B. Juan Pablo II Homilías 1648


SANTA MISA CON LAS COMUNIDADES DE LAS PARROQUIAS ROMANAS DE


San Juan de la Cruz


Santa Felicidad e Hijos Mártires


San Crisanto y Santa Daría




Sala Pablo VI , sábado 27 de marzo de 2004



1649 1. "Mirad que realizo algo nuevo" (Is 43,19).

El profeta Isaías nos invita a mirar la novedad que Dios quiere realizar en la historia de la salvación. Para el pueblo de Israel será la liberación de la esclavitud de Babilonia y el regreso a la patria. En cambio, para el pueblo de la nueva alianza será la liberación de la esclavitud del pecado, realizada por Cristo en su Pascua de muerte y resurrección.

Con esta conciencia, recorramos el último tramo del camino cuaresmal, impulsados por la liturgia a rechazar con decisión el mal y a acoger la gracia purificadora y renovadora de Dios. A esto nos exhorta el pasaje evangélico que acabamos de proclamar. En él, Cristo manifiesta su amor misericordioso, dispuesto a perdonar a la pecadora arrepentida y a darle una nueva esperanza de vida (cf. Jn Jn 8,1-11).

2. Amadísimos hermanos y hermanas de las parroquias San Juan de la Cruz, Santa Felicidad e Hijos Mártires, y San Crisanto y Santa Daría, os acojo de buen grado esta tarde para la celebración eucarística y os saludo de corazón a todos.

Dirijo un saludo y expreso mi agradecimiento al cardenal vicario, que ha querido trazar un cuadro ilustrativo de vuestras comunidades. Me alegra saludar, asimismo, al obispo auxiliar del sector norte, a vuestros queridos párrocos don Enrico Gemma, don Eusebio Mosca, de los padres vocacionistas, y don Albino Marin, a los vicarios parroquiales y a los sacerdotes que colaboran con ellos.

Saludo a las religiosas que trabajan y viven en el ámbito de vuestras parroquias, así como a las asociaciones, los grupos, los movimientos y los fieles comprometidos en la difusión del Evangelio. No quisiera olvidar a cuantos no han podido estar presentes y, de modo especial, a las personas solas, a los ancianos y a los enfermos. A todos y a cada uno dirijo mi afectuoso saludo.

3. Sé que os habéis preparado para este encuentro reflexionando sobre cuáles son para vosotros, en este momento, las prioridades pastorales y los desafíos apostólicos más urgentes e importantes. Con mucha razón habéis constatado que la promoción de una comunión fraterna entre todos los componentes parroquiales es una condición indispensable para un testimonio cristiano eficaz en el mundo de hoy. Una parroquia unida, dentro de la cual se respeta la diversidad de los ministerios y de los carismas, muestra su rostro de familia acogedora, impulsada únicamente por el deseo de anunciar y testimoniar el Evangelio. Proseguid por este camino, amadísimos hermanos y hermanas.

Me complace repetiros también a vosotros la invitación "Duc in altum!", que hice a toda la Iglesia con la carta apostólica Novo millennio ineunte al final del gran jubileo del año 2000. Remad mar adentro, interesándoos no sólo por los así llamados "cercanos", sino también por los que viven al margen de la fe.

4. En primer lugar, prestad atención particular a las familias y los jóvenes. Que el objetivo privilegiado de vuestra acción evangelizadora sea la pastoral juvenil, valorizando los Oratorios como lugar de formación humana, espiritual y eclesial de niños y jóvenes. En los Oratorios pueden encontrarse las diversas generaciones para favorecer la transmisión de la fe a los más jóvenes, que necesitan modelos de referencia sólidos.

Además, no os canséis de suscitar con la oración y el ejemplo vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada: la Iglesia de Roma necesita sacerdotes, religiosos y religiosas santos, hombres y mujeres consagrados total y gozosamente a Dios para el bien de su pueblo.

Por último, estad atentos a las necesidades espirituales y materiales de los hermanos cercanos y lejanos. A este respecto, os agradezco el compromiso que cada comunidad ha querido manifestarme hoy, es decir, adoptar un niño a distancia.

1650 5. Me vienen a la mente las palabras del apóstol san Pablo: "Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús" (Ph 3,8). San Pablo expresa así el cambio radical que se produjo en su vida: de perseguidor se convirtió en apóstol de los gentiles, totalmente "conquistado por Jesucristo" (cf. Flp Ph 3,12).

Amadísimos hermanos y hermanas, dejaos también vosotros "conquistar" por Cristo; que su palabra de salvación y su amor misericordioso penetren en vuestra conciencia y os orienten en las opciones de cada día.

María, fiel hasta el final a la misión que Dios le confió, os ayude a adheriros sin titubeos a Cristo, para ser sus testigos creíbles entre la gente del barrio. El Evangelio os necesita también a vosotros para llegar a las innumerables personas que lo esperan, quizá sin saberlo. Cristo cuenta con vosotros. No lo defraudéis.



MISA DEL DOMINGO DE RAMOS

XIX JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD



Domingo 4 de abril de 2004



1. "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!" (Lc 19,38).

Con estas palabras, la población de Jerusalén acogió a Jesús en su entrada en la ciudad santa, aclamándolo como rey de Israel. Sin embargo, algunos días más tarde, la misma multitud lo rechazará con gritos hostiles: "¡Que lo crucifiquen, que lo crucifiquen!" (Lc 23,21). La liturgia del domingo de Ramos nos hace revivir estos dos momentos de la última semana de la vida terrena de Jesús. Nos sumerge en aquella multitud tan voluble, que en pocos días pasó del entusiasmo alegre al desprecio homicida.

2. En el clima de alegría, velado de tristeza, que caracteriza el domingo de Ramos, celebramos la XIX Jornada mundial de la juventud. Este año tiene por tema: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21), la petición que dirigieron a los Apóstoles "algunos griegos" (Jn 12,20) que habían acudido a Jerusalén para la fiesta de Pascua.

Ante la multitud que se había congregado para escucharlo, Cristo proclamó: "Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). Así pues, esta es su respuesta: todos los que buscan al Hijo del hombre, lo verán, en la fiesta de Pascua, como verdadero Cordero inmolado por la salvación del mundo.

En la cruz, Jesús muere por cada uno y cada una de nosotros. Por eso, la cruz es el signo más grande y elocuente de su amor misericordioso, el único signo de salvación para todas las generaciones y para la humanidad entera.

3. Hace veinte años, al concluir el Año santo de la redención, entregué a los jóvenes la gran cruz de aquel jubileo. En aquella ocasión, los exhorté a ser discípulos fieles de Cristo, Rey crucificado, que "se nos presenta como Aquel que (...) libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia" (Redemptor hominis ).

Desde entonces, la cruz sigue recorriendo numerosos países, como preparación para las Jornadas mundiales de la juventud. Durante sus peregrinaciones, ha recorrido los continentes: como antorcha que pasa de mano en mano, ha sido transportada de un país a otro; se ha convertido en el signo luminoso de la confianza que impulsa a las jóvenes generaciones del tercer milenio. Hoy se encuentra en Berlín.

1651 4. Queridos jóvenes, celebrando el vigésimo aniversario del inicio de esta extraordinaria aventura espiritual, permitidme que os renueve la misma consigna de entonces: "Os confío la cruz de Cristo. Llevadla por el mundo como señal del amor de nuestro Señor Jesucristo a la humanidad, y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado está la salvación y la redención" (Clausura del Año jubilar de la Redención, 22 de abril de 1984: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de abril de 1984, p. 12).

Ciertamente, el mensaje que la cruz comunica no es fácil de comprender en nuestra época, en la que se proponen y buscan como valores prioritarios el bienestar material y las comodidades. Pero vosotros, queridos jóvenes, ¡no tengáis miedo de proclamar en toda circunstancia el evangelio de la cruz! ¡No tengáis miedo de ir contra corriente!

5. "Cristo... se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó" (
Ph 2,6 Ph 2,8-9). El admirable himno de la carta de san Pablo a los Filipenses acaba de recordarnos que la cruz tiene dos aspectos inseparables: es, al mismo tiempo, dolorosa y gloriosa. El sufrimiento y la humillación de la muerte de Jesús están íntimamente unidos a la exaltación y a la gloria de su resurrección.

Queridos hermanos y hermanas; amadísimos jóvenes, tened siempre presente esta consoladora verdad. La pasión y la resurrección de Cristo constituyen el centro de nuestra fe y nuestro apoyo en las inevitables pruebas diarias.

María, la Virgen de los Dolores y testigo silenciosa del gozo de la Resurrección, os ayude a seguir a Cristo crucificado y a descubrir en el misterio de la cruz el sentido pleno de la vida.

¡Alabado sea Jesucristo!



SANTA MISA CRISMAL


Jueves santo, 8 de abril de 2004

1. "Pontífice de la alianza nueva y eterna". Así se nos presenta Jesús, de modo singular, en esta santa misa Crismal, que manifiesta el profundo vínculo que existe entre la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. Cristo es el sumo sacerdote de la nueva alianza, que anunció ya el profeta del exilio babilónico (cf. Is Is 61,1-3). En él se cumple la antigua profecía, como él mismo proclama en la sinagoga de Nazaret, precisamente al iniciar su vida pública (cf. Lc Lc 4,21). El Mesías prometido, el "Ungido del Señor", llevará a cabo en la cruz la liberación definitiva de los hombres de la antigua esclavitud del maligno. Y, resucitando al tercer día, inaugurará la vida que ya no conoce la muerte.


2. "Hoy se cumple esta Escritura" (Lc 4,21). El "hoy" evangélico se renueva, de manera singular, en esta misa Crismal, que constituye un auténtico preludio del Triduo pascual. Si la misa in cena Domini subraya el misterio de la Eucaristía y la entrega del mandamiento nuevo del amor, la que estamos celebrando, llamada misa Crismal, destaca el don del sacerdocio ministerial.
En la Carta a los sacerdotes que, precisamente con ocasión del Jueves santo, les he dirigido, he querido reafirmar esa íntima unidad que existe entre Eucaristía y sacerdocio. La Eucaristía y el sacerdocio son "dos sacramentos que nacieron juntos y que están indisolublemente unidos hasta el fin del mundo" (n. 3).

3. Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, os saludo a todos con afecto y os agradezco vuestra numerosa presencia y vuestra devota participación. Dentro de poco renovaremos las promesas sacerdotales, dando gracias a Dios por el don de nuestro sacerdocio. Al mismo tiempo, renovaremos el firme propósito de ser imagen cada vez más fiel de Cristo, sumo sacerdote. Él, buen Pastor, nos llama a seguir su ejemplo y a ofrecer día tras día la vida por la salvación de la grey que ha encomendado a nuestra solicitud.

1652 ¿Cómo no volver, con el pensamiento colmado de emoción, al entusiasmo del primer "sí", que pronunciamos el día de la ordenación sacerdotal? "¡Presente!", respondimos a Cristo, que nos llamaba a trabajar por su reino. "¡Presente!", debemos repetir cada día, conscientes de que hemos sido enviados a servir, con un título especial, in persona Christi, a la comunidad de los salvados.

Es realmente extraordinario el "don y misterio" que hemos recibido. La experiencia diaria nos enseña que es necesario conservarlo, gracias a una indefectible adhesión a Cristo, alimentada con una oración constante. El pueblo cristiano quiere vernos, ante todo, como "hombres de oración". Quienes se encuentren con nosotros deben poder experimentar, tanto en nuestras palabras como en nuestra conducta, el amor fiel y misericordioso de Dios.

4. Queridos hermanos y hermanas, para esta misa Crismal el pueblo cristiano se reúne, en cada diócesis, en torno a su obispo y a todo el presbiterio. Se trata de una celebración solemne y significativa, durante la cual se bendicen el santo crisma y los óleos de los enfermos y de los catecúmenos. Este rito invita a contemplar a Cristo, que asumió nuestra fragilidad humana y la hizo instrumento de salvación universal. A imagen suya, todos los creyentes, llenos de la unción del Espíritu Santo, son "consagrados" para convertirse en sacrificio agradable a Dios.

La Virgen María, Madre de Cristo sumo sacerdote, que cooperó íntimamente en la obra de la redención, nos ayude a los sacerdotes a reproducir de forma cada vez más fiel, en nuestra existencia y en nuestro servicio eclesial, la imagen de su hijo Jesús. Que ella ayude a todos los cristianos a tomar cada vez mayor conciencia de la vocación a la que ha llamado a cada uno, para que la Iglesia, alimentada con la Palabra y santificada por los sacramentos, siga cumpliendo con plenitud su misión en el mundo.



SANTA MISA "IN CENA DOMINI"


Basílica de San Pedro, Jueves santo 8 de abril de 2004



1. "Los amó hasta el extremo" (Jn 13,1).

Antes de celebrar la última Pascua con sus discípulos, Jesús les lavó los pies. Con un gesto que normalmente correspondía a los esclavos, quiso grabar en la mente de los Apóstoles el sentido de lo que sucedería poco después.

En efecto, la pasión y la muerte constituyen el servicio de amor fundamental con el que el Hijo de Dios libró a la humanidad del pecado. Al mismo tiempo, la pasión y la muerte de Cristo revelan el sentido profundo del nuevo mandamiento que dio a los Apóstoles: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 13,34).

2. "Haced esto en conmemoración mía" (1Co 11,24 1Co 11,25), dijo dos veces, distribuyendo el pan convertido en su Cuerpo y el vino convertido en su Sangre. "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis" (Jn 13,15), había recomendado poco antes, tras haber lavado los pies a los Apóstoles. Así pues, los cristianos saben que deben "hacer memoria" de su Maestro prestándose recíprocamente el servicio de la caridad: "lavarse los pies unos a otros". En particular, saben que deben recordar a Jesús repitiendo el "memorial" de la Cena con el pan y el vino consagrados por el ministro, el cual repite sobre ellos las palabras pronunciadas en aquella ocasión por Cristo.

Esto lo comenzó a hacer la comunidad cristiana desde los inicios, como hemos escuchado en el testimonio de san Pablo: "Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Co 11, 26).

3. Por consiguiente, la Eucaristía es memorial en sentido pleno: el pan y el vino, por la acción del Espíritu Santo, se convierten realmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que se entrega para ser alimento del hombre en su peregrinación terrena. La misma lógica de amor motiva la encarnación del Verbo en el seno de María y su presencia en la Eucaristía. Es el ágape, la cáritas, el amor, en el sentido más hermoso y puro. Jesús pidió insistentemente a sus discípulos que permanecieran en este amor suyo (cf. Jn Jn 15,9).

1653 Para mantenerse fieles a esta consigna, para permanecer en él como sarmientos unidos a la vid, para amar como él amó, es necesario alimentarse de su Cuerpo y de su Sangre. Al decir a los Apóstoles: "Haced esto en conmemoración mía", el Señor unió la Iglesia al memorial vivo de su Pascua. Aun siendo el único sacerdote de la nueva alianza, quiso tener necesidad de hombres que, consagrados por el Espíritu Santo, actuaran en íntima unión con su Persona, distribuyendo el Pan de vida.

4. Por eso, a la vez que fijamos nuestra mirada en Cristo que instituye la Eucaristía, tomemos nuevamente conciencia de la importancia de los presbíteros en la Iglesia y de su unión con el Sacramento eucarístico. En la Carta que he escrito a los sacerdotes para este día santo he querido repetir que el Sacramento del altar es don y misterio, que el sacerdocio es don y misterio, pues ambos brotaron del Corazón de Cristo durante la última Cena.

Sólo una Iglesia enamorada de la Eucaristía engendra, a su vez, santas y numerosas vocaciones sacerdotales. Y lo hace mediante la oración y el testimonio de santidad, dado especialmente a las nuevas generaciones.

5. En la escuela de María, "mujer eucarística", adoremos a Jesús realmente presente en las humildes especies del pan y del vino. Supliquémosle que no cese de llamar al servicio del altar a sacerdotes según su corazón.

Pidamos al Señor que nunca falte al pueblo de Dios el Pan que lo sostenga a lo largo de su peregrinación terrena. Que la Virgen santísima nos ayude a redescubrir con asombro que toda la vida cristiana está unida al mysterium fidei, que celebramos solemnemente esta tarde.



VIGILIA PASCUAL


Sábado, 10 de abril de 2004

1. "Esta misma noche será una noche de guardia en honor del Señor... por todas las generaciones" (Ex 12,42).


En esta noche santa celebramos la vigilia Pascual, la primera, más aún, la "madre" de todas la vigilias del año litúrgico. En ella, como canta varias veces el Pregón, se recorre el camino de la humanidad, desde la creación hasta el acontecimiento culminante de la salvación, que es la muerte y resurrección de Cristo.

La luz de Aquél que "resucitó de entre los muertos: el primero de todos " (1Co 15,20) vuelve "clara como el día" (cf. Sal Ps 138,12) esta noche memorable, considerada justamente el "corazón" del año litúrgico. En esta noche la Iglesia entera vela y medita las etapas importantes del la intervención salvífica de Dios en el universo.

2. "Una noche de guardia en honor del Señor". Doble es el significado de la solemne Vigilia Pascual, tan rica de símbolos acompañados de una extraordinaria abundancia de textos bíblicos. Por un lado, es memoria orante de las mirabilia Dei, recordando la páginas principales de la Sagrada Escritura: la creación, el sacrificio de Isaac, el paso del Mar Rojo y la promesa de la nueva Alianza.

Por otra parte, esta vigilia sugestiva es espera confiada del pleno cumplimiento de las antiguas promesas. La memoria de la acción de Dios culmina en la resurrección de Cristo y se proyecta hacia el acontecimiento escatológico de la parusía. Vislumbramos así, en esta noche pascual, el alba del día que no se acaba, el día de Cristo resucitado, que inaugura la vida nueva, "un cielo nuevo y una tierra nueva" (2P 3,13 cf. Is Is 65,17 Is 66,22 Ap 21,1).

1654 3. Desde el principio, la comunidad cristiana puso la celebración del Bautismo en el contexto de la Vigilia de Pascua. Aquí también, esta noche, algunos catecúmenos, sumergidos con Jesús en su muerte, resucitarán con Él a la vida inmortal. Se renueva así el prodigio del misterioso renacimiento espiritual, operado por el Espíritu Santo, que incorpora los neófitos al pueblo de la nueva y definitiva Alianza ratificada por la muerte y resurrección de Cristo.

Saludo con particular afecto a cada uno de vosotros, queridos hermanos y hermanas, que os preparáis para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Vosotros venís de Italia, de Togo y del Japón: vuestro origen pone de manifiesto la universalidad de la llamada a la salvación y la gratuidad del don de la fe. Junto con vosotros, saludo a vuestras familias, amigos y a cuantos han colaborado en vuestra preparación.

Gracias al Bautismo entraréis a formar parte de la Iglesia, que es un gran pueblo en camino, sin fronteras de raza, lengua y cultura; un pueblo llamado a la fe a partir de Abraham y destinado a ser bendición entre todas las naciones de la tierra (cf. Gn
Gn 12,1-3). Permaneced fieles a Aquél que os ha elegido y entregad a Él con generosa disponibilidad toda vuestra existencia.

4. Junto con aquéllos que dentro de poco serán bautizados, la liturgia invita a todos nosotros aquí presentes a renovar las promesas de nuestro Bautismo. El Señor nos pide que le renovemos la expresión de nuestra plena docilidad y de la total entrega al servicio del Evangelio.

¡Queridos hermanos y hermanas! Si esta misión a veces os puede parecer difícil, recordad las palabras del Resucitado: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Convencidos de su presencia, no temeréis entonces ninguna dificultad ni obstáculo alguno. Su Palabra os iluminará; su Cuerpo y su Sangre serán vuestro alimento y apoyo en el camino cotidiano hacia la eternidad.

Junto a cada uno de vosotros estará siempre María, como estuvo presente entre los Apóstoles, temerosos y desorientados en el momento de la prueba. Teniendo su misma fe Ella os mostrará, más allá de la noche del mundo, la aurora gloriosa de la resurrección. Amén.



CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN DE SEIS SIERVOS DE DIOS

HOMILÍA DEL SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Plaza de San Pedro

Domingo 25 de abril de 2004



1. "Sabían bien que era el Señor" (Jn 21,12): así expresa el evangelista san Juan la reacción de alegría de los discípulos al reconocer al Señor resucitado. Jesús se les manifiesta después de una noche de duro e infructuoso trabajo en el lago de Tiberíades. Confiando en su palabra, echan la red en el agua y sacan a la orilla una "multitud de peces" (Jn 21,6).

Como los Apóstoles, también nosotros quedamos asombrados ante la riqueza de las maravillas que Dios realiza en el corazón de los que confían en él. Durante esta celebración eucarística contemplamos lo que realizó en seis nuevos beatos: en el presbítero Augusto Czartoryski; en cuatro religiosas: Laura Montoya, María Guadalupe García Zavala, Nemesia Valle y Eusebia Palomino Yenes; y en una laica: Alejandrina María da Costa. Son ejemplos elocuentes de cómo el Señor transforma la existencia de los creyentes, cuando uno se fía de él.

2. "¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor. (...) Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa" (Ps 84,2 Ps 84,11). El beato Augusto Czartoryski escribió estas palabras del Salmo como lema de su vida en el recordatorio de su primera misa. En ellas se encierra el embelesamiento de un hombre que, siguiendo la voz de la llamada, descubre la belleza del ministerio sacerdotal. Resuena en ellas el eco de las diversas opciones que debe hacer todo aquel que descubre la voluntad de Dios y desea cumplirla. Augusto Czartoryski, joven príncipe, elaboró un método eficaz de discernimiento de los designios divinos.
1655 En la oración presentaba a Dios todos sus interrogantes y dudas, y luego, con espíritu de obediencia, seguía los consejos de sus directores espirituales. Así descubrió su vocación a llevar una vida pobre para servir a los más humildes. Ese mismo método le permitió hacer durante toda su vida unas opciones con las que -como podríamos decir hoy- realizó de modo heroico los designios de la Providencia divina.

Quiero proponer el ejemplo de su santidad sobre todo a los jóvenes, que hoy buscan el modo de descubrir la voluntad de Dios para su vida y desean proceder cada día fielmente, según la Palabra divina. Queridos jóvenes amigos, aprended del beato Augusto a pedir ardientemente en la oración la luz del Espíritu Santo y directores espirituales sabios, a fin de que conozcáis el plan divino para vuestra vida y podáis avanzar siempre por el camino de la santidad.

3. "Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús" (
Jn 21,4). Es una posibilidad para el hombre no conocer al Señor, a pesar de múltiples manifestaciones a lo largo de la historia. La madre Laura Montoya, viendo cómo tantos indígenas, lejos de los centros urbanos, vivían desconociendo a Dios, se decidió a fundar la congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, para llevar la luz del Evangelio a los habitantes de las selvas.

Esta beata colombiana se sintió madre espiritual de los indígenas, a los que quiso mostrar el amor de Dios. Sus tiempos no fueron fáciles, pues las tensiones sociales ensangrentaban también entonces su noble patria. Inspirándonos en su mensaje pacificador, le pedimos hoy que la amada Colombia goce pronto de paz, de justicia y de progreso integral.

4. En el evangelio hemos escuchado la triple pregunta de Jesús a Pedro: "¿Me amas?". Esta misma pregunta Cristo la dirige a los hombres y mujeres de todas las épocas. Los cristianos deben responder con firmeza y prontitud a los proyectos que él tiene sobre cada uno. Así sucedió en la vida de la beata Guadalupe García Zavala, mexicana, que, renunciando al matrimonio, se dedicó al servicio de los más pobres, necesitados y enfermos, y fundó por eso la congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres.

Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia. De este modo vivió el lema que dejó a sus hijas: "Caridad hasta el sacrificio y constancia hasta la muerte".

5. "Manifestar el amor de Dios a los humildes, a los pobres, a todo hombre, en toda la tierra": este fue el compromiso de la beata Nemesia Valle durante toda su vida. Deja esta enseñanza particularmente a sus hermanas, las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, así como a los fieles de la archidiócesis de Turín. Es el ejemplo de una santidad luminosa, que tiende a las elevadas cumbres de la perfección evangélica, y que se traduce en los gestos sencillos de la vida diaria entregada totalmente por Dios.

La nueva beata sigue repitiéndonos a todos: "La santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer cosas grandes. (...) Santo es quien se consume en su lugar, cada día, por el Señor".

6. El Señor dice a Pedro de manera decidida y tajante: "Sígueme". También sor Eusebia Palomino, de las Hijas de María Auxiliadora, oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de una intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria. Como buena salesiana, estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba, fiel a la máxima salesiana del "da mihi animas, caetera tolle".

Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, sor Eusebia Palomino Yenes traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo.

7. "¿Me amas?", pregunta Jesús a Simón Pedro. Este responde: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero". La vida de la beata Alejandrina María da Costa puede resumirse en este diálogo de amor. Impregnada y abrasada por estos deseos de amor, no quiso negar nada a su Salvador: con voluntad fuerte, lo acepta todo para mostrar que lo ama. Esposa de sangre, revive místicamente la pasión de Cristo y se ofrece como víctima por los pecadores, recibiendo la fuerza de la Eucaristía, que se convierte en el único alimento de sus últimos trece años de vida.

1656 En el ejemplo de la beata Alejandrina, expresado en la trilogía "sufrir, amar y reparar", los cristianos pueden encontrar estímulo y motivación para ennoblecer todo lo que la vida tiene de doloroso y triste con la mayor prueba de amor: sacrificar la vida por quien se ama.

8. "Sí, Señor, tú sabes que te quiero" (
Jn 21,15). Como Pedro, como los Apóstoles a orillas del lago de Tiberíades, también estos nuevos beatos hicieron suya, llevándola hasta sus últimas consecuencias, esta sencilla pero incisiva profesión de fe y amor. El amor a Cristo es el secreto de la santidad.

Amadísimos hermanos y hermanas, sigamos el ejemplo de estos beatos. Como ellos, demos un testimonio coherente de fe y de amor en la presencia viva y operante del Resucitado.





MISA DE ORDENACIONES SACERDOTALES



Basílica de San Pedro

Domingo del Buen Pastor, 2 de mayo de 2004

1. "Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas... Aleluya" (Antífona de comunión).

La liturgia nos invita hoy a fijar la mirada en Cristo, buen pastor. Agnus redemit oves, canta la Secuencia de Pascua: "El Cordero ha redimido a su grey". El Hijo unigénito del Padre, el buen pastor de la humanidad, muerto en la cruz, resucitó al tercer día.

Esta es la buena nueva que los Apóstoles llevaron a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, animados por la fuerza del Espíritu Santo (cf. Lc Lc 24,47-49). Es la buena nueva que sigue resonando al inicio del tercer milenio. De la mirada llena de compasión de Cristo, buen pastor resucitado, brota en la Iglesia el don y el misterio de la vocación al ministerio pastoral.

2. Amadísimos diáconos, que dentro de poco seréis ordenados presbíteros, de esta misma mirada de amor ha brotado vuestra llamada al sacerdocio. Os acojo con afecto y os saludo a cada uno. Saludo al cardenal vicario, al monseñor vicegerente y a los miembros del consejo episcopal diocesano. Saludo a los rectores y superiores del Pontificio Seminario Romano mayor, del seminario diocesano Redemptoris Mater, del Almo Colegio Capránica y de los Oblatos Hijos de la Virgen del Amor Divino, que se han encargado de vuestra formación. Saludo al cardenal Andrzej Maria Deskur y a los formadores de la "Fraternidad sacerdotal de los Hijos de la Cruz"; asímismo, saludo y doy las gracias a los superiores y formadores del Pontificio Instituto para las misiones extranjeras.

Deseo dar vivamente las gracias a vuestras familias, a los sacerdotes que se han dedicado a la formación y al crecimiento de vuestra fe, y a cuantos, juntamente con vuestras comunidades parroquiales y las realidades eclesiales a las que pertenecéis, os han ayudado a descubrir el "don y misterio" de vuestra vocación, y a decir sí a la llamada del Señor.

3. Sois sacerdotes en una época en la que, también aquí en Roma, fuertes tendencias culturales quieren hacer que la gente olvide a Dios, sobre todo los jóvenes y las familias. Pero no tengáis miedo: Dios estará siempre con vosotros. Con su ayuda, podréis recorrer los caminos que conducen al corazón de cada hombre, y anunciarle que el buen Pastor dio la vida por él y quiere que participe en su misterio de amor y salvación. Sin embargo, para llevar a cabo esta obra tan necesaria, es preciso que Jesús sea siempre el centro de vuestra vida y que permanezcáis en íntima unión con él mediante la oración, la meditación personal diaria, la fidelidad a la liturgia de las Horas y, sobre todo, la celebración devota y diaria de la Eucaristía. Si estáis llenos de Dios, seréis verdaderos apóstoles de la nueva evangelización, porque nadie da lo que no lleva en su corazón. María, la dulce Madre del buen Pastor, por la cual os invito a sentir siempre una devoción filial, os acompañe y vele constantemente sobre vosotros. Amén.





MISA DE CANONIZACIÓN DE SEIS BEATOS



1657

VI domingo de Pascua, 16 de mayo de 2004



1. "Mi paz os doy" (Jn 14,27). En el tiempo pascual escuchamos a menudo esta promesa de Jesús a sus discípulos. La verdadera paz es fruto de la victoria de Cristo sobre el poder del mal, del pecado y de la muerte. Los que lo siguen fielmente se convierten en testigos y constructores de su paz.

Bajo esta luz me complace contemplar a los seis nuevos santos, que la Iglesia presenta hoy a la veneración universal: Luis Orione, Aníbal María di Francia, José Manyanet y Vives, Nimatullah Kassab Al-Hardini, Paula Isabel Cerioli y Gianna Beretta Molla.

2. "Hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo" (Ac 15,26). Estas palabras de los Hechos de los Apóstoles pueden aplicarse bien a san Luis Orione, hombre totalmente entregado a la causa de Cristo y de su reino. Sufrimientos físicos y morales, fatigas, dificultades, incomprensiones y todo tipo de obstáculos marcaron su ministerio apostólico. "A Cristo, la Iglesia y las almas -decía- se los ama y sirve en la cruz y crucificados, o no se los ama y sirve" (Escritos, 68, 81).

El corazón de este estratega de la caridad "no conoció confines, porque estaba dilatado por la caridad de Cristo" (ib., 102, 32). El celo por Cristo fue el alma de su vida intrépida, el impulso interior de un altruismo sin reservas y el manantial siempre fresco de una esperanza indestructible.
Este humilde hijo de un empedrador proclama que "sólo la caridad salvará al mundo" (ib., 62, 13) y repite a todos que "la perfecta alegría está sólo en la entrega perfecta de sí a Dios y a los hombres, a todos los hombres" (ib.).

3. "El que me ama guardará mi palabra" (Jn 14,23). En estas palabras evangélicas vemos delineado el perfil espiritual de Aníbal María di Francia, a quien el amor al Señor impulsó a dedicar toda su vida al bien espiritual del prójimo. Desde esta perspectiva, sintió sobre todo la urgencia de realizar el mandato evangélico: "Rogate ergo...", "Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,38).

A los padres Rogacionistas y a las religiosas Hijas del Divino Celo les encomendó la misión de trabajar con todas sus fuerzas para que la oración por las vocaciones fuera "incesante y universal". El padre Aníbal María di Francia dirige esta misma invitación a los jóvenes de nuestro tiempo, sintetizándola en su exhortación habitual: "Enamoraos de Jesucristo".

De esta providencial intuición ha surgido en la Iglesia un gran movimiento de oración por las vocaciones. Deseo de corazón que el ejemplo del padre Aníbal María di Francia guíe y sostenga también en nuestro tiempo esta acción pastoral.

4. "El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14,26). Desde el principio el Paráclito ha suscitado hombres y mujeres que han recordado y difundido la verdad revelada por Jesús. Uno de estos fue san José Manyanet, verdadero apóstol de la familia. Inspirándose en la escuela de Nazaret, realizó su proyecto de santidad personal y se dedicó, con entrega heroica, a la misión que el Espíritu le confiaba. Para ello fundó dos congregaciones religiosas. Un símbolo visible de su anhelo apostólico es también el templo de la Sagrada Familia de Barcelona.

Que san José Manyanet bendiga a todas las familias y os ayude a llevar los ejemplos de la Sagrada Familia a vuestros hogares.


B. Juan Pablo II Homilías 1648