Teresa III Cartas 28

28

Carta XXVIII

Al padre fray Ambrosio Mariano de san Benito, Carmelita descalzo.

Jesús, María.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia. Bien parece que no tiene vuestra reverencia entendido lo que debo, y quiero al padre Olea, pues en negocios que haya tratado, o trate su merced, me escribe vuestra reverencia. Ya creo sabe, que no soy desagradecida; y ansí le digo, que si en este negocio me fuera perder descanso, y salud, que ya estuviera concluido; mas cuando hay cosa de conciencia en ello, no basta amistad; porque debo más a Dios, que a nadie.

2. Pluguiera a Dios que fuera falta de dote, que ya sabe vuestra reverencia (y si no infórmese dello) las muchas que hay en estos monasterios sin ninguno, cuanto más que le tiene bueno, que le dan quinientos ducados, con que puede ser monja en cualquier monasterio. Como mi padre Olea no conoce las monjas destas casas, no me espanto esté incrédulo: yo que sé que son siervas de Dios, y conozco la limpieza de sus almas, no creeré jamás, que ellas han de quitar a ninguna el hábito, no habiendo muchas causas; porque sé el escrúpulo, que suelen tener en esto; y cosa en que ansí se determinan, debe de haber mucha: y como somos pocas, la inquietud que hacen, cuando no son para la religión, es de suerte, que a una ruin conciencia se le hiciera escrúpulo pretender esto, cuanto más a quien desea no descontentar en nada a nuestro Señor. Vuestra reverencia me diga, si no le dan los votos, ¿cómo puedo yo hacerles tomar una monja por fuerza, como no se las dan, ni ningún prelado?

3. Y no piense vuestra reverencia que le va al padre Olea nada, que me ha escrito que no tiene más con ella, que con uno que pasa por la calle; sino que mis pecados le han puesto tanta caridad en cosa que no se puede hacer, ni yo lo puedo servir, y me ha dado harta pena. Y cierto, aunque se pudiera ser, a ella no se la hacen en quedar con quien no la quiere. Yo he hecho en este caso más de lo que era razón, que se la hago tener otro año, harto contra su voluntad, para que se pruebe más, y por si cuando yo fuere a Salamanca, voy por allí, informarme mejor de todo. Esto es por servir al padre Olea, y porque más se satisfaga; [143] que bien veo, que no mienten las monjas, que aun en cosas muy livianas sabe vuestra reverencia cuán ajeno es destas hermanas esto.

4. Y que no es cosa nueva irse monjas destas casas: que es muy ordinario, y ninguna cosa pierde en decir, que no tuvo salud para llevar este rigor; ni he visto ninguna, que valga menos por esto. Escarmentada desto, he de mirar mucho lo que hago de aquí adelante; y ansí no se tomará la del señor Nicolao, aunque a vuestra reverencia más le contente; porque estoy informada por otra parte, y no quiero, por hacer servicio a mis señores, y amigos, tomar enemistad.

5. Extraña cosa es, que diga vuestra reverencia que ¿para qué se hablaba en ello? Desa manera no se tomaría monja. Porque deseaba servirle, y me dieron otra relación de lo que después he sabido: y yo sé que el señor Nicolao quiere más el bien destas casas, que de un particular: y ansí estaba allanado en esto.

6. Vuestra reverencia no trate más dello, por amor de Dios; que buen dote la dan, que puede entrar en otra parte, y no entre donde para ser tan pocas habían de ser bien escogidas. Y si hasta aquí no ha habido tanto extremo en esto con alguna, aunque son bien contadas, hanos ido tan mal, que le habrá de aquí adelante. Y no nos ponga con el señor Nicolao en el desasosiego, que será tornarla a echar.

7. En gracia no ha caído el decir vuestra reverencia que en viéndola la conocerá. No somos tan fáciles de conocer las mujeres, que muchos años las confiesan, y después ellos mesmos se espantan de lo poco que han entendido: y es porque ni aun ellas no se entienden para decir sus faltas; y ellos juzgan por lo que les dicen. Mi padre, cuando quisiere que le sirvamos en estas casas, denos buenos talentos, y verá como no nos desconcertaremos por el dote; cuando esto no hay, no puedo hacer servicio en nada.

8. Sepa vuestra reverencia que yo tenía por fácil tener ansí una casa, a donde se aposentaren los frailes, y no me parecía mucho, sin ser monasterio, que les dieran licencia para decir misa, como la dan en casa de un caballero seglar; y ansí lo envié a decir a nuestro padre. Él me dijo, que no convenía; porque era dañar el negocio: y páreceme, que acertó bien. Y vuestra reverencia sabiendo en voluntad, no había de determinarse a estar tantos, y como si tuvieran la licencia, aderezan la iglesia, que me ha hecho reír. Aún casa no compraba yo, hasta tenerla del ordinario. En Sevilla, que no hice esto, ya ve lo que costó. Yo dije a vuestra reverencia harto, que hasta tener letra del señor Nuncio, en que diese licencia, que no se haría nada.

9. Cuando D. Gerónimo me dijo que venía a rogarlo a los padres, me [144] quedé espantada; y por no parecerme a vuestras reverencias en fiar tanto dellos (al menos ahora) no estoy en hablar a Valdemoro: que tengo sospecha, que amistad para hacernos bien, no la terná, sino para ver si coge algo de que avisar a sus amigos: y esta mesma querría tuviese vuestra reverencia y no se fiase dél, ni por tales amigos quiera hacer ese negocio. Deje a cuyo es (que es de Dios) que su Majestad lo hará a su tiempo, y no se dé tanta priesa, que eso basta a estragarlo.

10. Sepa vuestra reverencia que D. Diego Mejía es muy buen caballero, y que él hará lo que dice: y pues que se determinan a decirlo, entendido debe de tener de su primo que lo hará: y crea, que lo que no hiciere por él, que no lo hará por su tía; ni hay para qué la escribir, ni a ninguna persona, que son muy primos, y el deudo, y amistad de D. Diego Mejía es mucho de estimar. Y también es buena señal decir el arcediano, que él daría la relación por nosotras; porque si no lo pensara hacer bien, no se encargara desto. El negocio está ahora en buenos términos, vuestra reverencia no lo bulla ahora más, que antes será peor. Veamos qué hace D. Diego, y el arcediano.

11. Yo procuraré por acá entender, si hay quien se lo ruegue; y si el deán puede algo, doña Luisa lo hará con él todo. Esto ha sido harto a mi gusto, y háceme más creer, que se sirve mucho Dios desta fundación; y ansí ni lo uno, ni lo otro ha estado en manos de nosotros. Harto bien es que tengan casa, que tarde, o temprano habremos la licencia. A haberla dado el señor Nuncio ya estuviera acabado. Plegue a nuestro Señor de darle la salud, que habemos menester. Yo le digo, que el Tostado, no está nada desconfiado, ni yo segura de que comenzará de hacer por él, quien lo comenzó.

12. En eso de Salamanca, el padre fray Juan de Jesús está tal con sus cuartanas, que no sé qué pueda hacer, ni vuestra reverencia se declara en lo que han de aprovechar. De lo que toca al colegio de allí, comenzaremos de lo que hace al caso, que es que el señor Nuncio dé licencia, y con esta que hubiese dado, ya estaría hecho; porque si los principios se yerran, todo va errado. Lo que el obispo pide, a mi parecer, es (como ha sabido que el señor Juan Díaz está ahí de la manera que está) quien allá pueda hacer otro tanto. Y no sé yo, si se sufre en nuestra profesión estar por vicarios: no me parece conveniente, ni qué harán al caso dos meses, cuando esto fuese, sino para dejar al obispo enojado. Ni sé cómo saldrán con ese gobierno esos padres; que querrán que lleven mucha perfección, y para esa gente no conviene, ni sé si el obispo gustará de frailes.

13. Yo digo a vuestra reverencia que hay más que hacer de lo que [145] piensa: y que por donde pensamos ganar, quizá perderemos. Ni me parece para autoridad de nuestra Orden, que entren con ese oficio de vicarios (que no los quiere para otra cosa) gente que cuando les viesen, los habían de mirar como ermitaños contemplativos, y no de aquí para allí con mujeres semejantes; que fuera de sacarlas de su mal vivir, no sé si parecerá bien. Pongo los inconvenientes, por que allá los miren, y hagan vuestras reverencias lo que les pareciere, que yo me rindo, y acertarán mejor. Léanlos al señor licenciado Padilla, y al señor Juan Díaz, que yo no sé más que esto que digo. La licencia del obispo siempre estará cierta. Sin eso no estoy tampoco muy confiada de ser gran negociador el señor D. Teutonio; de que tiene gran voluntad, sí; posibilidad, poca.

14. Yo aguardaba a estar allá para bullir ese negocio; que soy una gran baratona (si no dígalo mi amigo Valdemoro) porque no querría que se dejase de hacer por no acertar en los términos: que aquella casa es lo que mucho he deseado, y esa quitar, hasta que haya más comodidad (de la vecindad real) me he holgado; porque por ninguna manera hallo que se pueda salir bien. Harto mejor es en Malagón, mal por mal; que doña Luisa tiene gran gana, y hará buenas comodidades andando el tiempo, y hay muchos lugares grandes a la redonda: yo entiendo no les faltará de comer. Y por que llevase algún color el quitar desotra casa, la pueden pasar allí: y ahora no entienden que se deja del todo, sino que hasta tener hecha casa; porque parece poca autoridad hecha un día, y quitarla otro.

15. La carta para don Diego Mejía di a don Gerónimo, y él se la debió de enviar con otra que enviaba para el conde de Olivares. Yo le tornaré a escribir cuando vea que es menester: no le deje vuestra reverencia olvidar. Y otra vez digo, que si él dijo que lo daría llano; que lo trató con el arcediano, y que lo tiene por hecho, que es hombre de verdad.

16. Ahora me ha escrito por una monja, que pluguiera Dios tuvieran las que dejamos las partes que ella, que no las dejara de tomar. Su madre de el padre visitador se ha informado della. Ahora diciendo esto, me parece será bien, en achaque de decir algo a don Diego desta monja, hablarle desotro negocio, y tornárselo a encargar, y ansí lo haré. Mande vuestra reverencia darle esa carta, y quede con Dios, que bien me he alargado, como si no tuviera otra cosa en qué entender. Al padre prior no escribo, por tener ahora otras muchas cartas, y porque ésta puede tener su paternidad por suya. A mi padre Padilla muchas encomiendas. Harto alabo a nuestro Señor de que tiene salud. Su Majestad sea con vuestra reverencia siempre. Yo procuraré la cédula, aunque sepa hablar [146] a Valdemoro, que no lo puedo más encarecer; porque cosa no creo que hará por nosotros. Es hoy día de las Vírgenes.

Indigna sierva de vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

17. Otras cartas me han dado hoy de vuestra reverencia antes que viniese Diego. Con el primero envíe vuestra reverencia esa carta a nuestro padre, que es para unas licencias. Ninguna cosa le escribo de los negocios: por eso no se lo deje vuestra reverencia de escribir.

18. Porque vea si son para las más mis monjas, que vuestras reverencias, le envío ese pedazo de carta de la priora de Veas Ana de Jesús. ¿Mire si ha buscado buena casa a los de la Peñuela? En forma me ha hecho gran placer. Aosadas que no lo acabaran vuestras reverencias tan presto. Han recibido una monja, que vale su dote siete mil ducados. Otras dos están para entrar con otro tanto. Y una mujer muy principal tienen ya recibida, sobrina del conde de Tendilla; que va en más las cosas de plata, que ya ha enviado, de candeleros, vinagreras, y otras muchas cosas, relicario, cruz de cristal; sería largo de decir las cosas que ha enviado. Y ahora se les levanta un pleito, como verá en esas cartas. Mire vuestra reverencia lo que se puede hacer, que con hablar a ese don Antonio, sería lo que hiciese al caso; y decir cuán altas están las rejas, y que a nosotras nos va más; que a ellos no les dan pesadumbre. En fin, vea lo que se puede hacer. Su Majestad sea con vuestra reverencia siempre.
Notas


1. Esta carta, sobre ser muy discreta, y llena de la gracia, con que la Santa lo sazonaba todo, es utilísima; porque tiene extremados documentos de gobierno. Y respeto de que he cobrado miedo, el alargarme en las notas (como si no pudieran dejar de leerme, con que pudiera cesar su recelo) me ceñiré en esta lo más que sea posible.

2. El padre Mariano, a quien se endereza la carta, fue de los primeros fundadores Descalzos muy espiritual, y entendido, y de quien después se valió el señor rey Felipe segundo para diversas materias de su servicio.

3. Parece que le pedía con sobrada instancia, instado del padre Olea (que según he entendido, fue un religioso de la sagrada Compañía) que hiciese la Santa, que profesasen una novicia, que a las monjas de uno de sus conventos no pareció a propósito; y de más de veinte maneras le despide a este padre la Santa, y todas ellas con grandísima gracia al decirlo; pero con grande valor al negarlo.

4. Lo primero, con que no lo puede hacer en conciencia: y sobre [147] este principio sobraban todos los discursos, y todavía dio la Santa, no al negocio, sino a la quietud, y sosiego deste padre, lo que no se debía a la intercesión.

5. Lo segundo, porque ¿cómo puede quitar la libertad a las religiosas, si ellas no la quieren recibir? Y tiene razón, porque todo el año están las pobres sujetas, y sólo el día que votan priora, o reciben una novicia, tienen libertad. ¿Pues no es cosa sensible, y terrible, quitarles una prelada este día sólo que tienen de libertad? Y aun entonces no la tienen las pobres para todo, sino para aquel sólo negocio.

6. Lo tercero, porque a las monjas causa grandísima inquietud tener en su compañía la que no conviene, y más siendo tan pocas. Porque si fueran muchas, era más tolerable. Como si dijera la Santa: Pocas, y mal avenidas, ¿quién lo puede sufrir?

7. Lo cuarto, ni a la novicia le estaba bien entrar sin gusto de todas las religiosas; porque entrar donde no la querían, aunque sea entre santas, le ha de ser muy pesado, porque al fin son santas, que no quieren aquello, y aun el que es más santo, no obra bien al gusto del prójimo en lo que no quiere. Tan dificultoso es vencer el propio dictamen, y más cuando no se tiene por conveniente.

8. Lo quinto, porque ni al padre Olea le importaba cosa esto, sino que los grandes pecados de la Santa le habían puesto tanta caridad con esta novicia. Conque explica discretísimamente, cuán pesada es la caridad imperfecta, que quiere desterrar la perfecta caridad; la cual consiste en la conservación del común, y que no lo atropelle un antojo del particular.

9. Lo sexto, cuando se salga la novicia no pierde tanto, como no saliéndose, porque estando allí con desagrado, puede perder el alma, y el cuerpo, y saliendo con color de enfermedades, no perdía, ni aun el honor; y es terrible cosa aventurar aquella, sin arriesgar este.

10. Lo sétimo, déjase, si no vencer, por lo menos rogar, para suspender la novicia; aunque dice, que sabe que no mienten sus monjas en lo que dicen della; pero que la detendrán en el convento hasta que pase la Santa a Salamanca; dificultándole, y disuadiéndole siempre de la empresa, porque lo desea desengañado, en materia que desde el principio la tuvo por escrupulosa. Y que no saben mentir las monjas, no sólo lo sabe la Santa, sino yo, y todo el mundo; porque quien sirve con tal perfección a la eterna verdad, ¿cómo sabrá pronunciar por sus labios mentira?

11. Lo octavo, para prevenir con esta repulsa otra intercesión; y que cada momento no tomase a su cargo este padre la profesión de las novicias de la Orden, le dice, queda escarmentada la Santa para no recibir otra sin grande especulación. Y algunas réplicas, que le hacía el padre, le responde con este sentimiento, y le pide que no trate más dello.

12. Lo nono, dice discretamente en el número sétimo: No somos tan fáciles de conocer las mujeres, como le parece a vuestra reverencia. ¡Oh qué bien las conocía la Santa! Mucho mejor que ellas se conocen a sí mismas. Buen documento es este, y grande luz para que los padres no se arrojen luego a pensar que conocen a las madres, ni a las hijas, ni a su espíritu, ni su condición; sino que anden siempre, como el buen [148] piloto con la sonda en la mano, esto es, con fuerza reservada; de tal manera pensando que las conocen, que también estén recelando, que puede ser que no las conozcan. Y para todo género de padres de espíritu es buena esta máxima.

13. Lo décimo, concluye con un dictamen excelente de gobierno, diciendo: Mi padre, cuando quisiere que les sirvamos en estas casas, denos buenos talentos, y verá que no nos desconcertaremos por el dote; cuando esto no hay, no puedo hacer servicio en nada. Como si dijera: Novicia, que trae a casa dinero, y no trae talento, ni entendimiento, ni virtud, ni humildad, no es monja, sino dinero; y no buscamos dinero, sino religiosa. Con el dinero no hemos de tratar, ni contratar, sólo ha de ser para nuestro sustento; con la monja hemos de tratar, y comunicar; a ésta hemos menester con talento. El dinero luego se gasta, y la monja sin talento se nos queda en casa. El convento de Descalzas no recibe monjas con dinero, sino recibe el dote, si le dan buenas monjas; y si no trae talento, no quiere, ni dote, ni monjas donde hay talento, virtud, y quietud; porque sin ella nada importa el dinero.

Esta máxima de santa Teresa es utilísima, y santísima, no sólo para los desposorios espirituales de monjas, de que habla la Santa, sino aun para los sacramentales de los seglares. Porque si no tiene talento, y juicio la desposada, aunque traiga cincuenta mil ducados de dote, dentro de cuatro años, con su mal juicio, y poca virtud, gastarán todo el dote, y se quedará el pobre marido en casa con mujer sin juicio, y sin dote.

14. En el número octavo le advierte a este padre, cuán intempestivamente procuraba adelantar en Madrid (según se colige del contexto) la fundación de religiosos, antes de tener la licencia; enseñando, que en semejantes ocasiones, el camino real es conseguirla primero de los superiores; y que lo demás es hacer, y deshacer, o batallar.

15. En el número siguiente dice a este padre, que no se fíe tan presto de los que hasta allí no tenía por confidentes. En todo era esta virgen prudente. Porque no es santidad el dejarse engañar, antes lo es muy grande, obrar con el juicio presupositivo, recatándose de quien puede engañarnos.

16. La que desconfiaba de los unos en el número antecedente, en el siguiente confiaba de los otros; porque era raro su conocimiento de las condiciones, y sujetos. Y dice con gracia al padre Mariano: Vuestra reverencia no lo bulla más, que antes será peor. Debía ser el padre algo fervoroso, como parece por esta carta, y tirábale de las riendas la admirable discreción de la Santa.

17. En el número siguiente prosigue la misma materia con gran discreción, desconfiando en unos, y confiando en otros; y luego en el duodécimo trata de la fundación del religiosísimo colegio de Salamanca, ejemplo de aquella universidad; y de una proposición, que había hecho el señor obispo de Salamanca, de que fuesen vicarios aquellos padres primeros de un convento de Recogidas, de que cuidaba un sacerdote, llamado Juan Díaz, que como dice la Santa en este número, estaba detenido en Madrid; y ellos parece que se inclinaban a abrazarlo, para poner el pie en aquella ciudad, y hacer de paso ese servicio a Dios. No aprueba el modo la Santa, aunque como dice en el número decimocuarto, [149] deseaba mucho esta fundación, y con razones harto discretas se opone al intento, pareciéndole muy contrario a su vocación andar recogiendo mujeres de mala vida en la vida activa, los que todo su ejercicio debían poner en entregarse con la abstracción a la contemplativa.

18. Del señor D. Teutonio de Braganza, que como consta de la carta segunda, solicitaba esta fundación, y no debía de estar muy acomodado, dice discretamente la Santa: Sin eso no estoy tampoco muy confiada de ser gran negociador el señor D. Teutonio, de que tiene gran voluntad, sí; posibilidad, poca. Como si dijera: Negociador con mucha voluntad, y poca posibilidad, no es bastante para nuestra fundación.

19. Dice en el número siguiente: Que se holgara de hallarse allí, para bullir este negocio; porque es una gran baratona. Debía de ser frase de aquel tiempo, para significar una persona, que hace a poca costa las cosas. Y tenia razón la Santa de llamarse así; porque todo lo conseguía a costa propia, y no ajena, con su espíritu, sudor, oración, y trabajo.

20. Añade al fin deste número: Porque parece poca autoridad, hecha un día la fundación, y quitarla a otro. Dos, u tres veces habla la Santa de la autoridad en esta carta, y muchas en otras; y llama autoridad al crédito de prudencia, y constancia en las resoluciones; y esa no se compadece con la variedad de hacer, y deshacer, porque desacredita mucho las acciones, las personas, y las resoluciones.

21. Hasta el número décimo sétimo discurre en negocios; pero en el último, como quien despierta a los hijos, con la maña, y prudencia de las hijas, le escribe, que lea la carta de la madre Ana de Jesús, y verá cuánto mejor les negoció casa a los religiosos de la Peñuela, que los mismos religiosos: con que anima a los unos con el fervor, y buena maña de las otras.



29

Carta XXIX

Al señor Lorenzo de Cepeda y Ahumada, hermano de la Santa.

Jesús


1. Sea el Espíritu Santo siempre con vuestra merced. Amén. Y páguenle el cuidado, que ha tenido de socorrer a todos, y con tanta diligencia. Espero en la majestad de Dios, que ha de ganar vuestra merced mucho delante dél; porque es ansí cierto, que a todos los que vuestra merced envía dineros, les vino a tan buen tiempo que para mí ha sido harta consolación. Y creo que fue movimiento de Dios el que vuestra merced ha tenido para enviarme tantos; porque para una monjuela, como yo, que ya tengo por honra (gloria a Dios) andar remendada, bastaban los que habían traído Juan, Pedro de Espinosa, y Varona (creo se llama el otro mercader) para salir de necesidad por algunos años.

2. Mas como ya tengo escrito a vuestra merced bien largo, por muchas [150] razones, y causas, de que yo no he podido huir, por ser inspiraciones de Dios, de suerte, que no son para carta, sólo digo, que a personas santas, y letradas les parece estoy obligada a no ser cobarde, sino poner lo que pudiere en esta obra: que es hacer un monasterio en donde ha de haber solas trece, sin poder crecer el número, con grandísimo encarecimiento, ansí de nunca salir, como de no ver sino con velo delante del rostro, fundadas en oración, y mortificación, como a vuestra merced más largo tengo escrito, y escribiré con Antonio Morán, cuando se vaya.

3. Favoréceme esta señora doña Guiomar, que escribe a vuestra merced. Fue mujer de Francisco de Ávila de los de la Sobralejo, si vuestra merced se acuerda. Ha nueve años que murió su marido, que tenía un cuento de renta: ella por sí tiene un mayorazgo sin el de su marido; y aunque quedó de veinte y cinco años, no se ha casado, sino dádose mucho a Dios. Es espiritual harto. Ha más de cuatro que tenemos más estrecha amistad, que puedo tener con una hermana. Y aunque me ayuda, porque da mucha parte de la renta, por ahora está sin dineros; y cuanto toca a hacer, y comprar la casa, hágalo yo con el favor de Dios. Hanme dado dos dotes, antes que sea: y téngola comprada, aunque secretamente; y para labrar cosas que había menester, yo no tenía remedio. Y es ansí, que sólo confiando (pues Dios quiere que lo haga) él me proveerá; concierto los oficiales (ello parcela cosa de desatino) viene su Majestad, y mueve a vuestra merced para que la provea. Y lo que más me ha espantado es, que los cuarenta pesos, que añadió vuestra merced me hacían grandísima falta: y san José (que se llamar ansí) creo hizo no la hubiese: y sé que lo pagará a vuestra merced. En fin, aunque es pobre, y chica, más lindas vistas, y campo tiene, y aun esto se acaba.

4. Han ido por las Bulas a Roma; porque aunque es de mi mesma Orden, damos la obediencia al obispo. Espero en el Señor, será para mucha gloria suya, si lo deja acabar (que sin falta pienso será), porque van almas, que bastan a dar grandísimo ejemplo (que son muy escogidas) ansí de humildad, como de penitencia, y oración. Vuestra merced lo encomiende a Dios, que para cuando Antonio Morán vaya, con su favor estará ya acabado.

5. Él vino aquí, con quien me he consolado mucho: que me pareció hombre de suerte, y de verdad, y bien entendido; y de saber tan particularmente de vuestra merced que cierto una de las grandes mercedes, que el Señor me ha hecho es, que le han dado a entender lo que es el mundo, y se hayan querido sosegar, y que entiendo yo que llevan camino del cielo, que es lo que más deseaba saber; que siempre hasta [151] ahora estaba en sobresalto. Gloria sea al que todo lo hace. Plegue a él siempre vaya vuestra merced adelante en su servicio: que pues no hay tasa en el galardonar, no ha de haber parar en procurar servir al Señor, sino cada día (un poquito siquiera) ir más adelante, y con fervor, que parezca (como es ansí) que siempre estamos en guerra, y que hasta haber vitoria, no ha de haber descanso, ni descuido.

6. Todos los con quien vuestra merced ha enviado dineros, han sido hombres de verdad, aunque Antonio Morán se ha aventajado, ansí en traer más vendido el oro, y sin costa (como vuestra merced verá), como en haber venido con harto poca salud desde Madrid aquí a traerlo, aunque hoy está mejor, que era un accidente: y veo que tiene de veras voluntad a vuestra merced. Trajo también los dineros de Varona, y todo con mucho cuidado. Con Rodríguez vino también acá, y lo hizo harto bien. Con él escribiré a vuestra merced que por ventura será primero. Mostrome Antonio Morán la carta, que vuestra merced le había escrito. Crea, que tanto cuidado, no sólo creo es de su virtud, sino que se lo ponía Dios.

7. Ayer me envió mi hermana (Era su hermana doña María de Cepeda, mujer de Martín de Guzmán), doña María esa carta. Cuando la lleven estotros dineros, enviará otra. A harto buen tiempo le vino el socorro. Es muy buena cristiana, y queda con hartos trabajos; y si Juan de Ovalle le pusiese pleito, sería destruir sus hijos. Y cierto no es tanto lo que él tiene entendido, como le parece; aunque harto mal lo vendió todo, y lo destruyó. Mas también Martín de Guzmán llevaba sus intentos (Dios le tenga en el cielo), y se lo dio la justicia, aunque no bien: y tornar ahora a pedir lo que mi padre (que haya gloria) vendió, no me queda paciencia. Y lo demás como digo, tenía mal parado doña María mi hermana; y Dios me libre de interés, que ha de ser haciendo tanto mal a sus deudos. Aunque por acá está de tal suerte, que por maravilla hay padre para hijo, ni hermano para hermano. Ansí no me espanto de Juan de Ovalle; antes lo ha hecho bien, que por amor de mí, por ahora se ha dejado dello. Tiene buena condición; mas en este caso, no es bien fiarse della, sino que cuando vuestra merced le enviare los mil reales, vengan a condición, y con escritura, que el día que tornare el pleito, sean quinientos ducados de doña María.

8. Las casas de Juan de Centura, aún no están vendidas, sino recibidos trescientos mil maravedís Martín de Guzmán dellas, y esto es justo se le torne. Y con enviar vuestra merced estos mil pesos, se remedia Juan de Ovalle, y puede vivir aquí, y tiene ahora necesidad; que para vivir contino, no podrá, si de allá no viene esto, sino a tiempos mal. [152]

9. Es harto bien casada. Mas digo a vuestra merced que ha salido (Era su hermana doña Juana de Ahumada), doña Juana mujer tan honrada, y de tanto valor, que es para alabar a Dios: y un alma de un ángel. Yo salí la más ruin de todas, y a quien vuestra merced no había de conocer por hermana, según soy: no sé cómo me quieren tanto. Esto digo con toda verdad. Ha pasado hartos trabajos, y llevádolos harto bien. Si sin poner a vuestra merced en necesidad, pudiere enviarla algo, hágalo con brevedad, aunque sea poco a poco.

10. Los dineros que vuestra merced mandó, se han dado, como verá por las cartas. Toribia era muerta, y su marido a sus hijos, que los tiene pobres, ha hecho harto bien. Las misas están dichas: (dellas creo antes que viniesen los dineros) por lo que vuestra merced manda, y de personas las mejores que yo he hallado, que son harto buenas. Hízome devoción el intento, porque vuestra merced las decía.

11. Yo me hallo en casa de la señora doña Guiomar en todos estos negocios, que me ha consolado, por estar más con los que me dicen de vuestra merced. Y digo más a mi placer, que salió una hija desta señora, que es monja en nuestra casa, y mandome el provincial venir por compañera, a donde me hallo harto con más libertad para todo lo que quiero, que en casa de mi hermana. Es a donde hay todo trato de Dios, y mucho recogimiento. Estaré hasta que me mande otra cosa, aunque para tratar en el negocio dicho, está mejor estar por acá.

12. Ahora vengamos a hablar en mi querida hermana la señora (Era doña Juana de Fuentes y Guzmán, mujer de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda), doña Juana, que aunque a la postre, no lo está en mi voluntad: que es ansí cierto, que en el agrado que a vuestra merced la encomiendo a Dios. Beso a su merced mil veces las manos por tanta merced, como me hace. No sé con qué lo servir, sino con que al nuestro niño se encomiende mucho a Dios; y ansí se hace, que el santo fray Pedro de Alcántara lo tiene mucho a su cargo, que es un fraile Descalzo, de quien he escrito a vuestra merced y los Teatinos, y otras personas, a quienes oirá Dios. Plegue a su Majestad lo haga mejor que a los padres, que aunque son buenos, quiero para él más. Siempre me escriba vuestra merced del contento, y conformidad que tiene, que me consuela mucho.

13. He dicho que le enviaré, cuando vaya Antonio Morán, un traslado de la ejecutoria, que dicen no puede estar mejor; y esto haré con todo cuidado. Y si desta vez se perdiere en el camino, hasta que llegue la enviaré, que por un desatino no se ha enviado: que porque toca a tercera persona, que no la ha querido dar, no lo digo: y unas reliquias, [153] que tengo, también se enviarán, que es de poca costa la guarnición. Por lo que a mí envía mi hermano le beso mil veces las manos; que si fuera en el tiempo, que yo traía oro, hubiera harta envidia a la imagen, que es muy linda en extremo. Dios nos guarde a su merced muchos años, y a vuestra merced lo mesmo, y les dé buenos años: que es mañana la víspera del año de 1562.

14. Por estarme con Antonio Morán, comienzo a escribir tarde, que aun dijera más, y quiérese ir mañana, y ansí escribiré con el mi Gerónimo de Cepeda, mas como he de escribir tan presto, no se me da nada. Siempre lea vuestra merced mis cartas. Harto he puesto en que sea buena la tinta. La letra se escribió tan apriesa, y es como digo tal hora, que no la puedo tornar a leer. Yo estoy mejor de salud, que suelo. Désela Dios a vuestra merced en el cuerpo, y en el alma, como yo deseo. Amén. A los señores Hernando de Ahumada, y Pedro de Ahumada, por no haber lugar no escribo; harelo presto. Sepa vuestra merced que algunas personas harto buenas, que saben nuestro secreto (digo del negocio) han tenido por milagro el enviarme vuestra merced tanto dinero a tal tiempo. Espero en Dios que cuando haya menester dé más, aunque no quiera, le pondrá en el corazón, que me socorra.

De vuestra merced muy cierta servidora.

Doña Teresa de Ahumada.
Notas.


1. Esta carta escribe la Santa a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, cuando asistía en las Indias Occidentales en la América, que llaman Meridional, que es el Perú, en la ciudad de los Reyes, por otro nombre Lima. Y parece que es la primera que le envió, después de muchos años de ausencia; porque le va dando cuenta de sus hermanas, como a quien no tenía noticia dellas. Estuvo allí mas de treinta y cuatro años, como la Santa lo dice en sus Fundaciones (lib. 4, c. 5).

2. Estaba la Santa en lo más vivo de la fundación del santo convento de San José de Ávila; y cuando se hallaba necesitada, vínole este socorro de Dios, y de su hermano. Como en todas partes está su divina Majestad, y es infinito, sabe socorrer unas manos con otras, por lejos que estén entre sí.

3. Dice: Que llegó a buen tiempo el dinero. Nunca este llega a mal tiempo, o para socorrerse, o para socorrer a los demás. Sólo llega a mal tiempo, si llega para guardarse; porque la avaricia lo cautiva, y no lo emplea. ¿Qué me importa tener dinero, si no lo gasto? Tanto es del vecino como mío; sólo que tengo yo de peor, el cuidado, y el guardarlo; porque como dice san Gregorio: El corazón del avaro, que buscaba el descanso en las riquezas, después halla su fatiga en el guardarlas: Quia dum anxiatur qualiter acquisita custodit, ipsa cum sua [154] satietas angustat: et qui ex abundantia requiem quaesierat, postea ad custodiam gravius laborat (D. Gre. Lib. l5, Moral).

4. Dale cuenta en este mismo número, de la fundación que hacía por inspiración divina (buen principio), y que la prosiguió con el consejo de hombres santos (buen medio) ella llegará, como llegó a buen fin, edificándose con buen principio, y buenos medios este altísimo, y soberano edificio de la Descalcez, que tanta gloria da a Dios, y tanto provecho al mundo.

5. Estaba haciendo la obra la Santa, y decía: Que le parecía cosa de desatino. ¡Qué espirituales reflejos! Siempre esta alma santa andaba dividida de sí misma; y la que conocía con la luz de Dios, que era alta obra, confesaba, que a los ojos de la naturaleza parecía desatino. Lo santo, a las luces de la gracia, es misterio; y a las del mundo, locura. La cruz, que es escándalo al hebreo, y necedad al gentil, es adoración al cristiano. Obraba con la fe, y vencía la Santa lo mismo que veía, con lo que creía. ¡Oh si nos dejásemos gobernar de Dios! ¡Qué de cosas nos parecen desatinos, que después las hallaremos santas, altas, y perfectas!

6. Entre las personas santas, que le encomiendan a Dios a su hermano, nombra al santo padre fray Pedro de Alcántara, varón del cielo, prodigio de santidad, y penitencia, luz clarísima de aquel tiempo, espejo de la recolección de los Descalzos de san Francisco, en quien se miran sus hijos, y son vivas imágenes suyas en las obras, y el espíritu.

7. Los Teatinos que nombra, son los padres de la Compañía de Jesús, a los cuales, cuando vinieron de Italia, por equivocación de otra fundación, que hizo el obispo de Teati, que después fue Paulo III, y tenían semejante profesión, llamaban en España Teatinos. Y bien se ve el espíritu grande, y santo con que obraban, pues los puso en una línea con el beato san Pedro de Alcántara.

8. Todo lo demás de la carta es de negocios de sus parientes, de los cuales nadie se puede apartar, por espiritual que sea. Ni era conveniente que la Santa se apartase, habiéndoles aprovechado tanto en el bien de las almas; pues a todos, de la vida de naturaleza, los pasó en la de la gracia, poniéndoles en oración, espíritu, y verdad. Pero siempre con lo dulce mezcla lo útil, y a todo lo da una sazón admirable; particularmente donde dice en el número quinto: Que pues no hay tasa en Dios al galardonar, no ha de haber parar las almas en procurarle servir.¡Qué proposición tan santa, y espiritual! ¡Quién la grabará dentro de su corazón! ¡Oh qué sed habíamos de tener de servir a quien tan sin medida nos ha de premiar! ¡Y con qué tasa, y limitación servimos a quien tan sin tasa, respeto desto nos premia en la eterna vida!

¡Oh quién os pudiera servir, Dios mío, como vos sabéis premiar! ¡Quién pudiera ser infinito al serviros en el suelo, como sois infinito al premiar a las almas en el cielo! ¡Quién fuera infinito al agradaros, aunque después fuera finito al gozaros! ¡Quién fuera infinito para serviros a vos, aunque fuera muy finito para gozar el fruto, y gloria de agradaros, y serviros!

9. También es de notar lo que dice en el número quinto: Dios me [155] libre de interés, que ha de ser haciendo tanto mal a sus deudos; aunque por acá está de tal suerte el mundo, que por maravilla hay padre para hijo, ni hermano para hermano. Difinió al mundo la Santa; porque en llegando a intereses, cada uno tira para sí, y todo lo trae revuelto, como lo dice san Juan Crisóstomo: Meum, et tuum frigidum illud verbum (Tom. 3, Orat. de S. Phil.).

10. No es bien salir de esta carta, sin reparar en la censura, que hace santa Teresa de aquella santa, y noble señora doña Guiomar de Ulloa, que tanto le ayudó a hacer esta reforma, con dinero, con consejo, con valor. Que parece que depositó Dios en ella una gran parte de los tesoros, que después el mundo veneró en santa Teresa. Fue natural de la ciudad de Toro, y de una de las más nobles familias de aquella ilustre ciudad.




Teresa III Cartas 28