Pacem in terris ES 166

Es necesario orar por la paz

166 Las ensenanzas que hemos expuesto sobre los problemas que en la actualidad preocupan tan profundamente a la humanidad, y que tan estrecha conexion guardan con el progreso de la sociedad, nos las ha dictado el profundo anhelo del que sabemos participan ardientemente todos los hombres de buena voluntad; esto es, la consolidacion de la paz en el mundo.


167 Como vicario, aunque indigno, de Aquel a quien el anuncio profético proclamo Principe de la Paz[70], consideramos deber nuestro consagrar todos nuestros pensamientos, preocupaciones y energias a procurar este bien comun universal. Pero la paz sera palabra vacia mientras no se funde sobre el orden cuyas lineas fundamentales, movidos por una gran esperanza, hemos como esbozado en esta nuestra enciclica: un orden basado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y, finalmente, realizado bajo los auspicios de la libertad.

[70] Cf.
Is 9,6.


168 Débese, sin embargo, tener en cuenta que la grandeza y la sublimidad de esta empresa son tales, que su realizacion no puede en modo alguno obtenerse por las solas fuerzas naturales del hombre, aunque esté movido por una buena y loable voluntad. Para que la sociedad humana constituya un reflejo lo mas perfecto posible del reino de Dios, es de todo punto necesario el auxilio sobrenatural del cielo.


169 Exige, por tanto, la propia realidad que en estos dias santos nos dirijamos con preces suplicantes a Aquel que con sus dolorosos tormentos y con su muerte no solo borro los pecados, fuente principal de todas las divisiones, miserias y desigualdades, sino que, ademas, con el derramamiento de su sangre, reconcilio al género humano con su Padre celestial, aportandole los dones de la paz: Pues El es nuestra Paz, que hizo de los pueblos uno... Y viniendo nos anuncio la paz a los de lejos y la paz a los de cerca[71].

[71]
Ep 2,14-17


170 En la sagrada liturgia de estos dias resuena el mismo anuncio: Cristo resucitado, presentandose en medio de sus discipulos, les saludo diciendo: "La paz sea con vosotros. Aleluya". Y los discipulos se gozaron viendo al Senor[72]. Cristo, pues, nos ha traido la paz, nos ha dejado la paz: La paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da os la doy yo[73]./p>

[72] Responsorio de maitines del viernes de la semana de Pascua.
[73]
Jn 14,27.


171 Pidamos, pues, con instantes suplicas al divino Redentor esta paz que El mismo nos trajo. Que El borre de los hombres cuanto pueda poner en peligro esta paz y convierta a todos en testigos de la verdad, de la justicia y del amor fraterno. Que El ilumine también con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que les procuran una digna prosperidad, aseguren a sus compatriotas el don hermosisimo de la paz. Que, finalmente, Cristo encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrecharlos vinculos de la mutua caridad, para fomentar la reciproca comprension, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz.


172
Por ultimo, deseando, venerables hermanos, que esta paz penetre en la grey que os ha sido confiada, para beneficio, sobre todo, de los mas humildes, que necesitan ayuda y defensa, a vosotros, a los sacerdotes de ambos cleros, a los religiosos y a las virgenes consagradas a Dios, a todos los fieles cristianos y nominalmente a aquellos que secundan con entusiasmo estas nuestras exhortaciones, impartimos con todo afecto en el Senor la bendicion apostolica. Para todos los hombres de buena voluntad, a quienes va también dirigida esta nuestra enciclica, imploramos de Dios salud y prosperidad.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el dia de jueves Santo, 11 de abril del ano 1963, quinto de nuestro pontificado.

IOANNES PP. XXIII







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