Marialis cultus ES 55

CONCLUSION

VALOR TEOLOGICO Y PASTORAL DEL CULTO A LA VIRGEN


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56. Venerables Hermanos: al terminar nuestra Exhortación Apostolica deseamos subrayar en sintesis el valor teologico del culto a la Virgen y recordar su eficacia pastoral para la renovación de las costumbres cristianas.

La piedad de la Iglesia hacia la Santisima Virgen es un elemento intrinseco del culto cristiano. La veneración que la Iglesia ha dado a la Madre del Señor en todo tiempo y lugar -desde la bendición de Isabel (
Lc 1,42-45) hasta las expresiones de alabanza y suplica de nuestro tiempo- constituye un solido testimonio de su "lex orandi" y una invitación a reavivar en las conciencias su "lex credendi". Viceversa: la "lex credendi" de la Iglesia requiere que por todas partes florezca lozana su "lex orandi" en relación con la Madre de Cristo. Culto a la Virgen de raices profundas en la Palabra revelada y de solidos fundamentos dogmaticos: la singular dignidad de María "Madre del Hijo de Dios y, por lo mismo, Hija predilecta del Padre y templo del Espiritu Santo; por tal dón de gracia especial aventaja con mucho a todas las demas criaturas, celestiales y terrestres" (119), su cooperación en momentos decisivos de la obra de la salvación llevada a cabo por el Hijo; su santidad, ya plena en el momento de la Concepción Inmaculada y no obstante creciente a medida que se adheria a la voluntad del Padre y recorria la via de sufrimiento (Lc 2,34-35 Lc 2,41-52 Jn 19,25-27), progresando constantemente en la fe, en la esperanza y en la caridad; su misión y condición unica en el Pueblo de Dios, del que es al mismo tiempo miembro eminentisimo, ejemplar acabadisimo y Madre amantisima; su incesante y eficaz intercesión mediante la cual, aun habiendo sido asunta al cielo, sigue cercanisima a los fieles que la suplican, aun a aquellos que ignoran que són hijos suyos; su gloria que ennoblece a todo el género humano, como lo expreso maravillosamente el poeta Dante: "Tu eres aquella que ennoblecio tanto la naturaleza humana que su hacedor no desdeno convertirse en hechura tuya" (120); en efecto, María es de nuestra estirpe, verdadera hija de Eva, (aunque ajena a la mancha de la Madre, y verdadera hermana nuestra, que ha compartido en todo, como mujer humilde y pobre, nuestra condicion).

Anadiremos que el culto a la bienaventurada Virgen María tiene su razón ultima en el designio insondable y libre de Dios, el cual siendo caridad eterna y divina (1Jn 4,7-8 1Jn 4,16), lleva a cabo todo según un designio de amor: la amo y obro en ella maravillas (Lc 1,49); la amo por si mismo, la amo por nosotros; se la dio a si mismo y la dio a nosotros.


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57. Cristo es el unico camino al Padre (
Jn 14,4-11). Cristo es el modelo supremo al que el discipulo debe conformar la propia conducta (Jn 13,15), hasta lograr tener sus mismos sentimientos (cf. Fil 2,5), vivir de su vida y poseer su Espiritu (Ga 2,20 Rm 8,10-11); esto es lo que la Iglesia ha ensenado en todo tiempo y nada en la acción pastoral debe oscurecer esta doctrina. Pero la Iglesia, guiada por el Espiritu Santo y amaestrada por una experiencia secular, reconoce que también la piedad a la Santisima Virgen, de modo subordinado a la piedad hacia el Salvador y en conexión con ella, tiene una gran eficacia pastoral y constituye una fuerza renovadora de la vida cristiana. La razón de dicha eficacia se intuye facilmente. En efecto, la multiple misión de María hacia el Pueblo de Dios es una realidad sobrenatural operante y fecunda en el organismo eclesial. Y alegra el considerar los singulares aspectos de dicha misión y ver como ellos se orientan, cada uno con su eficacia propia, hacia el mismo fin: reproducir en los hijos los rasgos espirituales del Hijo primogénito. Queremos decir que la maternal intercesión de la Virgen, su santidad ejemplar y la gracia divina que hay en Ella, se convierten para el género humano en motivo de esperanza.

La misión maternal de la Virgen empuja al Pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a Aquella que esta siempre dispuesta a acogerlo con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora; (121) por eso el Pueblo de Dios la invoca como Consoladora de los afligidos, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, para obtener consuelo en la tribulacion, alivio en la enfermedad, fuerza liberadora en el pecado; porque Ella, la libre de todo pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con enérgica determinación el pecado. (122) Y, hay que afirmarlo nuevamente, dicha liberación del pecado es la condición necesaria para toda renovación de las costumbres cristianas.

La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar "los ojos a María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comúnidad de los elegidos". (123) Virtudes solidas, evangélicas: la fe y la docil aceptación de la palabra de Dios (Lc 1,26-38 Lc 1,45 Lc 11,27-28 Jn 2,5); la obediencia generosa (Lc 1,38); la humildad sencilla (Lc 1,48); la caridad solicita (Lc 1,39-56); la sabiduria reflexiva (Lc 1,29 Lc 1,34 Lc 2,19 Lc 2,33 Lc 2,51); la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos (Lc 2,21 Lc 2,22-40 Lc 2,41), agradecida por los bienes recibidos (Lc 1,46-49), que ofrecen en el templo (Lc 2,22-24), que ora en la comúnidad apostolica (Ac 1,12-14); la fortaleza en el destierro (Mt 2,13-23), en el dolor (Lc 2,34-35 Lc 2,49 Jn 19,25); la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor (Lc 1,48 Lc 2,24); el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la cruz (Lc 2,1-7 Jn 19,25-27); la delicadeza provisoria (Jn 2,1-11); la pureza virginal (Mt 1,18-25 Lc 1,26-38); el fuerte y casto amor esponsal. De estas virtudes de la Madre se adornaran los hijos, que con tenaz proposito contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida. Y tal progreso en la virtud aparecera como consecuencia y fruto maduro de aquella fuerza pastoral que brota del culto tributado a la Virgen.

La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad ultima de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la "Llena de gracia" (Lc 1,28) sin honrar en si mismo el estado de gracia, es decir, la amistad con Dios, la comúnión en El, la inhabitación del Espiritu. Esta gracia divina alcanza a todo el hombre y lo hace conforme a la imagen del Hijo (Rm 2,29 Col 1,18). La Iglesia católica, basandose en su experiencia secular, reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el hombre hacia la conquista de su plenitud. Ella, la Mujer nueva, esta junto a Cristo, el Hombre nuevo, en cuyo misterio solamente encuentra verdadera luz el misterio del hombre, (124) como prenda y garantia de que en una simple criatura -es decir, en Ella- se ha realizado ya el proyecto de Dios en Cristo para la salvación de todo hombre. Al hombre contemporaneo, frecuentemente atormentado entre la angustia y la esperanza, postrado por la sensación de su limitación y asaltado por aspiraciones sin confin, turbado en el animo y dividido en el corazon, la mente suspendida por el enigma de la muerte, oprimido por la soledad mientras tiende hacia la comúnion, presa de sentimientos de nausea y hastio, la Virgen, contemplada en su vicisitud evangélica y en la realidad ya conseguida en la Ciudad de Dios, ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comúnión sobre la soledad, de la paz sobre la turbacion, de la alegria y de la belleza sobre el tedio y la nausea, de las perspectivas eternas sobre las temporales, de la vida sobre la muerte.

Sean el sello de nuestra Exhortación y una ulterior prueba del valor pastoral de la devoción a la Virgen para conducir los hombres a Cristo las palabras mismas que Ella dirigio a los siervos de las bodas de Cana: "Haced lo que El os diga" (Jn 2,5); palabras que en apariencia se limitan al deseo de poner remedio a la incomoda situación de un banquete, pero que en las perspectivas del cuarto Evangelio són una voz que aparece como una resonancia de la formula usada por el Pueblo de Israel para ratificar la Alianza del Sinai (Ex 19,8 Ex 24,3 Ex 24,7 Dt 5,27) o para renovar los compromisos (Jos 24,24 Esd 10,12 Ne 5,12) y són una voz que concuerda con la del Padre en la teofania del Tabor: "Escuchadle" (Mt 17,5).


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58. Hemos tratado extensamente, venerables Hermanos, de un culto integrante del culto cristiano: la veneración a la Madre del Señor. Lo pedia la naturaleza de la materia, objeto de estudio, de revisión y también de cierta perplejidad en estos ultimos anos. Nos conforta pensar que el trabajo realizado, para poner en practica las normas del Concilio, por parte de esta Sede Apostolica y por vosotros mismos -la instauración liturgica, sobre todo- sera una valida premisa para un culto a Dios Padre, Hijo y Espiritu, cada vez mas vivo y adorador y para el crecimiento de la vida cristiana de los fieles; es para Nos motivo de confianza el constatar que la renovada Liturgia romana constituye -aun en su conjunto- un fulgido testimonio de la piedad de la Iglesia hacia la Virgen; Nos sostiene la esperanza de que seran sinceramente aceptadas las directivas para hacer dicha piedad cada vez mas transparente y vigorosa; Nos alegra finalmente la oportunidad que el Señor nos ha concedido de ofrecer algunos principios de reflexión para una renovada estima por la practica del santo Rosario. Consuelo, confianza, esperanza, alegria que, uniendo nuestra voz a la de la Virgen -como suplica la Liturgia romana -, (125) deseamos traducir en ferviente alabanza y reconocimiento al Señor.

Mientras deseamos, pues, hermanos carísimos, que gracias a vuestro empeno generoso se produzca en el clero y pueblo confiado a vuestros cuidados un incremento saludable en la devoción mariana, con indudable provecho para la Iglesia y la sociedad humana, impartimos de corazón a vosotros y a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral una especial Bendición Apostolica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el dia 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, del ano 1974, undécimo de Nuestro Pontificado.

PAULUS P. P. VI

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NOTAS

(14. Cf. Missale Romanum, Praefatio de Adventu, II.
(15. Missale Romanum, Ibid.
(16. Missale Romanum, Prex Eucharistica I, Communicantes in Nativitate Domini et per octavam.
(17. Missale Romanum, die 1 Ianuarii, Ant. Ad introitum et Collecta.
(18. Cf. Missale Romanum, die 22 Augusti, Collecta
(19. Missale Romanum, die 8 Septembirs, Post communionem.
(20. Missale Romanum, die 31 Maii, Collecta.
(21. Cf. Ibid., Collecta et Super Oblata.
(22. Missale Romanum, die 15 Septembirs, Collecta.
(23. Cf. N. 1p 16
(24. Entre las numerosas Anaforas, cf. Las siguientes, que gozan de particular venración entre los Orientales: Anaphora Mar ci Evangelistae: Prex Eucharistica, de. A. Hanggi-I Pahl. Fritris Domini graeca, ibid., p. 257; Anaphora Ionnis Chrysostomi, ibid., p. 229.
(25. Cf. Missale Romanum, die 8 Decembris, Praefatio.
(26. Cf. Missale Romanum, die 15 Augusti, praefatio.
(27. Cf. Missale Romanum, die 1 Iianuarii, Post Communionem.
(28. Cf. Missale Romanum, Commune B. Mariae Virginis,6. Tempore paschali, Collecta.
(29. Missale Romanum, die 15 Septembirs, Collecta.
(30. Missale Romanum, die 31 Maii, Collecta. En la misma linea el Praefatio de B. María Virgine, II: "Realmente es justo y necesario... en esta conmemoraión de la Santisima Virgen María, proclamar tu amor por nosotros con su mismo cantico de alabanza".
(31. Cf. Ordo Lectionum Missae, Dom. III Adventus (Anno C: So 3,14-18a); Dom. IV Adventus (cf. Supra ad n.12); Dom. Infra Oct. Nativitatis (Anno A: Mt 2,13-15 Mt 2,19-23; Anno B: Lc 2,22-40 Anno C: Lc 2,41-52); Dom. II post Nativitatem (Jn 1,1-18); Dom. VII Paschae (Anno A: Ac 1,12-14); Dom. II per annum (Anno C: Jn 2,1-12); Dom. X per annum (Anno B: Gn 3,9-15); Dom. XIV per annum (Anno B: Mc 6,1-6).
(32. Cf. Ordo Lectionum Missae, Pro catechumenatu et baptismo adultorum, Ad traditionem Orationis Dominicae (Lectio II,2: Ga 4,4-7); Ad Initiatioem christianam extra Vigiliam paschalem (Evang.,7: Jn 1,1-5 Jn 1,9-14 Jn 1,16-18); Pro nuptiis (Evang.,7: Jn 2,1-11); Pro consecratione virginum et professione reliosa (Lectio 1,7: Is 61,9-11 Evang. 6 Mc 3,31-35 Lc 1,26-28).
(33. Cf. Ordo Lectionum Missae, Pro profugis et exsulibus (Evang.,1: Mt 2,13-15 Mt 2,19-23); Pro gratiarum actione (Lectio 1,4: So 3,14-15).
(34. La Divina Commedia, Paradiso XXXIII,1-9; cf. Liturgia Horarum, Memoria Sanctae Mariae in Sabbato, ad Officium Lectionis, Hymnus.
(35. Cf. Ordo Baptismi parvulorum, n. 48; Ordo initiationis christianae adultorum, n. 214.
(36. Cf. Rituale Romanum, Tit. VII, cap. III, De benedictione mulieris post partum.
(37. Cf. Ordo professionis religiosae, Pars Prior, nn. 57 et 67.
(38. Cf. Ordo consecrationis virginum, n. 16.
(39. Cf. Ordo professionis religiosae, Pars Prior, nn. 62 et 142; Pars Altera, nn. 67 et 158; Ordo consecrationis virginum, nn. 18 et 20).
(40. Cf. Ordo unctionis infirmorum corumque pastoralis corae, nn. 143,146,147,150.
(41. Cf. Misale Romanum, Missae defunctorum Pro defunctis fratribus, propinquis et benefactoribus, Collecta.
(42. Cf. Ordo exsequiarum, n.226.
(43. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, LG 63, AAS 57 (1965), p. 64.
(44. Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, SC 7, AAS 56 (1964), pp. 100-101.
(45. Sermo 215,4: PL 38,1074.
(46. Ibid.
(47. Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. sobre la divina Revelacion, DV 21, AAS 58 (1966), pp. 827-828.
(48. Cf. Adversus haereses IV,7,1: PG 7,1: 990-991; S. Ch. 100, t. III, pp. 454-458.
(49. Adversus haereses III,10,2: PG 7,1,873; S. Ch. 34, p. 164.
(50. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, LG 62, AAS 57 (1965), p. 63.
(51. Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, SC 83, AAS 56 (1964), p.121.
(52. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 63, AAS 57 (1965), p. 64.
(53. LG 64, AAS 57 (1965), p. 64.
(54. Tractatus XXV (In Nativitate Domini),5: CCL 138, p.123; S. Ch. 22 bis, p. 132; cf. también Tractatus XXIX (In Nativitate Domini),1: CCL ibid., p.147; S. Ch. ibid., p. 178; Tractatus LXIII (De Passione Domini) 6: CCL ibid., p. 386; S. Ch. 74, p. 82.
(55. M. Ferotin, Le "Liber Mozarabicus Sacramentorum", col. 56.
(56. In purificatione B. Mariae, Sermo III,2: PL 183,370; Sancti Bernardi Opera, ed. J. Leclereq-H Rochais, IV Romae 1966, p. 342.
(57. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 57 AAS 57 (1965), p. 61.
(58. LG 58 AAS 57 (1965), p.61.
(59. Cf. Pius XII, Carta Encíclica, Mystici Corporis: AAS 35 (1943), p. 247.
(60. Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, SC 47 AAS 56 (1964), p. 113.
(61. SC 102 y 106; AAS 56 (1964), pp. 125 y 126.
(62. "...Acuérdate de todos aquellos que te agradarón en esa vida, de los santos padres, de los patriarcas, de los profetas, de los apostoles (...) y de la santa y gloriosa Madre de Dios, María, y de todos los santos (...) que se acuerden ellos de nuestra miseria y pobreza y te ofrezcan junto con nosotros este tremendo e incruento sacrificio": Anaphora Iacobi fratris Domini syriaca: Prex Eucharistica, ed. A. Hanggi-I Pahl, Fribourg, Editions Universitaires,1968, p. 274.
(63. Expositio Evangelii secundum Lucam, II,26: CSEL 32, IV, p. 55, S. Ch. 45, pp. 83-84.
(64. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 62, AAS 57 (1965), p. 63.
(65. Conc. Vat. II, Const. Sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosantum Concilium, SC 103, AAS 56 (1964), p. 125.
(66. Const. Vat. II, Const. Dogm. sobre la Iglesia. Lumen gentium, LG 67, AAS 57 (1965), p. 65.
(67. LG 67 AAS 57 (1965), p. 65-66.
(68.. Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, SC 104 AAS 56 (1964), pp. 125-126.
(69.. Cf. Conc. Vat. II, Const.dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 66 AAS 57 (1965), p. 65.
(70.. Cf. Paulus VI, Alocución pronunciada el dia 24 de Abril de 1970 en el Santuario de "Nostra Signora di Bonaria" en Cagliari; ASS 62 (1970), p. 300.
(71.. Pius IX, Carta Apostolica, Ineffabilis Deus: Pii IX Pontificis Maximi Acta, I,1, Romae 1854, p. 599; cf. también V. Sardi, La Solenne definizione del dogma dell Immacolato concepimento di María Santissima, Atti e documenti..., Roma 1904-1905, vol. II, p. 302.
(72.. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 66 AAS 57 (1965), p. 65.
(73.. S. Hildelfonsus, De virginitate perpetua sanctae Mariae Cap. XII; PL 96,108.
(74.. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 56 AAS 57 (1965), p. 60 y los autores citados en la correspondiente nota 176.
(75.. Cf. S. Ambrosius, De Spiritu Sancto II,37-38; CSEL 79, pp. 100-101; Cassianus, De Incarnatione Domini II, Cap. II; CSEL 17, pp. 247-249; S. Beda, Homilia I,3; CCL 122, p. 18 y p. 20.
(76.. Cf. S. Ambrosius, De institutione virginis, Cap. XII,79; PL 16 (ed. 1880),339; Epistula 30,3 et Epistula 42,7; ibid.,1107 et 1175; Expositio evangelii secundum Lucam X,132: S. Ch. 52, p. 200; S. Proclus Constantinopolitanus, Oratio I,1 et Oratio V,3: PG 65,681,et 720; S. Basilius Celeucensis, Oratio XXXIX,3; PG 85,433; S. Andreas Cretensis Oratio IV, PG 97,868; S. Germanus Constantinopolitanus, Oratio III,15; PC 98,305.
(77.. Cf. S. Hieronymus, Adversus Iovinianun I,33; PL 23,267; S. Ambrosius, Epistula 63,33; PL 16 (ed. 1880),1249; De institutione virginis, cap. XVII,195; ibid.,346; De Spiritu Sancto III,79-80; CSEL 79, pp. 182-183; Sedulius, Hymnus "A solis ortus cardini", vv. 13-14; CSEL 10, p. 164; Hymnus Acathistos, str. 23; ed. I. B. Pietra, Analecta Sacra, I, p. 261; S. Proclus Constantinopolitanus, Oratio I,3; PG 65,684; Oratio II,6; ibid.,700; S. Basilius Seleucencis, Oratio IV; PG 97,868; S. Ioannes Damascenus, Oratio VI,10; PG 96,677.
(78. Cf. Severus Antiochenus, Homilia 57; PG 8, pp. 357-358; Hesychius Hierosolymitanus, Homilia de sancta María Deipara; PG 93,1464; Chrysippus Hierosolymitanus, Oratio in sanctam Mariam Deiparam,2; PG 19, p.338; S. Andreas Cretensis, Oratio V; PG 97,896; S. Ioannes Damascenus, Oratio VI,6; PG 96,672.
(79. Liber Apotheosis, vv. 571-572; CCL 126, p.97.
(80. Cf. S. Isidorus, De ortu et obitu Patrum, cap. LXVII,111; PL 83,184; S. Hildefonsus, De virginitate perpetua sanctae Mariae, cap. X; PL 96,95; S. Bernardus, In Assumptione B. Virginis Mariae, Sermo IV,4; PL 183,428; In Nativitate B. Virginis Mariae; PL, 442; S. Petrus Damianus, Carmina sacra et preces II, Oratio ad Deum Filium; PL 145,921; Antiphona "Beata Dei Genitrix María"; Corpus antiphonialium Officii, ed. R. J. Hesbert, Roma 1970, vol. IV, n. 6314, p.80.
(81.. Cf. Paulus Diaconus Homilia I, In Assumptione B. Mariae Virginis; PL 95,1567; De Assumptione sanctae Mariae Virginis Paschasio Radberto trib., nn. 31,42,57,83; ed. A. Ripberger, in "Spicilegium Friburgense", n. 9,1962,72,76,84,96-97; Eadmerus Cantauriensis De excellentia Virginis Mariae, cap. IV-V; PL 159,562-567; S. Bernardus, In laudibus Virginis Matris, Homilia IV,3; Sancti Bernardi Opera, ed. J. Leclereq-H. Rochais, IV, Romanae 1966, pp. 49-50.
(82. Cf. Origenes, In Lucam Homilia VII,3; PG 13,1817; S. Ch. 87, p. 156; S. Cyrillus Alexandrinus, Comentarius in Aggaeum prophetam, cap. XIX; PG 71,1060; S. Ambrosius, De fide IV,9,113-114; CSEL 78, pp. 197-198; Expositio Evangelii secundum Lucam II,23-27-28; CSEL 32, IV, pp. 53-54 et 55-56; Severianus Gabalensis, In mundi creationem oratio VI,10; PG 56,497-498; Antipater Bostrensis, Homilia in Sanctissimae Deiparae Annunciationem,16; PG 85,1785.
(83. Cf. Eadmerus Cantuariensis, De excellentia Virginis Mariae, cap. VII; PL 159,571; S. Amedeus Lausannensis, De María Virgine Matre, Homilia VII; PL 188,1337; S. Ch. 72, p. 184.
(84. De virginitate perpetua sanctae Mariae, cap. XII; PL 96,106.
(85. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 54 AAS 57 (1965), p. 59. Cf. Paulo VI, Alocución a los Padres Conciliares, en la clausura de la segunda sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II,4 diciembre 1963: AAS 56 (1964), p. 37.
(86. Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Sobre la Iglesia, LG 6 LG 7-8 LG 9-17; AAS 57 (1965), pp. 8-9,9-12,12-21.
(87. LG 63 AAS 57 (1865), p. 64.
(88. S. Cyprianus, De Catholicae Ecclesiae unitate,5; CSEL 3, p. 214.
(89. Isaac De Stella, Sermo LI. In Assumtione B. Mariae; PL 194,1863.
(90. Sermo XXX,7; S. Ch. 164, p. 134.
(91. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 66-69 AAS 57 (1965), pp. 65-67.
(92. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la divina Revelacion, Dei Verbum, DV 25 AAS 58 (1966), pp. 829-830.
(93. Cf. Conc. Vat. II, Const. sobre la sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, SC 13 AAS 56 (1964), p.103.
(94. Cf. Officium magni canonis paracletici, Magnum Orologion, Athenis 1963, p. 558; passim en los canones y en los troparios liturgicos; cf. Sofonio Eustradiadou. Theotokarion, Chenneviéres sur Marne 1931, pp. 9-19.
(95. Cf. Conc. Vat II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 69 AAS 57 (1965), pp. 66-67.
(96. LG 66 AAS 57 (1965), p. 65; Const. sobre la Sagrada Liturgia, SC 103; AAS 56 (1964), p. 125.
(97. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 67 AAS 57 (1965), pp. 65-66.
(98. LG 66 AAS 57 (1965), p. 65.
(99. Cf. Pablo VI, Alocución a los Padres Conciliares en la Basilica Vaticana, el dia 21 de noviembre de 1964; ASS 56 (1964), p. 1017.
(100. Conc. Concilio Vat. II, Decr. Sobre el Ecumenismo, Unitatis redintegratio, UR 20 AAS 57 (1965), p.105.
(101.Carta Encíclica, Adiutricem populi; AAS 28 (1895-1896), p.135.
(102. Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, LG 56; AAS 57 (1965), p.60.
(103. S. Petrus Chrysologus, Sermo CXLIII; PL 52,583.
(104. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 55 AAS 57 (1965), pp. 59-60.
(105. Cf. Pablo VI, Exhortación Apostolica, Signum magnum I; AAS 59 (1967), pp. 467-468; Missale Romanum, die 15 Septembris, Super oblata.
(106. Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 67 AAS 57 (1965), pp. 65-66.
(107.Cf. Augustinus, In Iohannis Evangelium, Tractatus X,3; CCL 56, pp.101-102; Epistula 243, Ad laetum, n. 9; CSEL 57, pp. 575-576; S. Beda, In Lucae Evangelium expositio, IV, XI,28; CCL 120, p.237; Homilia I,4: CCL 122, pp. 26-27.

(108.Cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 58 AAS 57 (1965), p. 61.

(109. Missale Romanum, Dominica IV Adventus, Collecta. Analogamente la Collecta del 25 de marzo, que en el rezo del Angelus puede sustituir a la precedente.

(110. Pius XII, Epistula Philippinas Insulas ad Archiepiscopum Manilensem: AAS 38 (1946), p. 419.

(111. Cf. Discurso a los participantes al II Congreso Internacional Dominicano del Rosario; Insegnamenti di Paolo VI, (1963), pp.463-464. 112. Cf. AAS 58 (1966), pp. 745-749.

(113. Cf. AAS 61 (1969), pp. 649-654.

(114. Cf. n. 13; AAS 56 (1964), p. 103.

(115. Decr. sobre el apostolado de los seglares. Apostolicam actuositatem, AA 11 AAS 58 (1966), p. 848.

(116. Conc. Vat. II, Const. Dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, LG 11 AAS 57 (1965), p.16.

(117. Cf. Conc. Vat. II, Decr. sobre el apostolado de los seglares, Apostolicam actuositatem, AA 11 AAS 58 (1966), p. 848.

(118. N. 27

(119.Conc. Vat. II, Const. Dogm. Sobre la Iglesia, Lumen Gentium, LG 53, AAS 57 (1965), pp. 58-59.

(120.La Divina Comedia, Paradiso XXXIII,4-6.

(121.Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Sobre la Iglesia, Lumen Gentium, LG 60-63 AAS 57 (1965), pp. 62-64.

(122. LG 65, AAS 57 (1965), pp. 64-65.

(123. LG 65, AAS 57 (1965), p. 64.

(124.Cf. Conc. Vat. II, Const. Past. Sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium el spes, n. 22: AAS 58 (1966), pp. 1042-1044.

(125.Cf. Missale Romanum, die 31 Maii, Collecta.

Marialis cultus ES 55