VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - Capítulo XXIV: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS Y SU CULTO EN ESPAÑA.

Capítulo XXIV: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS Y SU CULTO EN ESPAÑA.

Réstanos ocuparnos en este capítulo de un asunto tan grande para la cristiandad y en especial para España y en ella para Valencia y Aragón, que tan entusiastas han sido y desde antiguo tiempo defendido y confesado, cual lo es el Misterio de la Concepción Inmaculada de María.

Desde la época visigoda en nuestra patria, como luego veremos, hasta nuestros días en que el gran e inmortal Pío IX declaró artículo de fe el misterio de la pura Concepción de María, no ha habido paréntesis, olvidos ni enfriamiento entre los españoles en defender, acatar, proclamar y sostener la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima. Y se comprende: España, y en especial nuestra patria, la nación de las rojas barras, de la Cruz de Sobrarbe y del real escudo de Jaime el Grande; Aragón, Cataluña y Valencia han sido la tierra predilecta de María, que con visibles actos les ha demostrado su afecto, cariño y amor con sus veneradas imágenes y celestiales apariciones; nada pues de extraño tiene que en estos Estados de la península española con más entusiasmo se haya venerado a María y con mayor fe, con más calor se haya defendido su pureza inmaculada, por varones eminentes en letras y en santidad.

Antigua tradición, práctica constante ha sido en la nación aragonesa, catalana y valenciana, el defender el nombre puro e inmaculado de María, en estos Estados en que por miles se cuentan los templos dedicados a su venerado nombre, y sólo el gran Jaime el Conquistador la dedicó por cientos. En ellas desde antiguo ha venido tomándose el puro nombre de la Virgen en los juramentos y actos de las Universidades, en las investiduras como profesión de fe y de defensa a su Inmaculada Concepción, y por tanto páginas de gloria les comprenden legítimas e indiscutibles en el proceso de la declaración de tan alto como hermoso misterio en el nombre de María.

Acerca de la antigüedad del concepto de la pureza de María tenemos datos y documentos que nos comprueban su remota creencia, que ya se declaraba solemnemente en tiempos del monarca visigodo en el año 675. Esta idea era antigua por más que la Iglesia visigoda no le hubiese consagrado festividad en su liturgia.

El Concilio XI toledano celebrado en la misma iglesia de Santa María de Toledo, al hacer como era práctica la exposición del dogma de la Trinidad y de la Encarnación, en su preámbulo llama ya a la Madre de Jesús:


LA SANTA E INMACULADA VIRGEN MARÍA;

y esto expuesto con sencillez, con naturalidad, como una creencia que estaba en el alma de todos, cual idea propia y nada nueva los padres del Concilio y de la sociedad, y que aquella declaración era hija de una fe y convencimiento arraigado en el corazón del pueblo visigodo y de los españoles. Véase si no íntegro el texto que copiamos de la edición regia de la Biblioteca Real de 1808, pág. 473:

«De his tribus personis solam filii personam, pro liberatione generis humani, hominem verum sine peccato de SANCTA ET IMMACULATA MARÍA VIRGINE credimus assumpsisse».

Es decir, que en el siglo VII de la Iglesia ya los Concilios afianzaban la pía tradición, existiendo la creencia que tanta gloria proporciona a España y la ha proporcionado en tiempos más felices, que los presentes.

Al ocuparnos de este misterio sólo citaremos cuantos hechos comprobados y explícitos constan en el asunto, dejando gran número de elementos en los que la interpretación y el estudio puede hallar otros para confirmar más y más el sentir de la pureza de María, que es antigua y arraigada creencia profesada y reconocida en España.

Así, pues, comenzaremos diciendo que San Juan de Mata, el sabio doctor de la Sorbona, fue el primero que inició la cuestión entre los escolásticos.

Pero también hay que tener presente que con anterioridad el sabio mártir obispo de Jaén y paisano nuestro, San Pedro Pascual, fue el primero, que sepamos hasta hoy, que presentó esta cuestión en su Biblia parva como cosa corriente y conocida entre los teólogos españoles. Dice Lafuente, y con razón, que sepamos, pues quién es capaz de asegurar ni haber leído cuanto se ha dicho, escrito y publicado sobre tan interesante asunto, pero, añade, en cuanto ha estudiado, visto y registrado, nada ha hallado anterior a las palabras que en el idioma valenciano consignó el nunca bastante venerado mártir San Pedro Pascual.

Decía, copiando las palabras del santo mártir Obispo: «E volguela reservar del pecat original, lo cual era mortal, e de tota altra lesió de sutsura e açó feu Deu per graci, així com aquell lo cual debía prendre carn de aquesta, lo cual debía ser bell, e més bell dels fills del homens, segons era ya profetat. Donch es si la Verge María fos concebuda en pecat original, aviem a dir que algun temps fonch ço que nos deu dir, ni creure; mes que ans de la sua Concepció e apres es estada en la sua gracia e amor. E açó feu Deu e pogue fer per gracia especial així com feu dels tres infants los cuals foren mesos en lo foch del forn per cremar, e com lo foch de sa naturaleça asia molt calent havia a fer la sua operació, mes Deu com a poderos feu cesar la natura del foch que no pogué cremar ni ferlos ningun mal, ans ixqueren del foch sens ninguna lesió, e foren pus bells que auans no eren. E així cuant més la Verge María per Deu electa la cual devia concebre e infantar lo seu fill, fonch per Deu reservada de tota macula, així original, com mortal, com venial».

No faltan autores que pretenden dar a los griegos la primacía en esta importantísima cuestión, y haber sido ellos los propulsores de la Pureza Inmaculada de María; pero téngase en cuenta que si éstos celebraban su fiesta, no sucedía lo mismo entre los latinos, que si la reconocían, no la celebraban por no estar aún autorizada por los Pontífices, y el mismo San Bernardo censura a la iglesia de León por haberla introducido sin aquel permiso.

No hallamos pruebas sólidas ni fundadas del culto y festividad de María en su Inmaculada Concepción en las iglesias españolas, pues lo dicho por la pluma de Granada y otros escritores, sin pruebas, está ya juzgado por la sana y crítica historia. El santoral y calendario muzárabe de Córdoba, que se supone del siglo X al XI, no lleva más fiestas de María que la Asunción y la Natividad, y la que llama aparición de María en 18 de diciembre, que era la Expectación del parto y relativa a la fiesta de la Encarnación, según la disciplina visigoda.

En algunos otros documentos del siglo XII tampoco se hallan más festividades que éstas y las de la Purificación.

La Universidad de Lérida en las fiestas y vacaciones, tampoco figura en sus Constituciones del año 1200 la fiesta citada, pero sí la de la Purificación, Asunción y Natividad.

En la iglesia de Urgel, en el arreglo de las fiestas del año 1171, se solemnizan la Natividad, la Purificación y la Asunción: la de la Encarnación se omite todavía como la omitían visigodos y mozárabes por caer en Cuaresma, pero se encuentra establecida ya la de la Concepción en 1400.

La tradición dice, sin fundamento alguno que lo compruebe, que el culto de la Inmaculada fue llevado a Molina de Aragón por un eclesiástico francés, en 1139, llamado Juan Cardon, natural de Narbona. La crítica no admite la noticia más que como una tradición, pero sí consta que León X concedió en 18 de febrero de 1518, que en la parroquia de San Gil de dicha ciudad, en la que el culto a María era inmemorial, el que los párrocos y beneficiados de las iglesias aquella ciudad se reunieran en forma de cabildo para cantar maitines con gran asistencia del pueblo.

La escasez de noticias que vemos existe, hace según dice el autor citado tantas veces, que añada:

«La escasez y ambigüedad de los datos de que podemos disponer parecen probar que si hubo culto a la Inmaculada Concepción en España, antes del siglo XV, fue muy escaso y que es cierto en parte lo que decía Alvar Pelayo, escritor franciscano, poco afecto a la pía tradición, en concepto de antigua, de que el culto de la Inmaculada Concepción en España había sido escaso hasta los tiempos de Sixto IV».

«Esto sería con relación a Castilla, pues en la corona de los Estados Aragoneses, no es cierto, como veremos. Además no era tan escaso desde el siglo XIV como quiere suponer dicho escritor, según vamos a ver y la cuestión de más o menos supone ya la existencia».

Desgraciadamente para España, fue un español quien de una manera intempestiva y con ninguna prudencia promovió en el extranjero la nada edificante polémica sobre la Inmaculada Concepción, haciéndose cabeza de los que se llamaron maculistas, es decir, de los de la mancha.

No lo relataremos de cosecha propia como lo hace Lafuente, sino que copiaremos lo que a este propósito dice D. Fernando Ramírez Luque en su Historia de los hechos y escritos del clero secular en defensa y honor de la Inmaculada Concepción de María Santísima. (Madrid, 1776.)

«Desde que la grande Universidad de París, casi por los años 1190, oyó a nuestro San Juan de Mata tratar tan sublimemente la cuestión de la inmunidad de todo pecado de María Santísima, quedó tan apasionada a este dulce misterio, que después con sus libros, sus votos, sus censuras y sus alumnos ha sido el muro de bronce de la sentencia pía. No se había ofrecido ocasión en que manifestar el tiernísimo amor que le inspiró aquel santo clérigo a la Concepción Inmaculada, hasta el año 1384 en que Monzón o Montesono, teólogo parisiense, no sólo en un sermón, pero también en unos asertos que defendió en las vespertinas y acto de resunta de la Universidad, salió oponiéndose a la opinión piadosa, y se hizo su más célebre impugnador, y tanto que su hecho se toma por la época fija de tan triste controversia. Sus proposiciones fueron catorce y en cuatro de ellas negaba la Concepción en gracia».

En contra de este dominico español, y por desgracia del reino valenciano que tan devoto es, ha sido y será de la pura Inmaculada María, Santo Domingo de Guzmán y San Vicente Ferrer el apóstol valenciano y su paisano San Luis Beltrán, la lavaron poderosamente con la bandera de la defensa. El primero la defendió ante los albigenses y la tradición narra un milagro con relación a este hecho.

San Vicente Ferrer, enérgico, fuerte y duro en su argumentación como se le ve por sus escritos y por sus sermones últimamente encontrados en el Archivo de la Basílica, decía: «No vayáis a creer que medió con Ella lo que con nosotros, que somos concebidos en pecado; sino que tan luego como su alma fue creada fue también santificada y al punto los ángeles celebraron en el cielo la fiesta de su Concepción»; y en el sermón de la Concepción añade: «De ningún santo se celebra fiesta de su Concepción sino solamente de Cristo y la Virgen».

Lafuente dudó de la autenticidad de los sermones de San Vicente, hoy el hallazgo de otros muchos en el Archivo Catedral ha hecho desaparecer aquella duda que los críticos pudieran abrigar, así como también el original de puño y letra de San Luis Bertrán que hemos tenido la dicha de encontrar y en breve publicaremos. Este no sólo fue partidario de la Inmaculada sino que sostuvo que «los santos y doctores antiguos que dieron algunos indicios de sentir a la contraria, a la tradición, si vivieran en esta edad (fines del siglo XVI), mudaran de parecer y defendieran esta purísima opinión». Tales son las palabras que pone en boca del santo el sabio fray Vicente Justiniano Antist, dominico valenciano, en su Tratado de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, y en la última parte de la Historia Luis Bertrán (Valencia, 1593).

El mismo autor refiere con relación a la innata devoción a María Inmaculada el siguiente hecho: «En esta ciudad de Valencia, se le antojó al maestro, Moner predicar contra la devoción de la Concepción sin mancilla de la Virgen, y quedaron tan persuadidos los diputados y jueces eclesiásticos y seglares, que luego convocaron á todos los Maestros, Doctores y Predicadores de la Ciudad, y habiendo cantado en la Iglesia mayor una misa muy solemne en honra de la Concepción, el Maestro Fray Carbonell, de la orden de Predicadores, Obispo Coadjutor del arzobispado de Valencia, todos ellos juraron en manos del dicho Obispo que defenderían perpetuamente la Concepción de Nuestra Señora y luego se ordenó que de allí adelante cada año, el sábado primero después de la fiesta de la Concepción, toda la Clerecía y las quatro órdenes mendicantes hiciesen una solemne procesión en honra de Ella. Y assi se guarda hoy por esta orden, que el primer año se hace en la Iglesia mayor, el segundo viene a esta iglesia de Predicadores, el tercero va a San Francisco y el cuarto y quinto a San Agustín y el Carmen, y luego los otros cinco anos se vuelve a hacer de la misma suerte, y de entonces acá, los que se gradúan en esta Universidad juran de no ir contra la limpieza de la Santa Concepción de la Virgen».

Como se ve por este acto, ni la desdichada pretensión del padre Monzón ni Moner tuvo eco ni resonancia en Valencia, que cuenta con más templos dedicados a María que días tiene el año, y el tristemente famoso discurso del P. Moner no fue sino un impulso poderoso dado para una protesta tan enérgica como honrosa para la ciudad protegida de María Santísima y que la devoción se convirtiera en acto oficial con juramento en los actos científicos.

Los monarcas aragoneses hicieron más, hicieron y publicaron un acto ostensible de su piedad y devoción tradicional en los monarcas aragoneses a la Señora. El P. Rivera, al hablar de la Capilla real de Barcelona, dice:

«Había ya el Sr. Rey D. Juan fundado la Cofradía de su Real Casa en honra de este misterio (de la Concepción). Había prohibido con pena de destierro de sus dominios que nadie predicase ni hablase contra tan pura verdad, como todo esto es de ver en su Real edicto dado en Valencia en 2 de febrero de 1394. No obstante, para mayor seguridad prosiguió semejantes órdenes su hermano, el señor Rey D. Martín, con real despacho dado en Zaragoza en 17 de enero de 1398. Pero viendo este celosísimo rey que las regias pragmáticas no eran en todo y por todo debidamente obedecidas, juntó en dicho real palacio una muy docta, numerosa y madura junta, tal cual pedía la gravedad del negocio.

»Las razones alegadas fueron de tanto peso que se impuso la pena de muerte contra los que hablaran contra los créditos y pureza de la Concepción si no salían de estos reinos. El decreto fue firmado por el Rey declarándolos enemigos de la corona y los intima con estas palabras: «A los cuales nuestros enemigos, so pena de incurrir en la de muerte, que si llegaran a delinquir contra el citado edicto salgan al punto en el término de diez días fuera de la ciudad, villa o aldea en que pecaren, y en el de treinta días a contar desde entonces se marchen de nuestras tierras, sin esperanza alguna de volver a ellas».

La creación de la orden de Montesa, que tuvo lugar en el citado palacio y ciudad en 22 de julio de 1319, se dijo:

«Por tercer acto pongo la primera fiesta que por precepto Real se celebró en dicha Real Capilla el día de la limpísima Concepción de la siempre Virgen María por todos los cofrades de la Real Cafadría (cofradía) del título de este misterio, de la Real Casa».

El Rey D. Juan, enamorado de las grandezas y purezas de María, mandó:

«Por tenor de las presentes mandamos y establecemos para honra y gloria suya que todos los de la Cofradía de nuestra Casa residentes en la ciudad de Barcelona tengan obligación de venir a la Capilla de nuestro palacio mayor en dicha ciudad de Barcelona, todos los años el día de la Concepción de la Virgen gloriosa, bajo cuya invocación está fundada la Cofradía, y así congregados en el nombre del Señor juntamente con algunos varones religiosos afectos a la pureza de tan excelsa Concepción y en su obsequio hagan que se celebren con gran devoción Misa y sermón solemne propio de dicha festividad... Dado en Zaragoza el día primero de mayo del año del nacimiento del Señor 1391 y quinto de nuestro reinado.

Rex Joannes».

Verificáronse estas funciones en honor de la Inmaculada María con entusiasmo y devoción del pueblo y ayudados por las Magistraturas del derecho y de la ciencia, lo cual pone en evidencia que Alvar Pelayo habló sólo para Castilla que no era tan entusiasta por el culto de María o como buen castellano no creía que había más mundo que aquélla, o que los grandes y poderosos Estados de la Corona de Aragón no formaban parte de España, o que, y es lo más probable, que ignoraba lo que pasaba en el mundo fuera de Castilla. Achaque ha sido, y es común entre los escritores de aquella nación, el creer que nada de bueno y de grande, de noble ni digno de admiración como no proceda de las áridas estepas castellanas.

Por tanto el culto de la Inmaculada queda demostrado que a últimos del siglo XIV era idea venerada, reverenciada y defendida con calor y entusiasmo donde se admitía como artículo indiscutible en los gloriosos Estados de la gran Corona Aragonesa de Aragón, Cataluña y Valencia.

Estas disputas lograron cortarse por el gran talento de Pedro de Luna, a quien le deslució y perjudicó en sus claras luces su tenaz resistencia en asuntos que no hay para qué nombrar. Fue defensor acérrimo de la Inmaculada y muy afecto a los dominicos, como lo demostró su gran cariño a San Vicente Ferrer, y puso un inmenso trabajo en conseguir la retractación para reconciliarlos con la Universidad parisién, lo cual consiguió diciendo su decreto de incorporación:

«Recordando con cuánto celo nuestro Papa Benedicto, cuando estaba en inferior esfera y siendo legado en Francia trabajó esta unión».

Calmáronse por entonces las controversias en las escuelas, y en el Concilio de Basilea volvió nuevamente a agitarse la cuestión, señalándose en él por su actividad y empeño en favor de aquella piadosa tradición, hoy dogma debido a Su Santidad Pío IX, el doctor Juan de Segovia, arcediano de Villaviciosa en la catedral de Oviedo, el cual respondió en 1436 con una defensa que contra la pía sentencia presentó el famoso teólogo Juan de Montenegro, dominico provincial de Lombardía.

La disposición del citado Concilio de Basilea, fue enérgicamente aceptada y publicada en los Estados de la gran corona aragonesa en 1349 por la piadosa Reina Regente de Aragón, esposa de Alfonso V, ausente en Nápoles, y fundadora del hermoso monasterio de la Trinidad en Valencia, de cuya memoria y sabia gobernación del Reino guardaráse siempre imperecedera memoria.

El decreto de la gobernadora del Reino, que tan eficazmente secundó lo hecho por los reyes D. Juan y D. Martín dice, como a continuación copiamos por ser un documento importante y notable por muchos conceptos en su fondo y forma, como todos los que salieron bajo la firma de Reina tan virtuosa como sabia gobernadora de tres importantes Estados. Decretos todos notables, como hemos dicho y pueden consultarse y estudiarse en la importante sección que en el Archivo del Reino de Valencia se custodian con el nombre de Cámara de la Reina doña María. (Sección I.ª -Palacio Real. -División I.ª)

«María, por la gracia de Dios Reina de Aragón, de Sicilia, de acá Faro y de allá de Faro, de Valencia, de Hungría e de Jerusalem et de Mallorca, de Cerdeña et de Córcega, Contessa de Barcelona, Duquesa de Atenas et de Neopatria, et encara Contessa de Roselló et de Empuryas, Lugarteniente general del M. I. S. Rey, Marido y Señor nuestro muy amado, etc., etc.

»A los muy reverendos y venerables en Jesu-Christo, Padres religiosos, e los amados universalmente, e a cascuno singularmente Arcevispes, Vispes, Abades, Priores, e otros qualesquiere de qualesquiere iglesia et monasterio, Prelados en dignidades, officios constituydos et encara a los egregios novles et amados, et encara a los Fieles, Duques, Comptes, Viscomptes, Varones, Cavalleros, Gobernadores, Justicias, Vegueres, Baylles, Çalmedinas et todos los officiales, otros et súbditos del dito Señor Rey et Lugarteniente de los ditos officiales presentes et abenideros, salud et dilectión.

»Et si per muytos entró aquí en duvitaciones ventilado si la vendita Virgen María engendradora de Dios avrá seyda concebida en pecado original, empero los Christianísimos Reyes de Aragón de recordable memoria han decernido et determinado la festividad de Concepción en sus tierras et Reino por todos sus súbditos, celebradera et a presente la sagrada santa synodo de Basilea, inspirante et Espíritu Santo, de largas y varias disputaciones avidas en la duvitación sobre dita, por su decreto a declarado et deffinido et encara determinado que la dita muy gloriosa Virgen María en ninguna manera en su Concepción a la macula del original pecado aver citado en cayda ni submetida ans mayormente paca et encara de toda tacha del dito pecado, limpia aver sido concevida según que en el dito decreto de tenor que tantos se sigue, más largamente et se contiene.




DECRETUM

»La sagrada santa synodo de Basilea por el Espíritu Santo legítimamente congregada, que la Universal iglesia representa, á perpétua memoria de las cosas.

»La eternal de Dios Padre sabieza a los elucidantes et declarantes los misterios de la Divina gracia retribución gloriosa a prometido quando dice, aquellas que a mí alucidan et declaran la vida eternal prosediran...»

No copiamos por completo el decreto por ser de todos los católicos asaz conocido en la nación aragonesa, por su profundidad y hermosa redacción llena de amor y veneración a María, y puede verse además en las colecciones de Concilios.

«...deffinimos et declaramos de no seyer adalguno de aquí adelant licito el contrario predicar, et encara ensenyar et encara renovantes la institución de la santa celebración de su Concepción, la qual assí por la Iglesia Romana, como por otras iglesias se celebra en sexto idus de diciembre, es a saber el octavo día de diciembre, por loable et antigua conmetud.

»Estatuimos et ordenamos la dita festivación et celebración aquel matex día octavo en todas las iglesias, monasterios, conventos de la Christiana Religió, dins titol et nombre de Concepción con loores festivales et solemnes seyer guardadora et celebradora et á tots los fieles verdaderamente penidientes et confessados a la solemnidad de la Missa de aquel día cien dias de indulgencia, a las primeras vísperas ciento, a las segundas otros ciento et cincuenta días, por concessión en los tiempos duradera de las penitencias a ella injuntas aquesta santa synodo otorga abundantement. Dada en la sesión pública de Basilea solemniter celebrada a 15 Kalendas de Octubre, es a saber a 17 de Setiembre del año MCCCCXXXIX (1439).

»El cual a honor et gloria de la dicta engendradora María, et encara por vuestro gozo et por aceptament de nuestra devoción á noticia de vosotros et de cualquiere de vosotros por la present ordenanza hemos deducido. -LA REINA».

Continuación de la letra de la Senyora Reyna Nuestra.


«Et pro aquesta a los que denseyeren requeridos de vosotros requerimos a todas otras personas firmement damos mandamiento, que el dicto decreto et las cosas contenidas en aquel firment observeis et encara a todos los Catholicos del Rey y nuestros fagais observar, et a efecto et tenor del dito decret, los ditos Prelados, Religiosos, Eclesiásticos durant el officio divinal, et vosotros oficiales del Rey et los otros los súbditos por los lugares acostumbrados de las ciudades, villas et lugares et nuestras jurisdicciones et districtos de los subjectos a nosotros fagades con voce de pregonero, con trompas sonantes publicament seyer avisado el día susodicto de la celebridat et festividat de la Concepción de la dicta Virgen, gloriosa de seyer guardado et celebrado assi como el día del domingo á todos observar fagades, et los temerarios et locos (si alguno sean trovados) contradictores, rigorosament refrenando en estas cosas, talmente vos aviendo que, por intercesiones et rogaciones de la Virgen sobre dita, por causa de la qual esto se fue presente de ella en la cadyra del muy alto Dios podays ser exaudecidos. Dado en Zaragoza, dins nostro sigilo Real pendient el primero dia de diciembre de 1349».

Este documento está testificado por Pedro de Monzón, habitante en Zaragoza y notario público con autoridad real en los reinos de Aragón y Valencia.

Respecto de imágenes de la Concepción el padre Facci no cita ninguna aparecida en Aragón, y esto no tiene nada de extraño, pues cuando el principio del culto de este misterio y hoy dogma había pasado ya la época de las apariciones en nuestro país.

Entre las antiguas y milagrosas no aparecidas, solamente el citado padre cita las de villas de Zuera, convento de Carmelitas descalzos e iglesia de San Ildefonso en Zaragoza: la del convento de la Concepción en Tarragona y la del palacio de los marqueses de Ariza, pero todas anteriores al siglo XVII.

El P. Villafañé sólo cita la de Zillas en el Señorío de Molina.

El P. Camós tampoco cita ninguna en Cataluña.

En Valencia merece citarse la hermosísima que se venera en la Basílica, en la antigua capilla de su nombre y en la cual fue enterrado el arzobispo D. Pablo García Abella, que fue quien hizo la festividad de la declaración dogmática de la Concepción decretada por Su Sanidad Pío IX en el año 1855.

Es una preciosa escultura del artista valenciano Vergara y una tal vez de sus más inspiradas y bellas obras.

El culto de María de la Concepción está desde antiguos tiempos muy arraigado en el corazón de los valencianos e indudablemente en medio de la ordinaria solemnidad con que se celebran en dicha ciudad las festividades religiosas, el culto de la Concepción reviste especial grandiosidad y fausto incomparable en medio de su ternura y encantadora poesía.

El culto de María de la Concepción Inmaculada, como hemos visto ha sido antiquísimo en la nacionalidad aragonesa y antiguo en toda la península española; y tanta ha sido la devoción y entusiasmo por María Inmaculada, que su culto dio lugar a la creación de dos órdenes militares en la Península y naciones España y Portugal con el título de Milicia cristiana de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. En el año 1624 se instituye esta orden por el monarca austriaco Felipe IV. Sus fundamentos son el juramento de obediencia a la Santa Iglesia Romana para la exaltación de la fe contra los herejes y conquista de Tierra Santa. Llevaba por hábito una cruz azul semejante a la de Alcántara: del centro de ella salían unos rayos de oro y sobre ellos la Virgen como nos la describe el Apocalipsis vestida del sol y coronada de estrellas con la luna debajo de sus pies.

Como devoción de Felipe IV a la Santísima Virgen iban todos los sábados de Cuaresma los caballeros a visitar a nuestra Señora de Atocha, de donde podemos deducir la devoción y costumbre de ir la Corte los sábados a la Salve en dicha capilla.

Al subir al solio pontificio Inocencio X se renovaron las peticiones en favor de la Inmaculada Concepción y los votos para defenderla.

En 1652 los hizo orden militar de Calatrava.

En 1655 la villa de Ágreda.

En 1657 la orden militar de Santiago.

En 1658 la ciudad de Logroño.

Felipe IV impuso ya como obligatorio a las Universidades de la nación castellana, por decreto de 24 de enero de 1604, que es la ley 17, tít. I, lib. I de la Novísima Recopilación que ha estado vigente como ley hasta el año 1855, en que se hizo dogmática por Pío IX el de la Inmaculada Concepción.

Las gestiones que se habían practicado en favor de la declaración dogmática de la Purísima Concepción no dieron otro resultado por entonces que cohibir las temerarias impugnaciones y obtener la declaración del Patronato de María en España, y dicho queda que Carlos III logró que el patrocinio de la Inmaculada se convirtiera en patronato universal y especial bajo la advocación de la Concepción Inmaculada.

La palabra universal necesita alguna explicación, pues Santiago era patrón especial de León y Castilla y San Jorge era el de la Corona Aragonesa. Han solido confundir algunos escritores a Castilla con España, como si en la Península no hubiera más Estados que Castilla y León; pero el Pontífice, más sabio y conocedor y no dejándose llevar de ambiciones y orgullos, tanto más cuanto que entre aquellos mismos habían tenido patrones especiales, puesto que al atacarse castellanos y leoneses los primeros invocaban a Santiago y los segundos a San Millán, el Pontífice declaró patrona universal de España en todos sus Estados, reinos y nacionalidades Castellana y Aragonesa, conforme a la súplica y memorial que decía:

«Todos los diputados de los Reinos de España que representaban todas sus provincias, en las Cortes celebradas en 17 de julio de este año (1760), expusieron al Serenísimo Rey Católico la perpétua e innata piedad y religión de todos los que tienen el nombre Español a la Santísima Madre de Dios y Reina de los Ángeles Virgen María, principalmente en el Misterio de la Inmaculada Concepción; y que siendo muy pocos los vasallos del Rey Católico que no estén incorporados en alguna orden militar, Universidad, Ayuntamiento, Colegio, Cofradía u otro cuerpo establecido legítimamente, se observa en todos ellos con el mayor cuidado, que al entrar haga cada uno juramento solemne de sostener y defender con todo celo y hasta donde alcancen sus fuerzas, el Mysterio de la Inmaculada Concepción, cuyo juramento hicieron también el Rey Católico y los diputados de los Reinos de España en las Cortes celebradas en el año 1621».

Como se ve por la petición, el Patronato de María no es de origen monárquico, del rey o del clero, sino popular y verdaderamente español de todos los reinos de España y pedido en la asamblea popular como lo eran las Cortes.

El Breve pontificio publicóse por Real decreto de 16 de enero de 1761, concediendo además el Pontífice a intención del rey, que en todos los Reinos de España e Indias se rezasen el oficio y Misa de la Virgen en el misterio de la Concepción Inmaculada, tal cual estaba y le usaba la orden de San Francisco, con rito doble de primera clase y octava.

Seis años después, en 19 de septiembre de 1763, se añadió el Mater Immaculata a la letanía Lauretana, en 1771 se fundó por el dicho monarca la orden que lleva su nombre con la leyenda Virtuti et mérito y la efigie de la Inmaculada Concepción como protectora y patrona de ella, con el deber de defenderla, honrarla y venerarla como obligación de dichos caballeros condecorados con esta insigne orden de Carlos III, creada para premiar servicios en las Ciencias y las Artes.

Capítulo XXXV: INSTITUCIONES BENÉFICAS Y DE ENSEÑANZA FUNDADAS EN NUESTRO SIGLO BAJO LA ADVOCACIÓN DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN.

-INSTITUCIONES CIENTÍFICAS ERIGIDAS BAJO EL PROTECTORADO DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN EN NUESTRO SIGLO. -LA IMPRENTA SIRVIENDO DE MEDIO PARA AUMENTAR EL CULTO DE MARÍA.

En medio de la corrupción de nuestro siglo, a pesar de las doctrinas propaladas por la revolución francesa, y de la lucha feroz y encarnizada de la masonería contra la Iglesia y sus doctrinas, no se puede negar que nuestro siglo ha hecho y hace, fomenta, aumenta y propaga el culto de la Purísima Señora en todas las esferas, tanto religiosas, como científicas y literarias. Así es que en medio de la maldad y en medio de una sociedad que castiga como falta la blasfemia y delito grave la falsificación de un voto en las comedias electorales, en el centro de una sociedad en que todo respeto y consideración falta, en que el Sacramentado Cuerpo de Jesús es objeto de burla, que se insulta a la ancianidad por chiquillos sin pudor ni educación, y en que la autoridad no tiene fuerza ni representación por no atacar al derecho del ciudadano, y en que la prensa vomita a diario injurias, calumnias y profanaciones, el espíritu de María, la devoción a la Inmaculada Concepción reina, impera por ley de amor, de caridad y afecto que aún restan en el corazón de los católicos creyentes que la dan culto y veneración amorosa en medio del naufragio en que vivimos.

Aún quedan católicos convencidos y no convencionales, que procuran llevar adelante y enaltecer el puro e inmaculado nombre de la Reina de los Cielos. Y así es que en nuestra época podemos citar con elogio institutos dedicados a la caridad y a la instrucción de la niñez. Entre ellos podemos citar con elogio el aumento y propagación de las religiosas de la Compañía de María Santísima, conocidas con el nombre de religiosas de la Enseñanza, equivalente en su sexo a lo que es la Compañía de Jesús entre los hombres. Este instituto se fundó en Burdeos en 7 de abril de 1607.

Debemos citar también las Siervas de María, cuya misión es el cuidado y asistencia de los enfermos en las casas para donde son llamadas.

Las Hijas de María, compuesta de jóvenes doncellas que se proponen morar en el siglo sin votos, viviendo con honestidad y devoción, alejadas de los placeres y pompas del mundo, dedicando algunas horas del día y algún día del mes al culto de la Virgen.

La extensión del rezo de la Virgen del Pilar a todas las iglesias de España, cual la de Aragón.

La llamada Corte de María, establecida en gran número de ciudades de España para turnar por coros en el culto de las principales imágenes de María en cada pueblo, visitándolas por turno.

El culto de María en las llamadas Flores ha tenido un culto entusiasta y amoroso, adornando los templos con ese gusto especial y abundancia de flores en los templos de Valencia, que hace de las iglesias verdaderos, poéticos y perfumados vergeles que elevan el espíritu, llenando el corazón con los puros y tranquilos efluvios del amor de la Reina de los Cielos, y dando lugar a que la poesía y la música hayan celebrado sus excelencias en hermosas composiciones y obras como las de escritores tan reputados como D. José M.ª Quadrado, D. Aniceto Perujo y Doña María de la Peña. Esta y otras devociones a la Reina de los cielos apenas fueron conocidas por nuestros abuelos y bien puede decirse que desde 1855, con la declaración del dogma de su Inmaculada Concepción, el culto y amor a María ha seguido una progresión constante, que lejos de detenerse aumenta a medida que la impiedad hace más y más vanos alardes de su impotencia y de su perfidia.

En el orden científico no ha sido menor el número de corporaciones, academias, ateneos y certámenes, que bajo la santa y pura advocación de María Inmaculada, se han constituido en las principales ciudades de España.

La Academia Bibliográfica mariana se estableció en Lérida en 12 de octubre de 1862 bajo la dirección del piadoso y entusiasta sacerdote misionero Sr. Escolá, cuya Academia ha publicado una respetable serie de volúmenes dedicados a la Virgen y la serie de sus sesiones y trabajos.

El establecimiento de la Asociación de Católicos fue fundado en 1869, colocándose bajo el amparo de la Inmaculada y cuya misión es la defensa de los intereses del Catolicismo, combatir la propaganda impía y la protestante, que en vano pretende asentar su planta y menos hoy que espirante anda esta secta disidente.

Por último, la creación de las Academias de la Juventud Católica, también puestas bajo la protección de la Inmaculada Concepción, se ha ocupado con brillantes y hermosas páginas en su historia, de la discusión de puntos científicos y literarios que son honrosa nota en su gloriosa existencia, combatiendo los errores del moderno escepticismo, de la falsa filosofía, del socialismo anticristiano y de la literatura inmoral y sucia de las escuelas llamadas naturalistas francesas, con sus golpes groseros y asquerosos al concepto literario de un arte cuya misión es la belleza.

La Academia Calasancia, bajo el patronato de María, ha sido creada recientemente en el Colegio de las Escuelas Pías de Valencia bajo la dirección del eminente P. José Doñate: en ella figuran notabilidades científicas, hijos de la enseñanza de aquellos carísimos Padres, y alguna otra persona, que si de buena voluntad no es eminencia ni mucho menos, pero que valerosamente secunda la obra emprendida por aquellos dignos y honrosos representantes del mundo científico.

Dos años lleva de existencia y su historia aunque modesta no desmerece la obra de la Academia Calasancia de las Congregaciones que cuentan mayor número de años de existencia científica. Esta y la Academia de la Juventud Católica de Valencia, ocupan un honroso lugar y sus nombres colocados bajo el pedestal de María les ha dado fuerza y poder para llevar adelante tan loable pensamiento y son una gloria imperecedera para Valencia en medio de los días de luto y de tristeza por que viene atravesando, al ver puesto en duda por espíritus superficiales su acendrado catolicismo y piedad innata en los hijos de la Virgen de los Desamparados, su madre, patrona y amparadora en las desdichas y quebrantos a que se ve expuesta la noble ciudad de su predilección.

Posteriormente se han fundado otras Corporaciones bajo la advocación de María, cual la de Propaganda de los buenos libros y persecución de los malos, bajo el amparo de Nuestra Señora del Buen Consejo, y la cual en Valencia lleva y sostiene honrosa contienda contra la impiedad y perversa doctrina de gran número de obras escritas para inferir agravios y calumnias contra la santa obra de Jesús. Muchas más podríamos citar respecto de otras ciudades de España, pero sería alargar un trabajo que había de hacerse monótono por la repetición y que no probaría más que el número; pero si María tiene un templo en cada pecho católico español, ¿para qué citar ni relatar el número de aquéllos, cuando España es un templo, un altar consagrado a María, Madre y Señora?

Apiádese Ella de nosotros, ya que la hemos dejado, vuelva a nosotros esos ojos de misericordia y perdone nuestros pecados por lo mucho que la amamos y queremos los que tuvimos la fortuna de recibir el agua de salvación, y desde la cuna nos enseñaron a pronunciar y venerar su santo y puro nombre, que ha sido la egida que nos ha salvado en miles de ocasiones y consolado y fortalecido en nuestras desgracias. Reciba María esta ofrenda de nuestro amor, y si fe, ciencia y amor se han unido para venerar su nombre, véase cómo el arte, ¡el noble arte de la imprenta, tan prostituido hoy por los libros que salen de sus prensas, dedicó a María sus primicias en esta tierra aragonesa, en esta Valencia, patria querida que vive bajo la protección de María y a la sombra del escudo de las rojas barras que le dio el gran monarca aragonés Jaime I, el entusiasta defensor de María, a la, que tantos templos consagró!

La imprenta, al entrar en España por esta ciudad noble y leal de Valencia, en el año 1473, su primer pensamiento, su primera voz, las primeras letras que compuso fue para María, por María y bajo el nombre de María. El arte tipográfico, su primer vagido fue para alabar y bendecir a María por medio de la publicación de una obra, que fue un Certamen en honor y alabanza de la Santa Reina de los cielos. El primer libro impreso en España lo fue en Valencia, sin género alguno de duda, hasta el día de hoy, y ese primer libro fue en honor y alabanza de María, en que la poesía y la imprenta se unen y las letras y las artes alzan el primer monumento impreso en aplauso y veneración de María. A Ella viene y está consagrado y compuesto el libro, en el que figuran tres idiomas: el valenciano, el italiano y el castellano, como triple alianza de idiomas unidos, atados y ligados por lazo de amor y de poesía en alabanza y laudo de María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo.

La importancia de esta obra, primeras composiciones impresas por el nuevo arte, son un monumento imperecedero del que hay que cuidar, contemplar y venerar como solo ejemplar conocido de este interesante libro, si no por el mérito de sus composiciones, por el mérito Mariano, si así podemos llamarle, pues si una Bibliografía Mariana hubiérase de escribir, por este libro inmortal, por esta valiosa joya, por esta reliquia inestimable de la imprenta valenciana debiéramos comenzar.

Esta rara importancia del libro por su rareza bibliográfica de no conocerse otro ejemplar, nos obliga a decir cuatro palabras acerca de esta preciosidad que conserva, guarda y custodia nuestra rica Biblioteca Provincial y Universitaria, donde puede ser contemplado y admirado por los inteligentes y aficionados y del cual se ha hecho por el editor valenciano (q. e. p. d.) D. Pascual Aguilar, una correcta edición reproducción en lo posible del raro y valioso ejemplar, imitando su papel, tipos y encuadernación y enriquecida por un erudito prólogo del conocido escritor D. F. Martí Grajales. Esta reproducción, de un precio excesivamente económico, se hallan de venta los pocos ejemplares de aquella corta tirada en la librería del Sr. Hijo de Aguilar, Caballeros, núm. I.

Como hemos dicho, este inapreciable libro lleva por título Troves e llaors a Sacratíssima Verge María. Consta de un tomo en cuarto sin foliación, impreso en tipos latinos o venecianos, con limpieza y claridad, siendo la letra muy bien marcada y con una tinta negra muy brillante e intensa.

No entraremos en la descripción bibliográfica de esta joya del arte tipográfico, pues quien quiera conocer el libro bajo este aspecto no tiene más que consultar el Catálogo de la Biblioteca de D. Vicente Salvá, los estudios de nuestro llorado y nunca bastante estimado don José M.ª Torres, y la notable y preciosa obra sobre las Imprentas de Valencia del erudito y sabio bibliógrafo nuestro querido amigo don José E. Serrano Morales, recientemente publicada, obra interesantísima por su estudio, sana crítica, labor incansable y precioso arsenal de noticias, no sólo para la imprenta en Valencia sino en España, y cuyo testimonio de admiración y justicia a tan pesada labor de investigación nos complacemos en consignarlo en estas páginas.

A esta hermosa obra dirigimos a cuantos deseen conocer esta hermosa joya, no sólo de la tipografía valenciana sino española, y solo de él daremos una ligerísima noticia para demostrar que el entusiasmo por María, su culto y veneración es tan antiguo en Valencia como lo demuestran estos certámenes, justas poéticas en que María era la inspiradora y en que la poesía dedicaba sus más preciadas composiciones a la Pura Reina de los cielos.

En febrero del año 1474 se celebró un Certamen del que secretario Mosén Fenollar y tomó parte en él sin opción a premio: la página que sirve de portada dice:

«Les obres o trobes devall scrites les quals tracten de lahors la Sacratissima Verge Maria foren fetes e ordenades per los trovadors deius e encascuna de les dites obres scrites responents a una sentencia... etc.

»once dies del mes de febrer, Any de la Nativitat de Nostre Senyor MCCCCLXXIIII».

El premio consistía en un

«bon tros de drap de vellut negre apte o bastant per un gipó qui mils lohara la Verge María en quansevol lengua, la qual joya per adit en aquell fonch lo dit dia possada de la confraria de San Jordi de la dita ciutat, e jutgada a XXV del mes de Març del dit any».

Sigue el cartel en verso y las treinta y ocho composiciones, en lengua valenciana todas ellas, excepto una anónima en castellano y otra en italiano.

Son octavas, quintillas pareadas y décimas y otros metros.

La composición de Bernardo Fenollar comienza:

Mare de Deu-dels angels alegria
Font de saber-dels apostols maestra,
Pilar de fe-dels martirs sants divisa,
Flor adorant-de les vergens bandera
Tenint reynat
De pietat

Penas de mort-quant vostre fill moria
Cambra de goig-del cel bella finestra
Vos soti virtut-quels vicis tots abisa
Merit guanyant-en tot quant fos obrera.

No fue este el único Certamen celebrado por aquellos tiempos en Valencia, de otros pudiéramos dar noticias; pero sí citaremos el celebrado en 1532 en la iglesia parroquial de Santa Catalina en el día 8 de diciembre, dia en que celebraba la Iglesia y celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción y fue notable por los escritores valencianos que en él tomaron parte; también son rarísimos los ejemplares de este Certamen literario en honor de María.

A partir de esta época, ¡cuánto y cuánto en honor de la Reina de los cielos se ha escrito, impreso, publicado y aun inédito! Verdaderamente en España podía formarse una biblioteca Mariánica con los innumerables escritos, libros y obras que acerca de María se han escrito, de las poesías que en su honor se han leído y circulado por periódicos y revistas. Si nuestro objeto fuera el darlas a conocer no bastaría el presente volumen para contener sencillamente el título de todas ellas. España ha sido la nación predilecta de María y nada tiene de extraño que los poetas católicos con sus composiciones hayan levantado la base de un monumento que sería la mayor honra y afecto que a la Pura Reina y Señora podríamos levantar como amante muestra del cariño, veneración y entusiasmo que llena nuestros corazones y es nuestra esperanza en los tristes momentos por que hoy atravesamos en desgracias y sufrimientos, hijos de la impiedad de algunos y del indiferentismo de los más; y terminaremos este último capítulo de la Vida de María con la relación de los principales escritores Mariánicos antiguos.

Figura el primero el P. Fr. Pedro de Alva y Astorga, que publicó en Lovaina en 1643 la obra dedicada al marqués de Caracena, Virrey de Flandes, titulada Miliciae Immaculata Conceptionis. Es esta obra de una erudición inmensa, arsenal inagotable de noticias y autoridades en favor de la Purísima Concepción.

Ornamento de su convento y gloria de la literatura española fue la tantas veces citada escritora en esta obra, la venerable Sor María de Jesús de Ágreda y su Mística Ciudad de Dios, que contiene la vida de María, como respetable muestra literaria de su elocuente pluma.

En Aragón Ustairoz fue un gran coleccionador de noticias de las imágenes de la Señora en su país, y Fray Narciso Camós, que escribió el Jardín de María plantado en el Principado de Cataluña, publicóse en 1655 y es una compilación muy curiosa de las imágenes de María en Cataluña.

El P. Fr. Antonio de Santa María, carmelita descalzo, publicó en Madrid en 1682 la España triunfante y la Iglesia Laurenda en todo el globo por el Patrocinio de María Santísima en España. Es un arsenal curioso de noticias que llega hasta los primeros años del reinado de Carlos II, con las apariciones de la Virgen y noticias de su culto.

En 1695 vio la luz pública otra obra de D. Esteban Dolz del Castellar, catedrático de Teología en Valencia, con el título de Año Virgíneo, finezas de María Santísima sucedidas en los días que se refieren. De esta obra se han hecho numerosas ediciones y la octava se publicó en Barcelona en 1751 en cuatro tomos. Es notable por las noticias que da, además de apariciones de María Santísima en varios puntos de España y de Europa.

En Portugal Joseph Soares da Silva dio a luz su Diario Métrico, en laudo de María, conteniendo 366 sonetos en su honor y veneración de la Inmaculada Concepción, con comentarios para cada día del año; imprimióse en Lisboa en el año 1717, en un tomo en 4.º; encierra de notable que los comentarios y pruebas están escritas en castellano.

En dicho siglo vieron la luz la obra del P. Villafañe, jesuita de la provincia de Castilla la Nueva, escribió su Compendio Histórico, o sea noticias de las devotas y milagrosas imágenes de María que se veneran en los santuarios célebres de España; se imprimió en Salamanca en 1626. La segunda lo fue en 1740 y es mucho mejor y más completa que la primera. Últimamente la citada Academia Mariánica de Lérida ha hecho una nueva edición.

El P. Roque Alberto Facci en 1739 escribió y publicó su obra Aragón Reino de Cristo y Corte de María. Publicó el tomo primero, y el segundo en 1750, completando mucho su obra y añadiendo gran número de imágenes de María de que sin duda no tuvo noticia en el tomo primero.

Ahora bien, si de este siglo hubiéramos de citar las obras escritas en honor de María y de María Inmaculada, sería como hemos dicho tarea inacabable, pero sí citaremos con aplauso el hermoso libro de las Flores de mayo, de D. José M.ª Quadrado, publicadas en Palma de Mallorca, libro tan hermoso en el sentido poético como profundo en el terreno científico y de doctrina tan consoladora como el puro nombre de María, y el no menos estimable de D. Niceto Perujo, que ya hemos citado anteriormente.

Muchas más son las obras que pudiéramos citar, pero prescindimos de hacerlo por las razones antedichas, esperando el día en que podamos dar por terminado el ensayo bibliográfico en que estamos trabajando.

Y con esto damos por terminada nuestra misión de relatar la Vida de María Santísima y cuanto concierne a enaltecer las glorias de la Excelsa Señora, y para terminar nuestro cometido réstanos tan solo historiar las advocaciones de la Señora en los Estados valencianos, como protectora de las tres provincias que hoy constituyen administrativamente el antiguo reino; de la Virgen de los Desamparados, de la de Lidón y la del Puig, como patrona del Reino en su nombre y extensión general, terminando con el álbum de poesías escogidas en honor y gloria de María, tanto antiguas como modernas, y la relación de las principales festividades de María en la Iglesia católica romana.

Con ella terminaremos nuestra misión, que llenos de fe y entusiasmo por María emprendimos el día de la Encarnación del Señor, 25 de mayo del presente año de 1899, y cuya empresa se ha prolongado contra nuestra voluntad por desgracias de familia, y comenzamos esta última parte por la historia de las advocaciones de Nuestra Señora, bajo cuya protección y amparo nos colocamos como hemos puesto toda la obra.


VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - Capítulo XXIV: LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS Y SU CULTO EN ESPAÑA.