VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - NATIVIDAD DE LA VIRGEN

NATIVIDAD DE LA VIRGEN

-¿Cómo nunca ha hecho lance,
Virgen, la serpiente en Vos?
-Como tengo alas de Dios,
No hay demonio que me alcance.
-Con vuelo tan peregrino,
Garza seréis, digo yo.
-Sólo el sacre me alcanzó
Del sacro verbo divino.
-¿Luego Satán erró el lance,
No haciendo presa en Vos?
-Como tengo alas de Dios,
No hay demonio que me alcance.
-Mirad que de rabia vierte
Rabiosos fuegos y espumas.
-Un cuchillo de mis plumas
Basta para darle muerte.
-Volad, que no hará lance
El infierno contra Vos.
-Como tengo alas de Dios,

No hay demonio que me alcance.
-¿Cómo es ignorante y flaca
Con Vos su ciencia bisoña?
-Porque contra su ponzoña
He de ser yo la triaca.
-¿Cómo en todos hizo lance,
Virgen, sin hacerlo en Vos?
-Como tengo alas de Dios
No hay demonio que me alcance.
-La serpiente del infierno
¿Ya tiembla de Vos, María?
-Es que ha quedado muy fría,
Aunque vive en fuego eterno.
-Pues ¿cómo murió en su lance
Quedando triunfante Vos?
-Como tengo alas de Dios,
No hay demonio que me alcance.

A. DE BONILLA.

Lleno de rabia y tristeza
Va al infierno Lucifer,
Porque diz que una mujer
Le ha quebrado la cabeza.
La Virgen se la quebró,
Pariendo hoy al verdadero
Y legítimo heredero
Del reino que él usurpó.
Ya espiró su fortaleza
Y su tirano poder,
Porque diz que una mujer
Le ha quebrado la cabeza.
Tristísimos aullidos
Va dando a su infernal cueva;
Pero ¿qué queréis, si lleva
Los cascos todos rompidos?
Su soberbia y altiveza
Mirad cuál vino a caer,
Pues que diz que una mujer
Le ha quebrado la cabeza.
Ved en qué vino a parar
El orgullo y bizarría
Del bravonel que algún día
Con Dios se quiso igualar;
Pues a la infernal bajeza
Por siempre vino a caer,
Habiéndole una mujer
Quebrantado la cabeza.

D. DE VEGAS.

Ya la obscura y negra noche,
Llena de tristeza y miedo,
Huye por las altas cumbres
Y por los riscos soberbios;
Yo, con ser recién nacida,
Deste mundo la destierro,
Porque ya en mi reverberan
Los rayos del sol inmenso;
Y aunque me miráis tan niña,
Soy más antigua que el tiempo,
Mucho más que las edades
Y que los cuatro elementos.
Del principio fui criada,
Que es el sumo Dios eterno,
Y el primero lugar tuve
Después del sagrado Verbo.
Infinitos siglos antes
Que criara el firmamento,
Ya él a mí me había criado
En mitad de aquel silencio.
Su primogénita dice
Que soy el Santo y perfecto;
De su propia boca oí
Este divino requiebro.
Adornóme de virtudes,
Ricos tesoros del cielo
Y en mí se estarán estables
Deste siglo al venidero.
Entonces vendré triunfante,
Pues al que es sol verdadero
Le di mis pechos y entrañas,
Y encendió de amor mi pecho.
Servíle con grande amor,
Dile el corazón sincero
En la santa habitación
Del limpio y santo cordero.
Cubiertos tuve sus rayos,
Y aunque los tuve cubiertos,
Él mostró su inmensidad,
Yo mi limpieza y buen celo;
Premió tan bien mis servicios,
Que en el santo monte excelso,
Con él quiere que descanse
En el alcázar supremo.
Pisé sus piedras preciosas,
Y hollé sus dorados suelos,
Y a mí sola dieron silla,
Como Reina de aquel reino.
Recíbeme con aplauso
Cantándome himnos y versos,
Diciendo que por antigua
Merezco el lugar primero;
Por antigua en la creación
Y en ser de virtud ejemplo,
Por la primera en vencer
Al demonio torpe y feo,
Y porque fui la primera
Que me vestí el ornamento
De la limpia castidad,
E infinitos me siguieron.
Por mi humildad sacrosanta,
Que a los más humildes venzo,
Y por aquesta humildad,
Fui de Dios custodia y templo;
Porque fui claustro cerrado,
Donde Dios tuvo aposento
Para que el género humano
Saliese del cautiverio.
Haced fiesta, mis cofrades,
Que el nombre de Antigua quiero;
Estimadle y celebradle,
Que yo os daré el justo premio.
Y al templo antiguo y famoso
Que alcanza tal epiteto,
Enriquecedle vosotros,
Que vaya siempre en aumento.
Perseverad hasta el fin
En ser mis devotos rectos;
Que yo prometo de daros,
Por uno que me deis, ciento.

F. DE QUEVEDO.


CANTEN HOY, PUES NACEIS VOS

Canten hoy, pues nacéis Vos,
Los ángeles, gran Señora,
Y ensáyense desde ahora
Para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
Nacida su Reina bella,
Que el fruto que esperan de ella
Es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos
Que habéis de ser su Señora,
Y ensáyense desde ahora
Para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
Que en hora buena cumpláis,
Verán el bien que nos dais,
Remedio de tantos daños.
Canten y digan por Vos
Que desde hoy tienen Señora,
Y ensáyense desde ahora
Para cuando nazca Dios.

L. DE VEGA.

NACE EL ALBA MARÍA

Nace el alba María,
Y el sol tras ella,
Desterrando la noche
De nuestras penas.
Nace el alba clara,
La noche pisa,
Del cielo la risa
Su paz declara;
El tiempo se para
Por sólo vella,
Desterrando la noche
De nuestras penas.
Para ser Señora
Del cielo, levanta
Esta Niña santa
Su luz como aurora;
El canta, ella llora
Divinas perlas,
Desterrando la noche
De nuestras penas.
Aquella luz pura
Del sol procede,
Porque cuanto puede
Le da hermosura;
El alba asegura
Que viene cerca,
Desterrando la noche
De nuestras penas.

L. DE VEGA.

HOY HA DADO EL CIELO AL SUELO UNA DAMA

Hoy ha dado el cielo al suelo
Una dama, y es tan bella,
Que la más luciente estrella
Parece de obscuro velo
Si es comparada con Ella.
Nace con tal hermosura,
Viene tan alta y gloriosa,
Que no hay planta o fina rosa,
Que ante ella no quede obscura;
Aunque pura y muy hermosa,
Da hoy José escogido el vuelo
Con la altísima doncella,
Y la más hermosa estrella
Parece de obscuro velo
Si es comparada con Ella.
Es aurora tan serena,
Del oriente más subido,
Que su esmalte esclarecido
Cubrió al oro de que es vena,
Por su valor escogido;
Viene en contento del cielo
Y hala hecho Dios tan bella,
Que la más graciosa estrella
Parece de obscuro velo
Si es comparada con Ella.
Crióla Dios para Madre
Del Verbo eterno encarnado;
A Ella sola ha preservado
Del linaje humano el Padre
De aquel primero pecado.
Declárala suelo y cielo
De las vírgenes más bella,
Y la más divina estrella
Parece de obscuro velo
Si es comparada con Ella.
Canción de un dulce vuelo,
Envuelta en un suspiro enternecido,
Traspasa el alto cielo,
Y dile a mi querido
Cuál queda el corazón por él herido.

D. CORTÉS.


NO ME ADMIRA

No me admira, Ana, de vos
Que el parir tan tarde os cuadre,
Sino ver que os hagan madre
De la que es Madre de Dios.
De que parís, Ana, al cabo
No me admiro, aunque debría,
Mas de parir a María,
Ya que me admiro, os alabo.
¡Qué gran valor halló en vos
En tal tiempo el sumo Padre
Pues quiso fuésedes madre
De la que es Madre de Dios!
Que tengáis tal Hija el suelo
Se admira con regocijo,
Y que Ella tenga tal Hijo
Admira a la tierra y cielo.
A ella cuadrastes vos,
Para que a Dios Ella cuadre,
Y para que os llame Madre
Y la llame Madre Dios.

L. DE ÚBEDA.


DECIDNOS, ANA

Decidnos, Santa Ana, vos:
¿Quién parió al Hijo sin padre?
¿Quién es madre de la Madre
Del Padre de ambos a dos?
Decidnos; ¿quién es Aquélla,
Antes Santa que nascida,
Por dulce madre escogida
De quien fue primero que Ella?
En el parto de los dos
La hija parió a su Padre,
Vos sois madre de la Madre
Del Padre de ambos a dos.
Vos parís la Madre vuestra,
Pues es quien de vos nasció,
En parir a quien parió,
Madre de la vida nuestra.
La Hija que parís vos
Parirá el Hijo sin padre;
Vos sois madre de la Madre
Del Padre de ambos a dos.
Hijo del Padre eternal,
Y Padre de los del suelo,
Hijo sin madre en el cielo,
Sin padre en lo temporal.
Entrambas partes Dios,
Un solo Dios con el Padre,
En la tierra abuela y madre
Madre y hijas sois las dos.

G. SILVESTRE.

LA ANUNCIACIÓN

Cubridme todos con flores,
Y de manzanas también,
Porque me muero de amores,
Hijas de Jerusalem.
Por los ciervos corredores,
Por las cabras os conjuro
No despertéis a mi esposa;
Goce este sueño seguro,
Cantadle mientras reposa;
Que regalarla procuro.
Estaba María santa
Contemplando las grandezas
De la que de Dios sería
Madre santa y virgen bella,
El libro en la mano hermosa,
Que escribieron los profetas,
Cuanto dicen de la Virgen
¡Oh qué bien que lo contempla!
Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.
Bajó del cielo un arcángel,
Y haciéndole reverencia,
Dios te salve, le decía,
María, de gracia llena.
Admirada está la Virgen
Cuando al sí de su respuesta
Tomó el Verbo carne humana,
Y salió el sol de la estrella.
Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.

L. DE VEGA.


QUE TE SALVE DIOS TE DIJO

Que te salve Dios te digo,
María, por ser quien eres,
Llena de gracia y abrigo;
El Señor Dios es contigo;
Bendita entre las mujeres,
Bendito el fruto y primor
De tu vientre sin dolor,
Jesucristo, nuestro Dios;
Tú, Madre, ruega por nos
Y por todos pecador.

J. DE LA ENCINA.


GABRIEL AL SUELO LA RODILLA INCLINA

Gabriel al suelo la rodilla inclina;
Sálvete Dios, la dice, Virgen bella;
Sálvete Dios, aurora matutina;
Sálvete Dios, resplandeciente estrella;
Sálvete Dios, Jerusalem divina;
Sálvete Dios, fructífera doncella;
Sálvete Dios, ciudad fortalecida;
Sálvete Dios, morada de la vida;
Sálvete Dios, favor de aprisionados;
Sálvete Dios, consuelo de afligidos;
Sálvete Dios, ciudad de desterrados;
Sálvete Dios, ganancia de perdidos;
Sálvete Dios, amparo de olvidados;
Sálvete Dios, salud de perseguidos;
Sálvete Dios, de tristes alegría;
Sálvete Dios, Purísima María.

A. ESCOBAR.

LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

¡Oh cuán bien Virgen trocastes
En este ser que nos distes,
Que de humilde alta quedastes,
Y al alto humilde paristes!
Bendita humildad la vuestra,
Que al alto Dios agradó,
Que por ella se humilló
A pagar la culpa nuestra.
Grandes grandezas obrastes
Con la humildad que tuvistes,
Pues de humilde alta quedastes,
Y al alto humilde paristes.
Mostrástenos cuánto Dios
De la humildad se enamora,
Pues tan humilde, Señora,
Se vino a nacer de vos;
La soberbia derribastes,
La humildad engrandecistes,
Y de humilde alta quedastes,
Y al alto humilde paristes.
El que es más alto en el cielo
A vuestra humildad se humilla,
Y os da la más alta silla,
Por más humilde del suelo;
Con el mismo Dios trocastes
Con la humildad que tuvistes,
Y de humilde alta quedastes,
Y alto humilde paristes.

G. SILVESTRE.


CANTANDO EL VERBO DIVINO

Cantando el Verbo divino
Un alto tan soberano,
Como de Dios voz y mano,
A ser con trabajo vino,
Bajando hasta el punto humano;
Que aunque es de sus pies el suelo
El serafín de más vuelo
Y el más levantado trono,
Bajó para la tierra el tono
Hoy la música del cielo,
Una virgen no tocada
Toca con destreza tanta
El arpa de David santa,
Como la tiene abrazada,
Que adonde el infierno espanta,
Dos puntos solos tocó,
El bajo y el alto juntó,
Que, como en una pregunta
Con un sí Dios y hombre junta,
En dos puntos se cifró.
De un fiat comienza el Fa,
De su obediencia y su fe,
Vio Dios el Mi, siendo el Re,
Rey, y reparó que en La
Virgen estrella Sol fue.
Pero después que nació,
Cifrado en dos puntos vio
La tierra por su consuelo,
El armonía del cielo,
Sol y La que le parió.

L. DE VEGA.

LA VISITACIÓN

¿Dónde por tierras extrañas,
Virgen con tanto fervor?
-Donde me lleva el Señor
Que yo llevo en mis entrañas.
-¿Cómo es posible llevar,
Virgen, al que os lleva a vos?
-Como el que me lleva es Dios,
Que ha querido en mí encarnar.
-Pues ¿cómo por las montañas
Lleváis a tan gran Señor?
-Mas lo lleva el grande amor
Que lo trajo a mis entrañas.
-Parece en Vos cosa nueva,
Virgen, ir apresurada.
-Hácelo el ir abrasada
Del amor del que me lleva.
-Pues ¿luego a tierras extrañas
Os lleva sólo el amor?
-No, que todo es del Señor
Que yo llevo en mis entrañas.
-Ya sé que os lleva el doncel;
Mas ¿dónde vais a aportar?
-Voy con él a visitar
A mi parienta Isabel.
-¡Oh, qué cosas tan extrañas,
Que al siervo sirva el Señor!
-Esto y más hace el amor
Del que llevo en mis entrañas.



VIAJE A BELÉN

Caminad, Esposa,
Virgen singular;
Que los gallos cantan,
Cerca está el lugar.
Caminad, Señora,
Bien de todo bien,
Que antes de una hora
Somos en Belén;
Allá muy bien
Podréis reposar.
Que los gallos cantan,
Cerca está el lugar.
Yo Señora siento
Que vais fatigada,
Y paso tormento
Por veros cansada;
Presto habrá posada
Do podréis holgar.
Que los gallos cantan,
Cerca está el lugar.
Señora, en Belén
Ya presto seremos;
Que allí habrá bien
Do nos alberguemos;
Parientes tenemos
Con quien descansar.
Que los gallos cantan,
Cerca está el lugar.
¡Ay, Señora mía,
Si parida os viese!
De albricias daría
Cuanto yo tuviese;
Este asno que fuese,
Holgaría dar.
Que los gallos cantan,
Cerca está el lugar.

F. DE OCAÑA.

MARÍA EN BELÉN: EL PARTO DE LA VIRGEN

De una Virgen hermosa
Celos tiene el Sol,
Porque vio en sus brazos
Otro Sol mayor.
Cuando del Oriente
Salió el Sol dorado,
Y otro Sol helado
Miró tan ardiente,
Quitó de la frente
La corona bella,
Y a los pies de la Estrella
Su lumbre adoró,
Porque vio en sus brazos
Otro Sol mayor.
«Hermosa María,
Dice el Sol, vencido,
De vos, ha nacido
El Sol que podía
Dar al mundo el día
Que ha deseado».
Esto dijo, humillado,
A María el Sol,
Porque vio en sus brazos
Otro Sol mayor.

L. DE VEGA.


PUES ANDAIS EN LAS PALMAS

Pues andáis en las palmas,
Ángeles santos,
Que se duerme mi Niño
Tened los ramos.
Palmas de Belén
Que mueven, airados,
Los furiosos vientos
Que suenan tanto,
No le hagáis ruido,
Corred más paso;
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos.
El Niño divino,
Que está cansado
De llorar en la tierra
Por su descanso,
Sosegar quiere un poco
Del tierno llanto;
Que se duerme mi Niño
Tened los ramos
Rigurosos hielos
Le están cercando;
Ya veis que no tengo
Con qué guardarlo;
Ángeles divinos
Que vais volando,
Que se duerme mi Niño,
Tened los ramos.

L. DE VEGA.

Nacer el Sol de una estrella
Solo se vio en este día,
Que nace Dios de María,
Quedando madre y doncella.
En la Virgen con tal arte
Usó Dios de su primor,
Que lo más en lo menor,
Y el todo encerró en la parte;
Y grandeza como aquélla
Hoy muestra lo que encubría,
Y nace Dios de María,
Quedando madre y doncella.
Que el Sol de justicia salga
Donde le podamos ver,
Y que sola una mujer
A tan gran efecto valga;
Extrañeza como ella
Hoy sólo ver se podía,
Que nace Dios de María,
Quedando madre y doncella.
Sólo de esta Virgen pura
Esto se puede esperar,
Que por humilde alcanzar
Mereció tan gran ventura.
Llegad con su hijo a vella,
Y allí veréis, alma mía,
Que nace Dios de María,
Quedando madre y doncella.

P. DE PRADILLA.

ENTRE LA M ULA Y EL BUEY

Virgen, ¿tal paristes Vos
Entre una mula y un buey?
¡Qué lindo hombre para Rey!
¡Qué lindo Rey para Dios!
En este mundo incapaz,
Por la original comida,
Sin Dios no puede haber vida,
Ni sin Rey puede haber paz;
Mas hoy, Virgen, distes vos
Deidad, carne, vida y ley;
¡Qué lindo hombre para Rey!
¡Qué lindo Rey para Dios!
Aunque en cielo y tierra basta
Dios con su culto poder,
Quiere el hombre conocer
Un Dios y Rey de su casta;
Y en un subjeto dais Vos
Hombre y Dios a toda ley;
¡Qué lindo hombre para Rey!
¡Qué lindo hombre para Dios!

A. BONILLA.


LLORA DIOS Y RIE SU MADRE

Llora Dios y ríe su Madre,
Y dice con regocijo:
Mientras más te miro, Hijo,
Más paresces a tu Padre.
Lloraba el niño y gemía,
Dentro de un pesebre puesto,
Por disimular con esto
Lo que el padre parescía;
Mas, como es sabia la Madre,
Conoció la treta y dijo:
Mientras más te miro, Hijo,
Más paresces a tu Padre.
Aunque el Niño disimula
Su gloria y divinidad,
Cubierto de humanidad
Entre un buey y entre una mula,
No por aquesto la Madre
Le desconoció, pues dijo:
Mientras más te miro, Hijo,
Más paresces a tu Padre.
«Hijo, bien disimulado
(Le dice) estás, mas empero
Por entre el sayal grosero
Se te ve el fino brocado».
De esto pues ríe la Madre,
Y dice con regocijo:
Mientras más te miro, Hijo,
Más paresces a tu Padre.

D. DE VARGAS.


CAIDO SE LE HA UN CLAVEL

Caído se le ha un clavel
Hoy a la Aurora del seno;
¡Qué glorioso que está el heno
Porque ha caído sobre él!
Cuando el silencio tenía
Todas las cosas del suelo
Y coronada de hielo,
Reinaba la noche fría,
En medio la monarquía
De tiniebla tan cruel,
Caído se le ha un clavel.
De un solo clavel ceñida
La Virgen aurora bella,
Al mundo le dio y ella
Quedó cual antes florida.
A la púrpura caída
Siempre fue el heno fiel;
Caído se le ha un clavel.
El heno, pues que fue dino,
A pesar de tantas nieves,
De ver en sus brazos leves
Este rosicler divino,
Para su lecho fue lino,
Oro para su dosel;
Caído se le ha un clavel.

L. DE GÓNGORA.


¿SI QUERRA CONMIGO ESE NIÑO?

Virgen, ¿si querrá conmigo
Ese Niño? Dadle acá.
-Toma, llévatelo ya;
Que llora por ir contigo.
-Llevármelo tengo a fe,
Pues que por mí está llorando.
-De continuo está aleando
Por irse con cuantos ve.
-Luego, si quiere conmigo,
¿También con otros querrá?
-Sin más llévatelo ya;
Que llora por ir contigo.
-Perderse os ha cuando ande,
Si a tantos gustos atiende.
-No se perderá; que entiende
Como una persona grande.
-Pues dejad venga conmigo
Y en mis brazos callará.
-Toma, llévatelo ya;
Que llora por ir contigo.

A. BONILLA.


HERMOSA DONCELLA

Hermosa doncella,
Delicia de Dios,
¿A dónde caminas
Con paso veloz?
¿A qué vas al templo
Del Rey Salomón,
Y tórtolas llevas
De pardo color?
Decid a esta Virgen
Con santo fervor,
Al aire soltando
La plácida voz:
Bendito el instante
Que Dios te crió:
Bendita la hora
Que el mundo te vio.

¿Por qué va cubriendo
Tu frente el rubor,
Si más pura eres
Y hermosa que el sol?
A ti de la mancha
De Adán pecador,
A ti sólo quiso
Librar el Señor.
Placer inefable
Al punto que vio
Tu rostro gracioso
El cielo gozó.

La saña divina
Y antiguo rigor
En paz y clemencia
Por ti se trocó.

Y el dueño del orbe
Prendado de amor,
Albergue en tu seno
Dulcísimo halló,

Y al mundo le distes
Sin ay, ni dolor,
Cual brota de Mayo
La cándida flor,

Y llevas al pecho
¡Divino favor!
Colgada la prenda
Que vida nos dio.

Pues no, te obliga
La ley de rigor,
Que tú eres la Madre
Del sumo Hacedor.

Mas ya lo comprendo,
Que vas al Señor
A dar de virtudes
Riquísimo Don.

Bendita obediencia
Y humilde oración,
Y en uno enlazados
Pureza y amor.

Permite, Señora,
Que yo vaya en pos,
Siguiendo tus pasos
Al templo de Dios.

Vosotras las hijas
Que sois de Sión,
Salid al camino,
Corred con ardor.

HUIDA A EGIPTO

¿Dónde vais, Zagala,
Sola en el monte?
Mas quien lleva el Sol
No teme la noche.
¿Dónde vais, María,
Divina esposa,
Madre gloriosa
De quién os cría?
¿Qué haréis si el día
Se va al ocaso,
Y en el monte acaso
La noche os coge?
Mas quien lleva el Sol
No teme la noche.
El ver las estrellas
Me causa enojos,
Pero vuestros ojos
Más lucen que ellas;
Ya sale con ellas
La noche escura,
A vuestra hermosura
La luz se esconde;
Mas quien lleva el Sol
No teme la noche.

L. DE VEGA.


CAMINAD A EGIPTO

Caminad a Egipto
Con el Niño, Madre,
Que ha mandado Herodes
Buscarle y matarle;
Pero, ya que es hombre,
Dad lugar que pase,
Para nuestra vida
De su muerte el cáliz,
Pues que ya nos deja
Su cuerpo y su sangre
En el pan y en vino
Que a todos reparte;
Ya en la cruz le enclavan,
Y a su eterno Padre
Su espíritu envía,
Y el cielo nos abre.

Que de noche le mataron
Al caballero,
A la gala de María,
La flor del cielo.
Como el sol que arde
Tanto se cubría,
Noche parecía,
Aunque era la tarde.
La muerte cobarde
Mató, aunque muerto,
Al caballero,
A la gala de María,
La flor del cielo.

L. DE VEGA.

Soy, niña morena,
Y más hermosa
Que lilio ni rosa,
Ni flor de azucena.

Del campo soy flor,
Que a Dios enamora,
Y vence a la aurora
Mi sumo claror.

De gracia soy llena,
Y soy más hermosa
Que lilio ni rosa,
Ni flor de azucena.

De viva agua pura,
El pozo soy yo,
Y de Jericó
Planta de frescura.

Soy alba serena,
Y soy más graciosa
Que lilio, ni rosa,
Ni flor de azucena.

Soy planta florida,
Cual luna soy bella,
Del mar soy estrella,
Cual sol escogida.

Soy dulce, serena,
Y soy más hermosa
Que lilio ni rosa,
Ni flor de azucena.

Soy puerta del cielo,
Ciudad del muy alto,
Y soy quien esmalto
Al oro en el suelo.

Soy algo morena,
Mas soy más hermosa,
Que lilio ni rosa,
Ni flor de azucena.

Soy Madre escogida
Del Verbo excelente,
Y al mundo soy fuente
Do mana la vida.

De bienes soy llena,
Y soy más hermosa,
Que lilio ni rosa,
Ni flor de azucena.

Yo tengo entre bellas,
Por única y sola,
La gran aureola
De claras estrellas.

Del oro soy vena,
Y soy más hermosa
Que lilio ni rosa,
Ni flor de azucena.

D. CORTÉS.

LA VIRGEN BUSCANDO AL NIÑO PERDIDO

La Princesa, a quien la tierra
Reverencia en mil altares,
Va buscando sola y triste,
Por una y por otra parte,
Al Niño perdido, Dios,
Que se le perdió al bajarse
De aquellas fiestas del templo
Tan públicas como graves.
Y como Madre piadosa,
Vuelve de nuevo a buscarle,
Preguntando a quien encuentra
Si de su querido saben.
«¿Quién ha visto un niño, dice,
Perdido desde ayer tarde,
Con unos cabellos de oro,
Al mismo sol semejantes,
Frente blanca y espaciosa,
Ojos rasgados y graves,
Rostro modesto y alegre,
Condición blanda y suave?
Tiene amorosas palabras,
Y divinas obras hace;
Regala en la casa que entra,
Mas ¡ay de ella! cuando sale.
Come enteros corazones,
Que como es el Niño grande,
Si no se lo dan entero,
No es posible que se harte.
Donde le quieren se llega,
Y do le desechan vase,
Que no quiere ser señor
De forzadas voluntades».
Unos y otros la responden
Que Niño de señas tales
No le han visto, y que holgarían
Que Dios se le deparase.
Desconsolada la Virgen,
Al templo de nuevo parte,
Para ver si por ventura
Al perdido Niño hallase.
Entró dentro, y viole estar
En medio de los más graves,
Preguntando y respondiendo
A las dudas más notables.
«¿Cómo lo habéis hecho así,
Ojos míos, en dejarme?»
Y él la responde, que ha estado
En negocios de su Padre.

A. DE LEDESMA.

LA SACRA FAMILIA

Zagal, ¿dónde está mi bien?
-En María, Jesús y José.
-¿A dónde está mi alegría?
-En Jesús, José y María.
-¿A dónde toda la luz?
-En María, José y Jesús.
-¿Qué nuevo prodigio es?
-Igual no se ha visto alguno:

Tres soles parecen uno,
Un sol, y parece tres.
Es tan grande el resplandor
De Jesús, José y María,
Que no vio más claro día
En sus finezas amor.
Este soberano ardor
Abrasa todo desdén.

Zagal, ¿dónde está mi bien? etc.
Crece tanto la intención
Cuando el amor la acrisola,
Que de tres una luz sola
Parece por reflexión.
No hay helado corazón
De los que sus rayos ven.

Zagal, ¿dónde está mi bien?
-En María, Jesús y José.
-¿A dónde está mi alegría?
-En Jesús, José y María.
-¿A dónde toda la luz?
-En María, José y Jesús.
-¿Qué nuevo prodigio es?
-Igual no se ha visto alguno:

Tres soles parecen uno,
Un sol, y parece tres.

G. TEJADA.

MARÍA DURANTE LA PASIÓN DE SU HIJO

Por el rastro de la sangre
Que Jesucristo dejaba
Va caminando su Madre:
Quiebra el corazón miralla.
Las palabras que decía
Son de mujer lastimada,
«¡Ay Hijo redemptor dulce!
¿Dónde está tu linda cara?
¿Dónde está tu perfección?
¿Y tu virtud extremada?»
Y cuando mira la sangre
Por el suelo derramada,
Acrecienta los suspiros
Con dolor y ansia extraña.
Dicen que va con prisiones
Y con soga a la garganta,
Y como ciervo herido
Que con sed va a buscar agua.
Va la Virgen presurosa
Allá al calvario do estaba;
Mas no pudo caminar
Que el llorar la desmayaba.
¡Oh, quién pudiera, Señora,
Poner su vida y su alma
Para darte algún consuelo,
Aunque de sí la quitara!
Y cuando hubo llegado
Oyó las voces que daban
Los pregoneros delante.
Decían y publicaban
Haber sido malhechor,
Y por tal lo sentenciaban
A que muera en una cruz
Y que la tenga por cama.
Con sus ojos hechos fuentes
Sollozando lamentaba,
Diciéndole: «¡Ay, Hijo mío,
Bien del bien de quien te amaba! »
Y tirándola del manto
La gente desatinada,
Está mirando a su Hijo,
Que el alma se le arrancaba,
Que casi no le conoce
La cara desfigurada.
Dícele desta manera
Con la voz llorosa y mansa:
«¡Oh cordero sin mancilla!
¡Oh luz que das vida al alma!
¡Oh sumo Señor inmenso,
Oh cordero que quitabas
Los pecados con tu muerte
Del mundo que tanto amabas!»
Y estando en la cruz clavado,
Vio a su madre fatigada,
Y no la pudo hablar
Sino una sola palabra.
Mal herido Jesucristo,
Se sale de la batalla;
Déjala toda rompida,
Rompida y desbaratada.
Porque le llevó el amor
A morir a una montaña.
La sangre que de él corría
Todo aquel cuerpo bañaba.
Vido a Joan, su amado primo,
Cómo su muerte lloraba,
También a su Madre vido
Que quería dar el alma;
Con las palabras que dice
Los corazones traspasa.
Dícele: «Joan, mi querido,
Ya es el fin de la batalla;
Preso queda el enemigo;
La muerte muerta quedaba,
Yo saqué cinco heridas,
Todas el cuerpo me pasan,
Lo que os ruego, primo mío,
Lo postrero que os rogaba,
Que después que yo sea muerto
Y mi ánima apartada,
Tengáis por madre a mi Madre,
Y de vos sea acompañada;
Consoladla de mi parte,
Servidla y reverenciadla».

L. DE ÚBEDA.


MARÍA ESTÁ LLOROSA

María está llorosa
Junto a la cruz gimiendo
De donde está pendiendo
Del mundo el Redentor.
Y el alma sumergida
En aflicción sin tasa,
Espada la traspasa
De bárbaro dolor.
De su único engendrado
Al ver la muerte impía,
¡Oh, cuánto no sería
El duelo maternal!
¡Cuánto, al mirar yacente
Al Hijo de tal Padre,
De la divina Madre
La pena sin igual!
¿En dónde se halla el hombre
Que en tal difícil hora
La contempla y no llora
Midiendo su aflicción?
Quien ver al Hijo puede
Y a la Madre en tal pena,
Si el llanto aún encadena
No tiene corazón.
Por redimir las culpas
De un mundo depravado,
Vio a Cristo flagelado,
Hecho de sangre un mar;
Y allá en el monte infame
Viole en el paso estrecho
Doblar la frente al pecho
Y el ánima exhalar.
¡Oh dulce Madre, oh pura
Fuente de amor divino,
Vierte en mi pecho esquivo
Parte de tu dolor!
Haz que abrasada el alma,
Arda en tu fuego blando,
Y a Cristo solo amando
Goce en tan puro ardor
Las llagas, Santa Madre,
De Aquel, por mi pecado
En una cruz clavado,
Hazme pasar de Ti.
De tu piadoso llanto
Haz que contigo llore,
Mientras la vida more
Y el sentimiento en mí.
junto a la cruz contigo
Estar ¡oh Madre! quiero,
Y ser el compañero
De tu dolor mortal.
¡Oh de vírgenes Virgen!
No me niegues el llanto;
Seme propicia, cuanto
Ha menester mi mal.
De Cristo moribundo
En las carnes divinas,
Los clavos, sangre, espinas,
Que siempre viendo esté,
Y pruebe los dolores
Que el Salvador sentía
La débil carne mía
Que abrase ardiente fe.
Tú, Madre de mi vida,
En el postrer instante,
Sostén el alma errante
Por honda eternidad;
Y cuando a Dios nos llame
Del juicio el triste día,
Defiéndanme, María,
Mi llanto y tu piedad.

C. DE CHESTE.


A LOS BRAZOS DE MARÍA

A los brazos de María,
Y a su divino regazo,
Vienen a quitarle a Cristo
Los que a la cruz le quitaron.
Porque entrambos fue cierto
Que estuvo crucificado,
En María con dolores,
Y en la cruz con fuertes clavos.
Sus camas fueron las dos,
Al oriente y al ocaso,
La una para la muerte,
Y la otra para el parto.
Hincáronse de rodillas
Los venerables ancianos,
A la Madre muerta en Cristo,
Y a Cristo muerto en sus brazos.

«Dadnos, le dicen, Señora,
Dadnos el difunto santo,
Que en la tierra ni en el cielo
Hay ojos para mirarlo.
Dádnosle, pues nos le disteis,
Que queremos enterrarlo,
Para que diga la tierra
Que tuvo al cielo enterrado.
Y porque sepan los hombres
Que estuvo el cielo tan bajo,
Que ya pueden si ellos quieren
Alcanzarle con las manos.
Tomad, responde María,
Madre suya y mar de llanto,
El cuerpo que entre los hombres
Pasó mayores trabajos.
Escondedle en el sepulcro
Porque le persiguen tantos,
Que aún allí no está seguro
De que vuelvan a buscarlo.
Nueve meses solamente
Que estuvo en mi virgen claustro,
De la envidia de los hombres
Le pude tener guardado.
Que el Bautista que le vio
Lo dijo con sobresaltos,
Y en voz expresa después
Pasados treinta y dos años.
Tomad y enterrarle, amigos:
Las piedras sabrán guardarlo
Mejor que el pecho del hombre
Que le vendió como ingrato».
Mientras para su mortaja
La Virgen está rasgando
Las telas del corazón,
Velo de su templo casto,
Cielo y tierra previnieron
El triste entierro enlutado;
La tierra los edificios,
Y el cielo los aires claros,
Todas las hachas del cielo
Iban delante alumbrando,
Pero el luto de la tierra
No dejaba ver sus rayos.
Sol y luna sangre visten,
Porque el cielo en tanto agravio
Mostró sangre en sus dos ojos.
Para señal de vengarlo,
Levantáronse los muertos
De sus sepulcros helados,
Que como entierran la vida,
Lo que quisieron tomaron.
Las cajas fueron las piedras
Unas con otras sonando,
Que era Cristo capitán,
Y con cajas lo enterraron.
Hízose el velo del templo
No sin causa dos pedazos,
Para que hubiese bandera
Que llevasen arrastrando.
No vinieron sacerdotes
Aunque estaban consagrados,
Que siendo Dios el difunto,
No eran menester sufragios,
Él se llevaba la ofrenda,
Pan y vino soberano,
La misa y el sacrificio
Que él consumió espirando.
Iba su Madre detrás,
Y un mozo, su primo hermano,
Que se le dejó por hijo
En su testamento santo
Llegaron con el difunto,


Y la ballena del mármol,
Recibió para tres días
Aquel Jonás sacrosanto.
¡Alma! la Virgen se vuelve,
A acompañarla volvamos,
Pues con ella volveremos
A verle resucitado.

L. DE VEGA.


CON SOLA LA CRUZ

Con sola la cruz,
Los tiernos ojos en ella,
Y en sus virginales manos
Clavos y espinas sangrientas;
Vueltos dos fuentes sus ojos
Que derraman vivas perlas,
Llorando muerta su vida,
Dice así una viva muerta:
«¡Ay cruz que en mi soledad,
Como amiga verdadera,
Sola a la sola acompañas;
Sola a la sola consuelas!
Dame tus abrazos, cruz,
Abraza esta Madre tierna
Que a falta de los de Dios
Solo los tuyos suplieran.
Quiero abrazarte, cruz mía;
Pero, ¿qué sangre es aquesta?
Que pues que sin fuego hiere,
Sin duda es mi sangre mesma.
¡Ay sangre de mis entrañas,
Vertida por tantas puertas,
Pues de mis venas salistes,
Volved a entrar en mis venas!
¡Ay sangre que vertió Dios!
¡Ay sangre que Dios desea,
¡Pues con esta sangre cobra
Dios de Dios todas las deudas!
¡Ay engañosa manzana!
¡Ay mentirosa culebra!
¡Ay enamorado Adán!
¡Ay mal persuadida Eva!
Llevó aquel árbol vedado
Fruto de culpas y pena,
Mas vos cruz una granada
Coronada y pechiabierta.
Como fue fruta de invierno
Y cogida en una huerta,
Colgáronla por el hombre
Que trae la salud enferma.
Ya a los dos nos desfrutaron
De la dulce fruta nuestra;
Pues la llevamos los dos,
Yo sin dolor, tú con pena.
Cruz, vuelve a crucificarme,
No hayas miedo que lo sienta,
Que mal sentiré sin alma,
Pues el sepulcro la encierra.
La lanza que le hirió muerto
A mi alma me alancea,
Que estaba en su pecho el alma,
Que el mío estaba sin ella.
Crucifícame de pechos
Y no de espaldas, cruz bella,
Que pues las de Dios guardaste
No es justo que te las vuelva.
Juntemos brazos y pechos,
Que juntos es bien se vean
Brazos y pechos que a Dios
En vida y muerte sustentan.
A Dios tuvistes los brazos
Atándole de manera
Que pudo el ladrón del hombre,
Llegar a hurtar sus riquezas.
Pues a Dios tuviste en peso,
Cruz, muy grandes son tus fuerzas,
Pues le hicistes dar en sí
Cuanto pudo y cuanto era.
Contigo me crucifica,
Y si por clavos lo dejas,
Aquí están aquestos tres
Que hasta el alma me atraviesan.
¿Cómo siendo arco de paz,
Para mí lo eres de guerra?
Pues son de mi corazón
Aquestos clavos tres flechas.
¡Ay Hijo! si nunca errastes,
¿Cómo con clavos os hierran?
Pues vuestra Madre es la esclava,
Hieren a la Madre vuestra.
¡Oh ensangrentadas espinas,
Que os subís a la cabeza,
A que mi rosa encarnada,
Como rosa, espinas tenga!
¡Ay espinas de mis ojos,
Que a sacar sangre estáis hechas!
¡En ellos quiero poneros
Porque también sangre viertan!
¡Ay dolorosos despojos
De la victoria sangrienta,
Venid a ser haz de mirra
De mi pecho y mi paciencia!
Herid el pecho que os ama,
Herid la boca que os besa,
Estos brazos y estos ojos».
Dijo; y quedóse suspensa.
Con lágrimas acompaña,
Alma, a su Madre y su Reina,
Que sola al pie de la cruz
Llora su muerte y su ausencia.
El templo rompe su velo,
La luna en sangre se anega,
Gime el aire y brama el mar,
Llora el sol, tiembla la tierra,
Alma, tiembla, gime y llora,
Que hasta las piedras te enseñan,
Pues quiebran sus corazones,
Cuando el tuyo se hace piedra.
Los muertos, a quien dio vida,
Sienten su pasión acerba,
Y tú, que se la quitastes,
Ni la lloras ni la piensas.

J. DE VALDIVIELSO.



VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - NATIVIDAD DE LA VIRGEN