2. En nombre del Señor crucificado y resucitado, os saludo con afecto a todos los que os halláis reunidos aquí, en la explanada de Petrzalka: te saludo a ti, querido hermano Ján Sokol, pastor de esta Iglesia de Bratislava-Trnava que hoy me acoge con júbilo; saludo a tus auxiliares y a todos los obispos de Eslovaquia, en particular al venerado cardenal Ján Chryzostom Korec. Me uno con alegría a la común acción de gracias por el décimo aniversario de la constitución de vuestra Conferencia episcopal.

Saludo a los señores cardenales y a los obispos que han venido de los países vecinos, junto con numerosos grupos de fieles. Vuestra presencia fraterna manifiesta de modo elocuente el vínculo de comunión que une a las diversas Iglesias locales.

Saludo al señor presidente de la República y a las demás autoridades civiles y militares. Doy las gracias a todos por haber colaborado generosamente en la preparación de mi viaje apostólico en todos los aspectos.

Por último, con gran afecto, te saludo a ti, amado pueblo eslovaco, aquí presente o que me escuchas a través de la radio y la televisión. Doy gracias a Dios porque has sabido conservar, incluso en momentos difíciles, tu fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Y te exhorto: ¡no te avergüences jamás del Evangelio! (cf. Rm Rm 1,16). Consérvalo en tu corazón como el tesoro más valioso del que puedes sacar luz y fuerza en la peregrinación diaria de la vida.

3. "Como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna" (Jn 3,14-15), dice Jesús. ¿Qué vemos, por tanto, cuando dirigimos la mirada a la cruz donde fue clavado Jesús? (cf. Jn Jn 19,37).
Contemplamos el signo del amor infinito de Dios a la humanidad.


B. Juan Pablo II Homilías 1608