B. Juan Pablo II Homilías 1685

2005



SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

XXXVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ



Sábado 1 de enero de 2005



1. "¡Salve, Madre santa!, Virgen Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos" (Antífona de entrada).

En el primer día del año, la Iglesia se reúne en oración ante el icono de la Madre de Dios, y honra con alegría a aquella que dio al mundo el fruto de su vientre, Jesús, el "Príncipe de la paz" (Is 9,5).

2. Ya es tradición consolidada celebrar en este mismo día la Jornada mundial de la paz. En esta ocasión, me alegra expresar mi más cordial felicitación a los ilustres embajadores del Cuerpo diplomático ante la Santa Sede. Dirijo un saludo especial a los embajadores de los países particularmente afectados durante estos días por el enorme cataclismo que se abatió sobre ellos.

Mi saludo se extiende con gratitud a los miembros de la Secretaría de Estado, encabezados por el cardenal Angelo Sodano, así como a los miembros del Consejo pontificio Justicia y paz, y en particular a su presidente, el cardenal Renato Martino.

1686 3. La Jornada mundial de la paz constituye una invitación a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad a renovar su firme compromiso de construir la paz. Esto supone la acogida de una exigencia moral fundamental, expresada muy bien en las palabras de san Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien" (Rm 12,21).

Ante las numerosas manifestaciones del mal, que por desgracia hieren a la familia humana, la exigencia prioritaria es promover la paz utilizando medios coherentes, dando importancia al diálogo, a las obras de justicia, y educando para el perdón (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2005, n. 1).

4. Vencer el mal con las armas del amor es el modo como cada uno puede contribuir a la paz de todos. A lo largo de esta senda están llamados a caminar tanto los cristianos como los creyentes de las diversas religiones, juntamente con cuantos se reconocen en la ley moral universal.

Amadísimos hermanos y hermanas, promover la paz en la tierra es nuestra misión común.

Que la Virgen María nos ayude a realizar las palabras del Señor: "Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9).

¡Feliz año nuevo a todos!

¡Alabado sea Jesucristo!





EN EL FUNERAL DEL CARDENAL JAN PIETER SCHOTTE, c.i.c.m


Basílica de San Pedro

Viernes 14 de enero de 2005



1. "Bienaventurados los que trabajan por la paz..." (Mt 5,9). Las palabras de Cristo nos iluminan y consuelan en esta ceremonia fúnebre, con la que nos despedimos de nuestro venerado hermano el querido cardenal Jan Pieter Schotte.

Él fue un hombre de paz. Para él el valor de la paz fue uno de los puntos fundamentales de su largo e intenso servicio a la Iglesia universal y, en particular, a la Santa Sede. Estaba tan convencido de que el cristiano debe testimoniar la paz, que eligió como lema episcopal: "Parare viam Domino pacis" (Preparar el camino al Señor de la paz). En este lema se percibe la referencia a san Juan Bautista, patrono de la Congregación del Corazón Inmaculado de María, a la que pertenecía.
1687 En efecto, la misión del Bautista fue "preparar los caminos al Señor" (cf. Lc Lc 1,76). El cardenal Schotte quiso añadir la mención explícita de la paz, poniéndola junto al nombre del Señor -"Parare viam Domino pacis"-, para poner de relieve que sólo acogiendo a Cristo y su Evangelio se puede alcanzar la paz verdadera (cf. Sb Sg 3,3).

2. Después de desempeñar importantes funciones en el seno de su familia religiosa, el difunto cardenal, durante más de treinta años, puso generosa e incansablemente a disposición de la Curia romana sus múltiples dotes de inteligencia, humanidad y espiritualidad, ocupando diversos cargos. Pienso en el trabajo que realizó primero en la Secretaría de Estado, después en la Comisión pontificia "Iustitia et pax", de la que lo llamé, luego, a desempeñar el cargo de secretario general del Sínodo de los obispos. Por lo demás, no puedo olvidar la labor que llevó a cabo como presidente de la Oficina para los asuntos laborales de la Sede apostólica.

Artífice incansable de comunión, colaboró activamente en la solicitud pastoral universal del Sucesor de Pedro.

3. Recordamos a este querido y venerado hermano nuestro como testigo del amor que proviene de Dios y constituye el fundamento de la unidad de la Iglesia (cf. 1Jn 3,14-16). Nos consuela la esperanza de que ya está contemplando cara a cara al "Señor de la paz", a quien tanto amó y sirvió generosamente durante su vida.

Que Dios misericordioso lo acoja en su reino de paz. Que la Virgen Inmaculada lo acompañe a recibir el premio prometido a los siervos buenos y fieles del Evangelio. Amén.









B. Juan Pablo II Homilías 1685