Mater et magistra ES 34

Adecuación de las estructuras de la empresa agrícola

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34 34. (142) Finalmente, no es posible establecer a priori cuál sea la estructura más conveniente para la empresa agrícola, dada la variedad que presentan los ambientes agrícolas-rurales en el interior de cada Comunidad política, y, más aún, entre los diversos Países del mundo. Con todo, cuando se tiene una concepción humana y cristiana del hombre y de la familia, no se puede menos de considerar como ideal la empresa que está configurada y funciona como una comunidad de personas, en la que así sus relaciones internas como su estructura se ajusten a las normas de justicia y al criterio de la doctrina cristiana, especialmente si se trata de empresas de dimensión familiar. Nunca se hará bastante para que tal ideal se convierta en feliz realidad, en la proporción que cada tiempo lo permita.

(143) Es oportuno, sin embargo, llamar la atención sobre el hecho de que la empresa de dimensiones familiares es vital, a condición de que ella pueda lograr una renta suficiente para el decoroso tenor de vida de la respectiva familia. Para ello es indispensable que los cultivadores sean instruidos, puestos al día incesantemente y asistidos técnicamente en su profesión. También es muy de desear que los agricultores tengan sus convenientes asociaciones profesionales; que constituyan una red de variadas instituciones cooperativas, y que ocupen su lugar correspondiente así en los organismos administrativos como en los políticos.


Los trabajadores de la tierra: su "elevación"

35 35. (144) Estamos convencidos, no obstante, de que los promotores del desarrollo económico, del progreso social y de la elevación cultural de los ambientes agrícolas-rurales, deben ser los mismos interesados, es decir, los trabajadores de la tierra. Ellos pueden fácilmente comprobar la nobleza de su trabajo: ya porque viven en el templo majestuoso de la creación; ya porque están en frecuente contacto con la vida de las plantas y de los animales, vida inagotable en sus manifestaciones, inflexible en sus leyes, y que sin cesar evoca el recuerdo de la providencia de Dios Creador. Ella produce también la variedad de alimentos de que se nutre la familia humana, y proporciona un número cada vez mayor de materias primas a la industria.

(145) Es, además, un trabajo que pone de relieve la dignidad de una profesión que se distingue por la riqueza de sus aptitudes concernientes a la mecánica, la química, la biología;

437 aptitudes, que deben ponerse al día incesantemente, dada la repercusión que en el sector agrícola tienen los progresos científico-técnicos. Y también es un trabajo que se caracteriza por los aspectos y valores morales que le son privativos. Exige, en efecto, capacidad para orientarse y adaptarse, paciencia para esperar lo futuro, serio conocimiento para comprender la suma importancia de su profesión, espíritu para perseverar y capacidad para renovarse sin cesar.


Solidaridad y colaboración

36 36. (146) También se ha de recordar que en el sector agrícola, como por lo demás en cualquier otro sector productivo, la asociación es actualmente una exigencia vital; y lo es mucho más cuando el sector tiene como base la empresa de dimensiones familiares. Los trabajadores de la tierra deben sentirse solidarios los unos de los otros, y colaborar para dar vida a cooperativas y asociaciones profesionales o sindicales, unas y otras necesarias para lograr que la producción se beneficie de los progresos científico-técnicos, para contribuir eficazmente a la defensa de los precios de los productos, para ponerse en un plano de igualdad frente a las categorías económico-profesionales de los otros sectores productivos, ordinariamente organizadas, para que su voz sea oída en el campo político y en los órganos de la administración pública: las voces aisladas casi nunca tienen hoy posibilidad de hacerse oír y mucho menos de hacerse escuchar.


Sensibilidad a las llamadas del bien común

37 37. (147) Con todo, los trabajadores agrícolas, como por otra parte los trabajadores de cualquier otro sector productivo, al utilizar su multiforme organización, deben moverse dentro del ámbito del orden moral-jurídico: es decir, deben conciliar sus derechos y sus intereses con los derechos y los intereses de las otras categorías económico-profesionales, y subordinar los unos y los otros a las exigencias del bien común. Los trabajadores de la tierra, empeñados en mejorar y elevar el mundo agrícola-rural, pueden legítimamente pedir que su acción sea mantenida y apoyada por los poderes públicos, siempre que ellos por su parte se muestren y sean sensibles a las exigencias del bien común y contribuyan a su realización.

(148) Nos es grato, a propósito de esto, expresar Nuestra complacencia a aquellos hijos que en las más diversas partes del mundo se ocupan de las organizaciones cooperativas, de las asociaciones profesionales y de los movimientos sindicales, a fin de elevar económica y socialmente a todos cuantos cultivan la tierra.


Vocación y misión

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38 38. (149) En el trabajo agrícola encuentra la persona humana mil incentivos para su afirmación, para su progreso, para su enriquecimiento, para su expansión, incluso en la esfera de los valores del espíritu. Es, por lo tanto, un trabajo que debe concebirse y vivirse como una vocación y una misión: es decir, como una respuesta a la invitación de Dios a contribuir al cumplimiento de su plan providencial en la historia, como un compromiso a obrar el bien para la elevación de sí mismos y de los demás, y como una aportación a la civilización humana.


Acción de reequilibrio y de propulsión en las zonas subdesarrolladas

39 39. (150) Entre ciudadanos pertenecientes a una misma Comunidad política no es raro que haya pronunciadas desigualdades económico-sociales, debidas principalmente al hecho de que unos viven y trabajan en zonas económicamente más desarrolladas y otros en zonas económicamente menos desarrolladas. En semejante situación, la justicia y la equidad exigen que los poderes públicos actúen para que esas desigualdades sean eliminadas o disminuidas. A este fin se debe procurar que en las zonas menos desarrolladas se aseguren los servicios públicos esenciales y que esto se haga en las formas y en los grados sugeridos o reclamados por el ambiente y, normalmente, correspondientes al nivel medio de vida vigente en la Comunidad nacional. Pero es también necesario que se emprenda una política económico-social apropiada principalmente respecto a la oferta de trabajo y las migraciones, los salarios, las contribuciones, el crédito, las inversiones, atendiendo particularmente a las industrias de carácter propulsivo: política apta para promover la absorción y el empleo rentable de la mano de obra, para estimular la iniciativa empresarial, para aprovechar bien los recursos locales.

(151) Con todo, la acción de los poderes públicos debe hallar siempre su justificación en motivos del bien común. Por lo cual se ha de ejercer con criterios unitarios en el plano nacional, con la finalidad constante de contribuir al desarrollo gradual, simultáneo y proporcionado de los tres sectores productivos: agricultura, industria, servicios; y con preocupación activa de que los ciudadanos de las zonas menos desarrolladas se sientan y se comporten, en el mayor grado posible, como responsables y promotores de su propia elevación económica.

439 (152) Finalmente, se debe recordar cómo también la iniciativa privada debe contribuir a establecer el equilibrio económico y social entre las diferentes zonas de una Nación. Más aún, los poderes públicos, en virtud del principio de subsidiaridad, deben favorecer y ayudar a la iniciativa privada, confiando a ésta, siempre que sea posible de manera eficiente, la continuidad del desarrollo económico de lo ya iniciado.


Eliminar o reducir los desequilibrios entre tierra y población

40 40. (153) Aquí conviene tener muy presente cómo hay no pocas Naciones, en las cuales existen palmarias desigualdades entre territorio y población. Efectivamente, en unas hay escasez de hombres y abundancia de tierras de labor; mientras que en otras abundan los hombres y escasean las tierras cultivables.

(154) Además, hay Naciones, en las que, a pesar de la riqueza de los recursos naturales en estado potencial, lo primitivo de los cultivos no permite la producción de bienes suficientes para satisfacer las necesidades elementales de las respectivas poblaciones; mientras en otras Naciones el alto grado de modernización alcanzado en los cultivos, determina una superproducción de bienes agrícolas con reflejos negativos en la respectiva economía nacional.

(155) Es obvio que la solidaridad humana y la fraternidad cristiana piden que se establezcan entre los pueblos relaciones de colaboración activa y multiforme; colaboración, que permita y favorezca el movimiento de bienes, capitales y hombres, a fin de eliminar o disminuir las desigualdades apuntadas; pero de esto hablaremos luego más ampliamente.

(156) Queremos, sin embargo, expresar aquí Nuestra sincera estima por la obra eminentemente benéfica que realiza la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (F. A. O.), fomentando relaciones fecundas entre los pueblos, promoviendo la modernización de los cultivos, sobre todo en las Naciones que están en vía de desarrollo, aliviando el malestar de las poblaciones en las que escasean los alimentos.


Exigencias de justicia en las relaciones entre Naciones, en grado diverso de desarrollo económico


El problema de la época moderna

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41 41. (157) Tal vez el problema mayor de la época moderna es el de las relaciones entre las Comunidades políticas económicamente desarrolladas y las Comunidades políticas en vías de desarrollo económico: las primeras consiguientemente, con un alto nivel de vida; las segundas, en condiciones de escasez o de miseria. La solidaridad que une a todos los seres humanos y los hace como miembros de una sola familia, impone a las Comunidades políticas que disponen de superabundantes medios de subsistencia, el deber de no permanecer indiferentes frente a las Comunidades políticas cuyos miembros luchan contra las dificultades de la indigencia, de la miseria y del hambre, y no gozan de los derechos elementales de la persona humana. Tanto más cuanto que, dada la interdependencia cada vez mayor entre los pueblos, no es posible que reine entre ellos una paz duradera y fecunda, si el desnivel de sus condiciones económicas y sociales es excesivo.

(158) Conscientes de Nuestra paternidad universal, Nos sentimos el deber de reafirmar, en forma solemne, cuanto en otra ocasión hemos dicho: "Todos nosotros somos solidariamente responsables de las poblaciones subalimentadas..." (46). (Por eso) "es menester educar la conciencia en el sentido de la responsabilidad que pesa sobre todos y cada uno, particularmente sobre los más favorecidos" (47).

(46) Allocutio hab. d. 3 maii a. 1960. Cf. A. A. S. 52 (1960) 465.
(47) Cf. ibid.


(159) Bien claro está que el deber, siempre proclamado por la Iglesia, de ayudar al que lucha contra la indigencia y la miseria, lo deben mayormente sentir los católicos, quienes tienen un motivo nobilísimo en el hecho de ser miembros del Cuerpo Místico de Cristo: En esto -proclama el apóstol San Juan- hemos conocido el amor de Dios, en que dio El su vida por nosotros, y así nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien, gozando las riquezas del mundo, ve a su hermano en necesidad, y le cierra las entrañas ¿residiría el amor de Dios en él? (48).

(48)
1Jn 3,16-17.


(160) Vemos, pues, complacidos cómo las Comunidades políticas, que disponen de sistemas económicos altamente productivos, prestan su apoyo a las Comunidades políticas que se hallan en fase de desarrollo económico, para que con menor dificultad logren éstas mejorar sus propias condiciones de vida.



Auxilios urgentes

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42 42. (161) Hay Naciones en las cuales se producen bienes de consumo y sobre todo productos agrícolas con exceso; mientras hay otras, en las que grandes sectores populares luchan contra la miseria y el hambre: razones de justicia y de humanidad piden que las primeras vengan a socorrer a las segundas. Destruir o desperdiciar bienes que son indispensables a los seres humanos para que sobrevivan, es herir la justicia y la humanidad.

(162) Sabemos que producir bienes, particularmente agrícolas, que sobrepasen las necesidades de una Comunidad política, puede tener repercusiones económicamente negativas respecto a algunas categorías de ciudadanos. Pero ésta no es razón suficiente para eximir del deber de prestar una ayuda de "emergencia" a los indigentes y a los hambrientos; si bien es una razón para que se empleen todos los medios a fin de contener las repercusiones negativas y para que su peso se distribuya equitativamente entre todos los ciudadanos.


Cooperación científico-técnico-financiera

43 43. (163) Las ayudas de "emergencia", aunque respondan a un deber de humanidad y de justicia, no bastan para eliminar y ni siquiera para aminorar las causas que en un considerable número de Comunidades políticas determinan un estado permanente de indigencia, de miseria, o de hambre. Las causas se encuentran, principalmente, en lo primitivo o atrasado de sus sistemas económicos. Por lo cual no se pueden eliminar o reducir sino a través de una colaboración multiforme, encaminada a que sus ciudadanos adquieran aptitud, formación profesional, competencia científica y técnica; y a poner a su disposición los capitales indispensables para iniciar y acelerar el desarrollo económico con criterios y métodos modernos.

(164) Bien sabemos cómo en estos últimos años se ha ido difundiendo y madurando cada vez más la conciencia del deber de afanarse en fomentar el desarrollo económico y el progreso social en las Naciones que se debaten en medio de mayores dificultades.

(165) Organismos mundiales y regionales, Estados por sí solos, fundaciones, sociedades privadas, ofrecen a dichas Naciones en medida creciente su propia cooperación técnica en todos los sectores de la producción; y multiplican las facilidades a millares de jóvenes para que puedan estudiar en las Universidades de las Naciones más desarrolladas y adquirir una formación científico-técnica y profesional correspondiente a nuestro tiempo. Entre tanto, las instituciones bancarias mundiales, algunos Estados y entidades privadas proporcionan capitales y dan vida o contribuyen a dar vida a una red cada vez más rica de iniciativas económicas en las Naciones en proceso evolutivo. Nos complace aprovechar la presente ocasión para expresar Nuestro sincero aprecio de semejante obra ricamente fecunda. Pero no podemos dejar de observar que la cooperación científico-técnico-económica entre las Comunidades políticas económicamente desarrolladas y las que apenas están en la fase inicial o en vía de desarrollo, exige una expansión aún mayor que la actual;

442 y es de desear que tal expansión en los próximos decenios llegue a caracterizar sus relaciones.

(166) En este punto juzgamos oportunas algunas consideraciones y algunas advertencias.


Evitar los errores de lo pasado

44 44. (167) La prudencia aconseja que las Comunidades políticas, que se hallan en un estado inicial o poco avanzado en su desarrollo económico, tengan presentes las experiencias por las que pasaron las Comunidades políticas económicamente ya desarrolladas.

(168) Producir más y mejor responde a una exigencia de la razón y es también una necesidad imprescindible. Pero no es menos necesario y conforme a la justicia que la riqueza producida se reparta equitativamente entre todos los miembros de la Comunidad política: por lo cual se ha de tender a que el desarrollo económico y el progreso social vayan a la par. Esto requiere que se actúe, en cuanto sea posible, gradual y armónicamente en todos los sectores de la producción: agricultura, industria y servicios.


Respeto a las peculiaridades de cada Pueblo

45 45. (169) Las Comunidades políticas en fase de desarrollo económico suelen presentar un sello inconfundible de propia individualidad: ya por los recursos y características específicas del propio ambiente natural, ya por sus tradiciones, a menudo ricas en valores humanos, ya por las cualidades típicas de sus propios miembros.

(170) Las Comunidades políticas económicamente desarrolladas, al prestar su cooperación, deben reconocer y respetar aquella individualidad y superar la tentación que les empuja a proyectarse, a través de su cooperación, en las Comunidades que se están desarrollando económicamente.


Obra desinteresada

46 46. (171) Pero la tentación mayor que puede hacer presa en las Comunidades políticas económicamente desarrolladas es la de aprovecharse de su cooperación técnico-financiera para influir en la situación política de las Comunidades en fase de desarrollo económico, a fin de realizar en ellas planes de predominio.

(172) Donde esto se verifique, se debe declarar explícitamente que en tal caso se trata de una nueva forma de colonialismo, que, por muy hábilmente que se disfrace,

443 no por ello sería menos dominadora que la antigua forma de colonialismo, de la cual muchos pueblos han salido recientemente; nueva forma de colonialismo, que influiría negativamente en las relaciones internacionales, al constituir una amenaza y un peligro para la paz mundial.

(173) Es, pues, indispensable y conforme a una exigencia de la justicia que la mencionada cooperación técnico-financiera se preste con el más sincero desinterés político, a fin de poner a las Comunidades, que se hallan en vía de desarrollo económico, en condiciones de realizar por sí mismas su propia elevación económico-social.

(174) De este modo se ofrece una preciosa contribución a la formación de una Comunidad mundial, en la cual todos los miembros sean sujetos conscientes de sus propios deberes y de sus propios derechos, y que trabajen, en plano de igualdad, por la consecución del bien común universal.


Jerarquía de valores: su respeto

47 47. (175) Los progresos científico-técnicos, el desarrollo económico, las mejoras en las condiciones de vida, son ciertamente elementos positivos de una civilización. Pero debemos recordar que no son ni pueden ser considerados como valores supremos, con relación a los cuales revisten un carácter esencialmente instrumental.

(176) Observamos con amargura que en las Naciones económicamente desarrolladas no son pocos los seres humanos, en quienes se ha amortiguado, apagado o invertido la conciencia de la jerarquía de valores; es decir, en quienes los valores del espíritu se descuidan, olvidan o niegan; mientras los progresos de las ciencias y de las técnicas, el desarrollo económico, el bienestar material se pregonan y defienden frecuentemente como preeminentes y aun se ensalzan como única razón de la vida. Esto constituye una asechanza demoledora entre las más deletéreas, en la cooperación que los pueblos económicamente desarrollados prestan a los pueblos en fase de desarrollo económico: pueblos, en los cuales no raras veces, por antigua tradición, está aún viva y operante la conciencia de algunos de los más importantes valores humanos.

(177) Atentar a esa conciencia es esencialmente inmoral; en cambio, ha de ser respetada y, en lo posible, iluminada y perfeccionada para que siga siendo lo que es: fundamento de la verdadera civilización.


La Iglesia: su "contribución"

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48 48. (178) La Iglesia, como es sabido, es universal por derecho divino y lo es también históricamente por el hecho de estar presente, o de tender a estarlo, en todos los pueblos.

(179) El establecimiento de la Iglesia en un pueblo tiene siempre consecuencias positivas en el campo económico-social, como lo demuestran la historia y la experiencia. La razón es que los seres humanos, al hacerse cristianos, no pueden menos de sentirse obligados a mejorar las instituciones y los ambientes del orden temporal: ya para que en ellos no sufra mengua la dignidad humana, ya para que se eliminen o reduzcan los obstáculos del bien y aumenten los estímulos y las invitaciones al mismo.

(180) Además, la Iglesia, al penetrar en la vida de los pueblos, no es ni se siente jamás como una institución impuesta desde fuera. Esto se debe al hecho de que su presencia se concreta en el renacer o resucitar de cada uno de los seres humanos en Cristo; y quien renace o resucita en Cristo no se siente nunca coaccionado por lo exterior; al contrario, se siente libre en lo más profundo de su ser y encaminado hacia Dios; se consolida y ennoblece cuanto en él representa un valor, de cualquier naturaleza que sea.

(181) La Iglesia de Cristo -observa sabiamente Nuestro predecesor Pío XII-, fidelísima depositaria de la divina prudencia educadora, no puede pensar ni piensa en menoscabar y desestimar las características particulares que cada pueblo, con celoso cariño y comprensible orgullo, custodia y guarda cual precioso patrimonio. Su fin (de la Iglesia) es la unidad sobrenatural en el amor universal, sentido y practicado; no la uniformidad exclusivamente externa, superficial y, como tal, debilitadora. Todas las normas y cuidados que sirven para el desenvolvimiento prudente y ordenado de fuerzas y tendencias particulares y tienen su raíz en las más recónditas entrañas de toda estirpe, si es que no se oponen a las obligaciones que a la humanidad sobrevienen de la unidad de origen y común destino, la Iglesia los saluda con júbilo y los acompaña con sus maternales cuidados (49).

(49) Litt. enc. Summi Pontificatus: A. A. S. 31 (1939) 428-429.

445 (182) Vemos con profunda satisfacción cómo también hoy los ciudadanos católicos de las Comunidades en fase de desarrollo económico, por lo regular, no ceden a nadie el primer puesto al participar en el esfuerzo que sus propias Naciones hacen por progresar y elevarse en el campo económico-social.

(183) Entretanto, los ciudadanos católicos de las Comunidades económicamente desarrolladas, multiplican sus iniciativas secundando y haciendo más fecunda la ayuda que se da a las Comunidades en vía de desarrollo económico. Digna de especial consideración es la multiforme asistencia que ellos dispensan, en proporciones siempre crecientes, a los estudiantes de las Naciones de Africa y Asia diseminados por las Universidades de Europa y de América; y la preparación de sujetos dispuestos a trasladarse a las Naciones en fase de desarrollo económico para entre ellas ejercer actividades técnico-profesionales.

(184) A estos queridos hijos Nuestros, que por todas partes del mundo ponen de manifiesto la perenne vitalidad de la Iglesia en promover el progreso genuino y en vivificar las culturas, queremos les llegue Nuestra palabra paternalmente afectuosa de aplauso y de aliento.



Incremento demográfico y desarrollo económico

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49. (185) En estos últimos tiempos aflora a menudo el problema de la relación entre incrementos demográficos, desarrollo económico y disponibilidad de medios de subsistencia, así en el plano mundial, como respecto de las Comunidades políticas en fase de desarrollo económico.


Poblaciones - medios de subsistencia (desequilibrio)

(186) En el plano mundial observan algunos que, según cálculos estadísticos considerados como bastante atendibles, la familia humana en pocos decenios llegará a cifras muy elevadas; mientras el desarrollo económico procederá con ritmo menos acelerado. De donde deducen que, si no se provee oportunamente a limitar el crecimiento demográfico, la desproporción entre la población y los medios de subsistencia, en un futuro no lejano, se dejará sentir agudamente.

(187) En lo que se refiere a las Comunidades políticas en fase de desarrollo económico, se observa, siempre sobre la base de datos estadísticos, que la rápida difusión de medidas higiénicas y de cuidados sanitarios apropiados reduce mucho la cifra de la mortalidad, sobre todo la infantil;

446 mientras tiende a permanecer constante o casi constante, a lo menos durante un considerable periodo de tiempo, la cifra de la natalidad, que en esas comunidades suele ser elevada. Crece, pues, notablemente el exceso de nacimientos sobre el de defunciones; mientras no aumenta proporcionalmente la eficiencia productiva de los respectivos sistemas económicos. Es, pues, imposible que en las Comunidades políticas en vía de desarrollo económico mejore el nivel de vida; más aún, es inevitable que empeore. Por lo cual, para evitar que se termine en situaciones de extremo malestar hay quien estima indispensable recurrir a medidas drásticas para eludir o reprimir la natalidad.


El "problema": sus términos

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50. (188) Para decir la verdad, en el plano mundial, la relación entre el incremento demográfico por una parte y el desarrollo económico y disponibilidad de medios de subsistencia por otra, no parece, a lo menos por ahora y en un futuro próximo, que cree dificultad: en todo caso son demasiado inciertos y oscilantes los elementos de que disponemos para con ellos llegar a conclusiones seguras.

(189) Además, Dios, en su bondad y en su sabiduría, ha diseminado en la naturaleza recursos inagotables y ha dado a los hombres inteligencia y genio a fin de que creen los instrumentos idóneos para apoderarse de ellos y para hacerlos servir a la satisfacción de las necesidades y exigencias de la vida. Por lo cual la solución fundamental del problema no se ha de buscar en procedimientos que ofenden al orden moral establecido por Dios y ciegan los manantiales mismos de la vida humana, sino en un renovado empeño científico-técnico por parte del hombre, para profundizar y extender su dominio sobre la naturaleza. Los progresos ya realizados por las ciencias y las técnicas abren por esta vía horizontes ilimitados.

(190) Con todo, sabemos que en determinadas regiones y en ciertas Comunidades políticas en fase de desarrollo económico pueden presentarse y se presentan realmente graves problemas y dificultades, que se deben al hecho de una deficiente organización económico-social, que no ofrece por eso medios de vida proporcionados al índice de incremento demográfico; como también al hecho de que la solidaridad entre los pueblos no actúa en grado suficiente.

447 (191) Pero, aun en semejantes hipótesis, debemos inmediatamente afirmar con claridad que estos problemas no se han de afrontar y estas dificultades no se han de vencer recurriendo a métodos y a medios que son indignos del hombre y que sólo hallan su explicación en una concepción puramente materialista del hombre mismo y de su vida.

(192) La verdadera solución se halla solamente en el desarrollo económico y en el progreso social, que respeten y promuevan los verdaderos valores humanos, individuales y sociales; es decir, desarrollo económico y progreso social, realizados en el ámbito moral, en conformidad con la dignidad del hombre y con el inmenso valor que es la vida de cada uno de los seres humanos; y en una colaboración de escala mundial que permita y fomente una circulación ordenada y fecunda de útiles conocimientos, de capitales y de hombres.


Las leyes de la vida: su respeto

51 51. (193) Tenemos que proclamar solemnemente que la vida humana se transmite por medio de la familia, fundada en el matrimonio único e indisoluble, elevado para los cristianos a la dignidad de Sacramento. La transmisión de la vida humana está encomendada por la naturaleza a un acto personal y consciente y, como tal, sujeto a las leyes sapientísimas de Dios: leyes inviolables e inmutables, que han de ser acatadas y observadas. Por eso, no se pueden usar medios ni seguir ciertos métodos que podrían ser lícitos en la transmisión de la vida de las plantas y de los animales.

(194) La vida humana es sagrada: ya desde que aflora, implica directamente la acción creadora de Dios. Al violar sus leyes, se ofende a la Divina Majestad, se degrada el hombre y la humanidad, y hasta se enerva la misma comunidad de la que se es miembro.


Sentido de la responsabilidad: educación

52 52. (195) Es de suma importancia que se eduque a las nuevas generaciones con una adecuada formación cultural y religiosa, como es deber y derecho de los padres; y con un profundo sentido de responsabilidad en todas las manifestaciones de su vida y, por esto también, en orden a la creación de una familia y a la procreación y educación de los hijos. Estos deben formarse en una vida de fe y en una profunda confianza en la Divina Providencia, a fin de que estén dispuestos a arrostrar

448 fatigas y sacrificios en el cumplimiento de una misión tan noble y muchas veces ardua, como es la de colaborar con Dios en la transmisión de la vida humana y en la educación de la prole. Para semejante educación ninguna institución dispone de recursos tan eficaces como la Iglesia, la cual, aun por este motivo, tiene el derecho de ejercitar su misión con plena libertad.


Al servicio de la "vida"

53 53. (196) Recuerda el Génesis cómo Dios a los primeros seres humanos impuso dos mandamientos: el de transmitir la vida: creced y multiplicaos (50); y el de dominar la naturaleza: llenad la tierra y enseñoreaos de ella (51); mandamientos que mutuamente se completan.

(50)
Gn 1,28.
(51) Ibid.

(197) Verdad es que el mandamiento divino de dominar las cosas de la naturaleza no se ha dado para fines destructivos, sino más bien para que aquellas sirvan a las atenciones de la vida humana.

(198) Con tristeza notamos que una de las contradicciones más desconcertantes que atormentan nuestra época y en la que ésta se consume es que, mientras por un lado las situaciones de malestar se acentúan en extremo y se proyecta amenazador el espectro de la miseria y del hambre, por otro se utilizan, y a menudo en gran escala, los descubrimientos de la ciencia, las realizaciones de la técnica y los recursos económicos para crear terribles instrumentos de ruina y de muerte.

(199) La providencia de Dios concede al género humano medios suficientes para resolver en forma digna los múltiples y delicados problemas relativos a la transmisión de la vida; pero estos problemas pueden hacerse de difícil solución o insolubles, porque los hombres, descaminados en su inteligencia o pervertidos en su voluntad, se valen de esos medios en contra de la razón, o sea, para tales fines que no responden a su naturaleza social y a los planes de la Providencia.



Colaboración en plan mundial


Dimensiones mundiales de todo problema humano relevante

54 54. (200) Los progresos de las ciencias y de las técnicas en todos los sectores de la convivencia multiplican e intensifican las relaciones entre las Comunidades políticas; y así hacen que su interdependencia sea cada vez más profunda y vital.

449 (201) Por consiguiente, puede decirse que los problemas humanos de alguna importancia, sea cualquiera su contenido, científico, técnico, económico, social, político o cultural, presentan hoy dimensiones supranacionales y muchas veces mundiales.

(202) Luego las Comunidades políticas, separadamente y con solas sus fuerzas, ya no tienen posibilidad de resolver adecuadamente sus mayores problemas en el ámbito propio; aunque se trate de Comunidades que sobresalen por el elevado grado y difusión de su cultura, por el número y actividad de los ciudadanos, por la eficiencia de sus sistemas económicos y por la extensión y riqueza de sus territorios. Las Comunidades políticas se condicionan mutuamente y se puede afirmar que cada una logra su propio desarrollo contribuyendo al desarrollo de las demás. Por lo cual se impone la mutua inteligencia y la colaboración entre ellas.


Desconfianza recíproca

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55. (203) Así se puede entender cómo en el ánimo de todos los seres humanos y entre los pueblos va ganando cada vez más terreno la persuasión de la urgente necesidad de inteligencia y colaboración. Pero al mismo tiempo parece que los hombres, particularmente los que ostentan mayor responsabilidad, se revelan impotentes para llevar a cabo la una y la otra. La raíz de semejante impotencia no se ha de buscar en razones científicas, técnicas o económicas, sino en la falta de confianza mutua. Los hombres, y consiguientemente los Estados, se temen recíprocamente. Cada cual teme que el otro esté alimentando propósitos de dominación y acechando el momento que le parezca oportuno para llevar a efecto tales propósitos Por eso organiza la propia defensa, se arma, más que para atacar, así se declara, para disuadir al agresor hipotético de toda agresión efectiva.

(204) Pero esto trae como consecuencia que inmensas energías humanas y medios gigantescos se emplean para fines no constructivos; mientras se insinúa y se alimenta en el ánimo de cada uno de los seres humanos y entre los pueblos un sentimiento de malestar y de angustia que debilita el espíritu de iniciativa para empresas de mayor envergadura.



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