Mater et magistra ES 256

Desconocimiento del orden moral

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56. (205) La falta de confianza mutua halla su explicación en el hecho de que los hombres, particularmente los más responsables, cuando desarrollan su actividad se inspiran en concepciones de vida diferentes o radicalmente contrarias. En algunas de estas concepciones, desgraciadamente, no se reconoce la existencia del orden moral; orden trascendente, universal, absoluto, igual y valedero para todos. Con esto viene a faltar la posibilidad de tomar contacto y de entenderse plena y seguramente a la luz de una misma ley de justicia, admitida y observada por todos.

450 (206) Es verdad que el término justicia y la expresión exigencias de la justicia siguen resonando en los labios de todos. Pero ese término o esa expresión tiene, en los unos y en los otros, significados diversos o contrapuestos. Por eso, los llamamientos repetidos y apasionados a la justicia y a las exigencias de la justicia, lejos de ofrecer posibilidad de contacto o de inteligencia, aumentan la confusión, agravan las diferencias, acaloran las contiendas; y, como consecuencia, se difunde la persuasión de que, para hacer valer los propios derechos y conseguir los propios intereses, no se ofrece otro medio que el recurso a la violencia, fuente de males gravísimos.


Dios, fundamento del orden moral

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57. (207) La confianza recíproca entre los hombres y entre los Estados no puede nacer y consolidarse sino solamente con el reconocimiento y con el respeto del orden moral.
(208) Pero el orden moral tan sólo en Dios tiene su fundamento: separado de Dios, se destruye totalmente. Pues el hombre no es solamente un organismo material, sino también espiritual, dotado de inteligencia y libertad. Exige, por lo tanto, un orden ético-moral, el cual, más que cualquier valor material, influye sobre la orientación y las soluciones que se han de dar a los problemas de la vida individual y social en el interior de las Comunidades nacionales y en sus mutuas relaciones.

(209) Se ha afirmado que en la era de los triunfos de la ciencia y de la técnica los hombres pueden construir su civilización, prescindiendo de Dios. Sin embargo, la verdad es que los mismos progresos científico-técnicos presentan problemas humanos de dimensiones mundiales, que únicamente se pueden resolver a la luz de una sincera y activa fe en Dios, principio y fin del hombre y del mundo.

(210) Una confirmación de estas verdades se encuentra en la comprobación de que los mismos ilimitados horizontes descubiertos por las investigaciones científicas contribuyen a que nazca y se desarrolle en las inteligencias la persuasión de que los conocimientos matemático-científicos descubren pero no captan, ni menos todavía expresan, los aspectos más profundos de la realidad. Y la trágica experiencia

451 de que gigantescas fuerzas puestas al servicio de la técnica pueden utilizarse tanto para fines constructivos como para la destrucción, pone de relieve la predominante importancia de los valores espirituales para que el progreso científico-técnico conserve su carácter esencialmente instrumental respecto a la civilización.

Síntomas esperanzadores

(211) Entre tanto, el sentimiento de progresiva insatisfacción que se difunde entre los seres humanos de las Comunidades nacionales de alto nivel de vida deshace la ilusión del soñado paraíso en la tierra. Al mismo tiempo los seres humanos van tomando conciencia cada vez más clara de los derechos inviolables y universales de la persona; y en los mismos se hace cada vez más viva la aspiración de estrechar relaciones más justas y más humanas. Son todos estos motivos los que contribuyen a hacer que los hombres tengan mayor conciencia de su limitación y a que vuelva a florecer en ellos el anhelo de los valores del espíritu. Y ello no puede menos de ser feliz presagio de mutuo entendimiento y fecundas colaboraciones.


IV. REAJUSTE DE LAS RELACIONES DE LA CONVIVENCIA: EN LA VERDAD, EN LA JUSTICIA, EN LA CARIDAD


Ideologías incompletas y erróneas

58 58. (212) Después de tantos progresos científico-técnicos, y aun por causa de éstos, queda todavía en pie el problema de que las relaciones de convivencia se reconstruyan en un equilibrio más humano, tanto en el interior de cada Comunidad política como en el plano mundial.

(213) Con este fin se han elaborado y difundido diversas ideologías en la época moderna: algunas ya se han desvanecido, como niebla en la presencia del sol; otras han sufrido y sufren revisiones sustanciales; otras se han debilitado bastante y sin cesar van perdiendo su influjo fascinador en el ánimo de los hombres. La razón de este declinar, la encontramos en que son ideologías que solamente consideran algunos aspectos del hombre y, frecuentemente, los menos profundos. Pues no tienen en cuenta las inevitables imperfecciones humanas, como la enfermedad y el sufrimiento; imperfecciones, que ni los sistemas económico-sociales más avanzados pueden eliminar.

452 Existe, además, la profunda e inextinguible exigencia religiosa, que se exterioriza constantemente doquier, aun cuando se la conculque con la violencia o se la sofoque hábilmente.

(214) En efecto, el error más radical en la época moderna es el de considerar la exigencia religiosa del espíritu humano como expresión del sentimiento o de la fantasía, o bien como un producto de contingencias históricas, que se ha de eliminar como elemento anacrónico o como obstáculo al progreso humano; cuando, por lo contrario, en esta exigencia los seres humanos se revelan como lo que son verdaderamente: seres creados por Dios y para Dios, como exclama San Agustín: Fecisti nos ad Te, Domine, et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in Te (52 - Confesiones I, 1.).

(215) Por lo tanto, cualquiera que sea el progreso técnico y económico, no habrá en el mundo justicia ni paz, mientras los hombres no vuelvan a sentir su dignidad de criaturas y de hijos de Dios, primera y última razón de ser de toda la realidad creada por El. El hombre, separado de Dios, se vuelve deshumano consigo mismo y con sus semejantes, porque la relación ordenada de convivencia presupone la ordenada relación de la conciencia de la persona con Dios, fuente de verdad, de justicia y de amor.

(216) Es verdad que la persecución que desde hace varios decenios arrecia en muchos países, aun de antigua civilización cristiana, contra tantos Hermanos e hijos Nuestros, precisamente por esto queridísimos a Nos en modo especial, pone, cada vez en mayor evidencia, la digna superioridad de los perseguidos y la refinada barbarie de los perseguidores; lo cual, aunque todavía no dé visibles frutos de rectificación, sin embargo ya induce a muchos a reflexionar.

(217) Pero siempre subsiste claro que el aspecto más siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único fundamento en el que puede sostenerse; y de querer ensalzar la grandeza del hombre secando la fuente de donde brota y se alimenta aquella grandeza,

453 es decir, reprimiendo y, si posible fuera, extinguiendo sus ansias de Dios. Sin embargo, la experiencia cotidiana, en medio de los desengaños más amargos y aun a veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo que afirma el Libro inspirado: Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los que la edifican (53 - Ps 127,1).


Perenne actualidad de la Doctrina social de la Iglesia

59 59. (218) La Iglesia presenta y proclama una concepción siempre actual de la convivencia.

(219) Como se desprende de lo dicho hasta aquí, el principio básico de esta concepción consiste en que cada uno de los seres humanos es y debe ser el fundamento, el fin y el sujeto de todas las instituciones en las que se exterioriza y se realiza la vida social: cada uno de los seres humanos debe ser visto en lo que es y en lo que debe ser según su naturaleza intrínsecamente social, y en el plano providencial de su elevación al orden sobrenatural.

(220) De este principio fundamental, que defiende la dignidad sagrada de la persona, el Magisterio de la Iglesia, con la colaboración de sacerdotes y seglares competentes, ha desarrollado, especialmente en este último siglo, una doctrina social, que indica con claridad el camino seguro para reconstruir las relaciones de convivencia según criterios universales, que responden a la naturaleza, a las diversas esferas del orden temporal y al carácter de la sociedad contemporánea; y precisamente por esto pueden ser aceptados por todos.

(221) Pero hoy más que nunca es indispensable que esta doctrina sea conocida, asimilada, llevada a la realidad social en las formas y en la medida que las circunstancias permitan o reclamen; función ardua pero nobilísima, a cuya realización, con ardiente llamamiento, invitamos no sólo a Nuestros Hermanos e hijos esparcidos por todo el mundo, sino también a todos los hombres de buena voluntad.


Instrucción

60 60. (222) Volvemos a afirmar, ante todo, que la doctrina social cristiana es una parte integrante de la concepción cristiana de la vida.

(223) Mientras advertimos con satisfacción que en varios Institutos se enseña esta doctrina desde hace tiempo, Nos apremia exhortar a que por medio

454 de cursos ordinarios y en forma sistemática se extienda la enseñanza a todos los Seminarios y a todos los colegios católicos de cualquier grado. Se introduzca, además, en los programas de instrucción religiosa de las parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares; se difunda con los medios modernos de expresión: periódicos, revistas, publicaciones de divulgación y científicas, radio y televisión.

(224) Mucho pueden contribuir a su difusión Nuestros hijos del laicado, con el empeño en aprenderla, con el celo en procurar que los demás la comprendan y ejerciendo a la luz de estas enseñanzas sus actividades de contenido temporal.

(225) No olviden que la verdad y la eficacia de la doctrina social católica se demuestra, sobre todo, ofreciendo una orientación segura para la solución de los problemas concretos. De esta manera se consigue atraer hacia ella la atención de los que la desconocen, o de los que, desconociéndola, la combaten; y quizá hasta lograr que penetre en sus almas algún rayo de su luz.


Educación

61 61. (226) Una doctrina social no se enuncia solamente, sino que se lleva también a la práctica en términos concretos. Esto se aplica mucho más a la doctrina social cristiana, cuya luz es la Verdad, cuyo objetivo es la Justicia, cuya fuerza propulsora es el Amor.

(227) Llamamos, por lo tanto, la atención sobre la necesidad de que Nuestros hijos, además de ser instruidos en la doctrina social, sean también educados socialmente.

(228) La educación cristiana debe ser integral, es decir, debe extenderse a toda clase de deberes. Por consiguiente, también debe mirar a que en los fieles brote y se robustezca la conciencia del deber que tienen de ejercer cristianamente las actividades de contenido económico y social.

455 (229) El paso de la teoría a la práctica es arduo por naturaleza; pero aun lo es mucho más cuando se trata de llevar a términos concretos una doctrina social como la cristiana, por razón del egoísmo profundamente enraizado en los seres humanos, por razón del materialismo de que está saturada la sociedad moderna, por razón de la dificultad de determinar con claridad y precisión las exigencias objetivas de la justicia en los casos concretos.

(230) Por esto, la educación no sólo ha de hacer que brote y se desarrolle la conciencia del deber de actuar cristianamente en el campo económico y social, sino que también es necesario que se proponga enseñar el método que capacita para cumplir tal deber.


Deber de las Asociaciones del apostolado de Seglares

62 62. (231) Para actuar cristianamente en el campo económico y social, difícilmente resulta eficaz la educación si los mismos sujetos no toman parte activa en el educarse a sí mismos, y si la misma educación no se desenvuelve también a través de la acción.

(232) Con razón se suele decir que no se consigue la aptitud para ejercitar la libertad rectamente sino por medio del recto uso de la libertad. Análogamente, la educación para actuar cristianamente en el campo económico y social no se conseguirá sino por la concreta actuación cristiana en tal terreno.

(233) Por esto, en la educación social corresponde una importante función a las Asociaciones y a las Organizaciones de Apostolado de los Seglares, especialmente a las que se proponen como finalidad específica el vivificar cristianamente uno y otro sector del orden temporal. Efectivamente, no pocos miembros de estas Asociaciones pueden servirse de sus experiencias cotidianas para educarse a sí mismos cada vez mejor y para contribuir a la educación social de los jóvenes.

(234) A este propósito es oportuno recordar a todos, a los de arriba y a los de abajo, el sentido cristiano de la vida, que lleva consigo espíritu de sobriedad y sacrificio.

(235) Desgraciadamente, hoy prevalece doquier la concepción y la tendencia hedonista, que querría reducir la vida a la búsqueda del placer y a la plena satisfacción de todas las pasiones, con grave daño del espíritu y también del cuerpo.

456 En el plano natural la moderación y la templanza de los apetitos inferiores es sensatez fecunda en bienes; en el plano sobrenatural el Evangelio, la Iglesia y toda tradición ascética exigen el espíritu de mortificación y penitencia, que asegura el dominio del espíritu sobre la carne y ofrece un medio eficaz de expiar la pena debida al pecado, del que ninguno está inmune, salvo Jesucristo y su Madre Inmaculada.


Sugerencias prácticas

63 63. (236) Al traducir en realizaciones concretas los principios y las directrices sociales, se procede comúnmente a través de tres fases: planteamiento de las situaciones; valoración de las mismas a la luz de aquellos principios y de aquellas directrices; búsqueda y determinación de lo que puede y debe hacerse para llevar a la práctica los principios y las directrices en las situaciones, según el modo y medida que las mismas situaciones permiten o reclaman. Son tres momentos que suelen expresarse en tres términos: ver, juzgar, obrar.

(237) Es muy oportuno que se invite a los jóvenes frecuentemente a reflexionar sobre estas tres fases y a llevarlas a la práctica en cuanto sea posible: así, los conocimientos aprendidos y asimilados no quedan en ellos como ideas abstractcas, sino que les capacitan prácticamente para llevar a la realidad concreta los principios y directrices sociales.

(238) En tales aplicaciones pueden surgir divergencias, aun entre católicos rectos y sinceros. Cuando esto suceda, que no falten la mutua consideración, el respeto recíproco y la buena disposición para encontrar los puntos de coincidencia para una oportuna y eficaz acción: no se desgasten en discusiones interminables; y, bajo el pretexto de lo mejor, no se deje de practicar el bien que sea posible y, por lo tanto, obligatorio.

(239) Los católicos dedicados al ejercicio de actividades económico-sociales, por su profesión tienen frecuentes relaciones con otros que no poseen la misma visión de la vida. En tales relaciones Nuestros hijos estén atentos

457 para ser siempre consecuentes consigo mismos, para no hacer concesiones en materia de religión y de moral; pero al mismo tiempo vivan y se muestren animados por espíritu de comprensión, desinteresados y dispuestos a colaborar lealmente en la realización de todo cuanto por su naturaleza sea bueno, o por lo menos, se pueda reducir al bien. Con todo, es obvio que cuando la Jerarquía eclesiástica se ha pronunciado concretamente, tienen obligación los católicos de atenerse a sus directrices; puesto que compete a la Iglesia el derecho y el deber no sólo de tutelar los principios del orden ético y religioso, sino también de intervenir con su autoridad en la esfera del orden temporal, cuando se trata de juzgar sobre la aplicación de aquellos principios a casos concretos.


Acción múltiple y responsable

64 64. (240) De la instrucción y de la educación necesario es pasar a la acción. Es un deber que corresponde, sobre todo, a Nuestros hijos del laicado, pues que ellos, en virtud de su estado de vida, se hallan habitualmente ocupados en el desenvolvimiento de actividades y en la creación de instituciones de contenido y finalidad temporales.

(241) En el ejercicio de una función tan noble es necesario que Nuestros hijos no sólo sean profesionalmente competentes y ejerzan las actividades temporales según las leyes naturales que conducen con eficacia al fin, sino que es también indispensable que en el ejercicio de dichas actividades se muevan en el ámbito de los principios y directrices de la doctrina social cristiana, con actitud de sincera confianza, y siempre en relación de filial obediencia hacia las Autoridades eclesiásticas. Tengan presente Nuestros hijos que, cuando en el ejercicio de las actividades temporales no se siguen los principios y directrices de la doctrina social cristiana, no sólo se falta a un deber y se lesionan con frecuencia derechos de los propios hermanos, sino que se puede llegar al punto de desacreditar la misma doctrina, como si fuese noble en sí misma, pero privada de fuerza eficazmente orientadora.


Un grave peligro

65 65. (242) Como ya hemos observado, los hombres han profundizado y han extendido enormemente el conocimiento de las leyes de la naturaleza; han creado instrumentos para apoderarse de sus fuerzas; han producido y siguen produciendo obras gigantescas y espectaculares. Pero en su empeño de dominar y transformar el mundo exterior, se exponen a olvidarse de sí mismos y a gastarse:

458 Así el trabajo corporal -observaba con profunda amargura Nuestro predecesor Pío XI en la encíclica Quadragesimo anno-, que estaba destinado por Dios, aun después del pecado original, a labrar el bienestar material y espiritual del hombre, se convierte a cada paso en instrumento de perversión; de la fábrica sale ennoblecida la inerte materia, mientras se corrompen y envilecen los hombres (54).

(243) En forma semejante, afirma con razón el Pontífice Pío XII que nuestra época se distingue por un claro contraste entre el inmenso progreso científico-técnico y un espantoso retroceso humano, consistiendo su monstruosa obra maestra en transformar al hombre en un gigante del mundo físico, con detrimento de su espíritu, reducido a pigmeo del mundo sobrenatural y eterno (55 - Radiomensaje navideño del 24 de diciembre de 1943; cf. Acta Apostolicae Sedis 36 (1944) p. 10).

(244) Una vez más se verifica hoy, en grandísimas proporciones, cuanto afirmaba el Salmista acerca de los paganos, a saber: cómo los hombres se olvidan muchas veces del propio ser en el propio obrar y admiran las obras propias hasta hacer de ellas un ídolo: Sus ídolos (de los gentiles) oro y plata son, obra de las manos de los hombres (56 -
Ps 115,4).


Jerarquía de "valores": su reconocimiento y respeto

66 66. (245) Con Nuestra paternal preocupación de Pastor universal de las almas, invitamos insistentemente a Nuestros hijos a que vigilen sobre sí mismos para mantener despierta y operante la conciencia de la jerarquía de valores en el ejercicio de sus actividades temporales y en la consecución de sus respectivos fines inmediatos.

(246) Muy claro es cómo la Iglesia ha enseñado en todo tiempo, y sigue siempre enseñando, que los progresos científico-técnicos y el consiguiente bienestar material son bienes reales; y, por lo tanto, señalan un paso importante en la civilización humana. Pero ellos deben valorarse por lo que son según su verdadera naturaleza, es decir, como bienes instrumentales o medios que se utilizan para la consecución más eficaz de un fin superior, cual es el de facilitar y promover el perfeccionamiento espiritual de los seres humanos,

459 tanto en el orden natural como en el sobrenatural.

(247) Como perenne aviso resuena la palabra del Maestro Divino: ¿De qué, pues, le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su alma? O ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? (57).

(248) Y estas enseñanzas tienen su complemento con la que se refiere al descanso, durante los días de fiesta.


Santificación de las fiestas

67 67. (249) Para defender la dignidad del hombre como criatura dotada de un alma hecha a imagen y semejanza de Dios, la Iglesia ha reclamado siempre la observancia del tercer precepto del Decálogo: Acuérdate de santificar las fiestas (58 - Ex 20,8). Es un derecho de Dios exigir al hombre que dedique al culto un día de la semana, en el cual el espíritu, libre de las ocupaciones materiales, pueda elevarse y abrirse con el pensamiento y con el amor hacia las cosas celestiales, examinando en lo íntimo de su conciencia sus relaciones obligatorias e indispensables con su Creador.

(250) Pero es también derecho, más aún, necesidad para el hombre, hacer una pausa en la aplicación del cuerpo al duro trabajo cotidiano, para alivio de los miembros cansados, para honesta distracción de los sentidos y para bien de la unidad doméstica, que exige un frecuente contacto y una serena convivencia entre los miembros de la familia.

(251) Religión, moral e higiene coinciden en la ley del reposo periódico, que la Iglesia desde hace siglos concreta en la santificación del domingo, con la participación en el Santo Sacrificio de la Misa, recuerdo y aplicación a las almas de la obra redentora de Cristo.

(252) Pero con vivo dolor debemos comprobar y deplorar la negligencia, por no decir el desprecio, de esta santa ley, con perniciosas consecuencias

460 para la salud del alma y del cuerpo de los queridos trabajadores.

(253) En nombre de Dios y por el interés material y espiritual de los hombres Nos hacemos un llamamiento a todos, autoridades, empresarios y trabajadores, para la observancia del precepto de Dios y de su Iglesia, recordando a cada uno su grave responsabilidad ante el Señor y ante la sociedad.


Renovado compromiso

68 68. (254) Pero sería un error dedudir de cuanto arriba hemos expuesto brevemente que Nuestros hijos, sobre todo del laicado, hayan de rebuscar prudencia con la que disminuir su propio compromiso de actuar como cristianos en el mundo; antes bien lo deben renovar y acentuar.

(255) El Señor, en la sublime oración por la unidad de su Iglesia, no ruega al Padre que aparte a los suyos del mundo, sino que los preserve del mal: Non rogo ut tollas eos de mundo, sed ut serves eos a malo (59 -
Jn 17,15). Y así no debe crearse una artificiosa oposición donde no exista, es decir, entre la perfección del propio ser y la propia presencia activa en el mundo, como si uno no pudiera perfeccionarse sino cesando de ejercer actividades temporales, o como si, al ejercerlas, quedara fatalmente comprometida la propia dignidad de seres humanas y de creyentes.

(256) Por lo contrario, responde perfectamente al plan de la Providencia que cada uno se perfeccione mediante su trabajo cotidiano, el cual para la casi totalidad de los seres humanos es un trabajo de contenido y finalidad temporal. Actualmente la Iglesia se encuentra ante la gran misión de llevar un acento humano y cristiano a la civilización moderna; acento, que la misma civilización pide y casi invoca para sus progresos positivos y para su misma existencia. Como hemos insinuado, la Iglesia viene ejercitando esta misión, sobre todo por medio de sus hijos seglares,

461 los cuales, para llevarla a cabo, deben sentirse obligados a desarrollar sus actividades profesionales como cumplimiento de un deber, como prestación de un servicio, en comunión interior con Dios y por Cristo y para su gloria, como indica el apóstol Pablo: Sea que comáis, sea que bebáis, o cualquier cosa que hagáis, hacedlo todo para la gloria de Dios (60 - 1Co 10,31). Que todo cuanto hagáis o digáis, sea siempre en el nombre del Señor Jesús, dando por El gracias a Dios Padre (61 - Col 3,17).


Mayor eficiencia en las actividades temporales

69 69. (257) Cuando en las actividades e instituciones temporales se garantiza la entrada a los valores espirituales y a los fines sobrenaturales, refuérzase en aquellas la eficiencia respecto a sus propios fines específicos e inmediatos. Siempre es verdadera la palabra del Maestro Divino: Así que buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará en añadidura (62 - Mt 6,33). Cuando uno se presenta como luz en el Señor (63 - Ep 5,8) y camina como hijo de la luz (64 - Ep 5,8), se captan con mayor seguridad las exigencias fundamentales de la justicia aun en las zonas más complejas y difíciles del orden temporal, en las que no es raro que los egoísmos individuales, de grupo y de raza, insinúen y difundan espesas nieblas. Y cuando se está animado por la caridad de Cristo; uno se siente entonces unido a los otros y se sienten como propias las necesidades, los sufrimientos y las alegrías de los demás. Y en consecuencia, la conducta de cada uno, cualquiera que sea el ámbito y el objeto en que se concrete, no puede menos de resultar más desinteresada, más vigorosa, más humana, porque la caridad es magnánima, es servicial..., no busca su interés..., no se goza con la injusticia, antes se alegra con la verdad..., todo lo espera y soporta todo (65 - 1Co 13,4-7).


Miembros vivos en el Cuerpo Místico de Cristo

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70 70. (258) Mas no podemos concluir Nuestra Encíclica sin recordar otra verdad, que es al mismo tiempo una sublime realidad, esto es: que nosotros somos miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo, que es su Iglesia: Como el cuerpo es uno, todos sus miembros, aun siendo muchos, no forman sino un solo cuerpo: así es (uno) Cristo (66 - 1Co 12,12).

(259) Con paternal insistencia invitamos a todos Nuestros hijos pertenecientes tanto al clero como al laicado, a que tengan profunda conciencia de tanta dignidad y grandeza por el hecho de que están injertados en Cristo como los sarmientos en la vid: Ego sum vitis, vos palmites (67 - Jn 15,5) y que por lo mismo están llamados a vivir la misma vida de Cristo. En virtud de ello, cuando se ejercen actividades propias, aun de carácter temporal, en unión con Jesús, Divino Redentor, cualquier trabajo viene a ser como un continuación del trabajo de Jesús, penetrado por virtud redentora: El que permanece en Mí, como yo en él, lleva consigo mucho fruto (68). Viene a ser un trabajo que no tan sólo contribuye a la propia perfección sobrenatural, sino que también actúa extendiendo y difundiendo en los demás los frutos de la Redención y fecundando con fermento evangélico la civilización en que se vive y se trabaja.

(260) Nuestra época está azotada y penetrada por errores fundamentales, desgarrada y trastornada por profundos desórdenes; pero es también una época en la que se abren inmensas posibilidades de bien al ímpetu de la Iglesia.


71 71. (261) Amados Hermanos e hijos: la mirada que hemos echado con vosotros a los diversos problemas de la vida social contemporánea, comenzando desde las primeras luces de la enseñanza del Papa León XIII, Nos ha conducido al desarrollo de todo un tejido de comprobaciones y declaraciones. Os invitamos a deteneros en ellas,

463 a meditarlas mucho y a tomar ánimo para que cada uno y todos cooperen a la realización del Reino de Cristo sobre la tierra: reino de verdad y de vida; reino de santidad y de gracia; reino de justicia, de amor y de paz (69 - Prefacio de la festividad de Cristo Rey); reino que asegura el goce de los bienes celestiales, para los cuales hemos sido creados y a los cuales ansiamos llegar.

(262) En efecto, se trata de la doctrina de la Iglesia Católica y Apostólica, Madre y Maestra de todos los pueblos, cuya luz ilumina, enciende, inflama; cuya voz, al avisar, llena de sabiduría celestial, pertenece a todos los tiempos; cuya virtud siempre ofrece remedios tan eficaces y tan aptos a las crecientes necesidades de los hombres, a las angustias y a las ansiedades de la vida presente.

Con esta voz armoniza aquella antiquísima del Salmista que no cesa de fortificar y levantar nuestros ánimos: Escucho. ¿Qué dice Jehová? Lo que Dios dice, es la paz para su pueblo, para sus amigos, con tal que no se vuelvan a su locura. Próxima está su salvación para los que le temen, y la gloria habitará en nuestra tierra. El amor y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se abrazan -la fidelidad germinará de la tierra, y de los cielos descenderá la justicia.- El Señor da todo el bien, y nuestra tierra da su fruto; -delante de El marchará la justicia; y la paz, sobre las huellas de sus pasos (70 -
Ps 85,9-14).

(263) Estos son los votos, Venerables Hermanos, que Nos formulamos al poner fin a esta Carta, a la cual hemos dedicado desde hace tiempo Nuestra solicitud por la Iglesia Universal; los formulamos a fin de que el Divino Redentor de los hombres, qui factus est nobis sapientia a Deo et iustitia, et sanctificatio, et redemptio (71), reine y triunfe felizmente a lo largo de los siglos en todos y sobre todo; los formulamos también para que, armonizada la convivencia en el orden, todas las gentes finalmente gocen de prosperidad, de alegría, de paz.

464 (264) Como expresión de estos votos y en prenda de Nuestra paternal benevolencia, descienda la Apostólica Bendición que a vosotros, Venerables Hermanos, y a todos los fieles confiados a vuestro ministerio, particularmente a los que respondan con generosidad a Nuestras exhortaciones, impartimos de corazón en el Señor.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 15 de mayo del año 1961, tercero de Nuestro Pontificado.

JUAN PP. XXIII



Mater et magistra ES 256