VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - GOZOS A NUESTRA SEÑORA DE LIDÓN QUE SE CANTAN EN SU ERMITORIO DESDE TIEMPOS MUY ANTIGUOS.


GOZOS

Amparad, Reina y Señora,
a los humildes postrados.
Pues sois nuestra amparadora,
Madre de Desamparados.

Amparadnos, gran Princesa,
gloria del cielo y la tierra,
socorred la gente opresa
que el pecado le da guerra:
a vuestros pies humillados
os lo suplico, Señora.

Pues sois, etc.
Amparad, Virgen y Madre,
del sol verdadero, oriente,
a todo humilde cofrade
socorred piadosamente;
tenga alivio en sus cuidados
el que vuestro auxilio implora.

Pues sois, etc.
Amparad, Señora mía,
con vuestra grande piedad
al preso que en Vos confía
su dudosa libertad.

Pues sois, etc.
Amparad, Virgen sagrada,
pues con Dios tanto podéis,
la salud tan deseada
que en vuestras manos tenéis;
sean por Vos comparados
los daños del alma llora.

Pues sois, etc.
Amparad, Puerta del Cielo,
a los tristes navegantes,
que con riesgo y recelo
ven su muerte por instantes;
de perdidos y anegados
sois Madre descubridora

Pues sois, etc.
Amparad, Virgen piadosa,
a la devota afligida,
que en su parte congojosa
fluctúa en riesgo su vida,
vea sus frutos logrados
por Vos en dichosa hora.

Pues sois, etc.
Amparadnos, Luna hermosa,
a los que en el valle estamos
de la noche tenebrosa,
y a Vos gimiendo lloramos;
siendo por Vos preservados
de la llama abrasadora.

Pues sois, etc.
Amparad los delincuentes
a quien vuestra Cofradía
cuando los ve penitentes
alimentos les envía;
por ser de los justiciados
fiel amparo y protectora.

Pues sois, etc.


TORNADA

Amparadnos, gran Señora,
no nos dejéis desahuciados.
Pues sois nuestra amparadora,
Madre de Desamparados.


LA PATRONA DE VALENCIA: A LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS

En noche tempestuosa,
¿Quién hace bogar ligera
Por el mar alborotado
La nave que al puerto llega
Sin que el viento enfurecido
Destruya sus blancas velas,
Sin que rompan su timón

Las fuertes ondas inmensas
Que hasta el cielo se levantan,
Como si rasgar quisieran
Con su aliento sobrehumano
El manto de las estrellas
Que silenciosas se ocultan
Tras de las nubes espesas?
¿Quién ha de ser? nuestra fe,
La que calma nuestra pena,

Nuestro guía y nuestro amparo,
La Patrona de Valencia.
Madre de Desamparados,
De pecadores clemencia,
Ten compasión cuando estalle
La destructora tormenta.
Consuelo de penitentes,
Pura y soberana Reina,

A esta ciudad que Patrona
Te aclama con ansia entera,
Con alegría y placer,
Haz que azotada no sea
Por aterradoras pestes,
Por carestías y guerras,
Por hambre y por terremotos,
Por horrorosas tormentas,
Por tristes inundaciones,

Nevadas fuertes y densas
Y otras muchas horrorosas
Calamidades nuestras;
Reina y Señora del Cielo,
Vela por nosotros, vela,

Que todo por fin lo puede
La Patrona de Valencia.

Ya que alegre y orgullosa
Te ha proclamado Valencia
Su idolatrada Patrona,
Derrama, pues, sobre ella
Todos los dulces tesoros
Que al fin la naturaleza,
Con sus inmensos raudales,
Con gala y placer ostenta.
Que ella formará coronas,
Coronas de flores bellas,
Que alfombren tu camarín
Y embalsamen con su esencia.

Para saber lo que vales,
Para admirar tu grandeza,
Y tu sobrado poder
Hasta dónde alcanza y llega,
Agua ansiosos te pidieron,
Y lluvia formada en perlas
Al salir de tu morada
Vino a humedecer la tierra,
Y adornar como memoria
Tu rizada cabellera.

Aterrados por la peste
Llegaron a Ti las quejas;
Y al llevarte por las calles
De tu esclava y fiel Valencia,
Huyó al momento espantada
Tendiendo sus alas negras
Llevándose en sí el quebranto,
Duelos, pesares y penas,
Angustia, luto y espanto,
Muerte, terror y tinieblas.

El día que su Patrona
Te aclamó Valencia entera,
Se escucharon las campanas
Batallar por nuestra esfera,
Las músicas recorrieron
Nuestras calles con presteza,
Alumbradas por antorchas
Que en vez de cirios de cera,
Rayos de sol parecían
Que alumbraban nuestra tierra;
Y al verte otra vez cruzar
Por las calles de Valencia,
Vivas, flores y palomas,
Arcos, colgaduras, décimas,
Luces, cuanto el hombre puede
Imaginar en su idea
A los pies de su Patrona
Puso aquel día Valencia.

Canten a coro los ángeles,
Entonen sus liras bellas,
Que es la Reina de los Cielos
La Patrona de Valencia.

Nuestra Señora de los Ángeles en Alicante

No es la parte del reino de Valencia conocida hoy administrativamente con el nombre de provincia de Alicante, de las menos favorecidas por María Madre de Dios en milagrosas apariciones, ni de la que menos se venera, y da entusiasta culto a la Santa Reina y Señora. En las llanuras, en las montañas, en los pueblos, villas y ciudades alicantinas, María recibe entusiasta culto por parte de aquellos habitantes, siendo sumamente numerosos los famosos santuarios y milagrosas imágenes que en esta hermosa y fecunda región encuentran y reciben amoroso tributo de filial afecto.

Nuestra Señora de Montserrat en Orihuela con su hermoso templo, y venerada imagen, su fastuoso culto, amor y entusiasmo, es uno de los santuarios e imágenes más veneradas en la hermosa ciudad que abraza el Segura con sus cristalinas aguas, que reflejan aquel cielo incomparable y aquella hermosa huerta sombreada por sus bosques de palmeras y limoneros: digno escabel de flores y perfumes de embriagador aroma, que con las entusiastas oraciones de los oriolanos suben a los pies del trono de la Reina de los Ángeles como escapados del pebetero del ferviente amor a su amado y dulce nombre.

Muchamiel rinde amoroso culto y entusiasta veneración a su antigua imagen del Orito, y allí en aquel pueblo de dulce nombre se rinde amorosa veneración y culto al milagroso simulacro menos dulce representación de María y mucho más dulce su amor y cariño que el nombre de aquel pueblo que tanto la ama, venera y rinde entusiasta devoción.

Alcoy, la industriosa ciudad que con el humo de las chimeneas de sus fábricas, que parecen ser incensarios que elevan el humo de sus hornillas, si no agradables al olfato deben ser agradables por ser el incienso del activo trabajo, del cumplimiento de la ley santa del sudor del rostro con que hay que ganarse el cuotidiano pan, eleva también envuelto entre nubes de más grato incienso cual es el de la devoción a María Santísima, a quien rinde entusiasta culto bajo la advocación de la Patrona del reino en la ciudad y a la Virgen en la agreste y hermosa región de la Fuente-Roja, cuyas alturas y bosque, claras fuentes y encantada naturaleza parecen elevar un himno continuo de gratitud y alabanza a la Reina de los Cielos, sostenida por la, piedad innata de los alcoyanos, tan entusiastas por el nombre de María y admiradores de su santo y bendito nombre.

Albaida, Denia, Jávea, Jalón y cien villas más, todas, todas ellas rinden culto a María Santísima bajo distintas invocaciones, siempre amantes y cariñosas, hijas del amor que profesan a la Reina de los Cielos; y si vamos recorriendo todos los confines de la provincia, no encontraremos pueblo alguno y modesta aldea en que no se rinda culto a María, en que no hallemos modesto altar o apartada ermita en que deje de aparecer la imagen de. María, ya en fastuoso o humilde culto.

Alicante, la ilustre ciudad, la hermosa población que, recostada en la falda del monte en que se levanta el castillo, sumerge sus pies en las azules ondas del Mediterráneo, la ciudad que todos los días aparece como encendido horno que reverbera con la luz del sol lanzando diluvio de espléndidos rayos al ser heridos por el naciente astro los miles de cristales de sus balcones, rinde entusiasta culto, además de la milagrosa Faz de Cristo, a su Santa Madre en la dulce invocación de María de los Ángeles. Bajo tan dulce invocación, los alicantinos veneran a la Reina de los Cielos desde antiguos tiempos, siendo el amparo de estos comerciantes valencianos, tan valientes como expertos marinos y que días de gloria para las ciencias y las artes han proporcionado a la historia del Reino valenciano. Desde antiguos tiempos la devoción y el culto a Nuestra Señora de los Ángeles ha venido encarnado en su milagrosa aparición, que ignoramos por qué año tuvo lugar, pues aun cuando hemos consultado las historias más antiguas que tratan de la santa pintura, no precisan época ni año de su milagrosa invención.

Para ello hemos recurrido a Bendicho, el erudito cronista que floreció en pasados tiempos, y él es quien nos ha suministrado en la 'Crónica manuscrita que se conserva en la Biblioteca Universitaria de Valencia, y copiaremos al efecto, cuantas noticias nos da acerca de la venerada pintura.

Dice en la página 228: «Unos de éstos (lugares), es, y tengo por cierto, el que Dios tiene escogido en el término de esta ciudad a la parte austral, distante un cuarto de legua, que es la casa e iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, edificada sobre un montecillo o eminencia, que es como una ubre hermosa y fecunda que está en lo llano que tiene esta ciudad en aquesta parte austral, a quien comúnmente llamamos el Pla de Bonrepós».

Así describe el historiador tan eminente el lugar en que asienta el santuario de la aparecida Virgen de los Ángeles, Patrona de la ciudad. El lugar que conocemos no puede ser más pintoresco ni más hermoso, pues desde él se contempla la hermosa Alicante, su incomparable huerta con sus preciosas quintas, los preciosos cabos de Santa Pola y de la huerta, que abrazan cariñosos el hermoso golfo de turquesa en que se encierra la hermosa ciudad.

Más adelante en la página 230 y siguientes añade:

«Así se regocijaron los vecinos de esta ciudad cuando hallaron miraculosamente este tesoro de la imagen de la Virgen desenterrada para consuelo, por manos de ángeles y mostrada a un leñador (que por aquel mostrado de los angélicos seres la denominaron Nuestra Señora de los Ángeles), fue hallazgo digno de universal aplauso...»

Añade el citado historiador, tan rebuscador de antigüedades y que tantos datos y asuntos históricos comprobó con su labor incesante y conocimientos de investigación, y añade: «No sabemos el año de aqueste hallazgo».

Entretiénese luego en algunas disquisiciones y más adelante dice, hablando de la invención de la milagrosa pintura que tanta devoción inspira:

«Así que a la que quiso el leñador tirar el golpe a desmontar el pie de un pino que estaba cercado de malezas, vio la imagen de la Virgen y con algún susto se detuvo, pero fuelo de consuelo para su alma, y así luego conoció que era tesoro inestimable y respetándola la adoró y ocultó dejando alguna señal, vínose luego a la ciudad a dar aquellas buenas nuevas».

«De manera que oída la relación, fueron allá los eclesiásticos y personas más abonadas, que vista la verdad, luego habiendo dado gracias a Dios y a la Virgen, determinaron se quedase la imagen santa en el mismo lugar donde fue hallada, que es el montecillo donde hoy está y que se le edificase una casa, que fue determinación acertada para perpetua memoria, salida de pechos a quien Dios santamente había notificado su voluntad, pues tan presto se conformaron y lo ejecutaron porque fuese santuario de esta ciudad, donde es tenida en muy grande veneración y la tienen por Patrona, pues la llevan en su real pendón de damasco carmesí».

De esta suerte relata el hallazgo miraculoso de la santa pintura, y más adelante entra en la descripción de la santa imagen y se ocupa de la notable pintura, haciéndola a continuación como sigue:

«Es la imagen de la mitad del cuerpo de la Virgen, con su niño en los brazos a la parte izquierda; está pintada en una (sic) tabla que tendrá tres palmos y medio de alto y dos y medio de ancho, es pintura que muestra su antigüedad en el color moreno, su cara inclinada hacia el Niño, pero tan al vivo pintada, que cuando le supliqué me diese licencia y permitiese la viese y midiese de cerca, vi que se inclina a mirar a quien la mira por cualquier parte, así por los lados como por lo alto o bajo, causando grande consuelo y moviendo a devoción».

Pasa luego a la descripción artística de la antigua pintura, lo cual hace con buen sentido crítico, y se expresa del siguiente modo:

«Es un rostro muy natural, algo largo, según lo pintan Nicéforo, Calixto, San Epifanio y Cedrano, muy honesto y grave, su nariz afilada, frente espaciosa, ojos de color de aceituna, cejas en arco, manos largas y toda perfectamente hermosa; el Niño Jesús está tan alegre en sus brazos que parece decir a quien le mira, que miren a su Madre: su manto es azul, el ropaje de entrambos es el estilo de Judea, parecido al mismo con que la pinta San Lucas».

No hemos tenido ocasión de contemplar esta imagen; pero si nuestro propósito llega a realizarse, de escribir cuanto acerca de las imágenes de María que se conservan en nuestro reino puede un día ser un hecho, procuraremos sacar de esta antigua figura un fotograbado que acompañe entonces a la extensa relación de su milagrosa aparición. Por hoy sólo podemos deducir de la descripción que de ella nos hace Bendicho, que esta pintura pertenece a la escuela y período ojival por los detalles que de su rostro y manos largas y afiladas, nos dice pertenecer a la escuela de Overbekh, con sus característicos detalles que la inspiraron ese respetable y hermoso carácter.

Por hoy nada más podemos añadir en ampliación de lo dicho y consignado por Bendicho en su estimada crónica; no nos ha sido dable, a pesar de nuestra inquisitiva, encontrar por hoy nuevos antecedentes en los Archivos del Reino, ni tampoco conseguir ver la obra del alicantino Sr. Viraveus, así es que contra nuestro deseo no podemos dar más amplitud a estas noticias.

Pero sí consignaremos lo que acerca del templo en que se venera la amada imagen de María de los Ángeles, y cuya detallada descripción nos hace con bastante minuciosidad el citado historiador.

«Es la iglesia donde se reverencia esta imagen de la Virgen muy antigua, de una sola nave, pero baja de techo; tendrá de largo cien palmos, y de ancho treinta y tres; con seis la capilla mayor, cuatro sus bóvedas con arcos de piedra y cruceros, con algunos altares por los lados...

»Tiene el altar a la parte de Oriente y la puerta a Occidente: a la parte de Mediodía hay un patio con una cisterna en medio de agua pluvial, que fue antiguamente claustro, y aún se ve en lo alto de sus paredes las puertas de nueve celdas que habitaban los religiosos, y en lo bajo sus oficinas de sacristía, refectorio, cocina, dispensa (sic), y otros a la parte de Levante, hasta el huertecito que le habemos visto muy hermoso de árboles y hierbas oloríficas y medicinales y su oratorio; de tal manera está todo que ocupa el montecillo o colina». (Página 232 de la citada Crónica manuscrita de Bendicho).

Con esta descripción, algún tanto embrollada e inconexa, concluye el citado historiador la descripción que nos hace del templo, huerto, sacristía y oficinas, todo revuelto en graciosa confusión. Por él hemos venido en conocimiento de que allí hubo convento de religiosos, aun cuando no indica el sexo, y que en su tiempo se conservaban huellas y memoria de aquél, y debía ser algún tanto confusa aquélla, cuando no indica más que lo que hemos copiado.

No nos habla, como vemos, del altar, ni estilo de éste, ni del y sólo sabemos que sus aras son de piedra, pero no nos indica estilo y orden de altar y templo.

No podemos extendernos más acerca de la Virgen de los Ángeles ni de su templo, por la escasez de noticias y por no haber tenido la dicha de visitarle; entonces, aun cuando pobre, hubiéramos puesto el estudio que de la hermosa pintura y del templo hiciéramos, y aun cuando de escasa crítica, serviría para dar una acertada noticia de lo que hubiéramos visto y estudiado con nuestros propios ojos e investigación de vista y estudio sobre el terreno.

Terminaremos estos apuntes consignando el amor y veneración, culto y amor que los católicos alicantinos profesan a su santa imagen de María de los Ángeles, en quien como creyentes corazones y devotos de María, hallan consuelo y alivio en sus penas, como lo halla todo aquel que con fe y amor ruega y pide a la Reina de los Ángeles, el consuelo de los afligidos y refugio cariñoso para los arrepentidos pecadores.

Quiera el cielo proporcionarnos la dicha de poder prontamente visitar esta su Angelical advocación y santo templo, para dedicar un testimonio de nuestro amor y respeto a la que siempre ha sido y es nuestro amparo, y cuyo dulce nombre invocamos en nuestras dichas y pesares. Quiera pues María Santísima permitirnos pronto su contemplación en esta antigua pintura, para con nuestra pobre pluma añadir un pobre testimonio de nuestra veneración y culto preferente que en nuestro corazón tiene la Madre del Divino Redentor del mundo.

Bien hubiéramos querido terminar este escrito copiando los gozos de María que en aquel santuario se cantan; pero tampoco nos ha sido posible hallarlos, y con gusto los hubiéramos insertado como lo hemos hecho con los de la Virgen de Lidón y hacemos con los de Nuestra Señora de los Desamparados.

Conclusión


Llenos de fe, de entusiasmo y de amor a María Santísima, emprendimos la escritura de esta obra en el día 25 de marzo, día de la Encarnación del Hijo de Dios, del presente año 1899. Aun cuando día festivo y consagrado al gran misterio de nuestra Santa Religión Católica Apostólica Romana, quisimos comenzar la única y primera cuartilla con la festividad del día de tan gran misterio de nuestra redención. Desde entonces hemos dedicado las horas que nuestros trabajos oficiales nos han dejado libres a la redacción y escritura de esta obra, consagrada a honor y gloria de María. Durante ella, desgracias de familia han retrasado la continuación de la misma y hoy al terminarla, en el día 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora y Madre Santísima, dámosle gracias por haber permitido que esta obra, comenzada en el día solemne de la Encarnación del Hijo de Dios en sus purísimas entrañas, terminara en el no menos fausto, solemne y alegre para los cristianos, cual es del Nacimiento de su Persona Santísima concebida sin pecado original: en él escribimos estas últimas líneas como protesta de nuestro amor y fe en su ardentísima caridad para con los pecadores y cuyas páginas desde la primera hasta la presente han sido escritas bajo el amparo y egida de su nombre, y como tal las ponemos bajo su manto como escritas para MAYOR HONOR Y GLORIA DE MARÍA INMACULADA

Valencia 25 de marzo y 8 de septiembre de 1899.



COLECCIÓN DE POESIAS ESCOGIDA

Colección de poesías escogidas de los mejores poetas antiguos y modernos en honor y gloria de María santísima


A cuyos pechos floreció la vida,

Mira cómo empeora
Y crece mi dolor más cada punto;
El odio cunde, la amistad se olvida;
Si no es de Ti valida
La justicia y verdad, que Tú engendraste,
¿A dónde hallará seguro amparo?
Y pues madre eres, basta
Para contigo el ver mi desamparo.

Virgen del sol vestida,
De luces eternales coronada,
Que huellas con divinos pies la luna;
Envidia emponzoñada,
Engaño agudo, lengua fementida,
Odio cruel, poder sin ley ninguna,
Me hacen guerra a una,
Pues contra un tal ejército maldito,
¿Cuál pobre y desarmado será parte,
Si tu nombre bendito,
María, no se muestra por mi parte?

Virgen por quien vencida
Llora su perdición la sierpe fiera,
En daño eterno, su burlado intento,
Miran de la ribera,
Seguras muchas gentes mi caída,
El agua violenta, el flaco aliento;
Los unos con contento,
Los otros con espanto, el más piadoso
Con lástima la inútil voz fatiga;
Yo, puesto en Ti el lloroso
Rostro, cortando voy onda enemiga.

Virgen, del Padre Esposa,
Dulce Madre del Hijo, templo santo
Del inmortal Amor, del hombre escudo,
No veo sino espanto.
Si miro la morada, es peligrosa;
Si la salida, incierta; al favor mudo,
El enemigo crudo,
Desnuda la verdad, muy proveída
De armas y valedores la mentira,
La miserable vida
Sólo cuando me vuelvo a Ti respira.

Virgen que al alto ruego
No más humilde sí diste que honesto,
En quien los cielos contemplar desean;
Como terrero puesto,
Los brazos presos, de los ojos ciego,
A cien flechas estoy que me rodean,
Que en herirme se emplean.
Siento el dolor, mas no veo la mano,
Ni me es dado el huir ni el escudarme.
Quiera tu soberano
Hijo, Madre de amor, por Ti librarme.

Virgen, lucero amado,
En mar tempestuoso clara guía,
A cuyo santo rayo calla el viento,
Mil olas a porfía
Hunden en el abismo aun desarmado
Leño de vela y remo, que sin tiento
El húmedo elemento
Corre; la noche carga, el aire truena,
Ya por el cielo va, ya el suelo toca,
Gime la rota antena;
Socorre antes que embista en dura roca.

Virgen no enficionada
De común mancilla y mal primero
Que al humano linaje contamina,
Bien sabes que en Ti espero
Desde mi tierna edad; y si malvada
Fuerza, que me venció, ha hecho indina
De tu guarda divina
Mi vida pecadora, tu clemencia
Tanto mostrará más su bien crecido,
Cuanto es más la dolencia,
Y yo merezco menos ser valido.

Virgen, el dolor fiero
Añuda ya la lengua, y no consiente
Que publique la voz cuanto desea;
Mas oye Tú al doliente
Ánimo, que contino a ti vocea.


II

No viéramos el rostro al Padre Eterno
Alegre, ni en el suelo al Hijo amado
Quitar la tiranía del infierno,
Ni el fiero capitán encadenado;
Viviéramos en llanto sempiterno,
Durara la ponzoña del bocado,
Serenísima Virgen, si no hallara
Tal Madre Dios en Vos donde encarnara.

Que aunque el amor del hombre ya había hecho
Mover al Padre Eterno, a que enviase
El único engendrado de su pecho
A que encarnado en Vos le reparase,
Con Vos se remedió nuestro derecho.
Hicistes nuestro bien se acrecentase,
Estuvo nuestra vida en quisistes,
Madre digna de Dios, y así vencistes.

No tuvo el Padre más, Virgen, que daros,
Pues quiso que de vos Cristo naciese,
Ni Vos tuvistes más que desearos,
Siendo el deseo tal, que en Vos cupiese;
Habiendo de ser Madre, contentaros
Pudiérades con serlo, de quien fuese
Menos que Dios, aunque para tal Madre,
Bien estuvo ser Dios el Hijo y Padre.

Con la humildad que al cielo enriquecistes,
Vuestro ser sobre el cielo levantastes;
Aquello que fue Dios, solo no fuistes,
Y cuanto no fue Dios, atrás dejastes;
Alma santa del Padre concebistes,
Y al Verbo en vuestro vientre le cifrastes,
Que lo que el cielo y tierra no abrazaron,
Vuestras santas entrañas encerraron.

Y aunque sois Madre, sois Virgen entera,
Hija de Adán, de culpa preservada,
Y en orden de nacer Vos sois primera,
Y antes que fuese el cielo sois criada;
Piadosa sois, pues la serpiente fiera
Por Vos vio su cabeza quebrantada;
A Dios de Dios bajáis del cielo al suelo,
Del hombre al hombre alzáis del suelo al cielo.

Estáis ahora, Virgen generosa,
Con la perpetua Trinidad sentada,
Do el Padre os llama Hija, el Hijo Esposa,
Y el Espíritu Santo dulce Amada;
De allí con larga mano y poderosa,
Nos repartís la gracia que os es dada;
Allí gozáis, y aquí para mi pluma,
Que en la creencia de Dios está la suma.

FRAY LUIS DE LEÓN.

DE LA ENCARNACIÓN (ROMANCE)

Ya que el tiempo era llegado
En que hacerse convenía
El rescate de la esposa
Que en duro yugo servía

Debajo de aquella ley
Que Moisés dado le había,
El Padre con amor tierno
De esta manera decía:

Ya ves, Hijo, que a tu esposa
A tu imagen hecho había,
Y en lo que a ti se parece
Contigo bien convenía.

Pero difiere en la carne,
Que en tu simple ser no había;
En los amores perfectos
Esta ley se requería,

Que se haga semejante
El amante a quien quería,
Que la mayor semejanza
Más deleite contenía.

El cual sin duda en tu esposa
Grandemente crecería
Si te viere semejante
En la carne que tenía.-

Mi voluntad es la tuya,
El Hijo le respondía,
Y la gloria que yo tengo,
Es tu voluntad ser mía.

Y a mí me conviene, Padre,
Lo que tu Alteza decía,
Porque por esta manera
Tu bondad más se vería.

Verás tu gran potencia,
Justicia y sabiduría,
Irélo a decir al mundo,
Y noticia le daría
De tu belleza y dulzura
Y de tu soberanía.

Iré a buscar a mi esposa,
Y sobre mí tomaría
Sus fatigas y trabajos,
En que tanto padecía.

Y porque ella vida tenga,
Yo por ella moriría,
Y sacándola del lago,
A ti te la volvería.
Entonces llamó a su ángel,
Que San Gabriel se decía,
Y enviólo a una doncella
Que se llamaba María.

De cuyo consentimiento
El misterio se hacía;
En la cual la Trinidad
De carne al Verbo vestía.

Y aunque tres hacen la obra,
En él uno se hacía,
Y quedó el Verbo encarnado
En el vientre de María.

Y el que tiene sólo Padre,
Ya también Madre tenía,
Aunque no como cualquiera,
Que de varón concebía;
Que de las entrañas de ella
Él su carne recibía,
Por lo cual Hijo de Dios

Y del hombre se decía.

SAN JUAN DE LA CRUZ.

LA NATIVIDAD AUGUSTA DE MARÍA

Madre, ruega por nosotros.

Tú que diste, Señor, ser a la nada,
A cuanto el orbe encierra;
Tú, que amoroso tiendes la mirada
Desde el cielo a la tierra;
Tú, el sólo grande y sabio,
Que haces del barro vil vaso de oro;
Abre, Señor, mi labio,
Pues hoy, cual nunca, tu favor imploro,
Para cantar en tan glorioso día,
De fe mi alma de entusiasmo llena,
El nacimiento augusto de María,
La venturosa Virgen nazarena,
Que es tu Madre inmortal y Madre mía.
¿La veis?... ¡Allá... en la cumbre,
En la región espléndida y serena!
¡En la ciudad de Dios! Del sol la lumbre
Es sólo niebla obscura
Ante la luz que de su faz fulgura;
Luz a la par suave,
Que ni turba ni hiere. La alborada
Tomó todo su encanto
De su dulce sonrisa y su mirada.
Su boca al contemplar, nido de amores,
Su tez divina, sus nítidos cabellos,
Cierran su cáliz con rubor las flores,
Y toda luz apaga sus destellos.
Cuanto anhelamos posa en su alba frente,
Verdad, bien y belleza,
Que es la misma virtud resplandeciente,
Es la misma pureza.
Las gradas de su trono los querubes
Suben, llevando nuestras pobres preces,
De incienso envueltas entre blancas nubes.
Dulces sonidos brotan a raudales
En mágico suavísimo concento,
De las ebúrneas arpas celestiales
Que el zafir abrillanta,
Y el coro de las Vírgenes su gloria
Inmarcesible canta.

¡Feliz! ¡Hermosa! ¡Sin igual victoria!
No era la luz, ni el tiempo: ni los astros
Allá en el Firmamento
Giraban todavía...
Y ya, en el pensamiento
De Dios, era María.
En la mansión primera nuestros padres,
Tras su caída mísera, cual signo
De amor y redención la contemplaron:
Y los profetas, con unción divina,
A los futuros tiempos la anunciaron,
Y «Paz del mundo», «Estrella matutina»,
«Huerto cerrado», «Fuente cristalina»,
Y «Puerta del Cielo» la llamaron.

Y entre las turbias aguas al fin brota
El manantial sereno y transparente,
Entre las zarzas el lirio, y tras la obscura
Noche, la blanca luz en el Oriente,
Sonando allá en la altura:
«Nació la Virgen del Señor morada,
Sin sombra de pecado, ¡Inmaculada!
Los siglos a los siglos sucedieron,
Y razas y naciones
El angélico canto repitieron:
¡Inmaculada!... Y fueron
Vanos los gritos de ira
De la impiedad y de Luzbel la saña,
Porque eco fiel de tantos corazones,
Y nuncio de verdad que el mundo admira,
También allá en el alto Capitolio
El Vicario de Dios, que Dios inspira,
¡Inmaculada! la aclamó en su solio.

Que no bastaba fueses
La Hija adorada del Eterno Padre,
Del Espíritu Santo tierna Esposa,
Y de Jesús la Madre cariñosa;
No te bastaba ser Virgen y Madre,
Cual Isaías lo anunció en su vuelo;
Ni Reina del Empíreo, ni del hombre
Norte, salud y sin igual consuelo;
Ni trono del saber, Sol de justicia,
Y arca de nueva perdurable alianza;
Ni de bondad prodigio y de hermosura,
De viva fe y firmísima esperanza...
¡La más humilde y alta criatura!
No te bastaba, no; que era preciso
Al mundo, al cielo, a tu inmortal decoro,
Que inmaculada fueses;
Cual ampo de la nieve, limpia y pura,
Alta paloma, cándida azucena,
Cristal nunca empañado, alcázar de oro
Digno templo de Dios... ¡De gracia llena!

Feliz momento en que a la orilla
Del Ebro caudaloso,
Cual protectora estrella,
Radiante, apareciste
De Jesús al Apóstol venturoso;
Por eso proclamada
De España Madre fuiste
Y en magníficos templos adorada;
Por eso desde el Ebro al más humilde
Río, en los cristales
Se ve tu hermosa imagen retratada,
Y con potente voz y sosegada
Van cantando tus glorias inmortales;
Por eso en cada casa un altar tienes
Y en cada corazón; por eso jura
El docto defenderte
El día de solemne investidura;
Y al aclamarte Pura,
Te anuncian en mi patria, con sus sones
Argentinos y alegres, las campanas,
Con su tronar soberbio, los cañones.

¿Do va esa multitud? En su semblante
La amarga huella del dolor contemplo,
Que el mundo imprime al peregrino errante,
¡Mas que borrar no sabe! Ved, va al templo,
Sobre un trono de nubes, que fulgura
Mil torrentes de luz, gentil y bella,
De caridad y de humilde dechado,
Se levanta la cándida doncella,
Madre del infeliz desamparado.

Entremos en el templo, que allí mora
La Virgen bella, cuyas glorias canto;
¡La Virgen pura celestial Señora!
¡Del hombre amparo, del averno espanto!
¡Vedla sobre su trono!
Con maternal encanto,
Contempla entre sus brazos al Dios niño,
Y Éste... ¡que la ama tanto!
Dulcemente le mira y con cariño,
Y su mano tendiendo
Parece que ¡anhelante
Esté a su tierna Madre bendiciendo!
Y sonríe la paz en el semblante
De la Virgen hermosa...
Y con bondad sus ojos... y sus labios,
Como entreabierta rosa,
Al alma candorosa
Dicen más que la ciencia de los sabios...
Y es su frente espaciosa
De los cielos imagen, ¡y destellos
Son sus rubios cabellos
De su luz inmortal! ¡Ah! ¿contemplarte
Quién puede sin amarte?
Yo te contemplo y amo, Madre mía,
Mas con inmenso amor, y es ensalzarte,
Para que te amen todos, mi alegría.
¡Ah! si alcanzar pudiese el dulce acento
Del ángel el poeta,
Cómo te cantaría ¡Judith fuerte!
¡Raquel bella! ¡Ana humilde! ¡Esther discreta!

¡Ah! mil veces feliz el que tu amparo
Busca y mora en tu amor, ¡Madre querida!
¡Iris de eterna paz, único faro,
De este mundo en la mar embravecida!
¡Tú cruzaste doliente, cual el hombre,
Por el desierto estéril de la vida!
Por eso invoco sin cesar tu nombre
Con entusiasmo santo;
Que el que sabe de lágrimas y penas
Es quien calma el dolor y seca el llanto,
¡No el que mira correr horas serenas!

¿Y quién al contemplarte,
Dechado augusto, celestial María,
Quién dejará de amarte?
¿Quién dejará en el mundo de invocarte
Con este dulce nombre: Madre mía?
¡Madre mía! es el grito que se escucha
Junto a la cuna, al maternal cariño;
El que repite el candoroso niño,
La púdica doncella, el noble anciano,
El pecador contrito en los altares,
Y el náufrago que lucha
De la existencia en los revueltos mares;
¡Madre mía! sin tregua suspiramos,
Cuando, en el llanto y el dolor sumidos,
Tristes y solos en el mundo estamos;
¡Madre mía! es el grito de consuelo
Que el corazón exhala, cuando heridos
De la calumnia o la injusticia, al cielo
Nuestra inocencia mira y nuestro duelo;
¡Madre mía! clamamos
Cuando, en horrible guerra,
Al infinito el alma nos levanta,
Y la materia vil ata a la tierra;
¡Madre mía! murmura el que escondido
Pesar lleva en su pecho,
Del mundo no sabido,
O gime sin cesar en triste lecho;
Y ¡Madre! en el cruel momento,
Ante la obscura eternidad del hombre,
Es el bendito nombre
Que al aire da con su postrer aliento.

¡Oh, Virgen inmortal! ¡Oh, Virgen pura!
Tú has sido siempre del cristiano escudo,
Y tembló la impiedad, mas hoy cual nunca
Alzase poderosa
Y por doquier amenazar parece
Catástrofe espantosa.
Que al viento del orgullo avanza y crece,
Y a la razón, «Dios» llama; el orbe todo
No basta a la ambición, y la impureza
Su trono tiene entre el infecto lodo.
Pero del mundo impío triunfaremos
Si Tú nos tiendes la benigna diestra;
Bajo tu dulce amparo nos ponemos;
Hablamos, te escuchamos, Madre nuestra.
Al ambicioso dile: «Soy Templanza;
¿Que te dan oro y cetros en tu mano,
Si eres sólo un puñado de ceniza
Que esparcirá mañana el viento vano?»
Al que ciega el orgullo: «Soy humilde,
Con sólo tu razón vives inquieto;
No pretendas, sin Dios, saberlo todo,
¡Que es el mundo sin Él, hondo secreto!»
Al que mora en el vicio: «Soy pureza:
Rompe esos tristes lazos;
No importa tu flaqueza;
Dios es fuerte y te espera entre sus brazos».
Y al que vive en la fe... ¡sostenle, Madre!;
Al que niega, su espíritu ilumina;
Al que duda, disípale las nubes
Por las que triste y sin timón camina;
Y a todo el que sin paz, con loco anhelo,
Tras la felicidad corre en la tierra,
Dile que sólo en la virtud se encierra,
Pero que el sumo Bien... sólo en el cielo.

Oh tierna Madre mía, ya que todo
En derredor vacila y que se escucha
El fragoroso estruendo del torrente,
Sé nuestro amparo en esta nueva lucha
De la fe y la impiedad... Mas no de sangre
Ha de ser esa guerra; no la espada
Ha de brillar en la homicida mano...
¡Que tu enseña es de paz! La Cruz alcemos
En vez del hierro insano;
De abnegación y sacrificio demos
Y de humildad ejemplo al hombre vano.
Ante la orgía, del placer morada,
Cubramos de ceniza nuestra frente
En el altar, mostrando nuestra nada;
Firme esperanza nuestro pecho aliente,
Y al desprecio y la injuria contestemos
Con el perdón de nuestro amor ardiente.
Así del mundo impío triunfaremos,
Que el triunfo es de la fe. La España toda
Siente en la lucha su inmortal destino
Y el sitio del peligro busca en ella.
¡Guíala, Madre mía, en su camino!

MIGUEL AMAT MAESTRE.



VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - GOZOS A NUESTRA SEÑORA DE LIDÓN QUE SE CANTAN EN SU ERMITORIO DESDE TIEMPOS MUY ANTIGUOS.