B. Juan Pablo II Homilías 1640

1640 Cada vez se siente más la necesidad de un nuevo orden internacional, que aproveche la experiencia y los resultados conseguidos durante estos años por la Organización de las Naciones Unidas; un orden que sea capaz de dar a los problemas de hoy soluciones adecuadas, fundadas en la dignidad de la persona humana, en un desarrollo integral de la sociedad, en la solidaridad entre países ricos y pobres, en el deseo de compartir los recursos y los extraordinarios logros del progreso científico y técnico.

5. "El amor es la forma más alta y más noble de relación de los seres humanos" (ib.). Con esta convicción escribí el Mensaje para esta Jornada mundial de la paz. Que Dios nos ayude a construir todos juntos la "civilización del amor". Sólo una humanidad en la que venza el amor podrá gozar de una paz auténtica y duradera.

Que María nos obtenga este don. Que ella nos sostenga y acompañe en el arduo y entusiasmante camino de la edificación de la paz. Por eso pidamos con confianza, sin cansarnos: ¡María, Reina de la paz, ruega por nosotros!



HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


DURANTE LA SANTA MISA CON OCASIÓN


DE LA VIII JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA


Lunes 2 de febrero de 2004

Fiesta de la Presentación del Señor en el templo

. 1. "Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel" (He 2,17).

Estas palabras, tomadas de la carta a los Hebreos, expresan bien el mensaje de esta fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Por decirlo así, dan su clave de lectura, poniéndola en la perspectiva del misterio pascual.

El acontecimiento que hoy celebramos nos remite a lo que hicieron María y José cuando, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, lo ofrecieron a Dios como su hijo primogénito, cumpliendo las prescripciones de la ley mosaica.

Esta ofrenda se realizaría después de modo pleno y perfecto en el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Entonces Cristo cumpliría su misión de "sumo sacerdote compasivo y fiel", compartiendo hasta las últimas consecuencias nuestra condición humana.

Tanto en la presentación en el templo como en el Calvario está a su lado María, la Virgen fiel, participando en el plan eterno de la salvación.

2. La liturgia de hoy comienza con la bendición de las candelas y la procesión hasta el altar, para encontrar a Cristo y reconocerlo "al partir el pan", esperando su vuelta gloriosa.

1641 En este marco de luz, de fe y de esperanza, la Iglesia celebra la Jornada de la vida consagrada. Quienes han entregado para siempre su existencia a Cristo por la venida del reino de Dios son invitados a renovar su "sí" a la especial vocación recibida. Pero también toda la comunidad eclesial redescubre la riqueza del testimonio profético de la vida consagrada, en la variedad de sus carismas y compromisos apostólicos.

3. Con sentimientos de alabanza y acción de gracias al Señor por este gran don, deseo saludar ante todo al cardenal Eduardo Martínez Somalo, prefecto de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, que preside esta celebración. Dirijo, además, mi cordial saludo a todos los que participan en esta sugestiva asamblea litúrgica.

Mi afectuoso saludo va, de modo particular, a vosotros, queridos religiosos, religiosas y miembros de los institutos seculares, así como a todos los que testimonian de modo fiel los valores de la vida consagrada en las diversas regiones del mundo.

Cristo os llama a configuraros cada vez más a él, que por amor se hizo obediente, pobre y casto. Seguid dedicándoos con celo al anuncio y a la promoción de su reino. Esta es vuestra misión, tan necesaria hoy como en el pasado.

4. Amadísimos religiosos y religiosas, ¡qué ocasión tan propicia os brinda esta jornada, dedicada a vosotros, para reafirmar vuestra fidelidad a Dios con el mismo entusiasmo y la misma generosidad de cuando pronunciasteis por primera vez vuestros votos. Repetid cada día con alegría y convicción vuestro "sí" al Dios del amor.

En la intimidad del monasterio de clausura o al lado de los pobres y marginados, entre los jóvenes o dentro de las estructuras eclesiales, en las diversas actividades apostólicas o en tierra de misión, Dios quiere que seáis fieles a su amor y que todos os dediquéis al bien de los hermanos.

Esta es la valiosa contribución que podéis dar a la Iglesia, para que el Evangelio de la esperanza llegue a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo.

5. Contemplemos a la Virgen mientras presenta a su Hijo en el templo de Jerusalén. María, que había aceptado incondicionalmente la voluntad de Dios en el momento de la Anunciación, repite hoy, en cierto modo, su "¡He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra!" (
Lc 1,38). Esta actitud de dócil adhesión a los designios divinos caracterizará toda su existencia.

Por tanto, la Virgen es el primer y elevado modelo de toda persona consagrada. Dejaos guiar por ella, queridos hermanos y hermanas. Recurrid a su ayuda con humilde confianza, especialmente en los momentos de prueba.

Y tú, María, vela sobre estos hijos tuyos y llévalos a Cristo, "gloria de Israel, luz de los pueblos".
Virgo Virginum, Mater Salvatoris, ora pro nobis.



EXEQUIAS EN SUFRAGIO DEL CARDENAL OPILIO ROSSI



1642

Viernes 13 de febrero de 2004



1. "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré el último día" (Jn 6,54).

Mientras nos disponemos a dar la despedida al querido cardenal Opilio Rossi, sentimos resonar en nuestro corazón la solemne promesa de Cristo. A este hermano nuestro nos unían sentimientos de afecto y comunión eclesial. A él nos unía, sobre todo, la fe en Cristo muerto y resucitado, fe que ahora expresamos en la celebración de estos santos misterios.

En la Eucaristía, testamento del amor de Cristo, nuestro Redentor se hace alimento y bebida espiritual para el viaje que estamos realizando hacia la Pascua eterna. En el pan y el vino consagrados se nos da la prenda de la vida futura, que no tendrá fin. Por tanto, el que come el Cuerpo de Cristo y bebe su Sangre, aunque muera, vivirá para siempre. A esta meta ya ha llegado el querido purpurado del que hoy nos despedimos.

2. La fe animó el largo y fecundo ministerio sacerdotal del cardenal Opilio Rossi. ¡Cuántas veces celebró el divino sacrificio, sacando precisamente de la Eucaristía la luz y la fuerza interior para sus opciones diarias y para su apostolado! Confiamos en que hoy participe en el banquete del cielo y vea "cara a cara" a Cristo, nuestro Señor.

"Omnia in Christo": el cardenal Rossi había elegido como lema episcopal estas palabras, tomadas de la conocida expresión paulina: "Instaurare omnia in Christo" (Ep 1,10). Con ellas quería poner de relieve que el cristiano debe recoger, reunir y poner todo bajo el dominio de Cristo.

3. Podemos decir que, aun dentro de los límites de la fragilidad humana, esta orientación total hacia Cristo animó el incansable servicio que prestó a la Santa Sede en las representaciones pontificias de diversos países de América y Europa, y a continuación en el ámbito de la Curia romana.

Durante los momentos dramáticos de la segunda guerra mundial, don Opilio Rossi, entonces auditor en la representación pontificia en Berlín, tuvo que prodigarse, con monseñor Orsenigo, el recordado nuncio apostólico, en favor de numerosos hermanos que sufrían, infundiéndoles valentía y alimentando en ellos la fe y la esperanza cristiana. Fue una experiencia enriquecedora de humanidad y solidaridad con los más débiles. Después, a lo largo de su existencia, trató de transmitir esa experiencia a las nuevas generaciones, pues estaba convencido de que los jóvenes debían sacar de la historia del siglo XX una importante lección: que del odio, del desprecio a los demás, de la violencia y del nacionalismo exasperado brotan sólo lágrimas y sangre.

4. Por la sabiduría que demostró en su servicio eclesial, así como por las notables cualidades humanas y espirituales que enriquecían su personalidad, fue llamado por mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI a formar parte del Colegio cardenalicio; así se insertó aún más en la vida de la Iglesia de Roma.

Con un título nuevo y más elevado siguió prestando su apreciada colaboración a la Sede apostólica, en particular como primer presidente del Consejo pontificio para los laicos, del que dependía también el Comité para la familia. Yo mismo quise llamarlo luego a presidir el Comité permanente para los Congresos eucarísticos internacionales.

Dondequiera que realizó su actividad pastoral y diplomática, el cardenal Opilio Rossi dejó el recuerdo de un digno ministro de Dios, que sabía "hacerse prójimo" de todos.

1643 5. "Las almas de los justos están en las manos de Dios" (Sg 3,1). Con esta certeza le damos ahora la despedida, mientras nos complace pensar que lo acogerán las "manos" misericordiosas del Padre celestial. Nuestra esperanza, como acabamos de escuchar en la primera lectura, "está llena de inmortalidad" (Sg 3,4).

Venerado hermano, que en el paso al cielo te acompañe la Virgen María, de la que fuiste tan fiel devoto, que quisiste representarla en tu escudo episcopal con el símbolo de la estrella. Que ella, la Estrella de la mañana, te introduzca en la gloria de la resurrección. Amén.



CELEBRACIÓN DE LA PALABRA PRESIDIDA POR EL SANTO PADRE

EN LA BASÍLICA VATICANA



Miércoles de Ceniza, 25 de febrero de 2004



1. "Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,4 Mt 6,6 Mt 6,18). Estas palabras de Jesús se dirigen a cada uno de nosotros al inicio del itinerario cuaresmal. Lo comenzamos con la imposición de la ceniza, austero gesto penitencial, muy arraigado en la tradición cristiana. Este gesto subraya la conciencia del hombre pecador ante la majestad y la santidad de Dios. Al mismo tiempo, manifiesta su disposición a acoger y traducir en decisiones concretas la adhesión al Evangelio.

Son muy elocuentes las fórmulas que lo acompañan. La primera, tomada del libro del Génesis: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás" (cf. Gn Gn 3,19), evoca la actual condición humana marcada por la caducidad y el límite. La segunda recoge las palabras evangélicas: "Convertíos y creed el Evangelio" (Mc 1,15), que constituyen una apremiante exhortación a cambiar de vida. Ambas fórmulas nos invitan a entrar en la Cuaresma con una actitud de escucha y de sincera conversión.

2. El Evangelio subraya que el Señor "ve en lo secreto", es decir, escruta el corazón. Los gestos externos de penitencia tienen valor si son expresión de una actitud interior, si manifiestan la firme voluntad de apartarse del mal y recorrer la senda del bien. Aquí radica el sentido profundo de la ascesis cristiana.

"Ascesis": la palabra misma evoca la imagen de una ascensión a metas elevadas. Eso implica necesariamente sacrificios y renuncias. En efecto, hace falta reducir el equipaje a lo esencial para que el viaje no sea pesado; estar dispuestos a afrontar todas las dificultades y superar todos los obstáculos para alcanzar el objetivo fijado. Para llegar a ser auténticos discípulos de Cristo, es necesario renunciar a sí mismos, tomar la propia cruz y seguirlo (cf. Lc Lc 9,23). Es el arduo sendero de la santidad, que todo bautizado está llamado a recorrer.

3. Desde siempre, la Iglesia señala algunos medios adecuados para caminar por esta senda. Ante todo, la humilde y dócil adhesión a la voluntad de Dios, acompañada por una oración incesante; las formas penitenciales típicas de la tradición cristiana, como la abstinencia, el ayuno, la mortificación y la renuncia incluso a bienes de por sí legítimos; y los gestos concretos de acogida con respecto al prójimo, que el pasaje evangélico de hoy evoca con la palabra "limosna". Todo esto se vuelve a proponer con mayor intensidad durante el período de la Cuaresma, que representa, al respecto, un "tiempo fuerte" de entrenamiento espiritual y de servicio generoso a los hermanos.

4. A este propósito, en el Mensaje para la Cuaresma quise atraer la atención, en particular, hacia las difíciles condiciones en que viven tantos niños en el mundo, recordando las palabras de Cristo: "El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe" (Mt 18,5). En efecto, ¿quién necesita ser defendido y protegido más que un niño inerme y frágil?

Son muchos y complejos los problemas que afectan al mundo de la infancia. Espero vivamente que a estos hermanos nuestros más pequeños, a menudo abandonados a sí mismos, se les preste la debida atención también gracias a nuestra solidaridad. Se trata de un modo concreto de expresar nuestro compromiso cuaresmal.

Amadísimos hermanos y hermanas, con estos sentimientos comencemos la Cuaresma, camino de oración, penitencia y auténtica ascesis cristiana. Nos acompañe María, la Madre de Cristo. Su ejemplo y su intercesión nos obtengan avanzar con alegría hacia la Pascua.





DURANTE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA


PARA LOS FIELES DE CUATRO PARROQUIAS ROMANAS


1644

Sábado 28 de febrero de 2004



1. «Jesús... fue conducido por el Espíritu al desierto, y tentado allí por el diablo durante cuarenta días» (Lc 4,1-2). La narración de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, al inicio de su vida pública, nos ayuda a comprender mejor el valor del «tiempo fuerte» de la Cuaresma, recién iniciada.

Mientras emprendemos el itinerario cuaresmal, miramos a Cristo que ayuna y lucha contra el diablo. En efecto, también a nosotros, al prepararnos para la Pascua, el Espíritu nos «conduce» al desierto de la oración y de la penitencia, para alimentarnos intensamente con la palabra de Dios. También nosotros, como Cristo, estamos llamados a una lucha fuerte y decidida contra el demonio. Sólo así, con una adhesión renovada a la voluntad de Dios, podemos permanecer fieles a nuestra vocación cristiana: ser heraldos y testigos del Evangelio.

2. Os acojo con gusto, amadísimos hermanos y hermanas de las parroquias de San Anselmo en€la Cecchignola, San Carlos Borromeo en la Fuente Laurentina, San Juan Bautista de la Salle y Santa María, Estrella de la Evangelización, en el Torrino.

Me alegra celebrar con vosotros la Eucaristía, prosiguiendo, de modo diverso, la hermosa tradición de la visita a las parroquias romanas. Estos encuentros me permiten manifestar el afecto que me une más intensamente a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Roma. No lo olvidéis nunca: os llevo en mi corazón. Sois la porción de pueblo cristiano encomendado, de modo especial, a la solicitud pastoral del Obispo de Roma.

3. Saludo ante todo al cardenal vicario y al obispo auxiliar del sector sur. Saludo a los párrocos: don Mario Sanfilippo, don Fernando Altieri, don Ilija Perleta y don Francesco De Franco, y les doy las gracias por haberme ilustrado, en los encuentros que mantuvimos antes, las diversas realidades parroquiales. Saludo a los sacerdotes y a los diáconos que les ayudan, así como a las Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María, valiosas colaboradoras€en€la parroquia de San Juan Bautista de la Salle.

Dirijo un cordial saludo a los miembros de los consejos parroquiales pastorales y de asuntos económicos, a los catequistas, a los grupos de Cáritas, a los acólitos y a todos los miembros de los diversos grupos que trabajan activamente en vuestras comunidades. Quisiera reservar un recuerdo especial para los cantores, que en esta ocasión han formado un hermoso coro interparroquial y que con entusiasmo están animando nuestra asamblea litúrgica.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, los barrios donde se encuentran vuestras parroquias están en continua expansión y sus habitantes son, en gran parte, familias jóvenes. Dadles una acogida abierta y cordial; fomentad su conocimiento recíproco, para que las comunidades se conviertan cada vez más en «familias de familias», capaces de compartir alegrías y dificultades.

Comprometed a los padres en la preparación de los muchachos y de los jóvenes para los sacramentos y para la vida cristiana. Teniendo en cuenta los horarios y las exigencias familiares, proponed encuentros de espiritualidad y de formación en las urbanizaciones y en las casas. Haced todo lo posible para que precisamente las familias sean el primer lugar de la educación cristiana de los hijos.

Acompañad con solicitud a las familias que atraviesan dificultades o se encuentran en condiciones precarias, ayudándoles a comprender y realizar el designio auténtico de Dios sobre el matrimonio y la familia.

5. Queridos hermanos, sé que por el momento disponéis sólo de locales provisionales para la vida litúrgica y el servicio pastoral. Deseo que cuanto antes también vosotros dispongáis de locales adecuados. Pero, mientras tanto, esforzaos por lograr que vuestras parroquias sean auténticos edificios espirituales apoyados sobre la piedra angular, que es Cristo, Cristo y siempre Cristo.

1645 A este propósito, el apóstol san Pablo nos recuerda: «Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás» (Rm 10,9). El núcleo de la fe que estáis llamados a proclamar con vuestra vida es este: Jesús, muerto y resucitado por nosotros. A esta verdad fundamental haced referencia para vuestro crecimiento espiritual, que debe ser constante, y para vuestra misión apostólica.

María, la Madre del Redentor, testigo privilegiada de la pasión de su Hijo y partícipe en sus sufrimientos, os ayude a conocerlo y a servirlo con entusiasmo generoso. Que ella os acompañe en el itinerario de la Cuaresma, para que podáis gustar con ella la alegría de la Pascua.
Amén.



SANTA MISA CON LAS COMUNIDADES DE LAS PARROQUIAS ROMANAS DE:

Santa Brígida de Suecia

San Hilario de Poitiers


San Máximo Obispo




Sala Pablo VI

Sábado 6 de marzo de 2004



1. «Este es mi Hijo amado, el elegido; escuchadlo» (Lc 9,35). El pasaje evangélico de hoy nos convierte en protagonistas de la conmovedora escena de la transfiguración de Jesús en el monte Tabor. En presencia de Pedro, Santiago y Juan, Cristo revela su gloria de Hijo de Dios.

El evangelista san Lucas destaca este hecho extraordinario, haciéndonos contemplar el rostro del Señor que, «mientras oraba», cambió de aspecto (cf. Lc Lc 9,29). En él, resplandeciente de gloria, reconocemos al elegido, al Mesías, «la luz del mundo» (Jn 8,12), que da sentido a nuestra vida. La misteriosa voz desde lo alto nos invita también a nosotros a seguirlo dócilmente: «Este es mi Hijo; escuchadlo».

2. Escuchar y seguir a Cristo. Hace veinticinco años, precisamente al inicio de la Cuaresma, sentí la necesidad de exhortar a todo el pueblo cristiano a hacer esta experiencia fundamental. «Jesucristo es el camino principal de la Iglesia», escribí en mi primera encíclica Redemptor hominis (n. 13), que esta tarde quisiera volver a entregaros simbólicamente a vosotros, queridos hermanos y hermanas de las parroquias de Santa Brígida de Suecia, San Hilario de Poitiers y San Máximo Obispo.

Os acojo y os abrazo a todos con afecto. Saludo ante todo al cardenal vicario y le doy las gracias por haberme ilustrado vuestras realidades parroquiales. Saludo al obispo auxiliar del sector oeste y a vuestros párrocos: padre Jean-Jacques Boeglin, don Romano Matrone y don Romano Maria Deb, así como también a los sacerdotes que colaboran con ellos. Un saludo, lleno de agradecimiento, dirijo a las religiosas y a los laicos que, de diferentes maneras, cooperan en la acción pastoral de vuestras comunidades.

3. La zona de Palmarola, relativamente menos grande que otros sectores de la diócesis, cuenta con tres parroquias. Deseo de corazón que, también gracias a nuestro encuentro, se refuerce en todos los feligreses el anhelo de la comunión, para que resulte más eficaz el anuncio del Evangelio a los habitantes del barrio. También en la zona donde vivís se ha difundido, por desgracia, el fenómeno de las «sectas» modernas, que intentan aprovecharse especialmente de quienes se encuentran en situaciones de dificultad y soledad. En este contexto, es necesario llevar a cabo una labor de nueva evangelización fuerte y valiente. Es preciso que Jesús, centro del cosmos y de la historia, se encuentre con todo ser humano, porque en el misterio de la Redención «el problema del hombre está inscrito con una fuerza especial de verdad y de amor» (Redemptor hominis RH 18).

Anunciar a Cristo es ayudar a todos, pero especialmente a quienes se ven afligidos por la pobreza espiritual y material, a experimentar la ternura y la misericordia divinas.
1646 4. Ojalá que cada una de vuestras comunidades, bajo la guía generosa e iluminada de sus respectivos pastores, se convierta en lugar de acogida y de solidaridad. Que las parroquias sean escuelas de educación en la fe auténtica, conscientes de que custodian un gran tesoro, que no es lícito dilapidar, sino que se ha de incrementar continuamente (cf. ib., 18).

En el centro de todo proyecto pastoral ha de estar la Eucaristía, que construye la Iglesia como auténtica comunidad del pueblo de Dios y la regenera siempre sobre la base del sacrificio de Cristo mismo (cf. ib., 20). Os invito a acudir a la Eucaristía sobre todo a vosotras, queridas familias, llamadas a acompañar a vuestros hijos en los itinerarios de preparación para los sacramentos de la iniciación cristiana y a seguirlos en la adolescencia, así como en los años sucesivos, para que, al crecer, cumplan fielmente la misión que Dios les ha reservado.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, sé que vuestras parroquias no cuentan aún, para sus actividades pastorales y sociales, con edificios adecuados. Sin embargo, esto no os ha de impedir hacer que resuene con vigor en todos los rincones de Palmarola el anuncio de que «Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con las mismas palabras: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”» (ib., 12).

Que la Virgen María, modelo sublime de fe y de amor a Dios, os ayude a reconocer en Jesús al Hijo de Dios y al Señor de nuestra vida. A ella os encomiendo a vosotros, aquí presentes, y vuestros programas apostólicos, así como el itinerario cuaresmal que acabamos de emprender. Que ella nos ayude a familiarizarnos «con la profundidad de la Redención, que se realiza en Cristo Jesús» (ib., 10). Amén.



SANTA MISA CON LAS COMUNIDADES DE LAS PARROQUIAS ROMANAS DE

San Maximiliano Kolbe en la vía Prenestina

San Patricio

Santa María Mediadora

Santa Margarita María Alacoque




Sala Pablo VI

Sábado 20 de marzo de 2004



1. "Alégrate..." (Antífona de entrada; cf. Is Is 66,10-11). La invitación a la alegría, que ha resonado al inicio de la celebración eucarística, expresa bien el clima que caracteriza esta liturgia. Hemos llegado al IV domingo de Cuaresma, tradicionalmente llamado domingo "Laetare" y, en cierto modo, ya gustamos anticipadamente el gozo espiritual de la Pascua.

La exhortación a alegrarse es aún más íntima y comprometedora al escuchar la narración evangélica, que vuelve a proponer la conmovedora parábola "del hijo pródigo" (cf. Lc Lc 15,1-3 Lc Lc 15,11-32). En el padre, que abraza de nuevo a su hijo "perdido", contemplamos el rostro de Dios bueno y misericordioso, siempre dispuesto a ofrecer a todos los hombres su perdón, fuente de serenidad y paz.

2. Abramos nuestro corazón a estas consoladoras palabras de salvación, amadísimos hermanos y hermanas de las parroquias de San Maximiliano Kolbe en la vía Prenestina, San Patricio, Santa Margarita María Alacoque y Santa María Mediadora. Os acojo a todos con afecto. Saludo al cardenal vicario, al que agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme haciéndose intérprete de los sentimientos de todos los presentes. Saludo al monseñor vicegerente, a vuestros celosos párrocos: don Duilio Colantoni, don Arnaldo D'Innocenzo, don Salvatore Uras y el padre Tomasz Porzycki, de la Sociedad de Cristo para los emigrantes polacos. Extiendo mi saludo a los sacerdotes y a los diáconos que colaboran con ellos, a los religiosos y a las religiosas presentes en algunas de vuestras parroquias: en particular, a los padres monfortanos, a las Hermanas de San Pablo de Chartres y a las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón. Os abrazo con afecto a todos vosotros, aquí presentes, y saludo en especial a los miembros de los consejos parroquiales, a los catequistas, a los componentes de los diversos grupos parroquiales y a los muchachos que asisten al catecismo.

Vuestras parroquias, situadas en la periferia este de Roma, están llamadas a un esfuerzo constante de evangelización. Me congratulo con cuantos, a pesar de la precariedad de las estructuras, frecuentan asiduamente los itinerarios de formación cristiana y de catequesis, se dedican al servicio litúrgico y de caridad con los hermanos necesitados, así como a la preparación de los jóvenes para el matrimonio y la vida familiar.

3. La presencia de la comunidad parroquial de Santa Margarita María Alacoque, en cuyo territorio se halla Tor Vergata, nos hace remontarnos idealmente al inolvidable encuentro de los jóvenes con ocasión de la Jornada mundial de la juventud, en el año 2000. En el centro de aquel memorable acontecimiento destacaba la cruz del Año santo de la Redención.

1647 Queridos jóvenes, haced de la cruz vuestro punto de referencia esencial. Sacad de Cristo crucificado y resucitado la valentía para evangelizar nuestro mundo, tan atormentado por divisiones, odios, guerras y terrorismo, pero con gran riqueza de recursos humanos y espirituales. Espero que vengáis en gran número, junto con vuestros coetáneos de Roma y del Lacio, a la cita del jueves 1 de abril en la plaza de San Pedro. Así, nos prepararemos para la Jornada mundial de la juventud, que este año se celebrará en las diversas diócesis el domingo de Ramos.

4. Os invito a mirar la cruz a todos vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, reunidos esta tarde para la sagrada eucaristía. Sed comunidades parroquiales abiertas y acogedoras. Entre vosotros viven numerosos fieles latinoamericanos y polacos. Que estos hermanos y hermanas nuestros se sientan amados como Cristo amó y sirvió a todo hombre y a toda mujer hasta el sacrificio de sí.
Este es el testimonio concreto de la fe, que toca el corazón incluso de los así llamados alejados.
5. "El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado" (
2Co 5,17). Amadísimos hermanos y hermanas, que esta certeza, recordada por el Apóstol en la segunda lectura, guíe vuestro camino.

Vivid en Cristo como criaturas nuevas. Así, se elevará de vuestro corazón un ferviente himno de alabanza y acción de gracias a Aquel que nos ha redimido con el sacrificio de la cruz.
María, presente con lágrimas en el Calvario, os obtenga el don de una verdadera conversión, preludio de la alegría sin fin prometida a los discípulos fieles de su Hijo divino. Amén.





MISA DE BEATIFICACIÓN DE CUATRO SIERVOS DE DIOS



Plaza de San Pedro

Domingo 21 de marzo de 2004



1. "El que es de Cristo es una criatura nueva" (2Co 5,17). Con estas palabras del apóstol san Pablo podemos resumir el mensaje de la liturgia de beatificación de hoy, que se inserta bien, a mitad del itinerario cuaresmal, en el domingo llamado "Laetare".

La segunda lectura y el evangelio forman como un himno a dos voces, en alabanza del amor de Dios, Padre misericordioso (cf. Lc Lc 15,11-32), que nos ha reconciliado en Cristo (cf. 2Co 5,17-21). Un himno que se hace llamamiento apremiante: "Reconciliaos con Dios" (2Co 5,20).
Esta invitación se apoya en la certeza de que el Señor nos ama. Amó a los israelitas, haciéndolos entrar en la tierra de Canaán, después del largo camino del Éxodo, como hemos escuchado en la primera lectura, impregnada de profunda nostalgia. La Pascua que celebraron "al atardecer, en la estepa de Jericó" (Jos 5,10) y los primeros meses que pasaron en la tierra prometida son para nosotros un símbolo elocuente de la fidelidad divina, que dona su paz al pueblo elegido, después de la triste experiencia de la esclavitud.

1648 2. Testigos singulares de la amorosa Providencia divina, que acompaña el camino de la humanidad, son los cuatro nuevos beatos que la Iglesia pone hoy ante nosotros: Luis Talamoni, Matilde del Sagrado Corazón Téllez Robles, Piedad de la Cruz Ortiz Real y María Cándida de la Eucaristía.
Sostenidos por una inquebrantable confianza en el Padre celestial, afrontaron las dificultades y las pruebas de la peregrinación terrena. Cristo fue siempre su apoyo y su consuelo en las circunstancias difíciles de la existencia. Así, experimentaron en sí mismos la gran verdad de que vivir en él significa convertirse en "criaturas nuevas" (cf.
2Co 5,17).

3. El sacerdote Luis Talamoni es fiel reflejo de la misericordia de Dios. El más ilustre de sus alumnos en el seminario de enseñanza secundaria de Monza, Achille Ratti, después Papa Pío XI, lo definió "por santidad de vida, luz de ciencia, grandeza de corazón, pericia de magisterio, ardor de apostolado y méritos civiles, honor de Monza, figura ilustre del clero ambrosiano, guía y padre de innumerables almas". El nuevo beato fue asiduo en el ministerio del confesonario y en el servicio a los pobres, a los presos y especialmente a los enfermos indigentes. Para todos es un ejemplo resplandeciente. Exhorto a contemplarlo sobre todo a los sacerdotes y a la congregación de las Religiosas de la Misericordia.

4. "El que es de Cristo es una criatura nueva" (2 Co 5, 17). Las palabras de san Pablo pueden aplicarse perfectamente a la madre Matilde Téllez Robles. Enamorada de Cristo, se entregó a él como verdadera discípula que encarna esa novedad. Esta mujer incansable y religiosa se consagró, desde una intensa vida de oración, a la transformación de la sociedad de su tiempo mediante la acogida de niñas huérfanas, la atención domiciliaria a enfermos, la promoción de la mujer trabajadora y la colaboración en las actividades eclesiales.

Profundamente devota de la Eucaristía, la contemplación de Jesús en el sacramento del altar la llevó a desear ser como el pan que se parte y reparte para todos. Esto es lo que enseñó también a sus religiosas, las Hijas de María Madre de la Iglesia. Su luminoso testimonio es una llamada a vivir en adoración a Dios y servicio a los hermanos, dos pilares fundamentales del compromiso cristiano.

5. La madre Piedad de la Cruz Ortiz, nacida en Bocairente y fundadora de las Salesianas del Sagrado Corazón en Alcantarilla (Murcia), es un maravilloso ejemplo de la reconciliación que nos propone san Pablo en la segunda lectura: "Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo" (2Co 5,19). Pero Dios pide la colaboración de los hombres para llevar a cabo su obra de reconciliación (cf. 2Co 5,19-20). La madre Piedad reunió a diversas jóvenes deseosas de mostrar a los humildes y a los pobres el amor del Padre providente manifestado en el Corazón de Jesús, dando así vida a una nueva familia religiosa. Modelo de virtudes cristianas y religiosas, enamorada de Cristo, de la Virgen María y de los pobres, nos deja el ejemplo de austeridad, oración y caridad hacia todos los necesitados.

6. "Criatura nueva" fue María Barba, que entregó toda su vida a Dios en el Carmelo, donde recibió el nombre de María Cándida de la Eucaristía. Fue auténtica mística de la Eucaristía; hizo de ella el centro unificador de toda su existencia, siguiendo la tradición carmelitana, en particular el ejemplo de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz.

Hasta tal punto se enamoró de Jesús Eucaristía, que sentía un constante y ardiente deseo de ser apóstol infatigable de la Eucaristía. Estoy seguro de que, desde el cielo, la beata María Cándida sigue ayudando a la Iglesia, para que crezca en el asombro y en el amor a este supremo misterio de nuestra fe.

7. "Laetare, Ierusalem", "Alégrate, Jerusalén" (Antífona de entrada).

La invitación a la alegría, que caracteriza esta liturgia, se amplifica gracias al don de los beatos Luis Talamoni, Matilde del Sagrado Corazón Téllez Robles, Piedad de la Cruz Ortiz Real y María Cándida de la Eucaristía. Ellos nos hacen saborear a nosotros, peregrinos en la tierra, el gozo del paraíso, y son para cada creyente testigos de consoladora esperanza.



B. Juan Pablo II Homilías 1640