Teresa III Cartas 1016

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Aviso XVI

1. El demonio es tan soberbio, que pretende entrar por las puertas, que entra Dios, que son las comuniones, y confesiones, y oraciones, y poner ponzoña en lo que es medicina.
Notas


1. Este es un aviso excelente, porque es muy medicinal para obrar lo bueno con tal cuidado, y diligencia, y advertencia, que entre las manos no se nos vuelva lo bueno perdido, perverso, y malo.

2. Esto podíamos entender que aconseja san Pablo, cuando dice: Vince in bono malum (Rm 12,21): Vence en lo bueno lo malo. No sólo dice: Vence con lo bueno lo malo, sino: Vence dentro de lo bueno lo malo: para lo cual es menester mayor gracia, que para vencer lo malo, que anda ausente de lo bueno. ¿Pues cómo puede lo malo estar dentro de lo bueno? ¿Cómo pueden las tinieblas habitar dentro de la misma luz? ¿Cómo puede en lo interior de lo blanco tener lo negro su habitación? ¿Cómo pueden estar Dios, y Dagón (3) en un templo?

3. No puede estar en lo bueno lo malo, claro está; porque no es posible, que sea bueno, en teniendo dentro de sí lo que es malo, y no puede jamás hacerse una confección, o mezcla de malo, y bueno, que no sea todo malo: porque como Dios, y Belial no se juntan, tampoco lo bueno, y malo.

4. Pero lo que se dice es, que en ejercicios, que materialmente son buenos, santos, y perfectos, puede introducirse tal malicia, que nos los haga malos, pecaminosos, o imperfectos: y esto es lo que hace el demonio en lo bueno, procurando sembrar cizaña, como entre el trigo limpio, puro, y cándido, para que aquella cizaña pecaminosa ahogue del todo aquel trigo; y esta cizaña dice san Pablo, que suele andar con lo bueno, y es menester arrancarla; y así se puede entender: Vince in bono malum.

5. La soberbia del demonio, que no pudo verse en el cielo lograda, procura lograrse en el mundo condenada: y ya que no pudo clavar su diente en la divinidad del Señor, cuya omnipotencia le arrojó a eterna condenación, lo procura clavar en nuestra humildad, y pobreza, y humanidad, criaturas del Señor; y ya que no pudo vencer al Redentor, quiere vencerlo en las almas: y toda su ansia es vengarse en la hechura, el que no pudo vengarse en el Hacedor. [344]

6. Finalmente, de la manera que algunos malos hombres, que no pudiendo vengarse en el enemigo, se vengan en sus hijos, en su hacienda, en su heredad, y procuran abrasarla; así este enemigo astuto, y entendido, y vengativo, y experimentado, y viejo, y maldito pone el daño en la misma medicina, para que con lo que él pone en ella, sea daño, y no sea medicina, y estos hijos adoptivos de el Eterno Padre, hijos por gracia, y misericordia, coman veneno al comer la medicina, y que se traguen la muerte con el pan del cielo, que les da su Eterno Padre.

7. Con eso hace dos cosas muy perversas, y soberbias. La primera, abrir las puertas de la culpa, para entrar él en el alma. La segunda, cerrar las puertas de la gloria, por que no entre en ella el alma.

Porque las puertas del alma para la gloria son los santos Sacramentos; y si él hace, y procura, que se reciban indignamente, y que en su recepción, y en su administración se ofenda a Dios, ciérrale al alma la puerta para el mérito, y la gloria, y se entra él en el alma por la puerta de la culpa, y lleva tras sí la puerta, y se queda como en su casa (por decirlo mejor, como en su infierno) en el alma.

De suerte, que de ausente, y desterrado, se hace señor de aquella escala para la gloria, se fabrica la muerte, y el mismo infierno.

8. Tres cosas señala la Santa aquí, por donde Dios llama, y lleva a las almas a la gloria, y por donde el demonio procura que se vayan al infierno. La primera, las comuniones: la segunda, las confesiones: la tercera, la oración. Y porque no explica aquí la Santa, cómo es posible que el demonio pueda hacer infierno la gloria, y culpa la gracia: esto es, cómo puede hacer los medios de gloria, y gracia, que sean mal ejercitados, de condenación, e infierno, será bien que brevemente lo expliquemos, para que abramos los ojos, y escarmentemos, viendo que sabe el demonio hacer daños los remedios.

9. Lo primero, no hay duda que es manjar de vida el Sacramento eucarístico, porque este es pan del cielo, este es maná divino, este es el que no sólo nos da vida espiritual, santa, perfecta, alegre, y gozosa, sino vida eterna, y celestial; y todas estas, y otras son palabras de la ley evangélica.

Pero también es cierto, que este manjar da todo esto a quien dignamente lo recibe, y a los que con temor santo le introducen en el pecho, y con disposición conveniente, y a los que lo temen, y aman, y reciben con humildad, espíritu, pureza, y fervor. Pero a los que sin pureza conveniente lo reciben, y sin hacer juicio, y consideración, estos se comen el juicio de Dios; y el juicio de Dios adorado, y temido es gran bien; pero el juicio de Dios comido, como nos dice san Pablo, es muerte, y condenación: Juditium sibi manducat, et bibit (1Co 11, v. 29).

10. Pues lo que hace el demonio para matarnos, es, ya que no puede poner veneno en el Sacramento, pónelo en la recepción, y en la disposición del que lo recibe; y hace que de tal manera lo reciba, que el que es vida recibido con reverencia, y temor, sea muerte recibido sin temor, ni reverencia.

Y así, almas, es menester atender, y entender, que no está el bien [345] en recibir al Señor tanto, cuanto en recibir al señor como a Señor, como a Dios, como a Esposo, como a Padre, como a Amigo, como a Pastor; y con aquella reverencia, que el buen siervo recibe en su posada al señor; con aquella fidelidad, que guarda la buena esposa a su esposo; con aquel respeto, que obedece el buen hijo a su padre; con aquella fineza, que procede con su amigo el buen amigo; con aquella obediencia, y humildad, con que sigue la oveja a su pastor; de esta suerte se ha de servir, adorar, agradar, y recibir al señor.

Porque recibirle oveja perdida, esposa adúltera, amigo infiel, esclavo duro, e inobediente hijo, ingrata criatura a su Dios, y Criador, no es, alma, no, recibirlo, sino ofenderlo, herirlo, y crucificarlo; y no se recibe vida, sino juicio, muerte, y muerte de eterna condenación.

11. La segunda medicina, en donde el demonio suele poner la ponzoña, es en el ejercicio de la santa confesión. Porque después que el demonio hirió al alma con la culpa, no tiene otro remedio la pobre, sino esta saludable medicina; y después de haber perdido la gracia, y arrojádose loca, y temeraria en el mar ponzoñoso del pecado, no tiene otro modo de librarse, sino esta segunda tabla, que es el sacramento de Penitencia.

12. Pues como el demonio aborrece tanto al alma, y quiere que sus daños sean sin remedio alguno, pone en el remedio el daño. Y siendo su remedio, que se confiese con los labios, para que no se confiese, pónele un candado en los labios; y ya por vergüenza desvergonzada, ya por pereza, ya con otros distraimientos, le tiene cerrados los labios, y siendo su remedio, que el pecador se confiese, y que sea con dolor, y contrición, o verdadera atrición, llévalo a confesar sin contrición, sin atrición, ni dolor.

Es su remedio llevar propósito de la enmienda; llévalo a que se confiese con tanta priesa, que no parece que va como quien huye del pecado, sino como quien huye del Sacramento; porque dice que va por cumplir con la Iglesia. Como quien dice: Sólo por cumplir, no por merecer; por escapar de la pena de la Iglesia, no por salir de la culpa, que me mata a mí, y escandaliza a la Iglesia.

13. Si él dijera: Voy por cumplir con la Iglesia, como hijo verdadero de la Iglesia, obedeciendo el precepto de la Iglesia, para reducirme por la gracia al gremio universal de la Iglesia, y hacerme por ella místico miembro de la Iglesia; era buen modo de cumplir con la Iglesia: pero con algunos que el demonio dilata las confesiones de año a año, no hace que así lo entiendan, sino que van por cumplir con la Iglesia: esto es, por cumplimiento, no por amor, ni santo temor. Van por que no los descomulguen, por que no pierdan su honra.

Todo esto es poner el demonio el veneno, donde ha de estar la medicina, y el que no puede poner en el Sacramento, ponerlo en despreciar el Sacramento, y en la mala recepción del Sacramento.

14. No así, no, almas, la confesión sea clara, pura, verdadera, penitente, y dolorosa: el ir a este Sacramento con dolor, con temor santo, con contrición perfecta, con propósito constante de no volver a ofender a Dios: decir limpiamente lo que impuramente obraste; a tu Padre hablas, a tu Dios, a quien derramó por ti su sangre, a quien desea, más [346] que tú, tu remedio, a quien sabe ya al decir, aquello que comiste al pecar. El mismo que se halló viéndolo cuando pecabas, y donde pecabas, lo está oyendo donde lo confiesas. No mires tanto al sacerdote, cuanto a Dios, que se representa en el sacerdote.

15. La tercera medicina del alma, en que santa Teresa señala, y advierte, que el demonio pone ponzoña, es la oración; y aquí puede advertirse, cuán importante remedio es la oración para el alma; pues santa Teresa lo propone con el Sacramento eucarístico, y la confesión; y el demonio, como a remedio tan eficaz, asesta a él su artillería, y su ponzoña.

16. En la oración puede poner el demonio de muchas maneras la ponzoña, y todas en mi sentimiento se vencen de una manera. Puede ponerla convidando en la oración con deseos de propia excelencia; porque sólo el orar es dignidad (ya se ve) hablar con Dios, ponerse delante de Dios, tratar con Dios. Sólo hablar con el rey, es dignidad: ¿pues qué será hablar con Dios? Y si de aquí, de donde le ha de nacer al alma humildad, y confianza, y decir con Abrahán: Cum sim pulvis, et cinis (Gn 18,27), que es polvo, y ceniza; ella se engríe, ensoberbece, se desvanece, y desea arrobos, visiones, revelaciones, y busca otros delirios como este, que recibidos son peligrosos, y deseados dañosos, ya el demonio puso su ponzoña en la oración de aquella alma.

17. Lo segundo, la puede poner con turbar el demonio la imaginación del que ora, y ponerle en ella, y en la fantasía ilusiones, engaños, y disparates. Y si el alma se deja gobernar de la imaginación, y no apela de la imaginación a la humildad, y sinceridad del corazón, y al consejo del prudente confesor, ya come el alma ponzoña.

18. Lo tercero, suele poner sequedades, tentaciones, torpezas, y otros mil modos de tentar al orador, para retraerlo, y apartarlo de aquel soberano, y utilísimo ejercicio. Y si el alma no resiste, y persevera, antes se acobarda, y se retira, ya el demonio la va destruyendo con la ponzoña, que la puso en la oración.

19. Casi a estos tres modos de ponzoña se reduce la que pone el demonio en la oración; y todas tres se vencen con una manera de pelea, y defensa, que es con armarse el alma de humildad, de consejo, y perseverancia.

20. Para las primeras tentaciones de visiones, revelaciones, y cosas de este género, humillarse, negándose a todo lo que no fuere la humildad, y obrar con el consejo del prudente, y docto padre espiritual.

21. Para el segundo daño, ha de buscar por los mismos pasos el remedio, humildad, y consejo; y purificar la intención, y no desear sino a Dios, y padecer por Dios, y negarse en todo a las criaturas, para agradar a su Criador, a su Señor, y a su Dios.

22. Para las terceras (que son sequedades, y otras deste género) el remedio es, lo que dice la misma Santa, y la humildad con la perseverancia, y no dejar la oración, y antes morir perseverando con ella, que no vivir vencido del enemigo, huyendo de la oración.

Porque aunque todas las virtudes corren a conseguir la corona, pero entre todas es la perseverancia la que se lleva la corona: Omnes quidem currunt, sed unus accipit bravium (1Co 95,24). Pues ni el que [347] corre es algo, ni el que pelea, ni el que obra, ni el que padece, ni el que merece, sino aquel que persevera.



1017

Aviso XVII

Cualquiera cosa grave, que se haya de determinar, pase primero por la oración.

Notas


1. Esta es máxima utilísima, y tan clara, que más necesitamos de ejercitarla, que de explicar.

2. Cinco cosas, entre otras, tiene la oración admirables, y provechosas, para que el varón espiritual, y cualquiera alma se aconseje con la oración. La primera, es la luz que Dios allí comunica para el acierto. Pues habiendo dicho tantas veces: Petite, et dabitur vobis: quaerite, et invenietis: pulsate, et aperietur vobis (Lc 11,9): Pedid, y recibiréis: llamad, y os responderán: orad, y rogad a vuestro Padre celestial, y otras razones como estas, en las cuales está ofreciendo su divina Majestad a los que oran, y le piden, que les concederá lo que le piden: ¿qué duda hay, que quien fuere a suplicarle luz, acierto, y dirección, se la dará en la oración?

3. Lo segundo, tiene también de bueno el acudir por consejo a la oración el humillarse el que ha de tomar la resolución; porque en mi concepto el mayor daño de las resoluciones depende de la presunción, y vanidad al resolver: porque para todo nos parece que bastamos, y que nuestro entendimiento no necesita de otra luz que de la suya, y todo lo sufriremos, sino el que otro diga que sabe más que nosotros: y bien pasará uno porque otro diga, que sabe coser mejor que él; pero que sabe gobernar mejor que él, no lo sufrirá, ni aun el que no sabe otra cosa que coser.

Cuántos zapateros hay, que dicen desde su banquillo, si yo fuera presidente, si yo fuera del Consejo, si yo gobernara el mundo: porque le parece a él que es más hábil para gobernar al mundo, que para dar buen cobro de los zapatos, que está cosiendo en su banco.

4. Esta presunción del gobernar, y del resolver, no se la quitará al hombre, sino la gracia de Dios; porque entró en el hombre con la culpa, y su desgracia: pues desde que el demonio puso a nuestros primeros padres al oído aquellas venenosas palabras: Eritis sicut Dii (Gn 3,5): Seréis como dioses; esto es, sabréis como dioses, heredó toda su posteridad la presunción del saber.

Pero el que va a la oración, si se humilla, y conoce su ignorancia, y en figura de pobre de sabiduría, pide limosna a Dios (que es la misma sabiduría, y entendimiento) humillado, y resignado, ya se puede tener por alumbrado, y enseñado. Y pues él sabe que ignora, sabe el principio de la sabiduría, y el medio de desterrar la ignorancia.

5. Lo tercero, porque el que va a la oración por consejo, se conoce [348] que va con buena intención; pues nadie va a Dios sino con deseo de agradarle, y de servirle; y mucho lleva andado para el acierto, el que lleva buena intención al consejo.

6. Lo cuarto, porque el que va a Dios por la oración, para que le aconseje en ella, no es posible que ya que no acierte con lo mejor, dé por lo menos en lo malo. Porque delante de Dios, y en su presencia, y humilde, arrodillado, compungido, y devoto; ¿cómo es posible que resuelva cosa que sea ofensa de Dios? Y gran cosa es, ya que no acertemos con lo mejor de lo bueno, no caer, ni llegar, ni incurrir en lo peor de lo malo.

7. Lo quinto, porque el que va por consejo a la oración, por lo menos lleva la ventaja del pensar en el negocio, que va a resolver: y gran cosa es para acertar, el meditar, pensar, premeditar, y discurrir sobre la resolución de aquel negocio.

Una de las cosas que tiene perdido el mundo, es el resolver sin pensar, y que primero se vea el efecto, que el consejo: y que gobierne la ligereza, e inconsideración, y presunción, lo que ha de gobernar la meditación, la consideración, y la luz de Dios, por la oración, y consejo.

8. A este propósito vienen bien las palabras del Profeta: Desolatione desolata est onmis terra, quia nullus est, qui recogitet corde (Jr 12,11). La asolación, o la disolución de la ciudad, y el desuello de los ciudadanos, y del mundo, es sobrar resoluciones, y faltar consideraciones: obrar mucho, y pensar poco.



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Aviso XVIII

1. Procúrense criar las almas muy desasidas de todo lo criado, interior, y exteriormente: pues se crían para esposas de un Rey tan celoso, que quiere que aun de sí mismas se olviden.
Notas


1. Toda la vida espiritual se encierra en este documento, y aviso. Y como quiera que la vida más espiritual ha de ser la de las esposas de Cristo bien nuestro, fuera de la de los sacerdotes, religiosos, y obispos, que estos solos deben aventajarlas por su ministerio; está bien encaminada esta luz a las hijas de santa Teresa, y con esa luz es bien que veamos, y en esta fuente bebamos todos.

2. La vida del seglar, y de cualquiera otro que tenga por fin esto temporal, entre otras cosas que tiene de pésimo, es, que sigue una profesión tan arriesgada con gobernarse por su propia voluntad, que con lo que le ofrece el mundo, le cautiva; y con lo que apasiona, aprisiona; y con lo que convida, mata; y con lo que alegra, encadena; y con lo que encadena, condena.

La razón es clara; porque el corazón que crió Dios para sí libre, suelto, y desasido, luego que es llevado, ganado, y arrastrado del apetito, [349] y gusto de lo temporal, se ase, se cautiva, rinde, y traba con esto bajo, torpe, terreno, y sensual, de suerte, que de libre de Dios, se hace siervo miserable del mundo, y cautivo del demonio.

3. Esta es la causa por que el alma santa ha de procurar no amar cosa criada, sino por Dios, y con Dios, y para Dios; porque no hay amor, que sin estas calidades no sea un despeñadero, y que no esté llamando a muchísimos peligros, y a gran número de daños.

Por eso se podrá llamar el amor de las criaturas, amor con miedo, porque no han de amar las almas a cosa criada, en que no deban obrar con gran recelo de amar. Está lleno de esquinas, por donde anda el amor de las criaturas, y apenas halla las calles: todo es encontrar con las esquinas, y por eso suele dar más caídas, que no pasos, y más pasos al caer, que no al andar.

4. Sólo el autor de Dios es amor sin miedo de amar, y allí puede el alma arrojarse a amar sin tasa al que sin tasa nos ama. Una cosa pido a Dios, y otra aborrece mi alma. La que le pido es que no me deje amar a las criaturas sin el Criador; y que sea por el Criador todo amor que diere a las criaturas. La que aborrece mi alma, es, el desear en esta vida sino a Dios, pues no hay otra cosa que desear sino a Dios en esta vida.

5. Cuanto damos de amor a las criaturas, tanto lo hurtamos al Criador, como otras veces he dicho: y cuando parece que somos agradecidos, o amantes, no somos sino ladrones ingratos a aquel amor.

Que yo le dé al padre, a la madre, a la esposa el amor ordenado, y santo, es muy santo, y ordenado: pero que ni al padre, ni a la madre, ni a la esposa, ni al hijo le dé amor, que para dárselo a él, sea menester que se lo quite a Dios, es desordenado amor.

6. Más fácilmente debemos dar el dinero, la ocupación, y el tiempo, la salud, y la persona a las criaturas, que no el corazón; porque aquello tal vez es justo, y necesario, y comúnmente honesto el darlo; pero el corazón sólo a Dios.

Hijo, dice el Espíritu Santo, dame tu corazón: Fili praebe mihi cor tuum (Pr 23,26). Esto que pide Dios al alma, le está cada instante pidiendo con notable ansia el demonio. Toda la guerra de el demonio con Dios, es sobre quien ha de ser señor del corazón del hombre, y quien ha de poseer, y llevarse para sí esta joya de el humano corazón.

7. Pondera excelentemente al intento san Bernardo, que a vista de los cielos, y de la tierra, se está peleando por Dios, y por el enemigo común de las almas, sobre quien será señor de un corazón tan corto, y pequeño, que no basta para satisfacer al almuerzo de un pequeño gavilán.

8. Verdad es, que aunque es esta su medida, y tan pequeña, y limitada, es capaz del mismo Dios, por estar allí el alma racional, que es imagen viva de Dios. Halló san Antonio abad un día al demonio muy solícito entre sus monjes, haciéndoles repetidas reverencias, y muy grandes cortesías, y procurando granjearlos de innumerables maneras. Dijo el santo: ¿Que quién le había traído a la casa de los santos, siendo la misma maldad? A que respondió, que toda su pretensión, no era más que le diesen sus monjes una niñería. Y preguntándole: ¿Cuál? Dijo: Que una media luna, un ojo de un buey, y la cuarta parte de la rueda: y con esto desapareció. [350]

9. Quedó el santo confuso, y para saber lo que había de negar al demonio, quiso con sus hijos averiguar lo que pretendía: y hallaron que por todas aquellas cosas tan disformes, raras, y diferentes, quería pedir, y arrancar del alma del monje su corazón. Porque la media luna es una C, el ojo del buey, que siempre es redondo, es una O, la cuarta parte de rueda, es la primera letra de, Rota,en latín, que quiere decir Rueda, que es una R, y juntas estas tres cosas distantes, significa corazón, COR. Con esto habiendo entendido los monjes la pretensión (4) que tenía a su corazón este fiero enemigo de las almas, pusieron más cuidado en guardarse de sus uñas, y poner sólo en Dios su corazón.

10. A esto miran unos versos muy discretos, que dicen que se hallaron en un antiguo sepulcro, que dicen:

Dimidium sphaerae: sphaeram, principe Romae
Postulat a nobis divinus Conditor orbis.



Una media bola, una bola entera, y la cabeza de Roma le pide a las criaturas su divino Criador. Porque una media bola hace figura de C, una entera de O, la primera letra de Roma, R, y todo junto COR, que es el corazón.

11. Por esto santa Teresa quiere los corazones de sus hijas desasidos. Y añade: Interior, y exteriormente, porque es celoso su Esposo. Desasido en lo interior; esto es, desnudo el corazón de todo humano amor, y deseo, no sólo de lo malo en lo grave, que esa no es fineza, sino obligación, no sólo de lo malo en lo leve, que eso aunque no fueran esposas lo debían a su misma conveniencia, sino de lo bueno, cuando lo bueno, por el asimiento, puede llegar a imperfecto, y de imperfecto hacerse perdido, y malo.

Porque aun lo bueno, si llega a ser asimiento, ya sea de lo natural, como padre, madre, hermanos; ya sea de lo espiritual, como lágrimas, regalos espirituales, y otras cosas deste género, como se tenga con propiedad en el alma, cautiva al humano corazón, y lo entretiene, y lo detiene, para que no llegue a la unión, que por la voluntad ha de tener la esposa con el Esposo.

12. Por esto dice el beato padre, y místico doctor fray Juan de la Cruz (Lib. 1, de la Sub. del Mont. C. 11 1MC 11), que como un pajarito estuviese atado, aunque no fuese con una cadena gruesa de hierro, sino muy delgada, atado estaba. Y que así el alma, como quiera que esté atada, ya con cadena gruesa de hierro en lo grave, aunque no llegue a culpa grave; ya con cadena delgada de hierro en lo leve: ya con cadena de oro en lo permitido, y bueno, asida con el amor propio, y atada, no es posible que llegue a unión perfecta de voluntad con su Criador. Y así para que el alma sea toda de Dios, es menester que no tenga en ella parte la criatura, ya sea la criatura a quien ama, y sea la misma alma, que ama con propiedad a la criatura. Porque es tan celoso Dios del alma, que no sólo tiene celos de que ella ame a otra cosa que a Dios, sino de que se ame el alma a sí misma.

13. Y dice la Santa: Sin asimiento exteriormente, por que no sólo se nieguen al interior asimiento, sino a esto exterior, cuanto sea posible, para que se hallen más libres en lo interior, negadas a lo exterior. Porque [351] aunque el asimiento que daña, es siempre el interior; pero para asirse con lo interior, dispone muchísimo lo exterior. Porque la esposa del Señor, que tiene su trato con las criaturas, si con ellas anda frecuentemente en lo exterior, muy presto les dará lo interior. Y la monja, que da a la amiga con exceso la conversación, ella le dará bien aprisa el corazón.

Y la religiosa, que siempre está tratando con sus padres, o parientes, no soltará el amor de sus parientes, y padres: y cuanto tuviere de trato no necesario con ellos, irá cobrando de asimiento; y cuanto crezca aquel, crecerá este. Y así la Santa quiere a sus hijas desasidas en lo interior, y exterior: y que estén desasidas desto, para que lo estén de aquello.

14. Añade: Pues se crían para esposas de un Rey tan celoso, que quiere que de sí mismas se olviden. Aunque lo encarece bien; pero es poco, respeto de lo que Dios es celoso: porque no hay amor de propiedad tan delicado, y delgado del alma a las criaturas, que no le embarace a Dios; y en siendo amor con gusto de amar a la criatura, todo se lo quita a Dios. Porque dice su divina Majestad (y con razón) que cuanto el alma ocupa de amor ajeno, tanto le quita al divino: y como Dios la quiere a ella sin limitación alguna, quiere que ella a Dios ame sin limitación. Y que pues Dios la quiso hasta negarse a su misma vida, dándola por ella en una cruz, se niegue ella por Dios (como dice la Santa) hasta negarse a su misma vida.

15. Y como Dios la quiso más al vivir, le quiera ella más que al vivir. Y si otra cosa quiere con Dios, y tiene con Dios en el corazón, en no viviendo con Dios, y por Dios, y para Dios, ya está Dagón en un templo con Dios, y es menester que salga Dagón, o Dios. Y si no está Dagón, porque no perdió la gracia, están allá los mensajeros de Dagón, y de el Dragón, que son los asimientos, las pasiones, que si no se arrojan de el corazón, vienen a parar en prisiones, que va poniendo al alma aquel Dagón, y Dragón.

16. A esto mira lo que dijo el Señor, que el que le ha de seguir, se niegue a sí mismo; no sólo a sus padres, sino a sí mismo: Abneget semelipsum, et sequatur me (Lc 14,26). Y en otra parte, a sus padres, y a sus hermanos; y lo que es más: Adhuc autem, et animam suam, y a su misma vida, y amor ha de negarse: y alma que no hace esto, no es esposa fina, y leal de el Señor. Y así de todo ha de andar el alma espiritual desasida, y sólo a Dios, y de Dios asida.

17. Pareciome muy bien el sentimiento de un alma, que la noche de Navidad, viendo que eran las doce de la noche, y que estaba el niño Jesús llorando en las pajas de el pesebre, le dijo:




Las doce son de la noche,



Niño Dios, y no dormís:



Si es amor, ¡ay Dios qué dicha!



Si son celos, ¡ay de mí!


Porque aquella alma temerosa, y fervorosa decía: Si mi amor, y su amor no le dejan dormir a Jesús, dándole, yo el mío, y dándome a mí el suyo, ¡dichosa yo que le hago velar de amor! Pero si los celos, y recelos [352] que tiene de mí, y de que amo las criaturas, no sólo le hacen velar, sino que le obligan a llorar, ¡ay de mí!

18. Esta copla ha de ser la fuga de las almas devotas en esta música espiritual. Y examínense bien en lo interior, y exterior: y averigüen si Dios puede estar juntamente celoso de sus propiedades, o asimientos, o pasiones; y huir de ello, como de el fuego, para que sea fuego de amor, y no de celos el que desvele al Señor.



1019

Aviso XIX

Procuren ser los religiosos muy amigos de pobreza, y alegría; que mientras durare esto, durará el espíritu que llevan.

Notas


1. Es esta muy discreta, y espiritual máxima: Pobreza, y alegría. Puso primero la pobreza, y luego a la alegría; como quien pone primero a la madre, y luego a la hija. Y aun con ser gentil, un gentil entendimiento filosófico decía, que es cosa alegre la pobreza, y que la alegría desaparece, y destierra la pobreza honesta: Res est laeta paupertas. Y añade: Non est paupertas, si laeta est (Séneca).

2. Creo que ya lo dijimos arriba, pero merece repetirse; por que no sólo el sol de santa Teresa nos alumbre, sino la vela de este discreto pagano, y nos avergoncemos los cristianos de amar con tal ansia las riquezas: Honesta cosa es la pobreza alegre. Y añadió: Antes si es alegre, no es pobreza. La pobreza da alegría, y aquella alegría da riqueza santa, destierra a la pobreza, y deja al alma llena de celestiales riquezas.

3. Pero es menester advertir, que aquí no se habla propiamente de la pobreza de las alhajas solamente, aunque esta es necesaria en quien profesa pobreza, y aun a los que no la profesamos con el voto, aunque la debemos profesar con el espíritu; por que no nos cautiven las alhajas, y en lugar de ser riquezas de varones: Divitiae virorum, seamos nosotros (lo que Dios no permita) Viri divitiarum,que Nihil invenerunt in manibus suis (Ps 75,6), cautivos de las riquezas, que nos hallamos, al morir, sin riquezas de virtudes, por morir rodeados de riquezas, sin virtudes.

4. La pobreza, de que se habla aquí principalmente, es la de deseos, y afectos, que acompaña a la pobreza de alhajas. Y esta pobreza, yo juzgara, que trae consigo alegría; porque tiene dentro de sí a Dios, y es Dios la misma alegría. La pobreza voluntaria arroja de sí cuanto tiene, y cuanto desea; y con eso en el corazón vacío de criaturas, entra Dios, y tanto más llena, cuanto halla mayor vacío; y un corazón lleno de Dios, forzoso es que esté alegre, y que sea esta pobreza, no sólo alegre, sino la misma alegría.

5. De aquí deduce esta consecuencia, y máxima la religión de el Carmelo, [353] y la misma procuremos imprimir todos en el corazón, que si queremos alegría, no la pidamos al mundo, sino a Dios: y que cuanto entrare en el corazón más de pobreza, y arrojaremos de deseos, tanto entrará más de Dios; y que al salir los deseos, irá entrando la alegría, porque ni cabe con Dios tristeza, ni alegría sin Dios.

6. Hasta aquí (más para consuelo de los padres que me lo han pedido, que no porque estas celestiales cartas, y avisos de la Santa necesitasen de notas) he escrito lo que tumultuariamente se me ha ofrecido a la consideración entre mucha ocupación del ministerio que sirvo, y tan aprisa, que ello mismo está diciendo con sus imperfecciones, y defectos, que ha obrado al escribirlo mi pluma: Sicut calamus velociter scribentis (Ps 44,2). Si a vuestra reverendísima le parece, que pueden ser de algún servicio a Dios, y honra de la Santa el imprimirlas, lo remito a su censura. Guarde Dios a vuestra paternidad reverendísima como deseo. Osma 28 de marzo de 1656.

De vuestra paternidad reverendísima M. S.

Juan, obispo de Osma.
Fin


[357]

1100

Índice

De las cosas notables que se contienen en este tomo.

Abreviaturas






C.




significa






Carta.



Not.




id.






Notas.




A.




id.






Avisos.



Cap.




id.






Capítulo.




N.




id.






Número marginal.


Abigail. Pareciose en la intercesión santa Teresa a Abigail: C. 13, Not. 5.

Afabilidad, y dulzura (5). Conócese la agradabilísima de la santa en unas expresiones de fineza que escribe al maestro fray Domingo Báñez: C. 16, n. 1.

Agradecimiento (6). El bien que nos hicieron en alguna gran necesidad debe ser más agradecido: C. 62, n. 1.

Agravios. No nos hemos de acordar de los agravios que nos hicieron, y así se deben olvidar; pero sí de los que hicimos, para satisfacerlos: C. 52, n. 4 y 5.

Agua bendita. Es la mejor cosa para que huya el demonio; mas es necesario que lo toque: C. 33, n. 8.

Agustín (san). Cítale la santa en la sentencia que dice: Pasa el espíritu de Dios como la saeta, que no deja señal: C. 32, n. 8.

Alegría. Es don especial, que comunica el Señor a los hijos, y hijas de santa Teresa, pues siempre está la alegría en sus corazones: C. 19, Not. 4. Es gran bien andar las monjas con alegría, y grandísimo perjuicio el estar descontentas: C. 26, n. 10. Procuren los religiosos ser muy amigos de pobreza, y alegría, y mientras dure esto durará el espíritu de Dios: A. 19.

Alma. Son como las bestias los que no se paran en considerar la grandeza de sus almas: C. 30, n. 12. Algunas veces parece que anda el alma fuera de sí, y que anima al cuerpo estando en otra parte: C. 32, n. 9.

Alonso de Cepeda (el señor), padre de la santa (7). No podía esta llevar en [358] paciencia, que sus parientes volviesen a pedir en justicia la hacienda que su padre había vendido: C. 29, n 7.

Alonso Ramírez (8). Fue ciudadano de Toledo: quiso fundar el convento de religiosas Carmelitas de aquella ciudad, en se levantaron algunas contradicciones; y le dice la santa, que, cuando a él, y a ella los apedreen por el asunto, irá bien la fundación: C. 38, n. 4.

Alonso Velázquez (don), obispo de Osma (9). Escribiole la santa una carta la más discreta, y espiritual de todas las suyas, en que le enseña a orar, siendo así que era su confesada: C. 8. Manifestó el Señor las grandes virtudes de este prelado a la santa, pero que le faltaba la oración: Ibid. n. 3.

Álvaro de Mendoza (don). Le apreciaba tanto la santa, que decía, que sólo con saber que su ilustrísima estaba bueno, pasaría ella con gusto todas sus enfermedades: C. 4, n. 1. Decíale la santa, que nadie le tenía amor tan desnudo de intereses, como ella, y sus hijas, pues sólo querían que él las quisiese: Ibid. N. 4. Favoreció mucho a la santa, y a su religión: hízola dos señalados beneficios, el primero admitir el convento de san José de Ávila debajo de su jurisdicción, para que se pudiese fundar; y el segundo entregarle a la Orden, después de asegurado, para que se pudiese mantener: Ibid. Not. 2.

Ambrosio Mariano (fray). Hácele la santa discretas advertencias en varios puntos en que le escribe: C. 28, por toda.

Amistad, y amigos. No se ha de dar gusto a los amigos en lo que es contra la conciencia: C. 28, n. 1. Importa tener gran precaución para fiarse de los amigos: Ibid. n. 9. Se deben conservar a los amigos: C. 54 n. 6. Es injusta la amistad, que calla los defectos del amigo, cuando estos se pueden remediar diciéndolos al superior C. 62, n. 2.

Amor de Dios (10). El amor de Dios quita el de las criaturas, para no estar el alma asida a ellas: C. 32, n. 5. Este amor la da un señorío sobre todo lo criado: Ibid. A quien ama a Dios le sirve de cruz todo lo de este mundo: A. 7, n. 1. El verdadero amor de Dios ha de hacer concierto con su Majestad de ser todo suyo, y no querer nada de sí: A. 8, n. 2.

Amor en común (11). El amor iguala términos muy desiguales: C. 1, Not. 8. Desde luego empezó el espíritu de la santa a caminar más por amor, que por temor: C. 19, n. 12.

Ana Henríquez (doña) (12). Fue de la casa de los marqueses de Alcañizas, muy amiga de la santa, y esta la escribe la C. 12.

Ana de Jesús (la venerable madre). Repréndela agriamente por lo sucedido en la fundación de Granada: C. 65, por toda ella. Corrígela el que echase menos no la pusiesen en el sobrescrito de las cartas presidenta, o prelada, sino sólo Ana de Jesús: Ibid. n. 11.

Andalucía. Dice la santa, que halló en esta provincia sujetos de buen talento, y letras, y que quisiera los tuviera su religión así en la provincia de Castilla: C. 13, n.4. Dice que no era para ella la tierra de Andalucía, y que deseaba verse en la tierra de promisión, por Castilla la Vieja: C: 47, n. 11. Es menester más ánimo para salvarse en Andalucía, que en Castilla la Vieja, por la fertilidad, y delicias de aquella tierra: Ibid. Not. 10. Véase verbo Sevilla.

Ánimo. Necesítale mucho el alma en los principios que empieza a tener arrobamientos, y arrebatamientos: C. 18, n. 13. Decían a la santa personas muy letradas, que estaba obligada a no ser cobarde en la fundación de su primer convento: C. 29, n. 2. Muestra el valor que [359] tenía la santa cuando la ponían algunos miedos con el arzobispo de Granada: C. 65, n. 4.

Antonio Morán. Consolose mucho la santa con él, por las noticias que la dio de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda: alábale de hombre muy verídico, y entendido: C. 29, n. 4, 5 y 6.

Arrobamiento. Causa espanto esta voz, y así la santa lo solía explicar con el nombre de suspensión: C. 18, n. 9. Diferénciase el arrobamiento de la unión, en que suele durar más que ella, y se siente más en lo exterior, porque falta en él en algún modo el calor natural, y el cuerpo, y miembros quedan como muertos: Ibid. n. 10 y 11. Entiende el alma más de lo que goza en el arrobamiento, que en la unión, y queda con mayores afectos: Ibid. n. 12. Diferénciase el arrobamiento del arrebatamiento, en que aquel empieza por poco, y éste muy veloz: necesita el alma mucho ánimo en los principios del arrebatamiento: Ibid. n. 13. Quedan grandes efectos, y especialmente conocimiento del poder de Dios: Ibid. n. 14. Uno se levantó serafín en un arrobamiento, y descendió Lucifer: C. 23, Not. 12. Padecíalos en público la santa, y escribe a su hermano para que pida a Dios se los quite: C. 32, n. 3. Véase verbo Oración.

Asimiento. A nada de esta vida le han de tener las almas religiosas, ni aun a sus preladas; éstas crían esposas para el Crucificado, y las deben quebrantar la voluntad, para que no se apegue a criaturas: C. 65, n. 9 y 10. Procúrese criar las almas muy desasidas de todo lo criado, porque se crían para esposas de Cristo: A. 18.

Atrevimiento. Son los atrevidos necios, y en dándoles un poco de favor, se toman mucho: C. 11, n. 4.

Ávila (13). Refiere la santa la mucha virtud de esta ciudad, y el grande aparejo de estudios, y otras comodidades para la buena crianza de los hijos: C. 30, n. 7.

Avisos. Dio el Señor cuatro avisos a la santa para la manutención religiosa de su reforma: A. n. 2.

Baltasar Álvarez (el padre) de la Compañía de Jesús. Tenía la santa en él todo su consuelo, y la parecía le gozaba poco: C. 12, n. 1 y 5. Fue insigne varón, espiritualísimo confesor de la santa, que la supo bien mortificar; y en una ocasión que ella deseaba con ansia una respuesta suya, remitiéndola el papel, le mandó que no le abriese en dos meses: Ibid. Not. 1 y 2.

Bartolomé de Medina (el padre fray) domínico, y catedrático de Salamanca. Por noticias sentía mal de las cosas de la santa, y sabiéndolo ella, deseó más tratarle, que con quienes aprobaban su espíritu, y lográndolo, la aseguró más que los otros este gran sujeto: C. 19, n. 13.

Beatriz de Jesús. Fue sobrina carnal de la santa; la costó mucho el ganarla para Dios, y la religión, por la resistencia de sus padres: C. 7, n. 3. Tratola el señor Palafox, siendo priora del convento de santa Ana de Madrid, y le dio una imagen de Cristo crucificado, que ella había traído consigo más de cuarenta años, y él hizo lo mismo en más de diez y siete: Ibid. Not. 3.

Beneficios. No se han de perder los amigos, y bienhechores, que han beneficiado en varios asuntos, por que éstos alguna vez falten en algo: C. 47, n. 9. Véase las notas de esta carta 13 y siguientes. Véase verbo Favores,y Mercedes de Dios.

Burgos. Dice la santa, que padeció mucho en la fundación del convento [360] que hizo en esta ciudad: C. 7, n. 2. Ocasionó estos trabajos el señor arzobispo de aquella ciudad, aun siendo un gran prelado, y observantísimo: Ibid. Not. 2.

Cáliz. No quería la santa fuesen de metal inferior a la plata, porque no se sufre el que los del mundo se sirvan con plata, y a Dios con bronce: C. 34, n. 2.

Calumnias. Donde falta el temor de Dios, es fácil el levantar calumnias contra el prójimo, y el probarlas con falsedades: C. 1, n. 1.

Camino. Hemos de dejar a Dios que obre en nosotros lo que gustare, no queriendo otro camino que el que nos diere su Majestad: C. 33, n. 10.

Cárcel (14). Las cárceles, y persecuciones las llevaba la santa con gozo por Dios, y su religión: C. 27, n. 1. Desde la cátedra de su cárcel enseña la santa la doctrina, que hace dulces los trabajos padecidos por Dios: Ibid. Not. 1 y siguientes.

Cartas (15). Expresa la santa el consuelo que tenía con las cartas de Gracián, y se queja de que no le responde a todo, y que se olvida de poner la fecha: C. 23, n. 1. Encarga a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que siempre lea sus cartas, y dice puso mucho cuidado en que fuese buena la tinta en una que le escribió: C. 29, n. 14. Aun cuando escribía la santa en puntos domésticos, y temporales, juntaba lo humano con lo divino con admirable espíritu: C. 30, Not. 1. Dice la santa a su hermano, que jamás volvía a leer las cartas que escribía, y que si faltan algunas letras, que las ponga él allá, pues importa poco esto, como se entiendan: C. 32, n. 10. Hizo daño a la santa escribir muchas cartas, y la mandaron no escribiese, hasta después de las doce: C. 33, n. 1. Es gran trabajo el escribir cartas, pero son inexcusables para suplir la ausencia, y gobierno del mundo: C. 33, Not. 8. Pueden tomar los secretarios de los señores de las cartas de la santa, fórmula, y modelo para escribir un pésame: C. 39, n. 1. Algunos por dar una mala nueva escriben cartas largas, y de mala letra: C. 47, Not. 2. Véase el n. 1 de esta carta. Véase verbo Escritos, Firmas, Libros, y Letras.

Casilda de san Angelo (16). Fue Carmelita en el convento de Valladolid: la aplaude la santa de gran talento, y dice eran muchas las mercedes que recibía de Dios: C. 12, n. 2. Chupó la materia que salía de la llaga de otra religiosa: Ibid. Not. 3.

Castidad. Jamás en cosa de su espíritu sintió la santa cosa que no fuese limpia, y casta, y dice que las cosas sobrenaturales no inclinan a lo contrario, porque traen olvido del cuerpo: C. 19, n. 25. Véase para inteligencia de esto las Not. 37 y 38 de dicha carta. Da a entender la santa, escribiendo a su hermano, que siempre la libró el Señor de pasiones contra la pureza: C. 32, n. 6. Suelen venir movimientos sensuales en la oración, y aun cuando se comulga; no se deben dejar por eso las comuniones: C. 33, n. 4.

Catalina de Cristo. Fue insigne: amola mucho la santa, y la escribe la carta 42. Compendia su vida el señor Palafox: Ibid. Not. 6 y siguientes.

Causa jurídica, o Proceso. Hiciéronla contra la santa, y sus monjas de [361] Sevilla, y oprimidas éstas del miedo de descomuniones, las obligaron a deponer muchas cosas inciertas: C. 17, n. 5. Véase la Not. 3 de esta carta. Cuando el juez está apasionado, probará lo que quisiere, especialmente si el testigo es mujer, y tiene miedo: Ibid. Not. 7. Donde falta el temor de Dios, se levantan muchos testimonios, y será fácil probarlos: C. 1, n. 1. Quéjase la santa de que en una jurídica, que se hizo en su convento de Sevilla, se contestaron cosas, que eran inciertas: C. 51, n. 6. Siente la poca verdad que se practicó en este proceso, y hace oración por dos religiosas, que fueron las que más faltaron: C. 58, n. 2. Fatigábase la santa porque estas dos monjas no se reconocían de haber faltado a la verdad: C. 60, n. 3 y 4. Procura la santa por estas dos religiosas para el fin de que se reconozcan: C. 61, n. 5.

Celo de las almas (17). Sentía la santa con eficacia en sí deseos de alabar a Dios; y de aquí se la originaban los grandes anhelos que tuvo por el bien de las almas: C. 19, n. 27. Sentía grandemente la santa la perdición de los indios, y de otras almas: C. 30, n. 12.

Censos. Hay gran trabajo en cobrar los censos, y son mejores las haciendas: C. 31, n. 10. En habiendo con qué quitarlos, luego se debe ejecutar: C. 62, n. 5.

Chaves (el maestro). Fue confesor de Felipe II, de gran entereza. Dice la santa a Gracián se valga de su intercesión para ganar el auxilio del rey: C. 22, n. 2. Véase la Not. 10 y 11 de esta carta.



Compañías (18). Las malas condiciones no son para vivir en compañía de otros, aunque sean virtuosos: C. 30, n 8. Los buenos desean la compañía de los que lo son, para hablar de Dios, y alabarle: Ibid. n. 12.

Confesores. Refiere la santa todos los que tuvo jesuitas, y domínicos: C. 19, n. 8 y siguientes. Aquel confesor, que sabía la santa sentía mal de su espíritu, es a quien deseaba más tratar, para que la desengañase: Ibid. n. 13. Antes seguía la santa lo que la decían los confesores, que lo que mandaba Cristo en la oración: Ibid. n. 17. Más gusto tenía en tratar con los confesores, que se recelaban de su espíritu, que con los muy crédulos: Ibid. n. 20. Jamás sintió tentación para encubrir las cosas de su espíritu a los confesores: Ibid. n. 23. Los confesores sólo pueden mandar en la esfera natural; pero en llegando la sobrenatural expiró su jurisdicción: Ibid. Not. 28 y siguientes. No deben mirar a las mujeres que confiesan: C. 26, n. 2 y 3. Véase la Not. 6 y siguientes de esta carta. No se fíen en qué conocen a las mujeres que confiesan, porque estas son muy difíciles de conocer: C. 28, n. 7. Dice la santa, que no la gustaban fácilmente los confesores, y que uno que tuvo en Sevilla la cansaba mucho: C. 55, n. 3. Encarga mucho, que sus hijas sólo se confiesen con religiosos de su reforma; y que entre estos no se las impida que muden algunas veces de confesor: C. 61, n. 3. Véase la nota 5 y siguientes de esta carta. Los Descalzos del Carmen son los que entienden el lenguaje del espíritu de las hijas de santa Teresa: Ibid. Not. 6. Acerca de una religiosa algo enferma de espíritu dice la santa a una prelada, que con que sólo la permita confesar con sus Descalzos de la reforma, y no fuera de la Orden, que sanaría, y estará todo acabado: C. 63, n. 7. Da la santa [362] algunos avisos desde el cielo, para el modo con que deben proceder los directores en las revelaciones de sus confesadas: A. 9, n. 1 y siguientes.

Confianza. Se ha de poner la confianza en Dios, no asegurándose alguno, de que por sí solo podrá obrar algo bueno: C. 36, n. 4.

Conocimiento propio. Se ha de salir del propio conocimiento al amor, porque no ha de ser habitación, sino tránsito para llegar a amar a Dios: C. 6, n. 3. Véase la Not. 2 de esta carta. Trae gran placer al alma el conocer de veras su miseria, y lo poco que puede: C. 32, n. 4.

Consejos, y Consulta. Aunque las mujeres no son buenas para dar consejos, algunas veces aciertan: C. 13, n. 7. Deseaba la santa consultar su espíritu con grandes letrados, aunque no fuesen muy dados a la oración, por asegurarse con las letras: C. 19, n. 11.

Consuelos, y gustos espirituales. Cuando su Majestad da consuelos en la oración, debe el alma conocer su indignidad, aprobando su bondad, que tiene por naturaleza comunicarse a los hombres: C. 8, n. 10. Dice el Señor, que son sus delicias estar con los hombres: Ibid. n. 12. Más quería la santa sequedades, que gustos en la oración, cuando estos son sólo para nuestro gusto: C. 23, n. 5. Véase verbo Contentos.

Contentos. No quiere el Señor que los gocemos en esta vida, sin que vayan mezclados con penas: C. 9, n. 2. Todas las felicidades del mundo son defectibles, y vanas; y así es lo mejor no desear descanso, ni cosa de él, sino poner todas las cosas que nos tocan en las manos de Dios: Ibid. n. 3. Véase verbo Consuelos.

Conversaciones. Algunas veces conviene más el tenerlas con los buenos, hablando de Dios, que el estar en oración: C. 33, n. 5.

Conversiones. Sentía mucho el demonio las que la santa había de lograr en dos almas: C. 50, n. 2.

Costumbre. No se han de ejecutar sólo por costumbre los ejercicios de la religión, sino haciendo actos heroicos en cada uno de ellos: A. 6, n. 3.

Crédito. Teníale tan grande la santa, que la fiaban cantidades de dinero muy crecidas: C. 30, n. 11.

Credulidad. Nunca estuvo la santa tan crédula, y confiada de su espíritu, que pudiese jurar era de Dios: C. 19, n. 17.

Cristo nuestro bien (19). Explica la santa el modo con que se debe meditar en Jesucristo: C. 8, n. 6 y siguientes. Padeció tanto en la oración del Huerto, para que entendiésemos, que aunque era Dios, era verdadero hombre, que sentía las penalidades de la carne: Ibid. n. 17.

Cruz (20). Sólo se ha de buscar la cruz, en esta vida: C. 27, n. 2. En esta vida es forzoso haya mudanza de cruces. Es amor propio el huir de ella con el pretexto de servir más a Dios. Deseos de servirle no son verdaderos, si no los hay de cruz: C. 34, n. 4. Se ha de preciar el alma de servir al Señor de balde, ayudándole a llevar la cruz: C. 44, n. 3. Es gran dicha cuando el Señor nos da a gustar algo de su cruz: C. 51, n. 1. Quien anda escogiendo cruces, y no se conforma con la que Dios le da, no imita a Cristo: C. 61, n. 2. Véase verbo Trabajos.

Cuerpo. Muchas veces le aborrece el alma amorosa de Dios, y la parece que es una gran pared, que la estorba el gozar de Dios, y aquí conoce el daño que nos vino de la primera culpa: C. 18, n. 22. Las cosas sobrenaturales traen olvido del cuerpo, y así no inclinan a cosa, que no sea limpia, y casta: C. 19, n. 25. Véase la Not. 37 y 38 [363] de esta carta. No se le ha de afligir tanto, que no pueda servir al espíritu, quitándole el sueño preciso: C. 33, n. 6.

Culpar a otros. Dice la santa, que se acobardaba en las dependencias que pudieran culparla con razón; mas cuando era sin culpa suya, que entonces la nacían alas para seguirlas con valor: C. 22, n. 3. Debe ocasionar consuelo el bien que logra aquel que es castigado sin culpa: C. 58, n. 1.

Curiosidad. No la tuvo la santa en saber cosas sobrenaturales, porque no la engañase el demonio, y su imaginación. Nunca pidió a Dios la diese a conocer más cosas, que las que fuesen su voluntad: C. 18, n. 26 y 27. Dice, que harto trabajo la costó el entender muchas cosas, que Dios quiso revelarla: Ibid.

Daza (el maestro). Escribe la santa una carta al obispo de Ávila calificando a este sujeto, y recomendándosele con admirable discreción: C. 4, n. 4.

Delicias. La tierra abundante en delicias, y fertilidades, no es a propósito para la santidad: C. 47, n. 10. Véase verbo Consuelos, y Contentos.

Demonio. Molesta mucho a las almas para que no aprovechen en la oración: C. 8, n. 15. Véase la Nota 18 de esta carta. A la puerta de Alejandría asistía sólo un demonio para guardarla; pero en la ermita de un anacoreta, cerca de esta ciudad, estaban cien mil para perseguirle: Ibid. Not. 19. Son los demonios trasgos, sombras, musarañas, y perros sin dientes, que no muerden, si el Señor no los da facultad para ello: Ibid. Dice la santa, que no puede sufrir a su reforma el demonio, y que siempre la hará guerra: C. 17, n. 9. Tientan más en unos países, que en otros, y adonde abundan las delicias: C. 30, Not. 2. Huye con el agua bendita, pero es menester que le toque, que si no, no huye: C. 33, n. 8. Sentía mucho el demonio un viaje que hizo la santa, porque le había de quitar dos almas que tenía por suyas: C. 50, n. 2. El demonio es tan soberbio, que pretende entrar por las mismas puertas que entra Dios, que son las comuniones, confesiones, y oración, y poner ponzoña en lo que es medicina. A. 16.

Descanso. Alegrose la santa cuando por castigarla, la mandaron cesar en las fundaciones, por el descanso que de aquí se la seguía: C. 13, n. 10 y siguientes.

Deseos. Se han de esforzar los deseos de servir a Dios, que su Majestad dispondrá, que las obras correspondan a ellos: A. 5, n. 5. Los grandes deseos sacan mucho provecho, aunque luego no se puedan poner por obra: A. 6, n. 4.

Devoción. Una cosa es desear la devoción, y otra el pedirla; pero es mejor dejarnos en las manos de Dios, para que su Majestad la envíe cuando quisiere: C. 31, n. 15. Experimentaba la santa tan poca devoción en los del mundo, que no se atrevía a fundar conventos sin renta: C. 42, n. 2.

Diego de Cepeda (don) (21). Fue sobrino de la santa, y esta le escribe consolándole en la muerte de su esposa, y le dice considere, que su vida no será larga: C. 35, n. 1 y 2.

Diego de Mejía (don) (22). Alaba la santa a este caballero: C. 28, n. 10 y 15.

Diego de Mendoza (don) (23). Fue del Consejo de Estado, gran caballero, discreto, y valeroso. Tuvo mucha amistad con la santa, y esta le escribe una carta dignísima de leerse muchas veces, como asimismo las notas del señor Palafox: C. 11, Not. [364]

Diego Ortiz. Fue de Toledo, yerno de Alonso Ramírez, ciudadano de dicha ciudad, a quien puso Dios en el corazón el fundar el convento de religiosas de Toledo. Escríbele la santa la carta 37.

Dinero. Aborrecíale la santa, y la era de gran cruz el tratar de intereses: C. 30, n. 11. Algunas veces le buscaba la santa con mucha diligencia para salir de sus ahogos: C. 46, n. 3, 4 y 5. Es gran persona el dinero: apenas puede obrarse cosa grande, ni santa sin el dinero: Ibid. Not. 7 y siguientes. Sirve algunas veces el dinero para adquirir la quietud religiosa: C. 48, n. 4.

Discordias. Hacen mucho perjuicio en las comunidades, especialmente a los que son nuevos en el estado religioso: C. 17, n. 2. Algunas tuvieron los santos, y son justos: C. 20, Not. 1 y siguientes. Véase verbo Enojos, y Enfado.

Discreción. Fue singularísima la de la santa, y con ella ganaba las almas, usándola con los entendidos, para hacerlos de Dios: C. 11, Nota 1 y siguientes hasta el fin.

Distracciones. Las dependencias, y negocios causan tibieza, y distracción: si son precisas, luego se aquieta el alma en pasando: C. 2, n. 1. Véase la C. 3, n. 15.

Doctrina, y Enseñanza. Nunca imaginó la santa de sí, que era capaz de enseñar: C. 21, n. 1.

Domingo Báñez (fray), domínico. Fue confesor de la santa, y esta aplaude un sermón que le oyó en abono de los trabajos: C. 12, n. 7. Quísole tanto la santa, que dice quiere ella todo lo que él quiere, y que no sabe en qué ha de parar este encanto. Escríbele una carta discretísima: C. 16, n. 1. Fue el que defendió la fundación de san José de Ávila, contra toda esta ciudad. Mandó a la santa que escribiese el libro de las fundaciones, y a él se le debe: Ibid. Not. 2 y 3.

Domínicos. Amó la santa tanto a esta sagrada religión, que decía era la Domínica in Passione. Debe la reforma a esta Orden santísima su erección. Elógiala el señor Palafox: C. 16, Not. 2 y siguientes. Nombra la santa a los muchos padres con quienes trató su espíritu de esta sagrada Orden, y dice, que además de sus muchas letras, trataban de mucha oración: C. 19, n. 12 y siguientes.

Dones. Dice la santa, que aun en su tiempo le usaban tantas personas en Ávila, que era vergüenza: C. 47, n. 7.

Ejemplo (24). Se ha de enseñar más con obras, que con palabras: A. 4. Véase la Not. 1 y siguientes sobre este aviso. Debe el religioso imitar la virtud que viese en sus hermanos y amarlos por ella: A. 7, n. 2. Encarga mucho la santa el que sus prelados sean mortificados, por el ejemplo de los súbditos: A. 12, n. 1, 2 y 3.

Elecciones. Se gobiernan con grande acierto en las elecciones los conventos de la reforma del Carmen, y parece echa el señor en ellas la bendición: C. 12, Not. 5. Asiste el Espíritu Santo en las elecciones que se hacen con justicia: C. 63, n. 3. Avisa la santa desde el cielo, que no se reelijan en prelados los que lo acaban de ser: A. 11, n. 1.

Encarnación de Ávila (religiosas del convento de la). Pasaron muchos trabajos por haber electo priora a la santa: tuviéronlas más de cincuenta días sin oír misa: descomulgaron a más de cincuenta. Hay en este convento almas de mucha perfección: C. 3, n. 8 y siguientes. [365] Compadecíase mucho la santa de estas religiosas, porque dice no las daban más que pan, y las ocasionaban inquietudes: C. 13, n. 17. Pasaban sus trabajos entreteniéndolos, y haciendo algunas coplas, que enviaban a la santa: C. 25, n. 5.

Enfado. Alguna vez se enfadó tanto la santa con algunas de sus hijas, que dice la daban ganas de dejarlo todo: C. 62, n. 4. Véase verbo Enojos,y Discordias.

Enfermos, y Enfermedades. Encarga mucho la santa el cuidado de los enfermos, y dice, que en faltando esto, faltará todo en sus casas: C. 50, n. 3. Véase la Not. 3 y siguientes de esta carta.

Enojo, Quejas, y Riñas. Muéstrase enojada la santa, porque la levantaron solicitaba que el padre Gaspar de Salazar se pasase de la Compañía de Jesús a su reforma: C. 20 por toda. También se enojan los santos. Se enojó Cristo, y san Pedro: Ibid. Not. 1 hasta la 7. Refiérense algunos santos, que tuvieron entre sí contiendas, y quejas: Ibid. Not. 27 hasta el fin. Véase verbo Discordias,y Enfados.

Entendimiento. En los grandes entendimientos no pueden dejar de obrar mucho las luces de Dios: C. 11, n. 2. Queríale la santa más en sus hijas, que el que tuviesen gran dote, y riqueza: C. 28 por toda. El buen entendimiento presto conoce la vanidad del mundo: C. 41, n. 1.

Escándalo. Jamás se ha de hacer cosa, que sabida, o publicada, pueda causar escándalo, por más buena intención que se lleve en ejecutarla: C. 62, n. 3.

Escarmiento. Se debe tomar de los errores, para no errar: C. 63, n. 9.

Escritos. Ni san Pedro de Alcántara, ni fray Luis de Granada excedieron a santa Teresa de Jesús en enseñar a meditar en el modo que lo hace la santa en la carta que escribe al señor obispo de Osma: C. 8, Not. 24. Estaba hecha la santa muy señora de la lengua española, y escribía con admiración laconicante: C. 10, Not. 2. Fueron muy parecidas las cartas de la reina católica doña Isabel a las de la santa, y fueron tan semejantes los naturales, que si la reina hubiera sido religiosa, sería otra santa Teresa, y si esta hubiera sido reina, fuera una Isabel católica: Ibid. Not. 3 y 4. Dice la santa, que sintió mucho el verse escrita, y que la costó más el decir las mercedes que Dios la hizo, que el propalar sus ofensas, y miserias: C. 15, n. 1. Escribió la santa su vida la primera vez por mandárselo el padre maestro fray Pedro Ibáñez, y la segunda por ordenárselo así el maestro fray García de Toledo, ambos domínicos: Ibid. Not. 2, 8 y 9. El padre maestro fray Domingo Báñez, dominicano, mandó a la santa escribiese el Camino de perfección: C. 16, Not. 3. Todos los sujetos, que vieron la vida que primeramente escribió la santa, la aprobaron, y mandaron trasladarla, y que hiciese otro libro para instrucción de sus hijas: C. 19, n. 10. Publicose la vida que escribió la santa por un desmán, que dice la ocasionó muchas lágrimas, y trabajos: Ibid. n. 18 y 19. Véase la Not. 32 de esta carta. Encarga a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda no lea a nadie los escritos que la santa le fía, porque de lo contrario no le participaría sus cosas: C. 31, n. 5. Después que la santa escribió un libro, dice, la dio el Señor a entender tantas cosas, que podía escribir otro grande: C. 32, n. 12. Prohíbe la santa [366] desde el cielo el que sus hijas escriban revelaciones, y dice, que desea no lean sus libros, por que no se inclinen a ellas: A. 9 por todo él. Véase verbo Cartas, Firmas,y Letras.

Escrúpulos. Suele darlos el Señor para evitar mayores daños: C. 31, n. 2.

Espíritu. Nuestro espíritu suele barruntar al mal espíritu, que es el demonio, aunque no le ven con los ojos corporales: C. 33, n. S. Véase verbo Alma.

Estefanía de los Apóstoles (madre). Fue hija de la santa en el convento de Valladolid. Se admiraba la santa fundadora de la sabiduría que tenía en su lenguaje de la verdad: C. 12, n. 3. Véase la Not. 5 de esta carta.

Eucaristía. El alma que se llega cada día al santísimo Sacramento del altar, y siente mucho cuando no lo ha, es señal que tiene estrecha amistad con su Majestad: C. 6, n. 3. Los del cielo, y los de la tierra han de ser una misma cosa en pureza, y amor; los del cielo adorando a la esencia divina, y los de la tierra al santísimo Sacramento. A. 15.

Eutropelia. Si santo Tomás hubiera querido reducir a práctica la virtud de la eutropelia, no la hubiera delineado con más vivos colores, que lo ejecutó a santa en su vejamen: C. 5, Not. 17. Dicta esta virtud honestas recreaciones entre los religiosos, y personas espirituales: Ibid. Not. 18. Manifestó al Señor en un lance el serle muy agradable estas santas recreaciones entre los religiosos: Ibid.

Experiencia. Conviene tomar experiencia de los acontecimientos para no errar: C. 63, n. 9.

Favores. Más quería la santa que sus devotos estuviesen apartados del mundo, con dejo de todas las cosas, que no el que la pudiesen ayudar con sus asistencias: C. 11, n. 8. Véase verbo Beneficios, y Mercedes de Dios.

Fe católica. Túvola tan firme la santa, que dice se dejaría matar muchas veces por defender cualquiera de sus verdades: C. 19, n. 9. A la exaltación de la santa fe se ordenaba toda su oración, y la de sus hijas, y con este fin fundó a su reforma: Ibid. n. 16. Véase el n. 2 de esta carta. Cuando en su espíritu viese la santa alguna cosa que la inclinase contra las determinaciones de nuestra santa fe, dice ella misma, para conocer que provenía del demonio, no había de necesitar de letrados: Ibid. n. 17. Véase verbo Iglesia.

Felipe segundo, rey de España. Escribiole la santa una carta valiéndose de su protección contra las persecuciones, y falsos testimonios, que se levantaron en perjuicio de la reforma: C. 1, n. 1, y siguientes. Nació la reforma del Carmen en los brazos del celo de este monarca, y por eso esta religión se emplea en continuas oraciones por él, y sus sucesores: Ibid. Not. 4. Dice la Santa, que si desde luego se hubiese recurrido a este monarca en las dependencias de la reforma, [367] que luego se hubieran concluido: C. 22, n. 2. Dice también, que este príncipe oía a todos: Ibid. n. 4. Dijo Dios a la santa cuando estaba más perseguida, que acudiese a este gran monarca, y que le hallaría como padre: C. 27, n.4.

Fernando de Toledo (don), el gran duque de Alba. Fue grande en todo. Estando arrestado por el rey en una prisión, nombrándole su Majestad por general de sus tropas en la expedición de Portugal, dijo: Que obedecía por que supiese el mundo tenía el rey de España vasallos, que arrastrando cadenas, le conquistaban reinos: C. 9, Not. 1 y 2.

Firmas. No se ha de firmar papel alguno, sin leerse primero: C. 17, n. 5. Véase la Not. 8 y 9 de esta carta. Véase verbo Cartas,y Escritos.

Flaqueza. Ordena la santa que dos religiosas ayunen poco, y se las quite la oración, por estar flacas de cabeza: C. 23, n. 8 y 9.

Francia. Siente mucho la santa las herejías que se levantaron en este reino, por la muerte del rey Carlos IX: C. 2, n. 2. Véase la Not. 5 de esta carta.

Francisco de Cepeda (don), hijo del señor Lorenzo de Cepeda (25). Dice la santa, que estaba hecho un ángel: C. 45, n. 3.

Francisco de Salcedo (el señor). Dice la santa a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que se gobierne por lo que le aconseje este caballero: C. 31, n. 12. Dice la santa, que era extraña la humildad de este caballero, que era santo, y le llevaba el Señor por el camino de los fuertes: Ibid. n. 18.

Francisco de Soto y Salazar (don), obispo de Salamanca. Diole cuenta la santa de su espíritu, y le pareció bien, y la dijo consultase también con el maestro Ávila: C. 19, n. 9 y 10.

Fundaciones. Las de los conventos de religiosos suelen ser muy resistidas por los pueblos, juzgando que tendrán de menos lo que gasten los religiosos; y es poca fe el temer que no dará el Señor, sin perjuicio de otros, el sustento a los que le sirven: C. 9, n. 6. Llevó la santa con gran consuelo el decreto en que la ordenaron cesase en las fundaciones: C. 13, n. 10 y siguientes. Ponían en conciencia a la santa que se ocupase en las fundaciones, por la virtud que se profesaba en sus casas, y el gran provecho que hacían: C. 30, n. 6. No hacía caso la santa de sus males, por dedicarse a sus fundaciones: C. 37, n. 2. Decía la santa, que sus fundaciones irían bien, cuando a ella la apedreasen, y a los que versaban en ellas: C. 38, n. 4. Señálanse por su orden los conventos que fundó la santa: C. 42, Not. 4. Deseaba la santa hacer una fundación después que cesó algún tiempo en ellas, por volver a trabajar por Dios: C. 64, n. 8. No está la ganancia en que los conventos de una religión sean muchos, sino en que sean observantes, y ejemplares: C. 65, n. 4. Véase verbo Fundadores.

Fundadores. Los santos fundadores de las religiones tuvieron muchos discípulos grandes en santidad, porque su espíritu obra con más fuerza en sus almas: C. 1, n. 7. Véase verbo Fundaciones.

Galardón. Consíguele muy grande aquel que sin tasa se entrega todo a Dios para servirle: C. 15, n. 4. Dios no pone tasa en galardonarnos, y nosotros no la hemos de poner en servirle: C. 29, n. 5. [368] Gratifica el Señor las buenas obras con ordenar que se hagan mayores: C. 38, n. 4.

García de Toledo (fray), domínico. Fue este gran varón de la casa de los condes de Oropesa, confesor de la santa, y quien la mandó escribiese segunda vez su vida, con distinción de capítulos, y más adiciones: C. 15, Not. 9.

Gaspar de Salazar (el padre). Fue el primer confesor que tuvo la santa de los de la Compañía de Jesús. Quejose vivamente porque la levantaron había querido quitar a este gran religioso a la Compañía de Jesús para su reforma, y le defiende, y ensalza: C. 20 por toda. Véase la Not. 7. Refiere la santa una visión que tuvo acerca de este religioso: Ibid. Not. 24.

Gaspar de Villanueva (el licenciado). Fue mi sacerdote confesor de las monjas de Malagón, a quien apreció la santa, y le escribe la carta 36.

Gerónimo Gracián (nuestro venerable fray). Apláudele mucho la santa, escribiendo a Felipe II para que le favoreciese: fue muy devoto de María santísima: C. 1 por toda. Levantáronle muchos testimonios falsos: sufriolos como un san Gerónimo: tenía Dios encerrado en su alma un gran tesoro: C. 3, n. 6 y siguientes. Retirose en las persecuciones a Pastrana, donde estuvo metido en una cueva padeciendo: Ibid. n. 11. Escribe la santa una carta aconsejándole en puntos de gobierno: C. 22. Sentía mucho la santa no estuviese Gracián en Madrid, para seguir las dependencias de la reforma, por la falta que hacía su gran actividad: Ibid. n. 4. Refiere sus muchas virtudes, y raras circunstancias el señor Palafox: Ibid. Not. 1 y siguientes. Escríbele otra carta en que expresa bien el amor que le tenía: llámale en ella, por disimular, Pablo, y Eliseo: C. 23. Amábale tanto la santa, que le da a entender, que cuando no se hiciesen las cosas por Dios, bastaba para hacerlas con contento, el saber que a él se le daba en hacerlas: C. 25, n. 5. Llegó su madre a tener pocos medios: sus hermanas eran apetecidas de balde para ser religiosas Carmelitas: C. 48, n. 5 y siguientes. Dice la santa, que era cabal en sus ojos, y le elogia en sumo grado: C. 49, n. 2. Dice la santa, que tuvo alguna pena cuando se confesó con Gracián: C. 55, n. 2. Dale la santa desde el cielo algunos avisos: A. 9 por todo él. Avísale la santa que va destruyendo el espíritu de sus monjas, por dar mucha atención a sus revelaciones: Ibid. n. 6. Avísale desde el cielo, que haga más penitencia, y que no permita se falte a las constituciones en cosa la más leve: A. 12, n. 1 y 2.

Gerónimo Tostado (fray). Persiguió a la santa, y su reforma: C. 3, n. 8 y siguientes.

Gloria (26). Sólo con la esperanza de gozar a Dios eternamente se hacen llevaderos los trabajos, y pensiones de esta vida: C. 12, n. 5.

Guerra (27). Siempre estamos en guerra, y hasta alcanzar victoria, no hemos de descansar: C. 20, n. 5. A proporción de las guerras que se [369] padecen por Dios, se cogen los despojos espirituales: C. 6, n. 6. Véase verbo: Discordias, Enojos, y Enfados.

Guiomar de Ulloa (doña) (28). Refiere la santa su virtud, y la gran amistad que tenía con ella: C. 29, n. 3. Véase el n. 11 de esta carta.

Gustos espirituales (29). Algunas veces traen tanto deleite, que redunda del alma al natural, y cuerpo: C. 32 n. 6. Dios nos lleva en los principios con consuelos, y en asegurándonos, nos trata con sequedades. Refiere la santa un caso gracioso a este asunto: C 44, n. 1 y 2. Es de almas civiles el servir a Dios por los consuelos, y querer de balde el jornal: Ibid. n. 3. Véase verbo Consuelos, Contentos, y Delicias.

Herida de amor de Dios. Explica la santa lo que es, y dice sus efectos: C. 18, n. 21 y siguientes.

Hijos. De los hijos es el errar, y de los padres perdonar: C. 13, n. 7.

Honras. El miedo que traía continuo la santa de sus pecados, la hizo olvidar de su crédito: C. 19, n. 23. La honra es mejor que la hacienda: C. 31, n. 10. Reprende la santa en sus hijas agriamente el que reparen si las tratan con estimación, o no: C. 65, n. 11. Afrentábase la santa cuando veía que alguna de sus monjas se paraba en estos puntillos: Ibid. Son principios infernales para las religiones, el reparar los religiosos en estos puntillos de honor: Ibid.

Humildad. No podía sufrir la santa que la pusiesen en las cartas sobrescritos de honra, y estimación: C. 3 al fin. Véase la Not. 18 de esta carta. Jamás fue tentada de soberbia, y vanagloria, no obstante las muchas mercedes que recibía de Dios; si se corría mucho de que la tuviesen en algo: C. 19, n. 8. Dice la santa, que es una monjuela, que tiene por honra andar remendada: C. 29, n. 1. Dice que salió la peor de sus hermanas, y que no sabe cómo la quieren tanto: Ibid. n. 9. Dice que Dios andaba levantando gente ruin, como lo eran ella, y su hermano, para manifestar su grandeza: C. 32, n. 3. La humildad no ha de ser sólo en palabras: C 52, n. 2. No es falta de humildad el conocer las mercedes que Dios nos hace, si todo se le atribuye a su Majestad: C. 37, n 2.

Iglesia. Desde sus principios puso Dios, en la santa un celo grande para desear el bien de la Iglesia católica, y a esto se ordenaban todas sus oraciones: C. 19, n. 2. Véase verbo Fe.

Ignacio (san). Traía siempre a Jesús en su corazón, y después de muerto se halló este divino nombre impreso en su corazón con letras de oro: C. 31, Not. 3. Véase el n. 5 de esta carta.

Imágenes. Regalola a la santa su cuñada doña Juana de Fuentes y Guzmán una imagen hermosa de oro, y dice que si hubiera sido en tiempo que ella se ponía oro, que hubiera habido mucha envidia de la imagen: C. 29, n. 13.

Ímpetus de espíritu. Explica la santa lo que son, y dice sus efectos: uno es, el desear morirse: C 18, n. 17 y siguientes. Véase verbo Arrobamiento,y oración.

Indios. Sentía mucho la santa la perdición de estas gentes: C. 30, n. 12.

Intención. Dios nos libre de buenas intenciones, cuando son indiscretas, y bobas: C. 62, n. 3. Véase la Not. 5 y siguientes.

Interés, y desinterés. Fue la santa tan desinteresada, que tenía especial consuelo cuando recibía las monjas sin dote: C. 16, n. 3. Desde los principios fue la santa tan desinteresada, que sólo anhelaba por la [370] gloria de Dios, y nada para sí: C. 19, n. 2. En mediando el interés, no hay padre para hijo, ni hermano para hermano: aborrecíale la santa: C. 29, n. 7. Donde versan intereses no hay que liarse de buenas condiciones: Ibid.

Isabel (la reina católica, doña). Fue tan semejante a la santa en el estilo, y natural, que si hubiese sido religiosa de profesión, fuera otra santa Teresa: C. 10, Not. 3 y 4.

Isabel de santo Domingo. Fue insigne en santidad, y fundadora del convento de Carmelitas descalzas de san José de Zaragoza: Alábala la santa: C. 2, n. 1. Véase la Not. 4, de esta carta.

Isabel Gimena (doña). Escríbela la santa animándola en la vocación que tenía de religiosa largamente: C. 40, n. 1 y siguientes.

Jesuitas. Dice la santa, que son buenos para todo: C. 3, n. 4. Escribe la santa a la duquesa de Alba, recomendándola a estos religiosos, y dice gana mucho con Dios quien los favorece: C. 9, n. 5 y 6. Ayudábales la santa en sus fundaciones, para pagarlos lo que ellos la asistieron en las suyas: Ibid. Not. 6. Elogia el señor Palafox a los hijos de esta sagrada religión: C. 18, Not. 2. Por los grandes temores que tuvo la santa de que el demonio la engañase, buscó a los padres jesuitas para que la dirigiesen: C. 19, n. 5. Refiere por su nombre la santa a los padres que trató de esta sagrada religión: Ibid. n. 6. Dice la santa, que no trata con la Compañía de Jesús, sino como quien tiene sus cosas en el alma, y pondría la vida por ellas: Ibid. n. 6. Dice también, que jamás creerá que los hijos de la Compañía de Jesús sean contra los Carmelitas descalzos, por haberlos tomado el Señor por medio para la erección de su reforma: y que si Dios permitiese lo contrario, que se perderá por una parte lo que se piensa ganar por otra: Ibid. Dice, que así los jesuitas, como los Carmelitas, son vasallos de un mismo rey: Ibid. n. 7. Dice que muchas veces ha sido amenazada de que los jesuitas se apartarían de la amistad de su reforma: Ibid. Produjo la Iglesia de un parto a la Compañía de Jesús, y a la reforma del Carmelo, para bien del mundo: Ibid. Not. 6.

Jesús. Quería la santa tener a Jesús en su corazón, como san Ignacio mártir: C. 31, n. 5. Tuvo gran fiesta la santa un día de este santísimo nombre, hizo coplas en él, y recibió mercedes de Dios: Ibid. n. 14.

Jornadas (30). Se deben hacer muchas para conocer, y oír a los santos sabios, y discretos. Como lo dice lo ejecutaría el señor Palafox por oír a la santa: C. 14, Not. 3, 4 y 5. Murmuraban a la santa las jornadas, y viajes que hacía: C. 25, n. 4. Llamaba el Nuncio a la santa [371] andariega: C. 27, n. 3. Fue la santa andariega celestial: C. 34, Not. 6.

José (san). Asistió al lado de la santa en una ocasión, consolándola, y dándola fuerzas para cumplir una obediencia: C. 50, n. 1.

José de Ávila (convento primero de san). Da cuenta la santa a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda de los intentos que tenía de hacer este convento, y explica la estrechez en que deseaba fundarle: C. 29, n. 2. Ajusta la santa los oficiales para la obra del convento sin tener dinero, y mueve el Señor a su hermano para que se lo envíe desde las Indias, y vino tan ajustado, que lo tiene por milagroso, mediante el señor san José: Ibid. n. 3. Fueron muy escogidas en virtudes las almas que envió Dios a este convento: Ibid. n. 4.

Juana de Ahumada (doña), hermana de la santa (31). Fue persona de mucha honra, valor, y de un alma de un ángel: apreciola mucho su marido, el señor Juan de Ovalle: C. 29, n. 8.

Juana de Fuentes y Guzmán (doña) (32). Fue mujer del señor Lorenzo de Cepeda, hermano de la santa, y esta la quiso mucho: C. 29, n. 12.

Juan Bautista Rubeo de Rávena (el padre fray), general de la Orden del Carmen (33). Amole mucho la santa, y le escribe una carta admirable, satisfaciéndole, y recomendándole a sus Descalzos: C. 13, por toda. Pídele que la dé crédito en lo que le asegura de Gracián y Mariano: Ibid. n. 2 y siguientes. Compara el señor Palafox esta carta, que escribió la santa a su general, a la oración que hizo Abigail a David: C. 13, Not. 5.

Juan de Ávila (el venerable padre maestro) (34). Quiso la santa para asegurarse, que después de escrita viese este gran varón su vida: C. 15, n. 3. Escribió a la santa, aprobándola por buenos los ímpetus de espíritu que solía tener: C. 18, n. 19. Por consejo del ilustrísimo señor Soto, obispo de Salamanca, le envió la santa el libro de su vida, para que reconociese su espíritu, y este venerable la consoló, y aseguró mucho: C. 19, n. 10.

Juan de Jesús Roca (fray) (35). Fue varón esforzado, de mucha santidad, y de los primeros de la reforma; escríbele la santa una carta notabilísima: C. 27, Not. 19.

Juan de la Cruz (N. P. san) (36). Prendieron al santo, y padeció mucho: dice la santa, que todos le tenían por santo, y que en su concepto era una gran pieza: C. 3, n. 10. No hubiera sido en la Iglesia de Dios san Juan de la Cruz, si primero no hubiera sido fray Juan de la Cruz: Ibid. n. 14. Satirízale la santa con gracia en el papel del vejamen: C. 5, n. 7, 8 y 9. Fue el que se acercó más al sentido del espíritu del mote que se propuso en el certamen: Ibid. Not. 7. Es el santo el místico, el grandísimo, y profundísimo de la Iglesia: Ibid. Not. 17. Dice la santa a Gracián por N. Santo Padre, que hagan memoria al rey del mucho tiempo que había estado preso aquel santico de fray Juan: C. 22, n. 4. Dice la santa, que doña Guiomar de Ulloa lloraba mucho por su fray Juan de la Cruz, y todas las monjas de la Encarnación de Ávila: Ibid. al fin de la carta. Se alegró la santa de que el santo entendiese el espíritu de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda: carta 32, n. 2.

Juan de Padilla (el licenciado) (37). Fue muy favorecedor de la reforma; tenía el genio algo jocoso, y tal vez hirió en algo, mas dice la santa que se le debe sufrir: C. 47, n. 9. Véase la Not. 13 y siguientes de esta carta.

Juan Suárez (el padre), provincial jesuita. Escríbele la santa una carta algo enojada en respuesta de otra suya: C. 20, por toda.

Juicios humanos. Importan poco, y son errados los de este mundo: C. 27, Not. 10.

Julián de Ávila (el padre). Deseaba mucho las fundaciones de la santa, y estaba siempre pronto para ir a ellas, ayudándola: C. 3, n. 14. Encarga a su hermano trate con este sacerdote, por ser de los mejores [372] que la santa conocía, dice que era pobrísimo: C. 33, n. 5.

Juramento. Jura la santa en un lance en que la levantaron una cosa incierta acerca del padre Gaspar de Salazar de la Compañía de Jesús: C. 20, n. 6.

Juventud. No es de admirar que en la juventud haya algunos reveses: C. 42, n. 1. Véase verbo Vejez.

Lágrimas. Las estrujadas son hijas de la propia voluntad, más que de la devoción: C. 23, Not. 15. Véase el n. 5, de esta carta.

Lengua. Es útil la moderación de la lengua, pero no se excluye la gracia de la familiaridad: C. 11, Not. 14.

Letras, y Letrados (38). Deseaba la santa consultar con grandes letrados su espíritu, aunque no fuesen muy dados a la oración, para asegurarse con las letras: C. 19, n. 11. Véase verbo Libros, Escritos, y cartas.

Leyes y Constituciones (39). Sólo las sabrán declarar, y hacer guardar aquellos prelados, que las observan, y entienden con la práctica de haberlas obedecido: C. 4, n. 2. No se ha de mandar hagan los súbditos más de aquello que ordenan las leyes: C. 26, n. 2. El que quisiere agradar a Dios, se ha de llegar a las constituciones de su estado para seguirlas en todo: C. 63, n. 9. Basta que mande la constitución alguna cosa para ser obedecida, sin que sea necesario descomuniones: C. 65, n. 16.

Libros. La cartilla en que se halla la doctrina cristiana, quiere la santa que sea el libro en que lean sus hijas, y no otros de materias muy subidas: A. 13, n. 1. En la cartilla se encuentra la mayor sabiduría: Ibid. Véase verbo Escritos, Cartas, y Letras.

Limosna. Agradece la santa a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda lo que la asistía, y dice, que espera lo moverá el Señor para que la socorra, cuando lo necesite: C. 29, por toda, y especialmente n. 14. Hace poco quien da el dinero por Dios, porque esto no cuesta mucho: C. 38, n. 4.

Lorenzo de Cepeda (el señor), hermano de la santa. Escríbele la Santa agradeciéndole el dinero que envió desde las Indias, y le da parte de cómo intentaba hacer el convento de san José de Ávila: C. 29, por toda. Tuvo la santa por una de las mayores mercedes que Dios la hizo el que su Majestad diese a su hermano desengaño del mundo, y que le pusiese en el camino del cielo: Ibid. n. 5. Escríbele la santa otra carta en que trata de varios asuntos: C. 30, por toda. Deseaba la santa la compañía de su hermano para alabar a Dios: Ibid. n. 12. Escríbele otra carta, y dice que no sabe acabar cuando empieza a escribirle: C. 31, n. 1. Véase la carta 32, n. 12. Tenía dada la obediencia a su hermana, y ésta le reprende, porque hizo un voto sin su licencia: C. 31, n. 9. Dice la santa que quien le apartare de ser galán con santas, le quitará la vida: Ibid. n. 13. Aconséjale la santa, que cuando despertare con ímpetus de Dios, que siente sobre la cama a tener oración, y que no aguante mucho frío, por guardar la salud: Ibid. n. 16. Escríbele otra carta, en que le instruye en materias muy espirituales pertenecientes a su alma, y le regala un silicio, en pago de los dulces, y dineros con que él la regalaba: C. 32, por toda. Escríbele [373] otra carta la santa en que regula las mortificaciones, y trata varios puntos: C. 33, por toda. Dícele que se la compone la cabeza escribiéndole, por el gusto que experimenta en ejecutarlo: Ibid. n. 13. Hacía este caballero escrúpulo de comer en plata, y tener tapicerías, y la santa se le quita: Ibid. n. 14. Era este caballero muy devoto de santa Ana, y la hizo una iglesia: C. 34, n. 6. Si no fuera por este caballero, no se pudiera haber fundado el convento de religiosas de Sevilla; padeció por ellas innumerables trabajos; le quisieron poner en la cárcel, y estuvo retraído en el Carmen: C. 47, n. 2 y 3. Refiere la santa la muerte de este caballero, y sus virtudes, y dice la daba gozo el pensar en esto: C. 64, n. 1 y siguientes. Conjetura la santa, que el Señor le dio noticia de su muerte: Ibid. n. 4.

Luisa de la Cerda (doña) (40). Escríbela una carta la santa, y tuvo con ella estrecha amistad: C. 10, por toda.

Luis de Granada (el venerable padre fray) (41). Deseó la santa mucho el tratarle, aplaude su doctrina celestial, pídele oraciones en una carta que le escribe: C. 14, por toda. Visitole en su celda el rey Felipe II: Ibid. Not. 6.

Malagón (convento de religiosas de). Alábalas la santa, y dice, que por ellas nada perderá la religión: C. 10, n. 2. Dice que la hicieron priora de este convento más por el deseo que tenían sus hermanos los Calzados de alejarla de sí, que por la necesidad que tuviese aquel convento de su gobierno: C. 25, n. 4. Defiende la santa a una prelada de este convento contra las quejas de algunas monjas, y reprende a éstas diciendo que tienen la obediencia con mucho amor propio: C. 36, n. 4. Fraguó el demonio una trama en este convento, que pudo ser muy nociva sin culpa de las monjas: C. 62, n. 2.

María Bautista (madre). Fue sobrina de la santa, priora de las Carmelitas de Valladolid. Fue la primera que ofreció su caudal para la fundación de la reforma. Escríbela la santa la carta 46. Véase la Not. 1, de esta carta.

María de Cepeda (doña). Fue hermana de la santa, muy cristiana, y padeció muchos trabajos: C. 29, n. 7.

María de san José (madre), priora de Sevilla (42). Pasó muchas persecuciones ella, y sus monjas, y se queja la santa de que la depusieron del empleo los padres Calzados: C. 17, n. 4. Dice la santa que tenía grande entendimiento, y que era más valerosa que ella: C. 37, n. 6. Escríbela la santa una carta muy fina, y da a entender que esta religiosa se apartó algo de la santa cuando estaban juntas en Sevilla, lo que ella sintió mucho, y pidió perdón a la santa; C. 54, n. 1 y 2. Ponía la santa a esta prelada sujeta a la madre supriora, para que esta la cuidase, por ser la otra muy mortificada: Ibid. n. 7. Repréndela la santa porque usa de un latín en una carta: C. 55, n. 2. Dícela la santa, que por su voto la elegiría por fundadora: C. 58, n. 3. Persuádela la santa a que admita el priorato de su convento de Sevilla: C. 60, n. 2. [374]

María Henríquez (doña), duquesa de Alba (43). Amola mucho la santa, y la escribe una carta consolándola cuando su marido el gran duque don Fernando fue a la expedición de Portugal: C. 9, por toda.

María Santísima (44). Es la única que no tuvo culpa venial: C. 31, n. 9.

Matrimonios. No se deben contraer sólo por el respecto de las riquezas, y dinero: C. 28, Not. 13. Véase el n. 2, de esta carta.

Medicina. Fue la santa raro, y singular médico. Los del mundo curan con la dieta, y la santa algunas veces con comida: C. 23, Not. 21 y 22. Da la santa un remedio medicinal a una hija suya, para que sane de un accidente: C. 64, n. 6. El demonio intenta hacer ponzoña de las medicinas espirituales, que son las comuniones, confesiones, y oración: A. 16.

Melchor Cano (el padre fray), domínico. Dijo la santa, que si hubiera muchos espíritus como el de este religioso, que se podían hacer los monasterios de contemplativos. Aprovechole la santa, y siempre la tenía en su memoria: C. 16, n. 8 y 9.

Mentiras. Es muy ajeno de la perfección andar en rodeos para disimular la mentira, faltando en realidad a la verdad: C. 63, n. 8.

Mercedes de Dios. Es bien que el alma vaya entendiendo las mercedes que Dios la hace para crecer en el amor: C. 6, n. 4. Jamás pidió la santa a nuestro Señor la diese a entender más cosas, que las que su Majestad la daba, porque estaba en el concepto de que entonces la engañaría el demonio, y su imaginación: C. 18, n. 26 y 27. No son precisas para la salvación de las almas aquellas grandes mercedes que el Señor hizo a muchos santos: Ibid. Not. 11 y siguientes. Cuando la santa se hallaba en grandes agonías, solía experimentar alguna merced del Señor, que la dejaba quieta, como la sucedió en un lance que refiere en la carta 19, n. 23 y 24. Dice la santa, que las mercedes de Dios pasan de presto, y que no se detenía tanto en ellas, como en sus pecados, los cuales la atormentaban siempre, como un cieno de mal olor: Ibid. n. 24. No es falta de humildad el que conozcamos las mercedes que el Señor nos hace, para agradecérselas, y conociendo que no son nuestras: C. 37, n. 2. Desaprueba la santa que se escriban fácilmente las mercedes que Dios hace en la oración: Ibid. n. 3. Véase la Not. 4 y 5, de esta carta. Véase verbo Favores,y Beneficios.

Monjas. Las Carmelitas que estuvieron en Pastrana, dice la santa, que eran buenas, especialmente la priora: C. 2, n. 1. Es gran mal el estar una monja descontenta: C. 26, n. 10. Véase verbo Religión, y Religiosos.

Mortificaciones. Cuando vienen los ímpetus de amor de Dios, no se puede valer el alma sin hacer penitencias por su Majestad: C. 32, n. 5. Causa gran contento en el alma enamorada hacer alguna mortificación por Dios: Ibid. n. 11. Regula la santa a su hermano las mortificaciones que ha de hacer, y dice es mayor mortificación el no continuar con la disciplina, después de comenzada, por obedecer: C. 33, n. 3. El religioso, que no tiene salud, importa poco el que deje de hacer mortificaciones, y debe comer carne aun en Cuaresma; resarza la mortificación con humildad, y otras virtudes: C. 43, n. 5. Mas quiere la santa que usen sus hijas de lienzo, cuando están malas, que no el que traigan tela mezclada de lino, y lana para no estar malas: C. 55, n. 6. Se ha de dejar la mortificación por reparar a la [375] salud, para que así se asista a la observancia: C. 63, n. 2. Encarga mucho la santa la mortificación a los prelados, por lo mucho que ayuda al espíritu: A 12, n. 1, 2 y 3.

Muerte. El alma enamorada de Dios muchas veces muere por morir: C. 18, n. 18 y siguientes. Es muy de los que no se acuerdan de que hay vida para siempre el sentir con exceso las muertes de los que quieren bien: C. 30, n. 14. Véase la Not. 13 de esta carta. No se deben sentir las buenas muertes: mas hacen los que salen de este mundo los que quedan en él, cuando van al cielo, que lo que les ayudarían viviendo en la tierra: C. 35, n. 2. Pasa tan veloz esta vida, que más se debe pensar en morir, que en vivir: C. 64, n. 4. El que vive bien, no muere de repente: Ibid. Not. 2 y siguientes. Morir, y padecer han de ser nuestros deseos: A. 8, n 3.

Mujeres. Las que no tienen vocación de monjas no se deben poner en los conventos, porque estén encerradas, que suelen tener mucha libertad: C 4, n. 4. Aunque las mujeres no son buenas para consejo, algunas veces aciertan: C. 13, n. 7. Son muy difíciles de conocer las mujeres: C. 28, n. 7. Son muy fáciles para dejarse llevar de imaginaciones, a las que canonizan de revelaciones: A. 9 por todo él.

Mundo. Todas sus dichas, y contentos son vanidad: C 9, n. 3. Cuando el mundo desfavorece, y cierra sus puertas a los seglares, se abren las del cielo para que entren en él: C. 11, Not. 10. Véase el n. 3 de esta carta. Es gran merced de Dios cuando cansan las cosas del mundo: C. 31, n. 12. Aun los que de veras dejaron al mundo, están a veces obligados a cumplir con sus etiquetas: C. 34, n. 1.

Murmuración. Es gran dicha la del que es murmurado, sin haber dado causa para ello: C. 43, n. 3.

Necedades. Los atrevidos suelen ser necios, y en haciéndolos algo de favor, se toman mucho: C. 11, n. 4. Es gran mortificación leer necedades: Ibid. n. 9.

Necesidades. A la santa la sobraba todo: C. 30, n. 10.

Negocios, y Dependencias. Ocasionan distracciones en las almas, pero si son precisos, no las hacen perjuicio: C. 2, n. 1. Véase la Not. 2 de esta carta. Aunque haya negocios precisos, es forzoso se tome cada uno algún tiempo para retirarse a buscar a Dios: C. 3, n. 15. Véase la Not. 17 de esta carta. Molestaban mucho a la santa las ocupaciones, y procuraba despacharlas presto para atender a Dios: C. 21, n. 2. Salían mejor las ocupaciones, y dependencias que la santa obraba por sí, que fiándolas a otros. Sentía gran provecho en separarse de dependencias: Ibid. n. 3. Es gran merced de Dios a quien su Majestad da talento, y fervor para trabajar en bien de su comunidad: Ibid. n. 4. Se deshacía la santa, por verse encerrada, y no poder diligenciar personalmente las cosas, y dependencias graves, que necesitaba su reforma: C. 22, n. 5. En los negocios que interviene detrimento de conciencia, no se ha de dar gusto a ninguno, por más amistad que medie: C. 28, n. 1. Los negocios, y dependencias se suelen perder por bullirlas demasiado: Ibid. n. 9 y 10. Seguía la santa las dependencias con grande eficacia, y dice que es una baratona: Ibid. n. 14. Dice la santa que estaba muy baratona, y que ya entendía de todos [376] los negocios con la ocasión de sus fundaciones: C. 30, n. 5. Cuando los negocios son precisos no embarazan a la oración, ni se pierde el tiempo en ellos: C. 31, n. 10 y 11. No hemos de introducirnos en lo que no nos toca: C. 45, n. 2. Véase la Not. 1 de esta carta.

Nicolás de Jesús María (nuestro venerable padre fray). Da la santa gracias a Dios de que hubiese puesto tan gran sujeto en su reforma: carta 60, n. 1. Véase la Not. 3 de esta carta. Aplaude la santa su gobierno: C. 63, n. 4.

Nobleza. Los nobles, y personas altas, si son buenos, sirven mucho a la Iglesia. Válese Dios de algunos para altos asuntos, porque la gente baja puede poco: C. 3, n. 3. Un noble espiritual es hacha que alumbra la ciudad, y el vicioso la abrasa: Ibid. Not. 2. Envía la santa a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda un tanto de la ejecutoria de su casa, y dice, que afirmaban otros no podía estar mejor: C. 29, n. 13.

Novedades. Las personas religiosas necesitan mucho cuidado para no distraerse con las novedades que oyen del mundo: C. 64, n. 7.

Novicios, y Novicias. No se les puede negar la profesión sin gravísimas causas. Al que no es a propósito se le hace agravio en dársela: C. 28, n. 1 y siguientes. No pierde el novicio, o novicia por no profesar, cuando le falta la salud para aguantar las cargas de la Orden: Ibid. n. 4. Facilita la santa la profesión de una novicia, no obstante el no saber bien latín: C. 36, n. 2. Una novicia de Sevilla levantó muchos falsos testimonio a la santa, y sus monjas: C. 47, n. 4 y 5. Por haber salido una novicia sin profesar, perdió el juicio: Ibid. n. 5. Véase la Not. 8 de esta carta. Encarga la santa que sobrelleven, y traten con suavidad a un novicio que entró en Sevilla de especiales circunstancias: C. 36, n. 1. Véase verbo Religión, y Religiosos.

Obediencia. Reconocía la santa por una de las mayores mercedes, que el Señor la hizo, el darla deseos de ser obediente: C. 8, n. 1. Con obedecer en todo, y no ofendiendo a Dios, dice la santa que se aseguraba para que no la engañase el demonio: C. 19, n. 21. Refiere el caso, por el cual se suele decir: Obediencia con torrezno: C. 23, Not. 23. Por la obediencia fuera la santa hasta el cabo del mundo: C. 25, n. 5. A quien tiene la obediencia con amor propio le castiga Dios en esta falta: C. 36, n. 4. Amonesta la santa al ejercicio de esta virtud: C. 51, n. 3. Reprende la santa la falta de obediencia, diciendo a unas de sus hijas, que se han dado buena maña a no obedecer: C. 61, n. 2. Si ha de haber poca obediencia en los conventos, mejor fuera que no se fundasen: Ibid. n. 4.

Obras. Las obras grandes cuestan mucho: C. 65, n. 13.

Ofensas. Aunque el alma no experimente en sí gran determinación para nunca ofender a Dios, como no le ofenda cuando se ofrecen ocasiones de servirle, es señal verdadera de que tiene deseos de no ofenderle: C. 6, n. 2. Véase verbo Pecados.

Oficio divino, y su rezo. Solía divertirse la santa en este rezo, y dice que era flaqueza de cabeza. Cuando hay deseos de rezar bien, no hay que afligirse: C. 6, n. 4. Véase la Not. 3 de esta carta. Rezar mal, es malo para el cuerpo, y para el alma; y pasa del no merecer al pecar: Ibid. Not. 4. Era tan grande la comprensión, y viveza de potencias [377] de la santa, que a un mismo tiempo estaría rezando, y gobernando tres, o cuatro conventos sobre el Breviario: Ibid.

Ojos. Corre riesgo la honestidad en los hombres, si miran a las mujeres: C. 26, Not. 6 y siguientes. Véase el n. 2 y 3 de esta carta.

Omnipotencia. Más manifiesta el Señor su poder en perdonar, que en castigar: C. 8, n. 10.

Oposición, o Contrariedad. Se hacen las cosas con grande atención, cuando están presentes los contrarios: C. 23, Not. 5. Véase el n. 3 de esta carta. Véase verbo Guerras, Discordias, y Enfados.

Oprobios. Tenía la santa sed de los oprobios, y la afligían cuando la alababan: C 14, Not. 6. Véase la C. 15, Not. 10.

Oración. Todas las virtudes tendrán poca permanencia, y se desharán en el alma que falta la oración con lámpara encendida, que es lumbre de fe: C. 8, n. 3. Véase la Not. 7 y siguientes de esta carta. Es necesario sufrir el tropel de pensamientos que ocurren en ella: aquí nos descubre el Señor los defectos, que pensábamos no teníamos: Ibid. n. 4. Declárase la preparación, y principio con que se ha de empezar la oración: Ibid. n. 5 y 6. Hase de meditar en la Pasión de Cristo: pónense consideraciones en todos los pasos: Ibid. n. 7 y siguientes. En la oración hemos de oír lo que el Señor nos diga, dejándonos llevar hacia donde su Majestad fuere servido, por sequedad, o devoción, sufriendo sus reprensiones: Ibid. n. 9. En la oración ha de observar el alma las condiciones del polvo, y la ceniza, que es estarse en el suelo mientras no es levantado: entonces, si la eleva el Señor, ha de gozar con hacimiento de gracias, pues fuera grosería lo contrario: Ibid. n. 10 y siguientes. Ha de estar también en ella como el gusano de la tierra, humillado, y sujeto, sufriendo que le pisen los desasosiegos que levanta la carne: Ibid. n. 13 y siguientes. No se ha de dejar la oración por los engaños que se suelen representar en ella con pretexto de bien, por acudir a otras cosas, que entonces no son precisas, ni obligatorias: la primera necesidad es la propia de cada uno: Ibid. n. 13 y 14. No es pequeño el fruto de la oración, cuando en ella se sufren con paciencia las importunidades del demonio, y la carne: Ibid. n. 15 y 16. En la oración no se ha de cansar el alma de trabajar, como lo ejecuta el gran letrado para hacerse docto: Ibid. n. 18 y 19. Un obispo, o prelado sin oración está sin la mejor pieza del arnés de las virtudes: C. 8, Not. 11 y siguientes. Todo el infierno se junta para impedir a un prelado el que tenga oración: Ibid. Not. 18. Explica la santa el primer grado que tuvo de oración sobrenatural: C. 18, n. 3. De esta oración suele venir a el alma un como sueño de las potencias: Ibid. n. 5. Explica otros grados de oración: Ibid. por toda la carta. Pone el señor Palafox diversas citas para que fácilmente se encuentren los lugares en que la santa, y nuestro padre san Juan de la Cruz tratan de diversos grados de oración: C. 18, Not. 4. y siguientes. Explica admirablemente el señor Palafox cómo se han de entender, y ejercitar en sentido práctico los modos de oración sobrenatural que en la C. 81 trata la santa: Ibid. Not. 17 y siguientes hasta el fin. El primer modo de oración que tuvo la santa fue considerar en la Pasión de Cristo, y en sus pecados, sin pensar en cosas sobrenaturales, y [378] valiéndose de las criaturas, para conocer la grandeza de Dios: C. 19, n. 1. La oración más acepta al Señor, es la que deja mejores dejos, esto es, espíritu para obrar en gloria del Señor: C. 23, n. 4. La oración que deseaba la santa es la que deja mayores virtudes, aunque sea a costa de muchas sequedades: Ibid. n. 5. En teniendo las almas oración, no quieren más estado que el de la reforma del Carmen: carta 30, n. 16. El tiempo que se gasta en mirar por las haciendas para el bien de los hijos, y el cumplir otras obligaciones, no quita la oración: C. 31, n. 10 y 11. Muchas veces no estorba el demonio la oración, sino que la quita Dios, porque conviene entonces, y es tan gran merced como cuando da mucha: Ibid. n. 16. Cualquiera cosa grave que se haya de determinar, pase primero por la oración: A. 17. Véase verbo Arrobamientos, y Mercedes de Dios.

Pablo (san). Como otro Pablo dice la santa que sufría las persecuciones, y que la servían de regalo: C. 27, n. 1.

Pantoja (el reverendísimo), prior de la Cartuja. Fue muy favorecedor de la santa, y esta le escribe pidiéndole ampare a sus hijas de Sevilla, y a un pobre mozo, y le refiere las grandes persecuciones de aquel convento: C. 17, por toda.

Parientes. Deseaba la santa la compañía de sus parientes para ayudarse unos a otros a servir a Dios: C. 30, n. 12, y 14. Cansó mucho a la santa el verse precisada a tratar con un pariente de algún cumplimiento: C. 34, n. 1. Aun queriendo mucho la santa a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, se alegraba de que no la fuese a ver algunas veces, por huir de parientes: C. 47, n. 8. Véase a este asunto la C. 59, n. 5.

Pasión de Cristo. Enseña la santa el modo con que se debe meditar en la Pasión de Cristo: C. 8, n. 6, y siguientes. La oración se ha de empezar antes por la Pasión, que por la divinidad: C. 19, Not. 5 y siguientes. Véase el n. 1 de esta carta. Más se merece en media hora de meditación en la Pasión de Cristo, que en un año de penitencia: Ibid. Not. 8.

Pecados. La consideración de los pecados estaba tan perenne en la santa, que dice la atormentaba siempre como un cieno de mal olor: C. 19, n. 24. Muchas veces permite el Señor alguna caída, para que nos levantemos humildes: C. 52, n. 5. Véase verbo Ofensas.

Pecado venial. Sólo María santísima no le tuvo; los Apóstoles sí: no se debe hacer voto de no pecar venialmente: C. 31, n. 9.

Pedro de Ahumada (el señor). Se alegraba mucho la santa con sus cartas: C. 31, n. 12.

Pedro de Alcántara (san). Aprobó el espíritu de la santa, y puso gran conato en darlo a entender: C. 19, n. 7. Tenía a su cargo pedir a Dios por un niño, hijo del señor Lorenzo de Cepeda hermano de la santa, para que su Majestad le hiciese muy bueno: C. 29, n. 12.

Pedro Ibáñez (fray), domínico. Fue confesor de la Santa, varón doctísimo, y espiritual: mandola escribiese su vida, y ella se la envía para que la vea: C. 15, por toda ella. Véase la Not. 2, y 3. Tuvo gran parte en la fundación de la reforma: pónense algunos lugares de la santa, en que se refieren sus muchas virtudes: Ibid. y especialmente en la Not. 8, de esta carta. [380]

Penas. El quejarse alivia las penas: C. 2, n 1. Véase verbo Trabajos, y Cruz.

Pensamiento. No porque venga alguna cosa mala al pensamiento, se peca: para desviarla es bueno santiguarse, rezar, y darse algún golpe de pechos: C. 45, n. 2.

Perfección, y perfectos. Desde que la santa empezó a tener cosas sobrenaturales, dice, que se inclinó a ejecutar lo más perfecto: C. 19, n. 22. Por ninguna cosa dejaría la santa de ejecutar aquello que entendía era del servicio de Dios. De esto se acordaba siempre, olvidada de sí: Ibid. n. 26. Siempre se ha de caminar a la perfección, sirviendo cada día algo más al Señor: C. 29, n. 5. Ama más, y anda con más rectitud, que el camino es estrecho: A. 14.

Persecuciones. Refiere la santa las muchas que padecía la reforma: C. 1, por toda, y en la C. 3, n. 5, y siguientes. La de los justos contra los buenos es la mayor persecución: C. 3, Not. 5. Véase la Carta 17, por toda. Eran regalos para la santa: C. 27, n. 1. En las persecuciones primero es Dios perseguido, que las almas; y esta es buena consideración para sacar ganancia de ellas: A. 8, n. 1. Véase verbo Trabajos, y Cruz.

Pésames. Dásele la santa a un sobrino suyo en la muerte de su mujer: C. 35, por toda. Dásele discretamente a otro caballero en igual pérdida: C. 39, por toda.

Pleitos. Es mejor componerse las partes, que ponerlos en justicia: C. 54, n. 3.

Pobreza. Esta virtud es quien nos lleva de la mano al cielo: C. 22, Not. 8. Tenía la santa escrúpulo en si gastaba algo de los conventos, no obstante tener licencia de los prelados para aplicar lo que juzgase conveniente de unas casas a otras: C. 30, n. 10. Procuren los religiosos ser muy amigos de pobreza, y alegría, y mientras dure esto, durará el espíritu: A. 19.

Prelados, y prelacías. Más quería san Bernardo tener sobre su alma cien pastores, que serlo de una sola: temía más al báculo del pastor, que a los dientes del lobo: C. 3, Not. 1, y 2. Si no tienen oración, poco durarán en ellos otras virtudes, aunque las tengan: C. 8, n. 3. Véase la Not. 7, y siguientes de esta Carta. Por más ocupaciones que le cerquen, debe tomarse tiempo para la oración: Ibid. Not. 11. Sin ella no hará cosa buena. Primero ha de cuidar de su alma, que de las demás. Llámanse malditas las ocupaciones que le quitan del todo la oración: Ibid. Not. 32, y siguientes. Es muy agradable a Dios lo que se trabaja por hacer el superior bien su oficio, y luego resarce su Majestad lo que se trabaja en esto: C. 21, n. 5. Hay unas cosas, que han de hacer sólo los prelados, como el orar; otras, él, y otros, como el predicar, y ministrar Sacramentos; otras las han de hacer los oficiales inferiores, como el seguir pleitos, y dependencias semejantes: Ibid. Not. 2. Sintió la santa la hiciesen priora de Malagón: C. 25, n. 3. Da a entender la santa que no debe ser prelado, ni prelada, quien no puede seguir los actos de comunidad: C. 25, n. 5. Estaba la Santa tan poco asida a la prelacía, que se la olvidaba el que era priora: C. 31, n. 7. Defiende la santa a una prelada contra las quejas [380] de algunas monjas, y dice, que entiende bien a éstas: C. 36, n. 3. Han de ser santos los prelados para aguantar las penalidades de su empleo: C. 46, n. 2. Véase la Not. 4 de esta Carta. Tenía la santa experiencia de que aquellas primeras preladas, que ponía en el principio de los conventos que fundaba, eran muy provechosas, y que no era conveniente mudarlas: C. 52, n. 3. No ha de sufrir el prelado baldones del súbdito cara a cara, pero convendrá hacerse desentendido a los que le hacen en su ausencia: no lo ha de querer gobernar todo con rigor, se ha de dejar en muchos asuntos que obre el Señor: C. 36, n. 3. Véanse las Notas 5, 6 y 7, de esta Carta. Quien ha experimentado las prelacías, no las deseba mucho: hay casos en que conviene no renunciarlas: C. 60, n. 2. Es gran cruz la prelacía para el que tiene virtud, y desengaño: C. 61, n. 2. Debe aliviarse cuando está con poca salud, para que sanando acuda a la observancia: C. 63, n. 2. Deben andar unidos los prelados que son cabezas de las religiones: A. 1, n. 2. Véase la Not. 1, y siguientes sobre este aviso. Cualquiera cosa que haya de determinar acerca de su gobierno el prelado, la ha de consultar con Dios antes en la oración, y procure tener tanto espíritu, como quiere enseñar a los súbditos: A. 10, n. 2. Importa que los que han sido prelados vuelvan a ser súbditos, y por esto la santa prohíbe las reelecciones: A. 11, n. 1. Véase verbo Supriora.

Premio. Las cosas grandes no se obran sin trabajo; pero a éste corresponde premio de grandeza: C. 65, n. 13.

Presencia de Dios. Explica la santa un modo de oración en que regularmente siente el alma que tiene a Dios presente: C. 18, n. 28. Teníala la santa muy continua, y la molestaban las ocupaciones, porque se la impedían, aunque procuraba concluirlas con presteza para atender a Dios: C. 21, n. 2.

Presentes, y Regalos. Reíase la Santa porque su hermano el señor Lorenzo de Cepeda la regalaba dulces, y dineros, y ella le regalaba silicios: C. 32, n. 11. Riñe la santa a su hermano por lo mucho que la regala, y dice, que no come dulces: C. 33, n. 2.

Principio. Todo va errado, si se yerra el principio de las cosas: C. 28, n. 12. Son principios infernales para las religiones el reparar los religiosos en puntillos de estimación: C. 65, n. 11.

Profesión. La novicia que profesa ha de hacer cuenta que la hace en las manos de Dios, y no pararse en que sea prelado, o no el que la da el velo: C. 36, n. 5. Véase verbo Novicios, Religión, y Religiosos.

Propósitos. Muchas veces nos pone el Señor en ocasiones de persecución, para examinar si nuestras obras corresponden con los propósitos: C. 51, n. 3.

Providencia. Como un capitán general, que cuida de muchos trozos de ejércitos, providenciaba la santa desde un lugar en todos sus conventos: C. 51, n. 3.

Pruebas, y Examen. Más de seis años estuvieron haciendo los directores de la santa diversas pruebas para examinar su espíritu: C. 19, n. 7.

Purgatorio. Cuando se hacen oraciones por alguna alma del purgatorio, [381] es bueno aplicarlas también por las que tuvieren más necesidad, en caso que no las necesite el alma por quien determinadamente se aplican: C. 64, n. 3.

Quejas. Da algunas quejas la santa a su general, diciéndole entre otras cosas, que ha días que hace poco caso de sus palabras: C. 13 por toda ella, especialmente al n. 8.

Razón de Estado. Repruébala santa Teresa de Jesús: C. 22, Not. 7.

Recato, y Recogimiento. Pone gran cuidado la santa en que regularmente estén echados los velos de las rejas de sus conventos, especialmente cuando se han de confesar las religiosas: C. 26, n. 2 y 3.

Recomendación, o Intercesión. Empéñase la santa con la duquesa de Alba para que favorezca a los padres de la Compañía: C. 9, n. 5 y 6. Intercede con el padre general de su Orden por los padres Gracián, y Mariano: C. 13 por toda.

Recreación. Gusta la Santa de que sus monjas se alegren, y recreen en sus casas, cuando lo permite la santa costumbre: C. 63, n. 12.

Recursos a los tribunales. Es comprobación para ser lícitos los recursos de las religiones a sus monarcas, el haber mandado Dios a la santa recurriese al rey, cuando la perseguían a su reforma: C. 27, Not. 15. Véase el n. 4 de esta carta. Véase verbo Pleitos, y Causas jurídicas.

Reforma del Carmen. Dice la santa, que la persiguieron tanto, que si no fuese por la mucha santidad que experimentaba en ella, hubiera temido que la arruinasen sus émulos: C. 3, n. 5. Siempre ha puesto el demonio mucho conato para destruirla: Ibid. Deseando el señor arzobispo de Ébora, que nuestra santa madre fundase en su arzobispado convento de religiosas, le dice la santa, que allí no puede ser visitado el convento por prelado Carmelita descalzo, y que faltando esto, caería al suelo la perfección de sus hijas: Ibid. n. 14. Dice el señor Palafox, que es buen testo para calificar los recursos que se hacen al rey por las personas religiosas el que hizo la santa en sus persecuciones, porque Dios se vale de todas manos; y que dio más luz a los ministros de España, que a los de Roma, para que conociesen la utilidad de la reforma: C. 3, Not. 16. Dice la santa, que se hubiera perdido la religiosidad de su primer convento de san José de Ávila, si no se hubiese puesto bajo de la jurisdicción, y gobierno de sus Descalzos: C. 4, n. 2. Fue mayor servicio el que hizo el obispo de Ávila a este convento, cuando se le entregó a la Orden, que el grandísimo que manifestó, cuando le admitió a su jurisdicción para que se pudiese fundar, pues sin esta segunda providencia no se pudiera mantener: Ibid. Not. 2. Reflexiona el señor Palafox discretamente sobre el principio de la reforma, y admira el haberse fraguado en la conversación de tres mujeres: C. 15, Not. 4 y siguientes. Los daños, y persecuciones que padecieron las Carmelitas descalzas de Sevilla los atribuye la santa a que en aquellos principios trataban con otros que no eran padres Descalzos, y que eran las modernas fáciles en creerlos, de que se originó (dice) gran perjuicio: C. 17, n. 6. Dice también, que el demonio no puede sufrir a los Descalzos, y Descalzas de su reforma, y que así los hará siempre guerra: Ibid. n. 9. Dice, [382] que jamás pensó que dejaría Dios de enviarla sujetos para que poblasen su reforma: C. 20, n. 5. Sobre cinco relojes de arena fundó Dios a la reforma: C. 22, Not. 8. Dice la santa que ama Dios a la reforma: C. 24, n. 1. No quiere Dios que nos honremos con los señores de la tierra, sino con los pobrecitos: C. 24, n. 1. Dice la Santa que quiere Dios a los Descalzos para más de lo que pensamos: C. 25, n 1. Deseaba mucho la santa que sus hijas, y reforma fuesen gobernadas por prelado de su misma Descalcez, no obstante el afirmar que era muy bueno el prelado que entonces tenía de fuera de la reforma: Ibid. n. 2. ¡Ay de la reforma (dice la santa) cuando la falten persecuciones! C. 27, n. 2. Sentía la santa mucho padeciesen sus hijos por ella, y dice, que aunque los desampare el mundo, que Dios no los desamparará: Ibid. n. 3. Dijo Cristo a la santa, que todo el infierno, y muchos de la tierra hacían alegrías, por parecerles se destruía la reforma; pero al punto que el Nuncio dio sentencia en la tierra para que se deshiciese, la dio Dios en el cielo para que permaneciese, y que desde este día iría en grande aumento: Ibid. n. 4. Andaban los Carmelitas descalzos escondiéndose en las breñas, y montes, porque no los encarcelasen: C. 27, n. 3. Prevengan las lágrimas los Carmelitas descalzos para ver en la cárcel a su santa madre: Ibid. Not. 1. Es la reforma el dote de María santísima, y por eso le cuida su esposo san José: Ibid. Not. 14. Debe alegrarse la reforma con la profecía de la santa, en que dice, que cada día irá subiendo: Ibid. Not. 16. La reforma en los tiempos más calamitosos tuvo su mayor refugio en la excelentísima casa de los duques del Infantado: Ibid. Not. 18. Dice la santa, que no es conveniente haya vicarios en la reforma, especialmente en comunidades que no son de la Orden: C. 28, n. 12. Los Carmelitas han de tener empleos de ermitaños, y contemplativos, y no de cuidar de mujeres mundanas, aunque sea para sacarlas de mal vivir: Ibid. n. 13. Excita la santa a sus religiosos para que trabajen en adelantar los asuntos de la reforma, y los estimula, diciendo, que vean lo que agencian sus monjas: Ibid. n. 18. Dice la gran perfección en que caminaban los conventos de sus frailes, y monjas, y que la animaba a las fundaciones el ver cuán de verdad era el señor alabado en ellos: C. 30, n. 2. Fió Dios muchas persecuciones a esta religión para purificar las almas de los Carmelitas: C. 41, n. 2. Deben las casas de la reforma ayudarse unas a otras con los bienes temporales: C. 48, n. 1 y siguientes. Conviene, que aunque haya muchos conventos en la reforma, que no tenga cada uno muchos frailes: A. 2. Véase la Not. 1 y siguientes sobre este aviso. Refiere el señor Palafox el ajustado porte de los hijos de santa Teresa de Jesús: A. 9, Not. 5 y siguientes. Avisó la santa, que en su reforma no se buscase lo temporal al modo que lo hacen los seglares, ni que sus hijos se diesen al trato de estos por adquirirlo, pues por esta puerta es por donde entra la relajación. A. 10, n. 1.



Continúan las providencias milagrosas que obró el Señor para la erección de la reforma, en conformidad de las que están expuestas en los índices de los dos tomos antecedentes de la santa.



Otra providencia es especialísima fue el ver la santa que María santísima, y san José estaban rogando a Dios por esta religión, cuando estaba más perseguida: C. 27, n. 4. Otra, el confirmar Dios en el cielo su establecimiento, y permanencia, en el mismo punto que el Nuncio dio sentencia en la tierra para que se deshiciese: Ibid. Otra, el avisar nuestro Señor a la santa para que acudiese al rey, y que le hallaría como padre para defender a su Descalcez: Ibid.

Reformación. Es más fácil el fundar, que el reformar: C. 1, Not. 5. Son mal vistos los reformadores de los sujetos a quienes reforman: C. 25, Not. 7. Véase el n. 3 de esta carta.

Regalos. Los temporales perjudicaban a la santa la salud, y no los apetecía: C. 30, n. 4. Dice la santa a su hermano, que Dios andaba entonces bien con ambos, y que los regalaba, por manifestar más su grandeza, levantando a gente ruin, como lo eran los dos: C. 32, n. 2 y 3.

Religión, y religiosos. Engrandece la santa la obra de aquellos que se encaminan a ayudar a las almas que quieren entrar en religión, y no pueden por falta de medios: C. 16, n. 4. Las discordias en las comunidades, y religiones especialmente dañan a las almas nuevas que entran en ellas: C. 17, n. 2. Deben tratar los religiosos poco con seglares, y esto sólo para bien de sus almas: A. 3. Véase la Not. 1 y siguientes sobre este aviso. Cada religioso debe procurar no falte por él la perfección de su Orden: A. 6, n. 2. No se han de ejecutar por costumbre los ejercicios de la religión, sino haciendo en cada uno actos heroicos de mayor perfección: Ibid. n. 3. El religioso debe considerar, que sólo Dios, y él están en el convento; y en no teniendo oficio, descuidar de cosas temporales: A. 7, n. 1 y 2. Muchas veces piensa el religioso aprovechar al seglar, y sucede lo contrario, que con su trato el seglar daña al religioso: A. 10, n. 1. Véase verbo Novicios, Monjas, y Vocación.

Religiosas carmelitas descalzas. Confundía a la santa la mucha virtud que miraba en sus hijas, y dice, que Dios las escogía para traerlas a sus conventos de tierras, que ignoraba quién las podía dar noticia de ellos: C. 3, n. 2. Levantáronlas muchos testimonios falsos, y los sufrieron con alegría: Ibid. n. 13. Se hizo una información, cuando estaban perseguidas, acerca de su porte, y dice la santa que las podían canonizar por ella: Ibid. n. 13. Nada tienen de necias las hijas de santa Teresa, pues su santa madre las dejó en herencia su discreción: C. 11, n. 13. Tenía gran consuelo la santa cuando recibía las monjas sin interés: jamás dejó de admitirlas por falta de dote, si tenían otras partidas: C. 16, n. 3. Pide el señor Palafox a las Carmelitas que le den su oración para tener virtudes de obispo: C. 23, Not. 10. Más quiere el Señor que las Carmelitas se honren con los pobres de la tierra, que con los grandes señores: C. 24, n. 1. Refiérense muchas personas de grande esfera, que entraron Carmelitas descalzas: Ibid. Not. 5 y siguientes. Oigan las preladas Carmelitas el que la santa [384] madre aplaude el cuidado de la priora de Valladolid, por ser muy aplicada a buscar lo temporal, lo cual no es pequeña virtud en una prelada: C. 25, Not. 13. Véase el n. 6 de esta carta. Escrupulizan mucho el no dar la profesión a las novicias sin graves causas: C. 28, n. 2. Recibió muchas la santa sin dote. Estimábalas más por tener buenos talentos, que por ser ricas: Ibid. n. 2 y 7. Tratan mucha verdad las Carmelitas, y dice la santa que no mienten aun en cosas leves: Ibid. n. 3. Deben ser muy escogidas las que se reciban en los conventos de la santa, por ser pocas: Ibid. n. 6. Dice, que los conventos de sus monjas son todos una misma cosa, y que parecen uno: C. 30, n. 2. Recibía la santa muchas monjas sin dote, por ser espirituales, y Dios la enviaba por esto otras ricas, con que tenía para el sustento de sus casas: Ibid. n. 15. Las Carmelitas descalzas todas son una: Ibid. Not. 3 y 4. Halló la santa inconvenientes para que sus monjas fuesen reformadoras de otros conventos fuera de la Orden: C. 31, n. 6. En teniendo a mano confesores idóneos, no tienen que consultar con las preladas sus cosas interiores: C. 36, n. 3. Las religiosas que en su juventud tuvieron algunos reveses, suelen ser más mortificadas en las demás edades: C. 42, n. 1. Aborrecía la santa en sus hijas el que procurasen mayorías, y el mirar al fuero de más antiguas entre sí: Ibid. n. 5 y 7. Aprecia mucho el que sus hijas se socorran unas a otras: C. 43, n. 2. Los conventos que recibían monjas de balde estaban mejor en tiempo de la santa: C. 48, n. 1. Encarga mucho la santa que no den de comer a persona alguna en sus locutorios, y que si se hace con el prelado, sea con secreto: C. 53, n. 2. No quiere la santa que sus hijas presuman de latinas: C. 55, n. 2. En las casas que tienen renta, no gusta la santa que sean muy francas las prioras: Ibid. n. 5. No quiere que sus hijas traten con muchos confesores, especialmente fuera de la Orden: C. 57, n. 3 y 4. No gusta tampoco de que sean muy primorosas las cosas que han de servir en sus conventos; Ibid. n. 6. Se alegraba de que sus hijas se ingeniasen, y trabajasen para sustentarse: C. 59, n. 7. Véase la Not. 6 de esta carta. No gustaba la santa de que hubiese muchas hermanas religiosas en sus conventos: Ibid. n. 4. Por ningún respeto ha de haber más número de religiosas en los conventos, que el que determinan las leyes: C. 62, n. 5. Deben tratar las Carmelitas con mucha sencillez, y claridad con sus prelados, sin andar en rodeos para encubrir la verdad: reprende la santa este defecto en una monja: C. 63. n. 8. Véase la Not. 8 y 9 de esta carta. Es muy contra el espíritu de las Carmelitas descalzas el tener algún asimiento, aunque sea con sus preladas: C. 65, n. 9. Las preladas crían almas para el Crucificado, y las han de quebrar la voluntad, no dejando asirlas a cosa alguna: Ibid. n. 10. Deben las Carmelitas proceder como varones esforzados, y no como mujercillas: Ibid. Prohibió la santa el que sus monjas saliesen a aderezar la iglesia, ni a cerrar la puerta de la calle: Ibid. n. 16. Quería más que sus hijas estuviesen desacomodadas, que el ocasionar incomodidad a sus bienhechores: Ibid. n. 17. Pide la santa a Dios, que dé a sus Descalzas humildad, y rendimiento, y no valor, y esfuerzo para otras cosas, que aunque muchos lo aplauden, suele ser principio [385] de imperfecciones: Ibid. n. 11. La cartilla quiere la santa que sea el libro que lean sus hijas, y que no se empleen en estudiar cosas muy subidas: A. 13, n. 1.

Revelaciones. Tres años antes de fundar la santa el primero de sus conventos fue cuando empezó a tener revelaciones: C. 19, n. 4. Todas sus revelaciones fueron interiores, porque jamás vio, ni oyó cosa con los ojos, y oídos corporales; pues aunque afirma que la parece oyó dos veces hablar, añade, que no entendió cosa alguna: Ibid. Más quería la santa virtudes, que revelaciones, y ésta es la doctrina que dice enseñó a sus hijas: Ibid. n. 17. Ordena la santa desde el cielo, que no escriban sus hijas las revelaciones, porque es cosa recia andar buscando una verdad entre muchas mentiras: A. 9, n. 1. Quien atiende mucho a las revelaciones, se aparta de la fe: Ibid. n. 2. Son muy inclinados los hombres a que tengan revelaciones aquellos espíritus a quienes tratan, y los santifican fácilmente: Ibid. n. 3. Son muy arriesgadas en las mujeres, por lo mucho que se dejan llevar de la imaginación: Ibid. n. 4. Por que no se inclinen las monjas a las revelaciones, desea que no lean sus libros, donde trata de ellas: Ibid. n. 5. No por las revelaciones, sino por las virtudes, goza la santa la mucha gloria que tiene. Aun a las que las tienen verdaderas, se las deben deshacer los directores: Ibid. n. 6. En las visiones imaginarias hay mucho riesgo: Ibid. Véase verbo Mercedes de Dios.

Riquezas. Tal está el mundo de intereses, que dice la santa aborrecía el tener: C. 30, n. 10. No teniendo asido el corazón a ellas, las pueden usar los del mundo sin escrúpulo, conforme a su estado: C. 33, n. 14.

Rodrigo Álvarez (padre), jesuita. Fue varón espiritualísimo, y docto, confesor de la santa. Escribiole ésta una carta en que le declara maravillosamente los grados de oración a que había subido su alma: C. 18 por toda. Escríbele la santa otra carta muy notable, dándole cuenta de su vida: C. 19 por toda.

Rueda (el doctor). Dice la santa que fue muy docto, y atinado, y que ella se arrimaba a su dictamen: C. 22, n. 1.

Ruegos, y Peticiones. Dice la santa, que las oraciones de otros la sustentaban, y así las pedía con eficacia: C. 37, n. 3. Desea el Señor tanto que le pidamos, que por eso nos pone muchas veces en los trabajos, para que recurramos a su Majestad: C. 51, n. 3.

Sancho Dávila (don). Tuvo varios obispados: siendo muy mozo confesó a la santa: escríbele ésta una carta con algunos consejos: C. 6. Escribiole la santa otra carta, pidiéndole la enviase la Vida, que este señor obispo escribió de su propia madre: C. 7.

Santos. Siempre se buscan los santos unos a otros. Por ver al que es docto se deben andar muchas jornadas: C 14, Not. 3, 4 y 5.

Satisfacción. La debemos dar de aquello que debemos, o en lo que hemos ofendido a otro, porque si no, no se aquietará el alma en Dios: C. 52, n. 4.

Sello. Tenía uno la santa con el nombre de Jesús, y otro con la muerte, y deseaba el primero, porque no podía sufrir sellar con la muerte: C. 31, n. 5.

Sentimientos, y Penas (45). El no sentir las penas es de peñascos; el no saber tolerarlas, de mujeres: C. 9, Not. 5. Es propio de los que no se acuerdan de la otra vida el sentir con exceso las muertes de aquellos que quieren en ésta: C. 30, n. 14. Valen poco las criaturas para consolar en las grandes aflicciones: C. 39, n. 2.

Señores (46). Se alegraba la santa de ver señores de sí mismos a las personas [386] grandes: C. 11, n 3. Los señores del mundo, son siervos del mundo, y esclavos, pues cuando le mandan, le sirven: Ibid. Not. 5 y 6. Dice la santa, que Dios la libre de los grandes señores del mundo, porque todo lo pueden, y tienen extraños reveses: C. 24, n. 2.

Sequedades (47). Pasó la santa veinte años de sequedades, y jamás imaginaba desear más, pareciéndola que no lo merecía, y que el Señor la hacía gran favor en permitirla delante de su Majestad rezando: C. 19, n. 3. Más quería la santa sequedades, que gustos, si de aquellas provenían mayores virtudes: C. 23, n. 5. Después de muchas sequedades solía tener la santa muchos arrobamientos: C. 32, n. 3 y 4. Son mejores las sequedades, que los regalos: cuando las almas van estando fuertes, se retira su Majestad: C. 44, n. l y 2. Véase la carta 45, n. 1. Con las sequedades experimenta el Señor el amor que le tenemos: Ibid. n. 1 y 2.

Sermones. Dice la santa, que tuvo envidia de sus monjas, porque oyeron los sermones de Gracián: C. 23, n. 10. Hace una plática la santa a las madres de la Encarnación de Ávila, en ocasión que empezó a ser su prelada: A. 5. Hace otra plática a sus monjas de Valladolid tres semanas antes de su muerte: A. 6.

Sevilla. En la fundación del convento que hizo la santa en esta ciudad, dice, que pasó más trabajos que en ningún otro, exceptuando el de Ávila: C 37, n. 1. Dice la santa, que no era para ella la gente de Sevilla: C. 47, n. 11. Si las Carmelitas de Sevilla no son más santas que otras, tienen poca razón, por los muchos trabajos que costaron a la santa: Ibid. Not. 3. Temía la santa a los muchos calores de esta ciudad: C. 49, n. 4. Hasta el confesor que tuvo en Sevilla la mortificaba, para que en nada tuviese alivio en esta ciudad: C. 55, n. 3. Da a entender la santa que en Sevilla se entiende poco el lenguaje de espíritu: C. 57, n. 5. Afirma la santa que es mucho el que haya en esta tierra de quien poderse fiar: C. 62, n. 1. Véase verbo Andalucía.

Sevilla (convento de Carmelitas descalzas de). Refiero la santa las muchas persecuciones que pasaron por estas religiosas: C. 17 por toda. En la causa que se hizo contra la santa, y algunas de estas religiosas, las obligaron a deponer, en fuerza del miedo que tuvieron a las descomuniones, muchas cosas inciertas: Ibid. n. 5. Hubo monja a quien tuvieron seis horas en el escrutinio: Ibid. Obligáronlas a que entregasen las cartas, que la santa las había escrito, y las pusieron en el Nuncio para juzgarlas: Ibid. n. 4. Escribió la santa muchas cartas a estas religiosas: Ibid. Not. 1. Pasaron una persecución estando allí la santa, por delatarlas una novicia, que no pudo perseverar, y acusándolas al santo tribunal, diciendo, que se confesaban unas con otras: Ibid. Not. 2. Quería la santa a estas religiosas tanto más, cuanto crecían sus persecuciones: C. 51, n. 1. Véase la carta 63, n. 1. Véase verbo Andalucía. [387]

Silencio. No se ha de callar lo que es justo se diga por defender a la justicia: C. 1, n. 3. Es muy culpable cuando se calla lo que se debe decir para que se remedie: C. 62, n. 2. Quéjase la santa porque la callaron cosas, que la debieron noticiar: C. 63, n. 9. Perros mudos llama el Señor a los que deben hablar, y callan: Ibid. Not. 6 y siguientes.

Sobrenaturales (cosas). Son difíciles de explicar, y darlas a entender: no lo son las naturales, que se suelen tener, como son la meditación, ternura, devoción, y lágrimas: C. 18, n. 2. Desde que la santa empezó a tener cosas sobrenaturales, dice que se inclinó a ejecutar lo más perfecto: C. 19, n. 22. Las cosas sobrenaturales de Dios nunca inclinan a cosa que no sea limpia, y casta, porque traen olvido del cuerpo: Ibid. n. 25. Véase para inteligencia de esto la Not. 37 y 38 de esta carta.

Soria. Padeciéronse pocas contradicciones en el convento que fundó la santa en esta ciudad, y se alegraba después de que murmurasen a sus hijas, sin dar ellas motivo: C. 43, n. 3. No hay en España gente más ilustre, y dócil para todo lo bueno: Ibid. Not. 3.

Sueño. Se le ha de dar al cuerpo lo necesario para que mantenga al espíritu: seis horas son necesarias: C. 33, n. 6. Es gran merced la que hace el Señor a quien da buen sueño: Ibid. n. 9.

Supriora. Determinó la santa lo fuese una de poca edad, porque tenía virtudes: C. 62, n. 6. Para el oficio de supriora más se debe atender a la habilidad, que a la edad: lo principal es, que cuide del coro, y que le siga: Ibid. La supriora ha de saber bien leer, y cuidar del coro: C. 63, n. 6. Es muy perjudicial a la observancia, que la priora, y supriora tengan poca salud. Ésta ha de templar, o esforzar lo que otra exaspere, o afloje: Ibid. Not. 6 y 7. A la supriora debe dar autoridad la priora: Ibid. Véase verbo Prelados.

Temblores. Dice la santa a su hermano, que no haga caso de unos estremecimientos que padecía en la oración, y que los resista, como a cualquiera cosa exterior: C. 32, n. 6. Cuando a san Felipe Neri se le encendía el corazón en amor de Dios, le temblaban las manos: Ibid. Not. 9. Un hombre muy espiritual solía padecer un temblor en poniéndose a oír misa, enardeciéndose en amor de Dios, que le batía como el aire grande a una caña: Ibid.

Temores, Recelos, y Miedos. Era la santa en sus principios tan medrosa, que no se atrevía a estar sola en una pieza: C. 19, n. 5. Estuvo tan temerosa de que el demonio la engañaba, que hacía decir muchas misas, y oraciones, para que Dios la llevase por otro camino: Ibid. n. 8. Nunca se aseguraba la santa tanto de su espíritu, que viviese sin recelos: Ibid. n. 17 y en el n. 20.

Tentaciones. En las tentaciones nos hemos de entrar en el costado de Cristo, que para esto le tiene su Majestad abierto: C. 8, n. 8. Comúnmente es mejor despreciar la tentación, que no procurar vencerla: dícese lo que hacía en ellas san Antonio abad: Not. 32, Not. 8. Véase el n. 6 de esta carta.

Teresa (nuestra madre santa). Pusiéronla mal con el general: mandáronla se retirase a un convento, y que cesase en las fundaciones: refiere [388] algunas de sus persecuciones: C. 3 por toda. No quiso leer una información que se hizo en favor del porte de sus hijas, por conjeturar que allí se dirían alabanzas de ella: Ibid. n. 13. Refiere la santa muy sucintamente la mayor parte de su vida: C. 19 por toda. Deseaba morir, o padecer: C. 27, Not. 2 y siguientes. Fue la santa el caballero del Apocalipsi: C. 38, Not. 4. Nació la santa para capitán general de los ejércitos de Dios: C. 47, Not. 9. Dice la santa que ya se iba haciendo monja, porque podía pasar sin lienzo, y ayunaba: carta 55, n. 4. Aunque la santa vivió entre muchas religiosas en su primer convento de la Encarnación, no la distraían para servir a Dios: A. 7, n. 3. Es privilegio especial de la santa el gobernar a su religión desde el cielo: A. 9, Not. 1 y siguientes.

Teresa de Jesús (La madre), sobrina de la santa. Refiere la santa su mucha virtud. C. 59, n. 4.

Testimonios falsos. Cuando se padecen por Dios, y no se dio ningún motivo para ellos, el Señor lo allana todo, y descubre la verdad: carta 20, n. 6. Levantaron muchos a la santa, y a su familia reformada: C. 17 por toda. Véase la C. 1. Admira la santa los falsos testimonios que levantaron contra la reforma: C. 32, n. 3. Cuando está segura la conciencia, no teme a los falsos testimonios: C. 47, n 4. Levantaron muchos a la santa en Sevilla: Ibid. n. 4. y 5.

Teutonio de Berganza (don), arzobispo de Évora. Escríbele la santa una carta agradeciéndole un regalo, y pidiendo ayude a que se funde el convento de religiosos en Ébora: C. 2, n. 1 y 2. Escríbele la santa otra carta en que le anima, estando recién electo arzobispo, y diciéndole le ayudará Dios en su ministerio: dale también noticia de las persecuciones que padecía la reforma: C. 3 por toda.

Toledo. Afirma la santa es admirable el temple de esta tierra: C. 30, n. 3.

Toledo (convento de religiosas Carmelitas de). Dice la santa que llevaba este convento principios para ser casa muy principal: C. 30, n. 3.

Trabajos. Cuando el Señor da muchos trabajos, da después buenos sucesos: C. 3, n. 5. A la santa no la parecían trabajos los suyos, por la esperanza que tenía de gozar de Dios eternamente: C. 12, n. 5. Cuarenta años de trabajos dejaron a la santa con sed de mayores trabajos: C. 12, Not. 7. Véase el n. 7 de esta carta. Refiere la santa sus muchos quebrantos, y que jamás estuvo sin padecer algo: C. 19, n. 24. Dice, que mientras más trabajos, más ganancia: C. 25, n. 4. Eran los trabajos regalos para la santa: C. 27, n 1. Nunca estuvieron los santos en mayor gozo, que cuando eran perseguidos: Ibid. Nunca se atrevió la santa a pedir a Dios trabajos interiores: C. 33, n. 10. Dios paga en esta vida a los que tiene para sí con grandes trabajos lo mucho que le sirven: C. 43, n. 3. Los grandes espíritus sirven de balde al Señor, y aprecian los trabajos: C. 44, n. 3. Estaba la santa en los mayores trabajos con una alegría extraña: C. 47, n. 1 y 4. Sin ser necesario pasar a las Indias se llena de tesoros verdaderos el que pasa trabajos por amor de Dios. Explica la santa lo que se alegraba en ellos: C. 51, n. 1. No da el Señor más trabajos, que los que podemos tolerar, y está con los atribulados: Ibid. n. 2. Es nada lo que se padece en esta vida, en comparación de lo que Cristo padeció por nosotros: [389] Ibid. n. 4. Tenía la santa especial inclinación a la casa de sus monjas de Sevilla, por los muchos trabajos que padeció en ella: C. 59, n. 1. Los trabajos hacen, y formalizan a las personas: C. 63, n. 5. Donde hay salud, y qué comer, no es razón quejarse de los trabajos: C. 65, n. 6. Morir, y padecer han de ser nuestros deseos. Ninguno es tentado en más de lo que puede sufrir: A. 8, n. 3 y 4. Los del cielo, y la tierra han de ser una misma cosa en pureza, y amor, aquellos gozando, y los de la tierra padeciendo: A. 15. Véase verbo Cruz, Penas, y Persecuciones.

Trajes, y Galas. Tenía la santa por honra andar remendada: C. 29, n. 1. Dice, que en algún tiempo traía oro: Ibid. n. 13.

Tratos, y Granjerías. Es muy arriesgado, y contra la conciencia regularmente este comercio: C. 31, n. 12.

Tribulaciones. Está el Señor con los atribulados, y en la mayor tormenta ofrece la serenidad: C. 51, n. 2 y 3. Ninguno es tentado en más de lo que puede sufrir: A. 8, n. 4.

Trinidad (santísima). Refiere la santa lo que entendía acerca de este misterio, y dice que cuando la hablaba nuestro Señor, siempre la parecía que era la Humanidad la que hablaba: C. 18, n. 25 y 26.

Unión con Dios (48). Algunas veces se une con Dios sólo la voluntad en la oración, y no la memoria, ni el entendimiento, pues éstas están libres para obrar, y aquí se verifica en el alma, que andan juntas Marta, y María: C. 18, n. 6. En la unión de todas las potencias, en ninguna cosa parece que pueden obrar. Queda el alma riquísima de dones celestiales, y es la mayor merced, que el Señor suele hacer en esta vida: Ibid. n. 7 y 8.

Valladolid (religiosas Carmelitas descalzas de). Aplaude la santa su mucha perfección: C. 12. n. 2. Véase la Not. 4. de esta carta. Dieron estas religiosas doscientos ducados para costear los despachos de la separación de la reforma de los Calzados, lo cual tuvo la santa en mucho: C. 25, n. 6. Dice el señor Palafox, que debe agradecer mucho la reforma esta dádiva, y que se la debe volver con usuras, por los grandes bienes que fructificó: Ibid. Not. 5. Escribe la santa a estas religiosas una carta muy notable, pidiéndolas doscientos ducados para las urgencias de toda la Orden: C. 48 por toda. Alaba la santa a estas religiosas porque vivan en pobreza, y caridad: A. 6, n. 1.

Vanidad. Sentía la santa que a su sobrino le aplicasen el don, y dice se estilaban ya tantos en su tiempo en Ávila, que era vergüenza: C. 47, n. 7.

Vejez. Dice la santa a una sobrina suya, que la diera pena, si ella la viera tan vieja, y cansada como estaba: C. 46, n. 4. Si hay virtud, suelen ser mejores los mozos, que los viejos para los oficios: C. 62, n. 6. Véase la Not. 16 de esta carta. Encarga la santa a una hija suya, que se haga vieja en reparar las cosas: C. 63, n. 11. Véase verbo Juventud.

Vejamen. Pónese el que dio la santa por mandárselo el señor obispo de Ávila: C. 5 por toda. Dice que ha de censurar de todo lo que discurrieron los que escribieron en el certamen, o conferencia espiritual sobre las palabras Búscate en mí: Ibid. n. 4. Dice al señor Francisco de Salcedo, que si no se retracta de lo que escribió, le ha de delatar a la Inquisición: Ibid. n. 5. Dice que perdona al padre Julián de Ávila los yerros que tuvo, porque no fue tan largo como nuestro padre san Juan de la Cruz: Ibid. n. 7. Satiriza al santo, diciendo, que Dios nos libre de gente tan espiritual, que todo lo quieren hacer contemplación, y diciéndole, que se le agradece el que diese tan bien a entender lo [390] que no se le preguntaba: Ibid. n. 9. Dice a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que le perdona la poca humildad en meterse en cosas tan subidas, por la recreación que ocasionó con las coplas: Ibid. n. 10. Expone el Señor Palafox el sentido del mote Búscate en mí: Ibid. Not. 14. Cuando la santa escribió este vejamen, tenía muy mala la cabeza, por ser día de purga, y haber escrito muchas cartas: C. 33, n. 11.

Vencejo. No se para en la tierra: es símbolo de las almas que en todo buscan a Dios: C 18, Not. 26 y 27.

Verdad. Siempre vence a la calumnia la verdad: puede oscurecerse, pero no deshacerse: siempre es coronada: C. 3, Not. 9.

Versos. Hízolos la santa al Dulcísimo nombre de Jesús: C. 31, n. 14. Envía unos versos a su hermano, y dice estaba en bastante seso cuando los hizo: Ibid. n. 22. Véase la Not. 26, y siguientes de esta carta.

Vida humana. No podemos en ella tener descanso porque siempre estamos en guerra: C. 29, n. 5. No hay qué fiar en esta vida: C. 30, n. 5. Es cortísima la vida del hombre, y cuanto puede gozar en este mundo: C. 35, n. 2. La brevedad con que pasa todo hace llevaderas todas las penas al mundo: C. 35, n. 2. La brevedad con que pasa todo hace llevaderas todas las penas de esta vida: C. 46, n. 1. Pasa velozmente la vida: C. 64. n. 4. Dícese lo que se ejecuta en la coronación de algunos príncipes, para que no pierdan de vista la brevedad de la vida: Ibid. Not. 6 y siguientes.

Virtud. Suele valerse el Señor de personas de alta esfera para amparar a la virtud: C. 3, n. 3. Caro costaría, si no pudiésemos buscar a Dios sino cuando estuviésemos muertos al mundo: C. 5, n. 8. Dice la santa, que siempre fue amiga de hacer de la necesidad virtud: C. 13, n. 5. Los virtuosos comunican la virtud a los que andan a su lado: C. 16, n. 3. Consiste la principal virtud en servir a Dios en aquello que su Majestad quiere aunque nos canse: C. 31, n. 12. En todas partes se puede practicar la virtud: A. 7, n. 3.

Visión intelectual. Explícala la santa a su confesor: C. 19, n. 28.

Visita de conventos. Sólo la puede hacer con toda utilidad aquel prelado, que observare las leyes de las religiosas, o conventos de su jurisdicción: C. 4, n. 2.

Vocación (49). Escribe la santa esforzando al estado religioso: C. 40, n. 1. No hace poco quien se da a Dios, y a toda la hacienda que tiene, lo cual ocasiona consuelo: Ibid. n. 2. Anima a otras personas al estado religioso: C. 41, por toda. Véase verbo Novicios, Religión, y Monjas.

Votos. No se puede obligar a las religiosas que voten por fuerza a las novicias para la profesión: C. 28, n. 2. Sólo el día que eligen priora, y votan a una novicia, tienen las monjas libertad para estos asuntos: Ibid. Not. 5. No se deben hacer votos, sin consultarlos con el director: el de no pecar venialmente es peligroso, y no se debe hacer por ser nulo: C. 31, n. 9. Véase la C. 32, n. 1. Era la santa muy detenida en obligar a otros con promesa, que fuese culpa grave el faltar a ella: C. 32, n. 1 y 2.

Vuelo de espíritu. Explícale la santa, y dice sus efectos: C. 18, n. 17 y siguientes.


Fin del índice de las cosas notables.






Teresa III Cartas 1016