Pio XII Summi Pontificatus 52


El Estado y el orden internacional

53 53. La concepcion que atribuye al Estado un poder casi infinito, no solo es, venerables hermanos, un error pernicioso para la vida interna de las naciones y para el logro armonico de una prosperidad creciente, sino que es ademas danosa para las mutuas relaciones internacionales, porque rompe la unidad que vincula entre si a todos los Estados, despoja al derecho de gentes de todo firme valor, abre camino a la violacion de los derechos ajenos y hace muy dificil la inteligencia y la convivencia pacifica.

54 54. Porque el género humano, aunque, por disposicion del orden natural establecido por Dios, esta dividido en grupos sociales, naciones y Estados, independientes mutuamente en lo que respecta a la organizacion de su régimen politico interno, esta ligado, sin embargo, con vinculos mutuos en el orden juridico y en el orden moral y constituye una universal comunidad de pueblos, destinada a lograr el bien de todas las gentes y regulada por leyes propias que mantienen su unidad y promueven una prosperidad siempre creciente.

55 55. Ahora bien, todos ven facilmente que aquellos supuestos derechos del Estado, absolutos y enteramente independientes, son totalmente contrarios a esta inmanente ley natural; mas aun, la niegan radicalmente, es igualmente evidente que esos derechos absolutos entregan al capricho de los gobernantes del Estado las legitimas relaciones internacionales e impiden al mismo tiempo la posibilidad de una union verdadera y de una colaboracion fecunda en el orden de los intereses generales. Porque, venerables hermanos, las relaciones internacionales normales y estables, la amistad internacional fructuosa exigen que los pueblos reconozcan y observen los principios normativos del derecho natural regulador de la convivencia internacional. Igualmente estos principios exigen el respeto integro de la libertad de todos y la concesion a todos de aquellos derechos que son necesarios para la vida y para el desenvolvimiento progresivo de una prosperidad por el camino del sano progreso civil; exigen por ultimo, la fidelidad integra e inviolable a los pactos estipulados y sancionados de acuerdo con las normas del derecho de gentes.


56 56. No cabe duda que el presupuesto indispensable de toda pacifica convivencia entre los pueblos y la condicion indispensable de las relaciones juridicas del derecho publico vigentes entre los pueblos es la mutua confianza, la general persuasion de que todas las partes deben ser fieles a la palabra empenada; la admision, finalmente, por todos de la verdad de este principio: Es mejor la sabiduria que las armas bélicas 43 ; y, ademas, la disposicion de animo para discutir e investigar los propios intereses y no para solucionar las diferencias con la amenaza de la fuerza cuando surjan demoras, controversias, dificultades y cambios, cosas todas que pueden nacer no solamente de mala voluntad, sino también del cambio de las circunstancias y del cruce de intereses opuestos.

57 57. Pero separar el derecho de gentes del derecho divino para apoyarlo en la voluntad autonoma del Estado como fundamento exclusivo, equivale a destronar ese derecho del solio de su honor y de su firmeza y entregarlo a la apresurada y destemplada ambicion del interés privado y del egoismo colectivo, que solo buscan la afirmacion de sus derechos propios y la negacion de los derechos ajenos.

58 58. Hay que afirmar, es cierto, que, con el transcurso del tiempo y el cambio substancial de las circunstancias -no previstas y tal vez imprevisibles al tiempo de la estipulacion-, un tratado entero o alguna de sus clausulas pueden resultar o pueden parecer injustas, o demasiado gravosas, o incluso inaplicables para alguna de las partes contratantes. Si esto llega a suceder, es necesario recurrir a tiempo a una leal discusion para modificar en lo que sea conveniente o sustituir por completo el pacto establecido. Pero considerar los convenios ratificados como cosa efimera y caduca y atribuirse la tacita facultad de rescindirlos cuando la propia utilidad parezca aconsejarlo, o atribuirse la facultad de quebrantarlos unilateralmente, sin con sultar a la otra parte contratante, es un proceder que echa por tierra la seguridad de la confianza reciproca entre los Estados, de esta manera queda totalmente derribado el orden natural y los pueblos quedan separados por un inmenso vacio, imposible de salvar 44 .

59 59. Hoy dia, venerables hermanos, todos miran con espanto el cumulo de males al que han llevado los errores y el falso derecho de que hemos hablado y sus consecuencias practicas. Se ha desvanecido el espejismo de un falso e indefinido progreso, que enganaba a muchos; la tragica actualidad de las ruinas presentes parece despertar de su sueno a los que seguian dormidos, repitiendo la sentencia del profeta: Sordos, oid, y, ciegos, mirad 45 . Lo que externamente parecia ordenado, en realidad no era otra cosa que una perturbacion general invasora de todo; perturbacion que ha alcanzado a las mismas normas de la vida moral, una vez que éstas, separadas de la majestad de la ley divina, han contaminado todos los campos de la actividad humana. Pero dejemos ahora el pasado y volvamos los ojos hacia ese porvenir que, segun las promesas de aquellos que tienen en sus manos los destinos de los pueblos -cuando cesen los sangrientos conflictos presentes-, traera consigo una nueva organizacion, fundada en la justicia y en la prosperidad. Pero ¿es que acaso ese porvenir sera en realidad diverso, y, lo que es mas importante, llegara a ser mejor y mas feliz? Los nuevos tratados de paz y el establecimiento de un nuevo orden internacional que surgiran cuando termine la guerra, ¿estaran acaso animados de la Justicia y de la equidad hacia todos y de un espiritu pacifico y restaurador o constituiran mas bien una luctuosa repeticion de los errores antiguos y de los errores recientes? Es totalmente v ano, es enganoso, y la experiencia lo demuestra, poner la esperanza de un nuevo orden exclusivamente en la conflagracion bélica y en el desenlace final de ésta. El dia de la victoria es un dia de triunfo para quien tiene la fortuna de conseguirla; pero es al mismo tiempo una hora de peligro mientras el angel de la justicia lucha con el demonio de la violencia. Porque, con demasiada frecuencia, el corazon del vencedor se endurece, y la moderacion y la prudencia sagaz y previsora se le antojan enfermiza debilidad de animo. Y, ademas, la excitacion de las pasiones populares, exacerbadas por los innumerables y enormes sacrificios y sufrimientos soportados, muchas veces parece anublar la vista de los hombres responsables de las determinaciones, y les hace cerrar sus oidos a la amonestadora voz de la equidad humana que parece vencida o extinguida por el inhumano clamor de ¡Ay de los vencidos! Por este motivo, si en tales circunstancias se adoptan resoluciones y se toman decisiones judiciales sobre las cuestiones planteadas, puede suceder que auténticos hechos injustos tengan la mera apariencia de una externa justicia 46 .

III - La reeducacion religiosa y espiritual de los pueblos

60 60. La salvacion de los pueblos, venerables hermanos, no nace de los medios externos, no nace de la espada, que puede imponer condiciones de paz, pero no puede crear la paz. Las energias que han de renovar la faz de la tierra tienen que proceder del interior de las almas. El orden nuevo del mundo que regira la vida nacional y dirigira las relaciones internacionales -cuando cesen las crueles atrocidades de esta guerra sin precedentes-, no debera en adelante apoyarse sobre la movediza e incierta arena de normas efimeras, inventadas por el arbitrio de un egoismo utilitario, colectivo o individual, sino que debera levantarse sobre el inconcluso y firme fundamento del derecho natural y de la revelacion divina. Es aqui donde debe buscar el legi slador el espiritu de equilibrio y la conciencia de su responsabilidad, sin los cuales facilmente se desconocen los limites exactos que separan el uso legitimo del uso ilegitimo del poder. Unicamente asi tendran sus determinaciones consistencia interna, noble dignidad y sancion religiosa, y no servir meramente para satisfacer las exigencias del egoismo y de las pasiones humanas. Porque, si bien es verdad que los males que aquejan actualmente a la humanidad provienen de una perturbada y desequilibrada economia y de la enconada lucha por una mas equitativa distribucion de los bienes que Dios ha concedido a los hombres para el sustento y progreso de éstos, sin embargo, es un hecho evidente que la raiz de estos males es mas profunda, pues toca a la creencia religiosa y a los principios normativos del orden moral, corrompidos y destruidos por haberse separado progresivamente los pueblos de la moral verdadera, de la unidad de la fe y de la ensenanza cristiana que en otro tiempo procuro y logro con su infatigable y benéfica labor la Iglesia. La reeducacion de la humanidad, si quiere ser efectiva, ha de quedar saturada de un espiritu principalmente religioso; ha de partir de Cristo como fundamento indispensable, ha de tener como ejecutor eficaz una integra justicia y como corona la caridad.

61 61. Llevar a cabo esta obra de renovacion espiritual, que debera adaptar sus medios al cambio de los tiempos y al cambio de las necesidades del género humano, es deber principalmente de la materna mision de la Iglesia. La predicacion del Evangelio, que le ha confiado su divino Fundador, con la cual se inculcan a los hombres los preceptos de la verdad, de la justicia y de la caridad, e igualmente el esfuerzo por arraigar solida y profundamente estos preceptos en las almas, son medios tan idoneos para el logro de la paz, es una labor tan noble y eficaz, que no hay ni puede haber otros que se les igualen. Esta mision, por su amplitud y su gravedad, deberia, a primera vista, desalentar los corazones de los miembros de la Iglesia militante; si n embargo, el procurar con todas las fuerzas posibles la difusion del reino de Dios -mision realizada por la Iglesia a lo llargo de los siglos de modos muy diversos, no sin graves y duras dificultades- es un deber al que estan obligados todos cuantos, liberados por la gracia del Senor de la esclavitud de Satanas, han sido llamados por medio del santo bautismo a formar parte del reino de Dios. Y si el formar parte de este reino, y el vivir conforme a su espiritu, y el trabajar por su difusion y por hacer asequibles sus bienes espirituales a un numero cada vez mayor de hombres, exigen en nuestros dias tener que luchar con toda clase de oposiciones y de dificultades perfectamente organizadas y tan serias como tal vez jamas lo han sido en tiemp os anteriores, esto no dispensa a los fieles de la franca y valerosa profesion de la fe catolica, sino que mas bien los estimula incesantemente a mantenerse firmes en la defensa de su causa, aun a costa de la pérdida de los propios bienes y del sacrificio de la propia vida. El que vive del espiritu de Cristo no se abate por las dificultades que surgen, sino que, totalmente confiado en Dios, soporta con animo esforzado toda clase de trabajos; no huye las angustias ni las necesidades de la hora presente, sino que sale a su encuentro, dispuesto siempre a ayudar con aquel amor que, mas fuerte que la muerte, no rehuye el sacrificio ni se deja ahogar por el oleaje de las tribulaciones 47 .

62 62. Nos sentimos, venerables hermanos, un intimo consuelo y un gozo sobrenatural, y diariamente damos a Dios gracias por ello, al contemplar en todas las regiones del mundo catolico evidentes y heroicos ejemplos de un encendido espiritu cristiano, que valerosamente se enfrenta con todas las exigencias de nuestra época y que con noble esfuerzo procura alcanzar la propia santificacion -que es lo primero y lo esencial- y desarrolla una labor de iniciativas apostolicas para aumentar el reino de Dios. De los frecuentes congresos eucaristicos, promovidos sin descanso por nuestros predecesores con suma solicitud, y de la colaboracion de los seglares, formados eficazmente por la Accion Catolica en el profundo convencimiento de su mision, brotan fuentes de gracia y de virtudes tan abundantes, que en un siglo como el presente, que parece multiplicar las amenazas y provocar necesidades cada vez mayores, y mientras el cristianismo se ve atacado con virulencia cada dia mayor por las fuerzas de la impiedad, tienen tanta importancia y oportunidad, que dificilmente pueden ser estimados en su verdadero valor.

63 63. Hoy dia, en que, por desgracia, el numero de sacerdotes es inferior al numero de necesidades que deben cubrir, y en que se aplica también la palabra del Salvador: La mies es mucha y los operarios pocos 48 , la colaboracion de los seglares prestada a la Jerarquia eclesiastica, y cada dia creciente y animada de un ardiente celo y de una total entrega, ofrece a los ministros sagrados una valiosa fuerza auxiliar y promete tales frutos que justifican las mas bellas esperanzas. La suplica de la Iglesia dirigida al Senor de la mies para que envie operarios a su vina parece haber sido oida de la manera que convenia a las necesidades de la hora presente, supliendo felizmente y completando el trabajo, muchas veces insuficiente y obstaculizado, del apostolado sacerdotal. Grupos fervorosos de hombres y mujeres, de jovenes de ambos sexos, obedientes a la voz del Sumo Pontifice y a las normas de sus respectivos obispos, se consagran con todo el ardor de su espiritu a las obras del apostolado, para devolver a Cristo las masas populares, que, por desgracia, se habian alejado de l. A ellos vayan dirigidos, gn este momento tan grave para la Iglesia y para la humanidad, nuestro saludo paterno, nuestro sentido agradecimiento, y sepan que Nos les seguimos con paterna y confiada esperanza. Ellos, que siguen con amor la bandera de Cristo Rey y le han consagrado su persona su vida y su obra, pueden apropiarse justamente las palabras del salmista: Yo consagro mis obras al Rey 49 ; y no solo con la oracion sino también con las obras procuran realizar la venida del reino de Dios. En todas las clases y categorias sociales, esta colaboracion de los seglares con el sacerdocio encierra valiosas energias, a las que esta confiada una mision, que los corazones nobles y fieles no pueden desear mas alta y consoladora. Este trabajo apostolico, realizado segun el espiritu y las normas de la Iglesia, consagra al seglar como ministro de Cristo, en el sentido que San Agustin explica de esta manera: "Cuando ois, hermanos, decir al Senor: Donde estoy yo, alli estara también mi ministro, no penséis unicamente en los obispos y clérigos santos. También vosotros, a vuestra manera, sed ministros de Cristo, viviendo bien, haciendo limosna, predicando a cuantos podais su nombre y su doctrina, para que cada uno, aun el padre de familia reconozca en este nombre que debe un amor paterno a su familia. Por Cristo y por la vida eterna, a todos los suyos debe amonestar, ensenar, exhortar, corregir, usar con ellos de benevolencia, ejercitar la disciplina; de esta manera desempenara en su casa un oficio eclesiastico y en cierto modo episcopal, sirviendo a Cristo para vivir eternamente con l" 50 .

64 64. Hay que advertir aqui que la familia tiene una parte muy principal en el fomento de esta colaboracion de los seglares, tan importante, como hemos dicho, en nuestros tiempos, porque el gobierno equilibrado de la familia ejerce un influjo extraordinario en la formacion espiritual de los hijos. Mientras en el hogar doméstico brille la llama sagrada de la fe cristiana y los padres imbuyan con esta fe las almas de los hijos, no hay duda alguna que nuestra juventud estara siempre dispuesta a reconocer practicamente la realeza de Jesucristo y a oponerse valiente y virilmente a todos cuantos intenten desterrar al Redentor de la sociedad humana y profanar sacrilegamente sus sagrados derechos. Donde se cierran las iglesias, donde se quitan de l as escuelas y de la ensenanza la imagen de Jesus crucificado, queda el hogar familiar como el unico refugio impenetrable de la vida cristiana, preparado providencialmente por la benignidad divina. Damos infinitas gracias a Dios al ver el numero innumerable de familias que cumplen esta mision con una fidelidad que no se deja amedrentar ni por los ataques ni por los sacrificios. Un poderoso ejército de jovenes de ambos sexos, aun en aquellas regiones en las que la fe en Cristo implica una persecucion inicua y toda clase de sufrimientos, permanece impavido junto al trono del Redentor con una fortaleza tan segura que hace recordar los heroicos ejemplos del martirologio cristiano. Si en todas partes se diera a la Iglesia, maestra de la justicia y de la caridad, la libertad de accion a la que tiene un sagrado e incontrovertible derecho en virtud del mandato divino, brotarian por todas partes riquisimas fuentes de bienes, naceria la luz para las almas y un orden tranquilo para los Estados, se tendrian fuerzas necesariamente valiosas para promover la auténtica prosperidad del género humano. Y si los esfuerzos que tienden a establecer una paz definitiva en el interior de los Estados y en la vida internacional se dejasen regular por las normas del Evangelio -que predican y subrayan el amor cristiano frente al inmoderado afan de los intereses propios que sacude a los individuos y a las masas-, se evitarian, sin duda alguna, muchas y graves desdichas y se concederia a la humanidad una tranquila felicidad.

65 65. Porque entre las leyes reguladoras de la vida cristiana y los postulados de una auténtica humanidad fraterna no existe oposicion, sino consonancia reciproca y mutuo apoyo. Nos, por consiguiente, que tanto deseamos procurar el bien de la humanidad doliente y perturbada en el orden material y en el orden espiritual, no tenemos mayor deseo que el de que las actuales angustias abran los ojos de muchos para que consideren atentamente en su verdadera luz a Jesucristo, Senor nuestro, y la mision de su Iglesia sobre la tierra, y que todos cuantos rigen el timon del Estado dejen libre el camino a la Iglesia para que ésta pueda asi trabajar en la formacion de una nueva época, segun los principios de la justicia y de la paz. Esta obra de paz exi ge que no se pongan obstaculos al ejercicio de la mision confiada por Dios a la Iglesia; que no se limite injustamente el campo de su actividad; que no se substraigan, por ultimo, las masas, y especialmente la juventud, a su benéfico influjo. Por lo cual Nos, como representante en la tierra de Aquel que fue llamado por el profeta Principe de la Paz 51 , exhortamos y conjuramos a los gobernantes y a todos los que de alguna manera tienen influencia en la vida politica para que la Iglesia goce siempre de la plena libertad debida, y pueda asi realizar su obra educadora, comunicar a las mentes la verdad, inculcar en los espiritus la justicia y enfervorizar los corazones con la caridad divina de Cristo.

66 66. Porque, asi como la Iglesia no puede renunciar al ejercicio de su mision, que consiste en realizar en la tierra el plan divino de restaurar en Cristo todas las cosas de los cielos y de la tierra 52 , asi también su obra resulta hoy dia mas necesaria que nunca, pues la experiencia nos ensena que los medios puramente externos, las precauciones humanas y los expedientes politicos no pueden dar lenitivo alguno eficaz a los gravisimos males que aquejan a la humanidad.

67 67. Aleccionados por el doloroso fracaso de los esfuerzos humanos dirigidos a impedir y frenar las tempestades que amenazan destruir la civilizacion humana, muchos dirigen su mirada, con renovada esperanza, a la Iglesia, ciudadela de la verdad y del amor y a esta Catedra de San Pedro, que saben puede restituir al género humano aquella unidad de doctrina religiosa y moral que en los siglos pasados dio consistente seguridad a una tranquila relacion de convivencia entre los pueblos. A esta unidad miran con encendida nostalgia tantos hombres, responsables del destino de las naciones, que experimentan diariamente la falsia de aquellas realidades en las que un dia cifraron su gran confianza; unidad que innumerables multitudes de hijos nuestros ansian ardientemente, los cuales invocan a diario al Dios de la paz y del amor 53 , unidad que anhelan, finalmente, tantos espiritus nobles separados de Nos, que en su hambre y sed de justicia y de paz, vuelven sus ojos a la Sede de Pedro, esperando de ésta la luz y el consejo.

68 68. Todos ellos reconocen la inconmovida firmeza dos voces milenaria de la Iglesia catolica en la profesion de la fe y en la defensa de la moral cristiana, reconocen también la estrecha unidad de la jerarquia eclesiastica, que, ligada al sucesor del Principe de los Apostoles, ilumina las mentes con la doctrina del Evangelio dirige a los hombres a la santidad y, mientras es maternalmente condescendiente con todos, se mantiene firme, soportando incluso los tormentos mas duros y el mismo martirio, cuando hay que decidir un asunto con aquellas palabras: Non licet! 54

69 69. No obstante, venerables hermanos, la doctrina de Cristo, que es la unica que puede dar al hombre las verdades fundamentales de la fe, y es la que aguza las inteligencias, y enriquece las almas con la gracia sobrenatural, y propone remedios idoneos para las graves dificultades actuales, e igualmente la actividad apostolica de la Iglesia, que ensena a la humanidad esa misma doctrina propagada por todo el mundo y que modela a los hombres segun los principios del Evangelio, son a veces objeto de hostiles sospechas, como si sacudieran los quicios de la autoridad politica y usurpasen los derechos de ésta.

70 70. Contra estos recelos, Nos -manteniendo en todo su vigor las ensenanzas expuestas por nuestro predecesor, de inmortal memoria, Pio XI , en su enciclica Quas primas, de 11 de diciembre de 1925, sobre el poder de Cristo Rey y el poder de la Iglesia 55 - declaramos con sinceridad apostolica que la Iglesia es totalmente ajena a semejantes propositos, porque la Iglesia abre sus maternales brazos a todos los hombres, no para dominarlos politicamente, sino para prestarles toda la ayuda que le es posible 56 . Ni tampoco pretende la Iglesia invadir la esfera de competencia propia de las restantes autoridades legitimas, sino que mas bien les ofrece su ayuda, penetrada del espiritu de su divino Fundador y siguiendo el ejemplo de Aquel que paso ha ciendo el bien 57 .

71 71. La Iglesia predica e inculca el deber de obedecer y de respetar a la autoridad terrena, que recibe de Dios su noble origen y se atiene a la ensenanza del divino Maestro, que dice: Dad a César lo que es del César 58 . No pretende usurpar los derechos ajenos aquélla que canta en su sagrada liturgia: No arrebata reinos mortales quien da los celestiales 59 . La Iglesia no menoscaba las energias humanas, sino que las levanta a las cimas mas altas y nobles, formando caracteres firmes, que nunca traicionen los deberes de su conciencia. La Iglesia, que ha civilizado tantos pueblos y naciones nunca ha retardado el progreso de la humanidad, sino que, por el contrario con materno orgullo se complace en ese progreso. El fin que la Iglesia pretende ha sido declarado de modo admirable por los angeles sobre la cuna del Verbo encarnado cuando cantaron gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad 60 . Esta paz, que el mundo no puede dar, el divino Redentor la ha dejado a sus discipulos como herencia: Os dejo la paz, os doy mi paz 61 ; esta paz la han conseguido, la consiguen y la conseguiran innumerables hombres que han abrazado amorosamente la doctrina de Cristo, compendiada por l mismo en el doble precepto del amor a Dios y el amor al projimo. La historia de casi veinte siglos, la historia llamada sabiamente por el gran orador maestra de la vida 62 . demuestra la verdad de aquella sentencia de la Sagrada Escritura: No tiene paz el que resiste a Dio s 63 , porque la unica piedra angular 64 sobre la que tanto el Estado como el individuo pueden hallar salvacion segura es Cristo.

72 72. Ahora bien, como la Iglesia esta fundada sobre esta piedra angular, por esto las potencias adversarias nunca podran destruirla, nunca podran debilitarla: Portae inferi non praevalebunt 65 ; las luchas internas y externas contribuyen mas bien a acrecentar su fuerza sus virtudes y, al mismo tiempo, le proporcionan la corona gloriosa de nuevas victorias. Por el contrario, todo otro edificio que no tenga como fundamento la doctrina de Cristo, esta levantado sobre una arena movediza, y su destino es, mas pronto o mas tarde, una inevitable caida 66 .


IV - El azote de la guerra mundial

73 73. Mientras os escribimos, venerables hermanos, esta nuestra primera enciclica nos parece, por muchas causas, que una hora de tinieblas 67 esta cayendo sobre la humanidad, hora en que las tormentas de una violenta discordia derraman la copa sangrienta de innumerables dolores y lutos. ¿Es acaso necesario que os declaremos que nuestro corazon de Padre, lleno de amor compasivo, esta al lado de todos sus hijos, y de modo especial al lado de los atribulados y perseguidos? Porque, aunque los pueblos arrastrados por el tragico torbellino de la guerra hasta ahora solo sufren tal vez los comienzos de los dolores 68 , sin embargo, reina ya en innumerables familias la muerte y la desolacion, el lamento y la miseria. La sangre de tantos hombres, incluso de no combatientes, que han perecido levanta un funebre llanto, sobre todo desde una amada nacion, Polonia, que por su tenaz fidelidad a la Iglesia y por sus méritos en la defensa de la civilizacion cristiana, escritos con caracteres indelebles en los fastos de la historia, tiene derecho a la compasion humana y fraterna de todo el mundo, y, confiando en la Virgen Madre de Dios, Auxilium Christianorum, espera el dia deseado en que pueda salir salva de la tormenta presente, de acuerdo con los principios, de una paz solida y justa.

74 74. Lo que ha sucedido hace poco y esta sucediendo también en estos dias, se presentaba ya a nuestros ojos como una vision anticipada cuando, no habiendo desaparecido todavia la ultima esperanza de conciliacion, hicimos todo lo posible, en la medida que nos sugerian nuestro ministerio apostolico y los medios de que disponiamos, para impedir el recurso a las armas y mantener abierto el camino de una solucion honrosa para las dos partes 69 . Convencidos como estabamos de que al uso de la fuerza por una parte se responderia con el recurso a las armas por la otra, consideramos entonces obligacion de nuestro apostolico ministerio y del amor cristiano hacer todas las gestiones posibles para evitar a la humanidad entera y a la cristiandad los horrores que se seguirian de una conflagracion mundial, aun temiendo que la manifestacion de nuestras intenciones y nuestros fines fuese mal interpretada. Pero nuestras amonestaciones, si bien fueron escuchadas con respetuosa atencion no fueron, sin embargo, obedecidas. Y mientras nuestro corazon de pastor mira dolorido y preocupado la gravedad de la situacion, se presenta ante nuestra vista la imagen del Buen Pastor, y, tomando sus propias palabras, nos juzgamos obligados a repetir en su nombre a la humanidad entera aquel lamento: ¡Si hubieses conocido... lo que te conducia a la paz, pero ahora esta oculto a tus ojos! 70 .

75 75. En medio de un mundo que actualmente es tan contrario a la paz de Cristo en el reino de Cristo, la Iglesia y sus fieles experimentan unas dificultades que rara vez conocieron en su larga historia de luchas y contradicciones. Pero los que precisamente en tiempos tan dificiles permanecen firmes en su fe y tienen un corazon inquebrantable, saben que Cristo Rey esta en la hora de la prueba, que es la hora de la fidelidad, mas cerca que nunca de nosotros. Consumida por la tristeza de tantos hijos suyos que sufren males innumerables, pero sostenida por la firme fortaleza que proviene de las promesas divinas, la Esposa de Cristo, en medio de sus sufrimientos, avanza al encuentro de amenazadoras tempestades. Sabe la Iglesia que la verdad que ella anuncia y el amor que ella ensena y pone en practica seran los mejores estimulos y los mejores medios que tendran a su alcance los hombres de buena voluntad en la reconstruccion de un nuevo orden nacional e internacional establecido segun la justicia y el amor, una vez que la humanidad, cansada del camino del error, haya saboreado hasta la saciedad los amargos frutos del odio y de la violencia.

76 76. Entretanto, venerables hermanos, hay que esforzarse por que todos, y principalmente los que sufren la calamidad de la guerra, experimenten que el deber de la caridad cristiana, quicio fundamental del reino de Cristo, no es palabra vacia, sino practica realidad viviente. Un vasto campo de ocasiones se abre hoy dia a la caridad cristiana en todas sus formas. Confiamos plenamente en que todos nuestros hijos, especialmente aquellos que se ven libres del azote de la guerra, imitando al divino Samaritano, aliviaran en la medida de sus fuerzas a todos los que, por ser victimas de la guerra, tienen derecho especial no solo a la compasion, sino también al socorro.

77 77. La Iglesia catolica, civitas Dei, "cuyo rey es la verdad, cuya ley la caridad, cuya medida la eternidad" 71 , predicando la verdad cristiana, exenta de errores y de contemporizaciones, y consagrandose con amor de madre a las obras de la caridad cristiana destaca sobre el oleaje de los errores y de las pasiones como una bienaventurada vision de paz y espera el dia en que la omnipotente mano de Cristo, su Rey, calme el tumulto de las tempestades y destierre el espiritu de la discordia que las ha provocado. Todo cuanto esta a nuestro alcance para acelerar el dia en que la paloma de la paz halle donde reposar su pie sobre esta tierra sumergida en el diluvio de la discordia, todo ello lo utilizaremos, confiando tanto en los hombres de Esta do que antes de desencadenarse la guerra trabajaron noblemente por alejar de los pueblos tan terrible azote como también en los millones de hombres de todos los paises y de todas las clases sociales que piden a gritos no solo la justicia, sino también la caridad y la misericordia, y confiando, finalmente y sobre todo, en Dios omnipotente, a quien diariamente dirigimos esta plegaria: A la sombra de tus alas esperaré hasta que pase la iniquidad 72 .

78 78. Dios tiene un poder infinito; tiene en sus manos lo mismo la felicidad y el destino de los pueblos que las intenciones de cada hombre, y dulcemente inclina a unos y otros en la direccion que El quiere; y hasta tal punto es esto verdad, que incluso los mismos obstaculos que se le ponen quedan convertidos por su omnipotencia en medios idoneos para modelar el curso de los acontecimientos y para enderezar las mentes y las voluntades de los hombres a sus altisimos fines.

79 79. Orad, pues, a Dios, venerables hermanos; orad sin interrupcion, orad sobre todo cuando ofrecéis la Hostia divina del amor. Orad a Dios vosotros, a quienes la valiente profesion de vuestra fe impone duros, penosos y, no raras voces, sobrehumanos sacrificios; orad a Jesucristo vosotros, miembros pacientes y dolientes de la Iglesia, cuando Jesus viene a consolar y aliviar vuestras penas.

80 80. Y con un recto espiritu de mortificacion y con el ejercicio de dignas obras de penitencia, no dejéis de hacer vuestras plegarias mas agradables a Aquel que levanta a los que caen y anima a los deprimidos 73 , para que el Redentor misericordioso abrevie los dias de la prueba y se cumplan asi las palabras del Salmo: Clamaron al Senor en sus tribulaciones y los libro de sus necesidades 74 .

81 81. Y vosotros, candidas legiones de ninos, en quienes Jesus tiene puestas sus delicias, cuando os alimentais con el Pan de los angeles, alzad vuestras ingenuas y puras plegarias unidas a las de toda la Iglesia. El Corazon Sacratisimo de Jesus, que tanto os ama, no puede en modo alguno rechazar la oracion de vuestras almas inocentes. Orad todos, orad sin interrupcion: sine intermissione orate 75 .


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