Mater et magistra ES 15

Nueva confirmación de una directriz

15 15. (84) No es posible determinar en un solo esquema las estructuras de un sistema económico que mejor respondan a la dignidad de los hombres y sean más idóneas para desarrollar en ellos el sentido de responsabilidad. Sin embargo, Nuestro Predecesor Pío XII traza oportunamente esta directriz:

En la agricultura, en las artes y en los oficios, en el comercio y en la industria, hay que garantizar y promover la pequeña y la mediana propiedad; las uniones cooperativas deben asegurarles los beneficios de las grandes empresas; y... ha de ofrecerse la posibilidad de moderar el contrato de trabajo mediante un contrato de sociedad (36).

(36) Nuntius radioph. d. d. 1 sept. 1944: cf. A. A. S. 36 (1944) 254.


Empresa artesana y empresa cooperativa

16 16. (85) Por lo tanto, se deben conservar y promover, en armonía con el bien común y dentro de las posibilidades técnicas, la empresa artesana, la empresa agrícola de dimensiones familiares; y también las iniciativas cooperativas, que son el complemento y perfección de las dos precedentes.

(86) Más adelante hablaremos de la empresa agrícola de dimensiones familiares. Aquí creemos oportuno hacer alguna indicación tocante a la empresa artesana y a la cooperativa.

(87) Ante todo, se debe notar bien que ambas empresas, para ser vitales, deben incesantemente ajustarse, así en las estructuras como en su funcionamiento y en la producción, a las situaciones siempre nuevas

423 determinadas por los progresos de las ciencias y de las técnicas, y también por las mudables exigencias y preferencias de los consumidores: acción de reajuste, que debe ser realizada en primer lugar por los propios artesanos y por los propios cooperativistas.

(88) Para tal fin, es necesario que unos y otros tengan buena formación en el aspecto técnico y en el humano, y que estén profesionalmente organizados; y es también indispensable que se realice una conveniente política económica relativa sobre todo a la instrucción, los impuestos, el crédito y los seguros sociales.

(89) Por otra parte, la acción de los poderes públicos en favor de los artesanos y los cooperativistas halla su justificación, además, en el hecho de que unos y otros son portadores de genuinos valores humanos y contribuyen al progreso de la civilización.

(90) Invitamos, por tales razones, con paternal ánimo a Nuestros carísimos hijos artesanos y cooperativistas, esparcidos por todo el mundo, a que sean muy conscientes de la nobleza de su profesión y de su valiosa contribución, para que mantengan firmes en las Comunidades nacionales el sentido de la responsabilidad y el espíritu de colaboración y permanezca en ellos ardiente la aspiración a producir obras de un trabajo fino y original.


Presencia activa de los trabajadores en las empresas grandes y medianas

17 17. (91) Además, moviéndonos en la dirección trazada por Nuestros Predecesores, también Nos consideramos que es legítima en los obreros la aspiración a participar activamente en la vida de las empresas, en las que están incorporadas y trabajan. No es posible prefijar los modos y grados de tal participación, pues se hallan en relación con la situación concreta que cada empresa presente; situación, que puede variar de una empresa a otra, y que en lo interior de cada empresa está sujeta a cambios, a menudo rápidos y fundamentales. Creemos, sin embargo, oportuno llamar la atención sobre el hecho de que el problema de la presencia activa de los obreros existe siempre, sea pública o privada la empresa; y, en cada caso, se debe tender a que la empresa llegue a ser una verdadera asociación humana, que con su espíritu influya profundamente en las relaciones, funciones y deberes de cada uno de sus individuos.

424 (92) Esto exige que las relaciones entre los empresarios y dirigentes, por una parte, y los dadores de obra, por la otra, lleven en cada empresa el sello del respeto, la estima, la comprensión, la leal y activa colaboración e interés como en una obra común; y que el trabajo sea concebido y vivido por todos los miembros de la empresa, no sólo como fuente de ingresos, sino también como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio. Eso implica también que los obreros puedan hacer oír su voz y prestar su aportación para el eficiente funcionamiento y desarrollo de la empresa.

Observaba Nuestro predecesor Pío XII: La función económica y social que todo hombre aspira a realizar exige que el desarrollo de la actividad de cada uno no esté totalmente sometido a una voluntad ajena (37).

Una concepción humana de la empresa debe, sin duda, salvaguardar la autoridad y la necesaria eficacia de la unidad de dirección; pero no puede reducir a sus colaboradores de cada día a la condición de simples silenciosos ejecutores, sin posibilidad alguna de hacer valer su experiencia, enteramente pasivos respecto a las decisiones que dirigen su actividad.

(37) Allocutio hab. d. 8 sept. 1956. Cf. A. A. S. 48 (1956) 799-800.


(93) Conviene, por último, recordar que el ejercicio de la responsabilidad, por parte de los obreros, en los organismos de producción, al mismo tiempo que responde a las legítimas exigencias propias de la naturaleza humana, está también en armonía con el desarrollo histórico en el campo económico-social-político.

(94) De lamentar es que, como ya hemos indicado y se verá más ampliamente después, no son pocos los desequilibrios económico-sociales que en nuestro tiempo ofenden a la justicia y a la humanidad, y profundos errores dan forma a la actividad, fines, estructuras y funcionamiento del mundo económico. No obstante, es un hecho indiscutible que los regímenes económicos, por el impulso de los progresos científico-técnicos, se van hoy modernizando y se tornan más eficientes, con ritmo mucho más rápido que en lo pasado. Esto exige de los obreros aptitudes y cualidades profesionales más elevadas. Simultáneamente, y como consecuencia, se ponen a su disposición mayores medios y más amplios márgenes de tiempo para que se instruyan y se pongan al día, para su cultura y su formación moral y religiosa.

425 (95) Se hace también posible un aumento de los años destinados a la instrucción básica y a la formación profesional de las nuevas generaciones.

(96) De ese modo se crea un ambiente humano que favorece en las clases trabajadoras el que puedan tomar funciones incluso de grave responsabilidad, en sus respectivas empresas; mientras las Comunidades políticas muestran cada vez mayor interés en que todos los ciudadanos se sientan responsables de la realización del bien común en todos los sectores sociales.



Presencia de los trabajadores en todos los sectores

18 18. (97) La época moderna ha logrado un amplio desarrollo del movimiento asociativo de los trabajadores y su reconocimiento general en los ordenamientos jurídicos de los diversos Países y en el plano internacional, para los fines específicos de colaboración, sobre todo mediante el contrato colectivo. No podemos, sin embargo, dejar de hacer notar cuán oportuno o necesario es que la voz de los obreros tenga posibilidad de hacerse oír y escuchar más allá del ámbito de cada empresa productora, y aun en cualquiera de los estratos nacionales.

(98) La razón consiste en que cada uno de los organismos productores, por muy amplias que puedan ser sus dimensiones y elevada e influyente su eficiencia, están vitalmente insertados en la estructura económico-social de las respectivas Comunidades políticas y condicionados por ella.

(99) Pero las resoluciones que más influyen sobre aquella estructura no son tomadas en lo interior de cada uno de los organismos productores; son, por lo contrario, decididas por poderes públicos o por instituciones que operan en plano mundial, o regional, o nacional, o de sector económico, o de categoría productora. De ahí la oportunidad o la necesidad de que, así en los poderes públicos como en las referidas instituciones, además de los que aportan capitales o de quienes representan sus intereses, también se hallen presentes los obreros o quienes representan sus derechos, exigencias y aspiraciones.

(100) Nuestro afectuoso pensamiento y Nuestro paternal estímulo se dirigen hacia las asociaciones profesionales y los movimientos sindicales de inspiración cristiana, presentes y actuantes en diversos Continentes,

426 y que en medio de muchas y a veces graves dificultades han sabido trabajar y continúan trabajando por la eficaz defensa de los intereses de las clases obreras y por su elevación material y moral, tanto en el ámbito de cada una de las Comunidades políticas como en el plano mundial.

(101) Con satisfacción creemos obligado el poner bien de relieve que su meritoria obra no debe medirse tan sólo por sus resultados directos o inmediatos, fácilmente comprobables, sino también por sus positivas repercusiones en todo el mundo del trabajo, en medio del cual difunde ideas rectamente orientadoras y al que lleva un impulso cristianamente renovador.

(102) Tal creemos, también, que debe considerarse la acción que Nuestros amados hijos ejercen con ánimo cristiano en otras Asociaciones profesionales y movimientos sindicales que, inspirados en los principios naturales de la convivencia, respetan -en lo moral y en lo religioso- la libertad de las conciencias.

(103) Y también Nos complacemos en expresar Nuestro cordial aprecio hacia la Organización Internacional del Trabajo (O. I. T.), que desde hace decenios presenta su eficaz y preciosa colaboración para instaurar en el mundo un orden económico-social ajustado a los principios de la justicia y de la humanidad, en el que encuentran su expresión incluso las demandas legítimas de los obreros.


Propiedad privada


Cambios modernos

19 19. (104) En estos último decenios, como es sabido, la separación entre propiedad de los bienes de producción y responsabilidades directivas en los mayores organismos económicos se ha ido acentuando cada día más. Sabemos que esto crea difíciles problemas de control por parte de los poderes públicos para garantizar que los objetivos pretendidos por los dirigentes de las grandes organizaciones, sobre todo aquellas que mayor repercusión tienen en la entera vida económica de una Comunidad política, no estén en contraposición con las exigencias del bien común. Son problemas, como la experiencia atestigua, que se plantean igualmente tanto si los capitales que alimentan las grandes empresas son de propiedad de ciudadanos particulares como si proceden de entidades públicas.

427 (105) También es verdad que no son pocos actualmente -y su número va creciendo- los ciudadanos que encuentran la razón de mirar con serenidad el porvenir en el hecho de contar con la seguridad social o con otros sistemas de seguros; serenidad, que en otro tiempo se fundaba en la propiedad de patrimonios, siquiera fueran modestos.

(106) Por último, ha de observarse que en nuestros días se aspira, más que a convertirse en propietario de bienes, a adquirir capacidad profesional, y se tiene mayor confianza en los recursos que se obtienen del trabajo o de los derechos fundados en el trabajo que en las rentas cuya fuente es el capital o derechos fundados sobre el capital.

(107) Eso, por otra parte, está en armonía con el carácter preeminente del trabajo como expresión inmediata de la persona, frente al capital, que es un bien de orden instrumental, por su naturaleza; lo cual ha de ser considerado, por lo tanto, un paso hacia adelante en la civilización humana.

(108) Los indicados aspectos que presenta el mundo económico han contribuido ciertamente a difundir la duda sobre si hoy ha dejado de ser válido o ha perdido importancia un principio, del orden económico-social, constantemente enseñado y propugnado por Nuestros Predecesores, es decir, el principio en que se establece el derecho natural de la propiedad privada de los bienes, incluso de los bienes de producción.


Reafirmación del derecho de propiedad

20 20. (109) Esa duda no tiene razón de existir. El derecho de propiedad privada de los bienes, aun de los de producción, tiene valor permanente, precisamente porque es derecho natural fundado sobre la prioridad ontológica y de finalidad de los seres humanos particulares, respecto de la sociedad Por otra parte, en vano se insistiría en la libre iniciativa privada en el campo económico, si a dicha iniciativa no le fuese permitido disponer libremente de los medios indispensables para su afirmación. Además, la historia y la experiencia atestiguan que, en los regímenes políticos que no reconocen el derecho de propiedad privada de los bienes incluso de producción, son oprimidas y sofocadas las expresiones fundamentales de la libertad; por eso es legítimo deducir que éstas encuentran garantía y estímulo en aquel derecho.

(110) En esto halla su explicación el hecho de que ciertos movimientos político-sociales que se proponen conciliar y hacer convivir la justicia con la libertad, y que eran hasta ayer netamente negativos respecto al derecho de propiedad privada de los bienes instrumentales, hoy, más plenamente informados sobre la realidad social, rectifican su propia posición y asumen, respecto a aquel derecho, una actitud substancialmente positiva.

428 (111) Hacemos, pues, Nuestras, en esta materia, las observaciones de Nuestro predecesor Pío XII: Luego, cuando la Iglesia defiende el principio de la propiedad privada, persigue un alto fin ético-social. Ella ya no pretende, pura y simplemente, mantener el actual estado de cosas, como si en él viera la expresión de la divina voluntad, ni proteger por principio al rico y al plutócrata contra el pobre y el menesteroso; ¡muy al contrario! Pero la Iglesia persigue, ante todo, que la institución de la propiedad privada sea tal cual debe ser según los designios de la divina sabiduría y las disposiciones de la naturaleza (38). Es decir, que sea garantía de la libertad esencial de la persona y al mismo tiempo un elemento insustituible del orden de la sociedad.

(38) Nuntius radioph. d. d. 1 sept. a. 1944, Cf. A. A. S. 36 (1944) 253.


(112) Además, ya lo hemos advertido, hoy, en muchas Comunidades políticas, los procedimientos económicos van aumentando rápidamente su eficiencia productora; pero, creciendo las ganancias, la justicia y la equidad exigen, según ya se ha visto, que dentro de los límites consentidos por el bien común sea también elevada la remuneración del trabajo; ello permite más fácilmente a los obreros ahorrar y formarse así un patrimonio. No se comprende, por lo tanto, cómo puede ser negado el carácter natural de un derecho que halla su origen principal y su perenne alimentación en la fecundidad del trabajo; que constituye un medio apropiado para la afirmación de la persona humana y el ejercicio de la responsabilidad en todos los campo; un elemento de consistencia y de serenidad para la vida familiar y de pacífico y ordenado progreso en la convivencia.


Efectiva difusión

21 21. (113) No basta afirmar el carácter natural del derecho de propiedad privada, incluso de los bienes de producción, sino que también se ha de propugnar insistentemente su efectiva difusión entre todas las clases sociales.

(114) Según afirma Nuestro predecesor Pío XII, la dignidad de la persona humana exige normalmente, como fundamento natural para vivir, el derecho al uso de los bienes de la tierra, al cual corresponde la obligación fundamental de otorgar a todos, en cuanto posible sea, una propiedad privada (39);

(39) Nuntius radioph. d. d. 24 dec. a. 1942; cf. A. A. S. 35 (1943) 17.

429 y, por otra parte, entre las exigencias que se derivan de la nobleza moral del trabajo, también se halla comprendida la conservación y el perfeccionamiento de un orden social que haga posible una segura, aunque modesta, propiedad privada a todas las clases del pueblo (40).

(40) Cf. ibid. 20.


(115) Tanto más debe propugnarse y realizarse la difusión de la propiedad en un tiempo como el nuestro, en el cual, según ya se indicó, los sistemas económicos de un número creciente de Comunidades políticas están en camino de rápido desarrollo; por lo cual, si se utilizan recursos técnicos, de diversa naturaleza pero de comprobada eficacia, no resulta difícil promover iniciativas y llevar adelante una política económico-social que aliente y facilite una más amplia difusión de la propiedad privada de bienes de consumo duraderos, de la vivienda, del predio (familiar), de los enseres propios de la empresa artesana y agrícola-familiar, de acciones en las sociedades grandes o medianas; como ya se está practicando ventajosamente en algunas Comunidades políticas económicamente desarrolladas y socialmente avanzadas.


Propiedad pública

22 22. (116) Cuanto se ha venido exponiendo no excluye, como es obvio, que también el Estado y las demás entidades públicas puedan legítimamente poseer en propiedad bienes de producción, especialmente cuando llevan consigo tal preponderancia económica que no se podría, sin poner en peligro el bien común, dejarlos en mano de los particulares (41).

(41) Litt. enc. Quadragesimo anno: A. A. S. 23 (1931) 214.

(117) En la época moderna existe la tendencia hacia una progresiva ampliación de la propiedad cuyo sujeto es el Estado u otras entidades de derecho público. Este hecho encuentra una explicación en el desarrollo de las funciones cada vez más vastas que el bien común exige a los poderes públicos. Mas también en esta materia debe seguirse el principio de la subsidiaridad, ya enunciado; según el cual, ni el Estado ni las otras entidades de derecho público deben extender su propiedad sino tan sólo cuando lo exigen motivos de manifiesta y verdadera necesidad del bien común, y no con el fin de reducir la propiedad privada, y menos aún de eliminarla.

430 (118) Ni ha de olvidarse que las iniciativas de naturaleza económica del Estado y de otras entidades de derecho público deben confiarse a las personas que a una excepcionalmente sólida competencia junten una honradez ejemplar y un vivo sentido de responsabilidad para con el País. Además de que sus actuaciones deben estar sujetas a un cuidadoso y constante control, incluso para evitar que en el seno de la propia organización del Estado se formen centros de poder económico, con daño de su misma razón de ser, que es el bien de la comunidad.



Función social (prop. priv.)

23 23. (119) Otro punto de doctrina propuesto constantemente por Nuestros Predecesores es que, al derecho de propiedad privada sobre los bienes, le es intrínsecamente inherente una función social. En efecto, en el plan de la creación, los bienes de la tierra están destinados, ante todo, para el honesto sustento de todos los seres humanos, como sabiamente enseña Nuestro predecesor León XIII en la encíclica Rerum novarum:
Quienes han recibido de la munificencia de Dios mayor abundancia de bienes, ya exteriores y corporales, ya internos o espirituales, los han recibido a fin de servirse de ellos para su perfección, y al mismo tiempo como administradores de la divina Providencia, en beneficio de los demás. Por lo tanto, el que tenga talento, cuide no callar; el que abundare en bienes, cuide no ser demasiado duro en el ejercicio de la misericordia; quien posee un oficio de que vivir, haga participante de sus ventajas y utilidades a su prójimo (42).

(42) AL 11 (1891) 114.


(120) En nuestro tiempo, tanto el Estado como las entidades de derecho público han extendido y siguen extendiendo el campo de su presencia e iniciativa; pero no por esto ha desaparecido, como algunos erróneamente se inclinan a pensar, la razón de ser de la función social de la propiedad privada, ya que dicha función social brota de la naturaleza misma del derecho de propiedad. Además, siempre hay una amplia variedad de situaciones dolorosas y de necesidades delicadas y a la par agudas, que las formas oficiales de la acción pública no pueden alcanzar, y que, en todo caso, no están capacitadas para satisfacer; por lo cual siempre queda abierto un vasto campo para la sensibilidad humana y la caridad cristiana de los particulares. Por último, ha de observarse que, para la promoción de los valores espirituales son a menudo más fecundas las múltiples iniciativas de personas aisladas o de grupos, que la acción de los poderes públicos.

431 (121) Nos complacemos aquí en recordar cómo en el Evangelio es considerado legítimo el derecho de propiedad privada sobre los bienes; pero al mismo tiempo el Maestro Divino dirige frecuentemente a los ricos apremiantes llamadas para que muden en bienes espirituales, sus bienes materiales, dándolos a los necesitados, bienes que el ladrón no roba, ni la polilla o el orín corroen y que ellos encontrarán aumentados en los graneros eternos del Padre Celestial: No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el gusano los consumen, o donde los ladrones perforan y roban. Antes bien, amontonad tesoros en el cielo: allí no hay ni la polilla ni el gusano que los consuman, ni ladrones que perforen y roben (43). Y el Señor considerará como hecha o negada a Sí mismo, la caridad hecha o negada a los indigentes: En verdad yo os lo digo, en la medida en que lo hicisteis a uno de estos mis más pequeños hermanos, a Mí lo hicisteis (44).

(43)
Mt 6,19-20.
(44) Mt 25,40.


III. NUEVOS ASPECTOS DE LA CUESTION SOCIAL

24 24. (122) El desarrollo de la historia muestra cada vez más cómo las exigencias de la justicia y la equidad no sólo atañen a las relaciones entre trabajadores dependientes y empresarios o dirigentes, sino que también conciernen a las relaciones entre los diferentes sectores económicos, y entre las zonas económicamente más desarrolladas y las zonas económicamente menos desarrolladas dentro de una misma nación; y, en el plano mundial, a las relaciones entre países en diverso grado de desarrollo económico-social.


Exigencias de justicia en orden a las relaciones entre los sectores productores


Agricultura, sector deprimido

25 25. (123) En el plano mundial, no parece que la población agrícola-rural haya disminuido, en términos absolutos. No obstante, es indiscutible la existencia de un éxodo de la población agrícola-rural hacia los núcleos o centros urbanos, éxodo que se verifica en casi todos los Países y que algunas veces adquiere proporciones multitudinarias y crea problemas humanos complejos, de difícil solución, en lo que atañe a la vida y dignidad de los ciudadanos.
(124) Sabemos que a medida que progresa una economía, disminuyen las fuerzas de trabajo aplicadas a la agricultura, mientras crece el porcentaje de las fuerzas de trabajo dedicadas a la industria y al sector de los servicios.

432 Sin embargo, pensamos que el éxodo de la población del sector agrícola hacia otros sectores productivos, se debe a menudo, además de a las razones objetivas del desarrollo económico, a múltiples factores, entre los cuales se cuentan el ansia de huir de un ambiente considerado cerrado y sin porvenir; el deseo de novedades y aventuras, de que está poseída la presente generación; el atractivo de un rápido enriquecimiento; la ilusión de vivir con mayor libertad, gozando de medios y facilidades que de ordinario ofrecen los núcleos y los centros urbanos. Pero, además, creemos que no es posible dudar de que dicho éxodo encuentra uno de sus factores en el hecho de que el sector agrícola, casi en todas partes, es un sector insuficientemente desarrollado, sea por lo que se refiere al índice de productividad de las fuerzas del trabajo, sea por lo que se refiere al tenor de vida de las poblaciones agrícolas-rurales.

(125) De ahí un problema de fondo, que se plantea en casi todos los Estados: cómo proceder para que llegue a reducirse el desequilibrio en la eficiencia productiva, entre el sector agrícola, por una parte, y, por la otra, el sector de la industria y los servicios; y para que el tenor de vida de la población agrícola-rural se distancie lo menos posible del tenor de vida de los ciudadanos que obtienen su retribución del sector de la industria o del de los servicios; y que cuantos trabajan la tierra no padezcan un complejo de inferioridad, antes al contrario, estén bien persuadidos de que, también dentro del ambiente agrícola-rural, pueden afirmar y perfeccionar su persona mediante su trabajo, y mirar confiados al porvenir.

(126) Nos parece, por lo mismo, oportuno indicar algunas directrices que pueden contribuir a resolver el problema; directrices que pensamos tengan valor, cualquiera sea el ambiente histórico en el que se actúa, con la condición -como es obvio- de ser aplicadas en la forma y grados que el ambiente permite, sugiere o exige.


Adecuación de los servicios públicos esenciales

26 26. (127) Ante todo, es indispensable ocuparse, especialmente por parte de los poderes públicos, de que en los ambientes agrícolas-rurales tengan conveniente desarrollo los servicios esenciales, como los caminos, los transportes, las comunicaciones, el agua potable, la vivienda, la asistencia sanitaria, la instrucción básica y la instrucción técnico-profesional, las condiciones apropiadas para la vida religiosa, los medios recreativos; y de que haya en ellos disponibilidad de aquellos productos que permitan a la casa agrícola-rural estar acondicionada y funcionar de un modo moderno.

433 Cuando en los ambientes agrícolas-rurales falten tales servicios, elementos constitutivos hoy de un tenor de vida digno, su desarrollo económico y su progreso social llegan a ser casi imposibles o avanzan con demasiada lentitud. Y esto tiene la consecuencia de que llega a ser casi incontenible y difícilmente controlable el que la población huya de los campos.


Desarrollo gradual y armónico del sistema económico

27 27. (128) Se requiere, además, que el desarrollo económico de las Comunidades políticas sea realizado en manera gradual y con armónica proporción entre todos los sectores productivos. Es decir, se necesita que en el sector agrícola se efectúen las innovaciones concernientes a las técnicas productoras, la selección de los cultivos y las estructuras administrativas que el sistema económico, mirado en su conjunto, permite y pide; y que, lo más que sea posible, se efectúen en las debidas proporciones respecto al sector de la industria y de los servicios.

(129) La agricultura viene así a absorber una mayor cantidad de bienes industriales, y pide una más calificada prestación de servicios; a su vez, ofrece a los otros dos sectores y a la comunidad entera los productos que responden mejor, en cantidad y calidad, a las exigencias del consumo, contribuyendo a la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda: elemento muy positivo para el desarrollo ordenado de todo el sistema económico.

(130) En tal manera creemos que también debería resultar menos difícil, tanto en las zonas que se abandonan como en aquellas a las que acuden, controlar el movimiento de las fuerzas del trabajo que han quedado libres por la progresiva modernización de la agricultura; proporcionarles formación profesional para su provechosa inserción en los otros sectores productivos; y la ayuda económica, la preparación y la asistencia espiritual para su integración social.


Apropiada política económica

28 28. (131) Para obtener un desarrollo económico que mantenga proporción armónica entre todos los sectores productivos, es también absolutamente necesaria una vigilante política económica en la materia agrícola;

434 política económica que atienda prudente a los impuestos, al crédito, a los seguros sociales, a la defensa de los precios, a la promoción de industrias complementarias, a la modernización de las instalaciones lo más perfectas posible.


Imposición tributaria

29 29. (132) Principio fundamental en un sistema tributario que sea conforme a la justicia y a la equidad, es que las cargas sean completamente proporcionadas a la capacidad contributiva de los ciudadanos.

(133) Mas responde también a una exigencia del bien común el tener presente, en el reparto de los tributos, que las "entradas" en el sector agrícola se forman con una mayor lentitud y están expuestas a mayores riesgos en dicha formación; y que se encuentran también mayores dificultades en lograr los capitales indispensables para su incremento.


Capitales a conveniente interés

30 30. (134) Por las razones ya indicadas, los poseedores de capitales son muy poco inclinados a invertirlos en este sector; y en cambio son propensos a emplearlos en los demás sectores. Por el mismo motivo, la agricultura no puede pagar altos intereses, y ni siquiera, por lo regular, los intereses del mercado, para procurarse los capitales necesarios en su desarrollo y en el normal incremento de sus empresas. Es, por lo tanto, necesario, atendiendo a razones del bien común, aplicar una particular política crediticia y dar vida a instituciones de crédito que aseguren a la agricultura esos capitales, con un tipo de interés en condiciones convenientes.


Seguros sociales

31 31. (135) En agricultura puede ser indispensable el implantar dos sistemas de seguro: uno relativo a los productos agrícolas, y el otro a los agricultores y sus respectivas familias.

435 Por el hecho de que la renta agrícola pro-capite es, generalmente, inferior a la renta pro-capite de los sectores de la industria y de los servicios, no sería conforme a los criterios de la justicia social y de la equidad el que se implantaran sistemas de seguros sociales o de seguridad social en los cuales el trato dado a los agricultores, y a sus respectivas familias, fuera sustancialmente inferior al que se garantiza al sector de la industria y de los servicios. Estimamos, por lo tanto, que la política social debe proponerse que el trato del régimen de seguros dado a los ciudadanos no presente diferencias notables, cualquiera que sea el sector económico en el que trabajen o de cuyos réditos vivan.
(136) Los sistemas de seguros sociales y de seguridad social pueden contribuir eficazmente a una redistribución de la renta total de la Comunidad política, según criterios de justicia y de equidad; y pueden, por lo tanto, considerarse uno de los instrumentos para reducir los desequilibrios, en el tenor de vida, entre las diversas categorías de ciudadanos.


Tutela de los precios

32 32. (137) Dada la naturaleza de los productos agrícolas, es necesario que se promueva un sistema eficaz para defender sus precios, utilizando para tal fin los múltiples recursos que hoy es capaz de sugerir la técnica económica. Sería muy de desear que tal sistema sea principalmente obra de las propias clases interesadas; pero no puede faltarle la acción moderadora de los poderes públicos.

(138) Ni ha de olvidarse, en esta materia, que el precio de los productos agrícolas a menudo constituye una retribución del trabajo más bien que una remuneración del capital.

(139) El Pontífice Pío XI, en la encíclica Quadragesimo anno, observa con razón que a la realización del bien común contribuye la justa proporción entre los salarios; pero inmediatamente añade: y con ella se enlaza estrechamente la razonable proporción entre los precios de venta obtenidos por las distintas artes, cuales son la agricultura, la industria y otras semejantes (45).

(45) Cf. A. A. S. 23 (1931) 202.


(140) Es verdad que los productos agrícolas están ordenados a satisfacer ante todo necesidades humanas primarias; por lo cual sus precios deben ser tales que los hagan accesibles a la totalidad de los consumidores. Sin embargo, es claro que no puede aducirse esa razón para forzar a toda una categoría de ciudadanos a un estado permanente de inferioridad económico-social, privándoles de un poder de compra indispensable para su digno tenor de vida: ello también está en plena oposición al bien común.



Integración de las rentas agrícolas

33 33. (141) También es oportuno promover -en las zonas agrícolas- las industrias y los servicios relativos a la conservación, transformación y transporte de los productos agrarios. Y, además, es deseable que en ellas se desarrollen iniciativas propias de los otros sectores económicos y otras actividades profesionales: de ese modo se ofrecen a las familias de agricultores posibilidades de aumentar sus rentas, y ello en el mismo ambiente en que viven y trabajan.



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